Lucy Weasley y la Orden del F...

By AliciaMoon_7

53.3K 5.3K 3.2K

TERCER LIBRO DE LA SAGA LUCY WEASLEY Lord Voldemort ha vuelto, y Albus Dumbledore ha reunido la Orden del Fé... More

2. Jonathan el loco
3. El número doce de Grimmauld Place
4. Los peores espías del mundo
5. Las peleas
6. Recuerdos
7. Rob Terrible y las malas noticias
8. Harry, incomprendido
9. Preguntas
10. La limpieza
11. La absolución
12. Luna Lovegood
13. La canción del Sombrero Seleccionador
14. Dolores Umbridge
15. Quidditch y charlas en el fuego
16. Respeto
17. Cabeza de Puerco
18. El decreto de enseñanza número 24
19. El Ejército de Dumbledore
20. El león y la serpiente
21. La historia de Hagrid
22. El adorno encantado
23. Hospital San Mungo de Enfermedades y Heridas Mágicas
24. Navidad en la sala reservada
25. Las lecciones del cuaderno
26. El doce de julio de 1985
27. El permiso
28. El centauro
29. El chivatazo
30. Los fuegos artificiales
31. El peor recuerdo de Snape
32. Un pantano portátil
33. El gigante
34. TIMOS
35. El escape
36. El departamento de Misterios
37. El velo
38. Lord Voldemort
39. Lucy Weasley y Marcus May son unos lloricas
El perro y el barquero [Especial]
40. La tarjeta
AVISO

1. La cena del desastre

3.7K 190 96
By AliciaMoon_7

  —¡La señorita Lucy no puede subir a la señorita Ginny al tejado!

La jefa del hogar era Roxane, y si ella decía que algo no se podía hacer, Pepper se acordaba de ello.

A Lucy le gustaba estar sola en casa para hacer las cosas que su madre no le dejaba cuando estaba presente. Y le gustaba más aún cuando estaba con sus primos y sin sus padres.

Llevaban poco más de una semana de vacaciones, y los padres de Lucy iban a trabajar en sus acostumbrados horarios. Sin embargo, solían llegar a casa bastante tarde, y no querían decir a dónde iban. Ron le había contado que su padre hacía lo mismo, y que esperaba a que todos se fueran a la cama para hablar con Molly.

Para no estar tanto tiempo solos, Will dio a Lucy permiso para ir a La Madriguera a jugar o bien que sus primos fueran a su casa.

—¡Pepper, nos vas a delatar! —protestó Lucy.

—Los señores Weasley llegarán a casa en cualquier momento —replicó el elfo—. Y se enfadarán si encuentran ahí arriba a las señoritas.

En aquel momento Lucy estaba jugando al escondite con Ron, Ginny y los gemelos. Así se había escondido con su prima en el tejado. Pero Pepper las había descubierto, y recordó a Lucy que no podía subir al tejado con terceros, especialmente si estaba oscureciendo y si el tejado estaba mojado, pues había llovido por la mañana, y parecía estar a punto de llover de nuevo al anochecer.

—¡Os pillé! —gritó Ron, que acababa de llegar—. Venga, bajad, que tengo hambre.

Ginny puso los ojos en blanco.

—Piensas con el estómago —le reprochó.

Con un chasquido de dedos, Pepper llevó hasta los pies de las pelirrojas una escalera. Las chicas bajaron del tejado mientras una gotas de lluvia empezaban a caer del oscuro cielo.

El elfo doméstico no hacía más que meterles prisa. Aquel día los primos y los tíos de Lucy iban a quedarse a cenar en casa, y tanto a Roxane como a Molly les gustaba la puntualidad.

Los Weasley y Pepper entraron dentro de la casa de Lucy. Pasaron a un pequeño vestíbulo con dos puertas, y entraron a la cocina por la puerta izquierda.

—¡Los señores Fred y George no deben meter los dedos en la comida! —exclamó el elfo doméstico poniendo los brazos en jarras.

Los gemelos se apresuraron a retirar los dedos de la salsa del estofado, y se los limpiaron en el costado del pantalón.

—Perdón, Pepper —se excusó Fred, con una sonrisa pícara.

Alguien llamó al timbre. Lucy cruzó hasta el vestíbulo y abrió la puerta.

—¡Hola, mamá! —saludó Ginny, asomándose detrás de su prima.

—Uy, qué bien huele, ¿no? —sonrió Molly, dejando su paraguas a un lado.

Pasaron a la cocina , donde esta vez, Ron intentaba meter las manos en el estofado. Su madre le dio un manotazo y le mandó sentar. También preguntó quién había cocinado aquello.

—Ha sido Peper, señora Weasley —respondió Pepper—. Roxane Moon prefiere que Pepper cocine, porque afirma que la señorita Weasley es... bueno...

—Un desastre cocinando —terminó Lucy sin darle importancia, sentándose con Ron en la mesa.

Era cierto. Lucy tan sólo sabía cocinar sopa y comida que no implicaba el uso del fuego.

Tenerte al lado del fogón es un un peligro —dijo Pelos, subiéndose a su regazo.

—Cállate.

William y Roxane no tardaron en llegar, acompañados por Arthur y Percy, quien llevaba una sonrisa de orgullo y satisfacción en el rostro.

Todos tomaron asiento en la mesa, con Pepper incluido. La primera vez que le dijeron que comiera en la misma mesa y hora que los demás, se emocionó tanto que al día siguiente se levantó a las cinco de la madrugada para limpiar toda la casa dos veces.

La cena estuvo llena de animadas conversaciones. En más de una ocasión, los más jóvenes lanzaron la misma pregunta:

—¿A dónde habéis estado yendo vosotros esta semana?

Sin embargo, los adultos cambiaban de tema o no se molestaban en prestar atención.

—Ya os lo contaremos —replicó Molly cuando Ron preguntó por decimocuarta vez. Miró a Percy con curiosidad—. Y tú, cariño, ¿cómo es que hoy estás tan contento?

El aludido ensanchó su sonrisa. Se limpió con la servilleta y miró a todos, orgulloso.

—Me han ascendido —dijo, emocionado.

Todos lo miraron extrañados. No dijeron nada, y lo dejaron continuar.

—¡Quieren que sea el asistente junior del mismísimo ministro! —exclamó—. ¿No es fantástico? Es un puesto de gran importancia.

Molly le dio una sonrisa amable y le cogió la mano.

—Está muy bien, cariño...

Percy miró a Arthur.

—¿Tú qué dices, padre?

Su padre compartió una mirada con Will, que había dejado de masticar el estofado.

—Muy bien, hijo, sí —dudó un momento—. Pero...

—¿Pero? —Percy frunció el ceño—. ¿Pero qué?

—Bueno, Percy —empezó William—. Con todo lo que está pasando con Quien-tú-sabes...

—¿No crees que tal vez Fudge te haya ascendido para tener información sobre nosotros? —soltó Arthur con seriedad—. Ya sabes que cree que Dumbledore quiere arrebatarle el puesto.

—Y que Harry está mintiendo —añadió George.

—Nosotros estamos en contacto con Harry muy frecuentemente - corroboró Molly.

—¿No crees que... que querrá sacarte información?

Percy frunció aún más el ceño. Soltó la mano de su madre lentamente, y sonrió con ironía.

—Pensé... pensé que os alegraría...

—Y nos alegramos, cielo - dijo Molly -. Pero es que...

—No creeréis eso de Quien-ya-sabéis, ¿no? - la interrumpió—. ¿De verdad creéis que ha vuelto?

Esta vez, todos dejaron de comer. Viendo que aquello iba a ponerse feo, Pepper cogió a Pelos y subió al piso de arriba, diciendo que tenía que lavarlo.

—Claro que lo creemos —replicó Ron—. Dumbledore lo dice, y Harry le vio.

—¿Por qué iba a mentir? —dijo Lucy.

—A ver - empezó Percy—. No digo que Harry mienta. Simplemente digo... que tal vez sus dolores de cabeza no le sentaron bien.

—Percy - dijo su tía—, Harry no miente. Hay pruebas: su dolor de cicatriz, la muerte de Cedric Diggory...

—Tía Roxie, la muerte del pobre Diggory fue un accidente. Un error del Torneo. Fudge me lo explicó.

—Fudge miente —replicó su padre—. Quien-tú-sabes ha regresado, y ya estamos en marcha para combatir contra él.

Percy se puso en pie con un ruido estrepitoso.

—Padre, no lo puedo creer —dijo enfadado—. Estáis actuando a espaldas del Ministerio.

—Porque ellos se niegan a creer la verdad —explicó Will.

Su sobrino les miró con incredulidad.

—Niños, arriba —ordenó Roxane.

—Pero...

—Nada de "peros", Ginny. Arriba todos. Ya.

Los cuatro se levantaron y siguieron a Lucy escaleras arriba. En el pasillo encontraron a Pepper y Pelos sentados en los escalones, escuchando en silencio la conversación de la cocina. Siguiendo su ejemplo, los chicos se sentaron con sigilo, y escucharon con atención.

Fuera, empezaba a llover. Se escuchó un trueno.

—¿De verdad vais a confiar en la palabra de ese viejo chalado? —exclamó Percy.

—¡Percy, esa boca!

—Me da igual, madre. No puedo creer que estéis del lado de un par de chiflados.

Se escuchó el arrastre de una silla. Su padre se había levantado también.

—Ni Harry ni Dumbledore están chiflados —dijo Arthur, amenazante—. Él ha regresado, y por eso nos hemos unido a la Orden. Estaría bien que tú colaboraras con nosotros para luchar contra él, en lugar de alegrarte tanto por ese ascenso.

Por un momento, hubo un silencio cargado de tensión. Tan sólo se oían la lluvia ligera y los truenos del exterior.

—Pensé que a vosotros os haría ilusión —dijo Percy—. Pensé que estaríais orgullosos de mí. Pero ya veo que no. Supongo que os preocupa más esa Orden vuestra que la familia.

—Nos unimos a la Orden por vosotros —replicó su padre, elevando la voz—. Por ti, por tus hermanos, y por tu prima. Para protegeros.

—¡Yo no quiero que me protejáis! —gritó Percy—. ¡Quiero que os alegréis por mí, que me veáis convertirme en alguien de provecho!

—¡Ya sé de sobra lo que eres! —gritó Arthur también—. ¡Eres mi hijo! Pero si prefieres hacer caso a lo que creen unos idiotas que a lo que cree tu familia, ¡adelante!

Se escucharon pasos que cruzaban la cocina.

—¡Percy! —llamó Molly—. ¡Percy, espera!

—¡No! No pienso volver. Supongo que sí, soy un idiota. Pues bien, padre; me iré con el resto de idiotas.

—Percy, vuelve —pidió William—. Podemos hablarlo...

—Ya no hay nada que hablar —replicó su sobrino—. Ya me habéis dejado claras muchas cosas.

Más arrastres de sillas y pasos apresurados.

—¡Percy, por favor, ven aquí!

—De eso nada, madre. ¡Si yo soy un idiota —chilló—, vosotros sois unos locos! ¿Me oís? ¡Estáis todos locos!

La puerta principal se abrió, y la lluvia se escuchó con más claridad.

Rápidamente, Lucy y sus primos se levantaron y corrieron escaleras abajo, con Pelos y Pepper detrás.

La cocina estaba vacía. Atravesaron la estancia hasta el pequeño vestíbulo, donde Roxane, William y Arthur estaban asomados a la puerta.

Percy se había marchado, y Molly había ido tras él. La tía Molly se apareció unos minutos después en la puerta de la casa. Sus lágrimas se confundían con la lluvia en su cara empapada.

—Se ha ido... —sollozaba, mientras la guiaban al salón—. ¡Mi niño se ha ido! Ha hecho las maletas y se ha marchado. Ya... ya no quiere saber nada de nosotros... Dice que se va a asegurar de que todo el mundo sepa que ya no pertenece a nuestra familia...

Lucy miró a sus primos. Ninguno decía nada. Ginny tembló ligeramente y soltó un sollozo casi inaudible. Ron se arrascó la nariz, mirando al suelo; y los gemelos compartían miradas de disgusto y desaprobación. No podían creerlo.

La pelirroja miró a uno de los estantes, donde se hallaba una fotografía hecha en ese mismo salón.

Era el cuarto cumpleaños de Lucy, y en la foto estaba ella, sentada en el centro del sofá. Aparecía con todos sus primos, Jonathan incluido. Ese día, Percy le había regalado su primer libro: era una edición especial de El Hijo de la Luna, en inglés. Era muy difícil de conseguir, porque ese cuento estaba escrito en karska. El libro aún seguía en la estantería de su habitación.

Observó al Percy de la fotografía, que estaba sentado en el suelo de piernas cruzadas, sonriendo con confeti en la cabeza.

Le han lavado el cerebro —dijo Pelos, que se había subido a su hombro.

—Mucho —murmuró Lucy.

Pepper entró al salón con una taza de tila y se la ofreció a la tía Molly. Ella la aceptó con manos temblorosas, mientras seguía sollozando. Roxane y Ginny trataban de calmarla, mitntras Arthur suspiraba y maldecía por lo bajo, con su hermano detrás, proponiendo soluciones para arreglar lo sucedido.

«Ahora estamos en guerra hasta con Percy» pensó la pelirroja.

Ron se acercó a Lucy, y con discreción, la arrastró a un rincón.

—¿Qué crees que es eso de la "Orden"? —le susurró.

—Yo creo que es con quien se reúnen nuestros padres todos los días —respondió ella.

—Si tiene que ver en la lucha contra Quien-tú-sabes, tendrá que ver con Harry, seguro. Deberíamos...

—No —dijo Roxane en voz alta. Les había escuchado con sus oídos de hada.

Se había puesto de pie, y tenía los brazos cruzados.

—Pero mamá, ¿qué es la Orden? Es donde vais por las tardes, ¿no?

—Lucy...

—Tiene que ver con Harry, ¿verdad? —inquirió Ginny—. Entonces hay que contárselo.

—Ni hablar —dijo Arthur bruscamente—. Es información confidencial.

—¡Papá, no nos dejéis en ascuas! —se quejó Fred—. Podemos guardar un secreto, no somos tontos.

Arthur miró a su hermano, quien se encogió de hombros.

—Habrá que contárselo —dijo—. Al fin y al cabo, nosotros iremos para allá en un par de días.

Roxane suspiró. Miró a Molly, que estaba bebiendo unos sorbos de tila, mientras agarraba a Ginny de la mano, ya más calmada.

—Son... son jóvenes —dijo—. ¿No tendríamos que esperar un poco?

—Molly, ya sabes cómo son estos niños —replicó Will—. Ahora que saben que somos parte de la Orden, no van a parar de preguntar hasta dejarnos secos.

William miró a su esposa, quien frunció los labios y le miró dudosa.

—Canuto también nos lo pidió —le dijo, y la cogió de la mano—. E Irma hubiera estado de acuerdo.

—Ese par siempre estaba de acuerdo —replicó su esposa.

Arthur suspiró y se encogió de hombros.

—Cuenta lo justo —pidió Molly.

Lucy y Ron se acercaron para escuchar mejor. Todos los Weasley prestaban atención.

—La Orden del Fénix la formó Dumbledore para luchar contra el Señor Tenebroso —explicó Roxane pausadamente—. Nosotros formamos parte de ella. Sí, es donde vamos después de trabajar: a las reuniones de la Orden. Sí, trabajamos al margen del Ministerio, en secreto; y sí, en las reuniones solemos hablar de Harry.

—Y no —intervino Arthur, viendo las intenciones de Ron y Lucy—. No podéis escribir a Harry para contárselo.

—Todos somos mayores de edad —continuó William—, así que vosotros no podéis ser miembros.

—¿Entonces...?

—No, George —le interrumpió Roxane—. Vosotros dos no podéis formar parte todavía.

—¡Pero somos mayores de edad!

—Mayores de edad que no han acabado los estudios —sentenció ella—. Ya os contaremos más —se giró hacia Pepper—. Tú sigue como hasta ahora, ¿eh?

—Pepper será una tumba —prometió el elfo.

—¿Lo sabías? —exclamó Lucy—. ¿Pepper lo sabía y no nos ha contado nada?

Pepper se encogió de hombros.

—Órdenes de arriba —dijo Will—. Ahora que lo sabéis: ni una palabra de esto a nadie.

—¿Seguro no podemos...?

—Que no, Ron —le interrumpió su padre—. A Harry no se le cuenta nada. Y a Hermione, de momento, tampoco.

Ron y los demás no tardaron en irse. En menos de una hora, la familia se había roto, y Molly dijo que necesitaba descansar. Así que diez minutos después, marcharon hacia La Madriguera.

Will pidió a Lucy que se pusiera el pijama y se lavase los dientes. Ella obedeció; sabía que no conseguiría obtener más información de la Orden si seguía preguntando.

Recogieron la cocina y subieron a los dormitorios.

—Buenas noches, señorita —dijo Pepper—. Que descanse.

Lucy asintió con una triste sonrisa. Pensó en Percy, y en el disgusto de la tía Molly.

—Arreglarán las cosas con el señor Percy - le aseguró Pepper desde el pasillo—. Lucy Weasley lo verá.

Dicho esto, cerró la puerta del cuarto de Lucy, y marchó hacia su habitación.

Lucy se metió en la cama, y observó el techo pintado de estrellas. Su mente se quedó en blanco, y al parecer la de Pelos también, porque estaba acurrucado en su cojín, pero tenía los ojos abiertos.

—¿Y tu hermana?

Se escuchó la voz de Will en el pasillo, despertando a Lucy y a Pelos de su sopor.

—Le he enviado una carta con lo más importante de la reunión de hoy —respondió la voz de Roxane—. Tim también está al tanto.

—¿Y Jonathan? Es mayor de edad, ¿no?

Lucy se incorporó para escuchar mejor. Las voces se habían desplazado hasta el baño.

—Cumplirá los dieciséis en agosto. Evanna no le ha contado nada aún... tenía pensado decile lo de la Orden esta semana. Pero dice que no le va a dejar formar parte todavía. Hasta que no tenga dieciséis años y medio, no piensa dejarlo participar.

—La entiendo. Estar en la Orden es peligroso...

«Jonathan no lo sabe» pensó Lucy.

No era justo. Si ella lo sabía, su primo también tenía derecho.

Esperó sentada en la cama. Se aseguró de que ya no se oía nada, y se levantó. Con sigilo,  caminó hasta el escritorio. Cogió pergamino y tinta, y empezó a escribir.

Repitió la carta varias veces; no sabía qué cosas contar a Jonathan y qué no.

Cuando dieron las doce, ya había terminado. Metió la carta en un sobre, lo escondió debajo de la almohada y se metió en la cama.

«Tiene que saberlo. Y lo de los dementores también. ¿Y si Dolohov... vuelve a por nosotros?»

~
~
~
~
~
~

¡Primer capítulo de esta tercera parte, lectores!

¿Qué os ha parecido?

¿Os ha gustado?

¿Tenéis alguna pregunta?

¡Dejadlo en comentarios!

Sus amo mucho.

Un saludo, Alicia Moon.

Continue Reading

You'll Also Like

108K 16.2K 35
"Sergio Pérez siempre ha sabido que no es suficiente para Max Verstappen. Desde su compromiso hasta sus actuales años de matrimonio, sabe que el Alfa...
161K 16.4K 49
Después del accidente en aquella misión, nada volvió a ser lo mismo. Todo estaba olvidado, cada suceso que los llevó hacía donde estaban. Nico desea...
46.8K 5.5K 17
"cuando el mundo cambió, todos lo hicimos con el. Mi mundo era oscuro, sin esperanzas... Tu cambiaste eso" × × Todos menos el personaje principal de...
22.3K 1.9K 49
Solamente debía aguantar. Pero costaba fingir que no quería llorar, que no quería gritar de frustración, que me daba igual todo. La guerra nos había...