Meliflua

Bởi xaturna

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¿Quién creería que un simple hashtag era lo suficientemente poderoso como para hacer que una escritora termin... Xem Thêm

ANTES DE LEER
E P Í G R A F E
P R E F A C I O
CAPÍTULO 01
CAPÍTULO 02
CAPÍTULO 03
CAPÍTULO 04
CAPÍTULO 05
CAPÍTULO 06
CAPÍTULO 07
CAPÍTULO 09
CAPÍTULO 10
CAPÍTULO 11
CAPÍTULO 12
CAPÍTULO 13
CAPÍTULO 14
CAPÍTULO 15
CAPÍTULO 16
CAPÍTULO 17
CAPÍTULO 18
CAPÍTULO 19
CAPÍTULO 20
CAPÍTULO 21
CAPÍTULO 22
CAPÍTULO 23
CAPÍTULO 24
CAPÍTULO 25
CAPÍTULO 26
CAPÍTULO 27
CAPÍTULO 28
CAPÍTULO 29
CAPÍTULO 30
CAPÍTULO 31
CAPÍTULO 32
CAPÍTULO 33
CAPITULO 34
CAPÍTULO 35
CAPÍTULO 36
CAPÍTULO 37
CAPÍTULO 38
CAPÍTULO 39
CAPÍTULO 40
CAPÍTULO 41
CAPÍTULO 42
CAPÍTULO 43
CAPÍTULO 44
CAPÍTULO 45
E X T R A
A G R A D E C I M I E N T O S

CAPÍTULO 08

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Bởi xaturna


Los días y las clases pasaron rápido, en la espera de la gran fiesta anunciada por doquier, o quizás era solo era así para mí, últimamente tenía mucho entretenimiento del que había experimentado en -probablemente- toda mi vida. Inna iba a buscarme todas las mañanas antes de entrar a clase, me acompañaba a almorzar y algunas noches me invitaba a su apartamento a ver friends, aunque siquiera me gustaba, pero era lindo tener compañía, o pretender que no entendía los remates de los chistes, para que ella buscara maneras... extrañas de explicármelos.

Por otro lado, Emily había estado envolviéndome constantemente en cuestionamientos sobre mis libros, mis personajes, e inclusive mis lectores más fieles. También me preguntaba diariamente si había vuelto a recibir otro mensaje de aquel número desconocido, luego de habérselo informado solo para confirmar que no me odiaba tras el beso con Rayhan... De igual forma, yo había asumido que el mensaje podía ser una distracción, (teniendo cuenta que solían serlo en mis libros) para llevarnos por el camino contrario a las respuestas; va, más bien llevarlos, porque yo no estaba siendo para nada incluida en la investigación, por fuera de los interrogatorios. Pero tampoco me quejaba, sabía que le estaba restando más importancia de la que debería, pero no era un tema en el que quería estar hundida diariamente. Inna me aportaba alejándome de todo aquello que me carcomía durante los silencios. Inna no conocía el silencio.

Emily tan solo se había comunidado conmigo -por fuera de las muertes- para rogarme que, al igual que todos los trabajadores del periódico, llevara el disfraz un rojo que nos representaba como "la resistencia". No sabía a qué nos resistíamos, pero era una buena excusa para no pensar demasiado en el disfraz.

No sabía si me quedaba bien. No era más que un traje rojo.

La puerta del baño no conseguía ahogar el sonido de la música, y noté que se volvía algo -aún- más imposible cuando tantas chicas entraban y salían en cuestión de segundos.

La pantalla de mi celular vibró sobre el lavabo y se encendió, comunicándome que una notificación acababa de llegar. Era un mensaje, supuse que de mi compañía telefónica, pero la idea de que fuera aquel "anónimo" me aterró un poco. Lo desbloqueé con algo de torpeza, hasta que visualicé el nombre de Ann en mi pantalla. Igualmente aquello no cesó mi tensión, menos cuando me detuvo el mensaje.

"Resubí esa historia en la q t mencionaron sobre un beso. Es buena propaganda ;)"

Lo primero que pasó por mi cabeza era el beso con Rayhan. No había forma de que fuese relacionada con otro beso, porque no existía. Corrí instantáneamente hacia mi cuenta de instagram.

La mención de mi usuario en la historia de @innapasternaka me hizo fruncir el ceño. ¿Nos había tomado una foto en aquel momento? Había intentado olvidarlo estos días, con absoluta sinceridad; no me había ayudado nada para comenzar con el libro. Por suerte mi padre no había vuelto a insistir.

Hoy es el día de los besos robados! ¿Quién tendría que animarse?

@miaapepper @miaapepper @miaapepper @miaapepper"

Me detuve unos segundos a contemplar la historia. Me dio hasta gracia cuando percibí mi relajación automática. ¿A quién iba a robarle un beso justo yo? Reí rodando los ojos y guardé el celular en uno de mis bolsillos.

Abrí la puerta para salir del baño y, en cuanto lo hice, el movimiento del gentío junto con la música me volvieron a invadir. El sonido estaba mucho más alto de lo que yo había supuesto. Habían adolescentes ingresando al salón de fiestas, mientras otros bailaban, otros cantaban y algunos otros compraban bebidas y charlaban. No reconocía a absolutamente nadie. See sintió un poco aterrador saber que estaba rodeada de extraños.

—¡Espérame!— el grito de la rusa me detuvo. Volteé en su dirección, y ella trotó tras mí.

—¿Cuál era nuestro grupo?— le cuestioné cuando llegó a mi lado, con la voz lo suficientemente alta como para no camuflarse con la música.

El grupo se trataba de nuestra función en la fiesta: el grupo uno atendía a los invitados, el grupo dos trabajaba en los alimentos durante las primeras tres horas, el grupo tres limpiaba el local, el grupo cuatro trabajaba en los alimentos luego del grupo dos, etcétera, etcétera, etcétera. No me interesaban los puntos, y a Inna tampoco, su familia tenía el dinero suficiente como para no preocuparse; pero jamás me detuve a preguntarle porqué estaba en aquel grupo. Y yo simplemente seguía trabajando porque me había comprometido a ello, y porque tener actividades constantes me servía como exxcusa para no sobrepensar.

Continué buscando a nuestros compañeros en la fiesta.

—Creo que estábamos en el tre...

Me volví hacia ella, cuando noté que no había terminado la oración. Ella me observó y apuntó con su cabeza hacia la puerta, intentando que yo mirara en aquella dirección, y lo hice.

—Ese chico trató de besarme el año pasado en la fiesta de aniversario— explicó gritando—. Estuve a punto de besarlo, pero la cula llegó antes.

—Culpa— corregí un poco más bajo, quitando mi mirada del chico, sin prestarle mucha atención—. ¿Estábamos en el grupo tres?— insistí.

—¿Qué hago si lo vuelve a intentar?— cuestionó ella, demasiado cerca de mi oído.

Regresé mi vista al frente suspirando, y volví a buscar compañeros de nuestro grupo; por suerte -casi- al instante, me encontré con la jefa del periódico escolar dando órdenes.

Me volví hacia Inna y entonces fui yo la que se detuvo a centímetros de su oreja, buscando darle una respuesta y no dejarla inmersa en la duda. A pesar de que la respuesta resultaba obvia para mí, y de seguro también para ella.

—Decile que no querés.

Volví a voltearme hacia la pelinegra, pero ahora con intención de llegar a su lado y comenzar a trabajar. Inna me detuvo colocando su brazo frente a mí, y yo giré hacia ella con lentitud.

—¿Y si quiero?— indagó, quitando su brazo.

La observé por unos segundos.

—Hacelo, Inna— le contesté, aunque básicamente grité.

Comencé a caminar en dirección a Emily, y sentí a la rusa seguirme el paso.

—¿Y mi novio?— replicó con el mismo tono.

No volví a mirarla al oírla hablar, y Emily ya no estaba. Me quedé parada en el lugar, buscando a la periodista en los alrededores.

Inna permaneció a mi lado a pesar de no recibir respuesta, aunque quizás entendió que no me correspondía decidir por ella.

No enontré a Emily, y no estaba segura de si me apetecía seguir buscándola por todo el lugar. Suspiré y comencé a caminar hacia en unos sofás, que se encontraban al rincón del club. Me senté en un sofá doble, e Inna se dejó caer a mi lado, acompañando su caída con un suspiro -demasiado- dramático. Estuvimos algunos minutos observando a los adolescentes bailar y tarareando algunas letras conocidas, pero sin volver a charlar.

Le había tomado bastante cariño a la rusa, en esas dos semanas que compartimos como compañeras -o hasta amigas me gustaría decir-, pero era muy dependiente a las opiniones de los demás con respecto a sus decisiones, eso causaba mucha responsabilidad en mí. No quería arruinarle la vida y luego sentirme responsable cuando la viese llorar. Si quería andar con otro chico teniendo novio, que lo hiciera, al fin y al cabo su vida era una, cuando se terminara se iba a arrepentir de no hacer lo que deseaba.

—¿No quieres ir a bailar?— me habló luego de un rato.

Negué con la cabeza en su dirección.

—Bueno, estaré con Nancy— señaló a la organizadora disfrazada de Ariel.

Asentí en su dirección y ella me dedicó una leve sonrisa antes de marcharse.

Por mi parte contemplé a las estudiantes divertirse durante un rato, hasta que el sueño me entró y decidí enfocarme en la entrada del establecimiento. ¿El asesino vendría, verdad? ¿Pero entonces cómo sabría quién era?

Suspiré.

Mi compañero de habitación ingresó por la entrada, casi una hora y media tarde.

Liam llamaba la atención. Quizás él creía que con su capucha y auriculares automáticamente pasaba desapercibido, pero no era así, en realidad solo te provocaba querer saber más cosas sobre él. Así que, con su traje negro remangado y una máscara de La purga colgada en su codo, llamó mucho más la atención. De hecho, puedo jurar que, por un segundo, toda la fiesta se centró en mi compañero de habitación.

Él se detuvo por un segundo, analizó el lugar, y -aparentemente- concluyó que no había nada ni nadie interesante, por lo que finalmente caminó hacia mí; no por el hecho de ser yo, claro, sino porque era el sector en donde estábamos los "aburridos", y éramos unos cuantos.

Noté que llevaba una botella de vidrio en su mano izquierda.

Guardó su celular en un bolsillo, tomó un trago de aquello que traía y sin mirarme se sentó a mi lado. Para no sentirme muy incómoda comencé a revisar mi celular, ya que la tensión de aquella vez seguía revoloteando en mi cabeza, aunque quizás él ya lo había olvidado. ¿Debería avisarle a Emily que Liam había ingresado con una bebida sospechosa? Aquello podría comprometer el internado, y la escolaridad de los estudiantes encargados de la organización.

—Me contaron que besaste a Rayhan— la voz de Liam me interceptó.

Me detuve a mí misma para tomar aire y luego volteé a su dirección, con el ceño fruncido.

—Hace semanas me odiabas y ahora te interesa lo que hago...— le contesté con algo de ironía.

Agradecía que la música no llegara tan alta a esa zona.

—¿Qué?— cuestionó él, tras unos cuantos segundos, en los que ninguno volvió a hablar.

—Nada...— murmuré, y regresé mi vista al frente.

Supuse que la conversación no iba a continuar cuando noté que se volvió hacia al frente, pero casi al instante volvió a girarse en mi dirección.

—Sería un desperdicio de tiempo odiar a alguien, ¿sabes?— aparentemente me corigió. Lo miré—. Solo lo comentaba porque no deberías juntarte con ellos. No es personal.

Tomé un segundo en procesarlo.

Bien, podría ser que no me "odiara", ¿pero iba a seguir sin pedirme perdón? ¿Y quiénes eran "ellos"? Solamente había besado a Rayhan. No sabía que información él creía tener, pero evidentemente se la habían transmitido mal. Lo normal con los rumores.

—¿Ellos?— repliqué—. Estás bastante exigente con mis juntas. Más teniendo en cuenta que ni siquiera nos conocemos, ¿no? Un poco raro, si me dejás decirtelo.

Eso sí que no me lo contestó, siquiera volvió a dirigirme la mirada, por ende no habíamos vuelto a hablar, lo que me parecía mejor.

Liam se escabulló entre las personas al cabo de unos minutos y yo me distraje contando la cantidad de gente con disfraz de conejo; eran al rededor de ocho los que había llegado a visualizar y no entendía porqué tanta cantidad. ¿Estaba ese personaje en alguna serie de moda?

El Badiaga menor resaltaba entre las demás personas al no llevar disfraz puesto, hacía un rato ya que lo había estado observando. Caminaba -muy- lentamente entre los adolescentes que bailaban, mientras que en simultáneo movía un poco sus hombros, disfrutando la música al parecer. De todas fromas no entendía porqué se desplazaba tanto, o al menos no lo entendí hasta que bajé mi vista y comencé a visualizar intercambios entre las manos de Nibbas y algunos estudiantes desconocidos.

Me incliné un poco hacia adelante, con la intención de poder ver mejor, hasta que noté que -finalmente- se había quedado en el mismo lugar. Elevé mi mirada hacia su rostro y lo encontré observándome, con su típica mirada indiferente, prolongada. No quité mi vista de la suya y él elevó sus cejas con molestia en mi dirección.

Algunas de sus actitudes a veces me hacían creer que su verdadero hermano era Liam, no Nick. Aparentemente había adquirido demasiado del castaño y, de seguro, lo negativo.

A pesar de que no quería abandonar la pelea de miradas, un cuerpo nos interrumpió al detenerse frente a mí, por lo que elevé mi mirada, para ver de quién se trataba. Rayhan estaba frente a mí, con su cabello pintado de verde, gruesos collares dorados alrededos de su cuello, un saco violeta y su abdomen marcado justo frente a mis ojos.

—Roja— me saludó en burla. Me enderecé en mi asiento y le sonreí—. ¿No bailás?

Negué con la cabeza, regalándole a la vez una mueca de disgusto. Odiaba bailar. Busqué redirigir mi vista a Nibbas pero, sin dejarme reaccionar, Rayham tomó mi mano y amagó a llevarme a la pista. Me levanté del asiento para buscar a Nibbas, en realidad, pero al mirar por encima del hombro de Rayhan, Nibbas ya no estaba.

Solté aire.

Rayhan comenzó a avanzar conmigo hacia el centro de la pista. En el camino me crucé con Inna, quien ya estaba bailando con el pelirrojo que me había señalado más temprano. No habían señales de Nibbas.

Así que, sin mucha objeción, me dejé guiar.

Cuando ya estabamos en el centro de la pista guió mis manos a sus hombros, bajó las suyas a mi cintura y empezamos a movernos con lentitud. Yo me pregunté porqué lo hacía, me pregunté si buscaba darle celos a Nancy, a pesar de que no la veía desde ya un rato.

Volví mi atención al aparante Joker que bailaba frente a mí.

—No creo que sea una canción para bailar así— comenté sonriendo, por encima de la música.

El rimo era demasiado movido.

Como respuesta él se aproximó un poco a mi oído, como si nadie más pudiese escuchar lo que estaba apunto de decirme.

—Si querés perrear, no me quejo— formuló entre risas.

Me alejé un poco de su rostro, para mirarlo, evitando la sonrisa que buscaba salir. Él carcajeó un poco, seguía bailando divertido. Contemplé a la gente bailando a nuestro alrededor, quizás divertirse un rato no era tan mal; no había razón para carcomerse con la culpa de algo que aún no ocurría.

Y allí estabamos, bailando en silencio, con lentitud a pesar de que la música apuntaba a todo lo contrario. Mi mirada no abandonaba la suya, ni la suya a mía. Ya estabamos allí.

—¿Me das un beso?— me preguntó por encima de la música.

Elevé las cejas con sorpresa. No esperaba aquel comentario. Resbusqué un poco más a Nancy, tampoco quería volver a sobrepensar aquello, pero no la encontré, y ya llevaba bastantes segundos sin contestarle a Rayha, si fuese yo ya estaría huyendo. Sonriendo asentí en su dirección con claridad. Claro que no pensaba seguir las recomendaciones de Liam, no confiaba en que él "me deseara lo mejor"; al fin y al cabo ya me había dicho que, si debía huir de alguien, debía ser de sus hermanastros y él.

Como resultado Rayhan me atrajo desde la cintura, para que chocara con su cuerpo, aproximó su rostro al mío y yo elevé mi vista para encontrar su mirada fija sobre mis labios. Nunca en mi vida me había sentido deseada.

Regresó su vista a la mía y habló: —Igual es el día de los besos robados, ¿no?

Y me besó antes de que pudiera terminar de comprender lo que decía, o de que entendiera la referencia a mi historia de Instagram.

Demasiado rápido me dejé llevar por los labios de ese casi desconocido. No lo conocía. Las palabras de Liam regresaron a mi mente, como respuesta a ello me paré de puntillas y, con mis manos en la nuca de Rayhan, lo atraje más a mí. No concebía posibilidad de que pudieramos estar aún más juntos; ni que exitiese alguien que besara mejor. Rayhan tenía un don, o demasiada experiencia.

El volumen de la música se nos volvió algo lejano, nuestras respiraciones se agitaron a la par. Ni siquiera me importaba si era demasiado raro besarme en el medio de una fiesta del instituto, o qué podía generar aquello. Mi corazón palpitaba acelerado en mi pecho, temía que él pudiese notarlo.

No quería sentirme demasiado cómoda, pero ya estaba enredando mis dedos en su cabello. Seguro me quedarían las manos verdes.

Rayhan presionaba mi cintura sobre él, generando un inevitable cosquilleo. Sus labios eran suaves, húmedos. Antes de que pudiese notarlo nuestras lenguas se estaban tocando; él sabía dulce, a fresa. Rayhan sabía a adicción, y yo podía besarlo toda la noche. Podía hacer lo que él quisiera toda la noche.

Me separé por un segundo para tomar aire y en el proceso me crucé con su rostro, contemplé sus ojos cerrados y su forma de respirar agitado. No tuve que pensarlo mucho antes de volver a juntar nuestros labios. Sus manos, que parecían estar perfectamente ajustadas en mi cintura, me rozaron la espalda baja. Me estremecí un poco al comprender que podía llegar más allá.

Trataba de concentrarme en cada movimiento, en que él pudiese sentir lo mismo que me estaba generando pero, en cuanto me apretó aún más hacia él, perdí cualquier sentido de orientación que pudiese tener. Me enfoqué en seguir su ritmo.

Lo bueno se arruina fácil, y lo destaqué cuando un cuerpo impactó contra mí, separándome automáticamente de Rayhan, alterada, preocupada. Temí que estuviese pasando algo demasiado extraño, mientras yo estaba tan ajena a la situación.

Me volteé y comprobé que solo era un adolescente bailando. Rayhan subió sus manos a mi cintura y yo regresé mi vista a él. Me sonrió restándole importancia a lo que había pasado

—Un boludo— comentó.

Ni siquiera lo había gritado pero, el ambiente se había vuelto tan intimo, que lo escuché a la perfección. Pero no se sentía posible volver a la situación... Él despegó sus manos de mí, quité las mías de su nuca y, tras dedicarme una corta sonrisa, caminó hacia un chico, así, sin más.

Lo observé abrirse camino entre el gentío y, en cuanto lo perdí de vista, noté que una canción electrónica comenzó a sonar, provocando que todos comenzaran a saltar por doquier y a pecharse entre ellos. Mi cuerpo también comenzó a ser impactado con otros y, mientras trataba de disminuir mi respiración agitada, empujé a algunos estudiantes para conseguir salir de allí.

Me sentía dentro de un bucle eterno, cuando por fin visualicé la salida. Dejé salir aire y comencé a buscar a personas que conociera con la mirada, como si ellos pudieran proporcionarme algo de tranquilidad. En un rincón del local visualicé a Inna, que se encontraba bastante concentrada en el trabajo de besuquear al pelirrojo.

Contemplé un poco más mis alrededores, y decidí que no tenía ganas de estar allí. Me sentía intranquila. Había dejado pasar mi pensamiento de que algo malo podría estar por pasar, y aquello jamás sería del todo positivo.

Atravesé la puerta de entrada mientras algunos estudiantes ingresaban. Exhalé, cuando al fin sentí el aire fresco ingresando por mis fosas nasales.

Caminé en dirección a Casapueblo, y me relajé realmente cuando desscubrí que la música ya no sonaba tan cercana.

Habían más personas fuera del local de lo que esperaba. Por eso seguí caminando. Me tocaba descubrir sola el camino hacia algún sitio tranquilo, con la iluminación apuntando exclusivamente a las edificaciones. Rebusqué en mi bolsillo trasero, encendí la linterna de mi celular y continué.

¿No tenía miedo? Claro que tenía miedo, manejaba una cantidad de temor enorme. Cada mínimo sonido me ponía alerta y tenía que detenerme a respirar, pero terminaba siendo simplemente el viento o el océano a mi derecha. No sabía porqué me estaba alejando tanto pero, por alguna razón, no me parecía buena idea volver a atrás.

Mi mente era lo que más me aterraba. No era necesario, pero aún así estaba pensando en posibles situaciones que me causarían la muerte, más específicamente, posibles asesinos seriales que lo harían, y más específiciamente, uno de mis propios lectores.

Iba dando golpecitos en mi pierna, mientras tarareaba la primera canción que se me ocurrió, únicamente para distraerme. La música de la fiesta ya era un murmullo entre el sonido de los árboles y, como en toda situación terrorífica, el viento aumentaba y las nubes tronaban. Subí un el volumen de mi voz.

Era algo patético; esperaba que nadie me oyera.

Unos sollozos captaron mi atención, ante eso mi corazón se aceleró. Nuevamente temí por mi vida. Quizás simplemente era un adolescente con el corazón roto o una persona que huía de un asesino, o quizás, una simple mala jugada de mi cerebro. ¿Estaba enloqueciendo?

Temía acercarme, ser brutalmente asesinada y que, para peor, me encontraran con un beso celeste y sangre inyectada en glitter. ¿Cómo reaccionaría la gente a eso? Era una locura.

Oí como un objeto de vidrio se hizo añicos y los sollozos cesaron casi al instante. No quería detenerme a entender qué estaba pasando, pero nada de aquello parecía tener sentido. ¿Me iban a asesinar con un pedazo de vidrio?

Iluminé con la linterna hacia otro lado, para pretender que estaría yéndome, y me aproximé más.

—¿Hola?— murmuré.

Con el silencio que había en aquella zona, mi voz se se oyó bastante alta.

—¿Mía?— oí una voz quebrada , que reconocí al instante.

La escena con la que me cruzaba no era para nada lo que me esperaba. Nick se encontraba allí, con su cabello rubio más desordenado que de costumbre, sentado en el pasto y con sus ojos completamente hinchados.

¿Por qué lloraba?

Apagué la linterna de mi celular y me arrodillé frente a él. Sus ojos rojos me miraban con precaución, y yo tenía miedo de estar incomodándolo.

Una botella de alcohol rota yacía a su lado. No quise asumir, pero a lo mejor la bebida no le había caído de la mejor manera... Sonaba algo cliché: un chico rico, bello y perfecto, dejándose llevar por alguna adicción...

Sentí lástima al verlo tan destruido. Me recordó a mi hermano. Ese dolor en el pecho volvió a hacer presencia.

—¿Qué pasó, Nick? ¿Necesitás algo?— le pregunté con tranquilidad. No quería alterarlo más.

Con lentitud me trasladé para sentarme a su lado, apoyando mi espalda en el muro.

Él quitó su mirada de mí, y la devolvió a una pared frente a nosotros.

—Todo pasó.

Sonaba cansado.

—¿Necesitás hablar de cómo te sentís? ¿O algo?— indagué.

Cualquiera podría pensar que lo estaba haciendo por puro interés o curiosidad, pero realmente me preocupaba. Lo había observado demasiadas veces, y jamás lo había abandonado su sonrisa.

—Cansado me siento— se quitó una accesorio con cuernos rojos de su cabeza—. Cansado de fingir.

Me miró por unos segundos más y luego dejó caer su cabeza en mi hombro. Me mantuve estática, y él igual. Así pasamos unos diez minutos, en completo silencio pensando en todo, o al menos eso hacía él; yo no me detuve a pensar de qué hablaba, porque en sí, no me incumbía, pero suponía que ser tan "perfecto" a veces era agotador.

Esa situación con una persona desconocida, como lo era Nick en mi vida, podía ser completamente incómoda para cualquiera, pero en algún punto se había vuelto cotidiano en mi vida.

—Gracias por no dejarme tirado— murmuró, aún con su cabeza sobre mi hombro.

Aunque no me pudiera ver, le sonreí.

—Es lo que hacen los hermanos, ¿no?— bromeé, aunque se sintió amargo al saborearlo.

Nick soltó una pequeña risa como respuesta, al parecer alegrándose de que le siguiera el chiste. Elevó la cabeza y me miró. Decidí que lo mejor sería marcharnos.

—¿Te vas a quedar acá toda la noche?— le pregunté, sin dejarle espacio a contestar—. Yo ya me iba, si querés volvemos juntos.

No estaba segura de cuánta verdad o mentira había en aquello, pero era una buena excusa para poder alejarnos del aturdimiento que provocaba todo ese gentío.

Como respuesta a mis palabras Nick se levantó con torpeza, haciendo demasiada fuerza con sus brazos para impulsarle y lograrlo. Me pregunté si estaría únicamente ebrio, o había algo más en su sistema.

Mientras el rubio se acomodaba tambaleante frente a su reflejo en una ventana, me permití desbloquear mi celular. Me recibieron un mensaje de "dónde estás?" y tres llamadas perdidas, de hacía nueve minutos por parte de Inna. Eran lo único que destacaba en mi pantalla.

Llevabamos mucho tiempo separadas, de seguro quería contarme sobre su beso y preguntarme si había concretado algo. Sonreí un poco para mí misma; era lindo tener a alguien con quien compartir esas cosas.

Entonces le pedí a Nick que me esperara unos minutos allí, que iría a buscar a Inna; había ido con ella a la fiesta y volvería con ella al internado, era lo más seguro.

Al encaminarme hacia el edificio noté como los adolescentes salían agrupados del club, murmuraban demasiado y la música ya estaba apagada, las luces encendidas... Como si el destino hubiera estado esperando a que notara lo que ocurría, sirenas envolvieron el ambiente.

Mi corazón se aceleró demasiado, mi respiración se entrecortó, podía sentir a Nick caminando con lentitud detrás de mí, pero no me volví hacia él para acompañarlo y asegurarlo de que no tropezara, en cambio troté hacia el club, con mi celular aún señalándome las llamadas perdidas.

Impacté con un cuerpo que me desequilibrió, levanté mi mirada y allí estaba Liam, quien me tomó del brazo, haciéndome frenar y girar hacia él.

—¿Viste a Nick?— me preguntó.

Sin darle mucha importancia a su pregunta, señalé al rubio tras mí y continué corriendo hacia el local. Mi corazón latiendo con rapidez en mi pecho era lo único en lo que lograba centrarme y solo deseaba que fuera una falsa alarma, o pura casualidad. No quería empezar a atormentarme con teorías, pero tenía que llegar a Inna.

Llegué a la puerta del local y lo encontré -casi- vacío por dentro. Nancy lloraba extendida sobre una mesa y Emily, sentada a su lado, tenía la vista perdida en un punto fijo, pero fue la única en notarme allí.

Traté de entrar al local. Emily me detuvo al instante, negando con su cabeza.

—No se puede entrar hasta que llegue la policía— formuló con inercia, como si ya lo hubiese repetido décenas de veces.

—Tengo que encontrar a...— me miró con cautela en cuanto me oyó hablar—. Inna.

La miré fijamente, esperando una repuesta, mis labios se separaron intentando respirar y, como respuesta, la reportera asintió lentamente. Veía algo en su mirada que aún no entendía.

—¿Dónde estabas, Mía? ¿A dónde fuiste?— fue su respuesta.

Entonces lo entendí. Yo había abandonado la fiesta.

Di un paso hacia atrás.

—Fui a tomar aire, me crucé con Nick...

Inna...

Mi corazón pareció querer latir hasta desvanecerse,a pesar de que también se comprimía en mi pecho. Sin mucha espera las lágrimas comenzaron a caer sin control. Mi celular cayó primero y luego yo, o al revés, no sabía, no podía enfocarme tanto en eso. El aturdimiento no tardó mucho en aparecer, el dolor en el pecho tampoco.

Toda mi vida me había acostumbrado a las perdidas, al punto de pensar "la próxima no puede ser tan distinta"; pero cada vez que alguien partía de mi vida dolía diferente, y hasta peor.

Nuestras tardes viendo friends, los almuerzos a su lado y sus charlas extrañas llegaron como flash a mí, y todo pareció dolerme un poquito más. La tuve que haber llevado conmigo afuera.

En ese momento caí en cuenta de la importancia de lo que estaba pasando y, como todo en la vida, no noté su gravedad hasta que me tocó vivirlo de cerca.

Todo parecía moverse en cámara lenta cuando los policías y médicos corrieron dentro del local. Algunos oficiales permanecieron dentro, otros fuera interrogando a las organizadoras; "que si habían visto algo sospechoso", "que la lista de invitados", "que los factores de riesgo", etcétera, etcétera, etcétera. Yo solo miraba el pasto y trataba de dejar de pensar. Era imposible dejar de pensar.

—Mía.

Emily estaba de cuclillas frente a mí. Temí que fuera a gritarme que todo era mi culpa. Yo jamás quise eso en mi vida. Debía volver con mis padres; era evidente que yo era un riesgo, fui una caprichosa quedándome allí.

Levanté con lentitud mi vista hacia ella, dispuesta a aceptar cualquiera de sus insultos. En cambio, sus dedos delgados y fríos limpiaron una lágrima que intentaba recorrer mi mejilla, y luego deslizó su mano hacia mi hombro, como señal de apoyo. No sabía qué había cambiado, pero estaba segura de que notó cuando algo se rompió.

—Creo que deberías irte.

Emily señaló con su mirada la situación que nos rodeaba, obligándome a salir de cualquiera trance. Los policías estaban echando a los adolescentes que rodeaban la zona, para liberar los alrededores del edificio. Yo estaba en el centro de todo, llorando.

Sentí una puntada directo en mi pecho.

—Liam irá contigo— continuó la pelinegra, señalando con su cabeza a nuestra derecha. Liam, Nick y la chica que me había encontrado hace unas semanas en el apartamento, estaban expectantes.

Ni siquiera me daban las fuerzas para avergonzarme, o para intentar asumir qué estarían pensando.

Emily levantó mi celular del piso y me lo extendió, me ayudó a levantarme y no esperó a que me despidiera. Me levanté con lentitud y caminé de la misma manera hacia mis acompañantes. Al llegar me detuve frente a ellos y Liam me dedicó una sonrisa que al instante reconocí, de lástima. Luego le tomó a la chica la mano, mientras con su otra mano fumaba un cigarrillo, y comenzaron su camino.

Mientras tanto Nick parecía estar ido en la situación también, o en el alcohol... Con inercia ambos seguimos a la pareja.

Miré la pantalla de mi celular. Sabía perfectamente que pude haberlo evitado si no lo hubiera silenciado, o si me hubiera quedado, ¿por qué me había ido? ¿Así de débil era? Las lágrimas volvieron a caer y, aunque traté de silenciarlas, Nick lo notó. El rubio extendió su mano hacia la mía y la apretó, con consuelo. Con mi mirada recorrí nuestras manos entrelazadas, los tatuajes de su muñeca y, finalmente, su sonrisa a boca cerrada; una sonrisa sin nada más allá.

Volvió la vista al frente y sin soltar nuestras manos continuó caminando. Para él aquello pudo no haber sido mucho, pero para mí fue un "estoy acá", y hacía tiempo nadie había estado acá.

—¿Era su amiga?— la chica -Tiffany, creo- preguntó hacia Liam.

Él le dio una pitada al cigarrillo y asintió.

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