Te atrapé cuando saliste de la escuela, al fin estabas sola. No sabes lo mucho que había practicado para que me creyeras.
Con un ramo de rosas me arrodillé frente a ti. Te dije:
“Imagino lo que debiste haber sentido cuando te enteraste, me siento el hombre más miserable del mundo y no te pido otra oportunidad porque sé que no la merezco. Por favor, no me odies”
Agarraste las rosas y la tiraste a la basura.