Volviendo Atrás

By blackrosestheone

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"Yo... creo que me confunde con alguien más" "¿Disculpa? ¿Acaso no eres Thor Odinson?" "Si, lo soy" afirmó si... More

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Epílogo

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By blackrosestheone



I.

Tu jamás comprenderías lo que siento— susurró Loki dándole la espalda. Lloraba amargamente aferrado a un retrato que él no lograba ver. Estaban en su hogar, pero el ambiente era distinto, aquella casa enorme y cálida, parecía otra. Lúgubre, vacía, tanto como él mismo se sentía.

No, por supuesto que no. Jamás lo comprenderé porque tú me la robaste. Siempre la tuviste para ti, me negaste su amor. Porque siempre fuiste un egoísta, un celoso de todo lo que yo tenía— escupió sintiendo como cada palabra que abandonaba su garganta era como una puñalada a su hermano, pues éste lloraba con aún más fuerza.

¡Por supuesto que estaba celoso! Yo jamás tuve nada. Incluso aunque intenté robarte el amor de nuestra madre, jamás fue suficiente. Ante sus ojos y los de todos sólo estabas tú. No tienes idea lo que es vivir de migajas, lo que siempre creí amor, convertido en lástima. Sólo la tenía a ella y, aun así, hasta el último de sus suspiros fue para ti. Jamás pertenecí a esta familia, jamás pertenecí a nada.

Tal vez fue la ira acumulada la que movió sus labios antes de pensar en lo que decía, solo sabía que se arrepentiría de por vida por ello.

Me alegra que al menos sepas tu lugar.

Había fantaseado mucho tiempo con herir a Loki después de todo lo que había hecho, pero jamás se imaginó que la expresión que pondría sería un llena de dignidad coronada de una sonrisa temblorosa.

Adiós, Thor.

Loki, yo no quise...

Está bien, después de todo. Tu y yo jamás hemos sido familia.

Loki tú siempre serás mi hermano— masculló sintiendo como la vida se le escurría entre los dedos.

En eso te equivocas, tu nunca lo has sido. Ni siquiera cuando creíamos que sí.

Despertó sintiéndose morir, tan horrorizado que era incapaz de controlar su respiración. Ese no había sido un sueño, era un recuerdo, uno tan doloroso que lo sentía físico.

—¿Thor estás bien?— chilló la versión de su hermano adulto, lleno de preocupación.

—Dime que no es cierto— rogó abrazándose a él con desesperación, sintiendo por primera vez el tacto de Loki contra su cuerpo —Dime que mamá está bien, que eres mi hermano. Todo fue una pesadilla, tiene que serlo. ¡Dime que mamá está viva!

El mayor vio la verdad reflejada en sus ojos con tanta fuerza, que tuvo que dejarse caer contra la cama sin importarle llevarse consigo el peso del otro.

—Tranquilo, todo está bien, Thor. Respira. Así, todo estará bien.

Se dejó ir lleno de dolor, llorando amargamente contra su hermano, aferrándose a él como si fuera lo único fijo en su mundo desplomándose a pedazos. Se sentía tan horrorizado que apenas lograba encajar las ideas en su mente. Poco después, una enfermera entró, inyectando un tranquilizante que le envió al mundo inconsciente al que necesitaba llegar. No quería saber nada más, solo quería volver a su tiempo, arreglarse con su hermano y abrazar a sus padres. Porque en el fondo eso era lo único que deseaba.

Cuando despertó, el doctor ya estaba haciendo sus observaciones, calmando a Loki que parecía fuera de control.

—Piénsalo así, sus recuerdos están regresando. Es una buena señal.

—¿Qué se supone que le diga Stephen? en su mente es tan joven y hemos pasado, por tanto. No tengo ni idea de que haré cuando lleguemos a casa. Se dará cuenta al instante.

—O tal vez no. Siempre has dicho que es un tonto sin remedio— Loki asintió, pasándose las manos por la cara y volviendo a sentarse cerca suyo. Thor prefirió seguir haciéndose el dormido y escuchar atentamente la conversación —Sólo háblale con la verdad, él comprenderá y si no, sus recuerdos lo harán cambiar de opinión.

En algún punto de la charla, él volvió a quedarse dormido, pero al menos su mente se aclaró un poco. Había recuperado una fracción importante de memorias. El desenlace de su pelea, y las que le siguieron a esa. El día que Loki se fue de casa para estudiar fuera y la terrible verdad que Odín le reveló sin anestesia cuando el chiquillo parecía incontrolable.

No eres mi hijo y no hay necesidad de que vuelvas a esta casa.

Thor no tenía ni idea de cómo había hecho Loki para sobreponerse a tal cosa, pero estaba seguro de que había sido un golpe tan duro como para alejarse por años. Cuando regresó ya era demasiado tarde, el cáncer había consumido a su madre por completo y él lo odiaba tanto como para no avisarle del agravamiento de su enfermedad. Loki no había podido llegar a tiempo para despedirse de la madre que adoraba y Thor no hizo más que mirar y disfrutar de su propia crueldad.

Loki le había roto el corazón, pero lo que él le hizo en venganza, había sido mil veces peor. Se sentía tan avergonzado de sí mismo que era incapaz de mirarle a los ojos.

Lleno de amarga culpa dejó que las lágrimas se agolparan en su único ojo, el menor intentó buscar su atención, pero Thor estaba furioso consigo mismo, sin honor, sin honra, desmoralizado ¿qué clase de hombre había sido? ¿Cómo era posible que Loki hubiera perdonado tal atrocidad? La única respuesta lógica era el tiempo, años y años para olvidar tal evento.

Y ahora, él volvía a vivirlo porque ese debía ser su karma. Revivir su maldad.

—¿Hace cuánto?

—Catorce, quince años casi. No te tortures, por favor. Ya ha pasado mucho desde entonces.

—Te lastimé tanto.

—Nos lastimamos mutuamente.

—Debes de odiarme, Loki.

El pelinegro negó, comenzando a deslizar sus dedos en una caricia suave por su cabello al ras. Era una sensación sumamente extraña, su hermano solía hacer eso cuando eran muy pequeños y compartían habitación. Esos días que para él apenas habían sucedido hace un par de años atrás, ahora se sentían terriblemente lejanos, como si nunca hubieran existido.

Estaba tan confundido y tan miserable.

—Jamás te he odiado, Thor.

Por inercia, el grandote se giró buscando la verdad en su rostro y para sorpresa suya, Loki lo cobijó entre sus brazos, como si fuera el mocoso veinteañero de su cabeza y no el rudo agente del FBI que todo mundo le pintaba. Loki le consoló sin palabras, como nadie nunca había hecho antes.

—¿En qué me he convertido, hermano? ¿Quién soy ahora?

—Eres mi familia y lo único que tengo en este mundo— confesó sin atisbo de dudas, limpiándole las lágrimas de cocodrilo que habían surcado sus mejillas —No importa lo que recuerdes, o si te conviertes en alguien más después de esto. Nunca dudes de lo importante que eres para mí. Métetelo bien en esa cabeza dura que tienes ¿entendido?

Pasada la hora de almuerzo, una nueva tanda de doctores se acercó buscando cualquier signo de decaimiento o empeoramiento de su condición. Internamente se alegró cuando pospusieron el alta, para mantenerlo en observación en caso de una nueva crisis. No se sentía preparado para hacerle frente a su realidad, menos con el cargo de conciencia que estaba acarreando.

Por aquel día se sintió indispuesto de recibir visitas o siquiera comer mas de dos o tres bocados. Derramó un par de lágrimas más y permaneció meditativo, guardando tributo a la madre que jamás volvería. Sentía como si con su partida también se hubiera ido una parte suya, aquella parte bonachona e inocente que jamás guardaría rencor por otro ser viviente.

Su hermano se mantuvo ahí todo el tiempo, callado y tranquilo como si entendiera a la perfección sus sentimientos y supiera que esa acción era la correcta. A la noche, cuando no dio señales de querer marcharse, internamente se sintió aliviado. Pues no era capaz de imaginarse estando solo con sus pensamientos sin autoflagelarse o inducirse un coma.

—¿La extrañas?— susurró en un eco de su propio corazón. Loki tenía un libro en las manos y cada tanto pasaba página, aunque por su lento progreso era evidente que no estaba concentrado en la lectura.

—Cada minuto del día... A veces cuando estoy en casa y tengo la mala suerte de tener que hacer uso de la cocina, siento que en cualquier minuto entrará por la puerta, se echará a reír por el desastre que he causado y me dirá que ella arreglará todo. Siempre fue así. Siempre fue demasiado buena conmigo— contestó devolviéndole una sonrisa suave, de esas que iluminaban sus preciosos ojos verdes.

—Si tan sólo te hubiera dicho. Si no hubiera sido un mocoso vengativo, un mal hermano, un maldito desgraciado, tú...

Loki negó con la cabeza, mirándole con una devoción que no comprendía y no sentía merecer.

—No Thor. No eres nada de eso. Tú me enseñaste que no hay gente buena ni mala. Sólo momentos que nos definen y cambian. La vida es una serie de eventos, de giros, de malentendidos y sus consecuencias. No puedo decirte que lastimarte me haya enorgullecido, sólo logré herirte y arrastrarnos en un ciclo de infinito odio. Sí fuiste un bastardo en aquel instante y sí creí odiarte como nunca pero no serías la persona que eres ahora de no haber cometido aquellos errores y yo jamás habría comprendido lo importante que eres en mi vida... ¿qué?

Preguntó al verle sonreír como un mocoso.

—Suena como una declaración de amor, Loki— bromeó logrando hacerlo enrojecer hasta las orejas.

—Estúpido, hablo en serio— gruñó devolviendo toda su atención al libro. Murmurando en voz bajas cosas como "uno intentando hacerlo sentir mejor y..." o "Puede irse al demonio, no sacrificaré mi espalda por un grandísimo tonto" hasta un sinfín de quejidos malsonantes.

—¿Las cosas mejoraron después de esto?

—Sí, definitivamente lo hicieron, aunque fue un largo camino.

—Cuéntame como es.

—¿Qué cosa?

—Nuestro día a día.

Loki parpadeó unos segundos un tanto confundido, dejando el libro de lado y acercando la silla hasta una distancia ínfima suya. Había descubierto, que cuando deseaba confortarlo, pasaba sus largos dedos por su cabello corto en un movimiento circular y lento. Justo como había hecho anteriormente.

—¿Realmente quieres saberlo?

—Sí, pero me asusta pensar que vaya peor de como estamos actualmente.

—No, al contrario. Nuestros días son en extremo caseros, cualquiera diría que son hasta aburridos, pero a mí me gusta.

—Continúa— pidió el mayor, acomodándose para verle mejor.

—En los días de semana soy el primero en levantarme, preparo el desayuno mientras tú roncas como si no hubiera mañana hasta que envío al perro a despertarte.

—¿Tenemos un perro?— preguntó emocionado. Durante su infancia, su padre había sido en extremo severo respecto a las mascotas y jamás habían tenido una. Thor había fantaseado con tener su propia familia, una casa bonita en los suburbios y un perro. Podría decirse que no había ido tan lejos.

—Sí, también un gato. Lo trajiste a casa porque según tú se parecía a mí, una total calumnia de tu parte. Lo único que hace es exigir comida, tu amor (por alguna razón el gato me odia), se larga por semanas y vuelve como si nada mientras tanto el pobre perro no hace más que llorar porque su amigo se ha marchado.

—O sea que sí se parece a ti.

—Cuida esa lengua o te la cortaré, Odinson.

—¿Y cómo se llaman?

—Perro y gato.

—¿No te sabes sus nombres?— preguntó incrédulo.

—Esos son sus nombres.

—Déjame ver si entiendo. Tenemos un perro que se llama perro y un gato que se llama gato.

—Sí, ¿por qué no?

Thor no supo bien como refutar aquello asique sólo le pidió que prosiguiera.

—Sigues cantando las mismas tontas canciones en la ducha, y como cada mañana Odín despierta con eso y es el primero en llegar a la mesa. Su memoria va y vuelve cuando quiere, así es la demencia senil. Después de un tiempo te acostumbras, a veces tiene sus días bueno otros son menos gratos (y te aseguro que los menos gratos son cuando recuerda quienes somos) sin memoria, vuelve a ser un adolescente que sueña con emigrar de su pueblito en Noruega, me llama Laufey bastante seguido...

—¿Por qué Laufey?— interrogó Thor.

—Porque ese es el nombre de mi padre biológico. Y tal parece, eran amigos.

—Ya veo.

—En tales circunstancias, Odín es muy amable, por otro lado, cuando despierta recordando quien es, vuelve a ser el padre hosco que nos crio, lamentando la muerte de su esposa y lo desviados del camino que terminaron sus hijos. Ya sabes, volviendo al nido. Sin familia ni hijos a sus treinta y tantos. En cierto modo, es comprensible.

—¿Lo es?

—Espero que sí.

—¿Y qué más?

—Siempre te sientas del lado derecho de Odín y le das de tu tocino al perro cuando crees que no estoy viendo. Te vas diez minutos antes porque tienes un trauma con las llegadas tarde, tengo entendido que te entrenaron duro allá en la academia. Yo por lo general, me dedico a limpiar, revisar las acciones de la empresa, invertir un rato y luego dedicarme a Odín, aunque siendo honesto todo el trabajo se lo lleva Heimdall con su terapia física, sin él estaríamos perdidos.

—¿El tío Heimdall? ¿Y se llevan bien? Recuerdo que parecías odiarlo— "Aunque desde que desperté sin recuerdos ya nada es lo que parece" pensó Thor perdiéndose en las morisquetas indignabas que hacía su hermano antes de responder.

—Yo no... es sólo que sentía que sabía cosas de mi que yo ni siquiera tenía noción. Me incomodaba ¿entiendes?

No, no entendía, pero prefirió asentir como un tonto.

—¿Y qué más?

—Pues durante los días malos si no llegas como un colador, es de milagro. Siempre estás herido, muriendo, o con todos los huesos rotos. Me haces enfurecer, grito, maldigo, y te disculpas. Siendo sincero, llevo más tiempo en este maldito hospital que en casa... Por otra parte, en los días buenos, llegas a casa, cenamos, vemos la tele, somos la familia unida que jamás fuimos. Es algo así como tu manera de disculparte por el daño que nos causamos.

—¿Y funciona?— se atrevió a preguntar con un ápice de ilusión.

—Dímelo tú ¿me veo mejor del terrible mocoso de tus recuerdos?

—Supongo... quiero decir, Te ves más alegre, eres amable y muy maduro.

—¿Es eso un cumplido, Thor?

—Señalo un hecho— murmuró sintiendo sus mejillas sonrojarse. Era sumamente extraño hablar de esa forma tan amigable con Loki.

Éste por defecto lanzó una carcajada y palmeó su cabeza tal como si fuera un cachorro. Poco después entre suaves caricias, se dejó caer en el mundo de los sueños.

II.

Estaba con sus amigos en el bar de siempre, celebrando su admisión en uno de los escuadrones a cargo de Fury, tener una familia feliz habría sido menos difícil que entrar al equipo, ya que a diferencia de sus otros compañeros era mucho más lento de mente y terriblemente impulsivo, cualidades no gratas en un trabajo como el suyo. Había sido una suerte que Steve Rogers, ex compañero de la primaria y también de la academia avalara su capacidad como agente y hubiera sido reconsiderado. Estaba más que en deuda con el buen capitán y juraba devolverle la mano cuando lo necesitara.

Otra ronda— señaló Natasha, su compañera de equipo y con quien Sif había hecho amistad por arte de magia apenas presentarlas, eran del tipo de mujeres fuertes que él respetaba y admiraba profundamente y que por nada del mundo se atrevería a la estupidez que un grupo de idiotas intentaba, saludándolas con coquetería y hablándoles como si fueran del tipo fácil. Thor apostaba que antes de que cayera la siguiente ronda, todos saldrían huyendo despavoridos con un par de golpes de por medio.

Como el tipo bonachón y alegre que era, las hizo de mediador y rio cuando Sif le aplicó una llave al detenerla de triturarle los huesos a tales imbéciles. Entre risas y barullos, sus amigos lo festejaron, rio hasta que le doliera la mandíbula y bebió lo suficiente como para devolverse a casa en taxi.

Luchó con los botones del ascensor intentando enfocar si el número indicaba un cuatro o un catorce, presionó ambos por si acaso y se recargó contra una de las paredes. En su reflejo se veía como un tonto sonriente, de mirada perdida y cabello largo y rubio enmarañado en serpentinas de colores. Podía decirse que era el epítome de la felicidad, al fin después de mucho sacrificio y esfuerzo podría tener el trabajo de sus sueños.

Sólo que, al abrir la puerta de ese oscuro apartamento, la verdad le caló como un corrientazo de pies a cabeza. No era feliz, no después de lo que había hecho.

Se dejó caer en el sillón sin encender la luz, siendo iluminado solamente por la exterior, fosforescente y falsa. Su pecho como en tantas ocasiones envió un dolor ciego, atravesando capas de sonrisas y miradas radiantes, endureciendo su ceño y tensándole la quijada.

Desgraciado y solo, qué más podía merecer después de todo lo que había sucedido en casa, ya no había una madre a la que visitar, un hermano al que odiar, un padre al que respetar. Sólo personas rotas incapaces de volver a dirigirse la palabra.

Como en tantas ocasiones buscó su teléfono móvil, fue a la lista de contacto y apretó el botón verde. Al tercer pitido, sintió la culpa carcomerle, pero fue incapaz de colgar. Por supuesto, él contestó después de una terrible larga espera.

¿Qué quieres?— gruñó desde el otro lado de la línea.

Loki...— y ahí estaba, el remordimiento que tanto atenazaba cuando sentía que realmente podría volver a ser feliz, que lo merecía, incluso si había sido un ser humano despreciable.

Estás ebrio— no era una pregunta.

Estuve en el bar, celebrábamos que pude unirme al grupo de Fury— sabía que no había necesidad de contarle todo aquello, que él o su vida personal eran un tema por el que Loki jamás guardó interés y que actualmente mucho menos.

Si buscas que alguien te felicite vuelve con ellos, pero a mí no me jodas. Son las malditas cuatro de la mañana, Thor.

Ahí estaba lo otro que más quemaba en sus entrañas, Loki ya no le decía hermano. Ni siquiera con su tono cruel o sarcástico.

¿Vendrás al aniversario de mamá?

Lo hago cada año, no veo por qué esta vez sea diferente.

Lo siento, hermano. Realmente yo...

Si sólo llamabas para molestar, buenas noches.

¡No, Loki! Espera por favor.

Duerme, Thor.

Por supuesto, como cada noche, le fue imposible conciliar el sueño hasta pasada la madrugada cuando los primeros rayos de sol se hacían presentes, por lo general una hora después la alarma lo despertaba.

Era una maldita tortura. Y así siguió por la interminable semana hasta el día señalado.

Odín lucía severo desde el porche de la casa cuando pasó por él, en su rostro se leía el cansancio y la resignación de alguien que le ha perdido el sentido a la vida, su padre estaba envejeciendo a pasos agigantados, aunque tampoco era como si pudiera decir mucho de si mismo, con ese ceño fruncido marcando su frente.

Ambos estaban rotos y la única persona capaz de ayudarlos yacía bajo tres metros de tierra en el cementerio general.

Cuando llegaron, sorteando centenas de lápidas grises, todas iguales y dispuestas en filas, Thor no pudo evitar sentir como su corazón se saltaba un latido al ver a su hermano, de espalda a ellos, limpiando la lápida y murmurando cosas que era incapaz de oír. Siempre era lo mismo, la culpa, la incomodidad, la pena. Todo pesándole en cada paso que daba sintiéndose de pronto de plomo.

Por respeto a Frigga, todos guardaban silencio, era la única manera de no gritar y reprocharse todo lo que llevaban dentro. De todas formas, Thor estaba demasiado cansado como para hacer algo más que existir.

Verse una vez al año y casi no hablar con él se le estaba volviendo rutina y también, el momento más esperado de su vida adulta. No se sorprendió cuando su vista se desvió hacia aquel rostro pálido y estoico, siempre sellado por una sonrisa burlona, suavizada por el amor hacia su madre. Deseaba volver a ver sus brillantes ojos verdes, pero Loki en ningún momento volteó. Mucho menos, cuando Odín dio por suficiente la visita, y le exigió regresar a la casa, sin alargar la invitación al menor.

Adiós, Loki.

Adiós, Thor.

Y eso era todo. Thor volvía a respirar a cada kilometro que se alejaba de él, maldiciéndose por su cobardía, su falta de tacto y labia. A su jodido padre que ahora demostraba más apatía que nunca por su hijo menor. "¡Qué no es mi hijo!" había dicho tajantemente dejándole sin habla. Cuánta razón había tenido Loki, lo mejor era no haber pertenecido nunca a su familia.

Lágrimas gruesas abandonaban sus ojos, mientras bebía de la botella, no había sido capaz de regresar a su apartamento, no tenía valor para hacerle frente a tanta soledad. Ese bar de mala muerte era su única opción cuando ya no deseaba saber de mundo y caer inconsciente por allí hasta que alguno de sus amigos fuera en su búsqueda. Siempre se acomodaba en uno de los rincones más oscuros, destinado a los sufrientes y alcohólicos, era el único día del año que se permitía revolcarse en su miseria hasta decir basta.

Un maldito cobarde— balbuceaba —eso es lo que soy.

Se decía y volvía a beber hasta sentir que el alcohol le aturdía las ideas.

En un momento en que levantó la mano exigiendo más cerveza, observó a los miserables que se encontraban ahí dando justo con un hombre idéntico a su hermano bebiendo tanto como él mismo, pero embrutecido por el alcohol, no le dio importancia, después de todo, la pena lo dejaba viendo Lokis.

En un lapsus de tiempo que para él le parecieron horas, las ganas de orinar lo asaltaron con mayor fuerza que su miseria, mientras su mundo se tambaleaba y abría paso entre la muchedumbre, abrió de súbito la puerta del baño sin importarle los quejidos sexuales desde dentro. De hecho, no le importó en lo más mínimo hasta sentir su vejiga vacía a escasos metros del cubículo cerrado que emitía los más pornográficos sonidos.

Oh, sí, así. Ah... más duro, sí, cógeme fuerte, sí, sí, sí—no necesitaba estar lo suficientemente lúcido para saber que esos gemidos eran de hombre.

Sin intensiones de molestar, se aventuró de regreso a su puesto exigiendo otra ronda más, esta vez de algo que lo desplomara por completo como era su deseo.

Por simple curiosidad y porque no tenía nada más que hacer que emborracharse y olvidar, observó desde su lugar atentamente al baño esperando saber quién podría ser la pareja que le dio tan sonoro espectáculo. Como su medición del tiempo se vio afectada, no estaba seguro si fue mucho o un periodo corto, pero si estaba seguro de que roció a los borrachos que le hacían compañía con el bourbon que estaba bebiendo.

Un hombre alto, de cabello bien peinado y facciones afiladas fue el primero en salir, pero su atención estaba en el otro hombre, sonriente, pálido, cabello negro engominado.

Thor cerró con fuerza los ojos y sólo pudo susurrar un profundo.

—Mierda.

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