Frenzy | Harry Styles

By xawszarryx

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«Contigo hasta el último frenesí» - era más que una simple promesa, era un juramente, algo que llevaba en la... More

Prefacio
Trailer

Capítulo 1

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By xawszarryx

A principios de verano en mi decimoséptimo año de vida, el que podríamos llamar como «La explosión de emociones de Gabbe Bass Green»-fue un año bastante complicado-, le conocí a él, en una parada de autobús cerca de mi antigua casa en San francisco.

En aquel momento habían muchas cosas que no entendía y digamos que él solo me complicó la vida un poco más. En fin... la vida estaba para eso, para no entenderla. No entendía el amor, no entendía el odio, la alegría o la tristeza, todos aquellos sentimientos eran tan raros que bueno, simplemente no los entendía. Eran como enfermedades sin cura, aunque la mayoría simplemente se marchitaban con el tiempo, que a cada uno de nosotros nos afectaba de una manera distinta. ¿Tú cómo sabes que has sentido alegría si no sabes como sientealegría tu madre por ejemplo? ¿Y si lo que sientes no es alegría? Cuando te dicenque el azul esazul es cierto, porque el azul es azul, pero como sabes que los sentimientos que tú sientes son los sentimientos que llamamos con la misma palabra el resto de personas. La verdad, el mundo es complicado. Y aquí viene la guinda del pastel: la pérdida. ¿Quién entiendea esa loca? Muere un desconocido en la otra punta de tu planeta y ni te importa;muere un famoso y te afecta; muere una persona que quieres, alguien cercano, alguien como Dylan, y te destroza. (n/a: lo siento por esta rayada, pero es que Gabbe está un poco loca)

Como ya he dicho, fue un año de muchas emociones. Hay tantos puntos dónde podría empezar esta historia que ni puedo contarlos con los dedos de mis manos. Todas las historias empiezan con un cambio, bueno, malo, simplemente un cambio, pero yo experimenté tantos a lo largo de todo este relato que hay un vacío legal sobre cómo debo empezar. ¿Así que... qué tal si volvemos a cuando regresé a San Francisco?

- ¡La vida es una mierda, deja de fingir que todo es cuento rosa! - le grité a la tele, durante las anteriores dos horas mis cuerdas vocales se habían gastado tanto que incluso notaba un leve escozor en la garganta. - Ah perfecto, y ahora Ashton Kutcher va a besar a la chica. Oh, claro. ¡Mamá la está besando!

- Lo sé Gabbe. - escuché su voz luchando por sonar desde el piso de arriba. - ¿Has cogido ya todas tus cosas? Nos vamos en veinte minutos.

- ¡Lo sé, lo sé!

La alarma de mi móvil interrumpió la reacción posterior al beso por parte de ambos protagonistas, Grace Kelly de Mika detuvo mis gritos. ¿Qué por qué gritaba? No lo sé, solo era una adolescente resentida y probablemente algo demente y muy, muy depresiva que ya había afrontado que la vida era una mierda. Que no te engañen, lo sigue siendo. Estaba enfurecida, acababa de perder mi cuento de hadas en un accidente de tráfico y ver Historias de San Valentín un domingo por la tarde no ayudaba. No dejaba de pensar que yo debería hacer tenido mi historia de amor, como Ashton Kutcher en la película. Era injusto. La vida era injusta, y cuando menos te lo esperabas un todoterreno negro remplazaba tu oportunidad y lo que más te importaba en la vida por una cantidad infinita de pastillas y incontables sesiones con un viejo que se hacía llamar "psicólogo" por tener una carrera acabada. Intenté no pensar demasiado en el amor, algo en mi interior canturreó «Es la hora de las pastillas»y me dirigí al baño mientras mis dedos buscaban entre la gran porquería de mi mochila el bote de medicamentos. Si algo bueno tiene la depresión es la cantidad de drogas que puedes conseguir.

Dejar atrás seres queridos siempre me ha resultado difícil, dicen que hay personas que no está hechas para cocinar, otras que no valen para dibujar y bueno, yo no nací exactamente para afrontar despedidas. Mi talón de Aquiles, aunque creo que no soy la única, simplemente tengo una capacidad de superación menor que el resto de las personas.

La pérdida de un ser querido, ya sea familiar, amigo o cualquiera de las otras etiquetas sociales, nos duele, quizá nos aferremos demasiado a la gente, pero en ocasiones duele tanto que incluso nos dificultaba el respirar. Sin embargo, después de todas las pérdidas que he sufrido me he dado cuenta de que el dolor en es bueno, se asemeja a un ancla, que nos mantiene aferrados a la realidad ya que si no tuviéramos ese hijo de puta las pérdidas, el amor, la felicidad, todo seguiría sintiéndose como un cuento, donde nunca somos heridos, un sueño.

Según mi informe médico mi "trauma" comenzó hace catorce años cuando mi padre decidió abandonar a mi familia, y eso estaba bien, yo estaba bien, aunque tal vez una carta, o quizá solo un par de líneas en una servilleta usada o en una bolsa de la compra, porque la primera opción suponía mucho esfuerzo, hubiera estado mejor.

La lista es seguida por una cantidad inmensurable de mascotas fallecidas, y ninguna por el paso del tiempo. Recordaba mi infancia vacía, sin mi padre y con inocentes preguntas todos los días sobre la vida y la muerte a mi madre, en aquel momento ni si quiera sabía lo que era la muerte, y por algún motivo ya sentía que era mi culpa.

Y finalmente la pérdida más reciente, fue la Dylan, a penas hace unos meses. No había mucho que decir sobre esta, simplemente un accidente de coche, o eso era lo que ellos me hacían creer porque aquí estaba la gran duda: si había sucedido más aquel día. Mi mente juraba que sí, el lado normal de las cosas prometía que no. Lo demás fue bastante sencillo, un bonito funeral -aunque estaba segura de que no era como el hubiera querido-, lágrimas, gente que a penas conocía dándome el pésame... lo que solía ocurrir cuando alguien fallecía.

Después de aquello las cosas cambiaron en mi familia, nos mudamos de San Francisco para regalarme algo de espacio y los meses siguientes se resumieron en lágrimas y sollozos callados por la almohada. Sin embargo, al empezar el verano, bajo las órdenes de mi terapeuta que mi familia seguía, decidimos volver.

Mi madre conducía, mi madrastra se sentaba en el asiento del copiloto, Green Day sonaba en la radio y mi gato Cheese jugaba en mi regazo.

- Joder Cheese, ¿y yo que te he hecho? - gruñí cuando la sangre comenzó a salir por el pequeño corte. Él era mi mascota actual y sinceramente estaba segura de que era su pelaje negro lo que aún le mantenía con vida. Eso era lo que dicen, los gatos negros dan mala suerte, sin embargo ningún gato negro sufre lo que da.

La casa de las hermanas Green. La más temida de la ciudad. Y el coche aparcó justo enfrente de esta.

Tía Helen, tía Jolene y Lorianne corrieron en nuestro encuentro y tía Helen fue excesivamente cariñosa como siempre. Las había echado mucho de menos, pero no me gustaba nada la sensación que me producía aquel lugar. Sentía que faltaba algo. A quién quiero engañar, sentía que faltaba Dylan. Tía Helen nos había preparado galletas de chocolate como de costumbre, en todas las situaciones especiales las hacía. Me gustó que aquello se considerara una situación especial.

Y tras los saludos y muestras de cariño, finalmente, llegó la hora de subir a mi cuarto. Cada uno de los escalones se hacía más pesado que el anterior. No iba a poder con todo aquello sin echarme a llorar. Puto Ashton Kuthcer que hoy me había recordado la mierda de vida que tenía por no tener una historia de amor como él.

- ¿Estás bien Gabbe? - puede ver la preocupación en el tono de mi madre.

- Sí, solo es que... estoy algo cansada, será el viaje. - me excusé.

Me ayudó con las maletas hasta que llegamos al segundo piso, agradecía su gesto pero prefería entrar a mi antigua habitación sola, sin embargo no dije nada. Abrí la puerta con suma delicadeza, sintiendo los latidos de mi corazón marcados como si quisiera escapar de mi pecho.

- Soy valiente. - susurré no muy convencida.

Entré poco a poco, casi como si alguna trampa mortal me estuviera esperando. Todo seguía igual. Los mismo libros en las estanterías junto a los mimos discos, los mismos pósteres en las paredes colgados al lado de los mismos dibujos. No sabía como describir lo que sentí a continuación, quizá rabia porque parecía que todo era exactamente igual cuando no era así. Ahora estaba sola.

- Podemos cambiar muchas cosas de esta habitación si quieres. - comenzó mi madre - Bueno, nosotras nos marcharemos esta noche pero puedo hablar con tus tías. Incluso puedes pintarla entera o decorarla a tu gusto. Mira, una estantería aquí quedaría muy bien, y si te apetece volver a dibujar podríamos cambiar...

No estaba prestando nada de atención a lo que decía, no me importaba. No quería cambiar la habitación, quería cambiar la situación. La habitación estaba perfectamente tal y como se encontraba. Quizá rompí todas las paredes que había creado en mi ausencia cuando vi la foto, o tal vez ya lo había hecho antes, justo al poner un pie en la casa.

La foto estaba enmarcada en un bonito cuadro de madera, recordaba que se había tomado dos días antes del accidente, en el cumpleaños de Dylan. Comencé a ver las luces de nuevo, aquello con lo que mi psicólogo y yo nos habíamos pasado horas intentando olvidarlo. Y luego una sucesión de imágenes donde las balas atravesaban el cuerpo de Dylan. Pero aquello no era real, las balas no eran reales, lo decía la autopsia y todos los médicos con los que me había encontrado.

No aprecié del todo bien lo que sucedió a continuación, mi madre me gritó un par de veces que dónde iba, mis piernas bajaban ágiles las escaleras, mis manos aferraron temblorosas la manilla de la puerta y en a penas unos minutos después ya había llegado a la parada de autobús más cercana. Ni si quiera sabía que hacía allí. Podía huir de muchas cosas en la vida, pero no de los recuerdos y menos aún de mis pensamientos.

Me senté en el bordillo de la acera, intentando relajar mi cuerpo. Esperaba que mi familia entendiera que no podía quedarme más en aquella casa y menos aún en la ciudad, eran demasiados recuerdos.

Me di cuenta de que era de noche, y de que el tiempo pasaba muy rápido, como si se escapara de nuestras manos. También me di cuenta de que había llorado, justo en el aquel momento no, pero podía sentir las lágrimas secas en mis mejillas. Maldije por lo bajo, estaba perdida en una parada de autobús.

Pero como ya he dicho a principios de verano en mi decimoséptimo año de vida le conocí a él, en una parada de autobús cerca de mi antigua casa en San francisco. Conocí el principio de mi frenesí.

Y por algún motivo, quizá porque ese debía ser el cambio que empezara mi nueva historia, un desconocido se me acercó rompiendo el silencio y dijo.

- Estás sangrado. Eso suele traer problemas.

N/A: Solo un par de aclaraciones. 1. Tiene dos madres, quiero decir, son lesbianas, por si alguien no lo había pillado o pensaba que era un error. 2. En esta fic van a pasar cosas muy raras que no van a tener explicación hasta capítulos después, pero no os preocupéis porque todo tiene su razón, incluso las cosas más simples como la mierda de frase que acaba de decir Harry so... no esperéis entenderla enseguida. De todas formas me gustaría saber vuestras suposiciones. Quién me diga en un comentario lo que cree que ha pasado relacionado con su pasado y Dylan y se acerque más le dedico el siguiente cap. ¿Qué creéis que es eso de las balas? Os quiero. Dum xx. 

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