Olvidé donde estábamos

By lume88

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-ADAPTACIÓN- Gabriel se despierta para descubrir que tiene amnesia retrógrada y una vida perfecta. Aparentem... More

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By lume88

Parece una especie de broma cuando Mateo le dice en el taxi, dónde se está llevando a cabo el rodaje de su próxima sesión. Gabriel no puede evitar reírse un poco con frialdad para si mismo cuando llegan justo antes de las diez y sigue a Mateo y Agus por la calle hasta donde la producción se dirige para preparar el rodaje para él y Stefi. Gabriel mira la familiar señal roja del Luna Music Hall, levantando las cejas con incredulidad. De alguna manera, parece terminar en este lugar sea o no su intención.

Es una locura cuando entra, la producción está preparando la iluminación y los fotógrafos llevan su equipo al pasillo. Gabriel es arrastrado directamente a la esquina de la sala donde Stefi está enfundada en un hermoso vestido. Se sienta para ser maquillado, su atuendo cuelga a su lado, mientras Agus y Mateo se paran aun lado haciendo llamadas de teléfono. Esto es algo que ha hecho varias veces en los últimos seis meses, y todavía es un poco abrumador pero logra disfrutarlo aunque todo esto forme parte de la vida que sigue sin recordar.

Sin embargo, en ocasiones obtiene fragmentos de sus propios recuerdos, cuando él y Stefi están posando para la cámara. Echa un vistazo a la primera fila de sillas que están perfectamente acomodadas en el salón principal y recuerda estar sentado ahí, junto a Renato, escuchándole hablar sobre por qué solían venir, por que eligieron esta sala de música para sus citas secretas. En un momento dado, el fotógrafo quiere que Stefi se apoye contra uno de los pilares, su espalda contra la pintura y Gabriel inclinado sobre ella, y él no puede evitar pensar que Renato está haciendo lo mismo con él. Renato presionándose contra él, murmurando en su oído, besándolo. La imagen se atasca en la cabeza de Gabriel y toma algunas palabras puntuales del fotógrafo para hacerlo que vuelva a concentrase.

La producción toma un descanso y Gabriel los sigue afuera para tomar aire fresco. Tiene que atender algunas llamadas y se encuentra vagando por la calle con su teléfono presionado en su oreja, vestido con su propia ropa, pero con su cabello todavía perfectamente peinado, la cara completamente arreglada. Hay una brisa fuerte que atrapa el dobladillo de su remera mientras habla con su contador. Un par de transeúntes lo miran un momento demasiado largo, reconociéndolo claramente y Gabriel les da un gesto cortés y sonríe mientras se alejan, todavía hablando distraídamente. Finalmente está empezando a acostumbrarse, pero a veces todavía le sorprende que la gente solo lo mire y al instante sepa quién es, que hace para ganarse la vida.

La calle está tranquila cuando vuelve a subir, se mete el teléfono en el bolsillo y se encuentra sonriendo cuando ve quien está sentando en el umbral de la puerta, con una mano sujetando las páginas de su libro porque el viendo sigue levantándolas. Fausto se cortó el cabello desde la última vez que Gabriel lo vio, hace seis meses, ese fin de semana que Gabriel pasó escondido en su apartamento. Levanta la vista cuando Gabriel se acerca y sonríe con facilidad, sacando su cigarrillo y lanzando un chorro continuo de humo hacia el aire fresco.

-Bueno, bueno- murmura. Gabriel no puede dejar de sonreír, repentinamente, ridículamente feliz de ver a Fausto. -Es el mismísimo conde Gallicchio.

-¿Huh?- Gabriel vacila, todavía sonriendo, inclinando la cabeza a un lado. Fausto se ríe en voz baja, sacudiendo la cabeza y cerrando el libro en su regazo.

-Nada, no te preocupes- dice, pero de repente algo hace clic en el cerebro de Gabriel, algo de cuando estaba en la universidad y estaba sentado en la cama, luchando contra un libro enorme, pesado en su regazo.

La sonrisa de Fausto no se ha ido, toma una última bocanada del cigarrillo, lo arroja al pavimento y aplasta las brasas ardientes bajo su bota.

-Me alegro haberte encontrado- le dice a Fausto. -Nunca tuve la oportunidad de agradecerte y de despedirme.

-Podrías haberme llamado, tenés mi número- dice Fausto, pero sigue sonriendo, solo está bromeando. Se siente tan fácil jugar con Fausto de esta manera; como si simplemente estuvieran deslizándose de nuevo en ello, sin problemas, encajando perfectamente en su lugar como dos bloques hechos a medida. Gabriel se pregunta si siempre se había sentido tan en casa cuando estaba al lado de Fausto.

-Fue muy difícil- Gabriel continua vacilante y Fausto asiente con la cabeza como si supiera, como si entendiera. -Así que gracias, probablemente fuiste quien mejor lidio conmigo olvidando tres años de mi vida.

-Te conozco bastante bien, Gabi- dice Fausto con facilidad, todavía sonriendo. -Solo te traté como me gustaría que me trataran si algo parecido llegara a pasarme.

-Bueno, estoy agradecido- murmura Gabriel. Fausto solo asiente.

-¿Está todo bien?

-Sí, todo está bien- dice Gabriel. -He vuelto a laburar. Estoy haciendo algunas cosas de fotografía...

-Me preguntaba si volverías a eso, siempre te gustó- sonríe Fausto. Gabriel resopla con una carcajada, claro que Fausto lo sabe. Parece que todos, excepto él, sabían que había estado en algunos proyectos fotográficos antes del accidente, antes de que se olvidara de todo. Lo descubrió después de que Andrés lo llamó hace tres meses y le preguntó cuándo iban a tener una sesión, y Gabriel le preguntó quién era y él se presentó como Andy, un amigo cercano y le había dicho a Gabriel que habían estado fotografiando algunas cosas juntos por un tiempo.

-¿Y vos? ¿todo bien?

Fausto asiente, la brisa agita un poco su cabello. -Todavía laburo aquí, obviamente todavía estoy haciendo mi maestría.

-¿Seguís viviendo con Renato?- pregunta Gabriel, tentativamente.

-Sí, a pesar de que se convirtió en un baterista famoso- Fausto se ríe, con los ojos llenos de cariño. -Todavía vivimos juntos.

-Genial- dice Gabriel, no muy seguro de cómo responder.

Hay unos autos tocando la bocina en la calle y ambos saltan, escuchando por un momento la detención del tráfico. Mateo está un poco más abajo en la calle hablando por teléfono y le da a Gabriel una vaga sonrisa y lo saluda, volteando su espalda y presionando su mano sobre su oreja para escuchar mejor. Tiene el abrigo de Gabriel doblado sobre su brazo, había insistido en llevarlo con él en caso de que el aire fuera demasiado frio.

-Bueno- dice Gabriel. -Supongo que será mejor que te deje volver.

-¿Todavía te molesta que hayas cambiado?- Fausto lo interrumpe. Se pone de pie, quitándose el polvo de su pantalón. Todavía tiene su libro en una de sus manos. Gabriel parpadea cambiando de un pie a otro.

-Yo... - Gabriel vacila, y se detiene, sin saber que decir.

-Renato lo dijo cuando ustedes pelearon. Cuando te fuiste- agrega Fausto, y Gabriel no puede evitar hacer una mueca ante eso, el hecho de que él se fue, de que él se alejó. -Dijo que vos estabas molesto porque habías cambiando. Que ya no sabías quién eras.

El recuerdo de todo eso hace que el aliento salga volando del pecho de Gabriel de un solo golpe y tiene que cerrar los ojos por un momento, para tratar de bloquear su propia voz que suena en sus oídos. Pero las palabras hacen eco de todos modos, alrededor de su cabeza. He cambiado mucho, Renato. No soy la persona que pensé que era, y no me gusta la persona en la que me he convertido.

-No está mal- murmura Fausto, inclinando la cabeza para mirar correctamente la cara inclinada de Gabriel. -El cambio. Has cometido algunos errores, Gabi, pero... eso lo hemos hecho todos. Creciste y aprendiste muchas lecciones. Odiaría pensar que no te gusta la persona que sos ahora. A mí me gusta.

Gabriel le da una sonrisa a medias, el pecho vuelve a sentarse. Se rasca el codo.

-Ya no me siento así- le dice a Fausto. -Creo que todavía estoy pensando en mí mismo, para ser honesto, pero no estoy tan enfadado por eso ahora. Algunas partes de mi cambiaron y otras se han mantenido igual, y creo que es natural. Estaba pensando que me había convertido en dos personas diferentes en estos tres años que perdí, pero no lo hice, sigo siendo la misma persona, solo un poco diferente. Fue como, inevitable que sucediera y estoy aprendiendo de mis errores.

-¿Crees que fue un error?- Fausto pregunta. Gabriel sacude la cabeza de inmediato, suspirando. La brisa está tan fría, tiene la piel de gallina, como aquella noche que se sentó en la fría sala en el departamento de Renato y Fausto.

-No, no me arrepiento- dice Gabriel. -Reconozco que no me arrepiento de nada, aunque no lo recuerdo.

Ambos están en silencio por un momento, el ruido del tráfico y la música del interior llenan el aire, y luego Fausto asiente, dándole a Gabriel una pequeña sonrisa. Se acerca y tira de Gabriel en un rápido abrazo.

-Es bueno verte, Gabi- murmura en su oído, con la mano acariciando la parte posterior de la cabeza de Gabriel mientras se aleja. Gabriel sonríe instintivamente, pasando los dedos por la manga de la campera de Fausto. Fausto inclina la cabeza y luego regresa a la puerta con el libro metido en el hueco de su brazo. -No desaparezcas tanto.

-No lo haré- dice Gabriel, y lo dice en serio, ahora está esforzándose más. Ve a Gastón, a Sofi, a su mamá e incluso a su papá tan menudo como puede. Lo está disfrutando, siente que está dando sus frutos. Se siente algo feliz.

Fausto le da una última sonrisa antes de abrir la puerta y dirigirse al interior del pasillo. Gabriel lo mira irse, todavía sonriendo para sí mismo. La puerta es vieja y tarda un rato en cerrarse y es tiempo suficiente para que la canción que se toca en el interior, en el bar, salga a la calle, a los oídos de Gabriel.

Por un momento, lo único en lo que Gabriel puede enfocarse es en la canción, el ritmo acelerado de su sangre en sus oídos, el ladito de su corazón en su pecho.

Verse sentado junto a la pileta en Cuba lo había golpeado con la fuerza de un tren de carga, pero esto es diferente, esto se desliza sobre él como una tarde en una habitación soleada en la que has estado todo el día con las luces apagadas, cuando volteas hacia arriba y te das cuenta de lo oscuro que está. Es solo una especie de vueltas en los límites de su mente, y lo hace detenerse donde está.

Extiende una mano y la presiona sobre la pared del edificio, con las yemas de los dedos clavándose en el ladrillo mientras trata de calmarse, algo comienza a correr por sus ojos mientras la canción sigue sonando en sus oídos, a pesar de que la puerta lleva mucho tiempo cerrada.

Está todo oscuro al principio, pero puede verse sentado de nuevo junto a la pileta, pero esta vez es diferente, el aire es más fresco, invernal, el cielo blanco con una nube pesada y está envuelto en su abrigo, el de piel de oveja. Se está riendo, como un loco. Hay alguien junto a él, casi tumbado sobre su estómago. También se está riendo y el agua está cayendo sobre el borde de la pileta, goteando en el suelo. El cabello de Renato se ve especialmente brilloso, sus ojos están iluminados, arrugados en las esquinas, a juego con su amplia sonrisa. La canción sigue haciendo eco alrededor de la cabeza de Gabriel y su pecho se siente tan ligero, su sonrisa es tan fácil y...

Otra bocina de un auto suena y él salta, tropezando hacia atrás, con las manos temblando. Todavía pueda escuchar la canción, todavía siente su corazón rebotando contra su caja torácica. Es tan pequeño. Casi no es un recuerdo pero... es Renato, y...

Gabriel se tropieza con sus propios pies mientras se apresura por la calle hacia Mateo, que todavía está hablando por teléfono. Sus ojos se abren de sorpresa cuando Gabriel le quita el abrigo del brazo, metiendo sus propios brazos en las mangas, aunque aferrado a la canción que aun suena alrededor de su cabeza, la voz de Renato cantando las palabras.

-Gabriel, ¿Qué estás...

-Lo siento, tengo... tengo que ir a alguna parte, lo siento.

-¿Qué? ¿Dónde? No puedo esperar, todavía tenemos algunas sesiones más...

Gabriel sacude la cabeza, cerrando los ojos con fuerza, asustado de que la canción y el pequeño hilo de memoria se escapen.

-No... solo dales una excusa, por favor.

-¿A dónde vas?- Mateo lo llama, pero Gabriel lo ignora, corriendo por la calle, donde el tráfico finalmente comenzó a moverse de nuevo. -¡Gabriel!

Extiende la mano cuando está en la esquina de la acera y por suerte un taxi se detiene de inmediato, los frenos chillan y el conductor se ve ligeramente sorprendido. Gabriel abre la puerta de un tirón y entra, sintiendo que todo su cuerpo vibra con la canción, con Renato sonriendo ante él.

El auto se aleja una vez que Gabriel le indica donde ir y está temblando mientras cierra los ojos, colocándose contra el respalda del asiento. Puede sentir como está arrugando la frente, decidido a mantener la canción en su cabeza. Puede escuchar la voz de Renato y la suya cantando, no tiene idea de esto, pero se aferra al recuerdo de estar junto a Renato en el frío invernal, aterrorizado de dejarlo ir.

Mantiene los ojos cerrados durante el resto del viaje y es sorprendentemente rápido, su cerebro solo registra mientras le paga al conductor una vez que se detienen. Gabriel trota a lo largo de la acera antes de que incluso cerrar adecuadamente la puerta del taxi detrás de él, sus costillas se retuercen con ese viejo dolor mientras fija sus ojos en ese edificio de ladrillos delante de él, ese edificio ridículamente familiar después de aquella noche, después de que él y Liam discutieron y Gabriel había salido del bar, cuando Renato y Fausto habían ido a buscarlo y lo trajeron de vuelta acá.

Su corazón aun late con fuerza, su respiración se hace corta mientras se acerca al edificio y cuando por fin llega, toca el timbre del piso número catorce. Simplemente zumba, continuamente, sin respuesta, incluso cuando Gabriel lo intenta de nuevo. Maldice por lo bajo, tratando de pensar donde podría estar Renato. Pasa un momento pesando a quien podría llamar para preguntar por Renato, pero no conoce a nadie más. Está tan perdido en sus pensamientos que no siente la presencia a su lado.

-¿Gabi?

Se gira lentamente, retirando el teléfono de su oreja. Todo se vuelve más lento; su ritmo cardíaco, la sangre en sus odios, incluso la canción en su cabeza, cuando ve a Renato que se encuentra a unos metros de distancia con las manos en los bolsillos de su pantalón.

Renato parece desconcertado, perplejo, sus párpados se mueven demasiado.

-¿Qué estás haciendo acá?

-Recordé- Gabriel dice, todavía agarrando su teléfono. Los ojos y la boca de Renato se abren un poco.

-¿Vos qué?

-No todo- Gabriel se escucha suspirar, frotándose la mano distraídamente sobre su mandíbula. -Solo... ¿estábamos en una pileta? ¿Fuimos a una? Hacía frío.

Renato frunce el ceño, frunciendo los labios y el corazón de Gabriel se reanuda. Tal vez lo haya entendido mal, tal vez fue algo que su cabeza inventó, no se sorprendería...

-¿Una pileta?- repite Renato. Gabriel asiente con ansiedad.

-Sí, y estabas nadando en la parte más baja y me estaba riendo de vos- relata.

Renato frunce el ceño, todavía se ve un poco confundido y Gabriel siente que su estómago comienza a hundirse y luego los ojos de Renato se iluminan de repente al reconocerlo.

-El año pasado- dice con cuidado. -Liam tuvo que ir a una conferencia y vos fuiste con él. Un día subimos a la pileta del hotel mientras él estaba en una reunión. No entrarías porque hacía mucho frío, dijiste que yo estaba loco por querer nadar.

-¡Sí!- grita Gabriel, sintiéndose salvaje de emoción. -Sí, yo... te estaba diciendo loco- sonríe, instintivamente y luego la canción comienza a hacer eco en sus oídos de nuevo, de repente es ineludible. -y había una canción, me acorde de una canción. La estábamos cantando- comienza a tararearla, arrugando los ojos mientras se enfoca en la melodía, en el débil recuerdo que tiene de ella. Él puede sentir sus labios vibrando con lo duro que está tarareando. Abre los ojos, suspirando por como Renato se ve confundido otra vez.

-¡Vamos, no me digas que no! - gime Gabriel. -i kissed my girl...

-By the Factory wall- Renato de repente termina por él, con una sonrisa arrastrándose sobre su cara, sus ojos brillan con incredulidad. -Dirty old town....

Ambos se detienen a reír sin aliento, solo sonriéndose el uno al otro. Renato está sacudiendo la cabeza.

-¿Recordás?

-Lo hago, lo recuerdo- se ríe Gabriel. -¿Es... fue importante? Como, ¿fue nuestra canción o algo así? - debe serlo, piensa. Se siente tan atada a él, como una cuerda que tensa el centro de su pecho, como si esta canción solo significara Renato para él. Pero Renato está negando con la cabeza otra vez, riendo.

-No- dice. -Solo es The Pogues, la estaba cantando aquella vez. Solo estaba jodiendo, te enseñé la letra. Solo la cantamos aquella vez.

-Oh- Gabriel resopla. No puede dejar de sonreír. -Bueno, yo... lo recuerdo, recuerdo haberla cantando.

-Es genial- dice Renato en voz baja. A Gabriel le parece que no puede evitar sonreír y es tan familiar para Gabriel, como el recuerdo de estar sentando en uno de los extremos de la cama de Renato aquella vez.

Ambos están callados por un momento, solo sonriéndose uno a otro en la calle y luego Gabriel parpadea, de repente se da cuenta de dónde está, como vino directamente hacia Renato, con su mente centrada únicamente en contarle lo que recordaba. Y en realidad no es nada, solo una melodía y Renato sonriéndole en una pileta. Ni siquiera sabe lo que esperaba que sucediera. No es prácticamente nada, y de repente Gabriel se siente ligeramente ridículo por alejarse del rodaje y meterse en el taxi, como si esto fuera algún tipo de emergencia. Es solo el hilo más simple de memoria.

Seis meses es mucho tiempo. Renato probablemente ya no siente nada por él.

-Bueno- se aclara la garganta, parpadea y luego comienza a girar para irse, tal vez pueda tomar otro taxi o tal vez pueda caminar. -Yo solo... quería decirte eso. De todas formas fue... fue una placer verte.

-¿Es suficiente?- Renato dice sobre él. Gabriel se detiene, mirándolo, con el cuerpo todavía apartado.

-¿Qué?

-¿Es suficiente?- repite Renato. Su rostro está todo liso, tan serio, las cejas se juntan. -Dijiste, cuando te fuiste, si pudieras recordar algo, cualquier cosa que me atara a vos. Que estarías dispuesto al menos a intentarlo.

-No lo sé- Gabriel se escucha a si mismo decir en voz baja, vacilante. -¿Crees que lo sea?

-No es mi memoria, Gabriel- Renato sacude la cabeza. -Vas a tener que decirme. ¿Es suficiente para que lo intentés?

Gabriel presiona sus labios con fuerza, la sangre comienza a bombear constantemente en sus oídos de nuevo. Como si solo mirar a Renato, con sus ojos tan serios pero llenos de esperanza, ha vuelto a echar andar su corazón.

-Pero es sobre mí, ¿verdad?- Renato murmura con cuidado. -Recordaste algo sobre mí.

-Si- susurra Gabriel temblorosamente. Si, lo hice.

Las palabras se sienten atrapadas en su garganta y es como si Renato lo viera, sus ojos parpadean, sus labios se mueven en las esquinas como si no estuviera seguro de sonreir o no.

-Podríamos empezar de nuevo- dice suavemente, sosteniendo la mirada de Gabriel y es tan familiar que hace que Gabriel quiera volver a su habitación fría para acurrucarse con él en las sábanas gastadas de Renato. -No como antes. Como algo completamente nuevo, si querés.

-Sí- Gabriel se ahoga de nuevo, asintiendo. -Yo... me puede llevar algo de tiempo, pero lo quiero... quiero esto.

Renato levanta una ceja.

-Pero ¿y si olvidás de nuevo? ¿Qué tal si, como dijiste, te levantás una mañana y todo se ha ido y no sabes quién soy?

-Hiciste que una vez me enamorara de vos- respira Gabriel, acercándose a Renato. Hay autos pasando, algunas personas los esquivan mientras caminan por la calle, es la mitad del día, pero Gabriel no puede preocuparse. -Estoy seguro de que podrías hacerlo de nuevo. Si estuvieras dispuesto a intentarlo.

-Estoy más que dispuesto, Gabi- resopla Renato, finalmente comienza a sonreír de nuevo. Gabriel no puede dejar de sonreírle.

-Y también sería nuevo para vos- señala. -Ya no tengo que esconderme.

-Gabi...- susurra Renato y el levanta la mano, detrás de la cabeza de Gabriel. Gabriel ya lo estaba encontrando con un duro beso, su propia mano se posa en la mandíbula de Renato, justo ahí, en medio de la calle. Una parte de él sabe que es la primera vez que se besan así. Donde la gente pueda verlos. Sabe que no podrá olvidar la forma en que se siente, como si pudiera volar fuera de su piel, sosteniendo a Renato de esta manera.

-¿Estás seguro?- Renato le pregunta, alejándose del beso y Gabriel puede ver la reticencia en toda su cara. Él puede oler a Renato, ese olor que está arraigado en sus sábanas y la funda de su almohada, de repente tan familiar como si Gabriel nunca haya dejado de olerlo. -¿Estás seguro acerca de esto?

Gabriel ladea la cabeza, finge meditarlo.

-Creo que si- murmura, con una voz que burbujea en una risa, pero los dedos de Renato se enroscan en el pelo de la nuca de Gabriel, su rostro completamente serio otra vez. Su otra mano se apoya en la manga del abrigo del rizado.

-Gabriel- dice Renato saboreando el nombre. Gabriel sonríe un poco más, inclinándose para besar a Renato de nuevo.

-Sí- murmura contra los labios de Renato. -Sí, lo estoy, sí.

-¿Subimos?- Renato jadea en su boca, justo cuando una sirena comienza a subir unas cuentas calle, ruidosa y casi ahogando las palabras de Renato. Gabriel asiente, sonriendo, frotando su pulgar sobre las pecas en las mejillas de Renato.

El departamento está frío y oscuro por dentro y Renato enciende la calefacción cuando Gabriel se quita el abrigo y lo cuelga junto a la puerta. Renato enciende la luz de la cocina y enciende la cafetera.

-¿Café y tostadas?- pregunta. Gabriel asiente con la cabeza, todavía sonriendo, viendo a Renato sacar sus tazas del armario mientras el sonido del café que comienza a hervir llena la cocina. Gabriel envuelve sus brazos alrededor de sí mismo por el aire frío del departamento.

Es como lo recuerda.

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