Tierra de gigantes [COMPLETA]

By litmuss

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Luego de años en agonía, la Tierra dio vida a seres tan poderosos como temibles: Los gigantes. Así fuimos lla... More

Tierra de Gigantes [VERSIÓN 2014]
Introducción: Una guerra elemental
2. Emprendiendo un largo viaje
3. El resultado de nuestros actos
4. Los secretos de Aisa
5. Continuando la travesía
6. Más inesperados ataques
7. Descubriendo sentimientos inadecuados
8. ¿Quiénes son las bestias?
9. Secretos revelados
10. Un sacrificio de amor
Epílogo: Recuperando a Gea (parte 1)
Epílogo: Recuperando a Gea (parte 2)
Nota (2022): Por favor, lean

1. Compañía desconocida

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By litmuss

"Las cosas que temí no estaban en el cielo, sino en la naturaleza y en el contacto de la humanidad. La crueldad de los niños... la ceguera de los despiadados... estos eran mis terrores. Pero no el choque del rayo, no las bolas de fuego de entre las nubes."

 -Ellen Glasgow


La Toscana se había teñido de rojo. Miles de cadáveres bañados en sangre repletaban las colinas. Absolutamente todos los soldados, tanto de "Terra Giants" como de "Aquam Giants", se encontraban en el suelo, muertos, o a punto de estarlo.  Todos, a excepción de un par de hermanos.

Jared despertó en medio de la masacre. Todos sus músculos estaban fatigados de tanto correr, y se sentía muy débil debido a toda la energía que había gastado durante la ardua batalla, donde las olas de "Aquam Giants" y los trozos de tierra de "Terra Giants" terminaron con la vida de todos y con lo que en algún momento fue la hermosa Toscana.

Se sentó, gimiendo de dolor, encontrándose de frente con el horrible paisaje frente a él. Los cadáveres lo rodeaban por completo, y los gemidos de los que seguían con vida se escuchaban a lo lejos. El joven, haciendo lo posible por no vomitar, se levantó del suelo.

Su uniforme café holgado —diseñado para entregar la mayor libertad de movimiento posible a los soldados Tierra— lucía manchado de sangre, tanto suya como la de sus compañeros. Hacía unas horas, mientras la batalla continuaba, un chico Agua le había hecho un corte en el brazo. Uno del que solo ahora era consciente y que dolía como el infierno, por lo que solo río, levemente, al recordarlo, sin apartar, por supuesto, una mueca afligida.

En la guerra solo se usaban armas de fuego y la fuerza de los elementos, por lo que el cuchillo obviamente debió haber sido el último recurso del chico, posiblemente desesperado porque las balas de su revolver se hubieran acabado, y por no tener de donde conseguir agua.

Solo los elementalistas más poderosos eran capaces de generar su propio elemento, por lo tanto, el chico, de aparentes dieciséis años, no podía producir su propia agua para atacar.

Jared, ante él, no fue capaz de hacer mucho y solo le lanzó un inmenso trozo de tierra que lo alejó del foco de la batalla. Y no lo hizo porque no estuviera dispuesto a matar, decidió salvarlo porque aquel chico le recordaba demasiado a su hermano Theo, al que no había visto en casi una hora.

Los músculos de Jared se tensaron por completo al recordarlo... no tenía idea de dónde estaba. Dejó de respirar durante algunos segundos, mientras en su cabeza transitaban los más fatídicos pensamientos. Y, por supuesto, la posibilidad de que su hermano estuviera muerto no dejaba de atormentarlo.

La guerra había endurecido al mayor de los hermanos Barlow, sin embargo, ahora que todos sus compañeros en el ejército—y probablemente también el resto de su familia— estaban muertos, lo único a lo que Jared podía aferrarse, era a la posibilidad de que Theo viviera. Porque si él estaba muerto, entonces Jared perdería lo único que le quedaba.

—¡Theo! —gritó, al borde de las lágrimas, mientras comenzaba a caminar en medio de la masa de muertos ante él— ¡Theo!

Continuó gritando, caminando entre los cadáveres, y temiendo que su hermano formara parte de ellos. La garganta le dolía de tanto forzar la voz y sus piernas no daban más de cansancio, pero no podía rendirse, no iba a hacerlo.

Pensó en dejar de buscar en los alrededores, y comenzar a mirar entre los cuerpos, pero rápidamente se negó a hacerlo. No iba a darlo por muerto tan rápido... tenía que seguir buscando. Sus manos eran la mayor muestra de su intranquilidad, pues se movían y retorcían en extrañas posiciones al no hallar una forma de estar.

"Por favor, ¡Tienes que estar vivo!" pensaba Jared, desconsolado.

Lágrimas de frustración e impaciencia recorrían sus mejillas, mientras gritaba nuevamente el nombre de su hermano con todas sus fuerzas. Cada segundo, las posibilidades de no volver a verlo con vida aumentaban, al tiempo que su fe decrecía y las imágenes del pequeño niño corriendo tras él, con ganas de aprender trucos, y que siempre ignoraba, lo llenaban de culpa.

—¡Jared!

El grito se escuchó a lo lejos, sin embargo, la voz fue inconfundible para él. Era la voz de su hermano. Volvió a respirar y el cansancio pareció desaparecer por tan solo un segundo.

—¡Theo! —gritó, nuevamente, ansioso, mientras comenzaba a correr entre los cuerpos— ¡¿Dónde estás?!

—¡En la colina!

Jared volteó, mientras revisaba todas las colinas que el paisaje de la Toscana le ofrecía. En una de ellas —en cuya cima se encontraban las ruinas de una vieja casona—, pudo encontrar la silueta de su joven hermano haciendo señas con una mano.

—¡Theo! —exclamó Jared, esta vez de felicidad. Su hermano estaba de pie, al parecer sano y salvo.

Corrió y corrió lo más rápido que sus doloridas piernas le permitieron, mientras las nubes del cielo parecían por un momento hacerse a un lado, dando paso al potente sol de verano. Su hermano estaba en lo alto de la colina, por lo que el llegar a él no fue nada fácil.

"¿Por qué Theo no corre hacia acá?", se preguntaba Jared mientras subía.

Al llegar a la cima, se detuvo abruptamente a escasa distancia de Theo. El chico tenía unos hermosos ojos azul oscuro, cabello negro azabache y una estatura realmente grande para su edad: Un metro con setenta y cinco, tan solo cinco centímetros más bajo que Jared.

Vestía un uniforme tan raído y viejo como el de su hermano, sin embargo, el de él lucía una inmensa mancha de sangre en la parte baja de su muslo izquierdo. Le habían disparado, y aunque trataba de no mostrarse mal, la verdad es que estaba pálido y al borde de desmayarse por la pérdida de sangre.

"Se ve muy maduro, ¿en qué momento dejó de ser el enano de la familia?", pensó Jared, realmente sorprendido por el aspecto de su hermano, y sin darse cuenta de que en realidad no estaba bien.

Tanto Theo como Jared lloraron de emoción, de pena, frustración y tantos otros sentimientos que se agolpaban... Lloraban por lo todo lo que no pudieron hacerlo en los tres años que llevaban en la guerra. Era una imagen dura de ver y más si se tenía en cuenta la cantidad de cadáveres que adornaban el paisaje. Todo había sido devastado, pero al menos se tenían el uno a l otro, por lo que no tardaron en acogerse en un fuerte abrazo.

—¿Co-cómo lograste sobrevivir? —preguntó Jared, sabía que su hermano no era muy bueno en batalla.

—Luchamos dentro de la casona, pude esconderme bien y atacar por sorpresa —explicó este, sin dejar de aferrarse a su hermano. Aunque no lo demostraba, le costaba mantenerse en pie.

—Yo creí que habías hecho un agujero para esconderte —bromeó Jared, provocando una leve risa en su hermano. Pasaron unos breves segundos de silencio, y volvió a hablar—. Oye, Theo...

—¿Sí?

—Nada, solo... —dudó— No sabes cuánto me alegra que estés bien.

Theo sonrió. Hacía un tiempo que Jared había dejado de tratarlo como a su hermano, en vez de eso, lo trataba como un sargento a su subordinado. Sin embargo, al parecer el susto lo había hecho reaccionar. Continuó abrazado a su hermano, mientras sus ojos comenzaban a cerrarse poco a poco y en un segundo, sus piernas flaquearon y sus ojos se cerraron, siendo Jared su único agarre.

—¿Theo? —preguntó este, extrañado. Miró el rostro de su hermano, encontrándose con sus ojos apenas abiertos—. ¡Theo! ¿Qué pasa? —los ojos del aludido se volvieron a cerrar y pronto ya no veía más que oscuridad.

Su hermano, preocupado, lo revisó de pies de cabeza, en busca de alguna razón lógica para el desmayo de Theo y al encontrar la inmensa mancha de sangre en su muslo, no dudó un segundo en llevarse a su hermano a cuestas y comenzar a correr hacia la casona, donde esperaba encontrar algo que lo ayudara a curarlo.

"Por favor no te vayas, no me dejes solo", eran los fatídicos pensamientos del hermano mayor

La respiración de Jared se agitaba a medida que recorría las dependencias en la casa, en busca de algún lugar un poco más limpio donde dejar a su hermano. Llegó a un inmenso living comedor, el que lucía poseía un estado bastante mejor en comparación con el resto de estancias del lugar. El sol entraba por algunos huecos del techo y los muebles lucían en muy mal estado, pero fuera de eso, estaba bastante limpio.

Acostó a Theo en un sillón viejo, y se apresuró a cortar un trozo de tela de su uniforme para hacer un torniquete. No podía permitir que la hemorragia continuara, no dejaría que su hermano muriera desangrado.

Bajó los pantalones de Theo hasta las rodillas para poder observar bien la herida, y luego rodeó su muslo con la tela; Claramente, por sobre el impacto de la bala. Hizo un nudo con las puntas de la tela y puso un palo bajo el nudo —o más bien, la pata de una silla que encontró unos metros más allá—, girándolo hasta lograr una presión suficiente y cortar la circulación.

Se sentó en el suelo, verificando la respiración y el pulso de su hermano, y esperó para sacar el torniquete mientras presionaba fuertemente la herida. Ahora no le cabía duda, había sido una bala, puesto que el agujero del impacto había atravesado su muslo.

Luego de unos dos minutos, que le parecieron una eternidad, decidió dejar puesto el torniquete y levantarse para ir a la cocina por algo de agua, así limpiaría la herida de Theo.  Al entrar, le sorprendió ver que el piso estaba complemente mojado, y además la llave parecía haber explotado.

"Elementalistas agua, perfecto" pensó, pues ahora no tenía de donde sacar agua.

La cocina era amplia, constituida por un mesón de mármol en el centro, rodeado por encimeras del mismo material. El joven, en busca de comida, abrió una de las puertas de una encimera, encontrándose con que había cereales, patatas fritas, galletas, entre otros snacks que no veía hace mucho tiempo.

"Creí que estas cosas se habían extinguido" pensó, mientras sacaba las patatas fritas y las ponía sobre la mesa central. Continuó abriendo puertas y cajones, encontrándose con que había comida por montones. Se detuvo al encontrar un bidón de agua mineral y lo puso junto a las patatas fritas, y un salero que había sacado hacía unos minutos. Nuevamente la mente de Jared comenzó a pensar en respuestas lógicas, esta vez, al porqué de que hubiera tanta comida en una casa aparentemente abandonada.

La idea de que hubiera gente en la casa lo preocupaba, en especial si se trataba de elementalistas agua, como los que probablemente habían roto la llave. Aferrándose a esa posibilidad, decidió que debía salir de ahí con Theo lo más pronto posible. Tomó el bidón, las patatas y el salero, y fue a donde había dejado a su hermano.

Abrió el agua mineral y la vertió, primero en sus manos, para asegurarse de tenerlas limpias, y luego en la herida. La lavó lo mejor que pudo —gastándose casi todo el bidón— y luego echó sal sobre ella, tal cual como solían hacer en la guerra, puesto que así se aceleraba el proceso de cicatrización.

Un quejido se escapó por la garganta de Theo, a causa del intenso picor que provoca la sal sobre la herida y poco a poco comenzó a abrir los ojos.

—¿Jared? —preguntó este, aún sin despertar completamente.

—¿Qué? —cuestionó Jared, haciéndose el desentendido.

—¿Aprovechaste el hecho de que me desmayé para poder torturarme?

Jared se rió despacio y una sensación de tranquilidad lo invadió por completo. Ver a Theo haciendo bromas le quitó un peso de encima

—Deberías agradecerme, ¿sabes? —continuó.

—¿Ah, sí? —preguntó un Theo ya completamente despierto, pero lo bastante aturdido como para que su voz disminuyera claramente—. ¿Por qué?

—No sé, ¿por cargar tu culo hasta aquí y salvarte la vida?

Pasaron unos pocos segundos de incómodo silencio, pero luego ambos estallaron en risas. Sus carcajadas resonaron en toda la habitación y por segundo les pareció que nada había cambiado, que las cosas eran como antes de dejar Sudamérica e ir a la guerra. En ese entonces, ambos eran solo unos niños fascinados con sus poderes.

—¿De verdad hiciste eso? —preguntó Theo, entre risas.

—Por supuesto que sí —respondió Jared, dándose importancia.

—¿Por qué lo hiciste?

—¿A qué te refieres con eso?

Theo siempre había amado poner incómodo a su hermano Jared, y considerando que este no era una persona que demostrara sus sentimientos fácilmente, esta le pareció la manera perfecta. En el fondo, lo que Theo buscaba era que Jared le dijera que lo quería y lo necesitaba, pero no para sentirse querido por él, pues eso ya lo sabía, para mala suerte del mayor.

—Sabes a lo que me refiero, hermanito —presionó Theo.

—¿Tengo que recordarte que el menor eres tú, enano? —preguntó Jared, astuto.

—No te desvíes del tema.

Se generó un silencio sepulcral en la sala. Obviamente, Jared no iba a decir lo que Theo quería tan fácilmente.

—¿Qué te parece si mejor reviso tu herida antes y luego...?

—¿Por qué revisarás mi herida? —insistió el menor, sin embargo, Jared en vez de contestar, le echó más sal a la herida, haciendo que  Theo gritara —Arggg... ¡Idiota! —gruñó.

—Insisto, enano. Deberías agradecerme...

—¡No siento mi pierna! —exclamó, Theo, interrumpiéndolo.

—Porque te hice un torniquete, tarado —Jared volcó los ojos— Si no, te hubieras desangrado.

"¿Eso rimó?" se preguntó Theo, sin embargo echó sus pensamientos a un lado y dijo: —¿Cuánto tiempo lleva puesto?

—Unos diez o doce minutos, ahora te lo aflojaré unos segundos, para que tu sangre circule un poco, pero luego lo volveré a apretar.

Y así lo hizo.

—¿Por qué no me lo sacas y ya? Es solo un impacto de bala.

—Pero has perdido mucha sangre y te desmayaste. No quiero arriesgarme —se excusó, con un toque de angustia en su voz.

—Hazme caso, si lo dejas más tiempo del necesario puedes provocar estragos en mi pierna.

—¿Estás seguro? —Theo asintió con la cabeza—. Ok, pero si te mueres es tu culpa...

Jared acercó la mano al torniquete, sin embargo Theo volvió a interrumpirlo con, tal vez, la pregunta más idiota del mundo, considerando la situación en la que estaba. —¿Esas son patatas fritas?

—Sí, lo son. Y son mías. —dijo Jared, indicándose a sí mismo.

—¿De dónde las sacaste?

—¿Te importa?

—La verdad no, solo quiero que me las des.

—No te las daré —se burló Jared.

—Según tú, pude haber muerto ¿no? —Jared hizo caso omiso a su pregunta y comenzó a desatar el torniquete— Y me preguntaba, ¿es que acaso no serías capaz de darle tus patatas fritas a tu pobre hermano que estuvo al borde de la muerte?

—Ahora me lo confirmaste, eres un idiota.

—Un idiota que casi muere y es tu hermano.

Jared lo ignoró, y echó más sal a la herida de Theo.

—¡Argg! ¡Deja de hacer eso! —gritó el menor, provocando las risas de su verdugo.

—Lo siento, enano, estoy salvando tu vida —argumentó el mayor, abriendo el paquete de patatas fritas.

—¿Gracias?

—No te escuché... ¿Qué fue lo que dijiste? —mintió Jared, mientras comía. No solo a Theo le gustaba poner incómodo a su hermano.

—Dije gracias —contestó. "O... bueno, más bien lo pregunté" pensó luego.

—Lo siento, me quedé algo sordo, ¿decías?

—¡Que te lo agradezco, joder! ¡¿Ahora, podrías darme algo de esas papas?!— gritó Theo, Jared sonrió, complacido, y le entregó el paquete.

—¿Era tan complicado decirlo? —cuestionó Jared.

—No, pero al menos yo te respondí, tú no lo hiciste —dijo el chico, con la boca llena.

—¿Qué no te respondí?

—¿Por qué "trajiste mi culo hasta aquí y salvaste mi vida"?

Jared volcó los ojos. "Y yo que ya creía que había madurado..."

Un sonido —como el de platos rompiéndose contra el suelo— se hizo escuchar y, rápidamente, los sentidos de Jared se pusieron en alerta, dispuestos para una nueva batalla. Comenzaba a creer que su hipótesis de que había alguien en la casa era correcta.

—Espérame aquí, Theo —dijo este, serio, mientras se levantaba del suelo.

—No es necesario, te acompa...

—¡Te dije que te quedes! —gritó Jared. Tal como le había dicho, no quería arriesgarse con él.

Theo obedeció, mientras su hermano caminaba lentamente hacia la cocina, con una mano en el bolsillo donde tenía su pistola. Su dotación estaba casi intacta, puesto que a excepción de una vez, no la había usado, así que ahora le sería de gran ayuda.

Caminó frente a la cocina, apuntando con el arma y se encontró con un plato roto en el suelo, y, a su lado, con una joven chica de cabello castaño. Estaba agachada y miraba a Jared con nerviosismo. No vestía ningún uniforme, por lo que, indudablemente, no pertenecía al ejército.

Con esas pistas, los engranajes de la cabeza de Jared comenzaron a moverse rápidamente. Si no estaba en el ejército... ¿cómo había sobrevivido en esa casa? ¿Es que acaso esa era su casa? ¿Era tal vez una mortal? ¿O simplemente estaba frente al enemigo?


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