El arte de enamorarse con un...

By majofernandezs

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Los Ángeles, California. Ahí es donde nuestra historia se lleva a cabo. Sophie, una chica de 22 años es nues... More

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By majofernandezs

Aprieto los ojos con fuerza porque ya siento los rayos del sol entrando directamente a través de mi ventana y sin nada que los detenga directo a mis ojos. Dios, no debí posponer la compra de mis cortinas luego de que las rompí sin querer en la fiesta que tuve hace un mes.

Me remuevo un poco e inmediatamente siento un brazo encima de mi estómago.Suspiro. Sigue aquí? Abro los ojos y efectivamente veo que un musculoso brazo se encuentra abrazándome.  Sigo la mirada hasta encontrarme con el rostro del dueño de dicho brazo, y se trata del muchacho de cabello castaño que conocí anoche. 

Cómo se llamaba? Michael? Luke? Jake? No lo recuerdo. Duerme con tranquilidad y respira con profundidad. Estiro mi brazo hacia mi mesita de noche y tomo mi celular para ver la hora: Diez de la mañana.

Esto es muy temprano para mi en un sábado, pero una vez que estoy despierta no hay manera que pueda volver a dormir. Quito el brazo del chico de sobre mi torso para librarme de su agarre y él ni siquiera se inmuta. Ruedo los ojos y luego me quito las sábanas que me cubrían para ponerme de pie.  

Miro a mi alrededor y el cuarto es un desastre. Hay ropa tanta suya como mía regada por el suelo al igual que un par de botellas de cerveza y unos cuantos almohadones que se encargan de decorar mi cama.  

Camino la corta distancia que hay desde mi cama hasta mi pequeño vestidor y lo primero que hago es ponerme ropa interior limpia ya que me encontraba completamente desnuda. Luego procedo a buscar una camiseta holgada para cubrir mi torso y tomo una negra que algún chico olvidó alguna vez acá y nunca volví a verlo, por lo que no se la pude devolver. Busco un short y encuentro uno de mezclilla bastante rápido y me lo pongo. Seguidamente quito la liga para el cabello y observándome en el espejo ato mi pelirrojo cabello en una coleta. Muero de calor pero así es siempre en Los Ángeles; y más aún en verano, que puedo esperar?

Salgo del vestidor y recorro la habitación para comenzar a recolectar la ropa del chico. Encuentro los bóxers, seguidos por el pantalón, los zapatos y la camisa. Cuando tengo todo, camino hacia mi cama. La rodeo hasta llegar al lado en el cuál se encuentra el chico cuyo nombre no recuerdo. Lo observo por un breve momento y si hay algo que debo admitir es que se ve bien. Y bueno, lo supe desde que lo divisé en la discoteca junto con mis amigas. Se encontraba en la barra acompañado de un par de chicos y en el momento en que nuestras miradas se cruzaron decidí acercarme a él y pedirle que me invitara un trago. Como siempre, me salí con la mía y conseguí que todo lo que bebiera en la noche fuera gratis. Bailamos y coqueteamos hasta tarde, y luego decidí invitarlo a mi departamento. Una chica tiene que disfrutar no? Obviamente no se negó y continuamos la fiesta en casa. Una cosa llevó a la otra y terminamos teniendo sexo, aunque desde un principio supe que ese era mi cometido.

La pasamos muy bien pero ya era hora de que se vaya. Esta siempre es la parte menos me gusta de cuando llevo a alguien a casa, pero es el siglo veintiuno y los chicos deberían acostumbrarse a que las mujeres también podemos tener algo de una noche y que no todas buscamos una relación ni nos interesa que se queden siquiera a tomar desayuno.

Me agacho un poco y con un par de toques en su brazo intento despertarlo y esto obviamente funciona, porque el chico abre sus ojos un poco desconcertado; pero al verme sonríe y seguidamente se incorpora hasta quedar sentado.

-Buenos días muñeca- son las palabras que salen de su boca, y debo admitir que ese apodo sonaba mucho más sexy anoche cuando me lo susurraba al oído. 

Trato de disimular mi mueca de desagrado al escucharlo nombrarme así y en cambio le dedico una forzada sonrisa acompañada de una pequeña risa.

-Buenos días- contesto y él sonríe. -Ya son las diez de la mañana, tengo cosas que hacer y creo que deberías irte- digo señalando la puerta y tratando de no sonar muy borde.

-Oh, lo siento- se disculpa y acto seguido le entrego el bollo de ropa perteneciente a él que tengo en mi mano. 

Él la toma y se pone de pie para poner a vestirse. Vaya, no lo recordaba tan musculoso.

Me doy la vuelta para darle un poco de privacidad, algo que es ridículo tomando en cuenta que ya lo he visto sin ropa pero aun así. En vez de quedarme parada sin hacer nada, aprovecho para caminar hacia la cocina, y no tardo casi nada en llegar hasta allí debido a que mi departamento es bastante pequeño- Consiste de tan solo una habitación, un baño, un pequeño pasillo que divide mi cuarto de la acogedora sala y cocina tipo americana. Me sirvo un vaso de agua y cuando le doy el primer sorbo es cuando recién me doy cuenta de lo sedienta que estaba.

Pasan un par de minutos cuando siento un par de toques en mi hombro.

Me doy la vuelta y ahí esta el chico, dedicándome una enorme sonrisa.

-Quieres agua?- pregunto por cortesía señalando al grifo y él niega la cabeza.

-No gracias Sophie- me dice y es ahí cuando decido aprovechar para preguntarle su nombre. No me puedo quedar con esa duda.

-Lo siento, como es que te llamabas?- pregunto causando que suelte una leve risa.

-Cole- contesta y me golpeo mentalmente, ya que apenas lo dice recuerdo las partes de anoche en las cuales se presentó conmigo, con mis amigas y las veces que lo llamé por su nombre en la discoteca.

-Cole, eso era- comento aliviada. 

Seguidamente, me dispongo a ir hacia la puerta del departamento, no sin antes hacerle una seña con la cabeza para que me siga; lo cual él hace inmediatamente por suerte. Abro la puerta principal, dejando a la vista el color amarillo que tienen, al igual que el resto del edificio, las paredes del pasillo y el azul de la alfombra que cubre el suelo. 

Me apoyo en la puerta y el se ve un poco confundido al ver que lo estoy botando del departamento, pero lo disimula bien y antes de salir se detiene frente  a mi, mirándome de pies a cabeza.

-Puedes darme tu número? Así puedo llamarte para invitarte a comer o a tomar un café y...

-No, lo siento- lo detengo a media oración haciendo una mueca de incomodidad al mismo tiempo que él frunce su ceño.

-Por qué?- pregunta y da un paso adelante, dejando su rostro a centímetros del mío.- La pasé muy bien anoche, tú no?

Pongo mi mano derecha sobre su pecho y lo empujo con suavidad para aumentar la distancia entre nosotros. Un poco de espacio personal no?

-Si, yo también la pasé bien anoche.- admito, porque es la verdad. - Reímos, bailamos, nos emborrachamos y terminamos en la cama. Pero eso es exactamente lo que fue; una noche de copas en la que nos dejamos llevar, nada más.- está por decir algo pero lo interrumpo y continúo hablando.- No me malentiendas, pareces un buen chico, pero yo no estoy buscando una relación ni nada por el estilo, así que creo que es mejor decírtelo ahora antes de que te ilusiones de alguna manera y termines decepcionado.

-No te preocupes, entiendo perfectamente.- contesta.-Bueno, un gusto conocerte entonces. Que te vaya bien, Sophie.

-Igualmente, Cole.

Nos sonreímos y él sale del departamento. Cierro la puerta detrás suyo y suspiro. La sensación de paz que siento al estar nuevamente a solas en mi departamento me invade, al igual que las ganas de comer algo. Mi estómago gruñe, por lo que me dirijo a la cocina para prepararme algo.

Reviso la nevera y es ahí cuando me doy cuenta que realmente necesito ir de compras al supermercado. Por suerte aún me queda un poco de leche y recuerdo que tengo cereal en uno de los estantes, por lo que el desayuno ya está resuelto. Tomo un pocillo y vierto las hojuelas de chocolate en este y después la cantidad exacta de leche necesaria, acabándome el cartón. Abro una de las gavetas y tomo una cuchara para luego comenzar a comer.

En eso, escucho el sonido de mi celular proviniendo de mi cuarto, por lo que tomo mi cereal y avanzo rápido hacia allá para poder contestar. Me siento en la cama y luego lo tomo de mi mesa de noche para después llevarlo a mi oído:

-Hola tonto- saludo con el apodo que se me ocurra, al igual que siempre lo hago cuando él me llama.

-Hola enana- responde y yo esbozo una sonrisa.- Cómo está mi artista favorita?

-Bueno, yo no me llamaría una artista pero todo va bien hermanito. Cómo está todo por allá?

-También. Como ya te había dicho, Ava y yo acabamos de mudarnos juntos y estamos más que felices- me cuenta, y puedo sentir la felicidad en su voz.- Tienes que venir a visitarnos para conocer nuestro departamento.

-Sabes que me encantaría ir, pero San Francisco está muy lejos y no puedo darme el lujo de pagar pasajes todo el tiempo- miento a medias, ya que la distancia no es tanta, y aunque mi sueldo trabajando en un refugio de animales no era muy alto si podría costearme viajar allá, pero ambos sabemos que esa no es la razón por la que no vuelvo a la ciudad dónde nací muy seguido.

-Sophie, papás te extrañan mucho y lo sabes. No puedes seguir enojada con ellos después de tantos años- dice, y yo simplemente suspiro.

-Justin ya hablamos sobre esto.- hablo con la mayor tranquilidad que puedo.- Sé que eres mi hermano mayor, pero ya tengo veintidós años, creo que puedo tomar mis propias decisiones. Es mi vida, no te metas a menos que te lo pida si?

-Está bien, no quería que te pusieras así- me dice y yo agradezco su comprensión; al mismo tiempo que siento el nudo en mi garganta formarse.- Te quiero mucho pequeña, ojalá podamos vernos pronto.

-Yo también te quiero, idiota- contesto.- Me alegro mucho de que las cosas vayan tan bien entre tú y Ava. Hablamos pronto si?

-Adiós Soph.

Luego de eso cuelgo la llamada y lanzo el teléfono sobre el colchón a un lado mío. Respiro profundamente y continúo comiendo mi cereal hasta terminarlo mientras trato de pensar en cualquier cosa menos en los sucesos de hace cinco años que causaron que una parte de mi corazón se cierre hacia mis padres; y en lugar de amor les tenga resentimiento y odio.

Gracias a ellos viví los peores tres años de mi vida, y no sé si va a ser posible que algún día los perdone.

Decido levantarme de la cama y canalizar mis sentimientos y dejar que éstos fluyan a través del pincel. 

Salgo de mi cuarto y camino directamente hacia la esquina de mi sala dónde todos mis implementos de arte se encuentran; siempre listos, esperando a ser usados. 

Me siento en el pequeño taburete que se encuentra frente al caballete que sostiene el lienzo de color blanco impoluto. Estiro mi brazo hacia la pequeña mesa que se encuentra al lado izquierdo de éste y enciendo mi iPod y su respectivo parlante y le doy reproducir aleatoriamente a mi lista de canciones favoritas, y cabe agregar que son muchas.

Acto seguido, me dispongo a escoger los colores que voy a utilizar y a preparar absolutamente todos los materiales que voy a necesitar, y una vez que estoy lista me dispongo a pintar. Tomo uno de los pinceles y lo empapo en pintura al óleo color roja, y sin siquiera saber qué es lo que quiero pintar doy la primer pincelada y de ahí en adelante dejo que la inspiración me guíe y mi mano fluya.

Cuando me mudé a Los Ángeles, no lo hice con la idea de que era la ciudad adecuada para poder cumplir mis sueños y volverme una artista famosa ni ninguna de las razones clichés que todos los artistas que se mudan aquí dan. Es decir, obviamente sé que aquí se te pueden abrir muchas puertas y dar muchas más oportunidades que en cualquier otro lado, pero no lo hice solamente por eso.

Tuve que irme de casa a los diecisiete, y luego de sufrir por mucho tiempo, a los diecinueve decidí que era hora de un cambio, que tenía que salir de San Francisco. Y durante todo el tiempo en que pensé en cuál sería el lugar perfecto para empezar de cero, Los Ángeles siempre fue la única respuesta.

Por qué? Porque es la ciudad perfecta, por eso.

Las palmeras se mueven al unísono, con un fondo de un perfecto cielo azul. El sonido de las olas y el olor del mar cuando me encuentro en el muelle caminando o andando en bicicleta, simplemente hermoso. Amo sus sombras y su vida nocturna, sus calles serpenteantes y el tramo de playas de color atardecer. Esta es una ciudad de múltiples capas, construida en colinas, valles y barrancos. L.A. es también los abrazos de los amantes, las mentiras mas magnificas, los mayores puertos comerciales, el glamour de Hollywood, una ciudad llena de poesía y murales que me gustaría haber pintado yo. Me gusta absolutamente todo de esta ciudad, pero si tuviera que elegir algo serían los atardeceres. 

Oh, los atardeceres. Es que acaso hay algo más hermoso que eso? Cuantas veces habré intentado plasmarlos en mis lienzos, y a pesar de mis esfuerzos jamás he logrado capturar a la perfección su belleza.

No sé cuantas horas pasan, pero para cuando me doy cuenta el cuadro está terminado y nuevamente el hambre se hace presente. Observo mi creación y me doy cuenta que no es ningún objeto en particular, sino una mezcla de colores oscuros entrelazados entre si, en perfecta armonía. 

Miro la hora y me di cuenta que ya es la mitad de la tarde y aún no he almorzado nada. Recuerdo que no tengo nada de comida en el refrigerador y tampoco tengo ganas de quedarme en casa, por lo que apago la música y me pongo de pie para después caminar a mi habitación.

Una vez allí, me pongo zapatos, tomo las llaves del departamento y mi celular y hago mi camino fuera de este. 

Lo bueno de vivir en el primer piso del edificio es que no tengo que subir gradas ni tomar un ascensor y estoy cerca de la entrada principal y puedo salir rápido sin perder tiempo. 

Tomo mi bicicleta color blanco con rojo, una de mis primeras compras al mudarme acá, y luego de conectar mis audífonos a mi celular comienzo a pedalear hacia mi lugar favorito: la playa, justo a tiempo para comer algo mientras espero el atardecer.




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