Giro de guion

By lachinaski

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Aurora es un caos, su vida consiste en recordar con quién se acostó la noche anterior, intentar no pasarse co... More

¿Qué pasó con Ion Garrochotegui?
Hoy no me puedo levantar
Soy un desastre
Sufre, mamón
Teatro de la oscuridad
Adiós papá
Rey del Glam
Falsas costumbres
Queridos camaradas
Ellos dicen mierda, nosotros amén
La mala reputación
Ay qué pesado
Calle melancolía
Me cuesta tanto olvidarte
El blues del esclavo
Me colé en una fiesta
Flojos de pantalón
Lluvia del porvenir
Cumpleaños feliz
Cruz de navajas
Mundo indómito
Qué hace una chica como tú en un sitio como este
Enamorado de la moda juvenil
Naturaleza muerta
Escuela de calor
No controles
Feo, fuerte y formal
Veneno en la piel
Veteranos
Manos vacías
Segunda Parte: El nudo gordiano

Terror en el hipermercado

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By lachinaski




Terror en el hipermercado



El despacho de Pedro Silva, situado en la parte trasera del chiringuito, es asfixiante como una pequeña cueva. Al caluroso clima del verano se le suma la carencia de aire dentro del habitáculo, que si se une con las tenues luces reflejadas sobre sus pieles dota a todo el ambiente, aliñado con un extraño hedor a incienso, de un clima cargado de bochorno. Los posters de tipas desnudas en la pared tampoco ayudan a que Aurora se sienta completamente cómoda en ese lugar, pero su ira es mayor que la personalidad casposa del ex concursante de realities, ahora mismo no hay un enfrentamiento ideológico ni tiene cabida tampoco, ambos comparten enemigo, razón de más para tragarse sus percepciones personales.

Novillero le pasa una cerveza, está a su lado, ambos sentados mientras Silva repasa algunas cosas en el ordenador.

—¿Entonces Eduardo no te ha contado nada?

Ella niega con la cabeza, Novillero ha preferido reservárselo todo para ese momento, llevando con absoluto secretismo todo el tema. El hombre entiende, asintiendo con la cabeza. De repente su expresión cambia tornándose más serie, uniendo sus manos sobre el escritorio justo antes de mirar a Aurora con severidad.

—Esto ya se lo comenté a él en su momento —advierte, haciendo un gesto con la cabeza para señalar al joven—. Me pasé meses siguiendo a Álvarez sin ningún éxito hasta que me percaté de que todos a quienes contrataba terminaban comprados por él. El tipo, no sé cómo, se enteraba de que le estaban siguiendo y les ofrecía el triple de cualquier oferta que les pudiese dar yo.

—Tampoco me sorprende —la chica se encoge de hombros—, ese cabrón no ha copado una portada en su vida, lo del silencio comprado es un secreto a voces.

—Sí, pero encontré a un tipo que hizo el trabajo, de hecho le pilló tirándose a Irene, una de las directoras del programa.

—O sea, que Álvarezes hetero —le dice Novillero, mirando a Aurora como si esa fuese la noticia del siglo.

Ella le observa con cierta indiferencia.

—Ya lo sé tío, súper fuerte. Le vi tirándose a una en la discoteca.

—Le debemos dinero al puto Fran sabes, es lo peor del mundo esto. Encima yo pensaba verdaderamente que era gay, menuda mierda de radar.

—Quizás sea eso, Fran es hetero así que tendrá un heteroradar, el nuestro es lgbt.

Silva carraspea con fuerza, toda la atmósfera se ha roto de repente, convirtiendo el momento en una especie de tertulia casual entre dos adictos a las redes sociales totalmente ofendidos por la negligencia de sus respectivas intuiciones. Tras emitir un pequeño suspiro de resignación, el hombre prosigue.

—No sé cómo se enteró de que yo tenía esa información, la de su relación con Irene quiero decir, pero en lugar de publicarse esa noticia salió el escándalo sexual en el que me vi inmiscuido. Bueno, en el que él me metió, más bien. El hijo de puta me llamó ese día para contarme que todo había sido un montaje suyo para darme una lección, me amenazó para que abandonase Madrid y bueno, me vine aquí. Fue entonces cuando empecé a investigar más a fondo.

—¿Qué tipo de investigación?

El tono se ha tornado serio nuevamente, los tres presentes se observan entre ellos con atención, esperando las palabras de Silva.

—Tengo varios amigos en la policía, tiré un poco de ahí. Edu también me ha ayudado con los contactos de su familia, entre los dos nos propusimos llegar al fondo de quién era Raúl Álvarez en realidad. Hace apenas un par de semanas me enteré de la verdad.

Aurora siente como el aire se le escapa de los pulmones, tiene el corazón en un puño, ni siquiera le apetece terminarse la cerveza. Aprieta tanto los puños que consigue clavarse las uñas, sus ojos están centrados en el hombre que tiene delante, el cual junta ligeramente las cejas. Raúl Álvarez es uno de los grandes misterios que existen en la cultura popular de ese país, estar a pocos centímetros de la ciudad le tiene sin aliento.

—Raúl Álvarez tiene ficha policial —Aurora pone las manos sobre la mesa, intentando acercarse más al hombre—, pero su ficha se encuentra totalmente vacía.

Un momento de confusión, la chica siente que se desinfla en un instante, sin entender nada adopta una postura erguida, mirando a Silva sin comprender absolutamente nada. Sus ojos buscan a Novillero, que parece estar al tanto del asunto. Es él quien procede a aclararle lo sucedido.

—Álvarez tiene ficha policial, lo que significa que debería haber delitos en ella, aunque solo sea un pequeño robo o una multa de tráfico. Solo tienes ficha policial si alguna vez te han empapelado por algo —explica el más joven, aunque eso no aclara para nada la mente de Aurora—. Si Álvarez tiene la ficha vacía, eso significa que...

—Alguien la ha borrado —la ficha se le cae entonces.

Aurora alza las cejas, sumida en sus propios pensamientos. Siempre ha pensado que lo que hay tras Raúl Álvarez es un pozo oscuro repleto de lodo, pero ahora se percata de que tal vez, las aguas puedan ser incluso más turbias.

—Además, no hay nada sobre él —tercia Silva, captando de nuevo la atención—. Lo único que hemos encontrado son las propiedades que tiene a su nombre, el piso dónde vive en Madrid y un chalet a las afueras. Por lo demás, absolutamente nada, ni un viejo trabajo, ni una cuenta perdida, nada. Ha borrado cualquier tipo de rastro, la pregunta es por qué. Álvarez llegó a la televisión cuando tenía más o menos vuestra edad, nadie sabe de dónde salió, pero conforme pisó un plató no hubo nadie capaz de quitarle su silla. Ya por aquel entonces estaba solo, no se le han conocido parejas, pero sabemos que tiene relaciones, aunque consigue llevarlas con máxima discreción. El objetivo, Aurora, es averiguar qué esconde Raúl Álvarez, solo así conseguiremos destruirle.

—¿Pero cómo podemos hacer eso?

De repente, todas sus esperanzas se esfuman, Aurora sabe bien que ese hombre es impenetrable, el más puro hermetismo, si intentas atravesar cualquiera de sus murallas no dudará en pasar por encima de ti, destruyéndote completamente. Eso es lo que hizo con Silva, tentar a la suerte con Raúl es jugar con fuego.

Aurora suspira, alicaída.

—Álvarez no suelta prenda, para sacarle algo prácticamente habría que convivir con él.

—Por eso tú eres la clave de todo esto.

Silva parece de muy buen humor súbitamente, Aurora da un respingo en su silla. Frunce el ceño, no sabe si le gusta el camino por el que está yendo la conversación.

—No te pienses cosas raras —la tranquiliza el hombre—. Edu me contó que la Mtv lleva siglos tras de ti para un Reality Show.

—¿Y qué tiene que ver eso con Álvarez? —Pregunta ella, confusa.

—El punto débil de Álvarez siempre ha sido la muerte de Garrochotegui, nadie sabe por qué le interesa tanto, pero no rechazaría la oportunidad de acercarse a la única persona que sabe toda la verdad. Si le haces una buena oferta, te dirá que sí casi sin pensárselo, tú eres la única que posee las dos cosas que más le gustan: posibilidad de negocio y Ion Garrochotegui.

—Sigo sin pillarlo.

—Ofrécele a Raúl que sea el encargado de producir el reality sobre tu vida —dice finalmente Novillero, el cual la observa con total seriedad—. No podrá resistirse Aurora, un programa así le daría mucho dinero, pero además tendría la posibilidad hasta de meterse en tu casa para dirigir el cotarro. Es la mejor forma que tenemos para acercarnos a él, en algún momento bajará la guardia, es humano al fin de cuentas. Entonces podremos saber qué coño esconde.

Aurora chasquea la lengua, siempre ha rechazado la posibilidad de llevar a cabo el susodicho programa porque no desea volver a la televisión, el mundo de la pequeña pantalla le hastía, su niñez está cargada de momentos dignos de olvidar gracias a la obsesión de Martina por hacer de ella un icono infantil. Además, precisamente detesta que la gente se meta demasiado en sus cosas, tener una cámara siguiéndola constantemente es lo más parecido al infierno en la tierra que se le ocurre. Les mira, ambos están observándola con expectación, en el fondo no están equivocados del todo, Raúl es un enigma para todos, ni siquiera acude a cenas de trabajo si no es estrictamente necesario, tiene compañeros desde hace diez años que apenas le conocen. Quizás la idea no sea tan mala después de todo, aunque solo de pensar que podría trabajar con él se le revuelve el estómago.

—De todas formas Raúl no es idiota —dice finalmente—, me da puto asco y lo sabe, además de saber también que llevo siglos rechazando lo del reality, ¿no creéis que sonará sospechoso el ofrecimiento dadas las circunstancias?

—No si haces un trato con él —responde Novillero.

Aurora lo observa, hay algo en sus ojos que grita venganza y ella, a pesar de todas las reticencias que pueda sentir, necesita dejar salir su voz a pleno pulmón hasta dejar sordo a ese hijo de puta.

La chica suspira, tiene la sensación de que está metiéndose de lleno en la boca del lobo, pero en el fondo si todas las cargas que lleva no la han matado ya, entonces ya solo puede hacerse más fuerte.







—No sé cómo puedes trabajar con alguien así. Aunque, siendo sincero, me sigue pareciendo de lo más humillante que continúes dentro de esa tertulia de marujas.

Martina no tiene ganas para escuchar las quejas de su ex marido, el calor en Madrid se torna cada vez más insoportable, ha llegado hecha unos zorros por culpa de las altas temperaturas, el imbécil de Quim se ha empeñado en quedar a la hora de comer, que es básicamente el momento más insoportable del día. No tiene hambre, así que ha decidido pedir algo de picar y una cerveza congelada, desde joven le sienta fatal el verano.

Se encuentran en un bar discreto, bastante acogedor, en la zona de La Latina. Solían ir por allí en otra vida, cuando ella llevaba unas hombreras más grandes que su cabeza y el hombre que tiene delante, maltratado por los años, se pintaba la raya de los ojos para emular a David Bowie. Eran otros tiempos, con locales plagados de vida y una raya de coca en cualquier rincón.

—¿Tienes la información que te pedí o no? —Inquiere, está de mal humor. Todavía no se le ha olvidado la jugada tan sucia de ese miserable, quitarle la pensión compensatoria debería ser delito. Con esa cara de momia que se le ha quedado admitir que alguna vez estuvieron casados necesita algún tipo de retribución económica.

Joaquim está de buen humor, va ganando la batalla legal y tiene algo con lo que fastidiar a su ex, ella detesta que se crea tan importante, sobre todo con esas arrugas tan horribles que le han salido en la cara, parece que tenga ochenta años.

El hombre se acomoda la americana, desde que llegaron los noventa le invadió un espíritu yuppie inexplicable y hasta con cuarenta grados es capaz de llevar manga larga. Luego le echa en cara las operaciones plásticas, al menos no es una ridícula como él.

—La verdad es que después de todo lo sucedido en los últimos tiempos no pensaba ayudarte, pero conforme averigüé algunas cosas sobre el tal Cristóbal Carrasco se encendió mi curiosidad.

—¿A qué te refieres?

—Sabía algunas cosas de él, pero lo que he averiguado es bastante interesante —admite, Quim no suele utilizar un tono tan casual cuando ambos se reúnen, eso alerta a la mujer de que verdaderamente ha dejado las riñas de pareja a un lado para centrarse en el tema—. El tipo salió de la nada hace unos años, adquiriendo no se sabe muy bien cómo las acciones de Copinsa, una empresa constructora que había quebrado por la crisis, se hizo cargo de las deudas. Eso es lo que empezó a intrigarme, en aquella época, sobre el 2009, meterse en ese negocio era un suicidio, pero todavía más asumir las pérdidas de otra empresa. Solo alguien con muchísimo poder adquisitivo e influencias podría permitirse esos gastos, y Carrasco era un don nadie, no viene de ninguna saga familiar importante.

—Quieres decir que no tiene sentido que alguien en proceso de expansión haga una apuesta como esa.

—Absurdo —asiente—, pero eso no es lo más curioso. Carrasco reflotó la empresa, lo hizo construyendo en uno de los barrios periféricos de Madrid, la gente le compró los pisos como churros.

—¿En la periferia?

—Sí —asiente Quim, alzando las cejas—. Cristóbal Carrasco gentrificó un barrio entero, curiosamente uno bastante peligroso. Por alguna razón misteriosa, en cuanto ese tipo comenzó a vender pisos para gente joven con ganas de no gastar mucho en la compra el índice de criminalidad en aquel distrito cayó en picado. Después de aquel negocio comenzó a invertir en la industria de las energías, fue así como se hizo con las acciones de Sofrosa, la compañía de gas natural. Actualmente está en su directiva.

—Pero no lo entiendo, ¿qué podría buscar alguien que se dedica a la construcción y las hidroeléctricas en una cadena de televisión?

—Coincido en que no tiene el menor sentido. También he intentado encontrar alguna conexión con ese Álvarez, pero nada. ¿Estás segura de que ambos andan compinchados?

—No me cabe duda, algo se trae esa sanguijuela.

—Entonces ten cuidado, Tina.

La mujer lo mira entonces, puede ver la preocupación en esos ojos llenos de bolsas, es una expresión que conoce demasiado bien. Hubo un tiempo en que la observaba constantemente, cuando todo era quizás más fácil y ellos podían considerarse libres. La ternura es un producto de lujo cuando uno sobrepasa la mediana edad, no existe compasión en el mundo de los adultos. A veces mira a Quim y vuelve a ver en él al tipo desgarbado con el pelo repleto de gomina que conoció aquella noche, cuando ella todavía era una niña. Entiende lo que vio en él, por qué se enamoró. Luego observa la corbata tan horrible que ha elegido y se le pasa.

—Muchos compañeros del círculo de empresarios están bastante preocupados, no lo dicen abiertamente pero temen que Carrasco esté detrás de Farnosa.

—¿Farnosa no es la compañía eléctrica también?

El hombre asiente.

—Así es, ha estado haciendo gestiones sospechosas. Nadie sabe exactamente lo que quiere, pero su fijación por las eléctricas es bastante sospechosa. Sea lo que sea que busque comprando acciones de la televisión, ten por seguro que lleva gato encerrado. Álvarez, además, es una rata, ya viste lo que le hizo a nuestra hija el otro día. Mala gente, Tina. Mantente al margen.

—Tú no tienes que decirme lo que debo o no hacer.

Odia admitirlo pero Quim tiene razón, lo que empezó para ella siendo un mero juego, una jugada más en ese eterno tira y afloja que siempre mantiene con Raúl, se ha convertido ahora en un amasijo mucho más complicado, una telaraña de secretos y conexiones que se escapan totalmente a su entendimiento. Quizás deba mantenerse al margen una temporada, tras el golpe que ha supuesto el video de Garrochotegui, la mujer se encuentra en una especie de tregua con Álvarez, debe saber aprovechar su posición para salir beneficiosa.

—Bueno, gracias por servir de algo por una vez —le espeta a su ex marido, mirándolo con desdén—. Tengo que irme, estoy asándome de calor.

Se levanta de la mesa, dándole un último trago a la cerveza. Quim la observa, divertido. Cómo lo odia ahora mismo.

—Nos veremos con nuestros abogados, supongo.

Ella ladea una sonrisa antes de marcharse.

—Eso ni lo dudes.





Aurora respira hondo, lleva días intentando convencerse de lo que está a punto de hacer, preparándose para no explotar. Ha imaginado cientos de veces la escena en su cabeza, recreándola solo para saber que podrá aguantar la compostura. No sabe si saldrá bien, sigue pareciéndole una locura todo lo que Pedro y Novillero le han propuesto, pero aun así debe admitir que no existen ideas más plausibles. El punto débil de Álvarez, como le dijo Pedro antes de abandonar Cádiz definitivamente, es que se cree más inteligente que el resto de la humanidad, subestimando constantemente a quienes tiene a su alrededor. Si Aurora sabe explotar bien esa carencia, entonces podrá salirse con la suya.

Debe mostrar seguridad, parecer enfadada pero no sacada de sus casillas. Aurora está volviendo a actuar, sus dotes dramáticas surgen de repente, como un volcán dormido que se prepara para la gran erupción. Todo lo que algún día se prometió, el no formar parte de la televisión más podrida de todas, dejar de fingir lo que no era, venderse a las cámaras, todo lo está haciendo ahora mismo. El deseo de vengarse es tal que ya nada le importa, su vida ha dado el mayor giro de guion que ha experimentado desde que sucedió lo de Ion. Así que cuando entra al camerino de Álvarez en el estudio, sorprendiéndolo hablando por teléfono, recuerda todos los talleres actorales a los que asistió, se cruza de brazos y espera hasta que el hombre deje de hablar.

Sorprendido, Raúl cuelga en seguida. Hay algo extraño en él hoy, se ha dejado crecer la barba otra vez, su mirada parece algo ida, debe haber trasnochado. Al observarla bien alza las cejas, la soberbia de su mirada resulta repugnante.

—¿Has venido a seguir con el combate de boxeo? —Inquiere con sarcasmo, haciendo referencia al puñetazo que Aurora le dedicó la última vez que se vieron—. Te advierto que fui bastante comprensivo contigo el otro día, en la próxima no me temblará la mano para llamar a mis abogados.

—Deja de hacerte la víctima —la chica achica los ojos, haciendo una mueca—. Vengo a hacer un trato contigo.

Ante la mirada estupefacta del hombre, Aurora coge una silla, sentándose justo delante de él. Cruza las piernas y los brazos, está a la defensiva. Raúl la examina, está intentando encontrar el truco, una falla en los gestos de la muchacha, pero ella ha practicado lo suficiente para que nada se le note. Él tiene que verla cegada por la ira, irresponsable, estúpida. Debe considerarla igual de necia que siempre, para así caer en la trampa.

—¿Y qué te hace pensar que eso pueda interesarme? —Inquiere el hombre.

Aurora evita sonreírse a sí misma, porque debe parecer que su furia consume cualquier otro sentimiento que pueda albergar en su interior. Sin embargo, se complace al ver que todo está saliendo como quería.

—Porque puede darte mucha pasta.

Ella enarca una ceja, todo por la pasta. Porque ella debe parecer idiota, así se lo dijo Pedro y tenía razón. Raúl debe creer que sus intenciones para averiguar qué pasó con Ion Garrochotegui son propias, que él solo ha llegado a la conclusión de que, aceptando el trato de Aurora, podrá lograr su objetivo. Para ello, la chica tiene que exponerle una razón convincente por la que pueda interesarle el trato, conociendo a Álvarez el dinero es más que suficiente.

—La Mtv lleva siglos queriendo hacerme una serie rollo reality show, pero yo les he rechazado siempre, ¿qué te parecería si fueses tú quien produjese el programa? Estoy segura de que tu cadena estaría encantada, saben de sobra que tengo una fanbase bestial. Sería muy bueno para tu carrera.

Por supuesto, ha captado toda su atención. Aurora lo tiene en la palma de la mano, por primera vez siente que está consiguiendo su objetivo, que Raúl muerde el anzuelo como un total principiante. El pecado de la soberbia es peligroso y él ha abusado demasiado.

—¿Y qué ganas tú con todo esto? —Por supuesto, la pregunta que estaba esperando.

—Te he dicho que haríamos un trato —le recuerda—. Te vendo la posibilidad de producir el programa, a tu manera, siendo lo amarillista que quieras. Pero cuando terminemos de rodar te olvidas de mí y de todos mis amigos. Tendrás la exclusiva de llevar la vuelta a las pantallas de Aurora Coch, de meterte en su vida privada, en su casa, pero tras el último día de rodaje te comprometes a no tocarme las narices nunca más. Ni a mí, ni tampoco a mis amigos. Y lo firmarás por contrato, claro. Trece episodios y te olvidas de mí para siempre.

Aurora puede ver en el brillo de sus ojos, que Raúl está maquinando toda una telaraña de posibilidades en su cabeza. Lo que acaba de ofrecerle es muy jugoso, tal y como Silva pensaba, pero al mismo tiempo convincente. Aurora le está dando algo que ella considera como un trabajo más a cambio de vetarle por completo de su vida, lo que para Raúl es un movimiento bastante lógico. La chica tiene que reprimir sus nervios, siente como el corazón le va a mil por hora, los segundos que se suceden antes de que el hombre dictamine su decisión parecen horas, re retumban en la cabeza como tambores, machacándola progresivamente.

Entonces, en un giro inesperado de los acontecimientos, el hombre ladea una sonrisa.

—Parece que no puedo negarme.

Ella aprieta los labios, tiene ganas de saltar pero no puede salirse del papel. Se levanta, él hace lo propio. Extiende la mano, mirándolo directamente a los hos.

—¿Entonces tenemos un trato?

Él ensancha su sonrisa, dejando entrever unos perfilados dientes blancos.

—Este es el principio de un gran negocio, Coch.

Cuando Raúl le estrecha la mano, Aurora tiene ganas de apartarla, le resulta tan repugnante su presencia que se siente sucia solo de tocarle. Pero cuando le mira se queda paralizada, hay algo en la mirada de ese hombre, en sus gestos, que le grita a pleno pulmón que se vaya, que corra lo más lejos posible. Acaba de hacer un trato con el diablo y este siempre se cobra las almas de todos los incautos. Después de un giro como este, cualquier cosa puede suceder. 






Los gritos emergen entre ecos, desde lo más profundo de un gran estómago contraído por el dolor, en medio de ninguna parte. Nadie puede oírlos, la llamada se pierde con el viento, demasiado débil para transportarla hacia orejas amigas. Hay dos cuerpos tirados en el suelo, sus almas se han marchado lejos, a un lugar dónde las preocupaciones ya no existen y los problemas se convierten en una mala pesadilla. Hay sangre por todas partes, por el suelo, las paredes. Él mismo está manchado de sangre, la de otros, la suya propia. Atado a la silla, en medio de la oscuridad, con las cuerdas cortándole la circulación de los brazos, observa al obre que tiene delante. Parece un gigante, lo ha visto mil veces en la televisión, al lado de todos esos famosos buenos para nada, conocidos por una noche de sexo o una fiesta que se fue de las manos. Pero el tipo que tiene delante, aunque igual al de la tele, se le radicalmente distinto.

Ambos comparten facciones, sus voces son las mismas, probablemente sus nombres también, pero el que ve tras la pantalla se mueve como una serpiente, sinuoso, femenino, traicionero. El que tiene ante sus ojos, con la pistola metida en el pantalón y las manos ensangrentadas parece más bien un lobo hambriento, malherido y rabioso, dispuesto a abalanzarse sobre su presa a la mínima de cambio. Sus ojos carecen de brillo, lo observan como si estuviesen mirando a un trozo de madera, no siente pena, tampoco clemencia.

El hombre sentado en la silla es el único superviviente de la matanza, lo han dejado vivo porque se va a convertir en mensajero. Siente un dolor tremendo porque el tipo de la televisión, ese que responde al nombre de Raúl Álvarez y es conocido por todas las ancianas del país, acaba de cortarle media oreja con un cuchillo más grande que su cara. El hombre siente las lágrimas caer por sus mejillas, el dolor es insoportable.

La gente que acompaña a Álvarez tiene las caras cubiertas, solo él muestra el rostro, aunque este ya no parezca el mismo. Lo coge del pelo con brutalidad, parece mentira que de una persona tan delgada pueda surgir esa fuerza animal de repente. Lo echa hacia atrás, el cuello se le tensa, dejando entrever algunas venas antes ocultas.

Raúl Álvarez se acerca hacia la oreja ensangrentada, la que le acaba de cortar. Puede sentir el aliento caliente del hombre impactar contra su herida sangrante, tierna, con la carne al rojo vivo.

—Quiero que le digas a tu jefe, sea quien sea ese mamón, que no voy a parar hasta cortarle los huevos y hacer que se los coma crudos, ¿me has entendido?

El hombre convertido en piltrafa asiente, porque no le queda otra. Las ganas de sobrevivir son tales que hará lo que sea con tan de salir de allí, aunque se haya dejado varias partes de sí mismo por el camino.

Le suelta de repente, haciéndole caer hacia atrás, inmóvil, amarrado a esa silla. Siente un fuerte golpe en la parte trasera de su cabeza al impactar contra el suelo. Álvarez le propina una patada en el estómago que le quita el aliento.

Poniéndose de cuclillas, vuelve a acercarse hacia el lugar dónde antes estaba la oreja para hablarle.

—Dile que puede mandarme uno por uno a todos los matones que quiera, yo me los cargaré sin problemas. Esto es una declaración de guerra.

Y acto seguido, el tipo estampa el mango del cuchillo sobre su herida, haciéndole emitir un gemido de lo más estridente, saltándole las lágrimas, adolorido. El alarido resuena por toda la estancia, pero ninguna de las figuras que acompañan a su torturador parece inmutarse en lo más mínimo.

—Para que vea lo en serio que vamos, pienso obsequiarle con un regalito.

Álvarez se incorpora, sonriendo de una forma que al hombre se le antoja casi demente. Chasquea los dedos, llamando a uno de los tipos que le acompañan. Este, oculto tras un pasamontañas, se acerca con una bolsa de plástico bañada en sangre. Álvarez se la tira al hombre de la silla, justo encima. El cautivo mira con horror lo que tiene ante sus ojos.

—Las lenguas de todos tus amiguitos, para que aprendan a cerrar el pico cuando es debido. Dáselas a tu amo, y dile que si quiere jugar conmigo puede irse preparando para perder.

El hombre se guarda el cuchillo, su ropa también está llena de sangre, la prueba de todas las víctimas que se ha cobrado hoy.

Mientras se aleja, el tipo de la silla no puede dejar de mirarlo con auténtico pavor. Esa tarde, mientras intentaba cumplir la misión que se le había encomendado, ha conocido al demonio y, solo por azar, ha sobrevivido. Pero sabe que la próxima que se vean las caras, probablemente será su fin.


FIN DE LA PRIMERA PARTE


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