Phantom [h.s] •Completa•

By chxneldope

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La trágica historia de amor entre una chica con problemas y un chico asesinado, los cuales deberán trabajar j... More

Phantom
uno
dos
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diez
once
doce
trece
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quince
dieciséis
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diecinueve
veinte
veintiuno
veintidós
veintitrés
veinticuatro
veinticinco
veintiséis
veintisiete
veintiocho
veintinueve
treinta
treinta y uno
treinta y dos
treinta y tres
treinta y cuatro
treinta y cinco
treinta y seis
treinta y siete
treinta y ocho
treinta y nueve
cuarenta
cuarenta y uno
cuarenta y dos
epílogo

dieciocho

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By chxneldope

Me siento sobre el suelo del pasillo situado subiendo las escaleras, entrecerrando mis ojos ante la misteriosa pared hueca que se encuentra entre las dos puertas.

Hay algo muy raro acerca de todo esto ¿Por qué hay un pared hueca al azar en la mitad del pasillo? Debe haber algo detrás, ¿pero qué?

Una gentil brisa entra por la ventana abierta al final del pasillo.

Tomo la dona elástica que traigo en mi muñeca, retirando mi cabello fuera de mi rostro, amarrándolo en un alto moño desordenado.

Miro de vuelta hacia la pared.

Siento que si la observo lo suficiente, la respuesta vendrá a mí. Podría notar eventualmente una línea irregular de papel tapiz o el débil esquema de una puerta oculta. Como sea, he estado sentada aquí cerca de media hora, y la pared se ha mantenido exactamente igual.

Pero debe haber algo detrás de ella.

Harry dijo que le parecía familiar.

Abro ampliamente mis ojos.

Harry.

Me pongo de pie y corro por las escaleras, casi tropezándome al final. Me sujeto de la barandilla en busca de apoyo antes de atravesar la casa para poder llegar a la puerta trasera.

Claro, con suerte, mi padre está en la cocina, colgando más fotografías.

—Whoa, o tienes muchas ganas de orinar y olvidaste donde está el baño, o estás escapando de una avestruz salvaje—él coloca el martillo sobre la barra, brindándome una sonrisa burlona

—Ninguna—digo, tratando de inventar una mentira. Mi mano descansa sobre la perilla de la puerta trasera—. Yo, uh... vi un conejo en el patio por la ventana.

Mi padre alza sus cejas.

—Ooh, ¿qué especie? ¿cola de algodón? ¿liebre?

—No lo sé, por eso voy a averiguarlo—digo rápidamente, sabiendo que estoy jugando bien, por el amor que tiene mi padre de saber que tipo de especie animal es.

—Iré contigo—mi padre comienza a caminar hacia la puerta.

—¡No!

Él luce sorprendido ante mi arranque.

—Quiero decir—digo, aligerando mi tono—. Deberías quedarte y terminar con las fotografías. Mucho ruido podría ahuyentarlo, lo sabes.

Él asiente, caminando de vuelta hacia la escalera plegable.

—Claro. Ya ves, ¡todos esos programas de Discovery Channel sí funcionan!

Le brindo una rápida sonrisa antes de salir por la puerta trasera y correr por el patio.

Rápidamente abro la puerta que da al bosque en cuanto llego a ella, y me detengo por un segundo para tomar un poco de aire antes de seguir corriendo otra vez, sin detenerme hasta llegar al claro.

Harry levanta una de sus cejas hacia mí, desde uno de los columpios.

Coloco las manos sobre mis rodillas, recuperando el aliento.

—¿Acabas de correr una maratón?

Lo señalo, tratando de regular mi respiración.

—Cállate—mascullo—. Este es el mayor ejercicio que he hecho desde hace ocho meses.

Casi pierdo mi aliento de nuevo cuando sus labios forman una sonrisa burlona.

—Así que—dice, inclinándose hacia atrás lentamente en el columpio—. ¿Viniste a verme, cierto?

Me reincorporo, tratando de recordar la razón por la cual gasté mi energía para venir aquí en primer lugar.

—Oh cierto—digo, asintiendo. Me acerco hacia él y sujetó su muñeca, indicándole que se levante del columpio—. La pared—digo.

Él frunce el ceño.

—¿Qué hay con ella?

—Vamos.

Lo jalo de la muñeca por el sendero, riendo cuando él casi se tropieza con una pequeña rama en el suelo del bosque. Entro a la casa por la puerta trasera, diciéndole a mi padre que perdí el rastro del conejo. Harry entra por la pared de la sala, al otro lado de la casa.

Finalmente, nos encontramos de vuelta frente a la pared.

—Camina a través de ella—le digo a Harry, asegurándome de mantener mi voz silenciosa.

Él levanta una de sus cejas hacia mí.

—¿Qué estás esperando?—hablo.

Él agita su cabeza, encogiéndose de hombros.

—De acuerdo.

Se para frente a la pared, primero acercando una de sus manos.

Pero ésta no la atraviesa.

Él frunce el ceño acercándola de nuevo, pero su mano se detiene al tocar la pared.

—¿Qué ocurre?—pregunto.

—No lo sé—dice—. No me deja traspasarla—él intenta luego con su pie, pero no hay suerte.

Sé que él caminó a través de la pared de la sala minutos antes, así que, ¿qué hay con esta pared que no lo deja traspasar?

—Esto se está volviendo cada vez más raro—susurro.

—Jane—dice Harry, una rara mirada atraviesa su rostro—. ¿Qué crees que haya detrás?

Levanto un hombro.

—No lo sé. Podría ser cualquier cosa.

—Cualquier cosa—él repite, con la misma expresión en su rostro. Me mira—. ¿Y qué si es mi cuerpo?

Amplío mis ojos. La idea no se me había ocurrido hasta ahora. ¿Es posible? ¿Por qué el asesino pondría el cuerpo de Harry en una de las habitaciones de su propia casa, y luego sellaría la pared? ¿Cómo es que los padres de Harry no lo notaron?

El raro sentimiento de que la familia de Harry puede tener algo que ver con su muerte, me sigue molestando.

—Necesitamos traspasar la pared—dice Harry, en un susurro.

—¿Cómo?—respondo—. No podemos sólo derribarla, mis padres enloquecerían.

—No lo sé—dice, negando con su cabeza. Él mira de vuelta la pared—. Pero tenemos que averiguar que es lo que hay detrás.

(...)

El sueño se rehusa a entrar en mí esta noche.

Cierro mis ojos y trato de despejar mi mente, pero no me siento para nada cansada. Sigo pensando sobre la pared y en todas las posibilidades de lo que pueda haber allí dentro. ¿El cuerpo de Harry? ¿El arma asesina? ¿Una nota del asesino explicando todo?

Con el simple pensamiento de que el cuerpo de Harry pueda estar detrás de la pared, casi causa en mí que la bilis se eleve por mi garganta.

De repente, mi habitación se siente pequeña. Y hace calor. Demasiado calor.

Me levanto de la cama, revisando la hora en mi reloj de tocador. Es pasada de la una de la mañana, y tengo escuela temprano. Bueno, en un rato realmente. Ya es lunes. Lo odio.

Tomo un par de pantuflas de mi armario y abro la ventana. El aire de la noche es frío sobre mi cálida piel mientras salgo a la barandilla, tomando un respiro antes de deslizarme por la enredadera cuesta abajo.

Mis pies se dirigen hacia el patio trasero, con el pasto carraspeando mis tobillos. Llevo puesto mi pantalón de lana y una camiseta, mi cabello probablemente esté despeinado por haber estado acostada. Los árboles lucen amenazantes en la oscuridad cuando llego al sendero, extendiéndose hasta el cielo, como si sus raíces les impidieran llegar más alto.

Camino por el sendero con sólo la luz de la luna para alumbrarme.

Me detengo una vez llego al claro. Camino directo hacia uno de los columpios, pero después decido sentarme sobre el suelo. El pasto es frío y suave, lo jalo entre mis dedos como siempre lo hago.

Harry no está aquí. Debe estar en el cementerio.

Mientras pienso eso, él emerge de entre los árboles del otro lado del claro, su expresión es claramente de confusión en cuanto me ve.

—Hey—él dice, caminando hacia mí y sentándose a mi lado sobre el pasto—. ¿No puedes dormir?

Niego con mi cabeza.

—Únete al club—apenas sonríe.

Gesticulo una sonrisa de vuelta.

—Así que—habla, inclinándose hacia delante para descansar los codos sobre sus rodillas—. ¿Qué está molestándote?

Levanto una ceja.

—¿Por qué asumes que algo está molestándome?

Me mira.

Desvío la mirada hacia mi regazo.

—No puedo dejar de pensar en la pared.

Él asiente, apretando sus labios y dirigiendo su mirada hacia la mía.

—Tampoco yo.

Desvío mi mirada de la suya para enfocarla en algunas luciérnagas que merodean alrededor, en la otra esquina del claro. Hay un montón de ellas, bailando junto con el aire.

—Están aquí cada noche, sabes—dice Harry.

—¿Las luciérnagas?

—Sí. Quien sabe a donde van durante el día, pero en la noche, siempre están aquí.

Miramos los destellos de cada luciérnaga, casi como si fuera un elegante baile. Me pregunto cuantas veces Harry no ha tenido nada mejor que hacer que observarlas titilear erráticamente. Los días han de ser largos cuando ni siquiera cierras los ojos.

—¿Dónde está el collar?

Vuelvo a la realidad y llevo una mano hacia mi cuello.

—Oh—digo—. Mi madre no me deja dormir con él puesto. Ella piensa que me enredaré con él y me terminaré ahorcando.

Harry lucha por contener la risa.

—¿Cuántos años cree que tienes, cuatro?

—Y medio.

Reímos ligeramente. Se siente raro no estar usando el collar cuando estoy tan acostumbrada a traerlo siempre en mi cuello.

—Últimamente he querido preguntarte—digo, jugando con un mechón de mi cabello—. ¿Por qué me diste el collar en primer lugar?

Sonríe levemente.

—Bueno, quería asustarte un poco—admite.

Río, agitando mi cabeza.

—¿Enserio?

—Sí, pero esa no es la verdadera razón—dice, cambiando su gesto—. El collar es muy importante para mí. Era de mi abuela, como ya te había dicho. Ella murió por cáncer de pulmón cuando yo tenía dieciséis, era fumadora. Días antes de su muerte, ella me llamó a que fuera a su habitación, para darme el collar. No sabía por qué lo tenía, quiero decir, es de una calavera junto con un par de huesos cruzados. Usualmente no ves ese tipo de símbolo en joyería. Nunca la vi usarlo, y nunca habló sobre él. Me lo dio para que así pudiera recordarla, diciéndome que significaba mucho para ella.

—Lo mantuve guardado en mi habitación, en esa caja, la color negra que ahora tienes tú. Era cercano a mi abuela, más que nada porque ella siempre me daba buenos consejos. Nunca supe el por qué le tenía tanto afecto a ese collar, pero con tan sólo saber que le era especial lo hace especial para mí.

—Después de que mis padres se mudaran, me las ingenié para entrar a la casa, para ver lo que habían dejado. Encontré la caja con una fotografía mía y el collar en la barra de la cocina. Fueron las únicas cosas mías, las cuales ellos no vendieron o desecharon.

Él me mira.

—No sé exactamente el por qué decidí darte el collar. Sólo quería que lo tuvieras, supongo. ¿Qué iba a hacer con él de todos modos? estoy muerto—se encoge de hombros—. Me alegra habértelo dado. Luce bien en ti.

Le dedico una pequeña sonrisa, la brisa agita mi cabello sobre mi hombro. El aire se siente frío ahora, con él sentado junto a mí.

—¿Qué hubiera pasado contigo si yo nunca me hubiera mudado a la casa?—pregunto.

—Probablemente hubiera terminado como Em—dice—. Estancado.

—Pobre Em.

—Pobre Em—concuerda.

—¿Harry?

—Hmm.

—¿Qué si tu cuerpo está realmente detrás de esa pared?

Él me mira directamente. Sé que mis ojos están llenos de preocupación, estoy preocupada.

—Entonces...—se encoge de hombros. No parece tener una respuesta, y sé que le preocupa un poco a él también.

Miro hacia abajo.

Acerca su mano y toca mi mejilla ligeramente, girando mi rostro hacia él para mirarlo. El aliento se atora en mi garganta y siento mi corazón palpitar rápidamente. Mi piel se enfría como siempre cada vez que él me toca, sintiendo su frígida aura correr por mis adentros, correr por mis huesos.

—¿Puedo intentar algo?

Lo miro sin saber que responder, así que sólo asiento. Una pequeña sonrisa aparece en sus labios, junto con sus hoyuelos marcados a cada lado.

Se acerca a mí, descansando su frente junto con la mía gentilmente. Su otra mano empuja mi cabello fuera de mi rostro en un dulce gesto. Un millón de sensaciones corren por mi espina dorsal en este momento.

Y entonces él se acerca más y me besa.

»»»

Créditos a quien haya hecho el manip (:

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