El Príncipe Perfecto

By FabiolaGp

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A veces pienso si la felicidad existe, si verdaderamente llegará un día en el que pueda reconocer libremente... More

Sinopsis
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
SORTEO! NUTELLA! What?
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 40
Capítulo 41
Capítulo 42
Capítulo 43
Capítulo 45
Capítulo 46
Capítulo 47
Capítulo 48
Capítulo 49
Capítulo 50
Capítulo 51
Capítulo 52
Capítulo 53
Capítulo 54
Capítulo 55
Capítulo 56
Capítulo 57
Capítulo 58
Capítulo 59
Capítulo 60
¡SORTEO DE DOS EJEMPLARES!

Capítulo 44

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By FabiolaGp

Wiiiiiii, es un capítulo larguitoooooooo!!!!!

Ya pude ver por Instagram la respuesta positiva a los capítulos diarios así que muy pronto ¡Los habrá!

Era bien entrada la madrugada cuando finalmente había conseguido conciliar el sueño, así que no fui consciente del momento en que los golpes de la puerta de mi habitación hasta que sonaron con la suficiente intensidad para despertarme.

—Su excelencia —escuché justamente tras abrir la puerta y cuando asentí medio dormido divisé como un pequeño séquito se adentraba en mi habitación no solo portando el desayuno, sino que abrían las puertas y un busto de grandes dimensiones era colocado en el centro de mi habitación.

—¿Es de su agrado? —preguntó una voz femenina y entonces contemplé a la persona que se situaba al lado de un espléndido vestido blanco con toques azules.

—¿Es el vestido que encargué para mi prometida? —exclamé buscando con los ojos a mi asistente.

—Así es, excelencia —confirmó Frederick—. Digno de una princesa.

Mis ojos se perdieron en el toque azul que tenía el vestido con aquel brocado y supuse que el color de sus ojos brillarían aún con mayor esplendor si eso era posible. Casi me había olvidado de que había encargado dicho vestido y ahora estaba más que satisfecho con la idea de haberlo hecho.

—Si esta conforme, se lo llevaremos ahora mismo a la señorita Abrantes —dijo de nuevo aquella voz femenina que suponía había sido la diseñadora de dicha obra de arte.

—¡No! —exclamé incontroladamente cuando vi que el encargado de traerlo hacía el gesto de acercarse de nuevo—. Prefiero que lo dejen aquí, gracias —añadí no sabiendo aún como entregárselo.

Quería que fuera una sorpresa, ver su rostro cuando lo descubriera y rogarle porque me concediera el primer baile dejando claro que solo lo haría si era junto a ella, pero... ¿Y si se negaba?, ¿No había admitido que le había prometido el primer baile a Dietrich? La confusión me cegó y pedí a Frederick que llevase aquel vestido y lo cubriera a uno de los viejos almacenes que había en los altillos de la torre sur. Recordé aquel lugar porque solíamos buscar allí entre otros sitios los huevos de pascua que nos escondía madre y aún podía divisar aquellos trajes de épocas anteriores que habían llevado nuestros antepasados protegidos en aquellos baúles.

—Frederick, ¿Podrías hacer que venga mi hermana Margarita? Prefiero no salir de mis aposentos hasta la hora de partir —mencioné adelantándome a tener un encuentro con madre o peor aún; con Anabelle que debía estar eufórica al creer que hoy tras el baile, el rumor de una posible boda con ella cogería más fuerza que antes a pesar de mi compromiso.

—Por supuesto, excelencia —mencionó antes de salir de mi habitación y dejarme a solas mientras metía las manos en los bolsillos del pantalón y echaba un vistazo por la ventana al jardín exterior.

No había adelantado un paso para dar tres hacia atrás y menos aún cuando sin pretenderlo había descubierto que la persona con la que me había casado era con la que deseaba estar, así que no pensaba correr ningún riesgo.

Mi teléfono comenzó a sonar y vi el nombre de mi gran amigo Egmont en la pantalla, así que cogí inmediatamente la llamada.

—¡Que rapidez! —exclamó al otro lado del teléfono—. Yo pensaba que un día como hoy estarías demasiado ocupado...

Egmont estaba al tanto de las noticias en Liechtenstein así que no era de extrañar que supiera la existencia del dichoso baile.

—Lo estaré dentro de un momento, pero justo ahora me has pillado ocioso... al menos dime que me has llamado para decirme que pronto estarás por la ciudad —contesté con gran entusiasmo.

—Precisamente te llamaba para decirte que estaré unos días, por lo que agradeceré que hagas un hueco en tu agenda para que me presentes finalmente a tu esposa—dijo Egmont con cierto matiz gracioso.

—Si no fuera porque sé que estas casado y bien enamorado, rehusaría presentártela —comenté riendo y escuché las risas de mi amigo al otro lado del teléfono.

—Te veo mucho más animado que la última vez que hablamos respecto a ella.

¿Animado? Quizá esa no era la palabra exacta.

—Digamos que tengo muy claro lo que quiero, incluso te diría que jamás lo había tenido tan claro —admití revelando lo que verdaderamente sentía.

—¡Wow! —exclamó Egmont como si estuviera verdaderamente sorprendido—. Si que te conviene esa chica...

La puerta de mi habitación se abrió y mi hermana pequeña entró y vi como Frederick cerraba la puerta para dejarnos a solas.

—Tengo mucho que contarte, pero hablamos en otro momento. Te llamaré para concretar esa reunión y ponerte al día —mencioné antes de escuchar como se despedía y colgaba el teléfono.

Margarita iba vestida con un traje de pantalón liviano, la típica ropa que usaba para estar por palacio y suponía que debía estar bastante aburrida mientras esperaba la hora en la que irían a arreglarla a su habitación. En días como aquellos se libraba de las clases, de madre y de todo en general, pero teniendo en cuenta que no había más niños en palacio y no tenía con quien jugar, para ella era todo un aburrimiento.

—¿Con quien hablabas? —preguntó algo curiosa.

—Mi amigo Egmont, ¿Le recuerdas? —pregunté no sabiendo cuál había sido la última vez que posiblemente le hubiera visto, quizá cuando ella tenía cuatro o cinco años.

—Vagamente, estaba en Viena, ¿no?

—Así es, pero no te he hecho venir para hablar de mi amigo Egmont, sino para una misión importante —dije sentándome en la cama junto a ella y haciendo que aquello pareciera una aventura.

—¿Una misión?, ¿Tengo una misión? —preguntó ahora con una clara evidencia de interés por su parte.

—Si —afirmé—. Y es muy muy importante que lo hagas bien o de lo contrario los dos tendremos que soportar a Anabelle mucho más tiempo.

Los ojos de Margarita se agrandaron en señal de complicidad y noté como su expresión tornaba de absoluto desconcierto a incredulidad.

—Lo que sea con tal de que se marche y no regrese, a ser posible nunca más.

Sonreí al saber que tenía un cómplice. No había que ser muy listo para conocer la hostilidad de Margarita hacia Anabelle, pero esta última jamás había mostrado esfuerzo alguno por tener una amistad con mi hermana menor como sí había hecho Celeste muy al contrario que nuestra prima lejana. Básicamente el interés de Anabelle radicaba en mi querida madre, que la veneraba por ser la hija de su prima con la que se había educado desde la infancia. El favoritismo que madre le dedicaba a Anabelle superaba al trato que le otorgaba mismamente a mi hermana y siempre me había preguntado cuáles eran las verdaderas razones para que tratara con mayor agrado a una ahijada que a su propia hija.

Anabelle era sobre todas las cosas; consentida, aunque no consideraba que fuera una mala persona, tenía muy claro que no era la mujer que mi madre deseaba para mi. Ni de lejos se acercaba a serlo, eso sin contar que mantener una conversación con la susodicha era sumamente aburrido y sin un atisbo de entusiasmo.

—Sabes que esta noche debo tener el primer baile con mi pareja —mencioné poniéndola en tesitura.

—Dijiste que bailarías con Anabelle el primer baile. Todos creerán que ella es tu pareja.

—No dije que haría tal cosa, dieron por hecho que lo haría pero jamás lo afirmé —aseguré provocando que los ojos de Margarita chispearan de incredulidad—. En respuesta a tu pregunta, sí... mi intención es sacar a bailar a Celeste y para eso necesito que ella acuda al baile y lleve un vestido digno de una princesa.

—Madre escogió el diseño y la tela de su vestido... te puedo asegurar que dista mucho de ser digno de una princesa.

¿Mi madre había escogido un vestido para Celeste? Casi me atrevía a imaginar lo horripilante que debía ser y eso que no tenía precisamente mal gusto. Después de dejarle claro que ella era mi esposa, podía atreverme a intuir la animadversión que le ejercía a la que era mi esposa y actual princesa de Liechtenstein por mucho que se negase a aceptarlo.

«Ya tendrá tiempo de hacerse a la idea cuando consiga que Celeste me acepte» pensé en ese instante.

—No importa lo que madre haya dicho o hecho, hay un vestido para ella en uno de los altillos de la torre sur, debes llevarla hasta allí y convencerla de que debe ponérselo, pero no debe saber que era para ella y mucho menos que yo tengo algo que ver en ello.

Noté la confusión cuando frunció el ceño y no sabía si habría podido captar el concepto.

—¿Quieres que Celeste lleve un vestido que tu has pedido hacer para ella, pero no debe saber que has sido tú? —preguntó un gesto de contrariedad evidente.

—Exacto.

—¿Y cómo voy a justificar de donde lo he sacado? —exclamó aturdida.

—Estoy seguro de que se ocurrirá la forma de hacerlo sin revelar la fuente, pero asegúrate de que lo encuentre y lo lleve al baile...

Margarita se levantó sin decir nada y la observé caminar decidida hacia la puerta de entrada. Por un momento pensé que se marcharía sin decir adiós de lo concentraba que estaba y dudé un instante si ella era la indicada o no para hacerlo, pero de otro modo Celeste sabría que era yo quien estaba detrás de todo aquello.

—Lo hará —afirmó sonriendo y supuse que debía haber estudiado alguna estratagema.

Tras marcharse Margarita todo fue un auténtico caos de ir y venir con varias gestiones de último momento, incluso tuve una breve reunión con padre sobre el protocolo a seguir y los temas que debía tratar con algunos miembros de la cámara aprovechando la velada.

«Todo es trabajo» pensé mientras notaba como me cepillaban la chaqueta del uniforme oficial para esa noche y que luciese absolutamente impecable.

Hacía tanto tiempo que no gozaba de una velada sin preocuparme de la presencia, de los discursos o simplemente de lo que me apeteciera hablar en ese instante que casi había olvidado como eran. No había elegido aquella vida, pero era consciente de que tampoco podía renunciar a ella por más que me pesara.

No había vuelto a ver a Margarita y esperaba que finalmente hubiera podido realizar lo que le había pedido, aunque en escasos minutos finalmente lo sabría. Estaba ligeramente nervioso y las palmas de mis manos sudaban levemente bajo los guantes, aguardé en el vehículo más tiempo de lo normal para seguir el protocolo establecido puesto que yo sería el último miembro de la casa real en entrar, por tanto cuando caminé por aquel pasillo angosto, pude escuchar el sonido de trompetas que anunciaban la entrada de mis padres.

No era la primera vez que había escuchado aquel sonido instrumental, ni la voz que exclamaba a sus majestades, pero si era la primera vez que en un evento de tal envergadura me anunciaban a mi, aunque lo que más nervioso me tenía no era eso, sino el hecho de que tras aquel baile todos afirmarían que Celeste Abrantes sería mi esposa, que finalmente me casaría, solo que eso ella no lo sabría.

El sonido de trompetas sonó nuevamente y las puertas dobles que había cerradas frente a mi comenzaron a abrirse.

—¡Su excelencia, el príncipe Bohdan Vasylyk I de Liechtenstein! —escuché proclamar e inspiré profundamente antes de erguirme aún más y caminar con paso firme frente a todos los asistentes al baile que lucían sus mejores galas.

Me situé en medio de la sala donde se había dejado un semicírculo frente a los reyes de Liechtensteins y saludé a mi padre formalmente. Acto seguido la música comenzó a sonar suavemente, algo que indicaba que debía buscar a mi pareja de baile entre los asistentes y comencé a navegar con la mirada divisando entre todos los presentes un vestido blanco con brocados azules.

El tiempo parecía haberse paralizado en el momento en que lo encontré y supe que el esplendor de aquel vestido no hacía justicia a la belleza que envolvía... ¡Por todos los dioses!, ¡Estaba absolutamente arrebatadora!

Si había tenido una pizca de duda, se había esfumado por completo porque simplemente había quedado cautivado y anonadado por tanta belleza unida. Caminé decidido hacia ella, es más, ni siquiera podía tener ojos para otra persona que no fuera la dueña de mis pensamientos y de mis delirios, así que en el momento que llegué frente a ella le tendí la mano deseando notar la calidez de la suya, ansiando una respuesta por su parte y a pesar de que fueron los segundos más agonizantes de mi existencia, no dudó en hacerlo... sino que cuando sus dedos se posaron sobre los míos, supe que había sellado su destino para siempre.

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