Extras de DE ©

By OscaryArroyo

1.7M 87.5K 6.9K

La historia Rachel y Nathan no termina con el final de "Deseos encontrados"; empieza allí. Llenos de ilusió... More

Escenas extras de Desires Found
1. Bóó: El primer cumpleaños.
2. La proposición
3. Ejercicios.
4. Tutús y caramelos.
6. Delicioso amor.
7. George Blackwood
8. Cruzados.
9. Solos en casa de Anastasia.
10. Votos
Sobre la autora.
Agradecimientos.
Deseos ocultos © (Desires #2)

5. Acua.

124K 7K 420
By OscaryArroyo

AVISO IMPORTANTE EN LA NOTA DE AUTORA. Por favor, leer 

Lo bueno de las tormentas se traducía a una sola frase.

Rachel acurrucada contra mí toda la noche.

No importaba el día o el lugar, un par de truenos eran suficiente para que dejara lo que sea que estuviese haciendo y se refugiara en mí. A lo largo del tiempo que llevábamos juntos había presenciado su gran terror hacía la condición climática que en más de una ocasión nos juntó. Así como al ruido que hacen las goteras, o a la velocidad.

De un modo u otro terminaba siendo su cueva para esconderse. Pero no me quejaba, al contrario. Me tomaba muy en serio la tarea de darle calor y amor. De tomar sus miedos y de no poderlos dispersar, convertirlos en los míos. Compartirlos, junto con sueños, esperanzas y anhelos.

—Las odio, Nathan. —Se estremeció entre mis brazos cuando un relámpago alumbró la habitación a través del resplandor que entró por la ventana. Me levanté para correr las cortinas y volví a su lado, acariciando su cabello—. No tengo ningún trauma con ellas, pero no me gustan.

—Es solo agua y ruido —dije, aunque malditamente amaba las tormentas si ellas ocasionaban que termináramos así, abrazados.

—Es más que eso…no puedo dormir. —Se agitó de nuevo, peleando con las sabanas—. Tengo sueño y hambre. Dios, si no duermo, comeré. Y no quiero comer. Hoy me acabé todos los pasteles.

—Te traeré más —murmuré con la barbilla apoyada en la cima de su cabeza, jugueteando con el anillo en su dedo mientras le echaba un ojo al corral en el que Madison tenía que dormir cuando llovía—. No creo que la tienda esté abierta a esta hora, pero mañana….

— ¡No quiero comer más! —chilló, tranquilizándose al recordar que mi pequeña flor dormía así el inicio del apocalipsis se estuviese desarrollando en la cocina—. No quiero, ya he comido mucho. Ya no entro en casi nada…

—Puedes ponerte algo de lo que compramos el mes pasado. Te ves tierna usando esos…

—Ya no me quedan los pantalones de goma —lloriqueó, escondiendo su carita en mi pecho—. Nada me queda, pero quiero comer más y más.

—Mañana podemos ir al centro comercial, si quieres —murmuré, pretendiendo hacerla sentir mejor a pesar de no entender la tragedia—. Luego de dejar a Madison en la guardería. También podríamos aprovechar y ver más cosas para el cuarto.

Rachel amoldó su figura a mi torso y dejó caer su mejilla sobre mi pecho, pensativa. Subí un poco más el cubrecama para cubrir sus hombros desnudos por la escasa tela de la camisa de su pijama. Dejé caer mis manos sobre su vientre y apagué la luz de la lámpara al intuir que, ahora que la tormenta se había convertido en una llovizna, dormiría.

—Prométeme que no verás las tallas.

—No lo haré.

— ¡Nathan! Sería espantoso que las vieras. Yo me encargo, tú solo participa para darme tu opinión. Me haces sentir como…

—Me refiero a que no las veré, no a que no lo prometeré. Está bien.

—Bien. —Se arrulló a sí misma contra mí, adormilada y satisfecha como un gatito feliz—. Buenas noches, cariño.

—Buenas noches.

Sin entenderla, la abracé a ella y a mi bebé como quien abraza a un muñeco de felpa para dormir. En tres meses la paz se rompería y ella no nos dejaría dormir, pero mientras tanto las tenía a ambas para descansar.

A la mañana siguiente me levanté, comí junto a mi hija y Rachel y me alisté para salir. Era un día de oficina, pero faltaría una vez más. No me preocupaba como antes, pues John le había agarrado el hilo a la dirección de la embotelladora en menos de lo que esperaba, pero me era imposible no llamar para asegurarme de que todo fuera bien. Tras sesionarme de que nada hubiese explotado o incendiado, salimos de casa y fuimos directamente a las tiendas. Rachel no había querido dejar a Madison con Sophie, pues decía que era injusto que últimamente solo la sacáramos para dejarla allí o ir al súper, así que ambas usaban vestidos similares.

—Nathan…—murmuró una advertencia cuando estábamos entrando a la boutique de embarazadas—. Mira, puedes sentarte ahí con Madison a esperar.

Enfoqué mi visión en un sofá rojo de corazones y obedecí para hacerla feliz. Mientras tuviese a mi hija dentro, era lo que debía hacer. De otro modo lloraría. Llevábamos seis meses en lo mismo, seis que me habían dado a conocer lo sensible que puede llegar a ser una mujer.

Senté a mi pequeña flor a mi lado, jugando con un pequeño balón rosa que rodaba con sus manos. Reía ante el irritante sonido que causaba. Las dependientas nos miraron mal ante su pequeño escándalo, a lo que la animé a seguir. ¿Cómo podían trabajar con lo relacionado a la maternidad si ni idea tenían de ello?

Daaaap. —Madison había comenzado su sesión de sonidos incoherentes, bailando y sonriendo—. Taaaap, daaap. Acua.

Su último balbuceo me hizo abrir los ojos de par en par. ¿Agua?

Daap —repitió, seria.

Le pasé la pelota chirriante y le dio un manotazo. Confundido, vi cómo se bajó del mueble y dio pasitos hasta llegar al otro lado, donde descansaba su pañalera de nubes. Maldije para mis adentros cuando intentó sacar su termo, jalándolo de su bolsillo.

Madison había dicho agua. Había hablado.

Acuaaaa.

—Ya…toma. —Saqué el termo, apartando sus diminutos dedos que aplicaban toda su fuerza para sacarlo—. Pero...me tienes que decir cómo se llama esto. —Lo alejé de su alcance, a lo que se puso de puntitas para intentar alcanzarlo. Tenía que estar seguro—. Su nombre, Madison. ¿Cómo se le dice a esto, nena? —Extendió sus brazos, abriendo y cerrando sus dedos para arrebatármelo. Lo levanté más, alejándoselo—. Dime y te lo daré, no puede ser tan difícil. Me lo acabas de decir. —Hizo un puchero, sus ojazos llenándose de lágrimas. El juego había perdido su diversión—. Está bien, aquí tienes. —Se lo di—. Pero no llores, no. No lo hagas, por favor. Madison, no. No….

Dejó el termo de plástico en el piso y empezó a llorar. No como cuando se golpea o cuando quiere manipularnos, si no como cuando rompen su corazón. Intenté tomarla, pero se alejó y ocultó su rostro en un cojín. Alcé la vista ante el carraspeo de una de las empleadas, encontrándome con su cara y con la de la cajera. Ambas miraban en nuestra dirección, especialmente a mí, con desaprobación. Ya no parecían molesta por el sonido.

—Nathan, ¿qué tal me…? —Rachel salió de los probadores usando un jersey rosado y unos pantalones de lana—. ¿Qué le ocurrió?

Levanté las palmas ante la arruga que se había formado en su frente.

—No me preguntes a mí, amor. Todo el mundo llora últimamente.

—Dios, ¿qué te hizo? —Mi pequeña flor se había refugiado en su pierna, lo cual sería adorable de no haber lágrimas—. Ven, vamos a probarnos ropa para papi. ¿Sí?

Cómo si eso fuese la cura universal para el mal humor de las mujeres de cualquier edad o cultura, mi hija tomó su mano con entusiasmo y ambas se perdieron en los probadores. Aproveché los minutos de soledad para tomar el objeto del suelo y devolverlo a su lugar, así como para meditar. En las clases nos habían enseñado a controlar nuestro temperamento, a tener paciencia. A los acompañantes, familiares, amigos o parejas, se nos informaba y recordaba que estos nueve meses serían un completo descontrol. Y que un tiempo después de ellos también. Pero que valdría la pena cada costo. A los padres; que no podíamos quejarnos, pues nosotros mismos lo buscamos.

—Te lo juro. Ella dijo…

—Habrá que verla, Nathan. Estar pendiente de grabarla.

—Rachel. —Puse los ojos en blanco—. Ya habló, ya no hay nada que grabar.

—Cuando hable registraremos el momento para siempre. —Ella no quería admitir que se había perdido la primera palabra de nuestra hija—. Solo es cuestión de esperar. Su pediatra dice que algunos niños tardan más que otros, aunque esté comprobado que las niñas aprenden a hablar primero, pero que es completamente normal. Agarraré otra cita de todos modos.

Madison alzó los brazos dentro de su coche para que la tomara y así hice. A veces, aunque ambas fuesen muy parecidas, necesitaban su espacio de la otra. Metí las bolsas dentro del coche y empujé hasta el estacionamiento. Una vez dentro del auto, conduje hasta el apartamento de Natalie. La nutrición de nuestro futuro bebé, obviando los pastelitos y otros antojos, era un asunto importante para Rachel. Y cómo se la llevaba de maravilla con su suegra, no dudaba al aceptar la invitación a un almuerzo.

Pero no era como si ella tampoco invitara, o nosotros, por supuesto. Desde que ella trabajaba en casa, esta parecía la agencia de festejos. Además, sus clientes solían sentirse muy hogareños y terminaban viniendo en más de una ocasión. Al igual que los Van Allen luego de que nos comprometiésemos.

Ya Anastasia había criticado la construcción y todo, así como el color verde limón de la habitación del bebé. Según ella, Rachel era una obstinada al no querer saber el sexo del bebé. Decía que ella había estado mejor preparada para recibir a sus hijos de lo que los estábamos los dos juntos, a pesar de ya ser padres. Intentó sobornarme con averiguarlo por mi cuenta, también.

Entendía, en parte, la distancia que Rachel solía colocar entre ella y sus padres.

— ¡Hola, Madison! —Natalie levantó a Maddie del suelo con algo de esfuerzo, guindándola en su cadera y manchando su vestido blanco con salsa de tomate—. Oh, que hermosa estás. —Le dio dos besos a Rachel—. No puedo creer que seré abuela otra vez. No me quejo, pero ni siquiera me han dado la oportunidad de pedírselos. —Me miró y embozó una brillante sonrisa—. Natti, querido, pon la mesa mientras Madison y yo terminamos de cocinar.

Abrí la boca para replicar, pero la sonrisa gentil de Rachel me incitó a guardar silencio. Ambos buscamos platos, utensilios y manteles. Mientras acomodaba correctamente los cubiertos, me fijé en la imagen que ofrecía. Su frente se fruncía como hacía cada vez que se concentraba, pero sus labios se curvaban en una sutil sonrisa. Leve, tranquila, a penas notable. Pero intensificada y alumbrada por la tenue luz del candelabro sobre nosotros, destacada por el sonrojo de sus mejillas.

No fui capaz de retener el impulso y me situé tras ella, pasando mi dedo por el arco de su cuello. Que al igual que el resto de su cuerpo, destacaba por su suavidad y pureza. Se estremeció bajo mi toque, soltando una risita. Tracé círculos y tiró de su cabeza para atrás, apoyándose en mí. La abracé.

—Tu mamá está en la cocina —murmuró.

—Ya no lo estoy. —Natalie apareció con una bandeja de pollo horneado, una llena de manchas Madison siguiéndole—. Al menos pusieron la mesa, ¿no? —Maddie le ofreció una sonrisa de oreja a oreja—. Permanece aquí. —Subió a mi pequeña flor a una de las sillas altas que tenía para ella y Kevin—. Ya vuelvo, vigílalos.

Madison entendió la orden, pues no apartó sus grandes ojos grises de mí.

-------------------------

Hola :D

Sí, estuvo algo corto. Pero he tenido que responsabilidades dentro de este mundo naranja. Soy jueza *-*

Ajam…

El anuncio importante (que tal vez para unos no es tan importante) es que ya tienen la oportunidad de votar por sus relatos favoritos del Desafío Watty de este mes *-* Oh, sí. Las invito a leerlos, pues todos están muy monos. Y a que ayuden a que sus tres favoritos ganen mediantes las votaciones, cuyo link dejaré en mi muro esta noche c: Y bueno…hablando del Desafío Watty *Oscary intenta sonar casual* también les abro las puertas al que escribí *se señala*. La verdad es que lo amo mucho (no sé si ya las he bombardeado con invitaciones, perdón a las que les he hecho pasar un mal trago hablando una y otra vez de él) porque dejé mucho de mí en él. Y Diego, Diego de “Un susurro en la oscuridad” y no de “Desires Found”, es una cosita muy tierna :3 Así que…en fin. Les dejaré el prefacio, la sinopsis y el link en el primer comentario, así como en el vínculo externo.

Sinopsis: 

El 12 de Septiembre de 2006, los Abad se mudaron a su nuevo hogar en la calle San Ernesto, Valencia. Siendo una pareja española con un crío de seis en crecimiento, querían que el chiquillo gozara de un extenso espacio para crecer y jugar. Lo que resultaba imposible en su anterior departamento, caracterizado por una única habitación comunicada con la cocina y el baño. Pero cuando se instalan descubren que su hijo no es del todo feliz. Los problemas se intensifican, la presión aumenta hasta que la olla estalla. Y lo único que Diego puede hacer es rogarle, susurrarle a la oscuridad.

Prefacio:

El miedo es su alimento.

Su núcleo de poder.

Sin temor no funciona.

Pero sin atención no existe.

Volviendo a DF....

PONDRÉ HORARIO.

Sí, ya tendré un día para publicar (ya las clases empezarán y tengo que ser responsable). Pero empezaríamos luego (yo aviso) porque ahora sí me iré de vacaciones (eso es lo que me han dicho) y regresaré el veintiséis o el veintiocho (es lo que me han dicho).

Entonces…Subiré de viernes a domingo :D

Preguntas:

1-¿Madison y su primera palabra?

2-¿Nathan y Rachel?

Ganadora de la dedicación: a maricarouAPLAUSOS PARA ELLA. ¡FIESTA EN SU CASA! *Baile de la lombriz sensual*.

Pregunta para ganar el próximo cap: ¿Cuál será la próxima escena? :b

Graciaaaaas por sus votos y comentarios, y por soportarme ♥

Continue Reading

You'll Also Like

3.4M 341K 67
-Los esposos se deben mutuamente fidelidad, confianza, amor y respeto. Tanto en la bonanza como en la adversidad. En la salud como en la enfermedad...
137K 19K 29
Las personas usualmente quieren conocer los secretos y pensamientos de quienes los rodean, creen que si lo hacen, encontrarán paz y entendimiento con...
288K 33.7K 59
Tras pasar un año donde sus vidas aparentemente habían tomado rumbos distintos, Catalaia había logrado alcanzar un reconocimiento internacional como...
149K 8.8K 26
No soy ni seré motivo de competencia, si en algún instante, la idea de que pelearé por ti cruza por tu cabeza... estás muy equivocado, ya solté mis a...