Las reglas de la pasión - Cam...

Galing kay DorkaManrrique

341K 18.2K 1.4K

Camila Farmer vive con su excéntrico tío en Londres, donde disfruta de unos privilegios y una educación digno... Higit pa

Prólogo
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capitulo 5
Capitulo 6
Capitulo 7
Capitulo 8
Capitulo 9
Capitulo 10
Capitulo 11
Capitulo 12
Capitulo 13
Capitulo 14
Capitulo 16
Capitulo 17
Capitulo 18
Capitulo 19
Capitulo 20
Capitulo 21
Capitulo 22
Capitulo 23
Capitulo 24
Capitulo 25
Capitulo 26
Capitulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 40
Capítulo 41
Capítulo 42
Capítulo 43
Capítulo 44
Capítulo 45
Capítulo 46
Capítulo 47
Capítulo 48
Capítulo 49
Capítulo 50
Capítulo 51
Capítulo 52
Capítulo 53
Capítulo 54
Si realmente me siguen, leerán esto
Una ayuda por un futuro mejor
Por Favor...
¡Ya falta poco!
Hola!

Capitulo 15

5.5K 343 10
Galing kay DorkaManrrique

 La capitana soltó a Camila en el centro de una enorme celda. La ancha puerta de barrotes estaba abierta, pero Lauren se había plantado delante. Su cara era una máscara inexpresiva, pero no le cabía la menor duda de que seguía furiosa. ¿Por qué si no la habría llevado a esa celda?

--Se ha acabado el juego, muchacha—Se estaba refiriendo a lo que había sucedido en la otra estancia, algo muy entretenido para la capitana, seguro, pero muy frustrante para ella, dado que había sido incapaz de detenerla—Puedes quitarte la ropa tú sola o lo hago yo—añadió.

¡Ay, Dios, eso no se lo esperaba!

--¿¡Por qué!? ¡No tengo más armas, lo juro!

--Has demostrado ser más ingeniosa a la hora de esconder armas de lo que pensaba. Ahora voy a asegurarme de que no hay más sorpresas—Cuando Camila se alejó de ella, dijo—Muy bien. No me importa ayudarte.

A la desesperada, Camila intentó rodearla para cruzar la puerta, pero así solo consiguió que la atrapara antes. Luchó con todas sus fuerzas cuando la capitana buscó los cierres de su vestido. Los tenía delante, como la mayoría de las prendas que había llevado consigo en ese viaje, dado que no la acompañaba una doncella. La capitana tuvo que rodearle la cintura con un brazo para pegarla contra ella, de modo que pudiera desabrochar los cierres con solo una mano. Una mano que le rozaba una y otra vez el pecho, con total deliberación, no le cabía la menor duda. El miedo que había sentido se evaporó, sustituido por la rabia. Se torció y la empujó para liberarse de su brazo, le golpeó la mano e intentó apartarla, pero ella se limitó a reanudar sus esfuerzos.

En poco tiempo, Camila estaba jadeando por el esfuerzo de detenerla, aunque no lo estaba consiguiendo, y se dio cuenta de que lo único que iba a conseguir era retrasar lo inevitable. Todavía no la había mirado a la cara. Estaba demasiado ocupada apartando esa mano de ella. Pero no quería ver la determinación en su rostro mientras seguía esperando un respiro, mientras seguía esperando que se detuviera antes de quedarse totalmente desnuda.

Cuando su vestido quedó abierto por completo, se esforzó en volver a cerrarlo, lo que hizo que la capitana le soltara:

--Que sepas que podríamos hacer esto en la cama.

Camila jadeó, estupefacta.

--¿No? Qué pena—dijo la capitana.

Camila la miró en ese momento. Y se quedó sin aliento. No había brillo risueño en sus ojos, sino algo tan intenso que la puso colorada. ¡La deseaba! Esa idea le provocó un escalofrío de excitación, pero ¡se quedó plantada sin hacer nada!

Las mangas del vestido se deslizaron por sus brazos. Tras varios tirones, sus enaguas quedaron sueltas. De repente,  tanto las enaguas como el vestido acabaron arrugados a sus pies.

--Eres guapísima—dijo ella, maravillada, mientras recorría con la mirada lo que había dejado expuesto. Sin embargo, al punto cambió el gesto y añadió—Los hombres que te eligieron para ser la impostora acertaron de pleno. ¿Ha  sido deliberado? ¿Creían que me seducirías hasta tal punto que olvidaría cuál es mi deber?

¿Ella? ¡Lauren era la experta en seducción! Sin embargo, la idea parecía haberla enfurecido de nuevo. La levantó para poder apartar las prendas que le había quitado. A continuación, cogió la única silla de la celda, la colocó en el centro de la estancia y la obligó a sentarse de un empujón.

Sentada únicamente con la camisola, los calzones, las medias y las botas, jamás se había sentido más avergonzada en la vida. Eso reavivó la furia que había sentido antes. Y el hecho de que la capitana estuviera allí delante de ella, admirando su trabajo, la intensificó todavía más.

--¿Cómo se llama tu tutor?

Apretó los labios y la fulminó con la mirada. ¿De verdad esperaba que contestase sus preguntas después de eso? Estaba demasiado furiosa como para tener miedo. La había tratado como una bruta, lo que confirmó la baja opinión que tenía del país.

Sin embargo, su silencio hizo que la capitana se inclinara hacia ella y dejara su cara a escasos centímetros, tras lo cual dijo en voz baja:

--No malinterpretes lo que está pasando, muchacha. Ahora eres mi prisionera y vas a contestar mis preguntas. Ya me arrepiento de haberte dejado eso—Le dio un tironcito indiferente a las cintas de la camisola—Pero se puede arreglar.

Siseó al escucharla. ¡Dios, y sería capaz! El miedo que había sido sustituido por la furia regresó con fuerza.

La capitana se alejó un poco para mirarla con detenimiento, y esos ojos verdes la examinaron a conciencia, prestos a percatarse del menor cambio en su expresión.  Ya no tenían nada de sensuales.  La tortura seguía siendo un método aceptable para sonsacarles información a los prisioneros en muchos países, y ese en concreto era menos ilustrado que la mayoría. ¿Habrían usado dicho método  con las otras impostoras? No, seguro que su padre no lo habría permitido… pero solo si se lo habían comunicado.

--¿Va a informarle a mi padre de mi presencia? ¿En algún momento? – preguntó de sopetón.

No obtuvo respuesta, hecho que reafirmó como ninguna otra cosa que solo ella era quien hacía las preguntas en esa celda. Aunque sí se movió para colocarse a su espalda. Eso debió de proporcionarle cierto alivio, ya que esos ojos ya no estarían clavados en su escaso atuendo, pero solo consiguió ponerla más nerviosa. En ese momento, sintió sus dedos deshaciéndole el recogido, a esas alturas bastante despeinado.

--¿Qué está…? –Levanto una mano para apartarla de su cabeza-- ¡Pare! No hay arma lo bastante pequeña como para esconderla en el pelo.

La capitana sostuvo delante de su cara una larga y afilada horquilla para el pelo.

--¿No?

Camila no se ruborizó, sino que insistió en su postura.

--Yo no lo considero un arma.

No obstante, tampoco hizo ademán de impedir que le quitara las demás horquillas. De hecho, agradeció que su largo pelo le cayera por el pecho, porque su camisola era tan fina que casi parecía transparente. Sin embargo, la capitana no apartó las manos cuando acabó. Sus dedos se movieron por su cuero cabelludo con demasiada sensualidad. Un escalofrío le recorrió la columna y la causa no era precisamente el frío que hacía en la celda.

Tanto así que la llevó a decir:

--Mi tutor es… Mathew Farmer. Lo llamo Poppie porque me ha criado. Creía que era mi tío, que mis padres murieron durante las guerras napoleónicas y que era el único pariente que me quedaba. Creía que éramos unos de tantos aristócratas extranjeros que habían huido a Inglaterra para escapar de las garras de Napoleón, que Poppie había luchado es esas mismas guerras. Sabía que éramos de Lubinia, pero nunca sospeché que mi vida entera fuera una gran mentira. Cuando cumplí los dieciocho años, Poppie no tenía la intención de contarme la verdad ni traerme de vuelta.

Esperaba que sus palabras hicieran que la capitana retomara el tema… y que le quitara las manos de encima, pero sus dedos seguían acariciándola cuando preguntó:

--¿Y por qué lo hizo?

--Porque se enteró de lo que estaba sucediendo aquí. Eso lo obligó a contármelo todo, aunque estaba seguro de que lo odiaría por ello.

--Para ponerle fin a una guerra antes de que comenzara.

Bien podría haber resoplado, ya que su voz dejó claro que no la creía. Camila intentó darse la vuelta para mirarla, pero ella se lo impidió con una mano en el hombro y otra en la nuca, y la obligó a seguir manteniendo la mirada al frente.

Aun así, preguntó:

--¿Por qué duda de un motivo tan noble como ese? Poppie no quería que su país se viera por culpa de unas mentiras que él podía echar por tierra. Quiere a su país, aunque todavía no entiendo por qué—El hecho de que le apretara el hombro le indicó que se había tomado sus palabras como un insulto. De modo que añadió a la defensiva—No es culpa mía que no comparta dicho amor. Cuando era una niña, Poppie renegaba de Lubinia, la describió como un lugar salvaje.

--¿Por qué?

--Porque quería que me avergonzara tanto que no le contara a nadie de dónde éramos en realidad.

--¿Por qué?

--Por si alguien venía haciendo preguntas… como los hombres de mi padre o sus enemigos.

--¿Así que te escondió del rey?

--Claro. Alguien me quería muerta. Así que Poppie no me iba a permitir regresar hasta saber que era seguro hacerlo.

Jauregui soltó una carcajada.

--¿Y cree que ahora es seguro?

--No, no lo cree. Pero mi presencia puede salvar muchas vidas, y eso se impuso a cualquier otra consideración. Además, va a lidiar personalmente con la amenaza de la que me ha protegido toda la vida, dado que mi padre nunca lo hizo.

Jauregui quedó en silencio un momento antes de decir

--Así que el mes pasado tu tutor hace añicos todo en lo que has creído en tu vida y te dice que eres de la realeza… ¿Y tú lo crees sin más? ¿Por qué?

--¿Está de broma?—protestó, dolida—No me creí una sola palabra. Era demasiado espantoso, demasiado…

--¿Es espantoso ser una princesa?—resopló.

Camila cerró los ojos. No había sido su intención contarle tanto. Sus dudas estaban haciendo mella en ella. Y tampoco le había quitado las manos de encima. ¡No debería estar tratándola de esa manera!

--¿No tienes una respuesta preparada, Camila? Si acaso te llamas así…

El duro tono de su voz que había empleado hasta entonces para asustarla se convirtió en un tono neutral. Sus manos la soltaron al mismo tiempo, aunque le recorrió el brazo con un dedo casi con indiferencia. Camila se estremeció. Tenía que ser por el frío. Era imposible que se debiera a la caricia.

--Piense lo que quiera—dijo, harta—de todas maneras es lo que va a hacer.

--¿Así vas a salvar vidas?

Abrió los ojos de golpe. La capitana tenía razón. No podía permitirse el lujo de rendirse.

Suspiró.

--Déjeme decirlo de esta manera, capitana. La incredulidad con la que me está atosigando… En fin, la incredulidad que me asaltó cuando Poppie me dijo que era una princesa de verdad fue cien veces mayor. Y se me dan muy bien los números, así que no es una exageración. Poppie me ha llamado “princesa” toda la vida, pero creía que era un apelativo cariñoso. Por supuesto que no creí que fuera la hija del rey de Lubinia. Pero tenga en cuenta una cosa: Poppie me quiere. Cambió de vida por mí. Jamás habría confesado lo sucedido de no ser verdad.

--¿Por qué?

--Porque estaba seguro de que lo odiaría.

--¿Por raptarte de este palacio hace dieciocho años? Es lo que te dijo, ¿no? ¿O acaso no estuvo involucrado en el rapto? ¿El hombre que te crio solo conocía al secuestrador y se quedó contigo?

Estuvo tentada de mentir, de eliminar el crimen de Poppie… y evitar el ávido interés de la capitana. Sin embargo, Poppie le había dicho que contara la verdad, y debía confiar en que solo de esa manera la llevarían con su padre.

--No, fue Poppie quien me raptó de la habitación infantil del palacio, aunque no era su misión. Le habían pagado para que me matara.

--¿Dónde está ahora?

--No lo sé.

--¿Dónde está?

--¡Le juro que no lo sé! Nos hemos alojado en una posada a las afuera de la ciudad, pero me advirtió de que no lo encontraría allí. Se lo acabo de decir. Va a buscar a la persona que le encargó matarme hace dieciocho años.

--¿Cuándo te vas a dar cuenta de que no me gusta que me mientan?

De repente, volvía a estar delante de ella. ¿Para ver lo mucho que la había asustado con ese rápido interrogatorio? ¿O para que pudiera comprobar lo furiosa que seguía?

--He estado diciendo la verdad hasta ahora y seguiré haciéndolo. No me queda otra alternativa.

--Siempre hay una alternativa, y tienes que buscarte otra mejor si quieres salir de aquí algún día.

Camila se quedó en silencio. La capitana no iba a dejarla encerrada. No se atrevería. ¡Era la hija del rey! Pero de todas maneras comenzó a temblar, debido al frío y también al miedo. Claro que no iba a dejarle ver lo mucho que la intimidaba. El miedo la haría parecer culpable. Y ya no la creería.

Intentó pensar como lo haría una princesa. Intentó aferrarse a la indignación, que era lo único que debería sentir. Sin embargo, solo consiguió decir:

--Tengo frío.

--Tu comodidad no es…

--¡Tengo frío!

Olvidándose de la precaución, alzó la barbilla con gesto desafiante. La capitana soltó un juramento, salió de la celda y cerró la puerta de golpe tras ella. Lo último que esperaba Camila era que también le echara la llave.

Ipagpatuloy ang Pagbabasa

Magugustuhan mo rin

179K 13.9K 32
Enamorarse fue lo mejor y lo peor que le ha pasado a Camila. Lauren era hermosa, inteligente, apasionada y desafortunadamente para Camila, estaba cas...
495K 20.4K 31
Luego de 5 años sin tener contacto, Camila y Lauren piensan que su historia ha sido parte del pasado, pero el casamiento de Taylor las obliga a reuni...
43.5K 3.3K 5
❝A veces las chicas besan a otras chicas y a veces los chicos besan a otros chicos, puede haber leyes contra el amor, pero no hay reglas. La gente no...
442K 62.1K 42
Una sola noche. Dos mujeres lesbianas. ¿Un embarazo? ¡Imposible!