Siempre en el mismo sitio, escondida detrás de un árbol viendo aquella sonrisa que robaba mis sueños. Allí estaba él, con unos jeans negros y una camisa blanca, su cabello revuelto por la cálida brisa de la primavera y en sus manos sujetaba un cuaderno. Lucía radiante, cuando está con sus amigos nunca deja de reír y hacer bromas. Cabe destacar que es una persona realmente inspiradora y que todo el mundo quiere pasar tiempo a su lado.
-¡Hola! –dijo mi amiga Neeko sacándome de mis pensamientos-. No me digas, de nuevo estás mirando a Hoseok.
-Solo míralo –dije sin siquiera quitarle los ojos de encima-. Mira como sonríe, mira lo hermoso que es.
-Ay amiga, te trae loca hace mucho tiempo ¿Por qué no le hablas?
-Porque no estoy a su altura.
Neeko rodó los ojos.
-Eres una tonta ¿Cómo puedes decir eso sobre ti? Eres bonita como él, y de seguro le gustara mucho conocerte más.
-No sabe que existo, es un año mayor que nosotras.
-No pierdes nada con intentarlo. Eres dulce y tu sonrisa enamora a cualquiera-.Mi amiga me dio una palmadita en la espalda-. Confío en ti ¿Confías en ti?
Admito que mi amiga siempre me da ánimos para todo lo que realizo, y de verdad necesitaba un poco de motivación para hacer esto. Tomé aire y decidí acercarme hacia él. El corazón me iba a mil por hora, me temblaban las piernas ¡Maldición, como odio ser tan tímida!
Mientras me acercaba pensé que decirle. "Hola Hoseok", "¿Qué tal? Soy un año más chica que tu...". No, que estúpida.
Sin pensarlo, estaba a unos pasos de él, por lo que se dio cuenta que estaba caminando hacia su lado. Me puse tan nerviosa que tropecé con algo, cayendo prácticamente de cara al piso y dejando que todas mis hojas volaran hacia otro continente, literalmente.
-¿Estás bien?
Escuché su voz mientras se agachaba a ayudarme, estaba roja como tomate seguramente. Quería que me tragara el suelo, o simplemente desaparecer.
-Si si –dije lo más rápido posible-. Lo siento, yo no...
Callé al escuchar las risas de los amigos de Hoseok, era mi momento y lo había arruinado.
-No es gracioso –dijo él, nunca creí que diría eso, por un lado estaba más tranquila-. Ven, te ayudo.
Hoseok comenzó a juntar todas las hojas que se esparcieron con mi caída para luego estirar su mano y ayudarme a pararme. Una vez de pie, él me regaló una sonrisa que casi logra que me caiga de nuevo.
-¿Estás bien? Caíste muy mal.
-Sí, no te preocupes, soy algo torpe en algunas ocasiones –reí algo nerviosa, no sabía cómo tratar con él.
-Mmm –me miró-. Deberíamos ir a la enfermería –señaló mis rodillas-. Se ven muy mal.
Cuando bajé la mirada vi mis rodillas lastimadas, por el momento que estaba viviendo casi ni sentía dolor, solo un poco de ardor. Esto cada vez se volvía más penoso.
-Vamos, te acompaño.
Solo asentí con la cabeza, nunca creí que de verdad él era tan dulce.
Nos dirigimos hacia la enfermería sin decir alguna palabra, pero lo bueno es que no había tensión entre los dos. Caminé detrás de él, su cabello lucía mucho más brillante y su perfume era muy dulce. Me sentía en las nubes, nunca olvidaría este día.
Tocó la puerta y esperamos a que saliera la enfermera, unos segundos después abrieron y pasamos.
-¿Chicos? –preguntó la señora de unos casi cincuenta años.
-Se lastimó las rodillas en una caída –habló Hoseok por mi-.
-¿Puedes curarla tu? Tengo un chico desmayado y necesita mi atención, por el momento estoy yo sola y atiendo casos de gravedad.
-Claro, no hay problema.
La señora giró y se dirigió hacia el joven, nosotros fuimos hacia el otro lado para tomar el botiquín de primeros auxilios. Di un pequeño salto para sentarme sobre la camilla y estiré las piernas, ahora si dolían un poco.
-De verdad no era necesario, Hoseok.
-¿Conoces mi nombre? –dijo él sorprendido mientras tomaba una gasa y un desinfectante.
-Sí, de hecho, eres bastante popular en la escuela.
-No sabía eso –sonrió-. Bueno, es agradable saberlo pero de verdad no me interesa.
-Discúlpame por quitarte tu tiempo, puedo arreglarme sola –lo miré y le regalé una sonrisa tranquila, me sentía muy apenada por lo que había pasado-. Deberías estar con tus amigos.
-Caíste fuerte, no iba a dejarte sola, no es mi estilo ser así.
Mi yo interno estaba gritando ¿De verdad este chico existe?
-Respira –dijo-. Quizás te arda un poco.
Y colocó la gasa sobre mi rodilla, apenas me quejé un poco pero era soportable el ardor. Cuidadosamente fue limpiando cada zona, admito que su tacto era cálido, sus manos transmitían eso.
-¿Acaso necesitabas algo de nosotros? –preguntó al fin minutos después, los nervios volvieron.
-Bueno... de hecho –no sabía que decir, balbuceaba-. Quería hablar contigo.
Hoseok levantó la mirada mientras pasaba las vendas por mi rodilla.
-Dime, estamos los dos solos.
Llevé una mano a la cabeza y rasqué esta. Su tranquilidad me ponía aun más ansiosa.
-Es algo complicado. –suspiré-. No sé cómo ponerlo en palabras.
-¿Sabes? –Hizo una pausa-. Siempre te he visto apoyada en el árbol del patio de la escuela –abrí los ojos sorprendida-. Casi siempre sola, escuchando música o leyendo un libro. Siempre he querido acercarme pero nunca he tenido las agallas –dijo algo tímido-. Soy malo para acercarme a las mujeres, sobre todo como tú. No hay muchas chicas en este instituto a las que les guste hacer ese tipo de cosas.
-Nunca imaginé que te llamara la atención eso.
-Amo leer, pero no le digas a nadie –rió-. Es un secreto.
Ambos sonreímos ¿Entonces no era tan invisible para él? Realmente conocíamos al otro, pero nunca tuvimos la valentía de acercarnos.
-Siempre he querido acercarme a ti también –admití, finalmente-. Pero soy algo tímida. La primera vez que tomo coraje para hablarte y me caigo de cara al suelo. –reí-. Debí parecer un tomate estrellado. –dije graciosa.
Hoseok dejó escapar una carcajada, fue como música para mis oídos.
-Lo siento, pero dio risa la forma en que lo dijiste.
Nos miramos y comenzamos a reír de nuevo, pasar tiempo con él era agradable, podías olvidarte de todo por un momento.
-Bien –dijo él-. ¿Duele aun?
-Ya no, de verdad de agradezco el gesto –sonreí-. Fue agradable conocerte, eres un buen chico, Hoseok.
Él estiró su mano para ayudarme a bajar de la camilla y la tomé. Estábamos frente a frente, era más alto que yo, al menos media cabeza. Nunca olvidaría este día.
-Emm...Deberíamos ir a clases, ya es algo tarde –dije mirando mi reloj-. No quiero que te regañen.
Negó con la cabeza.
-No importa. Me caes bien y me gustaría conocerte un poco más, si quieres, claro.
Mi corazón casi explota de tanto amor.
-Claro –sonreí.
-Entonces, te veré luego de la escuela.
-Por supuesto.
Ambos salimos de la enfermería y volví a agradecerle lo que había hecho por mí, quizás después de todo, la caiga fue el comienzo de algo bonito.