GENDER BENDER

By bwthluv

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ambos están cansados de sus monótonas vidas. él del instituto sólo para hombres. ella de las constantes bur... More

Gender Bender.
01.
Fichas I
Fichas II
02.
03.
04.
05.
06.
07.
08.
09.
10.
11.
12.
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35.
36.
Epílogo.

27.

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By bwthluv

Donghyuck comenzó a despertar pero sin abrir los ojos. Poco a poco la conciencia volvía a él, y notó que estaba recostado sobre algo.

O alguien.

Lo abrazaba reposando su cabeza sobre él, pasando también una pierna por encima. Aspiró con fuerza a la vez que fruncía el ceño, confundido, y en cuanto el varonil perfume entró por sus fosas nasales, recordó.

Los recuerdos de la noche comenzaron a llegar a su cabeza, como misiles. Se vio a él junto a Mark entrando a un restaurante barato y pidiendo, para empezar, una botella de soju para cada uno. Luego de eso no recordaba más que hablar hasta pedir una segunda botella, y lo siguiente que sabía era que habían acabado en una plaza. Él, Donghyuck, contándole a Mark que su padre lo había echado de la casa, y luego Mark ofreciéndole dormir en su casa. Él aceptado la propuesta. Se recordó entrando a la casa y lanzarse a su sofá para luego subir las escaleras y hacer lo mismo en su cama. Recordó cómo, aún un poco borracho, acarició la piel de Mark. Por último recordó cuando...

¡Por Dios Santo, ¿Qué había hecho?! ¡Tenía que haber sido un sueño!

Abrió los ojos de sopetón, no importándole que la repentina luz le hiciera lagrimear. Se separó de Mark al saltar de la cama, y se quiso matar al notar que tenía el pantalón desabrochado y el calzoncillo levemente descolocado.

No había sido un sueño, joder. Él había provocado y calentado a Mark hasta el punto que él lo masturbó.

Y, peor aún, Mark lo había hecho rogar por más. ¡Y encima él había rogado!

Se acomodó el calzoncillo y prendió el botón de su pantalón. Subió el cierre, y se sentó en el borde de la cama para colocarse sus zapatillas. No sabía dónde habían quedado sus calcetines, pero le importaba poco y nada.

Ahora lo único que le importaba era salir de esa casa lo antes posible.

— ¿Donghyuck? — La voz ronca de Mark lo llamó, haciéndolo detener en seco todos sus movimientos.

Donghyuck escuchó cómo Mark se removía en el colchón detrás de él, y sintió que sus bellos se erizaban al sentir la mano de Mark tomarlo del brazo.

— ¿Qué haces? — Preguntó intentando sonar reacio y brusco. Sin embargo, su voz salió un tono más agudo de lo que a él le hubiese gustado, además de que la misma le había temblado.

— ¿Te vas ya? — Mark tiró levemente de él. — Vamos a dormir un poco más. — Donghyuck tragó saliva, sacudiendo su brazo para soltarse del agarre de Mark. — ¿Donghyuck?

— No sé qué te has pensado que pasaría entre nosotros luego de lo de anoche. — Donghyuck se puso de pie luego de acabar de atarse los cordones de ambas zapatillas. Volvió a tragar saliva a la par de que apretaba sus puños con fuerza. — Pero eso no ha sido nada. — Mark se sentó rápidamente en la cama, frunciendo el ceño. — Es más, agradecería que olvidaras todo lo que pasó anoche. Desde que te conté lo de mi padre hasta... Hasta que nos dormimos.

— Donghyuck, ¿Qué estás diciendo?

— ¡Lo de anoche no ha significado nada!— Exclamó, volteándose a verlo. — Estaba muy borracho como para saber qué hacía. No pienses en cosas extrañas. — Mark se enderezó en el lugar.

— ¿Estas queriendo decir que lo de anoche fue un error? — Preguntó, ladeando la cabeza.

Donghyuck no respondió enseguida, pues sintió que el pecho se le encogía a la vez que se le hacía un poco más difícil respirar. Sintió en su boca un sabor amargo, y tragó saliva dándose cuenta que la garganta se le había secado. Miró hacia sus manos, abriéndolas dejando a la vista sus palmas. Luego las cerró nuevamente, notando cómo sus nudillos emblanquecían debido a la fuerza con la que apretaba.

— Sí. — Dijo finalmente.

Mark también tardó en responder. Donghyuck, al elevar su mirada con impaciencia, nervioso por su respuesta, notó que Mark lo observaba con un semblante neutro. Sin expresiones en su rostro ni dejando denotar ninguna emoción.

Luego de unos segundos en los que sus miradas se mantuvieron en contacto, Mark asintió levemente. Sin decir nada, se recostó en la cama otra vez.

— Vete. — Le ordenó, volteándose en la cama y tapándose hasta el cuello. — Las llaves están colgadas al lado de la puerta. — Continuó. — La mía es la que tiene un llavero de conejo. Cierra cuando te vayas, y luego tira la llave por la rendija del buzón de la puerta.

Donghyuck se quedó observándolo unos segundos más. Sus manos comenzaron a sudar a la vez de que las piernas empezaban a temblarle. La respiración se le hizo más difícil, y una sensación similar a la angustia creció en su pecho.

— Bien. — Respondió, acomodándose la camiseta y saliendo a paso rápido, casi corriendo, de la habitación de Mark.

Bajó de igual manera las escaleras, siendo sus pasos escuchados por toda la sala.

— ¿Quién eres? — Oyó la voz de una mujer preguntarle desde la cocina. Volteó con rapidez, jadeando debido a la sorpresa y a la carrera. — ¿Un amigo de Makk?

La mujer frente a él era, simplemente, hermosa. Pese a ser bastante mayor para Donghyuck, a él lo cegó su belleza: Sus ojos eran grandes, y la sonrisa que le regalaba era bonita. Sus dientes, blancos como perlas, estaban en una hilera perfectamente alineada. Su cabello, largo y con un poco de frizz, estaba atado en una cola de caballo baja con algunos rebeldes salidos de su lugar. Con un suave maquillaje que se reducía en un delineado con lápiz marrón y máscara para pestañas, parecía ser cinco años más joven. Aún con algunas arrugas surcándole los bordes de sus labios o las esquinas de sus ojos, la mujer irradiaba una belleza diferente a la que las niñas de su edad tenían.

— Eh... — Se forzó a salir del trance. — ¿"Makk"?

— Sí. — Oyó la voz de Mark venir de las escaleras. Volteó su rostro hacia él y lo observó. — Es un amigo, pero ya se va.

Sus miradas se volvieron a encontrar, y pese a no desviar los ojos, de sus bocas no salieron palabras para el otro.

Luego de un silencio que la madre de Mark, según había deducido Donghyuck gracias a su gran parecido, había aprovechado para intercalar su mirada entre su hijo y Donghyuck y analizarlos, ella volvió a hablar.

— ¿Se han peleado? — Preguntó, ganándose la mirada de ambos adolescentes. — ¿Por eso se va?

Donghyuck bajó la mirada a la vez que un nuevo sentimiento de nerviosismo invadía su cuerpo. ¿Por qué las madres siempre se daban cuenta de las cosas y acertaban en todo, sin siquiera necesitar que uno le de una pista?

¿Era una pelea lo que habían tenido? No se habían gritado, no se habían enojado...

Definitivamente no se podía llamar una pelea a lo que había pasado.

Pero, entonces, ¿Por qué ambos se sentían molestos? ¿Por qué a Donghyuck el corazón le latía con fuerza y velocidad? ¿Por qué Mark se sentía ofendido, casi humillado? ¿Por qué ambos querían gritarle al otro que era un imbécil y que no querían verse más a la cara?

Y, ¿Por qué, pese a todos esos sentimientos, Donghyuck no quería irse y Mark no quería que él se vaya?

— Agradecería que por una puta vez en mi vida no te metieras en mis cosas. — Bramó Mark, provocando que su madre lo mirase con enojo. — ¡No te incumbe!

— ¡¿Cómo has dicho?! — Exclamó la mujer. — ¡Lee Mark, baja en este instante!

Mark rodó los ojos y se rascó la nuca. Miró hacia Donghyuck y, con un gesto de cabeza, le indicó que se vaya de la casa aprovechando el momento de distracción de su madre.

— Me voy a dormir otra vez. — Dijo, ignorando la orden que se le había dado.

— ¡Mark, baja ya! — Gritó ella, olvidándose completamente de la existencia de Donghyuck. — ¡Si tengo que subir yo, te aseguro que las cosas no acabarán bien para ti! — Advirtió a la vez que se acercaba a la base de la escalera, subiendo un pie a un escalón.

— Buenas noches... — Mark se volteó, alejándose de la escalera y provocando que su madre acabase por subirlas corriendo.

— ¡Son las once de la mañana!— Chillo la mujer. — ¡LEE MARK! — Gritó al darse cuenta que su hijo seguía caminando hacia su habitación, sacándose una ojota. — ¡Ven aquí ahora! — Lanzó el calzado, errándole por poco a la cabeza de su hijo y dándole en la nuca.

— ¡Asesina! — Gritó Mark, volteándose con los ojos más grandes que pudo poner y sobándose el lugar golpeado.

— ¡Si no quieres que te tire la otra, ven aquí! — Su madre señaló el lugar frente a él.

Y Donghyuck salió en ese momento de la casa, tirando la llave por la rendija del buzón de la puerta tal y como se le había indicado.

En el momento que lo hizo, un gran vacío se instaló dentro de él.

Ignorando aquél sentimiento de nada, Donghyuck levantó la cabeza y volteó. Bajó los tres escalones que daban a la puerta de entrada, metió sus manos en los bolsillos y se fue caminando calle abajo hacia quién sabe dónde.

No quería ir a la casa de sus abuelos, pues tendría que verle el rostro a Dongsook. Y mucho menos quería ir a su propia casa.

Solo iría hasta donde sus pies lo llevasen, únicamente atrasando el inminente momento en que se vería cara a cara con su hermana y la enfrentaría. Bien sabía que dicho momento era inevitable, pero lo pospondría lo más posible.

...

Su rostro se giró con violencia en cuanto la mano de su padre golpeó su mejilla con fuerza.

— ¡¿Dónde mierda estuviste anoche?! — Gritó él, volviendo a golpearlo en el rostro, esta vez dándole un revés. — ¡¿Por qué mierda tenías el teléfono apagado?! — Un golpe más fue suficiente para que Donghyuck lo empujara para alejarlo.

¿Qué mierda hacía él en la casa de sus abuelos, a las nueve de la noche?

— ¡No! — Gritó Dongsook, interponiéndose entre ambos. — No lo golpees.

— Apártate, Dongsook. — Ordenó Donghyuck sin desviar su mirada de los ojos de su padre.

A Dongsook se le heló la sangre.

— Pero... — Ella no sabía qué decir.

— Dongsook sube a tu habitación y acuéstate a dormir. — Tajó con voz firme su padre, a la vez que se desabrochaba el cinto. — No me hagas repetirlo.

Dongsook observó con terror cómo su padre enrollaba la punta de la hebilla en su mano derecha, dejando un poco de cuero del cinturón como si de un látigo se tratase.

Y pese a que sus rodillas temblaron, ella no se movió.

— Haz caso, cariño. — Habló su abuela.

Dongsook se relamió los labios, bajó su mirada y, sin reprochar más, camino hacia las escaleras y subió corriendo mientras se secaba las lágrimas que caían de sus ojos.

Había sido un grave, grave error el hacerle saber a sus abuelos que Donghyuck se había largado y no atendía su teléfono. Gracias a que ella se los había dicho, ellos llamaron a su padre y allí estaba ahora. A punto de volver a golpear a su hermano.

Y, otra vez, todo era culpa de ella. Otra vez Donghyuck saldría lastimado por culpa de ella.

Todo era culpa de ella.

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