Al día siguiente me levanto temprano y corro a su habitación, ambos están roncando entonces subo a la cama y comienzo a saltar.
-¡Arriba ya amaneció!
-Ah… son las 6 de la mañana. –bosteza mi mamá mirando el reloj.
-Dentro de un par de día ya no quera saber nada de la escuela. –dice mi papá levantándose.
Ellos se despiertan y preparan el desayuno, leche con chocolate con galletitas para mí y para papá café con tostadas. Mi mamá solo toma una manzana, trata de perder el peso que obtuvo cuando yo estaba dentro.
Mis abuelos acordaron comprar un departamento para la pareja, por esa razón vivimos en un edificio, hay poco espacio pero lo bueno es que siempre estamos juntos.
Mamá me pone mi guardapolvo y caminamos a la escuela, la misma señorita me recibe y me despido de mis papás, al igual que le primer día mamá se asoma por la ventana y otra vez papá a lleva arrastrada.
El timbre suena y salimos al patio, hay muchos juegos; tobogán, sube y baja, hamacas y pasamanos, hay colas en los juegos entonces me quede sentado en una esquina arrancando el pasto.
Entonces un escarabajo vuela y queda sobre mi mano. Es negro y con manchas amarillas en las patas, son los colores que me acuerdo.
-¡No lo mates! –escucho a alguien a mi derecha, entonces veo a una niña; es delgada de cabello castaño lacio y de ojos miel.
-Yo me encargo. –dice tomando en escarabajo y lo guarda en una cajita de cartón.
-¿Qué harás con él? –pregunto curioso y extrañado, yo creía que a las niñas les aterraba los insectos.
-Los colecciono como mascotas. –Responde sonriendo –Soy Megan ¿Y tú?
-Eh… Leo. –saludo tímidamente.