Al cerrar los ojos, lo único que pasaba por mi mente era aquella lluvia de meteoros. Una vista tan preciosa para un momento tan trágico. Fue como si el universo sintiera mi dolor y cada uno de esos cometas fueran lágrimas que se derramaban sobre el cielo. Y como todas las cosas bellas, llegó a su fin.
Al despertar, me encontraba en un lugar que aún hoy en día no se describir. Fue una sensación parecida a un sueño placentero. Sabemos y sentimos que estamos en un lugar indescriptiblemente hermoso, que nos causa un calor en el pecho capaz de calentar el alma y alejar los malos pensamientos. Sin embargo, al despertar no queda más que la breve sensación de nostalgia, como si hubiéramos olvidado algo importante, todos los detalles que respectan a ese lugar se desvanecen, y solamente nos queda la vaga idea de lo felices que fuimos. La única diferencia es que no era un sueño, y yo no era feliz.
En parte esto se debe a que mi mente estaba tan ocupada lamentándose, que no tenía tiempo para observar lo que sucedía a mi alrededor. Era como un cuerpo vacío, movido simplemente por sus instintos más básicos y sencillos. Pero, ¿qué otra cosa podía hacer? Mi voluntad estaba tan destruida, que solamente respirar resultaba una tarea tan difícil como leer un libro con los ojos vendados.
Ese día fue una mezcla entre llorar y caer dormido, aunque no sé si llamarlo dormir, o desmayarse por el cansancio. Cuando finalmente la luna se asomó entre los árboles, me dispuse a caminar. Sin saber dónde me encontraba o hacia donde me dirigía, daba pasos mientras pensaba: [cualquier lugar es mejor que este]. Si bien era cierto que lo único que deseaba era quedarme tumbado y esperar a que mis ojos se cerraran sin nunca más despertar, sabía que tenía un objetivo por cumplir, y quedarme ahí no era una opción.
luego de varias horas, o al menos eso creo, como he dicho mi mente no estaba en condiciones para mantener una noción del tiempo. Bueno, retomando, luego de una cantidad considerable de tiempo, considerable suficiente para notar el dolor que se extendía por mis pies después de caminar ese largo trayecto irregular y a oscuras, escuché un breve sonido. Llamarlo susurro sería un exagero, era más bien un débil aliento, tan bajo que haberlo confundido con el sonido de una hoja cayendo o el viento soplando entre las ramas de los árboles no hubiera resultado extraño. Sin embargo, siempre he tenido buen oído para las cosas, especialmente cuando mi vida depende de ello.
Me acerqué lentamente, y al mismo tiempo que veía una tenue luz haciéndose más grande a medida que me acercaba, escuchaba el crujir de la madera al consumirse por el fuego. Cuando logré acercarme lo suficiente, pude distinguir dos siluetas que se formaban al rededor de una fogata. Me aproximé intentando parecer lo más inofensivo posible, no quería desperdiciar la oportunidad que anduve buscando durante horas.
El semblante de mi cara fue suficiente para agregarme más años de los que realmente tenía. Y a pesar de que mi vestimenta era relativamente normal, estaba vuelta harapos desde antes de cruzar por el portal, y luego de caminar horas entre ramas y maleza estaban realmente sucias. La expresión de esas dos jóvenes al verme no pudo ser otra más que de sorpresa. Pero antes de que ellas pudieran decir una sola palabra, las piernas que tan valientemente aguantaban mi peso, colapsaron una después de la otra y el débil resquicio de conciencia que me quedaba, se apagó.
Al abrir los ojos, sentí el calor de la fogata recorriendo mis piernas, subiendo por mi abdomen y acariciando suavemente mi cuello hasta llegar a mi frente, por la cual bajaban unas cuantas gotas de sudor. Al caer una de ellas dentro de mi ojo, finalmente me espabilé. Sin moverme de donde estaba, comencé a escuchar a las dos jóvenes hablando. -¿Qué haremos con él? ¡Si despierta y es un bandido las cosas se nos van a complicar, y aunque no sea un bandido ya tenemos suficientes problemas en nuestras manos, nos resultará un estorbo!- dijo la joven petulante.
-No podemos simplemente dejarlo tirado a morir, si en el peor de los casos resulta ser un bandido, nos haremos cargo de él. no debería suponer gran problema-
Al oír estas palabras me preocupé al mismo tiempo que me tranquilicé un poco. Si bien parecían hablar con la confianza de aquellos que dan por hecho que poseen poder, por lo visto no pretendían atacarme en cuanto yo no les diera motivos. Nunca he sido de los que tienen miedo a un enfrentamiento, pero no me encontraba en las mejores condiciones, además, un buen guerrero sabe que la mejor pelea es aquella que se evita.
Me levanté lentamente, aún fatigado por el cansancio y la falta de comida. Volví la mirada hacia las dos jóvenes que se sentaban bajo un tronco grueso e imponente, y cuyas ramas y hojas densas no dejaban filtrar ni una fina linea de luz de luna. De no ser por la fogata, esta terrible sombra se habría apoderado de todo el espacio.
escudriñé a ambas con atención, no podían tener más de 17 años, sin embargo, sus caras denotaban esa experiencia de quien ha recorrido varios kilómetros y ha pasado por varias situaciones. La primera se encontraba a la izquierda, sentada con las piernas cruzadas mientras comía una manzana, miraba hacia la fogata de manera que el reflejo de las llamas iluminaba sus ojos, haciéndolos aparentar un color rojizo fuego. Su figura era esbelta, como el de una bailarina que lleva toda una vida forjando su cuerpo. Tenía una piel morena y un cabello corto tan oscuro como la misma sombra que proyectaba el árbol bajo el que se encontraba, y mientras lo admiraba, la vi quitarse un mechón de pelo de la cara mientras se volteaba para verme.
A la derecha se levantaba la otra, mientras comenzaba a apuntarme con una espada, noté el contraste entre el arma, un instrumento hecho para matar, y ella, un ser que parecía tan delicado que, con la menor briza se la podía llevar el viento y perderse entre la noche. Tenía una piel tan blanca como el resplandor del sol al abrir los ojos en la mañana y una cara que parecía esculpida por los mismos dioses. Pese a estar apuntándome con un arma, su cara se mantenía inexpresiva y parcialmente cubierta por un largo cabello rubio rojizo que casi le llegaba hasta la cintura.
-¿¡Quién eres y que haces aquí!?- Escuchar estas palabras mientras ella mantenía su expresión indiferente me resulta un tanto cómico ahora que recuerdo esta historia después de tantos años, pero en ese momento mi cabeza no hacía más que calcular todas las opciones posibles para resolver la situación en la que me encontraba.
-Mi nombre es Tharus, si preguntan por mi apellido, no lo tengo, y si algún día lo tuve, no lo recuerdo. Soy un simple viajero que se perdió en este denso bosque, como pueden ver no ando armado, y mi macuto se ha quedado perdido después de huir de una bestia del bosque que me perseguía.-
-Si vuelves a mentir te corto la cabeza antes de que termines la frase- Dijo la joven con la espada, aún sin reflejar una sola emoción en su rostro. -Estamos muy profundo dentro del Faeth y lejos de cualquier camino, todos conocen sus peligros y ningún viajero se atrevería a adentrarse.-
Aún sin saber nada sobre el lugar donde me encontraba ni sobre la situación en la que me veía involucrado, mi mente se ajustaba para dar la mejor respuesta. -Por eso mismo he venido, me han perseguido unos bandidos durante el camino, dentro del bosque me jugaría a la suerte mi supervivencia, pero si me quedaba con ellos mi muerte era segura. Además, siempre he tenido buena suerte, y verlas a ustedes aquí lo ha demostrado, gracias por salvarme.-
-Aún no te hemos salvado- A pesar de oír eso, vi como bajaba la espada lentamente y se relajaban poco a poco los músculos de sus brazos y hombros. Pese a no demostrar ni una pizca de emoción en su rostro, su expresión corporal era más que suficiente para transmitirme lo tensa que estaba.
-Relájate Mila- dijo la joven morena mientras comenzaba a ponerse de pie. -Su historia tiene sentido, además, pese a que tiene cara de que esconde algo, no siento malas intenciones proviniendo de él. Y nos han enseñado en la academia a ayudar a aquellos que lo necesitan.-
-Agradécele a Lily, de no ser por ella te abandonaría sin pestañear- Mila enfundaba finalmente su espada mientras se sentaba nuevamente bajo el tronco de ese majestuoso árbol.
Al cabo de diez minutos, conseguí sacarles un poco de fruta e información mientras manteníamos una conversación relativamente corriente sobre la situación política y social del área. Me di cuenta entonces, de que me encontraba en Calthre. Por lo visto no solo viajé en el tiempo, sino también en el espacio. Lo más cerca que había estado de este continente fue durante una misión en Goletral, sin embargo, estaba a miles de kilómetros.
No solo eso, el paisaje era completamente distinto a lo que mencionaban los libros de texto. Calthre era una region sumamente árida y destruida casi en su totalidad por la guerra. Sin embargo, donde me encontraba los árboles eran frondosos y llenos de vida, y pese al calor de la fogata, notaba cierta humedad en el aire.
Fue ahí que entendí. El hechizo que me mandó a este pasado era imperfecto. Es imposible controlar completamente una fuerza tan grande y tan misteriosa como el tiempo. Había viajado mucho más atrás de lo que planeaba. Mucho antes incluso de la guerra y su destrucción.
Ahora tenía que saber en qué época me encontraba, sabía que había regresado al menos quinientos años, antes del comienzo de la guerra, pero ¿Cómo preguntar en que año estoy sin parecer un completo lunático?
Lily me pasaba otra manzana mientras decía:
-Es una lástima lo del príncipe Ferland, tan joven. Pero la tisis no perdona a nadie.-
Finalmente haber estudiado historia dejó sus frutos. El príncipe Ferland había muerto en el año doscientos treinta y tres del nuevo imperio, ciento veinte años antes de la guerra. Un sentimiento de agonía se apoderó de mi cuerpo. El viaje había sido en vano, para cuando llegara el momento que necesitaba impedir, ya llevaría varios años muerto de vejez, si es que no moría antes.
Pero ya sabía dónde eme encontraba y en qué año estaba, eso era un comienzo.
-Ya saben mi historia, pero yo aún no se la suya, ¿Qué hacen dos jóvenes como ustedes tan adentradas en el Faeth en medio de la noche? Así como es peligroso para mí, también lo debe ser para ustedes.-
Mila se desperezaba mientras me miraba de reojo.
-¿Jóvenes?, si acaso debes tener dos años más que nosotras, además, no nos compares. Nosotras somos estudiantes de la Academia, y no quiero sonar arrogante, pero también somos de las mejores clasificadas.-
-Me siento más seguro teniendo eso en mente- Respondí. Pese a decir eso, no tenía idea de que era esa Academia que mencionaban. Supuse que era un lugar de entrenamiento, tanto de las artes académicas y estoicas, como de las artes marciales y mágicas. Mi conjetura no se alejaba mucho de la verdad.
-Hemos venido a cazar un Mandrug- Los ojos de Lily se llenaban de pasión. -Son criaturas feroces, su semblante se asemeja al de los dragones de las historias, pero no escupen fuego. De sus garras sale un veneno tan mortal que te mata en menos de un minuto si te alcanza. También se puede usar para la fabricación de antídotos, por eso hemos venido. Puedes venir con nosotras y mañana te llevaremos a la academia. Ah, no te preocupes, nosotras te protegeremos.-
En mi tiempo, los Mandrug ya estaban extintos, pero había leído lo suficiente para saber que un pelotón entero de soldados no hubiera bastado para eliminar a uno solo, mucho menos dos niñatas que parecen más doncellas que guerreras. Pero bueno, si han ido a buscarlo ellas mismas, algo de habilidad han de tener, pensé mientras asentía con la cabeza a su historia.
En mi mente, seguía manteniendo una conversación conmigo mismo. -En el peor de los casos, si las veo en peligro puedo ocuparme de él yo solo, ya comí y descansé. Pero solo en el peor de los casos, no quiero revelar mucha información sobre mí. No les he dado ni mi verdadero nombre, mucho menos quiero que conozcan mis habilidades, tengo que mantener mi existencia en secreto hasta entender lo suficiente para saber que es seguro.-
-Bueno, ya es suficiente charla. Tenemos que ponernos en marcha si queremos atraparlo, los Mandrug sólo actúan de noche. Si lo matamos esta noche, con suerte mañana a esta misma hora ya estaremos de vuelta en la academia- Mila se ponía de pie mientras apagaba la fogata.
Ya estaba casi amaneciendo y nuestra búsqueda no daba frutos, estábamos a punto de desistir cuando sentí una presencia peligrosa acercándose por detrás. Lily y Mila aún no la habían notado.
-¿Escucharon eso? dije. -Atrás de nosotros.-
-Deja de imaginarte cosas, yo no he escuchado na...- Antes de que Lily pudiera terminar la frase, se oyó un rugido, seguido de varios árboles cayendo en sucesión hacia nosotros.
En cuestión de segundos la bestia nos había alcanzado, y sin detenerse, asestó un golpe en Lily, o el menos eso parecía. Antes de que la alcanzara con sus garras, evocó una barrera mágica a su alrededor. Sin siquiera dudarlo, Mila aprovechó y saltó tan alto que llegó hasta la altura de la cabeza del Mandrug y le clavó la espada en el ojo derecho. Al retorcerse la bestia, ella logró soltar la espada y caer nuevamente al suelo.
Lily aprovechó la confusión de ese ser casi mitológico y casteó con calma un hechizo de hielo que lo congeló completamente. una vez más, Mila saltó, esta vez más alto. Al descender tenía un impulso que sumado a su fuerza, partió a la mitad a esa estatua de hielo.
Quien lo habría pensado, en menos de un minuto ellas dos habían logrado matar al Mandrug.
Lily descongeló las patas de la bestia y con un puñal cortó algunos de sus dedos.
-Listo, finalmente podemos volver a casa.-