Resplandor entre Tinieblas

By WingzemonX

36.7K 3.4K 922

La Dra. Matilda Honey ha dedicado toda su vida a ayudar a los niños, especialmente a aquellos con el "Resplan... More

Capítulo 01. El Sujeto
Capítulo 02. Vengo aquí para ayudarte
Capítulo 03. De una naturaleza diferente
Capítulo 04. Demasiado peligrosa
Capítulo 05. Evelyn
Capítulo 06. La Huérfana
Capítulo 07. Mi mejor intento
Capítulo 08. Un horrible presentimiento
Capítulo 09. Mátala
Capítulo 10. ¿Fue la niña?
Capítulo 11. Adiós, Emily
Capítulo 12. Avancemos con Cautela
Capítulo 13. Un Poco de Sentido
Capítulo 14. Imagen de Niña Buena
Capítulo 15. ¿Nos vamos?
Capítulo 16. ¿Qué está ocurriendo?
Capítulo 17. Su nuevo mejor amigo
Capítulo 18. El Detective de los Muertos
Capítulo 19. Ojos Muertos
Capítulo 20. ¿Trabajamos juntos?
Capítulo 21. Respira... sólo respira
Capítulo 22. Un Milagro
Capítulo 23. Entre Amigos
Capítulo 24. Carrie White
Capítulo 25. Todo será diferente
Capítulo 26. Plan de Acción
Capítulo 27. Sin Pesadillas
Capítulo 28. Abra
Capítulo 29. Cosas Malas
Capítulo 30. Yo mismo
Capítulo 31. El Monstruo
Capítulo 32. Mi Niño Valiente
Capítulo 33. Has despertado mi curiosidad
Capítulo 35. Él aún la busca
Capítulo 36. Un poco de aire
Capítulo 37. Algo está pasando
Capítulo 38. Ya no puedes detenerme
Capítulo 39. El Baile Negro
Capítulo 40. Usted me lo prometió
Capítulo 41. No me detendré
Capítulo 42. Mira lo que hice
Capítulo 43. Tuviste suerte esta vez
Capítulo 44. No estoy bien
Capítulo 45. ¿Qué haremos ahora?
Capítulo 46. Ningún lugar a dónde ir
Capítulo 47. Buenas amigas
Capítulo 48. Tío Dan
Capítulo 49. Lo mejor es dejarlos ir
Capítulo 50. Bobbi
Capítulo 51. Tu última misión
Capítulo 52. Una leal sierva
Capítulo 53. Hacia el sur
Capítulo 54. Pagar por los pecados de otros
Capítulo 55. Un Iluminado de Dios
Capítulo 56. Se viene una batalla
Capítulo 57. Ya estás en casa
Capítulo 58. Calcinarlo vivo
Capítulo 59. Ayudar a alguien que me necesita
Capítulo 60. No enloquezcas
Capítulo 61. Ven conmigo
Capítulo 62. Vamos por él
Capítulo 63. Una pequeña bendición
Capítulo 64. Santa Engracia
Capítulo 65. Ann Thorn
Capítulo 66. Amor y fe
Capítulo 67. La quinta tragedia
Capítulo 68. Yo siempre le he pertenecido
Capítulo 69. La Caja
Capítulo 70. Lote Diez
Capítulo 71. Andy
Capítulo 72. Hola otra vez
Capítulo 73. Oscuro y maligno
Capítulo 74. Nosotros perduramos
Capítulo 75. El castigo que merecemos
Capítulo 76. Maldigo el momento
Capítulo 77. Juntos y Vivos
Capítulo 78. Mami
Capítulo 79. ¿Qué demonios eres?
Capítulo 80. Últimas lágrimas
Capítulo 81. Inspector de Milagros
Capítulo 82. Orden Papal 13118
Capítulo 83. Protector de la Paz
Capítulo 84. Quizás era demasiado
Capítulo 85. Su queja está anotada
Capítulo 86. Gorrión Blanco
Capítulo 87. El plan ha cambiado
Capítulo 88. Tenemos confirmación
Capítulo 89. No la abandonaré
Capítulo 90. Noche de Fiesta
Capítulo 91. No hay que preocuparse por nada
Capítulo 92. Así como lo hace Dios
Capítulo 93. Se te pasará
Capítulo 94. Rosemary Reilly
Capítulo 95. Yo soy su madre
Capítulo 96. No debes titubear
Capítulo 97. Reunidos como una familia unida
Capítulo 98. Un trato
Capítulo 99. Un tonto que se cree héroe
Capítulo 100. Soy Samara Morgan
Capítulo 101. Gran Huida
EXTRAS 1: Memes y Cómics (Parte 1)
EXTRAS 1: Memes y Cómics (Parte 2)
EXTRAS 1: Memes y Cómics (Parte 3)
Capítulo 102. Un regalo para su más leal servidor
Capítulo 103. Inconcluso
Capítulo 104. Un lugar seguro
Capítulo 105. Volver a casa
Capítulo 106. Nuestra única oportunidad
Capítulo 107. Al fin nos conocemos de frente
Capítulo 108. Terminar la misión
Capítulo 109. Fuego de Venganza
Capítulo 110. Objetivo Asegurado
Capítulo 111. Mi poder es mío
Capítulo 112. Si lo deseas con la suficiente fuerza
Capítulo 113. Terminar con este sueño
Capítulo 114. Código 266
Capítulo 115. El Príncipe de Chicago
Capítulo 116. Una buena persona
Capítulo 117. Somos Familia
Capítulo 118. Un mero fantasma
Capítulo 119. Bienvenida al Nido
Capítulo 120. Confirmar o enterrar sospechas
Capítulo 121. Mucho de qué hablar
Capítulo 122. Encargarnos de otras cosas
Capítulo 123. Era mi hermana
Capítulo 124. No Ha Terminado
Capítulo 125. Lo que tengo es fe
Capítulo 126. Haré que valga la pena
Capítulo 127. Primera Cita
Capítulo 128. Levántate y Anda
Capítulo 129. Una chica tan bonita como yo
Capítulo 130. Eres extraordinario
Capítulo 131. Resentimientos
Capítulo 132. Una verdad más simple
Capítulo 133. Yo no necesito nada
Capítulo 134. En lo que tú quieras
Capítulo 135. Me necesitas
Capítulo 136. Miedo Irracional
Capítulo 137. Eli
Capítulo 138. Duelo a Muerte
Capítulo 139. Adiós, estúpida mocosa
Capítulo 140. Algo viejo y destructivo
Capítulo 141. Nuevo Truco
Capítulo 142. VPX-01
Capítulo 143. Propiedad Privada
Capítulo 144. Base Secreta
Capítulo 145. Lo que se esconde en su interior
Capítulo 146. Sólo queda esperar
Capítulo 147. El Lucero de la Mañana ha Salido
Capítulo 148. Ataque a Traición
Capítulo 149. La Destrucción del DIC
Capítulo 150. Combate en dos frentes
Capítulo 151. Una pesadilla hecha de realidad

Capítulo 34. Tenerte miedo a ti mismo

287 27 0
By WingzemonX

Resplandor entre Tinieblas

Por
WingzemonX

Capítulo 34.
Tenerte miedo a ti mismo

Lisa Mathews había tenido unos días bastante estresantes, tras una aparentemente insignificante pelea que había tenido con su novio unas noches atrás. Sin embargo, al parecer no había sido tan insignificante como ella pensaba, pues aún no lo había resuelto. De hecho, su novio parecía estársele escondiendo. No respondía sus mensajes, a pesar de haberlos visto, ni tampoco le llamaba o se ponía en contacto con ella de algún otro modo. Ella bien podría haberle intentado llamar, pero su orgullo podía un poco más que eso. Esperaría un par de días más, antes de optar por esa opción, en espera de ver si él daba el primer paso.

Como fuera, tenía bastante trabajo con el cual distraerse. De hecho, al día siguiente tenía una reunión con un cliente muy importante de la empresa farmacéutica en la que trabaja. Aunque, más que una reunión, era prácticamente una entrevista para ver si se involucraba en uno de los proyectos más importantes en los que trabajan en ese momento. Lisa estaba convencida de que sería elegida. De todos en ese sitio, ella era la más responsable y capacitada; nunca lo diría en voz alta, pero sabía que era así.

Esa tarde se encontraba en su laboratorio, realizando unas pruebas con algunos de sus compañeros. Tenía puesta su bata blanca, guantes, un cubre bocas y gafas protectoras. Estaba colocando con sumo cuidado un químico de color azulado en una placa de Petri, milímetro por milímetro. Una vez que colocó la cantidad suficiente, colocó el recipiente bajo el microscopio y lo examinó detenidamente. Aunque, quizás no del todo detenidamente. Intentaba que ese absurdo problema con su novio no la distrajera, pero lo cierto era que había tenido problemas para concentrarse ese día, pues su cabeza inevitablemente divagaba demasiado en sus problemas personales.

Estaba bastante furiosa con Cody Hobson en esos momentos. S acaso ese incidente la hacía quedar mal en su entrevista de mañana, se prometió a sí misma que se las pagaría todas...

—Mathews —escuchó que repentinamente uno de sus compañeros le llamaba, y eso la hizo sobresaltarse un poco, como si hubiera sido sorprendida a mitad de un examen haciendo trampa—, tienes una visita.

El compañero que la había llamado señaló con su cabeza en dirección a la gran ventana de vidrio grueso que daba al pasillo. Ahí parado, con un gafete de visitante colgando de su camisa, y una sonrisa sumisa en el rostro, se encontraba precisamente Cody Hobson... casi como si lo hubiera invocado con su pensamiento. Al notar que lo había volteado a ver, el profesor de biología alzó una mano a forma de saluda, un poco tímido. Lisa lo miró unos instantes, con cierta dureza pero también duda.

—¿Ese es tu novio? —Comentó su compañero que se encontraba sentado a su lado, un chico alto de piel blanca y cabello rubio—. Es lindo, aunque algo escuálido para mi gusto.

Lisa no necesitaba escuchar algo parecido en esos momentos. Se puso de pie de inmediato y comenzó a retirarse los guantes de látex con algo de esfuerzo.

—Vuelvo en cinco minutos —le respondió mientras caminaba hacia la puerta—. Encárgate de esto, ¿sí?

Su compañero obedeció e hizo rodar rápidamente su silla hacia el microscopio. Lisa se retiró los guantes, pero también su bata, colgándola en uno de los percheros que se encontraban a un lado de la puerta. Antes de salir respiró hondo, como si ocupara tomar valor, y entones abrió la puerta de cristal templado con su pase.

En cuanto la vio, Cody le sonrió, aunque quizás un poco forzado. Ella avanzó hacia él en silencio con cierta desconfianza en sus pasos. A Cody esto le hizo pensar en un gato que se acerca cauteloso a otro por primera vez, temiendo en cualquier momento ser atacado; intentó hacer a un lado ese pensamiento lo más pronto posible.

—Espero no importunarte.

—No demasiado —respondió Lisa un poco cortante. Se retiró entonces su cubre bocas, y se subió sus anteojos protectores hacia la cabeza—. ¿Dónde te has metido? Te he estado mandando mensajes.

—Lo sé —murmuró Cody, algo avergonzado—, es sólo que el otro día fue una locura. ¿Escuchaste de la niña que secuestraron en Portland de un hospital?

Lisa lo miró confundida.

—Algo me comentó un compañero, pero no supe mucho más. ¿Por qué?

—Bueno, yo estuve ahí, en ese hospital cuando todo ocurrió.

Los ojos de Lisa se abrieron por completo, presas del asombro.

—Santo Dios.

—Sí, y la policía nos retuvo por unas horas...

—¿Nos? —Interrumpió Lisa abruptamente.

—A Matilda y a mí, mi amiga que llamó el otro día.

—Matilda —repitió Lisa con tono seco, y algo acusador.

—No es lo que piensas.

—¿Qué es lo que pienso? —Espetó la bioquímica, un tanto a la defensiva—. ¿Qué estaban haciendo ahí exactamente?

—Te lo dije, ¿recuerdas? Matilda es psiquiatra, y estaba ayudándola con un caso, ahí mismo en ese hospital. Pero las cosas se salieron de control.

Lisa guardó silencio, visiblemente molesta. Luego de un rato, sin embargo, relajó un poco la mirada y suspiró pesadamente, quizás en un intento de tranquilizarse. Se retiró del todo sus anteojos protectores de la cabeza, y se talló un poco su frente con sus dedos, como si quisiera calmar una pequeña jaqueca

—¿Estás bien? —le preguntó con voz más suave—. Dicen que hubo un tiroteo, ¿por qué no me dijiste nada?

—Lo siento, pero estoy bien —le respondió apresurado—. Y sí, lo hubo, pero yo no estuve involucrado ni cerca de lo sucedido.

Eso era una verdad a medias. Si bien no había estado relativamente cerca cuando un arma se disparó, decir que no estuvo involucrado podría estar abierto a interpretación, considerando que a quien acompañaba enfrentó a la tiradora, y luego incluso él corrió detrás de ella en un tardío intento de detenerla.

—Me alivia —susurró Lisa despacio—. Pero eso fue hace dos días. ¿Dónde estuviste desde entonces?

Cody enmudeció unos momentos, dudoso de cómo responderle.

—Yo... Luego de lo ocurrido la otra noche, necesitaba algo de tiempo para pensar.

—¿Pensar en qué?

—Bueno, como en tu mensaje dijiste que necesitábamos hablar, pensé que quizás querrías...

—¿Qué cosa? —Le interrumpió con algo de agresividad—. ¿Terminar?

Cody se encogió de hombros.

—Si lo dices, es porque cruzó por tu cabeza, ¿o no?

Creyó que eso era una defensa aceptable, pero definitivamente ella no pensó lo mismo, pues de nuevo su mirada se endureció con enojo.

—Fue una pequeña discusión, solamente —espetó, alzando un poco la voz—. No voy a terminar por algo como eso. ¿Qué clase de persona crees que soy?

—Lo siento...

Cody bajó su mirada un poco avergonzado. Suspiró con algo de resignación, y se retiró cuidadosamente sus propios anteojos.

—Escucha, eres una mujer increíble...

—Oh, eso no empezó bien —soltó Lisa con un nudo en la garganta, comenzando a retroceder como si se sintiera mareada. Fue evidente que le cruzaron muchas ideas por la cabeza en un segundo.

—No, espera, déjame terminar —intentó decirle Cody.

—No creo querer...

Lisa se dejó caer de sentón en una silla de visitas, y ocultó su rostro detrás de sus manos. Lo que había pensado, aparentemente era más grande de lo que Cody pensó. Él se atrevió aun así a sentarse en la silla a su lado.

—Digo que eres una mujer increíble y mereces que sea sincero contigo. —Tomó en ese momento su mano entre las suyas; Lisa ni siquiera lo volteaba a ver—. Sí hay un motivo por el que me rehúso a pasar la noche contigo. Pero, no es nada de lo que crees.

—No creo nada, Cody. Ese es el problema, no entiendo qué problema tienes con eso. —Se soltó entonces de tu agarre, pero ahora fue ella quien tomó su rostro entre sus manos—. ¿Cuál es tu motivo secreto? ¿Qué es? Dime.

Cody la contempló a los ojos fijamente. Sin sus anteojos, ella se veía diferente; no más o menos atractiva, sólo diferente. Su mirada reflejaba bastante sinceridad y anhelo, tanto por él como por la verdad. No pudo evitar sonreír, pese a lo realmente tenso de la situación. Pese a todo, nunca antes le había parecido tan hermosa.

Tomó con delicadeza sus manos entre sus dedos y las bajó, apartándolas de sus mejillas; ella no opuso mucha resistencia a dicho cambio.

—No es algo sencillo de explicar, en especial aquí y con tan poco tiempo.

—¿Y para qué viniste entonces sino es para hablar de eso? —Se notó algo de agresividad en su tono, pero no más de lo esperado.

Cody volvió a suspirar, y apretó un poco más fuerte sus manos entre sus dedos. Había pensado bastante en ese momento, desde esa noche en la que discutieron, desde que llegó ese primer mensaje preocupante, y especialmente desde la conversación que había tenido con Cole en el taxi. Meditó mucho sobre lo que debía de hacer, y lo que quería hacer. Consideró muchas veces consultarlo con Matilda, o incluso con Eleven. Pero todo ese asunto era su problema, y era un adulto que debía resolverlo de frente.

Sus únicas opciones eran aquellas que había discutido con Cole: contarle la verdad, o cortar por las buenas mientras aún podía. Ambas eran muy difíciles, y ambas involucraban consecuencias igual de difíciles. Pero al final, era una decisión que debía ser tomada.

Volvió a verla a los ojos, ahora con una intensidad tan profunda que Lisa incluso se sintió un poco intimidada.

—Sufro de pesadillas, desde que era niño —comenzó a contarle con voz calmada—. No siempre, pero sí con frecuencia. Pero mis pesadillas no son normales... yo no soy normal. Tengo ciertas habilidades, que cuando estoy despierto son buenas, y me permiten ayudar a otras personas. Pero cuando duermo... puedo perder el control de ellas, y llegar a lastimar a todos a mi alrededor. Incluyendo a aquellos que amo...

Lisa lo miró fijamente, intrigada, pero especialmente muy confundida.

—¿De qué me estás hablando? No lo entiendo...

—Has visto películas como X-Men, Harry Potter, o Star Wars, ¿no? —Lisa asintió, dudosa—. Películas de personas con poderes especiales, a veces casi mágicos, que otras personas ni siquiera son capaces de imaginar. Yo puedo hacer que mis pensamientos se materialicen. Puedo pensar en algo, concentrarme en ello, y aparece ante mí. No como una simple ilusión, sino que se vuelve real mientras yo se lo permito. Despierto puedo controlarlo, pero dormido... dormido mis sueños y mis pesadillas escapan de mi cabeza e inundan todo a mí alrededor. Y no lo puedo detener hasta que me despierto. He lastimado a personas antes, cuando se encuentran cerca de mí en ese momento. He aprendido a controlarlo más con el paso de los años, pero aún no logró... hacerlo por completo...

Lisa no respondió nada de inmediato; se quedó callada, observándolo fijamente como si esperara que dijera algo más. Pasados unos segundos, se volvió claro que no lo haría.

—¿Se supone que debo reírme o algo así? —Le cuestionó con dureza, apartando al mismo tiempo sus manos de las suyas.

—No es una broma —exclamó Cody, algo desesperado—. Por eso me niego siempre a dormir contigo, por eso vivo en una casa a las afueras, alejado de cualquier vecino. —Metió entonces su mano en un bolsillo de su saco, sacando de éste un frasco pequeño color naranja para medicamento —. Por eso tengo conmigo siempre estas pastillas para prevenir, si siento que voy a tener una pesadilla esa noche.

Lisa miró sorprendida el frasco, y sin preguntar primero lo tomó y lo examinó. Sin sus lentes, tuvo que alejarlo un poco de su rostro para poder ver la etiqueta en la parte frontal, y achicar un poco los ojos.

—¿De dónde sacaste esto? —Inquirió acusativa—. Es un medicamento experimental en fase de pruebas, ni siquiera está a la venta. ¿Acaso lo robaste?

—Claro que no. Sólo tengo mis fuentes...

—¿Tienes idea de los efectos secundarios que esto podría tener a la larga?

—Lisa, no me estás escuchando...

—¿Y qué quieres que escuche? —La bioquímica se paró rápidamente de la banca, y caminó molesta unos pasos, dándole la espalda—. ¿Qué crees que eres Harry Potter o algo así? Por Dios, Cody. ¿Te estás burlando de mí? ¿Es la mejor mentira que se te ocurrió para terminar conmigo? Un "no eres tú, soy yo" hubiera sido más decente.

—¡No me estoy burlando! —Le respondió él con fuerza, parándose también—. Y no quiero terminar contigo. Si te lo estoy contando es por exactamente lo contrario: quiero confiarte a ti esto. ¿Por qué me inventaría un cuento así? ¿Qué ganaría con eso?

—No tengo idea... Y no quiero saberlo. —Murmuró Lisa despacio. Respiró entonces profundamente por su nariz, y lo sacó como un fuerte resoplido—. Debo volver al trabajo.

Sin más, se dirigió de nuevo en dirección a la misma puerta por la que había salido, dejando de su parte la conversación terminada.

—Espera, Lisa... —Cody se le aproximó rápidamente y la tomó con un poco de fuerza del brazo para detenerla.

—¡No me toques! —Le gritó con algo de intensidad, sacudiendo su brazo para soltarse de él. Cody, sin embargo, no quiso soltarla, e incluso la tomó de ambos brazos para poder detenerla.

—¡Espera!, por favor... —le susurró casi como una súplica, pero ella no lo escuchaba. Algunos de sus compañeros vieron tal escena desde el otro lado del cristal, y evidentemente esto los inquietó.

Quizás sólo le quedaba una alternativa.

En ese momento, una hermosa y brillante mariposa pasó justo frente al rostro de Lisa, tomándola por sorpresa. La mujer detuvo su forcejeó y siguió al curioso animal en su vuelo, mientras dejaba rastros detrás de él como pequeñas chispas de luz. La mariposa se dirigió justo hacia Cody, posándose sobre su hombro derecho. Lisa no pudo evitar mirar a su rostro justo en ese momento y notar que la miraba con suma seriedad, pero nada de confusión por el ser parado repentinamente en su hombro.

El profesor la soltó una vez que la sintió más tranquila, y sin decir nada colocó sus dos manos delante de ambos, con sus palmas hacia arriba. Ante los ojos incrédulos de Lisa, pequeñas mariposas azules, verdes y rojas, comenzaron a surgir abruptamente sobre sus palmas; de un parpadeó a otro, había más. Algunas volaban no muy alto en el espacio entre ambos, mientras otras se quedaban moviéndose por las manos de Cody.

—¿Qué? —Murmuró Lisa, asombrada—. ¿Cómo...? ¿Me estás diciendo que tú...? ¿Tú estás haciendo esto?

Cody asintió lentamente. La mariposa que estaba sobre su hombro se elevó de nuevo, y se unió a las demás. Una a una, las mariposas pequeñas se le acercaron, y a su contacto sencillamente desaparecían, pero la mariposa azul se volvía un poco más grande. Al final, la mariposa azul absorbió a todas las demás, convirtiéndose en una grande y brillante como si poseyera su propia luz, volando en círculos entre ambos. Lisa no pudo evitar sonreír un poco, maravillada por la hermosa imagen. Cody se sintió mucho más confiado al ver está reacción.

—Desde niño me han gustado las mariposas —le indicó con naturalidad. Lisa quiso acercar su mano a la mariposa, y ésta se posó sobre su dedo; ella pudo sentir las pequeñas cosquillas que el contacto con sus patas le provocaba. Era real; estaba ahí de verdad—. Su vuelo, su gracia, su fisionomía, su importancia en el mundo natural. Pero lo más importante es que siempre logran relajarme. Así tengo menos pesadillas...

Lisa lo escuchaba, pero gran parte de su atención se encontraba puesta en el curioso animal, que ahora se movía por sus dedos, palma, y dorso. La fascinación que sentía sólo pudo ser cortada por el beep de la puerta al reconocer una tarjeta de acceso, y luego por el sonido pesado de los seguros abriéndose.

Cody se sobresaltó un poco al notar también esto, y la mariposa se esfumó abruptamente ante los ojos de Lisa como vapor.

Uno de los compañeros de Lisa, el chico rubio sentado a en la estación a un lado de ella, se asomó hacia el exterior, viéndolos con desconfianza, aunque principalmente miraba de esta forma a Cody.

—Mathews, ¿todo está bien? —murmuró con voz seria, más que su mirada. Al parecer su forcejeo de hace un momento los había molestado más de lo debido.

—Sí, sí... —se apresuró la bioquímica a responder, aunque no sonaba del todo convincente—. Ya voy para allá.

Aquel hombre le proporcionó a Cody una última mirada furtiva, ahora más cargada de un sentimiento de advertencia. Era un hombre bastante alto y fornido, así que si quisiera sacarlo a la fuerza definitivamente podría hacerlo; claro, al menos que Cody usará sus habilidades únicas, lo cual no era muy probable. Como fuera, el hombre volvió a entrar al laboratorio con reservas, y los dejó solos una vez más. Sin embargo, al parecer no sería por mucho, pues Lisa poco después se giró hacia la puerta y dio un paso hacia ella sin decir nada.

—Lisa... —murmuró Cody con aprehensión. Intentó acercarse y detenerla de nuevo, pero la mujer se hizo a un lado rápidamente para impedirlo.

—No, no te me acerques... —murmuró casi asustada—. Es un truco, ¿cierto? ¿Cómo lo hiciste?

—Ya te lo dije, es lo que puedo hacer. Y puedo hacer más, mucho más, pero no aquí. Te puedo mostrar...

—No, no gracias —negó Lisa rápidamente con su cabeza y sus manos—. No entiendo qué está ocurriendo aquí...

A Cody se le vino a la mente aquel día en la sala de espera del hospital, y como aquel oficial había reaccionado tras haber visto a Matilda detener una bala. ¿Negación?, ¿confusión?, ¿enojo?; era difícil describirlo, quizás ni ellos mismos lo entendían. Realmente esperaba que Lisa lo tomara de mejor forma, especialmente porque ni siquiera había visto aún la parte mala; aún no conocía a los demonios que lo atormentaban desde niño.

—Sé que es demasiado —señalo el profesor con tono calmado—, y te solté mucho de golpe. Pero podemos hablar con más calma de esto si quieres...

La miró fijamente en espera de una respuesta, que al parecer le resultaba difícil abrirse camino al exterior. Lisa ni siquiera lo miraba, en su lugar tenía la mirada puesta en el piso, y movía sus dedos de forma nerviosa. Parecía asustada; ¿tanto miedo le había provocado esa demostración? ¿Se había pasado acaso?

—Sí, claro... —le respondió despacio tras unos segundos de meditación—. Pero no ahora; después... Debo volver al trabajo...

Se viró de nuevo a la puerta del laboratorio, y esta vez caminó mucho más rápido que antes. Cody ahora no la siguió.

—De acuerdo, te llamaré —le dijo con la suficiente fuerza para que lo escuchara, pero si acaso lo hizo no lo volteó a ver en ningún momento, y en su lugar se metió rápidamente al laboratorio.

— — — —

Cody salió molesto del edificio. No gritó o golpeó algo, o siquiera se notaba la molestia en su andar. Sin embargo, su postura y el ritmo de sus pasos eran claramente de asertividad, de deseos de exteriorizar algo que no podía. Una vez afuera, se detuvo unos momentos a respirar hondo, intentando tranquilizarse. Quería quitarse de la cabeza la idea de que Lisa había exagerado demasiado, que podría haber tomado todo de mejor manera, de que no era la mujer que él creía que era. En su lugar, intentaba ponerse en sus zapatos, intentaba comprenderla y darle una oportunidad. Intentaba convencerse de que en cuanto lo pensara con más calma, ella misma se daría cuenta de que su accionar no fue el correcto, lo llamaría, hablarían y todo saldría bien. Quería aferrarse a esa idea, pero no podía hacerlo del todo.

Estaba enojado, esa era la innegable verdad. Estaba enojado con Lisa, con él mismo, y en estos momentos hasta con el guardia de seguridad que acababa hace unos minutos de regresarle su identificación. No era propio de él sentirse de esa forma, pero era humano después de todo. Pero lo que más temía era que todos esos pensamientos negativos que lo inundaba, se terminaran desbocando en una horrible pesadilla.

Su teléfono sonó en ese momento; bastante oportuno, tanto que pensó por un momento que podría tratarse de Eleven. Al mirar la pantalla el nombre que mostraba, se dio cuenta de no estaba tan alejado en su predicción. Contestó la llamada y se acercó el teléfono al oído.

—Hola, Matilda —saludó intentando sonar lo más calmado posible.

—Hola, Cody —resonó la reconocible voz de su antigua amiga en la línea—. ¿Estás ocupado?

—No, para nada. Supongo que me hablas para lo de mañana, ¿cierto?

Al día siguiente sería sábado, el día en que había prometido ir a Eola a hablar con Samara. Había estado pensando mucho en ello esos días, y se había estado preparándose también. Y ahora, luego de esa incómoda conversación que acababa de tener, deseaba más que antes que llegara el día. Al principio todo había sido sólo para hacerle un favor a Matilda y a Eleven, pero ahora sentía que podía ser algo provechoso; para Samara, pero también para él.

—En verdad necesito distraerme en otra cosa —le comentó, un poco irónico—. ¿A qué horas nos vemos?

—Sí, sobre eso... —masculló Matilda, algo insegura—. Te llamo para avisarte que es posible que tengamos que moverlo para después. —Cody se sobresaltó al escuchar eso. Había comenzado a caminar hacia la avenida, pero se detuvo en seco a mitad del estacionamiento—. Lamento hablarte a última hora...

—Espera, ¿por qué es eso? —le cuestionó confundido—. ¿Ocurrió algo malo?

—No... —Matilda guardó silencio unos momentos, como si meditara en la veracidad de su propia afirmación—. Bueno, más o menos, pero en general todo está bien. Lo que ocurre es que mañana el Detective Sear y yo iremos a Silverdale, a hablar con la madre de Samara.

—¿Con su madre?

—Sí, al parecer sigue con vida, y está internada en un psiquiátrico de ahí. El detective creé que sería provechoso hablar con ella, aunque no entiendo cómo aún.

—Entiendo... —susurró Cody, aunque no del todo convencido—. Pero si no lo hacemos mañana, no podré hacerlo hasta la otra semana, Matilda. Yo me puedo encargar de hablar con Samara mientras ustedes van a Silverdale.

—¿Qué? —Escuchó como exclamaba abruptamente, casi con pánico—. No, nada de eso. No es nada recomendable que hables con ella sin mi apoyo...

—Quizás no soy un psiquiatra como tú —comentó abruptamente, interrumpiéndola—, pero te olvidas de que ya he ayudado a otros niños antes en la Fundación también.

Matilda balbuceó un segundo, insegura. Quizás le confundía un poco la forma en la que se estaba expresando, un tanto más asertivo que de costumbre. No era su intención comportarse de esa forma con Matilda; ella no tenía nada que ver con el motivo de su enojo, después de todo. Pero a veces resultaba difícil desconectar una situación con otra.

Luego un rato de aparente vacilación, Matilda logró recuperar la compostura suficiente para responderle.

—Lo sé, pero Samara es un caso especial. Tú mismo lo dijiste y lo viste; sus habilidades son muy peligrosas.

—Sí, bueno... —calló un segundo, antes de concluir—. Creo que por ello tenemos mucho más en común en realidad.

Sintió, sin necesidad de mirarla, que Matilda se sobresaltaba al escucharlo decir eso.

—No quise...

—Necesito hacerlo, Matilda —le aclaró tajantemente de golpe—. Necesito... hacerlo. Si no te sientes convencida y necesitas que hable con Eleven para que lo autorice...

—No, no... está bien —le respondió con un poco de apuro; Cody se sintió de inmediato culpable de usar la carta de Eleven especialmente considerando cómo se encontraba ella con ese tema hace unos días—. Mira, reunámonos mañana temprano y lo decidimos, ¿de acuerdo?

—Está bien.

Luego de ponerse de acuerdo sobre dónde verse, ambos se despidieron y colgaron. Cody caminó hacia la avenida, y luego se alejó caminando con paso calmado hacia su casa. La caminata le sirvió para despejar un poco la mente, pero seguía hecha un lío, eso era claro. Esperaba realmente que distraerse en ese otro asunto le ayudara.

— — — —

Su punto de encuentro acordado fue en Olympia, un punto intermedio entre Salem y Seattle para que le quedara bien a todos. El lugar elegido fue de hecho el mismo Denny's en el que Matilda se había detenido a comer el primer día que fue a Seattle para ver a Cody. Los tres acordaron verse ahí para desayunar y afinar detalles. Cody pensó que quizás Matilda intentaría de nuevo convencerlo de no hacerlo, pero procuraba no llegar con actitud desafiante. En la conversación del día anterior quizás se había pasado un poco, y lo que menos quería era enemistarse con Matilda. Así era Cody Hobson, después de todo. Siempre cuidando estar bien con todos, siempre miedoso de decir abiertamente lo que pensaba, de dejar que los demonios que rondaban por sus adentros se expusieran al exterior y a la vista de todos; siempre miedoso de que algo de ello le causara una horrible pesadilla.

Quizás ya había sido rehén de sus pesadillas por demasiado tiempo...

El coche que había pedido lo dejó justo enfrente del establecimiento. Para cuando llegó, Matilda y Cole ya se encontraban ahí, sentados en una mesa. Le sorprendió un poco al mirarlos de lejos, y parecerle que ambos estaban conversando, hasta cierto punto de manera amena. No era que se estuvieran contando chistes y riendo; de hecho miraban cada uno su menú, y al parecer comentaban un poco sobre las opciones. Pero al menos Matilda le pareció un poco más relajada. Quizás era su imaginación, pero esperaba que fuera una buena señal.

Se les aproximó con paso decidido. Cargaba consigo un amplio maletín, con varias cosas que pensaba usar ese día con Samara. Ambos lo miraron acercarse, e interrumpieron abruptamente lo que fuera que estuvieran hablando.

—Hola, chicos —los saludó con naturalidad, dejando su maletín sobre una de las sillas.

—Hey, Cody —saludó Cole, parándose de su asiento para acercársele y darle un fuerte apretón de manos—. ¿Cómo estás, viejo? —Cody sólo sonrió levemente y se encogió de hombros—. Vaya, ¿así de mal?

Al parecer el detective era perceptivo; de seguro él ya se daba una idea de lo que sucedía, tras la conversación que habían tenido la otra noche. Matilda, sin embargo, no tenía idea aún.

—¿Pasa algo? —cuestionó la psiquiatra, algo preocupada.

Cody suspiró, y pasó a tomar asiento; Cole hizo lo mismo, de regreso a su silla.

—Le dije a Lisa sobre mi Resplandor —declaró el profesor sin muchos rodeos.

—Y supongo que no lo tomó bien —le respondió Cole con un tono que no era del todo serio, pero que procuraba no sonar del todo impertinente.

Matilda miró a ambos con confusión.

—¿Quién es Lisa?

—Es... mi novia —le respondió Cody, incierto—. O algo así...

—Oh —exclamó Matilda, visiblemente menos sorprendida de lo que realmente se sentía por dentro—. ¿Estás seguro que fue buena idea?

—Me lo estoy cuestionando.

—Descuida, quizás sólo necesita tiempo para pensarlo un poco —añadió Cole con un tono más animado, y entonces le dio un par de palmadas en su brazo.

Cody lo miró de reojo y le sonrió. Esperaba que fuera así, y una parte de él aún tenía confianza en ello. Pero otra no tanto...

—¿Estarás bien, Cody? —Le cuestionó Matilda, con una mirada algo inquisitiva—. Este asunto con Samara ocupará de tu total concentración. Si algo te distrae...

—Sé cómo hacer esto, Matilda —le respondió de golpe, y algo más cortante de lo debido; de nuevo Matilda pareció no saber cómo reaccionar—. Estaré bien. Así como Cole se especializa en ayudar a niños que pueden ver fantasmas, creo que yo podría estar especializado en otro tipo también...

Matilda y Cole se miraron el uno al otro en silencio, y ese acto le pareció un poco de complicidad entre ambos. Era evidente que Matilda quería preguntarle más al respecto, pero en ese momento la mesera se acercó para tomarles su orden. Cody ni siquiera había tenido tiempo de revisar el menú, así que sólo pidió café y dos panques integrales. Matilda ordenó unos huevos, y Cole un omelette.

—¿Por qué irán a ver a la madre de Samara con tanta urgencia? —Les cuestionó Cody curioso, una vez que la mesera se fue; y además, intentaba cambiar un poco el tema.

Matilda resopló un poco con ironía, y entonces volteó a ver a Cole con una incómoda mirada de acusación.

—¿Por qué no se lo dice usted, Detective? —Le comentó con un tono desafiante, extendiendo una mano al frente como si le cediera el paso.

Más que molestarse, Cole sonrió divertido; al parecer ya se había acostumbrado a ese trato por parte de Matilda, y de hecho ésta también se le veía un tanto más abierta, incluso en su sarcasmo.

Cole carraspeó un poco y se sentó derecho en su silla.

—Creemos...

—¿Creemos? —Interrumpió Matilda, disparándole una mirada suspicaz desde su asiento.

—Bueno, corrijo... Yo creo que podría darnos información importante sobre el verdadero origen de los poderes de Samara. Algo que quizás pudiera tener que ver con su padre.

—¿Crees que también pudiera haber sido resplandeciente? —preguntó Cody, ahora sí con genuino interés.

Cole soltó una pequeña risilla y miró de reojo a Matilda, como si esperara que ella le dijera qué decir. Ella sólo apoyó su rostro contra su mano y se encogió de hombros.

—Sí... algo parecido —respondió el policía dudoso, lo que a Cody le confundió un poco.

—Como sea, si conseguimos algo ya te lo compartiremos —intervino Matilda, un poco al rescate de esa conversación—. El Dr. Johnson ya está enterado de que irás a ver a Samara. Ten mucho cuidado con ella, por favor. Enserio, si prefieres que vaya contigo...

—Estaré bien, Matilda —repitió Cody con seguridad—. ¿Estás preocupado por mí o por ella?

—¿Eh? —Exclamó Matilda, algo perdida por esa pregunta. Cody sonrió divertido.

—Le has tomado un cariño especial, ¿verdad?

—No más del usual —le respondió a la defensiva, casi como si el comentario le ofendiera. Cole no pudo evitar reír divertido, no tanto por el comentario de Cody, sino por la reacción que Matilda había tenido. Las mejillas de la psiquiatra se ruborizaron un poco.

Cody prosiguió.

—Estaremos bien. Creo que a los dos nos servirá platicar. Y espero que ustedes encuentren lo que están buscando.

—Yo no apostaría en eso —respondió Matilda de mala gana, cruzándose de brazos.

— — — —

Luego de su desayuno, el grupo se dividió en dos y se dirigió a su respectivo destino. Cole y Matilda subieron al carro alquilado de esta última, y partieron al norte rumbo a Silverdale. Cody pidió otro vehículo, y se dirigió al sur a Eola. Tres horas después, ya se encontraba estacionado delante el Hospital Psiquiátrico, el mismo que había visitado hace unas noches atrás de manera repentina. De día el sitio se veía menos aterrador, y definitivamente el ambiente a su alrededor también se sentía distinto.

Se reportó con la enfermera en el área de recepción, y está se encargó de contactar al Dr. Jonhson. El primer día que Matilda arribó a ese sitio, la tuvieron deliberadamente esperando varios minutos; Cody, sin embargo, fue atendido relativamente pronto. Apenas y tuvo oportunidad de revisar si acaso Lisa le había mandado algún mensaje; no lo había hecho aún.

El joven doctor se acercó por el pasillo, y de inmediato visualizó al visitante en una de las sillas.

—¿Dr. Hobson? —Saludó con elocuencia, delante de él.

—Es profesor Hobson.

—Lo siento. —Le indicó con su mano el camino, por lo que Cody se puso de pie y comenzó a andar junto con él—. La Dra. Honey dijo que vendría. Samara ya está en la sala de observación.

Cody sólo asintió como respuesta. Luego de andar en silencio por un rato, notó que Jonhson lo miraba de reojo con cierto interés.

—Usted vino con la Dra. Honey la otra noche, ¿cierto? —le preguntó de pronto, exteriorizando al fin la pregunta que seguramente le rondaba la cabeza—. Ella dijo que era su colega, si mal no recuerdo.

—Supongo que lo soy —le respondió con tono neutro.

—¿Es parte de esa Fundación de la que viene ella? —Cody sólo asintió—. Sólo por curiosidad, si no es psiquiatra, ¿qué hará exactamente con Samara? ¿Sabe lo peligrosa que es?

—Lo he oído. Pero descuide, sé lo que hago, aunque no lo crea.

—Si usted lo dice. Supongo que querrá también verla a solas, ¿cierto?

—De preferencia. ¿Cree que eso sea un problema?

Un ligero quejido de sorna se escapó de los labios de Jonhson, quizás con toda intención de que él lo notara.

—Para nada. No hay nadie en este edificio que desee estar más de lo necesario cerca de esa niña. Para ser honesto, no sé por qué sigue aquí. Lo de la otra noche volvió bastante obvio que éste no es el sitio adecuado para ella. El único que sigue renuente a la idea de que se vaya, es el Dr. Scott, que no ha estado del todo bien estos días. Ella le hizo algo, aunque él lo niegue. He intentando convencerlo de que se analice, pero...

Guardó silencio abruptamente, quizás al darse cuenta de que estaba hablando de más. Cody no lo lamentó, pues en realidad no deseaba escuchar más sobre ese tema.

Avanzaron un rato más por el pasillo, hasta que llegaron a las dos puertas que llevaban a las salas de observación. Johnson paró en seco, quedándose a algunos metros de la puerta.

—Es ahí —le indicó, señalando a la puerta.

Cody dio tres pasos hacia ella, antes de darse cuenta de que Johnson se había quedado de pie en aquel sitio, y miraba a la puerta con nervios. Aparentemente no quería acercarse más.

—Estaré bien desde aquí, gracias —le indicó despacio, y el doctor pareció sentirse aliviado al escucharlo.

—Claro. Buena suerte.

Se giró entonces sobre sus pies, y se alejó apresurado por el pasillo; bastante apresurado, de hecho. En efecto todos ahí parecían tenerle miedo a Samara Morgan, un miedo bastante intenso. De hecho, haciendo un poco de memoria, Cody pensó que su propia reacción la otra noche, tras ver lo que había ocurrido en su habitación, no había sido mucho mejor. Debía ser horrible la sensación de que todos a tu alrededor te tengan miedo. A pesar de todo, Cody siempre había sabido guardar su secreto de la mayoría de las personas, y por eso no había vivido aquello tan activamente. Aunque, con una sola persona importante que te viera de esa forma, ya era demasiado... como Lisa.

Además, había algo peor que el hecho de que la gente tuviera miedo, y eso era algo que estaba seguro de que tanto Samara como él sentían por igual.

Ingresó sin mucha más espera por la pesada puerta. Era la misma habitación en la que Matilda se había reunido con Samara en dos ocasiones, la segunda en compañía de Cole; incluso aún seguían algunos rastros visibles de lo que había ocurrido ahí mismo hace unos días, aunque Cody en ese momento desconocía al respecto. A diferencia de esas dos veces anteriores, Samara no se encontraba sentada en su silla esperando; en realidad se encontraba de pie frente al espejo doble, mirando fijamente su propio reflejo en él, o quizás incluso mirando más allá de él. Cuando Cody entró, lo primero que notó fue su larga cabellera negra y lacia, que casi cubría por completo su figura al mirarla de espalda. La joven, al sentir su presencia, se giró lentamente hacia su dirección; uno de sus ojos oscuros se asomó entre la cascada negra de su cabello, y se clavó directo en él. Por un segundo, Cody sintió algo extraño recorriéndole el cuerpo en cuanto ella lo vio; un dolor, como si le acabaran de golpear en el pecho.

No era precisamente la primera vez que la veía, pues eso había sido hace unas noches, cuando Matilda, Cole y él fueron hasta su habitación para ayudarla. Aunque en aquel momento no cruzaron palabras, ni estaba seguro si ella lo había notado siquiera. Pero como fuera, el estar de pie en esa habitación, prácticamente encerrados, le producía una cierta ansiedad que no entendía del todo. ¿Era su Resplandor reaccionando de mala forma? O quizás simplemente la niña tenía una cierta presencia densa y pesada, que se impregnaba a su alrededor sin notarlo.

La niña inclinó sutilmente su cabeza hacia un lado, como si lo analizara. Cody se forzó a reaccionar rápidamente, intentando sonreír calmado, y esperando que si lo fingía el suficiente tiempo, esto se volviera real; un poco parecido a cuando daba clases.

—Hola, Samara —le saludó con tono amistoso, avanzando un poco hacia ella—. ¿Cómo estás? —Samara sólo lo miró, sin responderle nada—. Me llamó Cody; nos conocimos la otra noche, ¿me recuerdas?

Samara inclinó su cabeza ahora en la otra dirección, sin apartar sus ojos de él ni un segundo.

—Creo que sí —respondió con voz apagada—. Matilda me dijo que debía hablar contigo. ¿Eres policía también?

—No, soy profesor de Biología. ¿Estudias biología en la escuela, Samara?

La pequeña desvió su mirada hacia otro lado, como si sintiera vergüenza. Agachó un poco su cabeza, provocando que sus largos cabellos le cubrieran casi por completo el rostro, y comenzó a avanzar hacia la silla en el centro del cuarto.

—No he ido a la escuela desde los ocho años —le respondió secamente—. Estudio en casa.

Cody no tenía conocimiento de ello; de seguro Matilda lo sabía, pero no se lo había mencionado. Si tuviera que adivinar, diría que de seguro fue en aquella época cuando sus habilidades comenzaron a salirse de control.

—Entiendo —asintió el profesor. Samara entonces se sentó en la silla, acomodándose su bata blanca en el proceso—. ¿Matilda te dijo porque quería hablar contigo?

—No con exactitud... Dijo que me ayudaría, pero no sé cómo. —Lo miró de nuevo, con reserva—. ¿Tú también lo tienes? ¿El Resplandor?

—Sí, así es. —Se acercó entonces a una silla colocada delante de ella y se sentó, con su maletín sobre las piernas—. Pero el mío no es como el de Matilda o como el de Cole. Tampoco es exactamente como el tuyo. —Guardó silencio unos momentos, e inclinó sutilmente un poco su cuerpo al frente—. Pero si me permites contarte un secreto, tú y yo tenemos algunas cosas en común. Por ejemplo, yo sé lo que se siente... tenerte miedo a ti mismo.

Esa afirmación logró llamar por completo la intención de la niña, quien de inmediato lo volteó a ver, expectante. Cody entonces, esperanzado de que realmente estuvieran solos como Matilda y el propio Johnson le habían dicho, le hizo una demostración. Se enfocó en su entorno, en esa habitación blanca que bien podía funcionar como un perfecto lienzo en blanco. Las paredes abruptamente comenzaron a pintarse de verde de lado a lado, hasta que toda la habitación tomó abruptamente otro color.

Samara miró esto con sorpresa, una reacción bastante notable sobresaliendo de su rostro frío y sereno.

Del suelo comenzaron a surgir enredaderas que subían por las paredes, y luego de éstas aparecieron pequeñas flores rosadas que adornaron todo el lugar. Y las mariposas, no podían faltar las mariposas. De diferentes colores y tamaños, comenzaron a revolotear sobre sus cabezas; Samara les miraba desde abajo, maravillada.

Cody se puso de pie, comenzando a caminar entre las mariposas y las flores, mientras Samara lo seguía con la mirada.

—Mi Resplandor también es difícil de controlar —le comentó con la misma claridad con la que impartía una clase—. Y por ello sé lo que es temer que tus poderes lastimen a otros; especialmente a aquellos que quieres. —Alzó en ese momento su mano, y una de las mariposas, la más grande, se posó sobre ella—. Esto es algo que no cualquiera puede comprender, ¿cierto? Sólo aquellos que han pasado por lo que hemos pasado nosotros...

Agitó de pronto su mano, y la mariposa sobre ésta se esfumó en el aire. Todo a su alrededor también lo hizo, esfumándose como neblina, dejando en su lugar de nuevo el mismo cuarto blanco. Samara miró este cambio también con sorpresa, aunque igualmente con algo de decepción. Cody se giró de nuevo hacia ella y extendió su mano al frente. Una de las flores rosadas que habían aparecido hace unos momentos, surgió de su mano como si germinara de la tierra. Se le aproximó para que ella pudiera verla de cerca.

—Matilda y los otros describen estas habilidades como un don —indicó, mientras la niña alzaba tímidamente una de sus manos, y pasaba sus dedos por los pétalos de la flor; se sentía real, muy real—. Pero para algunos, como nosotros, se siente más como una maldición en ocasiones, ¿verdad?

La flor se marchitó abruptamente ante los ojos de Samara. Sus pétalos rosas se volvieron cafés, y se arrugaron como pasas. Cayeron uno a uno sobre la palma de Cody, y luego se hicieron polvo, para después desaparecer por completo. Samara miró éste último cambio sin mutarse demasiado, más allá de apartar con cautela su mano.

—Sí... sí lo es —le respondió en voz baja.

Y ese era el tipo de cosas que Cody podía comprender, más que la mayoría de los miembros de la Fundación. Personas que le temían a sus poderes y a lo que podían hacer, por no comprenderlos o controlarlos, había bastantes. Pero entre ese grupo, existía uno muy especial: aquellos que le temían a su poder con justa razón... porque realmente representaba un peligro para las personas. Porqué era inestable, porque era demasiado poderoso, o porque sencillamente su propia naturaleza ya era peligrosa.

Cody se sentó de nuevo en su silla, se acomodó sus anteojos y miró con seguridad a la pequeña delante de él.

—Pero lo que vengo a decirte es que no tiene porqué ser así. Que hay formas de poder enfocar lo que puedes hacer de buena manera, y de que no le tengas tanto miedo. Por qué el tuyo, Samara, es realmente un don muy especial. —Le sonrió gentilmente—. Puedes llegar a hacer grandes cosas con él, como ayudar a las personas, y aliviarlos de sus problemas y males. ¿Eso te gustaría?

Samara desvió su rostro hacia un lado, como si dudara de cómo responder a esa pregunta.

—Tal vez... ¿Acaso tú puedes ayudarme con eso?

—Lo puedo intentar. ¿Me lo permitirías? —Samara asintió lentamente, sin mirarlo—. Bueno, primero quiero intentar algunos ejercicios, si te parece bien. —Comenzó entonces sacar algunas cosas de su maletín, incluyendo algunos lienzos, libretas y cuadernos—. Algunos quizás se parezcan a algo que hayas hecho con Matilda antes, pero son para que yo pueda ver todo lo que puedes hacer, ¿de acuerdo?

—De acuerdo —repitió ella, no precisamente muy animada, pero a Cody eso no le importó.

—Muy bien. Empecemos...

— — — —

Lisa sólo iba al laboratorio en sábado cuando tenía que adelantar trabajo, o cuando le tocaba guardia una vez al mes. Pero ese día no era ni lo uno ni lo otro; ese era el día de su importante reunión. A media mañana le informaron que el cliente con el que la tendría había llegado, por lo que rápidamente caminó nerviosa hacia la oficina en la que éste lo esperaba. Era una oficina que no se usaba en esos momentos, pero la persona que vería había pedido un sitio así para más privacidad. El largo pasillo se encontraba vacío mientras avanzaba, y la puerta de madera de la oficina se encontraba semiabierta. Se quedó afuera unos momentos, intentando tomar valor, y entonces se animó a tocar discretamente y asomarse al interior. La oficina se encontraba alumbrada únicamente por la luz natural que entraba por la ventana abierta de la derecha. Era un cuarto cuadrado, con sólo un escritorio y algunos archiveros. Sentado en el escritorio, se encontraba un hombre.

—Adelante, señorita... —murmuró el hombre del escritorio, mientras tenía sus ojos puestos en un expediente abierto sobre la mesa—. Mathews, ¿cierto?

—Sí, señor —le respondió con timidez, ingresando al cuarto y acercándose al escritorio con cautela.

—Por favor, llámame Russel —le comentó con cierto humor el hombre sentado, sonriéndole ampliamente y mostrándole casi por completo su dentadura blanca y recta.

Era un hombre de piel oscura y cabeza totalmente rapada, rostro rasurado y unos lentes redondos de armazón delgado. Era de hombros anchos, y de complexión un poco fornida. Usaba un traje y corbata negra, y sobre éste una bata blanca con un gafete de Visitante colgaba de ésta. En su mano izquierda sostenía un pequeño yogurt comercial abierto, y con la otra sostenía una cuchara transparente de plástico, con la que hurgaba entre el yogurt. A lisa le pareció curioso, pues parecía una presentación para niños; de esos que eran muy coloridos y dulces.

—¿Te molesta si como mientras conversamos? —Le cuestionó con cierta naturalidad, mientras Lisa se sentaba—. Sé que estos yogurts son pura grasa y azúcar, pero vaya que me gustan. Ahora están de moda todos esos yogurts griegos, y bajos en grasa, y bla, bla. Tú eres bioquímica, ¿qué dices? ¿Son malos para mí?

—No es mi especialidad... —Le respondió insegura.

—Claro, claro, disculpa. —Rio con cierto humor en su voz, y acto seguido tomó algo del yogurt con la cuchara y lo metió en su boca. No parecía definitivamente el tipo de persona que Lisa esperaba ver—. Supongo que ya te informaron para qué es esta entrevista, ¿verdad?

—Algo así. Es para el proyecto secreto... que estamos haciendo para una rama del gobierno.

La voz de Lisa se escuchaba apagada, algo retraída como si temiera decir algo indebido que la pudiera meter en problemas. Era una entrevista importante después de todo, pero su temor iba un poco más allá de eso...

El hombre que se había presentado como Russel, rio un poco al oír su comentario. Se recargó por completo contra el respaldo de la silla, que se hizo casi por completo hacia atrás, mientras siguió probando un poco de su yogurt.

—Proyecto Secreto, haces que suene más interesante de lo que es —ironizó Russel—. Proyecto Secreto, qué miedo. Pero sí, es una forma sencilla de decirlo. El caso es que, debido a algunos cambios internos que realizaremos en este "Proyecto Secreto", ocuparemos a otro recurso asignado de tu perfil, en carácter de urgente —puso especial énfasis en esa última palabra—. Y debido al buen trabajo que ha hecho tu compañía con nosotros, nos gustaría que ese recurso fuera de aquí mismo, y tus supervisores te han recomendado. Dicen que eres trabajadora, inteligente, y sobre todo muy discreta. —La miró fijamente con cierta intensidad al decir eso último, poniéndola un poco nerviosa—. Me dijeron también que has trabajado antes en algunos proyectos delicados, y que no tienes miedo de hacer lo que te piden... sin cuestionar de más.

Había algo extraño en la manera en la que había dicho eso, algo que no supo identificar pero que casi parecía ser similar a amenaza. Fuera lo que fuera, puso a Lisa algo incómoda.

—Supongo que es una descripción adecuada, señor... —El hombre la señaló acusador abruptamente—. Russel —se corrigió a sí misma, haciendo que el hombre volviera a sonreír animado—. Pero si me permite cuestionar sólo un poco... he escuchado algunos rumores entre mis colegas, sobre de qué se trata este proyecto.

—¿Enserio? —Murmuró Russel con un interés tan marcado que casi parecía fingido—. ¿Y qué has escuchado con exactitud?

Lisa suspiró despacio. Quizás se la estaba jugando más de la cuenta. Nunca había hecho caso a esos rumores más de la cuenta, o los había creído siquiera. Y aunque fueran ciertos, poco le hubiera importado; pues, como bien el señor Russel había señalado, ella acostumbraba obedecer órdenes sin cuestionar demasiado. Su padre había sido militar, y uno muy leal a su patria; mucho de su manera de ser y de pensar, se lo había transmitido con el paso de los años. Por ello, no tenía problema con ingresar a un proyecto secreto, si era uno que pudiera darle buenas referencias y contacto para subir en su profesión, y además quizás ayudar un poco a su país. Sin embargo, tras lo que había visto el día anterior, necesitaba exteriorizar esa duda antes de poder proseguir...

—Algunos dicen que el proyecto... secreto... es para el Departamento de Inteligencia Científica. —La ceja derecha de Russel se arqueó con intriga al oír eso—. Pero se supone dicha agencia ya no existe desde los ochentas, ¿no? —Russel no dijo nada; sólo se le quedó viendo, con un semblante que se sentía algo más serio y duro que el que había tenido desde el inicio de su conversación. Aun así, Lisa prosiguió—. No sé si eso haya tenido que ver con su desaparición, pero leí que en aquel entones surgieron varios artículos que afirmaban su participación en algunos experimentos poco éticos en humanos para hacer... personas con poderes. Poderes psíquicos, para ser exactos.

Russel siguió callado por un rato más. Sin quitarle los ojos de encima, y aún en silencio, metió la pequeña cucharita en el yogurt, y tomó un pequeño bocado de éste. Abruptamente, soltó un quejido de satisfacción.

—No sé si sea bueno o malo, pero sabe bien —murmuró de pronto, señalando el recipiente del yogurt con la cucharita—. ¿Gustas un poco?

—No, gracias... —le respondió Lisa, un tanto extrañada por tan repentino ofrecimiento.

—Tú te lo pierdes —señaló burlón, antes de tomar otra porción más—. Vaya, el poder de los chismes de oficina; no hay poder psíquico más grande que eso, ¿no crees? —Soltó entonces una pequeña carcajada despreocupada—. Poderes psíquicos, vaya imaginación... ¿crees que algo así pudiera existir?

Al hacer esa pregunta, se le quedó viendo de nuevo, como si realmente deseara escuchar la respuesta que le daría.

—Yo... no lo sé —respondió intentando sonar tranquila; incluso sonrió y se encogió de hombros—. Supongo que es posible, pero poco probable.

—Una respuesta muy científica de tu parte —asintió Russel, y entonces se viró hacia su yogurt, comenzando a raspar las paredes con la cuchara para retirar cualquier rastro que quedara—. ¿Tú has conocido acaso a alguien que pueda hacer algo parecido a eso?

Lisa se estremeció al escuchar esa pregunta tan repentina. Russel seguía concentrado en su yogurt, pero estaba segura de que no se lo había preguntado sólo por curiosidad; ¿acaso... sabía algo? No, era imposible, ella había sido notificada de esa entrevista mucho antes de que pasara lo que pasó. Pero, ¿quizás ellos sabían de antemano de Cody? ¿Sabían de él y de su relación y por eso le cuestionaba? ¿O fue sencillamente por su culpa?, ¿por haber tocado ese tema y abierto la puerta a la posibilidad?

Se forzó a mantener la compostura, a calmarse y responderle lo más pronto que le fue posible.

—No... claro que no —respondió apresurada, con un tono burlón—. Ese tipo de cosas sería difícil mantenerlos en secreto, ¿no cree?

—Claro, es verdad —respondió Russel con un tono un tanto ausente. Lamió entonces de su cuchara lo último que quedaba, y luego la tiró con todo y el recipiente al cesto de basura a un lado del escritorio—. Me agradas, Mathews. Creo que eres la indicada para el puesto que necesitamos ocupar.

Lisa lo miró, incrédula.

—Pero si aún no hemos hablado de nada importante...

—Llámalo un presentimiento —le respondió abruptamente, casi violento. Se inclinó entonces sobre el escritorio en su dirección. La miró fijamente a través de sus anteojos, y le volvió a sonreír, con toda esa dentadura blanca y perfecta—. Yo siempre tengo... buenos presentimientos.

De nuevo esa sensación de amenaza latente en sus palabras. ¿Se suponía que eso debía significarle algo? ¿Debía intimidarla o animarla? Lisa no lo sabía... realmente no entendía casi nada a su alrededor desde el día anterior.

Russel se inclinó hacia atrás, recargado por completo contra el respaldo de nuevo. Tomó el expediente abierto, el expediente de Lisa precisamente, y lo colocó delante de él para revisarlo mientras hablaba.

—Pero, hablemos de cosas importantes, si te parece mejor así —le indicó con un tono un poco burlón. Lisa suspiró aliviada. Russel entonces la miró de reojo por encima del armazón de sus anteojos, y de nuevo la tensó un poco—. Pero no estés nerviosa; no tienes nada que esconder, ¿cierto?

Lisa vaciló, rozando por poco el punto de lo sospechoso. Pero al final le sonrió despreocupada, y se sentó derecha y segura en su silla.

—No... claro que no...

FIN DEL CAPÍTULO 34

Notas del Autor:

—El personaje de Russel que aparece al final del capítulo, es un personaje original de mi creación, pero se encuentra basado en el contexto de una de las obras involucradas en esta historia. Más adelante se explicará más sobre este personaje.

Continue Reading

You'll Also Like

145K 7.5K 200
En algún momento de la vida debemos reflexionar cambiar las malas acciones que hemos hecho a lo largo de nuestra vida nuestro propósito es que los po...
101K 4.4K 25
Cosas que quizás no sabias; Datos psicológicos del amor. Si te gusta alguna frase, ¡Puedes tomarla!, es dominio publico. ¡Vota por tu frase favorita!
108K 14K 70
La historia trata de una escritora qué se hace famosa por un golpe de suerte y un buen descubrimiento de parte del editorial, su nombre Sarocha Chank...
11.6K 1.6K 40
¿Podrían los pensamientos cambiar nuestra vida? ¿Podrían las energías de nuestra alma en armonía con el universo alcanzar nuestros deseos? Invierte e...