Hace 12 años atrás, en ese mismo pueblo, un joven se había enamorado locamente de una muchacha de por allí. A la joven mujer no la dejaban salir mucho de su casa debido a lo que se hablaba acerca de su madre, todos le temían a pesar de que ella no hacía nada. Todos excepto ese joven de hombre Jacob. Él era un citadino, hacía poco tiempo que había llegado de la ciudad al pueblo, un estudiante común y corriente que tal como demandaba su futura profesión, debía investigar las falencias económicas de un pueblo para encontrar una mejora a futuro.
Jacob conoció a Milena. Una joven mujer hermosa, quizás la más hermosa de aquel lugar, su belleza lo dejó cautivado que no dudo en invitarla a salir. La muchacha no estaba acostumbrada a ello debido a que todos le temían por la reputación de bruja que tenía su madre. Sentía desconfianza y creía que él solo la quería por esa razón.
Milena de principio no quiso aceptar, sentía temor a que Jacob la engañase y le rompiese el corazón, pero no era así. El muchacho tenía claras sus intenciones y solo quería hacerla feliz.
Pasaron los días y semanas, la confianza entre ellos estaba a flor de piel, Jacob era un buen tipo y Milena cada vez estaba más enamorada. Pero en toda historia de amor debía existir un antagonista, en este caso era su propia madre. El hecho de que su hija tuviese novio hacía que ella no asistiera a las clases de brujería y dejara la herencia familiar de lado. Milena no estaba dispuesta a seguir con la tradición y lo único que pensaba era abandonar el pueblo e irse con Jacob a rehacer su vida a la ciudad.
—Si abandonas este pueblo, una enorme maldición te seguirá hasta el fin de tus días, nada ni nadie podrá revertirlo, ni tu que eres mi hija— replicaba su madre.
—¿Serías capaz de maldecir a tu propia hija? —preguntaba Milena— Caerías en lo más bajo.
— Lo hago por tu bien, ese hombre solo traerá desgracias a nuestras vidas— repitió la señora.
Milena haciendo caso omiso, seguía pensando lo mismo, ella quería irse con Jacob a vivir una vida plena y tranquila.
Aún así el muchacho no estaba del todo seguro, las palabras de la bruja hacían que dudara en irse con Milena. Lo pensó bastante y accedió a quedarse un tiempo más mientras ella terminaba sus clases de brujería y así se proclamaba como la próxima bruja del pueblo.
Fueron pasando los meses hasta aquel día fatal. Milena estaba embarazada, tenía ya unos siete meses de embarazo y todo era complicado. Un problema en sus organismos no le permitían llevar una concepción de manera normal. Su cuerpo no estaba preparado para traer al mundo a un bebé. Ella no quiso contarle a nadie acerca de esta situación, ni si quiera a Jacob, quiso mantenerlo todo en secreto y aprovechar sus poderes de bruja para intentar remediar la situación.
Llegado los nueve meses era la hora de dar a luz a ese pequeño varón que viene en camino, y tal como se había mencionado, su organismo no estaba preparado. Durante el parto, Milena no resistió y falleció. El cielo se tornó de gris y las lagrimas de su madre bruja hacían florecer flores negras por la pena que sentía debido a la muerte de su hija. Mientras tanto el pequeño había nacido sin ninguna complicación, pero ese no era el problema, Jacob amaba tanto a Milena que su muerte caló profundamente en su alma, y un odio sin comparaciones hacia su hijo lo cegó completamente.
Un día cualquiera y sin decirle nada a nadie, Jacob abandonó el pueblo dejando a su pequeño en manos de su abuela. Nadie nunca supo de él, el pequeño creció junto a la bruja, teniendo los mismo ojos de su madre, siendo nombrado Yahiv.