El agua está caliente, me meto para relajarme y cojo las cuchillas, listas para cortar.
En ese momento siento como la puerta de la calle se abre, así que salgo corriendo de la bañera y pongo el pestillo mientras oigo pasos corriendo por el pasillo y una alterada Myrthe sacudiendo la puerta y pidiéndome que me detenga.
-Myrthe, por favor, no lo entiendes. Déjame marchar- Casi le suplico.
-¡No! ¡Eres tú la que no lo entiendes, Ann!¡Para por favor!- Grita mientras aporrea la puerta desesperada.
-Por favor, compréndelo- mis lágrimas caen y mis cortes en la muñecas comienzan a sangrar descontroladamente mientras el agua de la bañera se tiñe de rojo-Myrthe, te quiero.