Mara (I)

By Larena_Aquifolia

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Hace dos años acabaron con casi toda nuestra civilización. Hace dos años nos obligaron a huir a un universo... More

Nota de la autora
Mara
Prefacio
Capítulo 1 (parte 1)
Capítulo 1 (parte 2).
Capítulo 2.
Capítulo 3 (parte 1).
Capítulo 3 (parte 2).
Capítulo 4.
Capítulo 5 (parte 1).
Capítulo 5 (parte 2).
Capítulo 6.
Capítulo 7.
Capítulo 8.
Capítulo 9.
Capítulo 10.
Capítulo 11.
Capítulo 12.
Capítulo 13.
Capítulo 14 (parte 1).
Capítulo 14 (parte 2).
Capítulo 15.
Capítulo 16.
Capítulo 17.
Capítulo 18.
Capítulo 19.
Capítulo 20.
Capítulo 21.
Capítulo 22.
Capítulo 23.
Capítulo 24.
Capítulo 25.
Capítulo 26.
Capítulo 27.
Capítulo 28.
Capítulo 29.
Capítulo 30.
Capítulo 31.
Capítulo 32.
Aviso importante
Capítulo 33.
Capítulo 34 (parte 2).
Capítulo 35.
Capítulo 36.
Epílogo
¿Y ahora qué?

Capítulo 34 (parte 1).

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By Larena_Aquifolia

La papilla le había salido tan densa que podía dejar la cuchara clavada en el centro del plato sin que ésta se cayese. Con gesto ausente, Ciro cogió la jarra que reposaba a su lado y vertió un poco de agua en su cuenco. Removió la mezcla con los ojos clavados en ella, y cuando consideró que era suficiente, se metió una cucharada en la boca.

No estaba mal; desde luego estaba mucho mejor que las láminas comestibles que tenían en el Cubo. Seguramente hasta podría haber disfrutado del plato de no ser por el terrible malestar que sentía y que provocaba que la boca del estómago se le cerrase con continuas arcadas.

Trató de respirar hondo mientras le daba vueltas a la comida dentro de la boca. No quería mirar a nadie, aunque sabía que todo el mundo tenía los ojos clavados en él. Miradas llenas de incomprensión, miedo y hasta tal vez odio. La única persona que parecía no sentir reparo alguno era Valia Alaine, pero la mujer se encontraba demasiado ocupada accediendo a diversas bases de datos como para prestarle algo de atención. Necesitaban encontrar un sitio seguro antes de que el F.M.A diese con ellos, y necesitaban desactivar el extractor de memoria de Mara a toda costa. De todos los allí presentes, sólo Valía podía sacarles de aquel embrollo.

Ojalá Evey se encontrase allí, con ellos. Horas antes había deseado verla muerta; había deseado asesinarla con sus propias manos. Pero ahora las cosas eran diferentes. Ciro hubiese querido que la mujer hubiese intercedido por él en ese momento. Todo habría sido más fácil si hubiese sido ella la que apretaba el gatillo contra Liria, y no él.

Había sido un gesto automático, casi involuntario. Había visto cómo la exploradora alzaba la pistola de plasma contra Mara y, como si estuviese programado en su cabeza, él había hecho lo propio contra ella.

Un gesto que podría haber evitado, porque Mara llevaba el escudo protector que minutos atrás se había encargado él mismo de proporcionarle y el ataque de Liria no había surtido efecto. Y sin embargo, él la había disparado sin miramientos; y lo que era aún peor, la habían abandonado en Sílica cuando ella seguía agonizando.

No es que se avergonzase de lo que había hecho. A pesar del mutismo de Trax durante el camino de vuelta y de las miradas hostiles que estaba recibiendo ya en Esmira, incluyendo las de la joven Ikino, algo en su interior le decía que era lo que tenía que hacer. Una persona que se había atrevido a levantar un arma contra Mara lo volvería a intentar en el futuro. A la larga, Liria posiblemente sólo habría causado problemas, pero eso no quitaba que se sintiese asqueado consigo mismo y con el acto que había llevado a cabo. Lo había vuelto a hacer. Otra vez.

Era tal la sensación de vacío y de repulsión que sentía que apenas había sido capaz de sacar fuerzas para acercarse a Mara y comprobar cómo se encontraba. La chica había viajado en la moto con Ikino, y tras la llegada a Esmira, la misma informante se había encargado de instalar a la joven dentro del pequeño cuarto de baño para evitar que pudiese escuchar o ver algo que delatase su posición y sus planes. Ni siquiera sabía si estaba consciente cuando hubo disparado a su compañera de pelotón y la había abandonado en Sílica, a su suerte.

Ciro se forzó a sí mismo a terminar el plato de comida. Necesitaba reponer fuerzas tras su incursión a Sílica, y era bastante probable que en breves tuviesen que salir corriendo de nuevo hacia otra parte. Tal vez si conseguía ocupar su mente en alguna tarea fácil de realizar, como por ejemplo la supervisión de su equipo y armamento, dejaría de pensar en Liria. Necesitaba a toda costa apartar la imagen de la exploradora de su cabeza.

Una mano se posó sobre su hombro antes de que hiciese el amago de levantarse del asiento. No hizo falta alzar la vista para saber de quién se trataba: de un salto ágil, Ikino se había sentado encima de la mesa y estudiaba la punta de sus pies a la par que los movía a destiempo. Ciro por su parte arqueó las cejas en un gesto interrogativo.

—Nada —dijo la informante como única respuesta mientras movía ligeramente la cabeza para colocarse el flequillo en su sitio.

—No tengo ganas de hablar.

—Nadie te ha dicho que hables.

—Bien.

Ciro se incorporó con el plato en una de las manos, dispuesto a ignorar a la exploradora. El metal estaba frío a pesar de haber contenido la papilla caliente, y la textura del mismo era algo áspera. Sin poder evitarlo, sus recuerdos evocaron la pistola de plasma y la sensación de tener su empuñadura entre los dedos. Notó la bilis en el paladar. Iba a vomitar.

Buscó apoyo en la mesa bajo la atenta mirada de Ikino. La chica le observaba con una mueca de curiosidad dibujada en la cara, como si estuviese tratando de comprender qué era lo que estaba ocurriendo. Ciro reprimió la arcada por enésima vez mientras intentaba recuperar la compostura. Echó la cabeza hacia atrás para permitir a sus fosas nasales coger aire sin impedimentos y cerró los ojos para tratar de no pensar en nada. Necesitaba quitarse de encima toda esa ropa que llevaba; necesitaba desprenderse de Sílica, de su calor y de su polvo. Necesitaba aire limpio para poder despejar la mente, pero no era viable salir al exterior hasta haber recibido nuevas instrucciones por parte de Valia. Tal vez una ducha fuese suficiente. Sí, una ducha como las que antiguamente se daba en la Tierra. Las duchas de vapor relajaban bastante, pero no tanto como lo hacía el agua caliente cayendo por una espalda agarrotada. Ciro sabía que la caseta de Evey contaba con una ducha de agua, y aquel era un buen momento para emplearla.

—¿A dónde vas?

Varik le bloqueó el paso en cuanto hizo el amago de abrir la puerta del baño. El chico se había dejado suelto el cabello y a duras penas se le mantenía colocado tras las orejas. Un par de mechones verdosos caían sobre su rostro, contrastando con el color rubio de la barba que le había crecido desde la última vez que pisaron el Cubo.

—Déjame pasar, voy a ducharme.

—Mara está dentro. —El tono de voz del explorador era cortante—. Su madre dice que el extractor está aún activo, así que no puedes entrar. No debe ver ni escuchar nada.

Ciro titubeó unos instantes. Por un momento se había olvidado de que mantenían a Mara aislada del resto para evitar que el extractor de memoria hiciese su trabajo.

—No me importa —farfulló—. Aparta.

Pero Varik no se movió un milímetro. El chico seguía contemplándole con sus ojos de color azul eléctrico sin apenas pestañear. Ciro sintió el impulso de pegarle un puñetazo en la boca del estómago para obligarle a desviar la mirada y a quitarse de en medio, pero tras evaluar la envergadura del explorador concluyó que posiblemente saliese perdiendo. El esmirense, aunque era de complexión atlética como él, le sacaba unos cuantos centímetros de altura y parecía ser más ancho de espaldas.

Profirió un gruñido y se apartó de mala gana del lugar para a continuación dirigirse hacia la cama de Evey, donde reposaba Iri. Gracias a la zeptotecnología, su compañera se había recuperado con bastante rapidez de su herida en el costado. Se encontraba ligeramente incorporada y con el cuerpo cubierto por las sábanas de la cama; la mirada clavada en una tablet que parecía contener algún tipo de informe o artículo.

—¿No te han dejado entrar? —preguntó la joven sin desviar la mirada de la lectura.

Ciro negó con la cabeza mientras se sentaba en una silla próxima al pie de la cama. Iri no había dicho una palabra mientras Ikino y Trax relataban qué había ocurrido en los laboratorios de Sílica, y aunque tampoco había opinado acerca de la acción del explorador contra Liria, el chico sí que había percibido su mirada reprobatoria.

—¿Cómo estás?

—Estoy bien. Me atrevería a decir que estoy mejor que tú. ¿Has podido hablar con ella? —Iri acompañó su pregunta con un gesto de su cabeza en dirección a la puerta del baño.

—No —contestó mientras echaba hacia atrás su peso para poner la silla sobre sus dos patas traseras—. Y la verdad es que después de...

—Sí, en cuanto se entere estarás bien jodido. —La chica profirió un suspiro que revolvió varios de sus castaños mechones—. No sé, Ciro —añadió. Había dejado el informe de lado y contemplaba al chico con semblante serio—. Yo no soy Aera, y por mucho que lo intente no llego a comprender por qué hiciste eso. No puedo ayudarte.

El nombre de la exploradora hizo que Ciro devolviese la silla a su sitio de un golpe brusco.

—Ni quiero que lo hagas.

Y sin decir una palabra más, se levantó del asiento para irse a la zona de la casa que no se encontraba ocupada por nadie.

***

Pix había tardado varios minutos en encontrar la postura perfecta sobre el regazo de Ciro. El zorro blanco de Evey les había recibido con cierto resquemor al comprobar que su dueña no se encontraba entre ellos, pero tras olfatear a cada uno de los allí presentes, el animal pareció resignarse y aceptó que tendría que esperar un poco más para ver de nuevo a su amiga.

Ciro había observado con curiosidad el comportamiento del animal. La mayor parte del tiempo Pix había permanecido cerca de Valia, pero de vez en cuando decidía darse una vuelta por la casa y montar guardia en la puerta del baño donde descansaba Mara. Era como si sintiese predilección por las Alaine; como si ya las conociese de antes. Ciro sabía que Valia y Evey trabajaban para el F.M.A, por lo que posiblemente habían compartido múltiples experiencias a lo largo de los años, pero le resultaba extraño ver que Pix también pareciese conocer a Mara. ¿Acaso la joven esmirense sabía de la existencia del Frente Multiversal Armado y de todo lo que hacía su madre, y por ello la acompañaba durante sus incursiones ilegales a la Tierra? ¿O tal vez Mara también pertenecía a aquella organización? ¿Cómo si no iban a conocerse Evey y ella?

Una vez más, el explorador se encontraba en un callejón sin salida. Había demasiadas incógnitas rodeando a las Alaine y no veía el momento de que alguien le sacase de dudas. Y por si fuera poco, todo parecía haberse perdido en el olvido tras los últimos acontecimientos, donde él había resultado ser el protagonista.

Contra todo pronóstico, habían conseguido rescatar a Mara. Realmente nunca estuvo muy convencido de que lo conseguirían, pero en las misiones nunca había demasiado tiempo para pensar en los desenlaces; era necesario mantener la cabeza siempre en el presente y Ciro ya se había acostumbrado a aquella sensación de vacío e incertidumbre en su interior.

Y aún así, el precio a pagar por cumplir el objetivo de la misión había sido muy alto. Las situaciones ocurridas habían sacado lo peor de él, justo cuando pensaba que había conseguido dejar atrás su pasado en la Tierra. Había matado a Ockly, así como a varios soldados silícolas dentro de los laboratorios de alta seguridad y hasta había disparado a una exploradora de su propia sección. El cuerpo de su amiga Aera descansaba en el desierto de Sílica, y tal vez no volviese a ver a Evey nunca más.

Todo por salvar a una chica que tal vez no tuviese salvación posible.

Ciro se deshizo de la coleta que llevaba y dejó que su negro cabello cayese libre sobre sus hombros. Sentía de nuevo aquella familiar sensación de ardor en el pecho, como si todos sus pensamientos estuviesen amontonándose bajo sus costillas y quisiesen salir de su cuerpo al mismo tiempo. Necesitaba desahogarse, pero ninguno de los allí presentes parecía querer hablar con él, ni él tenía ganas de hablar con nadie. Ni siquiera con Valia, la única que no le había echado en cara el haber disparado contra Liria.

Quería ir a alguna parte donde no fuese juzgado por nadie. Donde sus recuerdos pudiesen ser borrados, donde la gente le apreciase por lo que era en ese momento y no por lo que había hecho en su vida anterior. Su vida en el Cubo había sido un mero espejismo. Si bien al principio había creído firmemente que empezaría de cero, sus ilusiones habían caído en saco roto en cuanto le hubieron metido en la sección de exploradores por haber delinquido en la Tierra. Y aunque había tratado de convencerse a sí mismo de que la comunidad del Cubo le trataba como a uno más, lo cierto era que nadie lo hacía. Sólo Aera parecía haber comprendido cómo se sentía, y sólo ella había sido capaz de hacerle olvidar que, tiempo atrás, había empuñado una pistola y había matado con ella a quien decía ser su padre.

***

Se despertó cuando escuchó el leve gemido de las bisagras de la puerta del baño. Alguien entraba o salía del lugar, pero en aquella oscuridad Ciro no podía distinguir quién era. Se mantuvo con los ojos abiertos y el cuerpo en tensión. ¿Y si era Mara? ¿Estaría todo el mundo tan dormido como para haber dejado de montar guardia en la puerta?

Pix, que hasta entonces había permanecido a su lado hecho una rosca, se desperezó y caminó decidido en dirección a la silueta que avanzaba con cautela hacia la cocina. El zorro emitió un leve gruñido que fue rápidamente disuadido con un chistado y con algo que pareció ser comida, a juzgar por el sonido crujiente que hicieron sus dientes al masticar.

Ciro aguzó la vista para tratar de averiguar de quién se trataba, pero las patas de la mesa se interponían en su línea de visión y sólo pudo ver unas piernas deteniéndose al lado de lo que creía recordar que era el cubo de la basura. Con los ojos algo más acostumbrados a la oscuridad, el explorador pudo observar cómo la figura se agachaba para tirar algo al contenedor y luego salía de la cocina en dirección a las estanterías donde Evey acumulaba aparatos varios. Pareció manipular algo que se encontraba sobre ellas para a continuación dirigirse a una de las esquinas de la caseta, donde se tumbó tras proferir un pequeño suspiro.

Era obvio que no era Mara, pero a Pix no pareció desagradarle su compañía, puesto que decidió cambiar el regazo del explorador por el de quien quiera que fuese aquella persona. Ciro soltó de golpe todo el aire que había estado reteniendo, relajó sus músculos y se dio media vuelta en el suelo para tratar de buscar una postura algo más cómoda.

Apenas había cerrado los ojos cuando un terrible quejido procedente del cuarto de baño rompió el silencio.

Mara aullaba de dolor.

———

Aloha!!! Muchas gracias por llegar hasta aquí, espero que os haya gustado el camino y lo que queda por venir :D

Nunca he hecho esto de poner comentarios dentro del mismo capítulo, pero es que no queda nada para que acabe esta primera historia y me gustaría saber vuestras opiniones y teorías. Qué pensáis? Cómo creéis que acabará la historia? Os están gustando los personajes? Hay alguno al que odiéis mucho? Alguno al que queráis? Qué opináis de Mara y todo lo que está causando su rescate?
Contadme cosas! Lo que queráis, estaré encantada de leeros y contestaros.

Nos vemos el próximo sábado con nuevo capítulo :)

Nos leemos!!

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