Olvidé donde estábamos

By lume88

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-ADAPTACIÓN- Gabriel se despierta para descubrir que tiene amnesia retrógrada y una vida perfecta. Aparentem... More

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By lume88

Su cabeza no duele cuando se despierta y eso es, es la primera vez, en realidad. Ha consumido tantos paquetes de analgésicos que el hospital le había dado, que necesita tomarlos en el momento en que se despierta y en intervalos establecidos a lo largo del día, que despertase con una cabeza casi clara e indolora es nuevo. Casi puede engañarse a sí mismo de que ha despertado con la edad de hace tres años, que ha despertado del retorcido sueño que ha vivido. Casi puede fingir, hasta que mira a un lado y ahí está Renato, la mejilla pegada a la almohada y las líneas de algodón incrustadas en su piel, los ojos cerrados y la boca abierta, ligeramente. Su nariz está silbando un poco, Gabriel se pregunta si Renato ronca, si eso es algo que ya sabe y simplemente no puede recordar.

Gabriel se da vuelta con cuidado, cierra los ojos e intenta acomodar su cuerpo contra el de Renato para que su espalda quede cerca del pecho del castaño, las rodillas de Renato simplemente se meten en el pozo de las suyas. Gabriel sabe que es sábado, escucha el flujo constante de tráfico y pasos en la calle de abajo. Espera que Renato no tenga que ir a laburar hoy y eso le hace pensar en Liam, y su estómago se tuerce incómodamente.

Suspira en silencio y abre los ojos de nuevo, observando la mesita de noche de Renato. Ambos teléfonos están ahí, junto con algunos libros que Gabriel cree que son suyos. También hay una foto enmarcada, se acerca más, casi rodando sobre su pecho para que pueda verla correctamente. Es tan claro que son él y Renato y se siente estúpido por preguntarse. Están en el techo de un edificio, al lado del asador y Renato tiene un par de pinzas en la mano y su otro brazo envuelto alrededor de los hombros de Gabriel. Sus sonrisas son tan grandes, tan anchas.

Se pregunta si habría conocido a Renato si una agencia de modelos no lo hubiera buscado y lo hubiera envuelto en todo este mundo. Si en otra vida, él y Renato se hubieran conocido y se hubieran enamorado sin todo el desorden de Liam, de la fama de Gabriel, eso de verse a escondidas. Gabriel lanza un suave resoplido y sacude la cabeza contra la almohada, ni siquiera puede recordar haberse encontrado, haberse enamorado de Renato.

Se desliza silenciosamente fuera del edredón y se pone el primer par de shorts que encuentra en la alfombra. Camina tan suavemente como puede para salir de la habitación, haciendo una mueca cuando la puerta suena, y luego se dirige a la cocina, envolviendo sus brazos alrededor de su pecho desnudo.

Fausto aún debe de estar en la cama, piensa Gabriel, mientras llena la cafetera y la enciende. Le toma unos cuantos intentos encontrar el armario con las tazas. No sabe que taza es de Renato, por lo que toma una oscura que tiene la imagen de una batería y prepara su café en su propia taza. Renato todavía está dormido, sin siquiera moverse, cuando Gabriel entra de nuevo en la habitación, cerrando la puerta con el pie y coloca las tazas humeantes en la mesa, sentándose tranquilamente en la cama.

Renato deja escapar un suspiro que hace que el pecho de Gabriel se hinche. No puede dejar de mirarlo. Gabriel se siente un poco mareado, dividido entre la emoción de querer despertar a Renato y la parte más calmada y espeluznante de él que solo quiere mirarlo mientras duerme.

El lado excitable gana y Gabriel se encuentra levantando el edredón y gateando debajo de él, con la cabeza baja mientas mueve cuidadosamente las piernas de Renato y se acomoda entre ellas. Su pija está dura contra su estómago, su olor ya es un sabor fuerte en la nariz de Gabriel. Gabriel vacila, y una mano se cierne sobre ella, antes de agarrar la base y deslizar su boca por encima. Nunca lo ha hecho antes, eso recuerda y se da cuenta rápidamente de que necesita poner los labios sobre ella. El primer golpe de su lengua tiene a Renato gimiendo, sus caderas se contraen y sus piernas se inquietan repentinamente. El edredón se levanta repentinamente, entra aire fresco y Gabriel levanta la vista para ver a Renato mirándolo con ojos entumecidos y medio dormidos, sonriendo perezosamente.

—¿Puedo ayudarte?— pregunta Renato, con la voz entrecortada. —¿Buscás algo?

—Mmm— Gabriel murmura alrededor de su pija, y los ojos de Renato parpadean, su mandíbula tambalea. Gabriel se levanta, limpiando su boca con el dorso de su mano y sonríe. —Encontré lo que buscaba.

—¿Sí?

Gabriel toma la pija de Renato de nuevo en su boca, buscando a tientas el mismo ritmo. Gabriel lame la parte inferior, disfrutando la forman en que Renato gime. Su mano cae en la cabeza de Gabriel, retorciendo sus dedos alrededor de los rizos.

—Vení— gruñe Renato, sacando a Gabriel de su pija. Él tira de sus hombros, animándolo a salir de debajo del edredón. Gabriel se sienta con la espalda en la cabecera, soltando una risa sorprendida cuando Renato se sienta sobre los muslos y se acomoda en su regazo.

—Te traje café— recuerda Gabriel de repente, asintiendo hacia las tazas en la mesa.

Renato agarra la taza de la batería y toma un sorbo. Él hace una mueca.

—¿Muy caliente?

—Falta  azúcar—sacude la cabeza.

—No sé cómo lo tomás— murmura Gabriel. Renato bebe un poco más, limpiándose la boca con la muñeca, antes de volver a poner la taza y presionar sus labios contra los de Gabriel nuevamente. Saben a café.

Las manos de Renato están nuevamente en su cabello y Gabriel automáticamente inclina su cabeza hacia atrás, deja que la lengua de Renato se meta en su boca. Ahora lo está besando en el cuello. Renato se inclina, tambaleándose hasta que Gabriel lo sostiene con las manos agarrando sus caderas y abre el cajón de la mesita. Saca un condón y la botella de lubricante que se está convirtiendo en una vista familiar, y cuando Renato se acomoda en su regazo y comienza a moverse, Gabriel tira de su boxer, listo para deshacerse de él. Pero la mano de Renato se queda atrás, entre sus propias piernas y Gabriel no puede exactamente lo que está haciendo, pero puede ver la forma en que los ojos de Renato se cierran, su boca se abre en una pequeño gemido roto, mientras comienza a presionar sus dedos dentro de él mismo.

—Voy a montarte— resopla Renato. Se está moviendo hacia atrás en su propia mano, con la cabeza cayendo hacia atrás, Gabriel está tan duro, con la pija mojada contra su barriga, que siente como si todo su cuerpo vibrase, la sangre corriendo rápidamente por su venas. —Podés...

Su mano libre se mueve hacia el condón y Gabriel lo agarra, con los ojos todavía en la cara de Renato mientras lo abre, completamente hipnotizado por cada cambio en la expresión cuando Renato se folla con sus propios dedos. Gabriel suelta el envoltorio, enrolla ciegamente el condón sobre sí mismo y agarra su pija por la base, asustado de que se vuelva loco en un segundo porque no puede dejar de ver a Renato, apenas puede respirar cuando un rubor comienza a extenderse por el pálido pecho del castaño.

—¿Me vas a coger?— Renato dice, con voz áspera mientras saca sus dedos, limpiándose su propio muslo. Gabriel se siente inútil, incapaz de hacer nada más que sostener las estrechas caderas de Renato mientras alinea su cuerpo en la cabeza de su pija. No puede evitar el gemido que cae de su boca cuando Renato se hunde lentamente sobre él, sus manos se apoyan contra el pecho de Gabriel. Es tan apretado e increíble, y Renato esta tan caliente por dentro, los músculos se aferran ferozmente alrededor de la pija de Gabriel y hacen que sus piernas tiemblen. Gabriel recuerda, muy claro ahora, como se sentía tener a Renato empujando hacia él, pero Gabriel no puedo haberse preparado para lo que sentía, por la vista de Renato enrojecido, temblando y brincando en su pija, los músculos de sus piernas flexionándose mientras encuentra un ritmo como lo ha hecho tantas veces.

Gabriel se vendrá demasiado rápido y tendrá que distraerse, o va a arruinar esto antes de que Renato esté cerca.

—Decime algo— dice con la voz ronca. Renato se detiene, las caderas se mueven en un ángulo diferente, la mano baja detrás de sí mismo para mantener la pija de Gabriel deslizándose hacia él. —Cosas... cosas sobre nosotros... solo decime.

Hay un sudor que se desliza hacia abajo entre los pectorales de Renato. Está jadeando, temblando mientras todavía se mantiene erguido con las palmas apoyadas en el pecho de Gabriel. Su boca se abre, la lengua se desliza por sus labios, y el aire se siente tan espeso alrededor de ellos que Gabriel no puede respirar. El pulgar de Renato roza el pecho de Gabriel. Su mano está rozando los viejos moretones en las costillas, sin tocarlos, pero el estómago de Gabriel se contrae, anticipando el dolor.

—Amas discutir sobre como Boca es el mejor equipo del mundo— murmura ásperamente Renato. Su cabeza cae, su pecho está agitado, el ritmo aumenta. Gabriel está cerca, y puede decir, que ha aprendido rápidamente como se ve Renato antes del orgasmo. —Te encanta joderme diciéndome gallina— su mano se desliza, rozando el corazón de Gabriel.

—Diablos— Gabriel jadea, su pecho está tenso. Él coloca sus pies en el colchón y comienza a mover sus caderas, sosteniendo a Renato en su lugar mientras empuja su pija contra él. Se siente débil, se desploma contra la cabecera y cede a sus impulsos, el mordisco que Renato da a sus propios labios se graba en su mente, y sabe que debió haber visto esto tantas veces antes, que Renato se haya deshecho por él, pero para Gabriel es la primera vez y se siente que se está desmoronando.

—Tato— él respira, simplemente se desliza hacia afuera y luego se acerca, su visión son nada más su manos apretadas en las caderas de Renato. Cuando puede ver con claridad nuevamente, cuando se está ablandando y Renato se está alejando de él con un leve gemido, puede ver la expresión quebrada en el rostro de Renato mientras se masturba desesperadamente, con la cara arrugada por su orgasmo.

—Te amo— jadea Renato, y él deja caer su frente para descansar sobre el hombro de Gabriel. —Te amo tanto... yo...

Él termina y Gabriel puede ver su propia pija flexionándose en su mano mientras chorrea sobre su estómago.

Renato todavía está susurrando, temblando en el regazo de Gabriel. —Sabía que volverías a mí, lo sabía, te amo...

Las palabras suenan huecas en los oídos de Gabriel porque no puede devolverlas, y esto es demasiado, demasiado pronto. Se siente como si se estuviera ahogando y Renato está montando una ola por encima de él mientras Gabriel se hunde, indefenso en las profundidades, todavía sin aliento.

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—Está muy frío— se queja Gabriel, siguiendo a Renato hacia la azotea con los paquetes de carne en sus brazos. —No veo por qué no podés simplemente hacerlas en el horno, como una persona normal.

—¡Nada le gana a la parrilla— dice Renato alegremente, agachándose para tocar el recipiente de gas. Gabriel escucha la ráfaga de llamas antes de verlas y Renato lo mira con una sonrisa que Gabriel está luchando por regresar. Renato ha estado sonriendo desde que se levantaron de la cama, se ducharon y se abrigaron para subir hasta acá y eso desconcierta un poco a Gabriel. Él cree que Renato cree que se las han arreglado para doblar en algún tipo de esquina y está conduciendo por delante de él, mientras que Gabriel todavía está luchando por ponerse en marcha.

Gabriel se sienta en el borde de la azotea, viendo a Renato cortar los paquetes que le entregó, dejando caer la carne en la parrilla caliente. Puede ver su aliento: hace demasiado frío para estar en este lugar, incluso si es hora de comer y existe la posibilidad de comer carne a la parrilla.

—Solíamos hacer esto todo el tiempo— le dice Renato, metiendo las pinzas debajo de su axila y frotándose las manos para calentarse. Se parece a la fotografía, en su mesita de noche. Gabriel sabe que no está en la foto, está sentado en el borde de la azotea, pero por alguna razón no puede ir ahí y meterse debajo del brazo de Renato. Se siente demasiado pesado apoyado en los ladrillos, sosteniéndose contra el aire frío y deja caer la cabeza, incapaz de sostener la cariñosa mirada de Renato.

Está abrumadoramente agradecido cuando su teléfono comienza a sonar en el bolsillo de su pantalón. Lo saca, manteniendo sus brazos alrededor de su cuerpo, y hace una mueca cuando ve que es Liam. Él declina la llamada, suspirando.

—¿Qué pasará el lunes?— pregunta y Renato mira a su dirección, con las cejas levantadas en una pregunta silenciosa. —¿Cuándo tengas que volver al laburo? — continua Gabriel. —y yo también.

—¿Qué querés decir?

—Bueno— Gabriel se detiene. El tráfico en las calle de abajo es aún más alto. —¿A dónde iré?

—Vos te quedarás acá— Renato frunce el ceño, torciendo los labios con una sonrisa confusa.

—Pero no puedo quedarme por siempre— le dice Gabriel. Renato mira hacia atrás, dándole la vuelta a unas cuantas chuletas que se están dorando por debajo. —Yo no...

—¿Por qué no?— Renato se ve herido, con la cara arrugada. —¿Por qué no podés quedarte? Nos amamos, Gabi...

—No, vos me amás— señala Gabriel, con la voz más áspera de lo que pretendía. —Yo, casi no te conozco, Renato.

—Pero nosotros...

—Nada equivale a tres años de recuerdos perdidos— suspira Gabriel.

—Pero los recuperarás en algún momento— Renato descansa las pinzas al lado de la parrilla, dándole la espalda a la carne. El cruza los brazos, acercándose a Gabriel. Su frente está tan arrugada que parece que debe doler. —Tenés citas con el neurólogo, ¿no? Tus recuerdos deberían de comenzar a volver, eventualmente.

—¿Y si no lo hacen?— pregunta Gabriel. Las palabras se adhieren a su lengua en una lucha por salir al aire porque esta pregunta ha estado pesando en su mente durante algún tiempo. —¿Y si nunca recuerdo?

—Ya empezaste— dice Renato, con la voz un poco desesperado. Frenético, como si hubiera una obra maestra que el ha construido con sus propias manos, desmoronándose ante sus ojos y está tratando de reconstruirla antes de que sea demasiado tarde, antes de que las grietas se extiendan demasiado. —Vos, me llamaste Tato.

—¿Qué sucede si un día me despierto y me olvido de todo otra vez?— Gabriel dice. Todavía se está abrazando a sí mismo, todavía frío en el borde de la azotea del edificio, aun mirando a Renato. La parrilla sigue funcionando en el fondo, el olor a carne cocida flotando en la brisa. —¿Qué sucede si me despierto a tu lado y no se quien sos? Podría pasar, Renato. Puede que nuca recupere mis recuerdos, puede que te olvide, como ya lo hice.

—No hables así— la voz de Renato es áspera, aguda, con la mandíbula apretada. Su rostro se está nublando, como lo hizo el primer día que Gabriel lo conoció y no sabía quién era. —Puede pasar todo lo que vos decís, ¿pero por qué estás diciéndolo? Acabo de recuperarte.

—No me has recuperado— le responde Gabriel. Se levanta de donde estaba sentado, soltando un suspiro. —Sí, vine a casa con vos, si, tuve sexo con vos pero eso no significa que lo recuerde todo. No significa que las cosas volverán a ser como antes, lo que recordas y yo no. No van a hacerlo, no puede.

La carne debe estar ardiendo, piensa Gabriel. Renato estuvo demasiado tiempo de espaldas.

—¿Por qué no? Aun sos vos, todavía sos Gabriel.

—¡No lo soy!— grita Gabriel de repente, su voz hizo eco entre los otros edificios y casi espera que una paloma asustada haya volado. Se odia a si mismo por hacer esto, odia la forma en que la cara de Renato se ve como si se rompiera en dos, sus ojos siempre son brillantes, pero ahora se están poniendo oscuros y Gabriel no puede detenerlo. —Vos estás enamorado de alguien que no soy. He cambiado, mucho, no soy la persona que pensé que era...

La carne se está quemando, puede olerla, sus fosas nasales arden y luego lo golpea como un maldito tren de carga, dejándolo luchando por respirar. No está en la azotea bajo el frío aire, está en una silla junto a una pileta en cuba, el sol brilla en su pecho desnudo y la música se desliza en el aire. El olor a quemado todavía está allí y Gabriel está riendo, puede sentir sus ojos arrugarse detrás de sus gafas de sol mientras inclina su cabeza hacia atrás, mirando hacia la cara sonriente por encima de él. Gabriel se acerca, sus manos juegan mientras agarran otras.

—Huele como si hubieran quemado nuestro almuerzo— alguien dice y Gabriel tiene un sentimiento de felicidad abrumadoramente ligero en su pecho, más brillante que el sol en el cielo azul. Se siente feliz y enamorado y como si tuviera un jodido propósito, y es sentarse junto a esta pileta y estar encantado, tener sexo en la habitación del hotel cuando el sol se ha puesto un poco y su piel se está enfriando con la lluvia. Nunca quiere volver a casa, quiere quedarse en este patio cálido y soleado para siempre con...

—Gabi— dice Renato, con las manos en los hombros y agarrando con tanta fuerza que Gabriel jadea. —Gabi, ¿Qué sucede?

La imagen se está esfumando y trata de aferrarse a ella, evitar que salga de sus palmas como agua. El recuerdo se desvanece y está de vuelta en la azotea de un edificio, la cara asustada de Renato justo enfrente de la suya.

—Gabi— todavía está diciendo, con voz frenética, con los ojos clavados en la cara de Gabriel. —¿Recordás algo? ¿Me recordás? Que...

—Liam— Gabriel se ahoga, con el pecho temblando. Las manos de Renato caen de sus hombros cuando el olor a carne quemada se convierte en un hedor abrumador. —Me acordé de Liam.

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—No entiendo, ¿Qué diablos estás haciendo?

Gabriel deja caer el bolso Tom Ford sobre la cama sin hacer caso a Renato, abriéndolo y luego agarrando su pijama y sus remeras y suéteres desde el sillón en la esquina de la habitación de Renato. Mira el resto de sus cosas, sus libros, sus películas, se pregunta si debería llevárselos también. Comienza a meter la ropa en su bolso, aplastándola para hacer más espacio.

—Tengo que volver con Liam— dice Gabriel. Renato mete la mano en el bolso, comienza a sacar las cosas de nuevo, pero Gabriel tira del bolso fuera de su alcance.

—¿Vas a volver con Liam? ... — Renato parece que podría reírse, como si realmente creyera que esto es una broma de Gabriel.

—Recordé a Liam, yo... tengo que ir a hablar con él, a resolverlo— dice Gabriel. Le tiemblan las manos cuando cierra el bolso.

—No amás a Liam, sabés que no, incluso si no lo recordás.

—Recuerdo lo que sentía al estar enamorado de él— le responde Gabriel. Recoge el bolso y sale de la habitación, hacia el pasillo. Renato lo siguen pisandole los talones con una expresión de enojo y confusión aun pintada en la cara. La puerta de la habitación de Fausto está cerrada. Gabriel no sabe si está en el laburo o si todavía está dormido. —Al menos merece saber la verdad sobre lo que he estado haciendo.

—Él nunca te hará feliz, Gabriel. Sabés que tengo la razón, yo te hago feliz, has sido feliz acá...

—¡No te recuerdo!— estalla Gabriel, con la voz sonando en sus propios oídos. No sabe cuántas veces ha dicho esas palabras ahora, no solo a Renato sino a tantas otras personas, a todos esos fantasmas de una vida que no recuerda.

La cara de Renato es solo una imagen de dolor, las mejillas enrojecidas mientras se tira de su propio cabello como si no supiera que hacer, viendo a Gabriel tropezar tratando de ponerse las botas, empacando para salir de su casa, fuera de su vida.

—Sí, he sido feliz. Sí, probablemente me hiciste feliz cuando Liam no lo hizo, lo acepto. Ahora lo creo, creo que estábamos juntos, he visto la puta prueba ¡pero no es suficiente! Siento que estamos experimentando dos realidades diferentes, crees que has recuperado al viejo yo que está reviviéndolo todo de nuevo y solo soy esta nueva persona que está aprendiendo cuanto ha cambiado.

Gabriel se detiene, tomando una gran y temblorosa respiración y luego agarra su abrigo, el de piel de oveja que cuelga de la puerta de Renato. Sus brazos tiemblan mientras los empuja a través de las mangas.

—He cambiado— continua, y Renato está tranquilo, solo de pie junto a la puerta de la cocina, observándolo. —He, he cambiado, Renato. No soy la persona que pensé que era, y no me gusta la persona en la que he me convertido. Hace tres años yo no abandonaría a mis amigos en el momento en que me hiciera famoso, no engañaría a mi prometido. La persona que solía ser ni siquiera está acá.

—Bueno, lamento decírtelo, pero lo hiciste— Renato lo interrumpe con dureza, con los ojos ardiendo. —Hiciste todo eso, Gabi, pero eso no te hace una mala persona— se detiene, riendo fríamente.

—¿Qué diablos podría ser gracioso?

—Ya te he dicho todo esto— Renato sacude la cabeza con incredulidad. —Ya he tenido esta conversación con vos, tratando de convencerte de que sos una buena persona a pesar de que has engañado. Es como un deja vu...

—Bueno, que suerte— dice Gabriel rígidamente. —No tengo es privilegio, Renato. Esta es la primera vez que estoy teniendo esta conversación.

—¡Oh, como si yo no diera todo porque despertaras y recordaras todo! ¿Sabés lo jodidamente duro que ha sido esto? Literalmente te tuve y te perdí, ¡así de simple! Es como si hubieses muerto.

—Yo soy el que tiene amnesia— murmura Gabriel. —Soy el que no recuerda nada. Creo que lo tengo más difícil.

—Te golpeaste la cabeza,  perdiste algunos recuerdos. Regresaré al principio, como vos, podemos comenzar de nuevo...

Gabriel ya está sacudiendo la cabeza ante el tono desesperado de Renato. —No podemos, no te quiero...

—No espero que me ames— Renato le dice, pero Gabriel está demasiado listo para tomar represalias.

—Vos esperas que tenga este momento de lucidez y lo recuerde todo, esperas que sea él, tu Gabi, y yo... ¡no puedo ser eso! — su voz es tensa.

—Bueno, seas él o no, dijiste que habías cambiado, ¿Qué Gabriel sos?

—¡No lo sé! — Gabriel se pasa la mano por el pelo, se siente temblar y cierra los ojos por un momento. —No, no lo sé, es como si ni siquiera supiera quien soy.

—Tal vez no recordés todo, pero te has estado quedado acá conmigo. Te has sentido cómodo conmigo. ¿No es eso un comienzo? ¿No es suficiente?

—No— Gabriel sacude la cabeza, con la mano sobre la manija de la puerta. Se limpia un poco los ojos húmedos con su otra mano. —No es suficiente. Si... si pudiera recordar algo, cualquier cosa realmente quisiera quedarme acá con vos. Entonces, tal vez, tal vez podría intentarlo. Pero eso solo... es un maldito espacio en blanco. No recuerdo haberme enamorado de vos.

—Pero recordás que te enamoraste de Liam— Renato termina por él. Su cara está completamente nublada. Gabriel asiente a pesar de que Renato no lo está mirando.

—Sí— dice— No voy a volver con él, solo... merece saber todo esto. Ha sido bueno conmigo— Renato está sacudiendo la cabeza otra vez, rodando los ojos. —Yo... realmente deseo poder recordar. Realmente lo siento.

—Sí, yo también— murmura Renato con un tono dolorosamente amargo.

—Yo...

—Solo date un poco de tiempo— dice Renato repentinamente. Agarra el asa del bolso en las manos de Gabriel, los ojos se le iluminan con desesperación. —date algún tiempo. Conseguí que te enamoraras una vez, Gabi, podría hacerlo de nuevo...

—No es lo mismo. Nunca será como vos quieres que sea, siempre y cuando no pueda recordar. Realmente, realmente desearía haberlo hecho, pero no lo hago y tal vez nunca lo haga.

La mano de Renato deja el bolso y la mano de Gabriel abre la puerta.

—Lo siento— dice Gabriel y sacude la cabeza. —Adiós.

Renato aparta la vista y se niega a encontrarse con los ojos de Gabriel y su mandíbula apretada y Gabriel desea que no sea lo último que vea antes de que cierre la puerta detrás de él.

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Gabriel le pide a Sofi que le envía un mensaje con la dirección de Liam y toma un taxi, se sienta en la parte de atrás con los ojos cerrados, ignorando las calles por las que el auto pasa. Está oscureciendo cuando el taxi se detiene fuera del edificio y Gabriel saca un par de billetes de su abrigo para dárselas al conductor. Hay un portero diferente en el vestíbulo y él solo de a Gabriel un gesto cortés cuando entra con el bolso a su lado, con los ojos todavía un poco rojos.

Las luces están apagadas cuando entra al departamento y por un momento se preocupa de que Liam se haya ido, que tenga que sentarse y esperarlo en la oscura sala, que de alguna manera es más grande y más tranquila de lo que recordaba, pero ve la tira de luz debajo de la puerta del estudio de grabación y después de dejar caer su bolso en el sofá y limpiarse un poco la cara, llama a la puerta.

No hay respuesta, pero entra de todos modos. Liam está sentando frente a la caja de resonancia con una computadora portátil abierta y tiene puestos sus audífonos, pero mira a su alrededor, ve a Gabriel cerrando la puerta detrás de él y se quita los audífonos para que cuelguen de su cuello. Sus ojos están llenos de sorpresa y preocupación.

—Hola— dice serio

—Gabriel— suspira Liam. Cierra los ojos por un momento. Gabriel se sienta en una de las sillas frente a Liam, inclinándose hacia adelante y poniendo los codos sobre sus muslos. —¿Estás bien?

—Lo siento, sobre...simplemente huir la otra noche. Debería haberte dicho dónde iba.

—Lo siento— Liam suspira de nuevo. —No quise molestarte, Gabriel. Pero tomo mi laburo, mi negocio muy enserio...

—Lo sé— dice Gabriel con voz ronca. Hay algo así como una decepción que se instala sobre él, casi confirmando algo. Se mete el labio inferior en la boca y lo muerde durante un momento.

—Llamé a Sofi— murmura Liam, hundiéndose un poco en la silla de su escritorio. Se ve cansado— y no te habías estado quedando con ella. Ella no sabía dónde estabas.

—Lo siento— murmura Gabriel. Liam niega con la cabeza, algo se fija en sus rasgos, en el apretón de su mandíbula. Se ven tan casado, con los ojos abiertos y confundidos. Gabriel no puede mentirle, ya no. No ama a Liam, él lo sabe, pero se recuerda sentado junto a la pileta en Cuba, recuerda mirar a Liam y sentir su pecho caliente, sabe que lo amó y Liam también lo hizo. Él sabe que estaban enamorados.

—Te he estado engañando— dice Gabriel en voz baja, pero suena tan fuerte que parece sonar incluso en el espacio cuidadosamente insonorizado. —No solo ahora, los últimos días, alrededor de un año. No lo recuerdo, pero lo hice... te engañé.

Él mira hacia otro lado, a sus rodillas, a sus manos apretadas en su regazo. Por fin se arma de valor y mira a Liam y él no parece herido como Gabriel lo hubiera esperado, no parece enojado. Parce triste, como si estuviera resignado a algo.

—Lo sé— Liam finalmente murmura. Gabriel parpadea. —sé que lo has estado haciendo.

—Liam— dice Gabriel, vacilante, sintiéndose fruncir el ceño. —Vos... ¿vos lo sabías?

Liam asiente, suspirando pesadamente. La silla chilla cuando él se mueve en ella, cruzando los brazos sobre su pecho.

—Lo sabía— asiente de nuevo. —Yo... vos me lo dijiste unos días antes del accidente.

Se siente como si algo en Gabriel se estuviera astillando, fragmentos de sí mismo clavándose en sus entrañas. Su cabeza comienza a golpear, un dolor que es tan familiar ha vuelto, un viejo enemigo. Liam se limpia la cara con la mano, todavía se ve agotado y Gabriel no puede dejar de mirarlo.

—¿Sabías? ¿Vos sabías y no me lo dijiste?... Fingiste que estábamos bien...

Liam no dice nada ahora, ni siquiera asiente, pero no necesita hacerlo, el brillo triste sobre sus ojos, la línea de expresión en sus labios es la respuesta suficiente para Gabriel.

—¿Estábamos teniendo problemas?— pregunta Gabriel.

—Sí— dice Liam con brusquedad. Exhala bruscamente, pellizcándose el puente de la nariz con los dedos. Como si su cabeza le doliera. —Desde hace un tiempo.

—Mentiste— dice Gabriel, con las palabras un poco vacías, reclinándose en su silla. El niega con la cabeza, todavía no es capaz de creer esto. —Me mentiste. Fingiste que todo estaba bien, que estábamos bien.

Liam no responde de nuevo, las palabras de Gabriel simplemente cuelgan silenciosamente entre ellos y el pequeño estudio de grabación.

—¿Por qué? Yo... Encontré mi anillo de compromiso en un cajón, claramente había estado allí un rato. ¿Por qué mentiste? ¿Por qué te comportaste así? ¿Como si todo estuviera bien?

—No lo recordaste— dice Liam lentamente, con cuidado, con voz suave. —Nosotros... discutimos, habíamos estado discutiendo mucho, pero entonces tuvimos una pelea grande cuando me dijiste. No hablamos durante un par de días y luego estaba en el laburo y recibí una llamada que me decía que habías tenido un accidente. Yo solo...estaba tan asustado, tan preocupado. Me fui al hospital, pero estabas dormido, no te despertaste por unos días y pasé mucho tiempo solo mirándote, mirando tu rostro. Pensando en lo afortunado que era porque aun estabas vivo, porque no moriste.

Gabriel hace una mueca, desviando la mirada por un momento. Todavía es demasiado, aunque no lo recuerda, pensar en el accidente en el que había estado. Liam suspira nuevamente.

—Y luego te despertaste cuando no estaba ahí— continua Liam, con voz un poco tensa, desesperada. —Y tu mamá llamó y dijo que tenías problemas de memoria, que no recordabas y yo... — él se aleja, mordiéndose el labio. —Eras como un lienzo en blanco, otra oportunidad de arreglar las cosas— murmura Liam. —Otra oportunidad para no... ya sabes.

—Para no terminar— Gabriel se apresura a decir. —Nosotros simplemente dejamos de amarnos Liam y eso... — resopla, sacudiendo la cabeza de nuevo. —Eso no había cambiado. Perdí algunos recuerdos, pero al final las cosas hubieran vuelto a no funcionar.

Se detiene y segundo después abre la boca y se dispone a hablar, pero algo se desliza en su cabeza. Exhala constantemente, cierra los ojos por un momento. Se pregunta si debería decirle a Liam lo que recordaba, que puede recordar Cuba, recuerda haberse enamorado de él, pero no cree que valga la pena. Abre los ojos y comienza de nuevo.

—Tal vez me hubiera vuelto a enamorar de vos, Liam, pero también podría haber dejado de amarte. Habría sucedido, eventualmente. Habríamos tenido los mismos problemas, me hubiera sentido de la misma manera. Lo habría hecho de nuevo, lo hice. He estado con Renato. Los últimos días, te engañé, de nuevo.

—¿Renato?— Liam parpadea de repente y Gabriel siente que su corazón salta horriblemente porque, tal vez no debería haber mencionado eso. Tal vez Liam no sabía esa parte. —¿Estabas con Renato? ¿Renato? ¿Mi asistente?

—Sí— dice Gabriel, rígido, como si pudiera ocultar el hecho de que su corazón está latiendo en su pecho. —¿Vos no lo sabías?

—Sabía que me habías engañado, simplemente no supe con quién— Liam frunce el ceño, mirando hacia otro lado, con los ojos nublados. Gabriel se siente enfermo otra vez, como esa noche que llegó a la casa del Luna Music Hall. La noche después de dejar que Renato lo besara y luego trató de tener sexo con Liam. Se siente justo en el borde de nuevo.

—Él no va a meterse en problemas, ¿verdad?— Gabriel se oye preguntar, con voz temblorosa, casi llorosa.

Liam suspira, sacudiendo la cabeza. Él le da a Gabriel una sonrisa severa y forzada.

—No— murmura Liam, exhalando pesadamente. —No voy a despedirlo. Solo... será necesario que lo transfieran a otro departamento, no estoy seguro de poder laburar con él sabiendo que... —se aleja con otro suspiro pesado, cargado, inclinando su cabeza con firmeza. —No, lo siento, Gabriel, tenés razón. No debería de haber mentido, no debería haber fingido que todo estaba bien, solo que realmente te amo, ¿sabés? Todavía lo hago, pero, no como si fuéramos...

—No como nos amábamos al principio— asiente Gabriel, parpadeando ante las lágrimas que comenzaron a arrastrarse detrás de sus ojos, calientes y húmedas. Su pecho está todo apretado. —Yo... lo sé, pero no habría funcionado. No está funcionando.

—Sí— Liam suspira de nuevo. —Lo sé— cierra los ojos, pellizcándose de nuevo el puente de la nariz. Cuando habla, mantiene los ojos cerrados. —Así que... ¿Qué vamos a hacer ahora?

—Me voy— dice Gabriel, y las palabras se le escapan antes de que se dé cuenta de lo que está diciendo. Como si ese hubiera sido su plan todo el tiempo.

—¿A dónde irás?— pregunta Liam, mirándolo.

—Yo... — Gabriel vacila. Ni siquiera lo sabe. No puede ir a casa de Sofi, no tiene sitio y no puede ir a casa de su mamá. Resopla, empujando su mano hacia atrás a través de su cabello. —Voy a ir con Gastón hasta que encuentre un lugar propio.

—Está bien— dice Liam en voz baja, asintiendo. —Bien, eso es... es bueno.

Nuevamente todo está tranquilo entre ellos, ninguno de los dos es capaz de mirarse correctamente. Gabriel finalmente deja escapar un último suspiro y se pone de pie.

—Supongo que será mejor que empaque mis cosas.

—Está bien— murmura Liam. Él se levanta también, sacando los auriculares de alrededor de su cuello y colocándolos en la caja de resonancia, mirando el suelo. Gabriel se gira para salir de la habitación, pero luego se detiene, mirando hacia atrás.

—¿Liam?— pregunta. Liam lo mira, con los ojos muy abiertos y serios. Gabriel se da cuenta de que esto duele, hacer eso, despedirse, cuando Liam ha sido la única constante desde que regresó a casa del hospital con un agujero en su memoria. Duele casi tanto como salir de la casa de Renato. —Gracias por... por intentarlo conmigo. Por dejarme quedarme.

—De nada— se ríe Liam suavemente, con tristeza.

Gabriel se encuentra retrocediendo por el estudio. Envuelve sus brazos alrededor del cuello de Liam y se presiona contra su pecho, siente que los brazos de Liam se acercan para abrazarlo con fuerza. No es del todo familiar y Gabriel no quiere que dure mucho más de lo que lo hace. Él no quiere aferrarse a Liam. No es demasiado difícil alejarse, con una pequeña sonrisa triste, y dejar que Liam se vaya. Pero todavía duele, solo un poco.

----------

Gastón está claramente sorprendido cuando Gabriel lo llama, pero él le da a Gabriel su dirección y le dice con tono entrecortado que sí, por supuesto que puede quedarse. Gabriel mantiene la conversación corta, bloquea su teléfono y lo mete en su pantalón antes de encontrar una maleta Louis Vuitton en el vestidor y comenzar a meter cosas en ella. Deja atrás las remeras más llamativas, se lleva solo la mitad de los pantalones. Duda y luego guarda algunos abrigos en la bolsa y toda la ropa interior que puede encontrar. Deja el anillo en su caja, en la parte posterior del cajón.

Liam está de vuelta en el estudio de grabación cuando Gabriel está listo para irse, abrigado nuevamente y con el bolso Tom Ford colgando sobre uno de sus hombros y decide que eso es probablemente lo mejor. Garabatea una nota rápida para despedirse de Emilia y la apoya contra la barra de la cocina, colocando su llave justo al lado y luego le da una última mirada al departamento antes de salir por la puerta. Es demasiado grande, demasiado abierto. No es tan difícil cerrar la puerta cuando se va.

Paul está abajo cuando el ascensor llega al vestíbulo y él le llama un taxi a Gabriel. Le ayuda con sus maletas cuando ven que el auto se detiene a través de las puertas de vidrio de la entrada y cuando lo ayuda a guardar sus cosas en el maletero del auto, Paul le sonríe triste.

—Nos vemos pronto— suspira. Gabriel se inclina hacia adelante y tira de Paul en un abrazo.

—Gracias— asiente Gabriel, cuando se aleja, la cara de Paul se pone amarilla bajo las luces de la calle. —Por solo... por estar ahí.

—No hay nada que agradecer— Paul sacude la cabeza. Extiende su mano entre ellos y Gabriel la toma, agarrándola firmemente. Gabriel le da una última sonrisa, girando y abriendo la puerta del auto, pero vacila antes de subir y vuelve a mirar a Paul.

—Vos... conociste a Renato ¿verdad?— pregunta Gabriel. —¿Sabías de él?

Paul asiente con la cabeza, esa sonrisa triste todavía fija en su rostro, todavía proyectada en el resplandor de las farolas.

—Es un gran pibe— le dice a Gabriel.

Gabriel asiente, lamiendo distraídamente sus labios. Todavía tiene la puerta del auto abierta, lista para entrar.

—Nosotros...— lo intenta, frunciendo el ceño un poco. —¿Estábamos bien, juntos?

Paul asiente con la cabeza, la sonrisa secreta que le había regalado el otro día vuelve a aparecer en su rostro, la que había aparecido cuando le pidió a Gabriel un taxi para que lo llevara al Luna Music Hall.

—Sí, ustedes dos eran una linda pareja— asiente riendo un poco. —Te hacía feliz y vos lo hacías feliz a él. Eran una buena pareja.

Gabriel cierra los ojos, le da una breve sonrisa. Él también asiente, como si supiera eso. Aunque cree que una parte de él lo hizo.

—Adiós.

—Adiós, Gabriel.

Se mete en el auto y cierra la puerta detrás de él, dándole a Paul un último saludo antes de que el auto se aleje. Mira por la ventana con los ojos vidriosos las calles que se estaban familiarizando y que probablemente nunca volverá a transitar. Gastón vive al sur de la ciudad y Gabriel no está seguro de que alguna vez termine acá, en la zona de Liam, otra vez. No si puede evitarlo.

----------

—Tenés suerte de que tengamos una habitación libre— dice Gastón mientras empuja la puerta para que Gabriel entre. Enciende la luz. La habitación es pequeña, pintada de blanco, con una cama individual contra la pared. Es solo un poco más grande de lo que era la habitación antigua de Gabriel. —o estarías durmiendo en el sofá.

—Gracias— suspira Gabriel. Gastón deja su maleta en el suelo, al pie de la cama y Gabriel deja caer el bolso, sentándose pesadamente sobre el colchón. Es más tarde de lo que parece, son casi las diez en punto. Le había llevado más tiempo empacar sus cosas, las pertenencias que no recuerda haber comprado, de lo que había pensado que sería.

—Te ves cansado— Gastón comenta, pareciendo leer la mente de Gabriel. Al igual que siempre lo hacía. —Te dejaré dormir, de todos modos me iba a costar ya. Stefi está con Lani, pero ella volverá más tarde, probablemente también se vaya directamente a la cama.

—¿Lani?— pregunta Gabriel. Gastón asiente, sus ojos parpadean. Recordando la pérdida de memoria de Gabriel.

—Su mejor amiga— le dice a Gabriel. —Buenas noches, entonces— murmura Gastón. Parece que quiere decir algo más, como si quisiera hacer algo, abrazar a Gabriel, quizás, pero no lo hace. Simplemente asiente con la cabeza y luego se va, cerrando la puerta detrás de él, dejando a Gabriel solo en su habitación.

Gabriel está suspirando mientras se desnuda. No se molesta en desempacar nada, puede esperar hasta mañana en la mañana y no sabe cuánto tiempo se va a quedar, y solo se quita el pantalón, apaga la luz y se mete directamente a la cama. Revisa su teléfono por un momento, la pantalla brilla sobre su rostro, y envía un mensaje a su mamá y a Sofi para explicarles lo que pasó, que él y Liam han terminado, para siempre. Lo apaga y se da vuelta, quedándose dormido casi al instante.

Se despertó con Gastón y Stefi susurrando fuera de la puerta. Enciende su teléfono, han pasado poco de las once. Durmió sólidamente durante más de doce horas. Hay una débil luz solar que se filtra a través de las persianas que olvidó cerrar por completo la noche anterior. Suspira, empujando su cabeza contra la almohada, esforzándose por escuchar a Gastón y Stefi.

—Por supuesto que puede quedarse todo el tiempo que quiera— dice Stefi a través de la madera. —Gastón, es tu mejor amigo.

—No estos días— murmura Gastón. —No, por años. Sabes como fue todo, él cambió.

—Todo el mundo cambia, no es algo malo— le dice Stefi. Gabriel puede escuchar el suspiro, el tono exasperado, incluso a través de la puerta.

—Es diferente, Stef, no lo he visto desde la última vez en su departamento después del accidente y después de eso, volvió a desaparecer. Además, el accidente lo cambió. Siempre parece que está a punto de llorar la mitad del maldito tiempo. Él no es el Gabi que conocemos.

—Por supuesto que lo es— dice firmemente Stefi. Su voz es tan familiar, hace que a Gabriel le duela algo que se siente como nostalgia. —Todavía es Gabi. Acaba de pasar por mucho. Imaginate que te pasara a vos, querrías a tus amigos, ¿no? Él necesita a su amigo.

—Stef— Gastón suspira, pero hay un golpe en la puerta y se está abriendo, Stefi asoma la cabeza mientras Gabriel se sienta debajo del edredón.

—Buenos días— sonríe con facilidad, entrando apropiadamente en la habitación. Gabriel no puede evitar sonreír de nuevo.

—Te traje café— sonríe. Gastón entra por la puerta, vestido completamente y Gabriel se siente un poco tonto con su boxer, pero Stefi no pestañea, le da a Gabriel la taza humeante y se sienta en la cama junto a sus piernas. Gastón se sienta en el suelo, se cruza de piernas y mira a Gabriel. Gabriel toma un sorbo de café. Él no necesita sus analgésicos hoy, otra vez y espera que sea un paso en la dirección correcta.

—Gracias por recibirme— comienza, pero Stefi ya está sacudiendo la cabeza.

—No hay problema, Gabi— dice ella. —Podés quedarte todo el tiempo necesario.

—Gracias— murmura sorbiendo de su café de nuevo. —Yo... lo siento por todo esto. Obviamente no recuerdo lo que pasó pero, seguro jodí todo. Claramente no somos tan cercanos como solíamos ser, obviamente cambié mucho...

—La gente cambia, no siempre es algo malo— repite Stefi con suavidad, como si Gabriel no la hubiera escuchado decir eso hace unos minutos. —Todavía sos nuestro amigo. Seguís siendo nuestro Gabi.

—Sin embargo, lo siento. No sé qué pasó, qué hice...

—No fuiste solo vos— Gastón de repente dice, encorvándose sobre su regazo con un suspiro. Está jugueteando con la costura de su pantalón, sacudiendo la cabeza. —Somos todos culpables. Nos alejamos también de vos.

—¿Por qué?— Gabriel frunce el ceño. Gastón suspira, frotándose la nuca.

—Creo que estaba celoso, Gabi— él sacude la cabeza de nuevo, apretando la mandíbula. —Estabas como siendo arrastrado por todo este nuevo mundo. Abandonaste todo, te mudaste a ese lujoso departamento y de repente estabas ganando un montón de guita. Estabas teniendo la oportunidad de tu vida y yo me quedé atrás. Estaba muy feliz por vos, era como si te hubieran dado una vida perfecta en bandeja de plata— Gastón suspira frotándose los ojos. Stefi está tranquila en la cama, sus ojos están un poco tristes. Gabriel está sentando en silencio. —Por supuesto que iba a estar celoso. No fuiste bueno en mantener el contacto, pero, para ser honestos, también fui bastante mierda. Estuviste viviendo una vida increíble y yo estaba atrapado en mi monotonía.

Gabriel cierra los ojos y frota su pulgar sobre el borde de su taza.

—Todos se equivocaron— dice Stefi de repente, cortando el pesado silencio. Gabriel abre los ojos de nuevo, ella está sonriendo firmemente. Stefi alcanza su mano a través del edredón y la aprieta cálidamente. —Vamos a dejar todo en el pasado.

—Yo lo hago si vos lo hacés— le murmura Gabriel a Gastón, tratando de no sonar demasiado desesperado, aunque sabe que su sonrisa es esperanzadora. Gastón suspira de nuevo, pero sonríe. Se levanta y se inclina para abrazar a Gabriel, palmeando familiarmente su espalda como siempre lo ha hecho.

—Obvio— dice. —No puedo deshacerme de vos de todos modos, ¿verdad?

—Siempre ha encontrado un camino de regreso a vos, ¿no crees?— Stefi dice y se ríe en voz baja. —Aunque sea golpeando a tu puerta con elegante equipaje y ropa cara.

----------

Salen a comer a un restaurante local, un lugar increíblemente lleno de gente y han reconocido a Gabriel y a Stefi un par de veces y los tres tienen que acurrucarse alrededor de una mesa en la esquina y esperar una buena hora por su comida, pero todo es tan natural, tan fácil. La conversación nunca se detiene, nunca tiene un final incómodo. Gastón le cuenta lo que ha estado haciendo durante los últimos tres años. Salen del local cuando el sol ya ha bajado en el cielo gris y regresan al apartamento de Gastón y Stefi, Gabriel no puede parar de sonreír.

Está cansado cuando entran, pero es un buen tipo de cansancio; está satisfecho con la comida, agotado por la conversación. Gastón y Stefi se dejan caer en el sofá de la sala, enciende la televisión y comienzan a mirar una película vieja y Gabriel se excusa para cambiarse el pantalón por un short.

Está guardando su pantalón cuando suena el teléfono desde donde lo dejó caer sobre su cama. Lo toma sin pensar, pero se detiene cuando ve la pantalla, su corazón se acelera de inmediato, casi por instinto, su buen humor se disipa instantáneamente. El nombre de Renato aparece en la pantalla, el teléfono aun vibra y suena en su mano y el pulgar de Gabriel se cierne tentativamente sobre él.

Suspira, se sacude la cabeza y contesta la llamada.

—Hola— dice con cautela. Hay un suspiro del otro lado, como si Renato no hubiera esperado enteramente que contestara.

—Hola, Gabi. No cortes la llamada— Renato se apresura, pareciendo leer la mente vacilante de Gabriel. Gabriel se encuentra sentando en el borde de la cama, con la mano temblando un poco mientras sostiene el teléfono contra su oreja.

—Renato— murmura, pero Renato ya está hablando.

—Lo siento— dice. —Yo... vos tenías razón ¿de acuerdo? Al principio no lo entendí, estaba tan jodidamente enojado después de que te fueras...

Gabriel se escucha a si mismo hacer un pequeño ruido en la parte posterior de su garganta y cierra los ojos, extendiendo su mano sobre ellos, luchando contra cada instinto cobarde en él para no colgarle a Renato, que todavía está hablando en su oído.

—... pero luego Fausto regresó y me preguntó qué sucedió y le dije... y él estaba de tu lado. Dijo que vos tenías razón y yo, una vez que me calmé, comencé a pensar lo que dijiste, vi que él tenía razón, que vos tenías razón. Había estado esperando que todos tus recuerdos volvieran, que me recordaras y eso no es justo. No debería de haber esperado que recuerdes que me amas. He estado pensando mucho en eso ahora y, tenés razón. Ya no soy tu amante. Solo soy un tipo que se presentó y te dijo que estábamos enamorados y estuvo mal de mi parte hacer eso. No debería haberte molestado y lo siento, Gabi. Lo siento mucho.

El corazón de Gabriel está latiendo con fuerza cuando Renato termina. Sus ojos aún están cerrados y exhala temblorosamente, el silencio que ahora está establecido en el otro extremo del teléfono le da un momento para recuperarse. Renato da un pequeño suspiro.

—¿Gabi?

—Estoy acá— dice Gabriel, con voz áspera y se aclara la garganta, abriendo los ojos de nuevo. —Estoy acá, solo... no es justo ¿verdad? Nada de esto.

Renato se ríe tristemente en el oído de Gabriel.

—No, en realidad no— murmura. Gabriel puede escuchar la película que Gastón y Stefi están mirando en la sala, las voces zumban por el resto del departamento. El olor de lo que comió está asentando en su ropa, flotando en su nariz cuando se mueve y le hace pensar en la vez que él y Renato estuvieron en la azotea. Renato sonriendo antes de que se alejara de él. Piensa en la imagen de ellos que está enmarcada en la mesita de noche de Renato. Desea tanto ser el Gabriel de esa fotografía.

—Vos querés que lo recuerde y también quiero recordar— dice Gabriel temblando. —Pero no puedo y es solo que... no es justo, Tato.

—Supongo que nos perdidos en el tiempo— Renato dice en voz baja. Gabriel se encuentra asintiendo, parpadeando rápidamente. —No es justo, pero no hay nada que se pueda hacer al respecto ahora.

—Ojala lo hubiera— Gabriel le dice con fiereza, con la mano de repente agarrando el pantalón que momentos antes se había quitado. —Honestamente, si pudiera recordar algo...

—Lo sé— Renato murmura con tristeza. Gabriel suspira, sintiendo el pecho aplastado. —Deseo eso también, pero, tenés razón. Ya no te molestaré más.

—Está bien— Gabriel se escucha a sí mismo y se frota la mano bajo la nariz húmeda.

—Sinceramente, lo siento y solo quería que lo supieras, éramos geniales cuando estábamos juntos y aunque vos lo hayas olvidado, yo nunca lo haré.

—Tato— susurra Gabriel. Puede imaginar la forma en que Renato debe estar sacudiendo la cabeza con los ojos cerrados. Como su cara debe haberse vuelto dura y cerrada como Gabriel sabe que lo hace cuando está molesto.

—Es todo lo que tengo que decir, así que... cuidate.

—Vos también— dice Gabriel débilmente. Se está haciendo daño de nuevo, pero él sabe que tiene que hacer eso. Suspira de nuevo, tallándose los ojos.

—Adiós Gabriel.

Ni siquiera responde. Acaba de terminar la llamada, su mano tiembla un poco alrededor del teléfono mientras la baja a su regazo. Mira fijamente la pantalla, sus ojos finalmente comienzan a anclarse un poco.

Abre el calendario en su teléfono, comienza a vagar por las fechas, medio escuchando la película en la habitación de al lado, débiles explosiones haciendo eco a través de la puerta. Observa las pequeñas x's marcadas durante el último año, dispersas a través de los meses. Todas las noches que pasamos juntos la voz de Renato hace eco en su cabeza. Toma las marcas, lo que significa cada una: estábamos juntos,  dormí a tu lado,  te amé. 

Gabriel cierra los ojos, trata de controlar su respiración. Él quiere ser ese chico sonriente en la foto pero sigue siendo un lienzo en blanco, todavía careciendo de cualquier sentimiento, cualquier recuerdo. Todavía es solo una brecha, algo que sucedió que él no puede recordar.

Cierra el calendario, busca su lista de contactos. Duda por última vez, con el pulgar sobre la pantalla, listo para dejar su teléfono en la cama y reunirse con Gastón y Stefi en la habitación del lado, para pasar el resto de la noche con ellos, mirando una película. Se permite un último suspiro, un último rastro de sus recuerdos de los últimos días y luego borra el número de Renato y apaga su teléfono.

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