Razones para amarte W1 [𝐄𝐝�...

Artemisa_L

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WHITEMORE 1 Gabrielle Stanton, duquesa viuda de Worcester había pasado su juventud casada con un monstruo. Ll... Еще

Prefacio.
Capítulo Uno.
Capítulo Dos.
Capítulo Tres.
Capítulo Cuatro.
Capítulo Cinco.
Capítulo Seis.
Capítulo Ocho.
Capítulo Nueve.
Capítulo Diez.
Capítulo Once.
Capítulo Doce.
Capítulo Trece.
Capítulo Catorce.
Capítulo Quince.
Capítulo Dieciséis.
Capítulo Diecisiete.
Capítulo Dieciocho.
Capítulo Diecinueve.
Capítulo Veinte.
Capítulo Veintiuno.
Capítulo Veintidós.
Capítulo Veintitrés.
Capítulo Veinticuatro.
Capítulo Veinticinco.
Capítulo Veintiséis.
Capítulo Veintisiete.
Capítulo Veintiocho.
Capítulo Veintinueve.
Capítulo Treinta.
Capítulo Treinta Y Uno.
Capítulo Treinta Y Dos.
Capítulo Treinta Y Tres.
Capítulo Treinta Y Cuatro.
Capítulo Treinta Y Cinco.
Capítulo Treinta Y Seis.
Capítulo Treinta Y Siete.
Capítulo Treinta Y Ocho.
Capítulo Treinta Y Nueve.
Capítulo Cuarenta.
Capítulo Cuarenta Y Uno.
Capítulo Cuarenta Y Dos.
Capítulo Cuarenta Y Tres.
Capítulo Cuarenta Y Cuatro.
Capítulo Cuarenta Y Cinco.
Capítulo Cuarenta Y Seis.
Capítulo Cuarenta Y Siete.
Capítulo Cuarenta Y Ocho.
Epílogo.
NOTICIAS + AGRADECIMIENTOS.

Capítulo Siete.

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Artemisa_L

La mayor parte de todas las decoraciones habían sido previamente elegidas para organizarse en el salón de baile de la mansión. El vestido de Isabella se terminó de confeccionar ayer mismo, a solicitud de Gabrielle qué pidió el elegante vestido en un tono violeta brillante, eso haría resaltar los rasgos de la joven debutante. Las flores llegarían mañana por la mañana para que pudieran ser cubiertas de aceite y conservaran una apariencia fresca.

Los alimentos y bebidas fueron elegidas por Caroline, al día siguiente todo sería cocinado para el disfrute de los invitados del baile. Ni el duque o su madre se limitaron en presupuesto para invertir en la fiesta, querían dar la mejor impresión posible, querían que un matrimonio con Isabella fuera lo suficientemente atractivo para tentar a buenos negociantes.

La verdad de toda la situación fuese dicha, tenía tanto que decir y por alguna extraña razón no podía sacar de su pecho todas sus preocupaciones con su mejor amiga.

Sus pesadillas empeoraban cada día más. Se volvían más retorcidas, más vívidas. A veces sentía que esa voz misteriosa la atormentaba no desde las sombras, si no de la luz frente a sus ojos.
¡Pero no podía recordar o conectar nada! Es como si su cerebro bloqueará todo lo demás.

Trataba de distraerse con los preparativos, pero no tuvo mucha suerte.
Gabrielle simplemente efectuó su colaboración en silencio, sin hacer demasiado escándalo acerca de la fiesta pues muy convencida no estaba.
Ella se limitó a ayudar en la reorganización de la sala de bailes qué llevaba años desatendida, Albert jamás se dignó a ofrecer una velada después de su primer matrimonio. Según él, a un duque debían de servirle, no servir a nadie.

La casa estaba reluciente, habían colgado del techo unas enormes y brillantes arañas de cristal del techo.

Todo lucía como una escena conmovedora. Excepto qué su ánimo no hacía más que oscurecer a medida que los días avanzaron.
Mañana sería el baile de presentación, un evento en el que ni siquiera estaba de acuerdo.

Ni la cena de cumpleaños con su familia y amigos lograron reconfortarla. Esa noche no la disfrutó en absoluto, pero deseaba darle alegría su madre.

—¿No son hermosos los colores, Gabrielle? —Isabella volvió a mostrarle los delicados polvos para el rostro—, jamás me había puesto maquillaje, me ayudarás, ¿cierto?

—Por supuesto, linda.

—No puedo creer que al fin podré asistir a bailes y conocer a caballeros encantadores —La mirada soñadora de la joven le trajo una sonrisa melancólica.

Ella alguna vez fue de esa forma. Encandilada por los halagos y zalamerías que una joven tan romántica como ella e Isabella disfrutaban tanto. Sobretodo durante su primer compromiso, creyó ciegamente que sería feliz, una tragedia lo que sucedió con ese joven.
Aunque ya nada de eso era relevante. Aprendió desde hace mucho que no era bueno anhelar el pasado pues solo causa que las tristezas se evoquen.

Ahora, contando con Benjamin que, a pesar de haberlo obligado a volver a su hogar, seguía siendo igual o incluso más estoico con su pobre madre.
¿Qué sucedió con él?

Al menos no la había dejado fuera de las investigación para encontrar al misterioso hermano perdido, a lo largo de la semana tuvo una serie de reuniones con él y el señor Holland, quién se mostraba callado en su presencia.
Parecía un niño intimidado, y la expresión turbada del hombre casi siempre le sacaba una sonrisa de diversión, pues sospechaba el motivo de su incomodidad.

—Ya verás que todos van a amarte, Isabella, serás la mujer más hermosa de la fiesta —aseguró, acariciando su cabello cobrizo.

—¿Estarás conmigo? Temo hacer algo incorrecto, todo tiene que ser perfecto mañana —Saltó de la cama directo a su tocador, cuando volvió a su lado portaba una caja aterciopelada—. ¡Oh, Gabrielle, mira! William me dijo que no podía usar joyas aún, pero me obsequió éste encantador broche.

Un pequeño ornamentos en forma de clavel con incrustaciones de diamante en el centro.
Era un regalo demasiado costoso, demasiado personal. Gabrielle se había quedado sin palabras al observar aquella exquisita pieza.
Era por completo inapropiado qué su tutor regalara cosas tan lujosas a su protegida, podía dar lugar a malentendidos.

—¿Cuándo te dio esto, Isabella? —preguntó tomando en sus manos el objeto en cuestión.

—Ayer en la noche, llegó a mi habitación preguntando si estaba contenta por la fiesta.

—¿Qué?

—También me obsequió un libro y me hizo preguntas sobre ti —siguió entusiasmada.

—¿Ese hombre estuvo aquí en tu alcoba, de noche y haciéndote regalos? —Gabrielle cerró los ojos consternada.

—Pero William es mi primo, Gabrielle, él solo quería saber más sobre nosotras dos.

—¡Pero no es correcto que se meta en tu espacio privado, Isabella! Él es un hombre y tú una niña —La miró con severidad—. Una cosa es ser inocente y otra cosa es ser insensata, esto no debe volver a repetirse señorita.

Ignorando cualquier protesta de Isabella, se puso de pie con el broche entre sus manos.
La situación estaba llegando demasiado lejos, lo que ese hombre hizo podría traer serios problemas y Gabrielle casi juraría qué él sabía a la perfección todo lo que su comportamiento implicaba.

Recorrió todo el piso superior hasta llegar a la alcoba principal. Pensó que le llevaría algo más de tiempo encontrarlo más sin embargo lo vio abriendo con calma las puertas de su habitación, en cuanto supo que se acercaba no tardó en sonreír con galantería en su dirección.

—Gabrielle, pero que placer verte en las puertas de mi habitación —Se hizo a un lado invitándola a pasar y eso la hizo enfurecer aún más.

—No tengo idea, mi lord, de lo que pretende con éstos juegos, pero le sugiero qué busque otra manera de buscar entretenimiento —Tomó su mano y colocó el broche con fuerza en la palma abierta—. Déjela en paz.

Él se quedó admirando un momento el delicado complemento qué brillaba de mil colores por los rayos del sol.

—Por favor, Gabrielle...

—No me llamé así —susurró amenazante.

Cuando William volvió a posar sus ojos en los suyos supo que algo andaba mal. Se supo arrojada dentro de la habitación y aprisionada contra la pared.

—Deja de preocuparte, la mocosa no me interesa en lo más mínimo —Sintió la nariz de él recorrer su cuello—. A mí me gustan las mujeres en su totalidad, y tú eres una qué llevo deseando desde hace mucho tiempo.

—¡Suélteme ahora mismo! —No podía y tendría que pasar por lo mismo de nuevo. No de nuevo.

—Te propongo una cosa —Rio ante sus esfuerzos por liberarse—. Te proclamaré madrina de Isabella mañana en la fiesta, retrasaré sus planes de matrimonio hasta que encontremos un hombre que tú creas decente.

Gabrielle abrió los ojos completamente sorprendida por aquella propuesta. No quería escuchar el pago, sabía muy bien lo que quería y le dolía qué su mente lo considerará como una opción viable.

—¿A cambio de qué? —preguntó lo que ya sabía.

—De calentar mi cama todas las noches, Gabrielle —Ella había dejado de luchar, lo sintió acercarse a ella para besar su barbilla, un temblor de repugnancia sacudió su cuerpo—; te prometo que será mejor conmigo, te gustará.

Todo a su alrededor se derrumbó por completo al escucharlo terminar de decir esas palabras, una presión casi asfixiante apretó con fuerza su pecho haciéndole difícil respirar con normalidad.

Ese hombre la ignoró por meses y ahora se lanzaba sobre ella para extorsionarla sobre acostarse con él. La asquerosidad del apellido se heredada, sin duda.

Tenía que salir de ahí en ese mismo instante.

Tan distraído como estaba logró atraparlo con la guardia baja, pateó con toda la fuerza que el vestido el permitió. Fue lo suficiente para que alejara de ella quejándose del dolor. Corrió hacía las puertas llegando directamente a la de Isabella.

—¡Visitaremos a Laura, vamos! —anunció con prisa tomándola de los hombros.

—¿Que sucede? ¿Pelaste con mi primo por el broche? —Asustada, la joven comenzó a hacer preguntas.

Estaban bajando las escaleras cuando escuchó el grito de William.

—¡Gabrielle!

A toda prisa llegaron a la puerta donde le comunicó al mayordomo qué estarían en el hotel Birminghton de manera veloz.

Una vez en la calle no se esperó a que el trasporte de la propiedad estuviera listo para ellas. Caminaron hasta el final de las residencias y se subió a un coche de alquiler. Fue ahí donde se dio cuenta que Isabella lloraba mostrándose aterrada.

—¿Por qué salimos así? William te llamó —susurró entre lágrimas.

—¡Él no es un buen hombre, Isabella! Y deja de llamarlo por su nombre, es el duque de Worcester, otro monstruo igual a tu padre —Pasó sus manos por su rostro exasperada.

Estaba comenzado a sentir un dolor lacerante en los costados de su cabeza, tuvo que sostener con fuerza al mismo tiempo que sus dientes se apretaban fuertemente por la presión recibida.

Su aliento siguió haciéndose más problemático a medida que la distancia del cochero con el hotel reducía su distancia. Trató de calmarse, pero unas voces aparecieron atormentándole la mente.

—¿Gabrielle? ¡¿Gabrielle?! —Isabella se acercó acariciando su rostro con desesperación—. Por favor no te pongas así, ya no lo llamaré por su nombre, de verdad.

Aún en la neblina de su sufrimiento logró sonreír conmovida por la pureza de su linda niña.

Pronto sintió su condición empeorar, la vista se volvió un mar nebuloso, borroso. Escuchó varias veces la voz de Isabella llamándole o quizá haciendo comentarios tontos para mantener su atención, pero ella poco podía escuchar. No podía concentrarse en nada más.

Sintió en sus oídos el irritante sonido del zumbido después del disparo del cañón de un arma. Sintió un metal frío posicionarse en su sien con firmeza, escuchó su voz a lo lejos.

Feliz Cumpleaños, mi lady.

Y sin embargo el disparo nunca llegó.

—Gabrielle, hemos llegado, ¿necesitas ayuda para bajar?

Negó y rechazó la ayuda qué le ofrecía el cochero e Isabella. Caminó lo más estable que pudo hasta la recepción del hotel donde varios huéspedes la observaron con malsana curiosidad. Seguramente parecía una ebria, pero el dolor y la falta de sentidos hacía difícil lidiar con sus miembros, los sentía pesados y sin coordinación.

—Pregunta por Laura, ve —habló como pudo e inmediatamente Isabella se alejó para hacer lo encomendado.

A su alrededor la luz comenzaba a extinguirse. Todo quedó en silencio, solo las voces siguieron llenando el vacío.

Se casará con quien sea conveniente, es su deber.

De calentar mi cama todas las noches Gabrielle.

Tenemos un medio hermano.

Usted no es su madre.

Mamá sigue tendiendo dolores constantes del corazón, está débil.

Lo que haya pasado con mi vida ya no es tu asunto Gabrielle.

Jamás podré ser mamá.

Feliz cumpleaños, mi lady.

Las personas se movían a una velocidad impresionantemente lenta frente a ella. Las voces se alejaron y la luz se convirtió en oscuridad.
Solo sintió como fue sujeta por un par de brazos fuertes, y Gabrielle se sintió segura en ellos.

—¿Lady Worcester? —El tono preocupado de alguien convocaba su atención.

Pero las sombras a las qué tanto temía ganaron la batalla.

Despertó desorientada. Un regusto amargo en su garganta caló fuerte.
El dolor se había disipado y su vista parecía estar volviendo a la normalidad. Su respiración era suave, pausada, todo lo contrario, a su episodio anterior.
La habitación en la que se encontraba no le era nada familiar, asustada intentó levantarse y algo se lo impidió.

Isabella estaba a su lado en la cama, dormida igualmente. La abrazaba con fuerza y Gabrielle acarició su espalda con cariño, la barbilla de la joven descansaba sobre su hombro e intentó moverse con todo el sigilo posible.

—Despertaste, gracias a Dios —Se giró dando cuenta de la presencia de Laura en una esquina con un libro entre sus manos.

—¿Dónde estoy? —Su voz sonaba extraña, no la reconocía.

—En una de las habitaciones del hotel, el señor Holland te transportó cuando te desmayaste en sus brazos —Su amiga dejó el libro de lado y la hizo sentarse junto a ella—. Parecía preocupado.

Un sonrojo casi bochornoso se apropió de las mejillas de su rostro al recordar un poco de su vergonzoso episodio.
¡Se había desmayado en la recepción de un hotel! Y si eso no fuera suficiente motivo de escándalo, el dueño la había sostenido y llevado en brazos hasta uno de los cuartos del hotel.

Había protagonizado la escena del año.

—¿Cuánto tiempo estuve en cama? —Cambió el tema.

—Cerca de una hora, Isabella no quiso despegarse de ti en ningún momento —Ambas observaron a la figura en la cama dormir pacíficamente—. El señor Holland quiso llamar a tu familia, pero lo convencí de que desistiera de ello.

Era lo mejor, con su madre tan delicada de salud y Benjamin con su desagradable humor, no quería soportar más presión por ahora.
Aunque no dudaba qué pronto la noticia se propagaría como una enfermedad.

Laura sirvió un vaso de agua que ella bebió sedienta. Le entregó el vaso y cuando le ofreció otro, negó.

—¿Que sucedió amiga? Debió de ocurrir algo horrible para que llegaras a ese estado —preguntó la condesa, consternada por el sufrimiento de su amiga.

Gabrielle quiso decirle, pero a pesar de que su mente gritaba por liberación, su corazón permanecía cerrado. No podía expresar todos los fantasmas qué envolvían su alma. Era algo ilógico, Laura y ella se conocían desde que eran unas niñas, pero ya no parecía capaz de confesar sus preocupaciones con nadie. Aquello iba mucho más allá de todo lo que conocía.

Decidió qué aún no estaba lista, lo mejor sería salir de ahí. Estar nuevamente entre cuatro paredes podría darle un ataque de nuevo.

—¿Está aquí? Me gustaría agradecerle —musitó en voz baja.

—Iba de salida cuando todo sucedió, se quedó después de dejarte para esperar hasta que despertaras —Laura sonrió comprensiva—, todo un caballero, hasta mandó un médico. Mencionó que estaría en la sala de contabilidad por si se nos ofrecía cualquier cosa.

Gabrielle se puso de pie despacio y observó a Isabella con indecisión.

—Yo me quedaré con ella, descuida.

Un poco más segura avanzó hasta la puerta asomándose por el pasillo. Preguntó a una de las mucamas qué avanzaban por los pasillos sobre la sala de contabilidad y una que la reconoció le sonrió amablemente para después ofrecerse a llevarla hasta el lugar.

Cuando estuvo frente a las puertas y la mujer de hubo marchado, sintió el arrepentimiento llegar a ella. No podía entrar ahí, después de que la tomó en sus brazos con ella desmayada como una jovencita virginal y asustadiza.

Suspiró con fuerza y tragó nerviosa antes de tocar las puertas. Cerró los ojos esperando su respuesta mientras los latidos de su corazón iniciaban una carrera concentrando el sonido en sus oídos.

—Adelante.

Abrió las puertas lentamente. Vio su cabeza cubierta por unos impresionantes rizos castaños inclinada sobre un papel en el que escribía con concentración.

—Señor Holland —susurró apenas en voz audible.

¿Qué le sucedía?

En cuanto la escuchó él se apresuró a levantarse y observarla, ella detectó el alivio al verla recuperada.

—Lady Worcester, ha despertado.

Por primera vez Gabrielle fue verdaderamente consiente de la plena presencia de David en una sala a solas. Todas las veces anteriores se reunían con Benjamin de por medio, y se sumergían de lleno en los avances de su búsqueda, pero ahora... ahora estaban ellos dos solos mirándose como si intentarán evaluarse el uno al otro.

Y a pesar de saber que era inapropiado por completo, Gabrielle cerró las puertas tras de sí.

💎

Jeje, lento pero seguro ¿verdad? Bueno esta vez no voy a dilatarme mucho.

Quizá ya tarde más en actualizar porque ya empezaron a dejar trabajos finales y ocupan vario de mi horario.
Pero, no la dejaré de lado.

En fin, espero que les haya gustado.

Au Revoir.

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