Capítulo tres:
No lo hagas Pandora.
– Uhm... ¿Logras ver algo? Me siento mal de no ver nada con claridad, es la primera noche despejada en semanas y no hay estrellas que ver– refunfuñe contra el telescopio que estaba en mi habitación, directo al cielo desde mi ventana.
– Nope, tal vez lo mejor será intentarlo a la que sigue– responde Will al teléfono que está en altavoz.
– Está bien, ¿Les gustaron a los chicos las letras que te envié?– pregunto sentándome en mi cama.
– Las adoraron, están a punto de ahorcarme si no les digo quién es el que escribe las canciones.
– Me alegro, me gustaría escucharlos tocar alguna vez– respondo mientras cierro mi ventana, apago las luces y mi habitación solo queda iluminada por mi lámpara de noche.
– Estas invitada cuando quieras, pero te advierto que somos pésimos– sonrío al escucharlo.
– Hasta mañana Will, descansa– me despido de mi amigo.
– Buenas noches Sam.
Al despertar, pude ver la capa de nubes habitual que cubría el pueblo de Forks. Hacía algo de frío por lo cual me abrigué con una chamarra y un gorro. Cuando suena el claxon de Will me despido de mi madre, quién estaba viendo uno de esos programas matutinos de televisión.
– Nos vemos Mamá– me despido de ella.
– Recuerda que hoy tenemos cita con el nutriólogo, debes llegar temprano– me grita sin despegar la mirada de la televisión.
Odiaba estos días, eran los peores de mi semana. La visita al nutriólogo era de las experiencias más traumáticas para mi, el sólo hecho de subirme a una báscula hacía que mi respiración se acelerara y el sudor empezara a correr por mi frente. Mi madre me ha llevado casi casi arrastrándome.
Salgo de mi casa ajustando mi chamarra por el frío y tengo que hacer aparecer una sonrisa para Will pese a que no estoy muy feliz.
– Buenos días, ¿Café?– pregunta mientras pone los seguros del auto y yo me coloco el cinturón de seguridad.
– Gracias, buenos días– le respondo tomando el termo que me ofrece.
– He decidido no ir al baile– me sorprendo pero lo dejo continuar– ponen música horrible, la comida y bebida es horrible, no tengo traje y podría decirte mil razones más.
– No puedo discutir con tu lógica pero...– digo divertida– si lo haces para estar conmigo en verdad me voy a enojar, no puedes privarte de cosas solo porque soy una inadaptada social, por horribles que sean– hago una mueca. No me gustaba que Will estuviera tan atado a mi y a mis insuficiencias sociales.
– Samantha Flowers, no hay nada que no hiciera por ti– responde sin apartar la vista del camino y apretaba el volante– pero no es por eso que lo hago, de verdad no quiero ir.
Suspiro, ya tendría tiempo para convencerlo. Llegamos pronto a la preparatoria pero al ingresar al estacionamiento nos percatamos de que está repleto de automóviles, ambulancias y más.
– ¿Qué estará sucediendo?– pregunto realmente preocupada.
Bajo del auto en cuanto Will se detiene y me acerco a Jessica Stanley que estaba mirando hacia arriba, en dirección a lo alto del edificio principal.
– Hola Jess, ¿Qué está sucediendo?– le pregunto. Jessica voltea inmediatamente a mirarme y me tomó del brazo para jalarme.
– Una chica quiere aventarse del edificio central.
– ¿Quién?– pregunta Will llegando a mis espaldas.
– Pandora White– responde Jessica con un ligero rubor en las mejillas.
Las lágrimas aparecen en mis ojos y tanto Will como yo corremos a toda velocidad en dirección al edificio.
Pandora era muy importante para mi y para Will, éramos nosotros tres contra el mundo en la secundaria. Éramos lo equivalente al Trío Dorado de Harry Potter, dispuestos a dar todo por el otro. Todo cambió hace un par de meses, cuando Pandora empezó a salir con un chico mayor que ella, quien inevitablemente la separó de nosotros.
– ¡No pueden pasar!– nos ordenó un oficial de policía.
– Es nuestra amiga, tal vez podemos hablar con ella– le pido a éste subiendo las escaleras.
– No chicos, el director del Instituto fue claro.
– Por favor... Es nuestra mejor amiga– le suplico tratando de combatir contra las lágrimas que se están acumulando en mis ojos. Y es que me dolía el hecho de que Panda, como le decíamos de cariño, estuviera a punto de hacer eso.
– Esta bien, pasen...Sólo con cuidado– me responde el policía y nos deja entrar a Will y a mi.
Will toma mi mano y la aprieta, sé que está igual de afectado que yo. Subimos a toda velocidad hasta el quinto piso del edificio, de ahí nos encontramos con otra barrera, de profesores y directivos de la misma escuela.
– Señor Ramirez, es nuestra mejor amiga, déjenos verla por favor– mi voz sale entrecortada por la angustia y el esfuerzo físico que acababa de hacer.
– ¿Segura Flowers?– pregunta receloso.
– Sí, por favor.
El docente nos permite el paso y les dice a sus homólogos que nos permitan el acceso al aula de dónde Pandora pretende arrojarse. Suelto mi mochila y volteó a ver a Will, quien me regresa la misma mirada de dolor. Mi amigo vuelve a tomar mi mano y juntos nos acercamos al grupo de gente el cual rodea a Panda. Mis ojos se abren al verla y casi no reconocerla, estaba muy delgada y ojerosa, su cabello estaba opaco y corto y sus pies estaban descalzos y algo sucios.
– Pandora– su nombre sale de mis labios y ella voltea a verme con la mirada totalmente perdida.
– No se acerque señorita, puede ser peligroso– me advierte un bombero.
– Sam vete, no quiero que veas esto– la voz de mi amiga daba miedo y mi corazón se rompe en mil pedazos.
–¿Por qué Panda? ¿Qué te hizo?– pregunta Will a mi lado, haciendo clara alusión a su novio.
– Él...– Pandora cierra sus ojos y lágrimas salen de ellos– Me lastimó, me ha hecho pedazos, ya no lo soporto.
– Panda, yo te prometo que él no se te va a acercar de nuevo. Encontraremos una solución, los tres juntos, como siempre– le ofrezco mi mano mientras el equipo de protección civil, un bombero y un oficial nos miran.
– Siempre tan optimista Sam, siempre admiré eso de ti...– suelta mirando hacía abajo pero continúa hablando más para ella misma que para mi– que fácil sería ahorcar mi alma y dejarla ir...
Pandora da un paso que hace que me acerque más a ella,– No lo hagas Pandora, por favor; cada herida que tenemos en el alma nos hace inigualables y especiales, estamos aquí Will y yo, te juro por lo que más amo, que son ustedes dos, que no te dejaremos sola, nunca más.
Extiendo mi mano y Pandora me ve con sus hermosos ojos verdes que lucen tristes, me acerco aún más causando las reacciones de las autoridades que estaban ahí.
– Está bien, toma mi mano Panda, todo estará bien...– me acerco a gatas aún más pese a la advertencia de las autoridades pero ahorita me importa muy poco.
– Sam– me llama nervioso Will.
– Está bien Will, Pandora tomará mi mano e iremos los tres a hacer un picnic en mi casa, ¿Se acuerdan cuándo mi madre se enojaba que nos acabáramos la comida de mi refri? Vamos Panda, ven conmigo– quería que mi amiga tomara mi mano y haría lo que fuera por ello.
Pandora nos mira a Will y a mi, aprieta los labios y se cubre la cara con las manos llorando. Poco a poco va cayendo en los brazos de un paramédico y rápidamente revisan sus signos vitales en el interior del aula.
– Ven Sam, te ayudo– me dice Will mientras me giro poco a poco porque claro, le temía a las alturas. Cuando estoy a punto de sujetarme de Will, me resbalo provocando que literalmente quede colgada del quinto piso del edificio.
No puede ser.
Me sujeto con todas mis fuerzas mientras mis ojos se encuentran con los de Will.
– ¡Sam!– grita y trata de subirme con sus brazos.
– ¡Dios no, Sam!– escucho el grito de Pandora, lo que provoca que los paramédicos, rescatistas y más se acerquen a ayudarme.
Cierro los ojos y me maldigo a mi misma por no ser una chica con un peso normal a la cual rápidamente podrían salvar. Todo pasa en cuestión de segundos, en un momento estaba ayudando a salvar a Pandora y ahora soy yo la que está colgada del marco de la ventana. De repente un par de brazos fuertes me toman, haciendo que abra los ojos. Los brazos son enormes pero sobre todo fríos, helados para precisar.
– ¿Y tú de donde saliste?– escucho decir a Will mientras esos brazos me ingresan de nuevo al aula.
Salgo de mi estado de alteración y veo a quién me ha ayudado. Emmett Cullen me mira el rostro analizándolo, me deposita en el piso y me sonríe aliviado soltando un suspiro.
¿Qué?
– Gracias– digo sin aliento y los paramédicos se acercan ahora a ayudarme.
– ¡Sam! ¿Estas bien? ¿Te duele algo?– me pregunta con desespero Will. Alzó los ojos y busco a Pandora, quien me mira asustada.
Rápidamente me separo de las personas que me rodeaban y me acerco a abrazarla con fuerza, mientras las lágrimas salen de nuestros ojos. A nuestro abrazo se une Will, nos rodea a las dos con sus brazos y caemos al piso de rodillas, los tres, juntos.
Abro los ojos por un minuto y miro a Emmett transmitiendo todo el agradecimiento del que soy capaz de dar en una mirada, dándole gracias a dios porque él estuviera ahí para salvarme. Éste me devuelve la mirada y una pequeña sonrisa.