La Novia del Dragón [Toothcup]

By NoaEva000

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Para Mema, una nación nórdica rodeada por lagos de hielo, la boda de la princesa Camicazi es motivo de alegrí... More

Capítulo 1: La Leyenda del Dragón
Capítulo 2: Camicazi y Hiccup.
AVISO IMPORTANTE
Capítulo 4: Ragnar

Capítulo 3: Dragón.

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By NoaEva000

Se sostuvo con uñas y dientes a las enormes patas que lo sostenían. Su respiración iba y venía, se le iba el aire y al mismo tiempo hiperventilaba. Su corazón estaba en su garganta y el estomago se había agrupado en una masa apretada de músculos que se negaban a estirarse por la sensación de no sentir el suelo bajo sus pies.

Una fiera tormenta le azotaba el rostro en su forzado viaje hacia un paradero desconocido.

Voy a morir. Ay dioses. ¡Voy a morir! Gritó ante el pensamiento. Las gotas de agua se le metían en los ojos como insectos, picaban y eran heladas. La falda del vestido le azotaba las piernas y se enredaba en sus botas, haciendo que se sintiera atado.    

Agachó la cabeza para que el agua no le obstruyera la vista. Apretó los dientes cuando sintió el apretón de esas peligrosas garras sobre su cintura. Eran rojas, cual sangre, letales.

Dicen que cuando vas a morir vez tu vida pasar frente a tus ojos. Lastimosamente no ocurrió así, lo único que llenó la mente de Hiccup en esos tortuosos momentos fue el rostro desfigurado de Camicazi, mirando hacia el bote donde estaba su hermana recostada y después... después escuchó gritos, él levantaba vuelo y se alejaba con rapidez.

.

Los tambores resonaron, las cuerdas se tensaron y dejaron salir su melodía anunciando el comienzo de la boda.

Una mujer cuyo rostro ignoraba comenzó a cantar, animando a todos a prestar atención con el antiguo cántico que relataba una araña por amor en tiempos oscuros.

Sintió a su padre tomar su mano. Encaminándola por un sendero en la nieve. El pequeño camino era formado por frutillos rojos, redondos y brillantes. Las mujeres de la aldea le esperaban al final del camino. Allí le recibiría un bote lleno de joyas, acolchonado y que sería tirado por el novio.

–Hoy dejas la infancia atrás. Camicazi, hija mía. Las aldeas estarán unidas de ahora en adelante y podremos luchar sin miedo contra nuestros enemigos. Entiendo que no es lo que quieres, pero sí lo que necesitas. –él quiso elevar su rostro pero ella se negó. El rey suspiró ante el enojo obvio de su hija menor y se resignó a mirar la corona de flores que portaba–. Necesitas a un hombre que te entienda a tu lado. Necesitas a Hiccup, y lo amarás con el tiempo. Y él te amará a ti. Confía en tu padre. Si hay amor, todo estará bien. –aseguró él. Tragó un duro nudo en su garganta cuando sintió el collar ceremonial sobre su cuello.

Ella se apresuró a acabar con esto lo más pronto posible.

–Con cuidado, Alteza. –murmuró el guardia que la ayudó a sentarse en el bote. Ella se negó mirarle. Concentrada en las velas y joyas que adornaban la madera de su lecho.

Más vale que esto funcione... o si no yo misma los casaré a punta de espada. Pensó Astrid. Temblaba ligeramente por lo que estaba a punto de hacer, ¡por lo que estaba haciendo, Odin! Respiró hondo un par de veces. No tenía fallo. Los guerreros que la llevarían al lago estaban bien sobornados, al igual que las mujeres que le dieron sus buenos deseos cuando se recostó, obstruyendo convenientemente la vista a su padre. Estaba en el vestido de Camicazi, estaba tomando su lugar como la novia. Ella era la que se casaría con Hiccup por el bien de su hermana. Sintió los ojos llenarsele de lagrimas. Todo es por Camicazi.

.

–TE VES BIEN, MUCHACHO. –alagó Gobber.

–Sí. Bien. Muy bien. Ugh, quiero vomitar... –comentó su primo Snotlout–. Mi princesa será atada de por vida con este enclenque.

–¡Ya deja de torturarlo! Estas celoso por él es quien se casa con Camicazi y no tu. –contestó Fishlegs. Casi podía jurar que su amigo apretaba con fuerza la lanza en sus manos.

Oír el quejido de su primo lo confirmó cuanto los demás estaban de acuerdo con el pelinegro. Dioses, él sabía que los golpes con el mazo de Gobber dolían.

–¡COMPÓRTATE! ESTOS NIÑOS SIN EDUCACIÓN. –bufó Gobber.

Hiccup se dio la vuelta para mirar a sus parientes, así como los demás vikingos y uno que otro aldeano curioso. Apreciativamente Hiccup no era el único bien parecido entre su pueblo. Snotlout iba en sus mejores ropas y pieles para la ocasión. Se notaba ademas que todos habían tomado una ducha para atraer a las damas durante la fiesta. Incluso el rudo de Gobber. Su madre, la única mujer de su aldea en venir, tenía un vestido rojo con adornos en oro.

–Incluso la boda es fuera de tiempo, debería ser en pleno invierno. Otoño, hasta las fechas tienen que cambiar para el hombrecillo.

–YA DEJA DE PARLOTEAR O TE VAS A ENTERAR DE PORQUÉ TRAIGO EL MAZO. –Gobber lo amenazó con su mazo. Snotlout optó por hacer caso esta vez.

–Ya está por empezar. –anunció Stoick a sus espaldas–. Cuando suene el cuerno tu subirás las escaleras del muelle y tomarás la cuerda. Tirarás de ella y cuando saques a Camicazi del bote ya será tu esposa. ¿Entiendes?

–Sí, papá. No tienes que repetírmelo. –dijo cansado. Desde que salió de su choza vestido y emperifollado para su boda, no dejaba de repetirle los pasos como si tuviera algún retraso–. Se exactamente qué hacer.

–No tendría que desconfiar de ti si no huyeras con Camicazi en medio de la ceremonia de practica.

–CRÍA FAMA Y ÉCHATE A DORMIR. –Gobber le señaló con su maso.

–Ya. Déjenme. Es mi boda y no quiero salir corriendo. –amenazó en modo de broma. Rascó su hombro. La capa le picaba.

–¡JAJAJA! Como si te dejáramos hacerlo. –Snotlout le pasó por un lado, lanza en mano–. ¡Todos pónganse en su puesto, patanes! ¡Ya casi es hora! ¡Muévete, Fishlegs!

–¿Es necesario cantar a la canción? –preguntó con curiosidad. Varios Vikingos siguieron a su primo, Fishlegs incluido. Formados de manera que Hiccup pasaría por entre ellos hasta el final del muelle donde tomaría una cuerda atada al extremo del bote en el que yacía su pronta esposa.

–Es para recordar el pasado. –dijo Stoick–. Para saber que los malos tiempos se fueron hace mucho. Y que ahora hay paz y que la mantendremos.

.

–Piensan que olvidamos los tiempos oscuros –tragó en seco al oír a su padre–. Cuando nuestras hijas eran ofrecidas al dragón. –Lo recordamos y siempre recordaremos a aquél que destruyó al dragón. – Inhaló profundo, sus manos firmemente entrelazadas en su vientre. Las telas la envolvían con delicadeza, pero más que brindarle seguridad, sentía un terrible sofoco–. ¡Ahora nuestras bellezas, nuestras gloriosas hijas, son heroínas de nuestro reinado!

La luz del día la cegó momentáneamente, después de todo había estado mirando el techo del túnel durante tortuosos minutos. Depositada en el agua, comenzó a flotar con un leve empujón hacia afuera. Miró sus pies, las delicadas botas de nieve color blanco, las velas en los costados sobre la madera. Notaba como el lago estaba rodeado por las casas de los nobles, que al final de sus pies estaba el muelle donde en breve aparecería Hiccup y comenzaría a tirar de la cuerda. Ella un día se imaginó casándose, vestida en pieles blancas como de nieve y joyas preciosas. Pero jamás pensó en tener este nudo en la garganta cuando su padre viera que no era Camicazi la que flotaba hacia Hiccup.

Miró hacia donde las doncellas estarían preparadas para lanzar la frutilla. Los puntos rojos chapotearon en el agua. Sus rostros sorprendidos no duraron, pues arrojaron la fruta con renovadas ganas. No pudo evitar tragarse su angustia y responder con la misma esperanza. Todo es por Camicazi.

–Hoy entrego a mi hija menor, Camicaz- ¡Astrid!

Los tambores comenzaron a sonar con más fuerza. El rey miró sorprendido a su hija mayor, su heredera, retozar con tranquilidad en la barca. Astrid devolvió la mirada a su padre, dos pares de ojos azul, dos miradas con diferentes niveles de sorpresa y ansiedad.

–¡Alto! ¿Que haces, Astrid?

–¡Lo correcto! –gritó una voz detrás del rey. Camicazi hacía acto de presencia en su flamante vestido naranja, los hombros cubiertos por las que deberían ser las ropas de Astrid, como princesa llevaba recogido el cabello impecablemente. Se colocó al lado de su padre y abrió los brazos–. ¡Mi pueblo! ¡Allí yace su primera princesa, su futura Reina! ¡Astrid Hofferson de Mema! ¡Hoy la entregamos al glorioso tataranieto del Héroe que destruyó al dragón! ¡Nadie puede estar más feliz que yo y mi padre! ¡Porque no hay mejor marido para nuestra princesa! –Camicazi hizo una pausa dramática y finalmente desenvainó su espada, la punta hacia el muelle– ¡HICCUP HORRENDOUS HADDOCK TERCERO! ¡EL DRAGÓN DE BERK!

Las personas comenzaron a vitorear. El joven vikingo subió las escaleras, avanzando posteriormente por el muelle, las lanzas eran retiradas a su paso. Estaba vestido de blanco y oro, una capa de piel de oso negro le adornaba los hombros, así como una corona de flores y hojas verdes sin olvidar su inseparable espada en la cintura. El conjunto resaltaba el cabello rojizo del pecoso y sus, inusualmente serios, ojos verde. Astrid perdió el aliento por un motivo muy diferente a provocar la furia de su padre. Hiccup se miraba fiero, seguro, atractivo, la imagen que todos decían debía tener un guerrero. Sonrió ligeramente. Ellos tenían la misma edad, ¿que no?

Camicazi miró a su padre con arrogancia. El Rey estaba enfurecido al ser olímpicamente ignorado por su pueblo, porque todos siguieran con la boda, ¿que carajos estaban haciendo esos dos cambiando así los planes? Con un ademan indicó a dos de sus guardias que lo siguieran. Camicazi palideció cuando abandonó el balcón desde donde estaba llevándose acabo la ceremonia. Pero pese a eso, la rubia se negó a dejar el balcón.

–Por favor, que nada falle... –rogó Astrid. Por primera vez deseando que el consumara el plan.

¡GLORIA! ¡GLORIA! ¡GLORIA! –se oía el grito colectivo.

.

Estando al filo del muelle no pudo evitar sentirse feliz. Camicazi estaba solemne en el lugar de su padre y Astrid le miraba con una ligera sonrisa. Todo saldría bien. Su amiga estaría libre y él...

... bueno. Podría llevarse bien con Astrid.

Miró a Snotlout con media sonrisa, el pelinegro negó con la cabeza en prudente silencio. Le ofreció con reverencia y agradecimiento la cuerda. Hiccup la tomó y esperó. Su primo alzó un brazo, al bajarlo las lanzas comenzaron a chocar contara la madera, ya no había tambores, solo ese "TRAST TRAST" rítmico para lo que se venía. El puebo guardó completo silencio. Pasaron los segundos obligatorios, respiró hondo. Sus hombres comenzaron a cantar:

El tiempo es un río veloz
que nadie se perderá

La novia espera a su novio

Esperando su hora está

Comenzó a tirar.

La cuerda se tensó, saliendo del agua hasta que sintió que la retuvo el peso de su futura esposa

Vistiendo de blanco
Como en un sudario yace allí
Las campanas resuenan ya

Tiró con más fuerza y la barca comenzó a moverse.

¡Tómala!
¡Tómala!

¡Vuela!

¡Vuela ya!

Inhaló hondo. Otro tirón. La barca estuvo más cerca. Exhaló.

Por siempre tuya será
La doncella virgen

Sonrió un poco, faltaba poco. Todo terminaría en poco. Miró sus manos un momento y notó curioso un copo de nieve sobre su mano. ¿Cómo era posible eso?

La región era fría, pero aún no era temporada de nevadas.

Un viento sopló con fuerza, un viento helado. Un cosquilleo en su nuca le cortó el aliento, era de esos que elevan cada vello. Su cuerpo giró un poco, comenzaba a sentir un mal presentimiento. Sentía el peligro. Lentamente giró su cabeza, mirando por sobre su hombro.

La imponente sombra, acercándose rápidamente. Aleteando. Rugiendo.

Y explotó el infierno.

¡DRAGÓN!

–¡Astrid, sal del bote! ¡Nada! ¡Nada! –gritó con todas sus fuerzas. Tirando con rapidez de la cuerda, jalando el bote que repentinamente ya no pesó tanto.

Sus músculos se tensaron con cada tirón. Escuchó el ¡splash! cuando la joven despertó de su asombro y saltó del bote a las aguas. En estos momentos era mejor correr peligro de hundirse por las ropas que ser tomada por la antigua bestia.

–¡Todo el mundo busque refugio! –Stoick movilizó a las personas. Todos obedeciendo sin chistar a las ordenes del jefe vikingo.

Y justo a tiempo. El dragón rugió cuando no pudo atrapar a la novia, enfureciéndose. Camicazi se petrificó en su lugar, sus ojos fijos en la mítica criatura que se acercaba. Apenas se dio cuenta que Astrid se zambulló en el agua, dio un impulso, arrojando la espada hacia la criatura verde pantanosa y con cuernos tan rojos como la sangre. El metal hizo apenas un corte en el costado del dragón y después se hundió en el lago. Eso ganó tiempo a Astrid para que saliera a la superficie. Una cuerda cayó justo al lado de la novia y ella la tomó. Rápidamente fue sacada gracias a esta. En los brazos de los guardias fue escoltada con rapidez dentro del castillo para retirar la ropa húmeda y darle calor. Camicazi se petrificó cuando el dragón la miró con interés. Los vikingos de Berk y Mema perdieron el color cuando la criatura se dirigió hacia la que se supone era la novia en primer lugar.

Los vikingos eran personas que actuaban antes de preguntar, así que las lanzas surcando el aire no se hicieron esperar. Rugiendo, la bestia lanzó una bola de fuego hacia los guerreros.

Así Camicazi tuvo tiempo de salir de su estupor y huir con rapidez tal cual lo hizo su hermana. Los guardias la tomaron en brazos y la cargaron hasta las profundidades de la fortaleza de piedra dura. Sin oportunidad para que la joven princesa lograra saber qué rayos le estaban haciendo.

El dragón enloqueció. Pronto el fuego cubrió Mema. los gritos de guerra de los hombres opacaron al de las mujeres y niños. Hiccup observó con horror como era evacuado de manera apresurada y sin orden todo el mundo, algunas personas ya no eran personas sino antorchas vivientes corriendo en todas direcciones.

–¡Papá! ¡Debemos distraer al dragón! –el bote chocó contra el muelle y Hiccup tomó las sabanas blancas que cubrían a Astrid hace apenas segundos. Grandísimo Odín, que bueno que la bestia no lo notó–. ¡Papá, ayúdame!

–¿Que ocurre, Hiccup? ¡Debemos matar a esa bestia!

Stoick estaba que sudaba hielo. Hiccup lo entendía, por Odín que sentía lo mismo que su padre al ver con vida una criatura que se supone murió generaciones atrás. Apenas sintió a su padre sobre su espalda le arrojó las joyas y tela blanca.

–¡Necesitamos un señuelo! –tiró de su padre dentro de una choza abandonada por sus dueños en el pánico. Pidiendo disculpas en la mente entró a la habitación principal, hurgó con desespero y tomó un vestido color crema de un baúl. Regresó a donde su padre estaba, ya retirando su capa y prendas ceremoniales superiores

–¿Qué haces? –preguntó Stoick con impaciencia– Allá fuera está nuestra gente peleando contra un dragón, Hiccup. Incuso tu madre. ¡Tenemos que unirnos a la batalla y asesinar a esa cosa!

–Y lo haremos. Pero si le atacamos de frente... –se oyó un estruendo, como una explosión detrás de la puerta. Ambos la miraron–, él nos matará. Tengo un plan.

–¿Cómo el mismo plan de suplantar a Camicazi con Astrid? –preguntó sarcástico el pelirrojo.

–Eso hubiera funcionado si el dragón no hubiera aparecido. Ademas, te e repetido desde siempre que Camicazi es como una hermanita para mi. –se defendió el muchacho. Con destreza ató el vestido como debería, alisó la tela con sus manos antes de arrebatar las telas a su padre.

–¿Qué haces? –repitió el hombre con las manos en jarras.

–Necesitamos distraer al dragón para que se le ataque. Ocupamos un señuelo. –dijo al ponerse el manto blanco sobre los hombros. Con creatividad puso parte de este sobre su cabeza, cubriendo su cabellera roja, lo ató debajo de su mentón y finalmente pidió a Stoick los adornos. Inteligentemente el jefe ya había comprendido. Quiero decir, su hijo se estaba poniendo un vestido y arreglando como si fuera la novia–. Cuando venga por mi, ustedes le dan con todo. Yo saldré de la choza, el dragón vendrá a mi por estar vestido como el sacrificio y ustedes aprovecharan para atacar. –ordenó escondiendo en su cintura la espada.

El muchacho cubrió su rostro con parte de la seda del manto. Suspiró ante el silencio de su padre.

–No dudes. –dijo a Stoick–. Estaré bien.

El hombre mayor se acercó su único hijo. Enclenque y asustadizo pero jamás un cobarde. Tocó su hombro y le miró con orgullo.

–Acabaremos con él, Hiccup. Lo haremos. Emmm... te falta esto... –comentó el robusto hombre antes de colocar una corona de flores blancas y frutillas rojas sobre la cabeza de Hiccup. Los ojos verdes del menor expresaron su sorpresa–. Voló de Astrid, ¿recuerdas? El viento lo trajo hacia ti.

Se encogió de hombros. Realmente no prestó atención. Estaba demasiado ocupado mirando como en la lejanía se acercaba un dragón y como Camicazi entró en acción, desesperada por llegar a su hermana antes que nada.

–Vamos. Avisa a los demás. Saldré en breve. –dijo solemne.

Stoick asintió a su heredero y salió presuroso.

Ya en la soledad de la choza, Hiccup tragó en seco. ¿Qué, por Loki, estaba sucediendo? Un dragón, de carne y hueso, atacaba el reino en busca de una virgen. Era inverosímil. Su antepasado mató a esa criatura hace siglos. Apretó la empuñadura de su espada. Tiene que ser un sueño, se dijo. Una maldita pesadilla.

Se postró frente a la puerta. Saldría, llamaría la atención del dragón y después daría la señal para que le matasen.

Si eso no funcionaba, entonces tendría que usar el Plan Camicazi  y atacar de modo suicida.

–Que gran boda. –el sarcasmo no venía al caso, pero estaba nervioso, caramba–. Vamos, Hiccup. ¿Qué puede ser peor que un matrimonio arreglado en días de guerra? Ah, claro. Un maldito dragón apareciendo en tu boda por culpa de una canción. Uhg.

Dio un par de brincos y abrió la puerta. Caminó tranquilamente, ignorando de manera exitosa toda la conmoción, llegó rápido al muelle. Respiró hondo, el manto cubría sus manos, por lo tanto también la espada.

Se mojó los labios con la lengua antes de cantar.

El tiempo es como un rio... del que nadie se esconde. Novio, aquí está tu novia... Ven por ella, no tardes. –entonó en voz alta, aguda, tratando de hacer perder el poco tono grave que poseía. Subiendo los escalones de madera se reprendió de sus locuras por, quizá, ultima vez–. Preparada ella está... esperando por ti. De blanco se vistió, ¡suenan las campanas ya! –sintió un escalofrío recorrer su columna, su canto murió en una exhalación repentina. Lo sentía.

Él le miraba.

Apeas levantó la cabeza el lago principal con el bote junto al muelle se vislumbró.

Y también el dragón, de espaldas, buscando algo entre las casa recientemente abandonada. La criatura paró su búsqueda, el largo cuello elevándose para mirar apenas hacia atrás. Hacia Hiccup.

¡Tómame! ¡Tómame! ¡Ven a mi... volando! –gritó en su dirección–. ¡Por siempre tuya soy... eterna virgen!

Entonces la bestia giró en su dirección. Veloz, cual rayo hacia su persona, obviamente creyendo era la mujer que se le había dado erróneamente en ofrenda. Apretó la espada, tragándose su miedo cuando el dragón se acercó con velocidad alucinante. Las telas blancas que cubrían su rostro hicieron un excelente trabajo. Se había visto antes al espejo y la redondez de la niñez no abandonó sus facciones aún, por lo que, desgraciadamente, parecía una chica. Era un plan infalible.

Escuchó los arcos tensos de los arqueros ocultos. Cuando sintió oportuno, levantó la espada de entre la capa.

Era la señal.

Los vikingos atacaron. Flechas y lanzas por igual. Pero tan buena estrategia, como la suerte que falla en oportunas ocasiones (nótese el sarcasmo), salió mal. El dragón era inteligente y disparó a los arqueros, las lanzas no eran rival para su velocidad y las esquivó con destreza. Todo para llegar con Hiccup. El muchacho se preparó al mirarle reducir la velocidad. Listo para atacar. Ya distinguía los rasgos del animal. Sentía un miedo atroz. Cuando la mirada del dragón chocó con la suya la espada se balanceó limpiamente hacia el cuello de la bestia. Unas mandíbulas repletas de filosos colmillos tomaron a hoja de la espada con fuerza y la retiraron de sus manos. Pero no iba a rendirse. Sacó una daga adherida a su pantalón  y alzó el puñal mirando su oportunidad.

El muelle crujió ante el peso nuevo y él se paralizó. Los ojos verdes del dragón le regresaron la misma expresión. Su mano vaciló. Había algo en esos ojos que le robó el aliento. Era una mirada de impotencia, miedo.

–¿Cómo? –preguntó. Incapaz de describir sus sentimientos. Esta criatura tenía cerebro. Esta criatura sentía miedo. Esta criatura...–. ¡Por los dioses!

... aprovechó su distracción y le tomó con sus patas de la cintura. Extendió las alas en toda su envergadura y alzó vuelo con él.

–¡HICCUP! –exclamó Stoick. Alcanzó a mirar el rostro cenizo de su padre y el de otros tantos hombres que no se creían lo que pasaba.

O eso creyó con el viento azotando sus orejas y ojos. Él estaba en su propio momento de histeria. Pues sus pies ya no tocaban el suelo de madera en el que estaba parado. Y más que sentir vértigo, tenía la extraña sensación de que estaba sobre un árbol. Atribuyó eso al color de su secuestrador.

–¡RECARGUEN! ¡MANTELO! –se oyó una voz femenina. Astrid. Dedujo.

–¡HIPOOO! –su corazón se estrujó. Tenía los ojos fuertemente cerrados, pero esa voz no era de nadie mas que de su hermanita–. ¡HIIiipoooo! –voz que se oía más lejana con los segundos.

.

No era lo mejor para recordar antes de morir... pero le funcionaba.

Era eso o la imagen de sus viseras salir de su cuerpo cuando el dragón lo tomara.

Se aferró a ese agarre letal. Sus ojos irritado se abrieron desmesuradamente al notar, en la lejanía, una isla. No sabía cuanto llevaban volando, pero estaba cansado, y eso que él no era quien agitaba unas enormes alas.

Poco a poco fueron acercándose a la isla que era azotada por un mar asesino. Tragó en seco. Estaban entrando a la isla. Las rocas grises y la incesante lluvia no era nada alentador.

El dragón se agitó apenas entrar en la cueva. El chillido que produjo le heló la sangre. Sonaba como si le estuvieran lastimando. Los movimientos ahora eran bruscos, las garras del dragón encajaban más en su carne. Apenas notaba que el dragó agitaba la cabeza como si trajera un bicho en el oído. A penas pensó en eso fue arrojado a considerable distancia del dragón. Dando un gracioso bote antes de sentir que caía más de la cuenta. Chocó contra otras rocas antes de tocar el suelo. Sus ojos se negaron a cerrarse, mirando el techo oscuro y rocoso de la cueva del dragón.

La dura piedra era mejor que estar allí arriba, supuso.

No, qué rayos. ¡Era mejor estar en vuelo que ensartarse una piedra en la cabeza!

–Ay, hijo de Troll. Esto duele. –no hizo ningún ademán de levantarse–. Este regalo de bodas apesta.

Eso fue lo ultimo que dijo, lo ultimo que pensó antes de mirar una gran sombra tratar de entrar en el pequeño recoveco en el que estaba. Después cayó en la dulce e indolora inconsciencia.

.

NOTA: Quiero dejar en claro algo, en el transcurso del día lunes 20 de mayo voy a publicar otro capitulo, porque no lo hice el lunes anterior y este largo capitulo es parte de la compensación. También quiero aclarar que Hiccup canta de manera diferente la canción porque, creo yo (o así lo entendí) eso mismo hace Mira al final de la película. Si bien ella lo hace cuando llama a Arman por cuenta propia, parece que la letra de la canción tiene cierto sentido de pertenencia, como que dice algo diferente a cuando se hacía el rito normalmente, por eso Hiccup hace lo mismo. Por supuesto, no es que ame AÚN a Toothless, pero pues es algo que quería aclarar por la diferencia de las letras.

Y si no entendieron mi explicación... ¡Pues que pena! Porque yo tampoco la entendí(?

Avisen si tengo faltas horrográficas, por favor. Muero de sueño y no revisé nada.

PD: L@s quiero a tod@s, pequeñ@s degenerad@s que aman la dragonfilia. Bye!

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