Mi vida intentando ser social

By Anyuli_2000

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A través de esta historia, una chica narrará su intento en caminar hacia la sociabilidad desde el colegio, su... More

PRÓLOGO
PRIMERA PARTE "EL DESCUBRIMIENTO" CAPÍTULO I Media Fortalecida
CAPÍTULO II Amor de mayo
CAPÍTULO III El refugio en grado octavo
CAPÍTULO IV Depresión amorosa
CAPÍTULO VI Un cambio de ambiente
CAPÍTULO VII Feria de proyectos
CAPÍTULO VIII Mi usb
SEGUNDA PARTE "LA CONQUISTA" CAPÍTULO IX El día decisivo
CAPÍTULO X Compañía imprevista
CAPÍTULO XI Paseo al Centro Histórico de Bogotá
CAPÍTULO XII Hablando con él
CAPÍTULO XIII Maravillosa reacción
CAPÍTULO XIV El juego de la conquista
CAPÍTULO XV El baile y la desilusión
CAPÍTULO XVI ¿Es cierto que te gusto?
CAPÍTULO XVII La horrible verdad
CAPÍTULO XVIII Encuesta: MI VIDA INTENTANDO SER SOCIAL
CAPÍTULO XIX Anyuli M.
CAPÍTULO XX Mafe C.
CAPÍTULO XXI David Esteban C.
TERCERA PARTE "LA ÚLTIMA ESPERANZA" CAPÍTULO XXII Un chico inesperado
CAPÍTULO XXIII Brallan G.
CAPÍTULO XXIV Mentirosa decepción
CAPÍTULO XXV Me caíste bien
CAPÍTULO XXVI Walter C.
CAPÍTULO XXVII Edwin Z.
CAPÍTULO XXVIII Natalia D.
CAPÍTULO XXIX Mateo V.
CAPÍTULO XXX Jireh G.
CAPÍTULO XXXI Josué R.
CAPÍTULO XXXII Jessica P.
CAPÍTULO XXXIII Andrés F.
CAPÍTULO XXXIV Lina M.
CAPÍTULO XXXV Daniel M.
CAPÍTULO XXXVI Sebastián A.
CAPÍTULO XXXVII Stiven C.
CAPÍTULO XXXVIII Laura L.
CUARTA PARTE "EL DIARIO DE LOS ÚLTIMOS DÍAS" CAPÍTULO XXXIX Kevin y la foto
CAPÍTULO XL Genial en bici
CAPÍTULO XLI Elian P.
CAPÍTULO XLII La fiesta promoción
CAPÍTULO XLIII Permiso de visita a mi casa
CAPÍTULO XLIV Entrega de banderas y ensayo de ceremonia de graduación
CAPÍTULO XLV Escape de casa
CAPÍTULO XLVI Un día antes del grado
CAPÍTULO XLVII La graduación
CAPÍTULO XLVIII Desde hacía tres años no te veía
EPÍLOGO

CAPÍTULO V El parecido de mi cantante favorito

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By Anyuli_2000

Durante los meses de vacío amoroso en mi colegio, asistí a un curso pre Icfes para prepararme a la próxima prueba de Estado que se realizaría en mes de agosto. Mi madre se aseguró de que fuera a un buen lugar para que me enseñaran lo mejor posible, pues en mi localidad de Bosa tal vez me toparía con unas caras, así que lo mejor sería que fuera lo más lejos posible. Mi madre tomó como opción llevarme a Chapinero, sabíamos que nos tocaba pagar el transporte de ida y venida de ambas, por seguridad no me enviaba sola, ya que al salir por la tarde era un poco peligroso, y una chica sola era un blanco perfecto para los borrachos, ladrones, drogadictos y peor aún, violadores.

En ese instituto había dos horarios los sábados, uno por la mañana de 8:00 a 12:00 am y el otro por la tarde de 1:00 a 5:00 pm. Ambas optamos por el de la tarde, ya que posiblemente me hubiera tocado Media Fortalecida los sábados y aunque, no tuve clases esos días, fue beneficioso para mí en dos aspectos: me levantaría más tarde sin necesidad de madrugar, y el otro, habría de encontrarme una sorpresa muy peculiar que sólo podía estar de 1:00 a 5:00 pm.

Habían pasado varias clases antes de que me diera cuenta. Para mí, era normal que en cualquier lugar me empezara fijar en los chicos más lindos. Y desde preescolar, el primer día había adquirido esa costumbre. En ese instituto, un chico no era la excepción y, de hecho, era el único apuesto y lindo de la clase. Se llamaba Emmanuel y empecé a fijarme en él, pero no era la única, pues todos los presentes lo miraban cuando participaba en clase. Primero, lo admiré su sabiduría y después en lo demás sin saber por qué exactamente al principio.

En una de las clases, un profesor pidió el significado de una palabra. Yo como era buena en descifrar significados di mi respuesta, sin embargo, no estaba completa y fue entonces que Emmanuel levantó la mano dando un significado parecido al mío. Entonces el profesor dijo que ambos habíamos aportado a la respuesta correcta y ambos nos miramos, yo ruborizada bajé mi mirada; me estaba empezando a gustar y no quería que se diera cuenta.

Tenía como costumbre escuchar música en el largo trayecto de ida y de venida, y como desde un principio lo supuse, era extraño pensar que era susceptible a ciertas cosas como, por ejemplo, escuchar alguna canción de mi artista favorito implicaba que no iba a hablar con Emmanuel. En efecto ocurrió tal como lo indicaba y una vez, luego de muchas, al fin no había escuchado ninguna canción de él, y fue cuando, una ironía dentro de mí creyó hacerse el control de mi destino.

Ese día fue lluvioso y lleno de charcos por doquier, una normal característica de Chapinero para los que frecuentaban el lugar, excepto yo. Llegué mojada de pies a cabeza, incluidas especialmente mis botas preferidas que habían cambiado su color beige a uno más oscuro, reflejando la entrada inocente a un charco profundo. Mi tía (uno de los pocos días en que mi mamá no podía llevarme) no sufrió de la lluvia tanto como yo, ella se había hecho cargo de la sombrilla y era obvio que no sintiera consecuencias en su cabello.

Una vez que entré al salón, él no había llegado, pero algo me decía que era mi día. Luego de terminar la clase de una materia, empezó la otra. Nos tocó reunirnos en grupos, y por suerte mía, tenía una amiga y él se ubicó cerca, dando como resultado, unirnos los tres. No sé si hubiera sido por efectos de imaginación mía, pero noté que él me miraba con ese aire de curiosidad que tanto me gustaba observar y me tranquilizaba saber que un chico tan lindo se fijara en mí, de hecho, era el más apuesto que había visto en toda mi vida y admirando su rostro una vez más, mis sospechas confirmaron algo de mi más grandioso gusto.

Desde ese entonces, quería decirle que se parecía a mi cantante favorito, pero nunca hubo el momento de decirle con tranquilidad. Pasaron los días y por cosas del destino, el número trece me perseguía siempre, afortunadamente para darme buena suerte, y un sábado de mayo no sería la excepción. Llegué y de antemano había decidido sentarme en un puesto cercano a donde Emmanuel supuestamente se sentaba siempre, pero fue mejor elección quedarme donde normalmente me ubicaba —un poco lejos de él. —Pronto llegó mi amiga Paula que se sentó al lado mío y le relaté de lo que habíamos visto la clase pasada, pues ella no había podido asistir.

Todos, al menos la mayoría, había llegado, pero Emmanuel aún no y, posteriormente, empezó la clase sin muchas esperanzas de verlo. Por costumbre, algunas personas llegaban tarde y él desde hace un tiempo también lo hacía. A la media hora se encendió mi corazón y me tranquilicé, pues sentía morirme en vida, me estaba preocupando de que algo malo le hubiera pasado y los minutos se hacían horas hasta que llegó él, todo caballeroso disculpándose con la profesora por haber ingresado tarde. Sin embargo, la espera valió la pena, pues sólo quedaba disponible un puesto detrás de la primera fila, y aquél estaba detrás de Paula.

Durante las cuatro horas de clase intensiva, en ningún momento había descanso, mientras un profesor se iba el otro llegaba y casi no había minutos de respiro. Ese día era de milagros, ya que la profe nos dio diez minutos de descanso y fue la oportunidad perfecta para hablar con él. Sin embargo, me dio pena y seguí hablando con mi amiga, pero no de cualquier tema. Le conté que en el salón había alguien que me gustaba y se parecía a mi cantante favorito. También saqué mi celular BlackBerry prestado y le mostré la foto.

—¿Aquí?... ¿Y quién es? —preguntó ansiosamente Paula por saber quién era el chico parecido a mi artista favorito.

Me puse nerviosa y le respondí que después le diría, pues estaba muy cerca y podía escucharnos. Ella miró por encima de su hombro a todo su alrededor y no vio a nadie, entonces me dije entre mis adentros: —si supiera que está atrás, lástima que en ese instante esté recostado con sus brazos en el puesto. —Sin embargo, me puse muy roja y cuando él cambió de postura, me miró y aún seguí roja como antes —o al menos eso creía yo. —Entonces, él para distraerse, se puso a hablar con unos amigos interesados —siempre le pedían ayuda —detrás de él.

Segundos después me sorprendió una pregunta de Paula que cambiaría el transcurso de las clases de ese día.

—Oye... ¿sabes cómo se llama el chico de atrás?

—Emm... —Al ser la admiradora número uno, era evidente que sabía su nombre completo, pero en vez de decirle se me ocurrió una mejor idea. Primero, le toqué la mano y él se volteó rápidamente como si hubiera estado esperando el momento. Como segundo, le pregunté su nombre.

—Emmanuel.

—Ah bueno, ella me preguntó —entonces señalé a mi amiga dándole la oportunidad para hablar.

La conversación de nosotras dos adquirió un nuevo participante y empezamos a hablar de cosas triviales. Empezamos hablando sobre la clase tan mala de matemáticas que teníamos con ese profe que medio enseñaba. Enseguida le dije lo más o menos en cómo entendía esa materia y le pregunté a él y ella cómo les iba. En ese momento no sabía a quién mirar, los observaba a los dos, pero cuando lo miraba a él no podía reaccionar. Luego le pregunté a él como le había parecido el nuevo profesor de física de la vez pasada —me asustaba cómo explicaba la vida, pues dijo que nos abriría los ojos— y Emmanuel me dijo que nos trataba como estúpidos, pero que nos enseñaría muy bien y yo asentí en su opinión.

Después llegó la profesora anunciando el fin del descanso y Emmanuel que empezó a hablar de nuevo con sus amigos interesados, recibió un regalo sorpresa por parte de la profesora de ciencias naturales, por saber el tema de la clase sobre la célula. Yo en mi lugar estaba muchísimo más admirada por él y era justificable, hasta los profesores lo halagaban con dulces. Tiempo después, seguíamos en la misma clase, y una chica que estaba al lado de él y atrás mío, se acercaba pidiéndole explicaciones del tema a él muy de cerca. Eso me provocó tantos celos que me puse a rayar el cuaderno y darle más la espalda, no es que fuera celosa, pero los sentía ya que él se había vuelto importante para mí.

Por fortuna, al fin terminó esa clase para dar paso a la física, detestaba que esa chica le siguiera pidiendo ayuda. Todos posiblemente pensaban que el profesor de la vez pasada nos enseñaría, o tal vez no, ya que el profesor nos había avisado que no asistiría la próxima clase, debido a que le tocaba dar conferencias con una universidad, pero el dilema era ¿cuándo sería esa próxima clase? Creyendo las siguientes dos horas muy aburridas, vino un profesor moreno todo alegre a abrirnos los ojos de una buena manera. Se inició la clase con tanta confianza que, cuando llamaron a Emmanuel, él respondió que no lo llamara John, que no le gustaba. Ahí fue donde aprendí que algunos nombres no riman con sus apellidos, el profesor dio un ejemplo con el nombre Arnold y el apellido Peña, a Emmanuel le dio risa y me contagió a mí, pero reí suavemente y no con la carcajada que él soltó.

No sé si fue el buen ambiente, pero Emmanuel me miraba y me decía cosas que pocas veces escuchaba con atención debido a mi felicidad, y sólo le devolvía con una sonrisa. El profesor seguía llamando a lista y llamó a dos hermanos que parecían ser gemelos de verdad, así que aprovechó y se refirió a otros dos gemelos en un programa de televisión. Todos se rieron, pero yo inocente del tema, con ayuda de un gesto, le pregunté a Emmanuel y él me respondió preguntando si no había visto ese programa de los gemelos en Discovery, yo le negué admirada con mi cabeza y él agachó su mirada, sonriendo con un gesto de timidez. Luego, como nos acordamos de que éste era un día trece, y casualmente, el día de la presentación del examen Icfes era también un supuesto día trece, pero de agosto. Entonces, mencionó Emmanuel mirándome, un poco preocupado de que ese día fuera malo —si supiera que el trece me da buena suerte—, no le dije acerca de ello porque ya había empezado el profesor a hablar de otro tema. En fin, él me prestaba tanta atención que me imaginé en el paraíso al lado de él.

Ya faltaba poco para terminar la clase, cuando el profesor molestó a Emmanuel. Todo empezó cuando el profesor nos ordenó que habláramos a cualquier dirección sin mirar a nadie. Todos hablamos sin sentido, cuando de pronto, Emmanuel protagonizó el escenario gritando sin control haciendo que todos nos riéramos incluido el profesor. Nada malo le sucedía a Emmanuel, pero fue el motivo por el cual dijera que tenía convulsiones y lo tratara de esquizofrénico. De esta manera y con mucha risa se terminó la clase de ese día.

Emmanuel bajó las escaleras acompañado de un amigo suyo que no era interesado y escuché que le decía al otro que el profesor se daba mucha garra al expresarlo a él como si padeciera de esquizofrenia. Yo que bajaba las escaleras delante de ellos quería hablarles, pero me detuve y no lo hice porque mi mamá ya estaba afuera, y si me veía con ellos haría muchas preguntas que no quería responder. Lo que no logré de ese día fue decirle acerca de su parecido a mi artista favorito. Luego, no sé por qué otra vez me había puesto susceptible, pues escuché sólo una canción de mi artista preferido, donde él decía que tenía que partir ya que la chica que él amaba le interesaba otro. En mi caso no era cierto, sólo me gustaba el otro porque se parecía a él y si tuviese que elegir a uno de los dos, siempre me iría con mi cantante favorito.

Pasaron los días y no volvimos a hablar. Las casualidades no volvieron y sentí que todo lo bueno no debía terminar de una vez, no podía ser posible que mis sentimientos debieran acabar de una vez. Tal vez lo que había vivido era una ilusión, parecía haber estado soñando ese día, porque si era realidad debía repetirse. Posiblemente pasaría un último sábado donde esa ilusión volvería nuevamente para quedar marcada para siempre en mi memoria. Estaba tan trastornada que no pude hacer nada en esos momentos, sólo decirle a Paula que el chico parecido a mi cantante favorito era Emmanuel, ella me respondió que se parecía... pero sin gafas, y asentí. Ella tuvo razón, porque un sábado anterior había observado a Emmanuel desde el otro extremo del salón con su grupito de amigos por interés, entonces, ellos le pidieron a él que se quitara las gafas y se las quitó; de pronto, vi su rostro angelical, tan hermoso que no pude hacer más que admirar y contemplar su belleza. Además, su semejanza con mi cantante favorito era enorme: su cabello corto y negro oscuro, sus ojos de color café claros, su piel blanca y brillante, su porte, su ropa y actitud. En resumen, eran tan similares que casi lloré de la emoción.

Llegó el sábado veintidós de julio, un día común donde yo no estaba preparada y tocó llenarme de coraje para afrontarlo. Pensaba sentarme en mi puesto de siempre, pero cambié de idea y fui al lugar donde alguna vez Emmanuel se había sentado a ilusionarme. Todos o al menos la mayoría llegaron, incluido él, se sentó atrás mío; buena elección sentarme ahí ese día. Por la parte de Paula, se sentó en el mismo lugar y estuvimos cerca también. Luego de la sorprendente e inesperada clase del profesor de física (el de las conferencias con una universidad), llegó un profesor nuevo sin saber qué materia enseñaría. No sé cómo empecé a hablar con Emmanuel, pero tal vez fue porque él hablaba con otra chica al lado de él y quise imponerme diciendo una cosa tan graciosa que hice partir a los dos de la risa.

—Oigan, ¿no se les hace parecido este profesor al de sociales de la vez pasada?

No pensaba hacerlos reír, pero esa fue la forma de dar una buena impresión sin necesidad de ocultarme a rayar el cuaderno y dar la espalda. A veces, he tenido la extraña sensación de confundir a personas flacas con personas gordas y aunque parezca chistoso, me ha causado momentos de pena intensos. Una vez, en el colegio necesitaba a Yomary y, de pronto, me pareció que estaba de espaldas hablando con Kevin, así que fui a hablar toda emocionada y cuando me acerqué, vi a Kevin que me observaba fijamente. La chica que estaba hablándole no era Yomary y me asusté tanto que no pude hacer más que irme lentamente, pues estaba entrando en terreno privado y de personas que no conocía aún.

Regresando al día de la confusión del profesor, pasó algo parecido. Sin embargo, no sentí la adrenalina de la mirada de Kevin, sino todo lo contrario, una explosión de risa de mis compañeros. Temí que pudiera estar alterando la clase, pero el profesor hasta ahora estaba alistándose para recibirnos. Éste último era más delgado y con rostro más serio, pero como era calvo no pude evitar hacer el comentario. Luego de las carcajadas, tuvimos una clase dinámica donde nos tocaba hacernos de a parejas y me integré con Paula que me había pedido el favor. Mientras tanto, Emmanuel se hizo con otro chico sin darse cuenta que así tranquilizaba mis posibles celos.

Una vez organizados los puestos de forma tal que quedáramos al frente de nuestra pareja, irónicamente, quedé de espaldas con Emmanuel, tan cerca, pero tan lejos de ver nuestros hermosos rostros, tan juntos, pero tan distanciados de tener una conversación privada que, a pesar de estar feliz, no era algo completo, pues no podía contemplar su rostro ni hablar con él estando de esa manera. Esa clase se trató de filosofía, pero no de ponerse a pensar sobre el origen del universo, ni mucho menos su fin. El objetivo era: el compañero que estuviera detrás de la pizarra tenía que dibujar una imagen que aparecía allí sin verla y según las instrucciones de su compañero (que debía tener las manos abajo y sólo podía hablar), hacer esa imagen lo más parecido posible como se mostraba en la pizarra.

En mi caso de dibujar, no era difícil, pues desde pequeña he aprendido el arte de dibujar y todos quedaban sorprendidos de mi talento. Sin embargo, la meta no era hacer el mejor dibujo, sino aprender a recibir instrucciones, y utilizar nuestras capacidades para aprovecharlas al máximo. Después de que Paula y los de su bando terminaron, los de mi bando pasaron hacia atrás de la pizarra para hacer otro dibujo. A pesar de que todos hiciéramos nuestro mayor esfuerzo al dibujar, de acuerdo con las instrucciones del compañero, había detalles que eran difíciles de expresar y no se logró a un resultado totalmente acertado.

Luego hicimos un examen de lectura crítica y al momento de responder las preguntas de un texto, vino una chica de coordinación para decirnos que ésta era la última clase. Todos nos sorprendimos, pues se suponía que la última clase era el cinco de agosto, y con el paro, recibiríamos un sábado o dos sábados extras; además de posponerse la fecha de la presentación del examen Icfes al veintisiete de agosto. Llegué a concluir que era cierto, y sin alegría recordé que el veintinueve era receso y el próximo sábado era el cinco de agosto, ese día presentaríamos el examen final de simulacro Icfes ahí mismo. Sin embargo, lo que nunca me aclaró fue el no recibir los sábados extras que ellos habían acordado al principio de las clases.

Tenía que hacer mi más grande desafío y no podía llegar a casa sin haber logrado mi propósito. No quería nunca olvidarme de él y que él tampoco se olvidara de mí, tendría que aprovechar esa última media hora al máximo, y conseguir ese sueño pensado de hace unos meses atrás, fuera como fuera. Al momento de calificar los exámenes, Paula calificó el mío y yo el de ella, pues ella se anticipó a intercambiar nuestros exámenes. Hubiera querido intercambiar mi examen con Emmanuel, pero tampoco veía tan necesario rayar una hoja cuando podía impresionarle mejor. Inmediatamente después de calificarnos lo exámenes de veintitrés preguntas, supe que Paula había sacado trece, Emmanuel quince y yo diecisiete, aunque al principio sospechaba que él sacaría más que yo. Esto fue una pequeña satisfacción, pero no suficiente porque el profesor hubiera esperado más respuestas correctas. Más tarde, de acuerdo con un texto, el profesor preguntó quiénes ya se habían enamorado alguna vez, la mayoría murmuraron asintiendo, pero Emmanuel mencionó firmemente que él nunca se ha enamorado. Yo iba a asentir también, pero no lo hice, el comentario de Emmanuel me había dejado paralizada, no sólo por su respuesta, sino también por sentir que él me había mirado mientras lo decía, pues percibí la dirección de su voz hacia mi presencia. Dentro de mi pensamiento, le dije a él sin voltearlo a mirar: —me he enamorado muchas veces, incluso hay alguien aquí que me hace sentir de esa manera, ¡tú, Emmanuel... sí! Tú me quitas la respiración cada vez que veo tu rostro tan parecido a mi cantante favorito.

Al terminar la clase, salí con mi amiga Paula a ver el cronograma, pero no me sentía bien, de pronto, sentía que era el momento de actuar. Observé a Emmanuel que estaba a punto de bajar con sus amigos por interés. Dejé ahí a mi amiga sin despedirme y bajé tras él. No sé cómo le toqué el hombro y se me pararon los pelos de punta.

—Hola. Oye... quería decirte que te pareces mucho a mi cantante favorito. Y no sé, me gustaría tomarme una foto contigo para decirle a mis amigas que en serio te pareces... —No sé por qué le dije "amigas", pero sí, tenía a Daniela para contarle—. ¿Sí, te gustaría?

—Sí, claro.

—Bueno... mmm de por casualidad... —A Emmanuel lo había visto con un celular más fino que el mío, así que le pregunté—: ¿tienes tu celular para tomarnos la foto?

—Sí, pero no toma buenas fotos... —sacó del bolsillo su celular y me lo mostró para que le creyera, por tanto, vi mi rostro en su cámara y evidentemente parecía más borrosa que la mía de mi BlackBerry—. ¿Ves?

—Bueno, está bien. Tomémonos una foto con el mío.

En ese instante, mientras sacaba mi BlackBerry, apareció Paula, mi amiga olvidada por mis pensamientos de vida o muerte, y se despidió de nosotros de beso en la mejilla y se fue alegre. Después de esto, me dispuse a tomarme la foto con él. Una vez miramos la foto y di mi aprobación, él se disponía a irse diciéndome adiós. Sin embargo, me acerqué y le di un beso en su mejilla para realmente despedirme de él. Mientras todo esto ocurría, sus amigos interesados se quedaron ahí parqueados mirando bobamente, y aún, después de despedirme de Emmanuel, seguían mirándome. Sin verlos, yo por mi parte, fui al baño y allí contemplé el recuerdo que duraría siempre, siempre y cuando lo tuviera bien asegurado y que no corriera el riesgo de que se borrara o eliminara accidentalmente.

Cuando salí, ya mi mamá estaba esperándome y al momento de encontrarme con ella, pasó Emmanuel y su amigo no interesado. Justo una reja nos separaba y había dos caminos, uno que directo iba a donde mi mamá y el otro, donde me acercaría un poco a Emmanuel. Después de una momentánea indecisión y dejándome llevar por los nervios y la pena que aún sentía, elegí el primer camino: el más corto. Fue una decisión que al principio me satisfacía, y luego, más tarde, no tanto. No era el simple hecho que no lo volviera a ver, sino que no le hubiera preguntado si tenía Facebook o número de teléfono para contactarlo. Mis nervios y mi pena no me dejaron pensar en lo que debía decirle, al menos logré tomarme una foto con él, era lo más fundamental que debía hacer y eso me calmaba.

El cinco de agosto no fue un día bueno. Había tenido ilusiones de ver a Emmanuel en el examen final, pero el destino no quiso cumplir mis deseos y los tiró a la basura. Ese día tenía que salir muy temprano a coger el bus y lo hice sin mucho afán, sobre todo yo, porque mi mamá procuraba que llegáramos lo más temprano posible. Desgraciadamente la ruta no llegó a tiempo y, luego de tanto esperar y ver que no llegaba, decidimos ir en Transmilenio que se demoró mucho peor. Allí, entre tanta gente nos empujaban y nos pegaban bastante, tanto que a mi mamá se le salió la rabia y empezó a atacar como una fiera a todo el mundo. Adentro decidieron calmarla, y poco a poco, asegurándole que ya estábamos adentro, se calmó.

Evidentemente, una vez que llegamos, eran las 10:00 am, dos horas tarde, por tanto, no terminaría la prueba a tiempo y sólo tendría la mitad del tiempo diseñado para hacerla. En coordinación me dijeron que era razonable presentarla otro día y aún, aguantando mi estallido de furia incontrolable, me calmé aceptando mi desdicha. Pasé por mi salón sin entrar en él y aunque hiciera un máximo por ver sin que se dieran cuenta, no alcancé a ver a Emmanuel por ahí cerca y sólo una chica pegada a la puerta se dio cuenta de mi presencia.

No creía pensar que no volvería a verlo en persona, su foto de ahora en adelante sería mi recuerdo más valioso de él. No obstante, tenía la esperanza de verlo algún día, donde seguramente habría de ser médico, pues cuando los profesores nos preguntaron varias veces de lo que queríamos estudiar, Emmanuel siempre había mencionado que quería estudiar medicina. Seguramente, con lo inteligente que era, lograría serlo y mucho más. Con su contacto, le hubiera contado el nombre de mi cantante favorito y más tarde, haberle averiguado dónde presentaría el Icfes, cuánto puntaje habría sacado y en cuál universidad estudiaría. No sé si llegaría a saberlo algún día. El destino será quien decidirá si encontrarme con él para no volverlo a perder, o si no, ser uno de los tantos chicos que en la vida han pasado, pasarán y no tendrán futuro a medida que pase el tiempo. Excepto por esa foto, mi tesoro único y eterno, el primero de mi colección... el primer parecido de mi cantante favorito.

En cuanto a Paula, fue muy distinto. Ya le había pedido mucho antes su contacto, así que pudimos planear y lograr vernos el veintisiete de agosto. A ella le tocaba presentar el examen cerca adonde me correspondía y junto con mi madre, la encontré con su mejor amiga de la escuela que, curiosamente, también le había tocado en el mismo lugar. Nos encontramos al medio día, luego de la primera etapa del examen para ir a almorzar. Con mi madre no fue un lío encontrar un restaurante a un buen precio, y una vez almorzadas, nos encontramos con Paula y su amiga que, lamentablemente, conversamos por un tiempo muy breve, pues ellas aún no habían encontrado un sitio para almorzar. Nos despedimos cerca del restaurante donde había almorzado con mi madre y después, entré a la misma universidad donde me había tocado presentar la primera etapa del examen, la cual era medianamente más fácil que la segunda que iba a presentar durante toda la tarde de ese domingo.

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