Para romper una maldición

By BocaDeSerpiente

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Harry y Draco se dedican a resolver asuntos mágicos y a las Artes Oscuras, en general, y a veces pasan por si... More

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By BocaDeSerpiente

No era que nunca hubiesen guardado una posesión ilegal en la tienda. No, tenían artículos de procedencia dudosa, reliquias de magia oscura, al igual que los amuletos para repeler las peores maldiciones. Por lo general, Draco mantenía un almacén aparte, al que sólo le daba acceso a clientes frecuentes o en condiciones específicas, que comprarían algo que valía suficientes galeones para mantener a toda una familia por años, o necesitaban un depósito secreto mientras arreglaban otros asuntos, con la ley, por lo general; él solía preferir encargarse de amuletos, contrahechizos, barreras de seguridad, y le dejaba esostratos a su novio.

Por Merlín, incluso el propio Harry y Draco ya eran ilegales de por sí, en varios sentidos. Pero, durante esos años en que se mantuvieron en ese negocio, ellos fueron los únicos seres vivos de los que debían ocuparse.

Y de pronto, aquello cambió.

Ze, burlándose con algo que sonaba a "paternidad inesperada" y "bebés serpientes",decidió que iba a cenar sola y los despidió, con la promesa de volver después para averiguar qué hicieron con la pobre criatura. Se quedaron solos, en la tienda, por largo rato, sin hacer más que observarla, hasta que llegaron a la conclusión, cada uno por su cuenta, de que era absurdo pretender que no pasaba nada.

—Tenemos que hacer algo, ¿cierto? —Preguntó Draco, y él asintió, porque era cierto que tenían, aunque no supiesen qué.

Así que Harry recogió la canasta, la volvió a tapar con la cobija, y los dos subieron al apartamento. Fueron al laboratorio enseguida, y todavía no salían de ahí, pasada la media noche.

Draco utilizó un encantamiento en sus libros y pergaminos, que busca palabras claves para dar con la información que necesita, y luego le pidió a Dobby que revisase entre los selectos, para dar con algo que pudiese serles útil, lo que explicaba que la mitad del cuarto y el pasillo estuviesen llenos de papeles que levitaban y cambiaban de lugar, intercambiándose entre sí, formándose en pilas, o regresando al sitio donde los tuvo guardados hasta entonces.

Ambos se sentaron en torno al mesón de piedra más largo, el del centro, del que el elfo ya había apartado los últimos viales e instrumentos que Draco debió dejar cuando estaba preparando el experimento de su té. La canasta hacia rato que fue dejada en el suelo, los objetos dentro (y la cría) depositados en la superficie fría y dura.

La nota, en resumen, era una larga e innecesaria disculpa, con la explicación que les dio por la tarde, colmada de comentarios para Draco que le hacían rodar los ojos y dudar de su salud mental, más de lo que ya lo hacía antes. Decía que estaría de viaje por negocios, que no podía arriesgarse a ser contactado, y que cuidasen del basilisco, que estaba defectuoso y no sabía bien cómo saldría.

Y claro, estaban las instrucciones y el soborno en la caja, también. Una breve reseña, hecha a mano, de lo que comía un basilisco durante la primera etapa de vida, instrucciones para el contraveneno, si es que le brotaban los colmillos mientras no estaba y ocurría un accidente, y un obsequio de disculpa.

Marco, que sabía desde hace años la debilidad de Draco por los dragones, le envió piezas de cristal miniatura de ColacuernosHocicorto Suecos y un dragón de la suerte chino, que se movían por sí solos y emitían tintineos por rugidos. No le sorprendía, porque en una ocasión, cuando ese algo comenzó a tomar fuerza, el muchacho se presentó en la tienda con un huevo de una especie de dragón plateado, en peligro de extinción, para Draco.

Estaba seguro de que su novio quería recibirlo, lo notó en la forma en que veía el huevo, pero por suerte, salía con un Slytherin, y por sobre todo, un hombre que intentaba ser razonable la mayor parte del tiempo, y Draco supo rechazarlo, aunque luego se pasase el resto de ese día con cara de tragedia. No quería pensar en que tendrían que esconder una criatura de seis metros de largo, si no lo hubiese hecho, cuando ese basilisco era un hilo delgado de veinte centímetros, y ninguno sabía cómo proceder.

—No soy experto en basiliscos —Fue lo primero que dijo cuando se sentaron, y Harry no tuvo más opción que asentir, porque lo sabía y tampoco él lo era.

Draco se puso los guantes más gruesos que tenía, los que usaba para trabajar con elementos fatales, y empezó una inspección desordenada bajo la mirada atenta y confusa de Harry.

La desenvolvió, la estiró sobre la mesa, midió largo y ancho. Le alzó la cabeza, revisó el estado de la única pluma que tenía, le levantó los párpados dobles, confiando en que Marco tuviese razón sobre sus ojos, sólo para descubrir que era dos cuencas de un blanco cristalino, donde apenas se adivinaba la silueta de una pupila y un iris reptil, del mismo color; debía ser ciega, sí, concluyó.

Le abrió la boca, le palpó las encías sin dientes, se quejó cuando la criatura atrapó su pulgar, sin fuerza, y empezó a succionar. Y luego, de alguna manera, terminó por darle sorbos de leche con el dedo.

—¿Entonces? —Preguntó Harry en ese momento.

Draco se acababa de retirar los guantes, tenía el rostro recargado en una mano, y tanteaba la piel del basilisco, medio dormida de nuevo, con la otra, después de haberla limpiado (de pedirle a Dobby que lo hiciese por él, más bien).

—Según esto —Aclaró, con un cabeceo en dirección a los pergaminos y libros que se le amontonaban a un lado, sobre los basiliscos—, debería ser un macho, pero por alguna razón, es una hembra, como dijo Ze, debe tener unos tres días de nacida nada más, y le va a llevar un tiempo abrir los ojos y un poco más en tener dientes. El veneno y todo eso, tarda más.

—Así que es como una serpiente normal, ¿no?

—Una cría, más o menos, sí.

Harry volvió a centrar su atención en la criatura. Lo único que se le ocurría era que tenía sueño. Los párpados le pesaban y odiaba a Marco por ponerlos en esa situación; de pronto, pensó que no hubiese estado mal dejar que su novio le lanzase una maldición ese día.

—Deberíamos llevarla con Scamander —Opinó Draco, cubriéndose la boca cuando bostezó.

Le llevó unos segundos procesar lo que acababa de oír, asentir y retener un bostezo también.

—Sólo un loco llevaría un basilisco por ahí —Le recordó, en un murmullo. Los dos se rieron por lo bajo.

—Y nosotros somos los peores, Harry —Con un wingardium leviosa, elevó a la serpiente dormida y la volvió a meter en la canasta. La acomodó, la arropó con las cobijas, y luego hizo un gesto que la abarcaba por completo—, ¿dónde vamos a poner esto?

—Déjala aquí —Se encogió de hombros, ganándose una mirada dura de su pareja—, ¿qué?

—No vamos a dejar una serpiente bebé en mi laboratorio.

—Ni siquiera se mueve, ¡está dormida! Y es una cosa mínima, Draco.

—No vamos a dejar una serpiente bebé en mi laboratorio —Repitió, casi en un siseo, con pausas amenazadoras en medio de cada palabra. Él rodó los ojos.

—Ponla en la sala.

—Ponla tú.

Con un bufido incrédulo, Harry volvió a recoger la canasta, comprobó, como ya sabía, que la criatura continuase dormida, y salieron. La dejó sobre una de las pequeñas mesas, en el centro, por si acaso la canasta se movía en la noche por la razón que fuese, y escuchó que Draco le pedía al elfo que vigilase que se quedase ahí dentro y la hiciese dormir de nuevo, en caso de que despertara.

—0—

La verdadera razón por la que Draco no se acercaba a los niños, no era que los odiase. No eran de su agrado, en su mayoría, y le había asegurado que sólo sentía que llegaría a adorar a uno, si llevaba su sangre, pero no, no era ese el motivo.

Era el efecto que éltenía en los niños. Aquellos que eran menores de diez años, como los que los Scamander tenían. De a dos.

Draco ya estaba fastidiado esa mañana, de por sí, porque cuando despertaron, encontraron a la cría de basilisco levitando por el apartamento, a manos de un invisible Dobby, que intentaba arrullarla igual que a un bebé humano, desde que comenzó a inquietarse. Curiosamente, funcionó después de un rato y volvía a estar dormida. Aun así, cuando dieron con la residencia que Rolf les dejó en su contacto, y los recibieron los Scamander, tener de repente unos gemelos detrás, en cada paso, y haciéndole preguntas, sólo lo empeoró.

El lugar en que se quedaban era sencillo, se notaba que acogía familias, pero no tenía nada personalizado; señal inequívoca de que sólo era un hogar temporal para cualquiera que estuviese ahí. Luna los condujo a la sala, sonriente, y se ofreció a hacer té, a pesar de que vestía un conjunto similar a una pijama de hombre, varias tallas más grande, llena de pintura, e incluso su cara tenía manchas.

Harry la acompañó a la cocina, observándola sin decir una palabra, ya que no sabía cómo empezar y ella tampoco le hacía una pregunta o comentario. Rolf no estaba, dijo un momento atrás, pero no debía tardar mucho.

Mientras tanto, Draco estaba en la sala, decidido a mantener a la serpiente posiblemente venenosa y mortal fuera del alcance de los gemelos, uno que estaba enganchado a su cadera y no paraba de zarandearlo, el otro que le rodeaba una pierna con las cuatro extremidades y no lo dejaba caminar.

Es una cosa de familia —Recordaba que le contó, un día en que, sin darse cuenta, pasaron por un local donde estaba una salida escolar de la primaria, y la mitad de los niños quisieron pegarse a él—, padre era igual. Cuando era niño, Pansy quería que la cargase y la abrazase desde que entraba a la Mansión y lo veía, y Crabbe y Goyle se le colgaban de las piernas, y lo seguían por todas partes, si alguien no los detenía. Menos mal que se quita después de los diez años, o habría tenido que aguantar a los menores en Hogwarts.

Y ahí estaba. Uno, él no estaba seguro de cuál, a pesar de que Luna le dijo los nombres, le hacía alguna pregunta que no lograba entender, pero por la expresión de horror de Draco, no tenía respuesta para ofrecerle. Luego el otro comenzaba a tirar de su mano, con la intención de obtener la misma atención que su hermano.

—Oh, se llevan bien —Luna los observaba con enternecimiento. Cuando el té estuvo listo, y levitó la tetera y un juego de tazas hacia una mesa pequeña en medio de los sillones—, eso es lindo.

Él se encogió de hombros, porque no creía que su novio pensase en describirlo como lindo, cuando empezaron a jalarle la ropa y chillar, y tuvo que dejar la canasta a un lado y sostenerles las cabezas, para crear una brecha mínima de distancia entre los niños y él.

—Lovegood, haz algo con tus hijos —Masculló entre dientes, cuando los vio llegar y acomodarse en los sillones individuales. Aquello le dejaba el sofá de tres plazas, y se dio cuenta, por lo que les dirigió una mirada que hubiese congelado hasta a Voldemort. Harry fingió no notarlo.

—Pero les agradas —Susurró ella, ajena a la lucha que tenía con los gemelos, para que no fuesen a abrazarlo otra vez.

—Lovegood —Volvió a sisear, con los ojos entrecerrados—, uno de tus mocosos dijo que se quería casar conmigo —Ella rio, y la expresión de Draco se contrajo, de ese modo en que hacía cuando en serio, en serio, quería lanzar una maldición—, ¡y el otro dijo que si no podía casarse conmigo, se podía casar con Harry! ¿Qué se supone que son estos niños? ¿Hay algo malo con ellos? Yo no pensaba en esas cosas a su edad.

Luna no dejaba de asentir y alentar a sus hijos con gestos suaves, y Harry tosía por haberse ahogado con el primer trago de té cuando escuchó que su nombre salía a colación.

—¡No los animes! Haz algo, aléjalos, lo que sea. Si yo fuese tú, no dejaría que mis hijos estén tan cerca —En ese momento, uno de los gemelos, todavía no sabía cuál, se escabulló lejos de la limitación, pasó bajo su brazo, y se le enroscó en la cadera, alzando la cabecita para hacerle preguntas, una tras otra. Podía ver cómo Draco empezaba a tensarse—. Lovegood, de verdad, quitámelos de encima, es por ellos.

—No hay nada malo en que les agrades…

Lo hay —Ahora su voz tenía un tono más urgente. Acababa de rendirse y alzar los brazos, así que tenía a un niño a cada lado; uno lo quería retener ahí, otro que se sentara y hablara con ellos, así que comenzaron a pelearse desde los costados de él—. Soy demasiado peligroso para estar cerca de niños, Lovegood, haz algo, están en riesgo, sólo…

—Yo no creo que seas ningún riesgo para mis hijos —Lo cortó ella, sin alterarse, al tiempo que servía el té en dos tazas infantiles, de colores diferentes y con siluetas de hipocampos—, de ser así, no te habría dejado entrar a la casa.

Cuando los llamó con un susurro, los pequeños reaccionaron como si tuvieran resortes. La discusión cesó de golpe y se acercaron a su madre, para recibir las tazas y darle besos en la mejilla, seguidos de agradecimientos vagos.

Draco le dedicó una mirada casi suplicante, a la que respondió con un movimiento de labios, sin sonido. Ella dice que no eres un riesgo para ellos. Luego de un momento de consideración, suspiró y se sentó en un extremo del sofá, envolviéndose con sus propios brazos y con los ojos puestos en la canasta frente a él. Los gemelos se sentaron a un lado, pegados uno al otro, y lo miraban de reojo mientras se bebían el té.

Luna parecía complacida al respecto. Él no habría sabido decir si era porque sus hijos estaban contentos y tranquilos, o por otra razón.

—¿Quieres que traiga el álbum? —Le preguntó después, con un ligero toque en el dorso de la mano, para llamar su atención—. Puedo mostrártelo mientras esperan a Rolf para lo que llevan ahí.

Él asintió. Cuando la vio alejarse, fue que se dio cuenta de que no le dijeron, en ningún momento, que llevasen algo extraño en la canasta, mucho menos un basilisco.

—0—

—…y esta es Rose, y este es Fred, ¿cierto? —Tuvo que tragar para disimular el nudo en la garganta al pronunciar el nombre. Oh, pobre George. Recordaba que todavía no sonreía la última vez que estuvo en La Madriguera con ellos, pero por las fotografías y pinturas que Luna tenía con ella, ya lo hacía, al menos un poco. Harry estaba contento por ello; que le temblase la voz, no era más que un efecto secundario que no podía evitar.

Luna asintió con una sonrisa dulce. Estaba inclinada a un lado de él, mirando sobre su hombro, porque le había puesto el álbum en el regazo desde que fue a buscarlo.

Harry no sabía cómo debía sentirse. Ron tenía dos hijos, su mejor amigo, su único mejor amigo de toda la vida, tenía dos niños. Y él apenas sabía de ellos lo que Luna le comentaba ese día.

Tenía un peso invisible instalado en el pecho, que no dejaba de presionar, retorcer, aplastarlo, y cuando notó que se hacía difícil respirar, tuvo que dejar de revisar el álbum y hacer una pausa para mantener la calma. Junto a él, Luna ni siquiera hizo una pregunta, como si pensase que se trataba de una reacción lógica y consecuente, o hubiese esperado que le ocurriese en algún momento.

Parpadeó cuando los ojos le escocieron, aunque no hubo lágrimas, y se forzó a inhalar profundo y soltar el aire por la boca.

Cuando la mujer no le explicaba sobre un evento plasmado en el álbum, lo único que se oía en la sala era unos débiles murmullos y sonidos de arrastre, roce de telas, y pasos rápidos y cortos.

Draco no logró librarse de los gemelos. Aún en el sofá frente a ellos, tenía la canasta sobre las piernas y la espalda contra el reposabrazos; uno de los niños estaba parado detrás de él, el más inquieto, que no dejaba de apoyarse en sus hombros y hacerle preguntas, mientras el otro, uno más tranquilo que le hacía pensar que Luna habría tenido esa misma aura de amable calma a esa edad, no dejaba de observar la canasta y a la cría de basilisco que dormía ahí. El hombre les hablaba en voz baja, ligeramente incómodo, e intentaba, en vano, mantenerlos a distancia cuando se querían recargar sobre él y que les dijese más de lo que llevaba.

De vez en cuando, le dirigía miradas de auxilio a Harry, que se encogía de hombros, porque después de los primeros minutos, se hizo a la idea de que Luna tenía razón. No representaba un riesgo para los niños. Claro que, de acuerdo al propio Draco, era un riesgo para cualquiera que estuviese cercaasí que no hubo forma de que comprendiese que, alrededor de él, ambos estaban más contentos que preocupados.

Rolf, a pesar de lo que su esposa dijo, tardó cerca de media hora en aparecer. Para entonces, los gemelos corrieron hacia él, saludándolo y rodeándolo, en una absurda competencia por quién se llevaba más de su atención, que parecía que siempre terminaba por ganar el que era más ruidoso, y el otro se limitaba a aguardar su turno, con aspecto paciente, para recibir su respectiva dosis de cariño. Cuando vio que alzaba a uno en cada brazo y se ponía a dar vueltas, a nada de chocar los tres contra la pared, y Luna los animaba con aplausos desde el sofá, pensó que eran una linda familia.

Por la expresión de Draco, él tuvo el mismo pensamiento. Cuando notó que apretaba los párpados por un instante y luego desviaba la mirada hacia la canasta, poniéndose a jugar con uno de los hilos que la componían, Harry le pasó el álbum a Luna, con un agradecimiento, y se cambió hacia el sofá opuesto, para sostener una de las manos de su novio. Él tuvo un débil sobresalto cuando sintió que entrelazaba sus dedos, luego le devolvió un apretón.

—¿Qué tal el tiempo con los gemelos? —Se burló en un susurro, a la vez que Draco se inclinaba hacia él, dejando la canasta de lado, para ponerle la cabeza en el hombro un momento.

—Oh, cállate —Emitió una risa ahogada, que causó que a Harry se le comprimiese el pecho.

Cuando los gemelos se pusieron a cada lado de Rolf y lo jalaron hacia la sala, sosteniéndole ambas manos, el científico alzó la mirada, los notó y esbozó una enorme sonrisa. Un instante más tarde, los dos tenían que lidiar con su charla incesante, preguntas que se dividían entre ellos y Luna, que lucía tan serena como si aquella plática sin fin fuese una cosa de todos los días (él supuso que  lo era).

En cuanto encontraron una pausa en medio de sus palabras, Harry recogió la canasta y se la mostró. Rolf, con un titubeo, levantó la cobija. Habría jurado que el rostro se le iluminó cuando divisó a la cría de basilisco dentro.

—Luna, amor, voy a hablar con ellos un rato, a solas, ¿bien? —Se aproximó a su esposa, para sostenerle las manos, y repartió besos en sus nudillos y uno en los labios. Ella asintió y lo apremió a ir con un gesto.

Rolf, pese a la insistencia de los gemelos por querer ir con ellos, los guio hacia el corredor que salía de la sala y llevaba a otros cuartos. Detrás de ellos, se percató de que Luna llamaba con suavidad a los niños, y estos volvían a reaccionar al instante, olvidándose de la presencia de los demás adultos cuando los invitó a quién sabe qué.

Los dejó entrar a una habitación pequeña, casi imperceptible en el final del corredor, que parecía haber sido habilitada deprisa y sin mucho cuidado, para tomar la forma de un improvisado estudio, lleno de cajas todavía sin vaciar y pilas de libros y pergaminos de dibujos sin terminar. Con un gesto de tímida disculpa, se encargó primero de levitar varias cajas para desocupar un par de bancos en que sentarse, y después apartó las cosas del escritorio, que no notaron hasta entonces por estar sepultado entre sus artículos, para ponerse del otro lado y pedirles la canasta.

Harry se la dio. También fue el que, sin dar detalles sobre Marco o el trabajo que hacía (porque, vamos, era un idiota, pero no pensaba traicionarlo así, aunque no creyese que Rolf pudiese hacerle mal), le contó de forma superficial lo que ocurrió para que la cría llegase a sus manos.

El científico, para su sorpresa, realizó una revisión no tan diferente -sólo más extensa, detallada y segura- de la de Draco, mientras los oía hablar y asentía, apenas dejando salir algunos monosílabos distraídos cuando creía conveniente o necesario.

—Yo no soy de la ciudad —Dijo, después de una pausa en la que se acomodó en el sillón, y la serpiente, ya despierta, reptó por el escritorio y sobre los objetos, e intentó alcanzar a Harry. Rolf seguía cada uno de los movimientos con la mirada—, pero por regla general de la comunidad mágica, los basiliscos son…ilegales —Murmuró la palabra, casi como si les pidiese perdón por tener que insinuarles algo similar.

Intercambió una mirada con Draco, que lucía más divertido, y rodó los ojos.

—Razones no faltan —Le replicó, ganándose un asentimiento del otro hombre.

—¿Pero qué crees que podamos hacer con ella? —Intervino Harry, que acababa de extender el brazo hacia la serpiente, para que no se fuese a deslizar fuera del escritorio en su búsqueda.

Pareció vacilar cuando percibió su cercanía. Le rozó la mano con la cabeza, y empezó a zigzaguear hacia su muñeca. Harry se puso rígido cuando sintió que se le enroscaba en el antebrazo, moviéndose despacio, casi como si buscase algo.

—No ha desarrollado el veneno —Lo tranquilizó, aunque era una cuestión de lógica, porque ni siquiera tenía los dientes completos fuera de las encías—. Todavía es muy pequeña, ¿se dieron cuenta de que no tiene ojos de basilisco? —Ambos asintieron—. Yo diría que es el resultado de un experimento de su…amigo —Volvió a dudar por el término.

Harry movió el brazo y notó que la serpiente le apretaba, no de forma dolorosa, sólo lo suficiente para mantenerse en su extremidad. Intentó avisarle a los otros dos, pero no fue necesario, porque estos ya lo estaban viendo.

—El origen de la serpiente no es lo importante aquí —Insistió Draco, en un tono suave—. Queremos saber qué hacer, dónde ponerla, que no cause problemas, hasta que su dueño vuelva.

Rolf frunció el entrecejo y alternó la mirada entre uno y el otro. Harry no requirió que le dijese que iba a soltarles una mala noticia, porque conocía esos ojos lastimeros, como si los hubiese visto mil veces antes. En parte, lo había hecho.

Podía sentir un ligero cosquilleo, a causa de la serpiente, que ahora se deslizaba por su brazo e iba hacia sus hombros, en la dirección en que estaba sentado Draco, que la miró de reojo cuando elevó la cabeza en un balanceo torpe y probó el aire con la lengua, en un siseo.

—Lo que pasa con los reptiles es que, uhm, bueno, ellos- ellos tienden a ver, a pensar, ya saben, que la primera criatura que encuentran al salir del huevo es…no digamos "mamá", digamos "familia", sí, eso, básicamente.

—Pero ella ya no estaba en el huevo cuando la recibimos —Recordó Draco, con el ceño fruncido, porque debía estar llegando a las mismas conclusiones que Harry cuando agregó:

—Y no puede ver.

Rolf apretó los labios y, vacilante, apuntó a la criatura, que en ese momento, intentaba estirarse desde el hombro de Harry, para tocar a Draco.

—Sí, bueno, la cuestión- la cuestión es que eso es lo que ocurriría, con una serpiente normal, un reptil, para el caso —Él se encogió un poco, mirándolos con una expresión que le hizo pensar en los gemelos al intentar acercarse a Draco sin molestarlo—. Pero cuando la serpiente es mágica, en especial una tan mágica como un basilisco, y más si formó parte de un experimento, suele ser un tema más bien…impredecible. Sí, creo que "impredecible" es una manera sencilla de ponerlo —Asintió a medias, no muy convencido.

—¿Qué se supone que significa eso? —Junto a él, Draco ya se apretaba el puente de la nariz y mascullaba sobre que estaba mal arrojar maldiciones, sin importar cuánto se las merecieran los idiotas.

Rolf señaló a la serpiente, que acababa de enrollarse, sin aplicar presión, en el cuello de Harry.

—Es pequeña, todavía no ve, y sus genes son extraños —Puntualizó, con una mirada curiosa a la criatura, que no le pasó desapercibida a ninguno de los dos—. Es muy probable que se pegue al primer rastro mágico que le guste y la haga sentir cómoda, en este caso…

Luego los apuntó, primero a uno, luego al otro.

—Harry —Musitó su novio, en tono quedo. Él estaba más concentrado en deshacerse de la idea de que, de pronto, sería ahorcado hasta la muerte, y le contestó con un ruido vago—, voy a maldecirlo cuando vuelva, y no me vas a detener.

—No te voy a detener —Le aseguró, en el mismo tono bajo.

Rolf, frente a ellos, no pudo escuchar, pero debió ver algo en sus rostros que hizo que se encogiese un poco más en el asiento.

—0—

—…no es divertido, Ze.

—No, ¡es divertidísimo!

Ambos rodaron los ojos.

Rolf les dejó algunas notas sobre serpientes mágicas, experimentación, y basiliscos, en general. Antes de volver, se dedicó a explicarles, sin dejar de distraerse con la criatura que seguía reptando sobre Harry cómodamente y ajena a su perturbación por los malos recuerdos de Riddle, que el Ministerio de Magia y el Ministro muggle lo estaban ayudando a solventar lo del Picoazul; los muggles desaparecidos serían regresados, con una intervención de los Inefables para borrar cualquier rastro de extrañeza de sus vidas, y el huevo que buscaron, le sería dejado bajo su cuidado, al igual que le cederían un espacio en el barrio mágico, cerca del Ministerio mismo, para que averiguase por qué la atracción de la criatura por los muggles, cómo utilizaba magia oscura, y el procedimiento para solucionarlo o mantenerla separada de ellos. En total, suponía que su estadía se haría indefinida de momento.

Luna le pidió que fuese a visitarla algún otro día, también prometió pasar por el Infernocuando no tuviese que cuidar de los gemelos. Retuvo a Draco por unos instantes, además, cuando estaban por Aparecerse.

Al preguntarle qué quería, los ojos grises le dirigieron una mirada larga y concienzuda, que no creía haberse llevado en años. No de él.

—Lovegood cree que debo dejar de pensar que soy un riesgo viviente—Le contó, en voz baja, cauteloso, y pronto supo por qué—; en especial, que lo soy para ti.

Ninguno hizo otro comentario del tema. Draco, porque estaba más concentrado en mantener la cabeza de la serpiente escondida en la canasta y divagar en silencio sobre cómo quería maldecir a quien los puso en esa situación, Harry porque, bueno, no tenía idea de qué se le contestaba a eso.

Luna tenía razón, mas no se lo dijo.

En el Infernoencontraron a Ze detrás de uno de los mostradores, tarareando por lo bajo y cosiendo uno de los muñecos espeluznantes de tela y saco, con ojos de botones, que se colgaba del cinturón. Ella se detuvo nada más verlos para oír las noticias, con los ojos puestos en el cesto.

A pesar de que le hablaron sobre la situación con el Picoazul, los próximos estudios, la problemática general, parecía que Ze sólo captó la parte de que la cría de basilisco estaba pegada a ellos ahora, porque no dejaba de reírse desde que lo escuchó.

—Siempre me pregunté por qué no tenían ya un miniHarry o un miniDraco, ¡y ahora lo sé! Es que son más de mascotas que de niños —Decía, con la voz distorsionada por la risa, al tiempo que intentaba tocar a la serpiente, que rehuía del contacto con siseos de advertencia. A ella no podría haberle importado menos, si tomaban en cuenta la sonrisa que tenía.

—Esto no habría pasado si Marco no estuviese resentido conmigo, ¿verdad? —Draco exhaló. Recargó los codos en el borde del mostrador y la cara entre las palmas, dedicándole una mirada cansada a la serpiente y la mujer, que acababa de conseguir que le dejase acariciarle la cabeza; los siseos se convirtieron en un sonido más suave, y Harry lamentó ya no ser capaz de comprenderlos.

—Yo no creo que la palabra sea resentido —Volvió a burlarse la bruja, sin apartar la atención de la criatura.

—Tal vez me escuchó llamarte "serpiente" una vez y pensó que lo querrías más si te daba una —Probó Harry, codeándolo. Draco le frunció el ceño y luego suspiró.

—Y un experimento, además, como si un basilisco normal no fuese suficiente…

—Hola, hola, cosita horrenda, soy tu tía Ze —Decía la bruja, colocándose frente a los ojos de párpados dobles, aún cerrados, de esta—. Soy tu tía y te voy a consentir, y juntas vamos a causarles problemas a esos dos, y…

—Ze.

—…ya verás que nos llevamos bien…

—Ze.

—…entonces tienes que ser buena y…

—¡Ze! —Ella posó las manos a los lados de la cabeza de la criatura y les dio una mirada reprobatoria, como si fuese un bebé al que tenía que taparle los oídos porque ambos acababan de llamarla a la vez.

—Me estoy presentando —Dijo, todavía con el entrecejo arrugado—, es importante crear una conexión con las criaturas, sobre todo mágicas, ¿saben? Es así cómo después consigues su afecto, o respeto, y no te tragan vivo cuando pasan de 'cosita horrenda' a 'monstruosidad'.

Fue como si acabase de darle una solución a Draco. Percibió el momento exacto en que dio un brinco en el banco, y con una sonrisa que se abría paso en su rostro, apuntó a la mujer.

—Ze, tú podrías…

—No —Lo interrumpió de inmediato, sin darle una sola oportunidad, aunque por la manera en que se cruzó de brazos luego, sabía bien lo que diría.

—…tenerla en el pantano —Siguió, como si no la hubiese escuchado—, ya tienes algunas cosas ahí, para cuidar, ¿no? Otra de ellas no te haría mal, podrías meterle más miedo a tus vecinos, para que…

—Dije no, Draco. No puedo —Se encogió de hombros—, créeme que amaría añadir un basilisco fiel a mi patio, en serio, pero si ya decidió que se quedaría con ustedes y prefiere su rastro mágico, no tengo forma de llevarla sin arriesgarme a que me muerda apenas le salgan dientes, o se escape y enloquezca.

—Rolf dijo que los reptiles, cuando abren los ojos…

Dejó las palabras en el aire, porque Ze sacudió la cabeza. Draco soltó un débil bufido, resignado, al recostarse en el mostrador.

La serpiente reptó hacia él enseguida, para intentar tocarle la cara con las rendijas de la nariz. Él dio un manotazo flojo al aire, en vano.

—Harry —Se quejó, en un tono dramático y lastimero—, esta cosa horrenda intenta comerme.

—Yo creo que es su forma de demostrar afecto y conocerte —Comentó Ze, llamando la atención de la serpiente con un chasquido—. Ese es Draco, bonita, Dra-co, y el otro es Harry, ¿bien? Ha-rry.

—No te va a entender si no le hablas en pársel —Susurró Harry, atento a la manera en que la serpiente quería deslizarse hacia el cuello de Draco, como hizo con él en el despacho de Scamander.

—Harry —Insistió Draco, que no dejaba de intentar quitársela de encima, sin lastimarla—, esta cosa se va a comer a tu novio, haz algo.

—¿Qué quieres que haga?

—No sé, ¡algo! Tú peleaste con una enorme, vamos, esta no es ni la mitad que la de…

Calló antes de hablar de más. Los dos giraron la cabeza hacia Ze, pero ella los observaba con una sonrisa afectuosa y divertida, a la vez que acercaba un dedo a la serpiente, que reaccionó con otro siseo.

—Bueno, mientras tus padres discuten tonterías, la tía Ze te va a mostrar…

—¡Ze!

Ella sólo se echó a reír cuando ambos la reprendieron.

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Título completo: Las puertas que no deben abrirse, no pueden cerrarse. Harry entra a un lugar que no tenía que encontrar, durante la incursión al Min...
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Toda su vida fue visto de menos y tratado mal por las personas que decían ser su familia, estaba cansado de que todas las noches llorara por aunque s...
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esta historia sera corta pero es de nada mas y nada menos que la pareja steven rogers y Tony stark
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La vida es injusta, incluso para los semidioses. Vivir una eternidad y ver a tus seres amados morir lentamente en la muerte inevitable. Esta bien...