Enough [Julian Devorak, The A...

By Ningyolita

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Te quiero como los antros de mala muerte te quieren a ti (aunque yo te quiera más), y quieren a aquellos que... More

Prólogo
I
II
III
IV
V
VII
VIII
IX

VI

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By Ningyolita

Soy perfectamente consciente de que estoy de vuelta en el palacio, acostada en esa preciosa cama con dosel, con un atuendo que dista mucho de lo que llevaba puesto a mi llegada.

Soy el cazador cazado, también soy perfectamente consciente de eso.

Pero mi mente está muy muy lejos, repasando todos los acontecimientos de la noche: el encuentro en el bar, la conversación, su sonrisa... ha prendido una llama peligrosa denominada curiosidad, y apenas puedo esperar a que salga el sol para volver a esa pequeña habitación en la biblioteca y empaparme de todo lo que encuentre.

Sean visiones subidas de tono o escritos sobre Vesuvia, no voy a quejarme de ninguna de las maneras.

Por eso, cuando Portia viene a buscarme por la mañana yo me he puesto mi ropa de siempre, y armada con papel y tinta parece que soy yo la que la guía a ella por los pasillos de palacio. Bien es verdad que la noto un poco distante, pensativa, parece que quiere preguntarme algo pero hay algo que la frena y la insta a guardar silencio. 

Quizá un ambiente más íntimo le anime la lengua, pero, de nuevo, en cuanto llegamos a las puertas de la biblioteca se va sin apenas mediar palabra. 

En fin, hay mucho trabajo que hacer, y este no se va a hacer solo. 

Aparte de los pergaminos desparramados por el escritorio, encuentro otros tantos escritos recogidos a modo de diario. A modo de recapitulación he podido entresacar que la ciudad sufrió una epidemia que mermó considerablemente la población, la cura fue algo tardía así como el localizar a los portadores de dicha enfermedad. Las notas no son claras, como si el doctor Devorak hubiera abandonado la investigación a punto de llegar a su conclusión.

Supongo que si me llevo sus diarios tampoco habrá nadie que los eche de menos, ¿no?

Al fin y al cabo es mi caso.

Aunque todavía no haya dado el sí definitivo.

Entre unas cosas y otras la luz se atenúa en la sala, nadie ha venido a avisarme así que soy yo la que abre lentamente la puerta para encontrarme a Portia sentada en el suelo.

- Parecías tan sumamente concentrada que no quise molestarte ¿Tienes hambre?

Me tiende una manzana que yo cojo para prácticamente devorarla.

- Veo que sí... espero que la investigación siga su curso.

- Tengo unas cuantas pistas, sí.

- Milady me ha pedido que te acompañe hasta la tienda, cree que quizá te sientas más cómoda en otro ambiente a la hora de proceder con su petición.

- ¿Tu señora es consciente de que aún no he dicho que sí?

- Detalles, detalles... 

Primero me acompaña al cuarto, donde recojo mis cosas y dejo bien plegaditas las sedas y la pedrería que Nadia me ha prestado, de vuelta a las calles es mejor ser más discreta, algo que pude comprobar ayer mismo. 

No hay ningún carruaje esperando, así que supongo que volveremos andando.

- Pensé que igual te apetecía tomar un poco el aire.

- Por supuesto.

Nadia parece aparecer entre los arbustos dando con nosotras en su paseo vespertino por el jardín.

¿Casualidad? No lo creo. 

- May, ha sido un placer tenerte como huésped en el palacio.

- El placer ha sido mío.

- Espero que hayas tenido el tiempo suficiente para reflexionar y darme una respuesta.

- Sí, Nadia. No voy a mandar a la horca a un inocente, no renuncio al caso, pero tampoco voy a convertirme en un perro de caza. Te haré llegar lo que vaya encontrando, pero no esperes que la cabeza del doctor forme parte de mis envíos. 

Nadia sonríe socarrona, me mira de arriba abajo.

- Eres valiente aprendiz. - Me toma con una mano la barbilla para que la mire a los ojos. - Veremos como se desarrollan los acontecimientos. 

- Hasta más ver.

Cuando doblamos una esquina, Portia se cuelga de mi brazo y me da un apretón.

- Tienes la lengua muy larga.

Parece que el color ha vuelto a su rostro, la conversación es mucho más distendida y ella parece la Portia de siempre. Hablamos de todo y de nada hasta que llegamos a la puerta de mi tienda.

Para encontrarnos a una figura saliendo por la puerta. 

Invoco luz y vaya lo que me encuentro.

- ¿Devorak?

- ¿¡Illya!?

Alguien se me adelanta y lo empuja contra la pared.

Portia parece haber perdido la razón, gritándole a Julian mientras le aporrea el pecho. Ha empezado a llorar, pero eso no hace que se le quiebre la voz, más bien al contrario.

Nota para mí: no meterse con Portia nunca. 

- Pasha, por favor, tranquilízate, lo siento mucho, yo...

Pero ella sigue con su inteligible reprimenda entre la que se distinguen varios insultos. 

Sonrío socarrona cuando noto que el aludido me mira. 

Sin apenas darle tiempo a contestar se da la vuelta hacía mí.

- Lo siento, tengo que irme.

Y huye entre la oscuridad.

- ¿Qué ha sido eso? Espero que no le hayas hecho nada a esa chica, Devorak.

- No se me ocurriría.

- ¿Y qué hay con lo de allanar propiedades ajenas? 

- Tengo llave.

- Permíteme que lo dude.

Pero, efectivamente, me muestra una llave similar a la mía. Las comparo por si acaso, pero mi escrutinio no deja lugar a dudas, son idénticas.

- ¿De dónde la has sacado?

- Me la dio tu maestro... hace tiempo. Para emergencias. No he cogido nada. 

El color que tiñe sus mejillas hace alusión al tipo de emergencias.

- ¿Nada de nada? 

- Yo no soy de los malos. - se inclina hacia mí. - Y si no te fías siempre puedes comprobarlo.

El doctor quiere jugar a un juego del que no conoce las reglas.

- De acuerdo.

Me pongo a girar a su alrededor.

- ¿Qué?

- Vale, voy a comprobarlo.

- Vaya vaya May, estás llena de sorpresas, ¿quién iba a pensar que...?

Se calla en cuanto me paro frente a él y mis manos entran en contacto con su piel. 

Mis dedos trazan el contorno de su cuello para adentrarse dentro de su camisa y explorar su hombros, sigo por los brazos (uno no se puede fiar de las mangas abullonadas) y sólo me encuentro piel suave y un poco de vello.

Sigo por su pecho y lo oigo tragar saliva. Lo miro un segundo y veo como sigue mis manos con sus pupilas, más rojo de lo que lo he visto nunca. 

Cuando llego a su cintura doy un paso hacia delante, tengo que acercarme si quiero inspeccionarle la espalda.

- ¿Has oído hablar del espacio personal?

Aunque intenta ser gracioso, se muerde el labio cuando nota mi cercanía, su nariz puede rozarme la frente, pero parece que le da miedo tocarme. 

Mejor para mí.

- Está claro que aquí no hay nada, sigamos por abajo.

Me mira con horror y me agarra por los hombros en cuanto voy a echar mano de su fajín.

- Oh no no no no no no, ahí no. Me temo que... soy un poco sensible... y tengo cosquillas, sí, es horrible, yo...

Doy un paso para meter mi pierna entre las suyas, obligándolo a chocar contra la pared.

Lo miro seria.

- No te muevas. 

Su respiración se acelera y yo le paso las manos por las caderas, puedo notar como se le marcan a través del tejido así como algo duro y alargado.

Meto la mano en uno de los bolsillos y saco un pequeño cuchillo. 

Me está sonriendo.

- ¿Decepcionada? Si quieres puedo enseñarte cuánto me alegro de verte igualmente...

Le doy la vuelta por sorpresa sin que apenas le de tiempo a reaccionar. 

- ¿Acaso quieres que te vea alguien?

- Preferiría que no ¿vas a castigarme por el ruido?

- Parece que estás limpio.

Me gustaría terminar mi escrutinio con una sutil zurra en su culo, pero me contengo.

Sé que a él también le hubiera gustado.

- Te lo he dicho desde el principio.

- Entonces... ¿Qué hacías colándote en mi tienda?

- Buscar respuestas, simplemente.

- ¿Y las has encontrado?

- Me temo que no. 

- He de decirte que no eres el único. 

Nos miramos en silencio en una especie de evaluación mutua. ¿Quién está peor de los dos? ¿Quién es el que tiene más dudas de todo esto? 

Si él supiera...

- Será mejor que me vaya. 

- Sí, ten cuidado ¿vale?

Me mira sorprendido.

- .... Vale.

- Buenas noches, Julian.

- Buenas noches. 

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