Día tras día, año tras año. El tiempo pasaba más rápido de lo que yo quisiera, tanto que se me escurría entre mis delgados dedos como la arena de la playa. Uno de los motivos por los que no quiero que el tiempo pase tan rápido, es porque quiero permanecer más cerca del pasado. Más cerca de tí.
Deseaba que llegase el frío del invierno con tal de abrazarte aún por más tiempo y por más veces. Era la excusa perfecta para sentir de nuevo el pálpito de tu corazón que atravesaba tu pecho, guiándose el pum pum hacia mis oídos y al resto de mis sentidos, despertándolos. Parece algo tan sencillo y diminuto, pero era la mejor sensación del mundo.
Ahora solo deseo encontrarte de casualidad una vez más, como nos solía ocurrir hace muchos años. No nos buscábamos nunca pero el destino, de algún modo u otro, nos unía.
Somos de esas personas orgullosas que no quieren saber nada el uno del otro, cada uno sigue con sus vidas hacia adelante, pero que me da igual el no mirarnos, soporto el dolor que nos causamos mutuamente y no sé si sientes lo mismo o incluso menos que yo, pero juro ante Dios que si me entero de que te ha ocurrido algo, removería cielo y tierra, me patearía todas las calles de la ciudad en tu busca, volvería a tu lado tan rápido como el tiempo está pasando sin tí.
Si vuelvo a verte solo pensaré en todos los días que me hiciste feliz, me quisiste sacar una sonrisa de donde no las había. Aún recuerdo aquella ultima vez que nuestras miradas se cruzaron en medio de una atestada estación de tren, donde había mil pares de ojos con los que encontrarse y una vez más el destino quiso actuar a nuestro favor. Pasamos de largo pero hubo algo, una chispa, que nos hizo girarnos una vez más y sonreímos al maldito destino.