Extras de DE ©

By OscaryArroyo

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La historia Rachel y Nathan no termina con el final de "Deseos encontrados"; empieza allí. Llenos de ilusió... More

Escenas extras de Desires Found
1. Bóó: El primer cumpleaños.
2. La proposición
4. Tutús y caramelos.
5. Acua.
6. Delicioso amor.
7. George Blackwood
8. Cruzados.
9. Solos en casa de Anastasia.
10. Votos
Sobre la autora.
Agradecimientos.
Deseos ocultos © (Desires #2)

3. Ejercicios.

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By OscaryArroyo

Madison y Rachel amaban hacerme ir por chocolate a altas horas de la noche. Lo adoraban.

         Ambas.

—Hermano, sé lo que se siente —John habló por el altavoz mientras yo intentaba ir un poco más rápido por la carretera, de vuelta a casa. Ya que nos habíamos mudado a otro lugar, dos meses luego de la primera visita al doctor pervertido, estábamos más lejos de la actividad comercial y Rachel se ponía tensa si me tardaba demasiado—. Luz quería paella a cada rato, ¿sabes? Y mi congelador no es tan grande.

—Ajá. —Cambié de canal para poder descender por el desvío—. ¿Cómo está Kevin?

—Grande y adorable, como siempre. —Se echó a reír—. Lo verás por ti mismo pronto, porque irás al acto de tu cuñada, ¿cierto?

—Claro que sí —refunfuñé, recordando que en unos días tendría que acompañar a Rachel a ver una función de ballet donde Marie había participado como coreógrafa, el precio a pagar por dos citas con el doc—. No sabía que se podían llevar niños.

—No se puede. —Hizo una pausa—. Pero teniendo en cuenta que las bailarinas tienen el triple de la edad de Madison, no creo que pongan mucho problema y más si no los ven.

— ¿Cómo así?

—Madison y Kevin entrarán por detrás, Marie los tomará y nos los dará.

         Puse los ojos en blanco.

—Ya tienes todo un plan, ¿eh? —Me estacioné, desabroché el cinturón y tomé la bolsa de dulces del asiento copiloto—. Acabo de llegar, hablamos después.

—Cambio y fuera —dijo antes de colgar.

         Tras cerrar la puerta y atravesar el jardín al que todavía le faltaba trabajo, subí las escaleras del pórtico y abrí. En la sala, decorada en tonos marrones, negros y grises, me encontré a mi pequeña flor en pijama, jugando con Pulpo y un piano para infantes. Me hubiese preocupado de no ser por la cámara que registraba sus movimientos.

—Traje tus gomitas, pero no te ahogues. —La tomé en brazos y subí la escalera con ella—. ¿Dónde está mami?

         Maddie extendió su manita en dirección al que sería el cuarto de su hermana y fuimos para allá. Como me había dado a entender, Rachel se encontraba ahí, armando una gaveta que no debería ni ver en su condición.

—Ven. —Molesto, equilibré el cuerpecito en un brazo y con el otro detuve a su obstinada madre—. Te dije que yo lo haría, ¿no podías esperar?

—Cálmate, no estoy enferma. —Rachel dejó de lado el martillo y se levantó, mostrándome su vientre abultado de cuatro meses. Su ombligo se enseñaba cada vez que se movía bruscamente—.Y quería ayudar, tú siempre estás ocupado con la embotelladora y no me gusta tener que incomodarte.

—Amor…—murmuré, llevándonos fuera de la habitación de la pequeña bebé que pronto vendría y adentrándonos en la de Madison—. Nunca me incomodas. Si quieres algo de mí, solo tienes que pedirlo.

— ¿Chocolates? —Sus ojos se alumbraron como dos linternas.

—Aquí. —Sacudí la bolsa cuyo cordón estaba amarrado a mis dedos—. Dulces sueños, mi pequeña flor.

         Rachel y yo nos despedimos de Madison con un beso en su frente, quien cerró los ojos antes de que nos fuéramos. En nuestro cuarto solo me tocaron para arrancarme los dulces.

—Chocolate blanco con galleta. ¡Gracias! —Mordió la barra—. Oh, Dios…esto está buenísimo. ¿Quieres?

         Asentí sin despegar la mirada de sus carnosos labios, feliz de complacerla. Con una mirada picara, mi futura esposa se acercó y levantó la envoltura. Pero, sorprendiéndola, pasé de largo y directo hacia su boca. Su caliente, jugosa y mucho más deliciosa boca.

         Que también sabía a chocolate blanco con galleta.

—Nuestra hija tiene buen gusto. —Metí mis manos por debajo de la tela de su blusón y acaricié su barriguita.

—No discutiré ese tema contigo. —Dejó caer su cabeza sobre mi pecho—. Pero cuando sea un niño y tengas que regalar toda esa pequeña ropita rosa que ya has comprado, no quiero escuchar quejas.

—Si dejas que nos digan el sexo…

—…no sería una sorpresa. —Besó mi mejilla—.  Así que prefiero conformarme con ciertos tonos.

         Así era. Mientras yo gastaba una fortuna en cosas de niña, ella lo hacía en ropa, juguetes y muebles amarillos, blancos y verdes. Manzana, limón, pino. Nuestra o nuestro hijo, parecería un arbusto.

—Hmmm. —Rachel estaba jugando con mi cinturón—. Florecita…

         Me calló con un beso y nos empujó hacia la cama, donde se sentó sobre mi regazo. Sus piernas se envolvieron alrededor de mí y la apreté con cuidado, saboreándola. Maldición.

Tenerla así era tan bueno.

—Nathan, quiero que…

—Lo sé. —Mordisqueé su oreja y acaricié la parte baja de su espalda, de la que tanto me gustaba tirar—. Lo sé.

         Rachel gimió cuando desaté el cordón de su pantalón de algodón y lo retiré. Lo mismo hice con su camisa, besando sus pechos. Una vez desnuda, braguitas afuera, la obligué a extenderse sobre el colchón. Era tan perfecta. Su cuerpo había cambiado. Ahora sus curvas eran más anchas, aún no lo suficiente, y poseía una pancita que indicaba sus cuatro meses de embarazo.

De mi hija.

—Despacio —le informé cuando ya mi ropa había caído al suelo—. Suave.

         Rachel asintió frenéticamente, volviendo a horcajadas sobre mí.  Mientras se presionaba hice lo que demandaba y llevé mis manos a su centro. Estrecho y resbaladizo, como siempre, me hizo gruñir de pura satisfacción. Ella me encantaba, cada pequeño rincón de su cuerpo me embrujaba. No podía parar anhelar e idear algún método para tocarla en todas partes a la vez.

         Algún día lo descubriría, tenía mucho tiempo para estudiar y experimentar con ella.

         Deleitándome con sus jadeos, la hice llegar antes de entrar con delicadeza. Entre sudor y sonidos guturales, se movió sobre mí lentamente, haciéndome agonizar. No usaba protección desde que sabía de su estado, y el contacto carne con carne incrementaba mi desesperación. Dedicándome a lamer y chupar sus puntos sensibles, causé que se estremeciera una segunda vez y solo así pude liberar mi propia tensión.

—Nathan… —murmuró con ese tono satisfecho y soñoliento que inflaba mi pecho de oscura arrogancia—. Mañana iremos a lo de Ryan, ¿cierto?

         Tensé la mandíbula y asentí, sintiéndola feliz y relajada contra mí, acurrucada en mi costado. Por cada mes que pasaba, por cada día que terminaba, disfrutaba más del desarrollo de nuestro bebé. Pero también el ser egoísta dentro de mí envidiaba cada vez más al sujeto. Él había estado con ellas cuando Madison aún no era objetivo de los rayos del sol. Haciendo lo que yo hacía ahora. Probablemente algunas cosas no, por supuesto que no. Pero, una sola acción de cuidado hacia ellas era suficiente para que la envidia rejuveneciera el desprecio que sentía por mí mismo.

         Abrazándola posesivamente, acariciando la piel de su hinchado vientre, me quedé dormido junto a ella como cada noche. Como anhelaba hacerlo hasta que el último aliento abandonara mi cuerpo.

         A la mañana siguiente me desperté con el aroma de algo cocinándose y con la ausencia de Rachel en nuestra habitación. Pasé por el baño, me puse un pantalón para estar presentable ante los ojos de mi hija y bajé.

Sobre el mesón de mármol encontré a mi pequeña flor jugando con un empaque de harina, mientras su mamá agitaba furiosamente el contenido dentro de un volt. Cascaras de huevos por doquier y charcos de leche en el piso indicaban el gran empeño que la pelinegra estaba poniendo en su receta.

— ¿Qué haces? —La abracé por detrás mientras limpiaba el punto de harina en la nariz de Madison.

—Cupcakes, muchos. —Subió la paleta y dejó que la mezcla cayera antes de volver a batir—. Prometí que los llevaría para las mamás.

         Solo en pañales, Maddie se levantó sobre el mármol y me separé de Rachel para tomarla antes de que se cayera. Me había quedado dormido hasta tarde, por lo que mi desayuno se encontraba en el microondas. Dos minutos de calentamiento después, me encontraba en la mesa junto a mi hija. Pateaba para escapar de su silla y se notaba lo enojada que estaba por no poder corretear por ahí.

         Comí mis tostadas con tranquilidad y me encargué del baño de Madison mientras Rachel terminaba de sacar sus obras del horno. Nos intercambiamos cuando se encontraba ya duchada y envuelta en una bata de baño, lista para vestir a nuestra hija. Anhelando tener su curvilíneo y mojado cuerpo presionado contra el mío, me duché y posteriormente me vestí con una bermuda y una camiseta de algodón.

         En el armario de Madison volvimos a intercambiar. Me dediqué a amarrar los cordones de sus zapatos y a meter algunas cosas vitales para su cuidado en un bolso. Antes de ir a la cocina por alguna de sus compotas de mango, pasamos por el cuarto de la ropa y sacamos a Pulpo de un cesto. Rachel lo había lavado temprano sin que ella lo notara, para que no llorara.

—Toma. —Le ofrecí al muñeco morado para que jugara con él y yo pudiera ajustar su sombrero de Indiana Jones.

—Pooool —chilló abrazándolo y puse los ojos en blanco. Ella le ponía un sobrenombre a todo, pero seguía sin decir una palabra bien y sin saber llamarnos a Rachel y a mí.

—Vamos.

         Con su regordeta y delicada mano en la mía, avanzamos a través del camino de graba hacia al auto. La dejé amarrada en la silla junto a su mochila y esperé hasta que Rachel salió con su ropa de deporte azul cielo, al igual que el suéter de Madison. La ayudé a meter la gran bandeja de Cupcakes en el maletero. Finalmente y algo retardados, nos pusimos rumbo al gimnasio donde trabajaba Parker.

—Hola, tenía tiempo sin verte por aquí. —La chica rubia de la guardería miró a Rachel mientras cogía a Madison a través de la ventana—. Y a tu hermano tampoco.

         Abrí la boca para contestar pero el ceño fruncido de Rachel me recordó que a pesar de haberle contado sobre mis visitas secretas a Madison, aún no le había comentado cómo.

—Sí, teníamos tiempo sin venir. Gimnasio en casa y eso. —Fue lo que dije para llenar el silencio—. Aquí puede haber algo que la calme si se pone a llorar…—Me di cuenta de que Madison ya nos había olvidado y jugaba con otra bebé y una cocina de plástico—. Lo cual dudo.

—De acuerdo, guapo. —Sentí a Rachel tensarse a mi lado y le sonreí a la chica hormonal—. Anda a ayudar a tu hermana con tu nuevo sobrino. Estoy feliz de que haya decidido avanzar, una perdida como esa no debe ser nada fácil de su…

— ¿Sabes dónde queda el área para ejercicios prenatales? —la corté.

—Siguiendo por el pasillo, al final y a la derecha. —Me guiñó un ojo—. Espero que seas tú quien venga a buscar a la nena.

Por el rabillo del ojo vi a Rachel tensar la mandíbula y entrecerrar los parpados ante el tono jocoso de la chica.

—No lo creo —susurró, tomando mi mano y guiándonos a través de la dirección. Al llegar empujé la puerta de cristal que abría el paso a una habitación llena de alfombras, pelotas, embarazadas y sus acompañantes.

— ¡Hola! —Nos saludó la mujer bajita, Julia la nueva compañera de trabajo y amiga de Ryan, que nos había dado la charla de bienvenida la semana pasada—. ¿Qué tal? Me alegra verlos aquí. Aún es pronto para ustedes, pero siempre es bueno que se empiece temprano. Solo hace falta que llegue Ryan para empezar.

—Hola, bien. —Rachel le ofreció una sonrisa. Yo solo asentí.

         Por razones desconocidas, el moreno había dejado el gimnasio donde daba clases de salsa e ido al que Rachel y yo visitábamos antes de habernos mudado juntos. Ahora solo nos entrenábamos en casa, donde habíamos montado una pequeña área de ejercicios con máquinas y un televisor para reproducir sus videos de Zumba Fitness.

         Las futuras mamás adoraron a Rachel solo con el olor de lo que traía. Algunas ya eran experimentadas y otras no, pero la mayoría formó un circulo alrededor de ella hasta que Ryan, la pareja de entrenamiento de Julia, entró. Y claro, lo primero que hizo fue ir directo a mi mujer y darle un beso en el cachete.        

         Alerta, me levanté y fui hacia ella. Su cintura era más gruesa para rodear, pero mis brazos llegaban y me gustaba. Había algo primitivo, oscuro y excitante en verla llevando mi descendencia.

—Blackwood.

—Parker. —Estreché su mano.

         Dedicándole una sonrisa a Rachel, deshizo su agarre y se marchó a hablar con Julia. Escogí el juego de alfombra y pelota que más lejos se encontraba del frente. Sin dudar, Rachel se sentó sobre ella, rebotando. Era nuevo y no supe que hacer hasta que la madre de mi hija me indicó que me arrodillara a sus espaldas y colocara las manos sobre su vientre.

—Movimientos circulares, vamos. Esto les servirá para aquellos momentos intensos. —Empezó a hacer el ejercicio mientras Ryan cumplía el papel de su pareja, quien en realidad solo daba clases de baile—. Estarán preparadas. Sabrán usar a su marido cuando tengan dolores.

Rachel empezó a hacerlos y colocó sus manos sobre las mías. La sostuve y aproveché la posición para oler su cabello. Descubrí a un sujeto mirándola, probablemente el pariente de la joven que acompañaba, y la estreché un poco más.

—Ahora iremos por la relajación. Hagan un ocho con las caderas. —Todas lo hicieron—. No se olviden de la respiración. Futuras mamás de la semana treinta y siete, esto es vital para ustedes. Rebotemos, suave.

         Tras cinco minutos de rebotes e infinitos, nos pusimos de pie y apoyándonos el uno en el otro, empezamos a irnos hacia los lados como si estuviéramos bailando.

—Con esto hemos terminado con nuestros ejercicios de relajación. Nos toca basarnos en el momento del parto, de vuelta a la pelota. —Volví a sostener a Rachel. ¿Así sería?—. Olvídense de la relajación aquí. Necesitaran toda su agilidad y concentración. Inhalen profundo, ínflense por completo y arrójenlo despacio. Pero, si la contracciones se hacen más frecuente, háganlo siguiendo su ritmo.

         Rachel obedeció e hizo ese y otros miles de ejercicios por las siguientes dos horas. Solo era una clase a la semana, y también habían unos minutos de yoga para ambos sexos. Nunca me imaginaría a cualquiera de los presentes haciendo las posiciones que nos obligaron a hacer. Tras devorar la merienda de Rachel, un acuerdo tácito de olvidar lo sucedido rodeaba el ambiente.

—Adiós. —La pelinegra se despidió de todos y miró a Ryan con confianza—. Nos vemos el miércoles.

         Él solo rodó los ojos.

— ¿El miércoles? —pregunté cuando salimos, incrédulo e íbamos en busca de Maddie—. ¿En serio?

         Rachel se sonrojó.

—Le gusta el baile, ¿Qué tiene de malo?

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HOLA :D

Me he tardado en subir porque he tenido que hacer cosas fuera de lo planeado, como siempre ._. Y bueno, me iré una semanita de vacaciones, por lo que no quería dejarl@s esperando. En fin, aquí les traje una nueva escena de Nathan y Rachel. Espero que les haya gustado. Tuve que ver videos de ejercicios prenatales :vPor otro lado, me gustaría informarles que subí un relato llamado “Un susurro en la oscuridad” para un desafío Watty. Ya está terminado, no tendrán que esperar que la floja actualice :c Y me gustaría saber su opinión. De verdad significa mucho para mí, pues dejé parte de mí en él. Y bueno, Diego es un niño muy dulce :3 

Preguntas:1-¿Opinión de la escena?

2-¿Miércoles?Pregunta para ganar la próxima dedicación: ¿De que tratará la próxima escena, momento, o cap?

Ganadora de la dedicación: APLAUSOS PARA Elizatheheaven!!! *-*

Gracias por sus votos y comentarios♥

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