Enma y Sangre , el ángel de l...

By SankButterfly

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Enma es un adolescente que lamenta vivir por su enfermiza condición , por eso decide entregarle su alma a un... More

Sangre

Enma

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Débil, siempre lo fue...

Enma siempre fue débil. De pequeño no era capaz de jugar con los niños con libertad, porque un leve golpe le podía provocar horribles moretones que le causaban mucho dolor.

Sus ojos se empañaban, sus manos temblaban y su sonrisa se desvanecía cada vez que su madre lo miraba preocupada. Enma no quería que ella se diera cuenta de sus malestares, pero su cuerpo le traicionaba a pesar de sus esfuerzos. Su madre también sufría. Se preocupaba por lo delicado que era su hijo, por eso lo sobreprotegía de todo. Su madre se lo llevaba a casa cada vez que Enma se lastimaba cuando jugaba con los niños de su edad.

Enma Temía a la soledad, temía que lo alejasen de los niños que lo habían aceptado, temía que ellos le mostrasen rechazo si descubrían su delicado estado físico. Aunque hizo todo lo posible por mantenerlos a su lado, ellos poco a poco se fueron alejando.

Enma sufría...

Le dolía el alma...

Enma ya no sonreía. Su rostro apático y afligido olvidó como hacerlo desde de que los niños dejaron de aceptarlo.

Enma tenía miedo de que sus padres le dieran la espalda, porque ellos no eran sus padres verdaderos. Ellos lo recogieron para que pudieran tener una familia ya que su madre adoptiva nunca pudo tener un hijo propio. A Enma le dolía no haber nacido de ella. A pesar de aquello, Enma siempre tuvo una madre muy cariñosa que lo cuidaba como si realmente fuera de su propia sangre, por eso a él le dolía no ser hijo de aquella mujer cariñosa.

Enma lloraba en su cuarto desde pequeño. No porque sus padres se negaron a comprarle un juguete o porque no le cumplieron cualquier capricho. Enma lloraba a escondidas porque no era un hijo legítimo, lloraba porque su carne era débil, porque no podía salir a jugar con otros niños, lloraba porque no podía llorar delante de sus padres, porque ellos no eran sus verdaderos padres.

Enma era tímido, casi nunca hablaba en clase, pero siempre atendía al maestro y apuntaba todo como buen estudiante. Enma siempre él fue primer puesto. Él consideraba que era la mejor manera de pagarles a sus padres todo lo que hacían por él.

Enma es acosado. Sus compañeros lo tratan mal, se burlan de él, lo llaman marica, muñeca, nenita, mujercita tan solo por su figura delgada y su bonito rostro. Enma no entiende porque lo tratan de esa manera si él no le hizo nada a nadie. Solo se dedicaba a estudiar, a responder las preguntas del profesor en plena clase y a tener buenas calificaciones. Enma no entiende.

A Enma le duele el cuerpo, le duele la soledad, le duele estar solo, le duele que lo traten mal, le duele lo golpes que sus compañeros de clase le dieron un día cuando salió del colegio. Ellos lo arrastraron hacia un parque desolado, le quitaron los pantalones y lo humillaron.

Enma llora todas las noches a escondidas, porque no quiere que sus padres lo escuchen. Enma quiere cortarse la piel, quiere morir. Está cansado de estar solo, pero no quiere darles problemas a sus padres.

Enma también puede sonreír. Sus padres casi lloran de la emoción. Consideran que la sonrisa de Enma es hermosa, natural. Les encanta. Enma conoció a dos chicos en su nuevo colegio. Ellos son amables con Enma, lo protegen de todo y de todos. Ellos lograron que Enma sonría, que se sienta protegido y acompañado. Enma agradece haberse cruzado con ellos en su vida a pesar de conocerlos poco tiempo.

Fuego es físicamente igual a Enma. Es de su misma estatura y contextura, pero sus cabellos son rojizos. Fuego tiene un carácter endemoniado, además, es muy fuerte. Fuego puede lograr que a cualquiera le tiemblen las piernas con solo hablar. Enma no puede creer que fuego sea su amigo a pesar de ser muy diferentes en cuanto a personalidad.

Ellos se conocieron cuando Enma estaba siendo insultado por un joven fornido, quien llamaba Marica a Enma, por ser delicado, aplicado y por tener muy buenas calificaciones. Cuando estaba a punto de ser golpeado en el rostro, fuego apareció con actitud de matón en busca de diversión. Fuego no permitió que lastimaran a Enma. Aquel chico pelirrojo, de quien Enma nunca espero ayuda, destruyó al tipo sin problemas a pesar de ser pequeño y aparentar la misma delicadeza de Enma. Desde ese día fueron amigos. Aquel mismo día Fuego le presentó a Destello, su amigo de la infancia, quien estaba en un grado superior.

A Enma le gusta destello. "Después de todo creo que si soy un marica", pensó Enma. Destello es un joven muy apuesto. Todas las chicas suspiran por él, pero Destello no les hace caso, porque destello ya tiene un amor.

Enma está triste porque Destello no lo quiere como él lo hace. Él no puede evitar regañarse a sí mismo cada vez que se descubre mirando a Destello con amor. Destello es su amigo, quien lo cuida mucho y trata con cariño. Enma quiere respetar la amistad de sus amigos, porque ellos son buenos con él y porque siempre lo tratan con cariño. Los dos lo quieren mucho.

Enma está feliz porque sus amigos le regalaron obsequios muy hermosos en Navidad, está muy feliz porque es la primera vez que recibe regalos sin contar los de sus padres. Enma no les compró regalos, por eso se siente avergonzado. Quiso comprarlos, pero sus padres no dejaron que saliera, porque su piel empezó a amoratarse horrible y su temperatura indicó que tenía fiebre.

Enma sabe que no tendrá la oportunidad de comprar regalos de navidad a sus amigos, porque sus padres nunca le dejan ir al centro solo. Ellos tienen miedo que Enma se lastime gravemente, por eso lo protegen mucho. Enma está cansado, sabe que no tiene que desobedecerlos. Ellos cuidan de él, además, no es un hijo legítimo para darles problemas, pero Enma quiere mucho a sus únicos amigos.

Sale al centro.

A Enma le duele. Le duele las lágrimas de su madre y la preocupación de su padre. Nunca imaginó que sufriría un accidente de tránsito en el centro. "Hubiera muerto", se decía una y otra vez mientras se encontraba apenas consiente en el pavimento con tantos murmullos de personas que lamentaban la mala suerte que había corrido. Enma pensó en nunca despertar mientras perdía el conocimiento.

Enma no deja de llorar. Le duele no poder ver a Destello, porque está enamorado de él, pero ya nunca lo verá. El accidente afecto gravemente su vista, por eso no volverá a verlo. No deja de llorar cuando Destello toca sus manos y le da ánimos, cuando le dice que nunca dejaran de ser amigos, que siempre estará a su lado al igual que Fuego. "Te quiero, estoy enamorado de ti, lo lamento", se confiesa Enma sin poder evitarlo. Destello le da un beso en la frente y en la mejilla. No puede amarlo, porque Destello tiene un amor.

Enma Llora. Le duele escuchar el llanto de su madre, la preocupación de su padre y que Destello no lo ame. Enma llora, está cansado de ser una carga, está cansado de no ser el verdadero hijo de sus padres para poder tirar las cosas con furia, hacer berrinches y llorar delante de ellos sin miedo a que le reclamen. Enma no puede, porque no es el hijo de sus padres.

Enma se levanta de la cama, se deja caer en el piso y rompe a llorar como nunca. Sus lágrimas humedecen su rostro, sus manos tiemblan al cubrirse el rostro.

—Quiero morir—Dice Enma arrodillado en el piso—. Estoy cansado, no sirvo para esta vida, por eso quiero morir. Mis padres no merecen esto, no soy un buen hijo, no sirvo, por eso quiero morir.

Enma se sorprende. Ha recuperado su vista de la nada. Puede ver sus manos, el piso de su cuarto y el cielo oscuro de la madrugada. Se pone de pie y respira lentamente.

—Tu alma— Enma escucha—es deliciosa, quiero saborearlo.

Enma se da cuenta que el intruso es un ángel del infierno, un demonio. La esbelta figura que Enma ve cerca de su ventana lo mira fijamente, lo penetra con la mirada. Sabe que no hay vuelta atrás, y si lo hubiese habido nunca habría regresado. Enma sabe que su vista le ha sido prestada por ese ángel del infierno, quien no deja de míralo con sus ojos afilados y posesivos.

—A cambio daré mi vida, pero deseo un hijo para mis padres. Ellos merecen uno de su sangre, alguien que pueda quejarse cuando este triste y hacerles berrinches sin temores, un hijo legítimo y sano.

—Concedido, ahora tu alma es mía—Enma escucha decir—vendré por ti cuando se me antoje, porque ya eres mío y cuando lo desee te arrastraré a la muerte.

El demonio le da un suave beso en los labios. Es un sello como promesa, el sello del contrato sin papeles. Enma no sabe si todo fue un sueño, aunque el temblor de sus piernas, poco tiempo después que desapareciera el ángel de la oscuridad, le hace creer que fue real.

Enma puede ver los colores. Es una gran sorpresa para sus padres, quienes no pueden evitar sentirse muy felices. Los médicos, a pesar de su escepticismo, consideran que el regreso de la vista de Enma es un milagro. Es extraño, Enma tampoco sufre moretones, no se fatiga con facilidad ni tiene constantes fiebres.

A pesar de aquello, Enma no puede alegrarse por esas extrañas mejorías en él, porque sabe que le pertenece al ángel del infierno a quien le entrego su alma. Ponto vendrá por Enma, por eso lo espera con paciencia.

Los padres de Enma vuelven a llorar de felicidad poco tiempo después de su recuperación. La madre de Enma está embarazada. Enma está feliz porque sus padres podrán tener un hijo propio y sano. Después de la notica, Enma considera que puede esperar al ángel sin miedos de irse con él al mismo infierno.

Enma está feliz, aunque su rostro no lo demuestra, está muy feliz.

Enma espera al ángel del infierno todos los días para irse con él por siempre. No entiende porque no regresa para llevárselo si ya pasaron muchos días. Teme ser castigado, por eso una noche baja a la cocina, saca un cuchillo del cajón de los utensilios y regresa a su habitación.

"¿Es así como tengo que pagar?", se pregunta una y otra vez mirando el cuchillo.

— ¿Qué haces? —Escucha Enma.

La figura que vio una sola vez en habitación está mirándolo con los mismos ojos afilados nuevamente. Enma no teme, al contrario, siente que es la hora de irse y dejar a sus padres para que sean felices con su verdadero hijo.

—Se ha olvidado de venir por mí—dice Enma mirando el piso.

—Nunca me olvido de lo que me pertenece. Eres mío, no quiero que vuelvas a intentar lastimarte. No me gusta que mis pertenecías estén dañadas.

—Cuándo vendrás por mi alma, necesito saberlo...

—Ya vine por ti. Si dejo que sigas rodeado de tu misma vida es porque lo deseo de esa manera. Vas a hacer lo mismo que siempre haces hasta que yo te lo permita, porque estas en mi poder desde la primera vez que dejé que me vieras. Eres mío, Enma—dijo hundiendo sus dedos largos entre los cabellos de Enma.

Enma sonríe. Sus padres le han dado cierta libertad. Enma está feliz porque puede participar en las actividades del colegio, salir con sus amigos al centro, puede resbalar y caer sin sufrir fuertes moretones en su piel.

Todas las noches, cuando está recostado en su cama esperando el sueño, el ángel lo acompaña a un lado de su cama. Aquel ángel de alas negras siempre escucha todo lo que Enma le cuenta.

—Hoy me divertí mucho—dice Enma.

—Lo sé—dice el Angel de oscuridad antes de que Enma se duerma.

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