Mi vida intentando ser social

By Anyuli_2000

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A través de esta historia, una chica narrará su intento en caminar hacia la sociabilidad desde el colegio, su... More

PRÓLOGO
PRIMERA PARTE "EL DESCUBRIMIENTO" CAPÍTULO I Media Fortalecida
CAPÍTULO II Amor de mayo
CAPÍTULO III El refugio en grado octavo
CAPÍTULO IV Depresión amorosa
CAPÍTULO V El parecido de mi cantante favorito
CAPÍTULO VI Un cambio de ambiente
CAPÍTULO VII Feria de proyectos
CAPÍTULO VIII Mi usb
SEGUNDA PARTE "LA CONQUISTA" CAPÍTULO IX El día decisivo
CAPÍTULO X Compañía imprevista
CAPÍTULO XII Hablando con él
CAPÍTULO XIII Maravillosa reacción
CAPÍTULO XIV El juego de la conquista
CAPÍTULO XV El baile y la desilusión
CAPÍTULO XVI ¿Es cierto que te gusto?
CAPÍTULO XVII La horrible verdad
CAPÍTULO XVIII Encuesta: MI VIDA INTENTANDO SER SOCIAL
CAPÍTULO XIX Anyuli M.
CAPÍTULO XX Mafe C.
CAPÍTULO XXI David Esteban C.
TERCERA PARTE "LA ÚLTIMA ESPERANZA" CAPÍTULO XXII Un chico inesperado
CAPÍTULO XXIII Brallan G.
CAPÍTULO XXIV Mentirosa decepción
CAPÍTULO XXV Me caíste bien
CAPÍTULO XXVI Walter C.
CAPÍTULO XXVII Edwin Z.
CAPÍTULO XXVIII Natalia D.
CAPÍTULO XXIX Mateo V.
CAPÍTULO XXX Jireh G.
CAPÍTULO XXXI Josué R.
CAPÍTULO XXXII Jessica P.
CAPÍTULO XXXIII Andrés F.
CAPÍTULO XXXIV Lina M.
CAPÍTULO XXXV Daniel M.
CAPÍTULO XXXVI Sebastián A.
CAPÍTULO XXXVII Stiven C.
CAPÍTULO XXXVIII Laura L.
CUARTA PARTE "EL DIARIO DE LOS ÚLTIMOS DÍAS" CAPÍTULO XXXIX Kevin y la foto
CAPÍTULO XL Genial en bici
CAPÍTULO XLI Elian P.
CAPÍTULO XLII La fiesta promoción
CAPÍTULO XLIII Permiso de visita a mi casa
CAPÍTULO XLIV Entrega de banderas y ensayo de ceremonia de graduación
CAPÍTULO XLV Escape de casa
CAPÍTULO XLVI Un día antes del grado
CAPÍTULO XLVII La graduación
CAPÍTULO XLVIII Desde hacía tres años no te veía
EPÍLOGO

CAPÍTULO XI Paseo al Centro Histórico de Bogotá

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By Anyuli_2000

Viernes, 6 de octubre. Hacía poco en el colegio hubo una exposición de talentos de los estudiantes y como era buena en el dibujo no me perdí la ocasión de demostrar mi gran talento. Por coincidencias de la vida, había expuesto en el teatro mi dibujo de un sitio turístico de Bogotá llamado el Chorro de Quevedo, del cual pocos días después nos llevarían allá y otros lugares cercanos de gran importancia cultural en la ciudad. Mi madre siempre se asegurará que por mi dibujo nos llevaron allá, a pesar de no ganara el concurso y el premio se lo llevara unas excompañeras de 1104 por un baile.

Todos los estudiantes de décimo y once fueron allá, exceptuando a 1004 por un supuesto «mal comportamiento», según dijo la aborrecible Esperanza, coordinadora académica de la jornada mañana. Al menos, aliviaba sabre que ese curso no fuera, pues existía un tal chico llamado Edwin que una vez me gustó y luego lo odiaba. En dos oportunidades, me lancé de loca en grado noveno a hablarle y como respuesta, él trataba de ignorarme y me mentía diciendo que me iba a enviar la solicitud de amistad que nunca mandó. Además de ser un grado menor, verlo de cerca no era tan agradable como de lejos y eso me decepcionó, otra de mis falsas ilusiones amorosas.

Aquella mañana me reuní con Jireh, no tenía a nadie más con quien estar, y no me sentía preparada como para hablarle todos los días a Kevin, no quería ser un fastidio para él. Aunque había venido y hacía locuras como siempre con sus amigas, preferí observarlo a cierta distancia y verlo feliz en su vida popular. Otra persona que no pensé vigilar ese día, pero que se dejó ver y demostrar fue el chico de la cafetería.

Mientras esperaba sentada en el patio, esperanzada que viniera el bus, luego de veces de paseos interrumpidos por su ausencia, alguien me atrajo la atención y me demostró con su mirada una señal de importancia. No pensé que podría ocurrir, ni mucho menos creí fijarme de nuevo en esa persona, pero aquel chico de la cafetería se dejó pillar a través de mis ojos una ansiosa mirada por conocerme. Él estaba en ese momento afuera, cerca de su sitio de trabajo, pero afuera ahí congelado en el tiempo observándome. Al no conocerlo todavía, mi instinto fue detener el choque de emociones y mirar hacia otro lado, pues no quería demostrarle mucho interés.

Más tarde, para mi alegría y los demás, llegaron los buses. Ese día no tuve a algún compañero de viaje al lado de mi puesto, así que el profesor Eduardo, el director de mi curso se sentó y me acompañó en el viaje de ida como de vuelta; en ese caso, prefería estar sola por motivos de espacio y comodidad.

Luego de subir por el barrio La Candelaria, el bus nos dejó a la intemperie. Después comenzamos a visitar por todos los sitios turísticos nombrados en una larga lista de veinte lugares, así que la búsqueda era larga, más cuando los grupitos de los dos o tres estudiantes explicarían el sitio brevemente consultado. Probablemente encontraría a Kevin en algún hermoso lugar. Efectivamente sucedió, aunque en un sitio no tan hermoso y oscuramente temible hasta en el nombre para mí. Nuestro primer encuentro fue en las afueras de la iglesia de La Orden Tercera, en aquella no se nos permitió entrar y tuvimos que ver su simple fachada colonial entrar; un gran alivio. Allí Kevin llevaba puestas unas gafas oscuras que lo hacían lucir como un chico millonario y creído, lo cual me hacía confundir si me miraba o no. Dudando, lo saluda a cierta distancia con mi mano y él hizo lo mismo sonriendo, indicándome su cálido y despreocupado recibimiento.

Luego, mi curso se alejó de 1101 y no volví a verlo hasta la hora del almuerzo. El lugar fue el Chorro de Quevedo , el mismo lugar que dibujé, y para coincidir el suceso, expuse su historia y características acompañada de Yomary. Después, empezamos a almorzar y descansar un rato. Mi deliciosa merienda fue una pizza de champiñones, la cual no aproveché su contenido total. Un tal Daniel de 1101 que llegó, me pidió a mí y otros chicos de mi curso que le diéramos un poco de nuestra comida y le dimos, bromeando su necesidad. Él daba la ocasión para ser víctima de chistes y bromas.

Pronto, vi a Kevin comiendo y extrañamente alejado de sus compañeros. Terminé de comer y llegó gente universitaria, la cual comenzó a ganar notoriedad por sus voces claras y fuertes que indicaron que iban cantar uno por uno, pero que al final sólo fue farsa y, poco a poco, dejaron de imponer sus anteriores voces animadas . En ese momento me recosté en un poste aprendiendo cómo hablar fuerte y claro para llamar la atención y no me quedé esperando a que laguno cantara, pues en sus caras se veía el sarcasmo reluciente. De pronto, paró una figura al lado mío y sentí una maravillosa sensación de alguien conocido y hermoso para mí. Era Kevin, pero no quise mirarlo, no estaba preparada para recibir a aquel chico tan alto y hablarle, siendo yo tan bajita como una hormiga a su comparación. A pesar de que estuviera varios minutos incontables ahí al lado mío no pude hablarle, mi mente estaba en shock y no se me ocurrió ni siquiera un estúpido chiste.

Después de él irse a jugar con unos amigos me senté al lado de Lizeth de 1101 que estaba cerca de las amigas de Kevin. Luego, ella se fue con Jireh y me dejó ahí sola. Por más que quería iniciar una conversación con las amigas de Kevin no se me ocurrió nada, y lo único que hice fue acompañarlas y escuchar su tema de conversación. Mafe fue muy graciosa ese día regañando a un perro viejo gigante de color negro que le pedía comida y despedía un mal aliento que a ella le incomodaba. Luego de irse aquel perro, llegó Kevin dando chistes sobre lo que iba a hacer explícitamente si encontraba un baño y, como es innato de mí, empecé a reirme. Él se dio cuenta mirándome de una forma nunca hecha para mí antes, una mirada matadora con hechizo encantador.

Más tarde, mi curso se fue de Primeras del Chorro de Quevedo para iniciar la caminata hacia la Quinta de Bolívar . Me entristecí un poco porque no iríamos al lado de 1101, pero el tiempo volvió a las cosas al revés. Cuando las chicas de mi curso encontraron el baño en el camino de un pasillo colonial no muy lejos del Chorro de Quevedo, le rogaron al profesor que las esperara con todo el curso. Al parecer, aunque no haya entrado a un acompañar a las chicas, había un solo baño, pues se demoraron una eternidad de tiempo, y en el medio de la espera, alcanzaron a pasar todos los cursos incluido 1101. Uno de ellos, decidió sentarse un rato con nosotros y cuando se fue a parar, fue tarde para darse cuenta de que había se había untado de excremento de perro. Empezaron a oírse estrepitosas carcajadas por parte de los que lo vieron, y como no tenía papel higiénico alguien le regaló una hoja de cuaderno.

Pasamos mucho tiempo a seguir esperando de que salieran del baño todas las chicas, excepto excepto yo que no tuve ninguna necesidad de ir allá. Una vez que terminó la agobiante espera, aunque anduviéramos orientados por nuestro director de curso, duramos mucho tiempo sin encontrar el último lugar: La Quinta de Bolívar . Cuando llegamos, el curso 1103 estaba afuera sin hacer nada.

—Seguramente, 1101 sigue adentro —pensé ilusionándome de encontrar a Kevin por ahí. Vi a algunos chicos y chicas de 1101, pero no a quien quería encontrar. Mientras tanto, estuve admirando la elegancia de aquel lugar donde el libertador de mi nación vivió por algún tiempo dos siglos atrás.

Salí de aquel lugar y encontré a casi todo 1101 reunido y jugando para divertirse en aquel rato sin nada que hacer. El que más se destacaba era Kevin, ese hermoso e intrépido chico popular. Preferí verlo a distancia jugando loca y salvajemente con sus amigos, resignándome a hablarle en esos felices momentos para él. Me reuní con un grupito de mi curso sin mucho ánimo o entusiasmo. Wilson Daniel comprendió Bonice a todos los reunidos en aquel grupo, excepto yo. No quise pedirle, no tenía voluntad de incomodarlo ni mucho menos abusar de su compartir. No obstante, al menos pude reaccionar cuando se tomaron fotos grupales y quedé ahí plasmada como los demás.

Como era normal del grupito donde estaba, los chicos empezaron a jugar y a hacer bromas con quienquiera que se dejara de ellos. Primero, dejando las maletas al revés de «la empanada», según decían. Al profesor de religión que acompañó a su curso aquel día recibió su merecido con la empanada, por ser fastidioso en las clases con nosotros. Después, a Jessica Lizeth de mi curso le quitaron forzosamente sus zapatos con medias incluidas. Al principio, ella lo aceptó y jugó a que le devolvieran sus cosas, pero después se puso de mal humor cuando se burlaban de ella por perseguirlos sin devolverle nada. Tiempo después de acabar con la broma y de devolverles a Jessica lo que le quitaron, llegó un bus turístico de color rojo de una época anterior y se pusieron a discutir sobre la clase de bus que pertenecía. Angie Yurani opinó acertadamente que era un Tranvía porque lo decía en la parte de atrás, y Jeimy Paola, de manera ofensiva insultó a Angie Yurani que no fuera sapa en una conversación dónde no la habían llamado. Entonces, entre todos se miraron sorprendidos y desconcertados, exceptuando a Jeimy que seguía en su mala actitud, incomodando y creando un mal ambiente con su cara. Luego, jugaron a las cogidas mientras que Jeimy y yo nos quedamos cuidando las maletas de nuestros compañeros.

—¿Por qué no juegas con los demás? —Preguntó ella.

—No puedo jugar porque los chicos son bruscos y no quiero que me pase nada en mis dientes — respondí a su pregunta diciendo la verdad. Una vez en grado octavo recibí un accidente con una moto. Aquella cogió mi pie derecho levantándome por los aires cayendo de cara al suelo. Entonces, tuve una cirugía maxilofacial para posicionar mis dientes desviados (afortunadamente sin perder ninguno), y como resultado, no podía recibir golpes en esa parte frágil de mi cara. Por eso, no puedo disfrutar de los juegos ni tampoco hacer un esfuerzo físico pesado.

El motivo de la espera era llegar a los autobuses y se retrasó casi por una hora. 1101 fue casi afortunado por dos cosas: el bus vino media hora antes, pero les tocó dar la vuelta a La Quinta de Bolívar para recibirlo del otro lado. En cuanto a mi curso, el autobús estaba estacionado cerca de ese lugar, sólo cuando se le presentaban unas cuantas vueltas para calentarse y poder ir sin sorpresas mecánicas durante el camino del regreso. Mientras tanto, nuestro director de curso se había ido. Luego de esperar pocos minutos, él regresó corriendo y pudimos regresar tranquilamente a nuestro colegio.

En el camino de regreso, dentro del autobús, seguía recordando la hermosa mirada de Kevin. Lamentaba no haberle hablado, sin embargo, esa encantadora mirada compensaba mi pesar en una inmensa alegría. Así me puse a componer unos versos expresando mis sentimientos del momento:

Eres a quien amo y no te puedo dejar,

Me hipnotizas con tu vista angelical,

Te pareces a lo que más quiero,

Así que nunca te quiero perder.

Estás en mis sueños y en la vida real.

Cada vez que me hablas,Cada vez que me miras...

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