One Shots - Camren

By Cathe44

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El título lo dice todo. More

¡Hola!
Take My Heart
Vendedora de Caricias
Control a Tierra
Lienzos
Last Night

Ojos verdes

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By Cathe44


Camila's POV

La primera vez que toqué en la cafetería, acababa de cumplir los diecinueve. 

No los aparentaba. 

Mi cara no parecía tener la intención de mostrar mi edad, y dada mi característica torpeza, la gente no conseguía calcularme más de quince años. No los culpaba. A veces yo también dudaba de  tener los años que tenía. 

En fin. 

La primera vez que toqué en la cafetería, acababa de cumplir los diecinueve. 

Estaba demasiado nerviosa. Usualmente no hacía más que tocar en mi habitación, esperando que mis padres no me escucharan. 

Papá me había comprado mi primera guitarra a los diez años, y en todo aquel tiempo aprendiendo a usarla, jamás le había tocado ni cantado ninguna canción. Me daba vergüenza.

 No soy buena con el público. 

Bueno, no lo era en ese entonces. 

Sin embargo, quería conseguir algo de dinero extra, para comprar algunas cosas  que mis padres no podían ni tenían obligación de costearme. Mamá sugirió que podía encontrar un trabajo de medio tiempo después de la escuela. Y lo hice. 

Comencé como mesera un par de meses antes y luego de eso, cuando el dueño de la cafetería me escuchó cantar casualmente una noche al final de mi turno, me pidió  cantara algunas canciones de vez en cuando para amenizar la tarde. 

El señor Benjamin era un hombre agradable, preocupado por los empleados, un jefe afable.

Estaba cagada de miedo. 

Pero no pude decirle que no. 

La primera vez que toqué en la cafetería, acababa de cumplir los diecinueve. 

El nerviosismo de cantar frente a un público cuando nunca antes lo había hecho era enorme y me tenía casi queriendo arrancarme la piel con las uñas. Sin embargo, esto solo creció cuando, entre los ya conocidos clientes de siempre, vi a una persona nueva, sentada en una de las mesas más alejadas del pequeño escenario que improvisaron para mí. 

Era una chica. 

Muy bonita. 

Demasiado bonita. 

Los suaves y anaranjados rayos del sol que comenzaba a ocultarse le pegaban ligeramente en el rostro. Hacía que sus ojos brillaran. 

Desde mi sitio no podía apreciar bien su color, pero sabía que no eran unos ojos comunes, a pesar de estar completamente inmersos en un libro que reposaba en la mesa de madera y junto al cual se hallaba una taza de chocolate caliente. 

No era que desde mi lugar pudiera ver lo que tomaba, pero conocía las tazas perfectamente. 

Estaba tan... hundida en la presencia de esa chica que no me fijé lo que yo misma estaba haciendo.  Coloqué mal el tirante de mi guitarra y al colgármela al hombro esta se desprendió, cayó al suelo y tiró de la tarima el pedestal con todo y los micrófonos provocando un rápido pero estridente sonido que terminó por llamar la atención de todo el mundo. 

"Mierda."  Susurré. 

Estaba demasiado avergonzada, pero aun así traté de apresurarme para volver a colocar todo.

 En ese momento mi jefe apareció, no estaba molesto a pesar de que había tirado todo su equipo y llamó a uno de los chicos de lugar a que me ayudara a colocar todo en su sitio, luego se marchó a seguir atendiendo a las personas que comenzaban a entrar, no sin antes darme un amigable apretón en el hombro. 

Moría de vergüenza, sentía las miradas de varios de los clientes sobre mí y de pensar que poco después tendría que cantar para ellos me hizo temblar las piernas. 

Sin querer volví a ver a la chica del libro. Ella no me miraba. Parecía que ni siquiera se había dado cuenta de lo que pasó. 

Después de haber arreglado nuevamente el pequeño escenario improvisado, salí un momento a la cocina a tomar aire fresco y a relajarme. 

Afuera hacía frío, lo recuerdo bien y aquella noche no había llevado nada abrigador, así que busqué un poco de calor en un cigarrillo esperando que también lograra calmar mis nervios. 

La primera noche que toqué en la cafetería tenía diecinueve.

Canté una de las canciones que yo misma escribí. 

Pensé que en caso de hacerlo mal, nadie en la cafetería lo sabría, porque eran canciones que sólo yo conocía. 

Todo salió bien. 

Pese a mi actitud tímida y evidente inexperiencia algunos aplausos sonaron en el sitio. 

Un hombre mayor me dijo que tenía la voz de un ángel. 

Pero la chica de los ojos claros no levantó la vista hacia mí. 

Ni siquiera una vez. 

[...]


Luego de esa primera vez fui mejorando, no diría que atraje más clientela a la cafetería, pero sí puedo decir que la gente que frecuentaba el local lucían más animadas al escucharme cantar, algunos me pedían canciones, otros conocían las letras de mis temas y eso me hacía feliz. 

La chica del libro también frecuentaba la cafetería. 

Llegaba todas  las noches a las 8:00 pm, minutos después de que terminaba de acomodar el micrófono y todo lo demás. 

Nunca tuve oportunidad de atenderla, precisamente porque era el momento en que me preparaba para cantar. 

Sin embargo,   sabía lo que siempre pedía, un chocolate caliente y un croissant de queso. 

Cada vez intentaba cantar con más entusiasmo y la gente respondía, las miradas poco a poco dejaron de intimidarme. 

Excepto la de ella. Porque no despegaba sus ojos de los libros o de su laptop. 

Los meses pasaban y mi confianza creció. 

Tiempo después ya algunas personas se acercaban a hablar conmigo luego de terminar de cantar, me decían que debía salir de la cafetería, buscar un escenario más grande y aunque lo agradecía, me gustaba el lugar. 

El canto era mi hobbie, no me veía en grandes escenarios cobrando altas sumas por dar un concierto, me gustaba la vida tranquila, mi rutina segura y disfrutaría de esos días de cantar para mi pequeño público el tiempo que durara.

Aún así, día tras día me encontré deseando cada vez más que ella me mirara. Que me escuchara. Que supiera que existía. 

Pero parecía que tal día no llegaría. 

La joven cuyos ojos eran de un verde esmeralda que nunca se fijaban en mí. 

Por las ventanas de la cafetería vi el otoño transformarse en invierno y todas las noches veía a la chica, entrando con su usual abrigo negro con botones dorados, se sentaba, pedía lo mismo de siempre y su mirada se clavaba en las hojas de un nuevo libro. 

Por mi mente pasó la idea de acercarme, hablarle pero por otro no sabía si era el orgullo o la timidez lo que no me permitía acercarme. 

Nadie lo hacía. 

Ella siempre estaba sola. 

Excepto una noche. 

Aquella vez canté con más entusiasmo, una canción que compuse para ella.

Era sobre sus ojos, los mismos que nunca me veían y el momento en que la conocí. 

Pero no respondió. 

Recuerdo mi molestia, recuerdo mi frustración. 

La chica me gustaba, era obvio. 

Incluso el señor Benjamin lo sabía, las cocineras y otras meseras, pero me cuestionaba si valía la pena hacérselo saber.

Decirle que sentía algo por ella, sin conocerla y aún peor, sin que ella me notara, me hacía hacer sentir enojo, tristeza... vergüenza. 

No me quedé a escuchar los aplausos. 

Salí sin decir nada de la cafetería a fumar otro cigarro. 

Aquella vez si llevé chaqueta pero la había olvidado adentro y mi orgullo no me permitió regresa por él. 

En la bolsa del uniforme tenía un cigarrillo y fumé para obtener calor y relajarme. 

Levanté la vista y en la esquina había un hombre pidiendo limosna, estaba vestido con ropa abrigadora aunque sucia y rota, creí que debía tener hambre así que decidí dedicar mi tiempo a hacer algo mejor que lamentarme por la chica que me ignoraba. 

Entré de nuevo, esta vez hasta la cocina y serví un café con leche caliente, y un bagel.

Mientras preparaba todo pude ver desde la ventanilla de la cocina cómo entraba un nuevo cliente, un hombre alto, con una corta barba y cabello negro, joven y atractivo.

Pensé en atenderlo en cuanto le llevara el café y el pan al señor que estaba afuera, pero la idea se quedó en el aire cuando lo vi sentarse con ella. 

Se saludaron con familiaridad y ella sonrió. 

Me temblaron las manos al ver esa hermosa sonrisa...

Pero derrame el café cuando la vi mover sus manos. 

Me sentí tan tonta y... feliz al mismo tiempo.

La chica de los ojos verdes no emitía sonido alguno pero conversaba con el otro chico con tal emoción que me moría de curiosidad por saber lo que ella decía. 

Limpié la barra y serví nuevamente café para el hombre de afuera, y cuando se lo entregué me dio sus bendiciones y buenos deseos. 

La navidad se acercaba. 

Las siguientes semanas no canté, sólo me dediqué a atender las mesas, aunque nunca la suya, había regresado a sentir la timidez. 

El chico con el que estaba aquella noche regresó algunas veces, sentí alivio de saber que no era su novio y ese conocimiento me dio más impulso para hacer lo que tenía que hacer. 

Despúes del trabajo pasé varias noches estudiando, aprendiendo cada posición, cada seña, cada letra, palabra y maneras de crear las oraciones precisas.

¿Era una locura? Quizás. 

Quizás ella no me escucharía. Ni me vería. Ni  sentiría por mí lo que yo por ella. Pero era mi último intento. 

[...]

El momento llegó, el pequeño escenario estaba colocado, sin llamar la atención tomé mi lugar, aunque vi varias sonrisas amables, sabía que había algunas personas contentas de que por fin regresara a cantar. 

Entonces el señor Benjamin apagó las luces. 

No todas, pero sí la mayoría, dejando especialmente encendidas la mía y la de la joven de ojos verdes quien al notar la repentina oscuridad, levantó la vista. 

Y me miró. 

No pude tocar la guitarra esa vez.

Así que sólo canté.

Y con mis manos busqué hacerle llegar mi mensaje. 


You've got me watching your eyes

Me atrapaste mirando tus ojos

Got me waiting just to see if it goes the way it never will

Esperando sólo para ver si si sucederá en la manera en que nunca lo hará

Your eyes are watching me and now you've got me thinking 'bout the first time that I met you

Tus ojos me están mirando y ahora me tienes pensando en el momento que te conocí

Standing in a crowded room, but I can only see you

Estábamos en una habitación llena, pero sólo podía verte a ti

And I hope my words will get trough

Y espero que mis palabras lleguen ahí

'cause now I can't forget you, I want to tell you

Porque ahora no puedo olvidarte y quiero decírtelo

If only I can reach you, and make you feel this way

Sí sólo pudiera alcanzarte y hacerte sentir de esta manera


Mis ojos no abandonaron los suyos en todo el tiempo de mi canción.

Y aunque mis manos temblaron, supe que lo entendió todo, porque sonrió. No. No sólo sonrió... me sonrió. 

Cuando los aplausos se escucharon, ella me invitó a sentarme y sólo bastó que el señor Benjamín asintiera con la cabeza para saber que podría acercarme. 

La primera vez que toqué en la cafetería, acababa de cumplir los diecinueve.

Y ese fue el día que conocí a la joven de ojos verdes. 

Lauren Jauregui. 


[...]


Los años han pasado y esos ojos verdes siguen acompañándome. 

Los veo por las mañanas al despertar.

Al compartir el desayuno. 

Los veo inmersos en las hojas de sus libros. 

Los veo leyendo mis manos cuando le digo que la amo. 

Ella no me escucha, pero me ve, y en sus ojos veo lo que siempre quise ver, que me ama a mí, como yo la amo también. 


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