Rocío, tu cuerpo te avergonzaba. Suprimiste tu brillar intenso, no querías sacar ni una pizca. Tenías todo fuera de control, temías mucho más de lo que conocías.
Las veces que tocaba clases de fuerza o peleas, vomitabas, logrando burlas. Las veces que te pedían que te sacaras la ropa ancha y malgastada, entrabas en pánico. Sentías que ya era suficiente. Otros se enteraron de ti, hasta el chico de cabellera dorada, ese que te hacía vibrar el pecho. Más nadie alarmó a los tutores, consideraste que de seguro era tu castigo, uno más del montón. ¿Por qué con cerrar los ojos no podías hacer que todo desapareciera? Decidiste que probarías con algo más, debía funcionar.
Te cerraste tanto que algo en ti cayó.
«Prímula, como tu
miedo sin salida».