El sonido de un portazo.
Y las muchas ganas de decirle que no vuelva nunca.
Y las otras muchas ganas de decirle que se quede.
El silencio de un hogar que antes lo ocupaban dos.
El eco de fondo con cada canción que compones.
Las notas del piano retumbando en cada esquina del salón.
El café a medias, la cama deshecha.
Los recuerdos de lo que parecía una historia de amor eterna.
Los sentimientos a flor de piel en cada primavera ya no estarán.
La nostalgia de cada melodía incrustada a fuego en el pecho.
Llueve e intenta borrar de la memoria todo lo que antes le hacía feliz y ahora duele.
El sonido de un corazón roto como una única compañía. Todo lo valiente que fuiste un día ha desaparecido.
Y ahora, lo único que queda, es la rabia contenida de aquellas discusiones en noches eternas y el arrepentimiento de no haber sabido querernos bien.