Papá por sorpresa// Christoph...

By Guiliana16

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Para muchos tener un hijo es una bendición en especial para ___ pero a su ex Christopher Vélez le fue una tot... More

Capítulo 1
¡Adiós Legarda!
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Epílogo

Capítulo 8

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By Guiliana16

____________ acostó a Charlotte, entreteniéndose al arroparla, dilatando el momento de quedarse con Christopher a solas, sin más tareas con las que entretenerse, por lo menos durante unas horas. No eran más de las diez y media, y, algunas veces, Charlotte dormía casi hasta las tres.

Y no era que no tuviera ganas de hacer el amor con él. El médico le había dicho que no había motivos para abstenerse, pero su mente estaba llena de inhibiciones, que la tenían hecha un manojo de nervios. Sencillamente, nada era igual ahora que antes de que ella quedara embarazada de Charlotte.

Ya no podía sentirse irresponsable. Ya no era ella la única persona de la que tenía que ocuparse. Y, sobre todo, tenía mucho miedo de que el sexo ya no fuera tan placentero como debería, para ella o para Christopher. El alumbramiento tenía que haber producido algunas alteraciones en su cuerpo, y, si hacer el amor resultaba ser un desastre, sería horrible.

Pero, al enderezarse después de atender a Charlotte, le dirigió una sonrisa a Christopher, que la había acompañado al dormitorio, en principio para desearle buenas noches a su hija.

-Voy al cuarto de baño. No tardaré.

Y salió antes de que él pudiera decirle nada. Se encerró en el cuarto de baño como una primeriza asustada, sin dejar de sentirse ridícula. Christopher había demostrado sobrada paciencia, comprensión y amabilidad. Y ella lo amaba. Y esa noche estaba tan insoportablemente atractivo, que ella apenas había podido probar bocado. Hasta olía de forma diferente, y tremendamente sexy.

__________ se dio una rápida ducha templada, esperando que le sirviera para relajarse, además de para liberarse de la pegajosidad que le dejaba dar el pecho.

Ya no sentía tanta tensión en los pechos, una vez Charlotte había tomado su ración. Por fortuna, no tenía estrías en la piel, aunque todavía no había recuperado el tono muscular. A ella le parecía que tenía el vientre flojo. ¿Le molestaría a Christopher ? Se dijo que no debía seguir por ese camino, y que, en conjunto, estaba en buena forma.

Salvo por dentro. Ya había dejado de dolerle, y, desde luego, sus músculos internos debían de ser muy elásticos, para admitir el paso del bebé, pero seguro que ya no estaban como antes. ¿Cómo habrían quedado? ¿Fláccidos? Qué bien le habría venido que Mariana hubiera tenido hijos, para consultarle esas cosas. El médico le había dicho que no tenía motivos para preocuparse, pero era un hombre. En casos como ese una mujer necesitaba a una madre con la que tuviera la suficiente confianza para poder hablarle de lo que le preocupara.

Dando un suspiro, ___________ salió de la ducha, prometiéndose estar accesible para cuando Charlotte fuera, a su vez, madre. A su hija no le faltaría una confidente, ni la fuerza y la seguridad que podía dar una madre. Hacerse mujer estaba lleno de dificultades. Claro que también de placeres.

Mientras se secaba, ___________ procuró concentrarse en los placeres. A fin de cuentas, no deseaba pasarse el resto de su vida en un limbo sexual. Christopher era un magnífico amante. Era imposible imaginarse a nadie mejor. Le importaba de verdad el placer de ella, y sabía procurárselo. Tanto si resultaba ser un buen padre para Charlotte como si no, __________ se dijo que se debía a sí misma el ampliar la situación de armonía con Christopher, puesto que él no se quejaba ni protestaba de la niña. Esa noche era la noche. Si no se decidía a saltar la barrera de inseguridad acerca de su propio cuerpo, lo único que iba a pasar es que esa barrera mental se haría más grande.

Podía sugerirle que bailaran. Christopher tenía una forma muy seductora de hacerle olvidar sus prejuicios cuando bailaba con ella. Volvió a ponerse la bata de Christian Dior, pero renunció a la ropa interior. Estaba resuelta a hacer el amor con Christopher , sin pensárselo más. Así que nada de barreras, ni físicas ni mentales. Sacó el frasquito de perfume que le había regalado Mariana al día siguiente de nacer Charlotte, diciéndole que era para recordarle que seguía siendo una mujer, además de una madre.

Spellbound, de Estée Lauder. Se puso un poco en las muñecas y detrás de las orejas. Era algo decididamente sexy. Seguro que Christopher captaría el mensaje. Y ella no se echaría atrás.

Salió decidida a todo y, al oír la voz de Christopher en el dormitorio, fue a reunirse con él.

-Eso es, pequeña Charlie -estaba diciendo, al entrar ella, con mucha convicción.

-¿Qué es qué? -preguntó con curiosidad. Le parecía extraordinaria la manera que tenía Christopher de dirigirse a Charlotte, como si la niña fuera a entender cuanto él le dijera. A lo mejor era una maniobra subconsciente, para defenderse de la impaciencia que le producían los bebés. Hablando a Charlotte como si fuera un adulto, no la consideraba «uno de ellos».

Él se irguió y se volvió hacia ella, con una sonrisilla de satisfacción.

-Ah, le he estado contando cómo es mi perro.

Y, al oírlo, ___________ se dio cuenta de que lo que Christopher hacía con Charlotte era lo mismo que practicaba con su perro. También a Spike le hablaba como si lo entendiera. Era una costumbre que siempre la había enternecido, aunque no le quitaba del todo el susto que le producía el enorme perrazo. Según Christopher, Charlotte era como un perrito, y, viendo cómo se llevaba con su perro, ___________ creía que más valía que siguiera tratando a Charlotte como un cachorrito.

-Qué bien -le contestó, pero le quedaba la duda de si no estaría transigiendo demasiado, movida por el deseo de que todo acabara por salir bien.

-Ahora se va a dormir -le aseguró a ___________, apartándose del moisés de Charlotte-. ¿Tú estás bien? -y sus ojos miel se clavaron en los de ella, llenos de ansiosa atención, buscando cualquier signo de rechazo, comprobando que no se había producido ningún estancamiento en la corriente de deseo que había fluido entre ambos durante toda la velada.

-Sí -y su voz y su cuerpo debieron de transmitirle su aceptación sin reservas, porque la cautela desapareció de la mirada y la actitud de él. Unas cuantas zancadas, y ya la tenía en sus brazos, arrinconadas las dudas, con urgencia por saborear la libertad de saciarse el uno del otro. Estuvo unos cuantos segundos con ella apretada contra su cuerpo, como si estuviera empapándose de ella.

-Qué suave eres -y, mientras se balanceaba imperceptiblemente, con ella abrazada, pasaba su mejilla contra el cabello de ___________. Y, como si su movimiento transmitiera la exaltación que sentía, el corazón de ella se puso a hacer piruetas. Christopher respiró profundamente, como si no hubiera notado hasta entonces lo dulce que podía ser el aire-. Y qué bien hueles -añadió, con un suspiro.

-Y tú también -susurró ella.

-Me muero por probarte toda, ___________.

-Sí, por favor.

Le enlazó el cuello con los brazos y se tensó contra él, deleitándose con la resistencia que los músculos de Christopher le ofrecían, llenos de fuerza e irradiando calor. Su mirada era una pura provocación, y sus labios estaban ya entreabiertos. Sentía la necesidad de verse arrastrada a una furiosa vorágine de pasión, de entregarse a un bombardeo de sensaciones, que anularan el sentido común, que todo fuera retrocediendo, dejándolos solo a Christopher y a ella, hombre y mujer, fundidos en una apoteosis sensual.

Salió al encuentro de su boca y lo besó con ansia, con hambre. Sus lenguas bailaban, se adentraban, giraban, cambiaban constantemente de ritmo, siguiéndose la una a la otra, creando una palpitante danza, que era todo un anticipo de la culminación que buscaban. ___________ movió las caderas provocativamente contra las de él, y las manos de Christopher fueron a fijarse en las nalgas de ella, para incitarla a un contacto aún más atrevido. Que era intensamente excitante.

Christopher dejó un momento de besarla.

-Esto va demasiado rápido -dijo, con un gemido.

-No para mí -contestó __________.

Él la llevó inmediatamente a la cama y le abrió la bata. En contraste con el ímpetu con el que la despojó de la ropa, sus manos, sin perder rapidez, se volvieron tiernas, casi tímidas, al tomarle los pechos, apreciando su peso y todos los cambios que los hacían nuevos para él.

-El hechizo de una mujer -susurró, y empezó a recorrer con su lengua el contorno ampliado de sus aréolas, provocando cuchilladas de placer en ____________, que la inmovilizaran por completo durante unos segundos, antes de que la urgencia por tocarlo a él la reanimara.

Le sacó el polo de los pantalones, y con eso basta para que él abandonara su caricia y pasara a despojarse a toda velocidad de su ropa. El placer de la mutua contemplación vino a sumarse al placentero reconocimiento de los cuerpos, al delicioso fuego que despertaba el contacto.

-Nunca he dejado de acordarme de ti -murmuró ___________-, pero solo al tocarte te recuerdo de verdad.

-Va a ser de verdad, ___________, y no vas a tener más ocasión de recordar.

Y empezó a cubrirla de besos, inocentes al principio, y que luego tomaban y daban alternativamente, acariciaban y atormentaban. Y ella se enardecía bajo la voluptuosidad de sus labios y su lengua, ofreciéndosele para que hiciera lo que su pasión le dictara. Todos los puntos sensibles de su cuerpo experimentaban breves espasmos, hasta que el beso más íntimo la llevó el éxtasis, exasperando su deseo de sentirlo dentro de ella.

Le clavó las uñas en los hombros.

-Penétrame, Christopher. Ya.

Y él se lanzó dentro de ella mientras ___________ lo rodeaba con las piernas, lo abarcaba, lo recibía, con el intenso ritmo de la posesión transportándolos a ambos a un mundo en el que ninguno de los dos existía sin el otro y el deseo hallaba respuesta y satisfacción en el salvaje calor de dar y recibir.

Oleada tras oleada de exquisito placer convulsionaron el cuerpo de ella, borrando los recuerdos, convirtiendo los sueños en una vibrante realidad que iba más allá de la imaginación. El amor tenía muchas formas, pero aquel tenía el corazón, cuerpo y alma de Christopher. En su clímax final, ____________ pudo sentir a la vez el desbordamiento del orgasmo de; Christopher los brazos de ___________ lo enlazaron, para sellar así, una vez más, con un beso su unión.

Christopher era su hombre, el único que la había hecho sentir esta mezcla increíble de fragilidad y fuerza, el único capaz de despertar una fe en él que la permitía entregarse, reconocer su vulnerabilidad, y trascenderla, alcanzando junto a él un éxtasis que, paradójicamente, la hacía sentirse invencible.

- Christopher... -su nombre se le escapó en un suspiro de felicidad, mientras lo abrazaba estrechamente.

-Tú y yo, ____________ -murmuró él, rodeándola a su vez con sus brazos y llevándola consigo al cambiar de postura, tendiéndose boca arriba-. No hay nada que pueda ser tan maravilloso como esto -terminó su frase.

Y ella se sintió mágicamente invulnerable, al percibir el entusiasmo de él.

-Entonces, ¿te ha gustado? -le preguntó, no porque necesitara que se lo confirmara, pero deseando oírlo.

Y Christopher se echó a reír, con una risa cargada de ecos del placer que sentía.

-Sí, amor mío, me ha gustado. Me ha gustado como no podría gustarme ninguna otra cosa del mundo.

-Para mí ha sido maravilloso.

Y siguieron un rato así, sencillamente gozando del placer de estar juntos. ________adoraba pasar las piernas a lo largo de las de Christopher. Igual que sentir, bajo el ancho pecho masculino, el suave latido de su corazón. Pasó sus dedos por los sitios que sabía eran especialmente sensibles y fue recompensado por un gruñido de placer.

Christopher le pasó las uñas por la espalda, rascándole ligeramente la piel, y haciéndola sentirse como una gatita feliz. Tenía ganas de ronronear. Era una cosa que él no se cansaba de hacerle, ni ella de que se lo hiciera. Estar desnuda junto a él encerraba una considerable variedad de placeres.

-Me gusta tu loción del afeitado -le dijo.

-Se llama Obsesión -aunque no le veía la cara,_______ le notó la sonrisa-, verás, eso es lo que quiero despertar en ti.

Ella se echó a reír.

-Pues funciona. Y te advierto que el nombre de mi perfume significa «hechizo».

-Y tú me tienes cautivado.

-Ah... -sin prisa, ____________ se arrimó a él, estirándose, pegándosele aún más, disfrutando de cada segundo de compartir el lecho con él-. Me podría quedar aquí para siempre -murmuró.

-Ayudaría mucho que te casaras conmigo -aprovechó para decir Christopher.

Como si ella no lo supiera.

-No es tan fácil, Christopher -le dijo, con pesar.

-Ya verás cómo haremos que sea fácil, ___________. Tenemos a Mariana para organizarlo todo. Yo le pagaré encantado.

-No me refería a las gestiones.

-¿Y entonces a qué? -al preguntárselo, Christopher la hizo darse la vuelta, y él, por su parte, se tendió a su lado, para poder verle la cara y ver su expresión-. Dime cuál es el problema, ___________ -insistió, con delicadeza.

Había que contar la verdad, y era lo que ella prefería. Si entre ellos iba a existir intimidad, tenía que haber también sinceridad. Tenía que confiar en que Christopher la entendería, y se haría cargo de la historia que ella arrastraba.

-Esto viene de muy lejos, Christopher -le dijo.

-Te escucho.

Y ella se lo contó todo, sin omitir nada. Las constantes riñas entre sus padres, el resentimiento de ambos al verse atrapados por la responsabilidad de cuidar de una criatura que ninguno de los dos deseaba, la repugnancia que ___________ sentía a pedirles nada, la mortificación de tenerse que esconder ante cada pelea, el tratar de ser lo menos visible que pudiera, la radical soledad de quien no se siente aceptada, ni siquiera por su abuela, que la acogió por obligación;

El recuerdo de la actitud de su madre y de su abuela no la afectaba tanto. Sabía que de ella su hija no iba a recibir sentimientos negativos. Pero la parte del padre, el dolor de verse rechazada por él, eso seguía vivo y presente en su memoria.

-A mi padre le estorbé siempre, Christopher. Cada cosa que hacía conmigo le parecía un fastidio. Me consideraba una molestia.

-¿Te llegó a pegar? -le preguntó Christopher.

-Alguna bofetada me dio, pero no fue eso lo que me hizo daño. El daño venía de su actitud hacia mí. Sencillamente, le habría gustado verse libre de mí.

-No debería haberse casado con tu madre. Ahí se equivocó. Y tú, desde luego, habrías sido mucho más feliz viviendo con otra familia que quisiera adoptarte, ___________.

Ella suspiró profundamente. Al parecer, Christopher no se daba cuenta de que todo lo que decía debía aplicárselo a sí mismo.

- Christopher, tú tampoco querías tener hijos.

Él puso cara de pocos amigos al oírlo.

-¿Tú crees que yo me comportaría así con nuestra hija?

-No quiero que Charlotte llegue jamás a sentir lo que a mí me hicieron sentir, Christopher -le dijo, muy seria-. Ya sé que tú tienes buena intención, y que te has portado muy bien con ella, pero tengo mucho miedo de que no puedas seguir haciendo ese esfuerzo.

Y él se quedó un rato callado, meditando, sin dejar de mirarla, y reflejando en su expresión la tristeza de ella, haciéndola suya, admitiendo las dudas que ella confesaba.

-Me he cavado yo solito la fosa, ¿verdad? -le dijo, al fin-. Pero qué bocazas se puede llegar a ser.

___________, muy aliviada al ver que él no se sentía injuriado, le contestó, acariciándole el rostro:

-Yo te quiero, Christopher . Eres una persona maravillosa. Y no quiero embarcarte en la aventura de ser padre, si tú no tienes inclinación por serlo. Sobre todo, porque terminaríamos sufriendo todos.

-Entiendo a qué te refieres -contestó él, asintiendo-, pero, sinceramente, no me parece que tengas motivo para temer, ___________. No te prometo que no me vaya a equivocar, porque esto es todo nuevo para mí...

-Para los dos -intervino ella.

Y él le puso suavemente un dedo sobre los labios y siguió hablando, firme, y, al mismo tiempo, casi suplicante.

-Lo que sí te puedo prometer es que nunca haré ni diré nada, por lo menos a sabiendas, que haga sentirse a nuestra hija no deseada o no aceptada. Yo también he pasado por eso, y te juro que no le haría eso a ningún hijo mío.

No cabía duda de que era sincero. ____________ se acordó de lo que había dicho sobre criarse con niñeras y que luego lo despacharan al internado en cuanto fue admitido.

-Por favor, no te preocupes -siguió él, con más fuerza-. La pequeña Charlie va a tener un sitio propio en nuestras vidas, y va a ser consciente de eso, desde el primer momento. Y, si no, piensa en Spike.

Este último comentario confundió a ___________.

-¿Qué tiene que ver nuestra hija con el perro?

-Cuando lo llevé a casa del albergue para animales, estaba muerto de miedo, porque lo habían maltratado. Quienquiera que fuese su dueño lo había dejado sin ánimo, sin vitalidad. Pero, como yo le he dado confianza en sí mismo, ahora cree que es mi socio, o algo por el estilo.

A ___________ no le quedó más remedio que sonreír.

-Charlotte no es un cachorro, Christopher, y los seres humanos son un poquito más complicados.

-A lo mejor -dijo él, gravemente-, los seres humanos complicamos algunas cosas que valdría más que siguieran siendo sencillas.

-A lo mejor. De todos modos, nos conviene tener un poco de paciencia. No tenemos por qué casarnos precipitadamente.

-Bien –contestó Christopher, con un profundo suspiro-, pero seguir viviendo separados no me deja muchas oportunidades de demostrarte que puedo ser un buen padre, ___________.

Tenía toda la razón, pero ella no podía resolverse todavía a comprometerse con él.

-Ten paciencia, Christopher -le rogó-; me hace falta más tiempo. He tenido que vivir con las consecuencias de las prisas de mis padres por casarse. No quiero arrepentirme el resto de mi vida.

-De acuerdo -dijo él, más animosamente, y le dio un beso, para no caer en el abatimiento. E, inmediatamente, con una sonrisa deslumbradora, le preguntó-. ¿Qué me dices de veniros las dos a pasar el fin de semana en mi casa? Así podré ejercer dos días seguidos de padre, y tú podrás tomar nota de qué tal lo hago.

La segunda persona del plural le sonó divinamente a ___________, aunque le habría gustado que Christopher utilizara más el nombre de Charlotte, pero, de momento, también ella tendría paciencia con él.

-Me parece muy bien -y, una vez puestos de acuerdo sobre eso, __________ le pasó la mano por el cuello, pegándose a él.

Christopher no necesitaba más insinuación, así que al momento reanudaron las caricias recíprocas, que _________ disfrutó con la misma intensidad que antes, y aún más alegría, eliminada una de las grandes barreras mentales que sentía.

Ojalá Christopher tuviera en su mano el acabar con la otra.

A la mañana siguiente, Christopher aprendió una importante lección: cuando se trata con bebés, el éxito puede convertirse en desastre en cuestión de minutos.

Christopher creía haber dado un gran paso porque la niña había dormido toda la noche de un tirón, tal y como su padre le había sugerido, dándole a mamá la oportunidad de descansar, amén de la de reencontrarse con la satisfacción que el amor físico entre un hombre y una mujer podía proporcionar. Christopher pensaba que su niña era estupenda, que comprendía perfectamente el sentido de la cooperación y lo obedecía al pie de la letra.

¿Y qué pasó entonces?

Pues que, por no haberse despertado para su toma de madrugada, para cuando sintió hambre, al amanecer, los pechos de ___________ estaban tan rebosantes de leche que, al primer chupetón de la niña, se derramaron como un grifo en su garganta. La cría no podía tragar aquello, así que lo devolvió a borbotones, poniéndolo todo perdido.

Christopher se encargó de limpiar el desastre, y ___________ acertó a tumbarse boca arriba, para dar de mamar a la niña en esa postura, con lo que el chorro no la atragantaba. Con eso quedó resuelto el problema de la alimentación de Charlotte, pero no el de ____________, ya que la niña no podía beberse toda la leche extra que se había almacenado durante la noche en los pechos de su madre. Por eso, aun después de la toma, a ___________ le seguían doliendo.

-Tendré que usar un sacaleches -le dijo a Christopher , preocupada-. ¿Podrías buscar una farmacia de guardia y comprarme uno?

-Un sacaleches -repitió él, incrédulo. Christopher se imaginaba algo parecido a lo que le aplicaban en las ubres a las vacas para ordeñarlas automáticamente. Lo había visto cuando estaba en el colegio, en una excursión didáctica a una granja. ¿Y ___________ iba a tener que usar esa cosa tan horrible?

-Sí. Debería haber comprado uno, pero no contaba con que Charlotte empezase tan pronto a dormir por las noches de un tirón -aquello hizo que Justin se sintiese culpable.

-En Epping Road hay una farmacia abierta las veinticuatro horas, si no te importa acercarte.

-Claro que no. Tardaré como veinte minutos ¿Estarás bien, __________? -preguntó ansioso.

-Sí, sí; ahora te traigo el dinero.

-Ya lo pagaré yo.

Aparte de su deseo de ayudarla, sabía que acababa de meter la pata, y se sentía muy culpable. ___________ llevaba razón al decir que los seres humanos eran más complicados de lo que él pensaba.

Mientras Christopher conducía el Range Rover, continuaba culpándose por no haber previsto las consecuencias de su iniciativa con la pequeña Charlie. Y qué iba a prever la pobrecita; por fiarse de lo que le había dicho su papá, casi se había ahogado con la leche de su madre.

Al parecer, aquello era como cuando se cambia... algo del medio ambiente, por pequeño que sea, y se produce una reacción en cadena, que concluye en desastre. ¡Craso error el suyo! Menos mal que ____________ no sabía nada de la conversación que él había tenido con Charlotte, porque, si no, tendría en esos momentos un punto negro en su contra. Probablemente, a ___________ le habría parecido egoísta su actitud, al restringir las necesidades de la niña para disponer de más tiempo con ella, y no le faltaría razón, en parte. Pero él no había querido causar ningún daño.

Aquello había sido todo un escarmiento, y pensaba ser mucho más prudente en el futuro al tratar de arreglar las cosas.

Por suerte era sábado y había poco tráfico en Epping Road a aquellas horas de la mañana. Llegó pronto al centro comercial y dio con la farmacia de guardia. Llamó al timbre y, cuando el farmacéutico acudió, le contó el problema. Sintió bastante alivio al ver que el sacaleches resultaba ser relativamente pequeño y fácil de usar.

-La aconsejo que se lleve también un tarro de crema -dijo el farmacéutico.

-¿Y eso para qué?

-El sacaleches puede irritarle los pezones a su esposa. Ya los tendrá bastante sensibles, y, si se le hacen grietas, le dolerán bastante. Lo mejor es que se aplique una buena crema.

¡Grietas en los pezones! La cosa iba de mal en peor. ¡Qué tremendo error!

-De acuerdo, me llevo un tarro. ¿Puede hacernos falta alguna otra cosa?

-No. Si se cuida, debería mejorar. Si no fuera así, debe consultar a un médico.

-Me encargaré de que se cuide -aseguró Christopher, que detestaba la idea de que, a consecuencia de su actuación, __________ acabase en el médico.

Mientras pagaba y recogía las cosas, pensó que nada era sencillo, que los bebés podían complicar el curso normal de los acontecimientos. Lo había visto con sus amistades, sin darse cuenta de lo complejo que podía llegar a ser. Siempre había pensado que la clave era mantener el control, no permitir que se hicieran con él los pequeños mo... mocosos, pero ya iba viendo que el control no era tan fácil de definir. Iba a tener que dedicarle más interés y reflexión.

Una vez de regreso hacia Lane Cove en el Range Rover, decidió que tenía que hacer realmente bien las cosas, una vez embarcado en la crianza de un bebé. Nada de nuevos ardides sin calcular cuáles podían ser los resultados: no podía permitirse que __________ lo pillase en muchos errores. Después de esa noche, estaba seguro de que las puertas estaban abiertas para él, y no iba a ser él precisamente quien se las cerrase en las narices.

Al menos contaba con el fin de semana entero para arreglar su equivocación. Si llegaba a conocer a los padres de ___________, pensaba decirles un par de cosas; qué era eso de no haberla deseado y hacerla pasar tan malos ratos. Al menos a él simplemente lo habían ignorado; en comparación, era para considerase afortunado. Ella había llevado peor parte. No era de extrañar que necesitase mucha seguridad.

En cuanto a la pequeña Charlie, Christopher se imaginaba que no tendría grandes problemas con ella. Era buena, y escuchaba a su padre como un buen soldado. Christopher tendría que encontrar un momento para hablar a solas con ella y explicarle que había cambio de estrategia, y debía volver a su antiguo horario de tomas.

Y esa noche... bueno, esa noche solamente abrazaría a ___________. A menos que ella quisiera algo más, en cuyo caso no sería él quien la dejara con las ganas.

El farmacéutico había dado por sentado que se trataba de su esposa, y Christopher estaba decidido a hacer de eso una realidad tan pronto como pudiera. Seguramente a ___________ no le llevaría mucho tiempo descubrir que él no era como su padre. Ni como el suyo tampoco.

Lo único que le hacía falta era un mayor entendimiento con la pequeña Charlie. Los niños tenían un instinto especial para saber lo que les convenía. Era una sencilla cuestión de lógica: una niña necesitaba un padre y, evidentemente, él era el adecuado.

Christopher deseaba ansiosamente que todo fuera, en efecto, así de sencillo.

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