Los hermanos Grimm y otros ps...

By LauraAChaves

134 9 1

Los cuentos con los que te dormías de niño no son exactamente como te los han contado... La doctora Laura Bro... More

CAPÍTULO I: La noche de los tacones rotos

134 9 1
By LauraAChaves


Un sonido incesante me despertó de mis sueños. Durante unos gloriosos instantes quise pensar que se trataba de mi despertador, hasta que la realidad me golpeó con toda la fuerza que puede reunir a las 3:00h a.m. en la forma de una llamada telefónica. No necesité contestar para saber que algo había pasado.

Mi nombre es Laura Brooks y soy médico forense. Así que, como podréis imaginar, una llamada a mi teléfono de guardias no puede vaticinar nada bueno.

Como sospechaba, el destino quiso que me encontrase bien entrada la madrugada en uno de los barrios gays más conocidos de la ciudad. Por lo que me habían contado y según pude ver yo misma, aquella misma noche se celebraba un concurso de Drag Queens cuya temática era La Reina Malvada, el mejor disfraz ganaba un suculento premio de varios miles, y las calles estaban repletas de curiosos personajes de cuento adornados con manzanas y lentejuelas.

El disfraz que más llamó mi atención, sin embargo, fue el de la víctima.

—Se trata de varón de 36 años, casado y con dos hijos.- Me informó algún policía. - Su nombre artístico es Regina La Fina, bautizado como Juan Hidalgo.-

Antes de acercarme, realicé la inspección ocular de la escena del crimen. El cuerpo se hallaba tirado en el suelo, completamente vestido. Su atuendo compuesto de una pieza negra y con brillantes que cubría un generoso pecho y dejaba ver unas piernas cubiertas con medias de rejilla acabadas en un par de tacones de infarto, se encontraba intacto. Ni un rasguño, ni una mancha. Sin embargo, dibujando una uniforme mancha escarlata en la espalda del cadáver y en el suelo a su alrededor, se había formado un impresionante charco de sangre. Y en la mano de la víctima se encontraba una manzana mordida.

Me acerqué para valorar el origen de la sangre. A través de las transparencias del vestido podían observarse sendos cortes. Necesité retirarlo, con cuidado, guantes y ayuda, para contar un total de 23 puñaladas a lo largo del torso, abdomen y parte del cuello de la víctima.

—Es curioso- Dije en voz alta. - A juzgar por la palidez del cadáver y la ausencia casi total de livideces, el asesino debió esperar a que se desangrara por completo antes de volver a vestirla. ¿Pero qué clase de asesino podría esperar las horas que sin duda hacen falta para que un cuerpo pierda los aproximadamente 5 litros de sangre que tiene?-


No tenía sentido. ¿Acaso no había temido que lo descubrieran? En la mayoría de asesinatos con los que me había encontrado, el asesino había sido descuidado precisamente por el miedo a que lo pillaran, por la prisa. El hecho de que en aquel caso el sujeto hubiera empleado todo el tiempo del mundo me preocupaba más de lo que quería admitir.

Escuché unos pasos a mi espalda. No tuve que girarme para saber de quién se trataba.

—Inspector Lowell.- Dije a modo de saludo -Parece que será un caso de los suyos. Necesitaré que lleven al cadáver al Instituto de Medicina Legal para realizar la autopsia, pero por ahora parece claro que la causa de la muerte fue la pérdida de sangre por las 23 puñaladas que puedo contar. ¿Alguna opinión al respecto?-


El hombre no pronunció palabra, por lo que me giré a ver qué sucedía y él parecía anclado a su sitio mientras sus ojos apreciaban cada detalle de la escena. No tenía una cara de asombro ni de intriga, más su mirada era un tanto indescifrable.

[LOWELL]

—Oficial Brennan, el agente Castillo me pidió que firmara esta autorización- Un policía delgado y tembloroso me extendía una hoja de papel junto a un lapicero. -Dice que es sobre el tema...-

—Shht- Levanté un dedo para hacerlo callar. -Tenemos un público alrededor, muchacho-


Hice un gesto con la mano señalando a la doctora y el cadáver. Ambos me miraron, más no me importó. Le di un vistazo rápido al documento y lo firmé sin más, no podía perder tiempo con banalidades como un permiso estúpido.

—Doctora Brooks, como siempre un gusto verla. Aunque particularmente nos vemos en situaciones un tanto... violentas- Traté de mantener la compostura, la opinión de Laura me importaba más de lo que iba a darle el crédito de saber.


Me puse de cuclillas para ver un poco más de cerca el cadáver y reprimí una sonrisa. -Recuerdo que el otro día buscaba en Internet el significado de soñar con tiburones-

La mujer me miró con una ceja alzada y supe que era momento de dejar el espectáculo.

—Las 23 puñaladas no son un número al azar. Nada en esta escena lo es. Puedes notarlo en sus piernas, ni una sola puñalada o rasguño. ¿Por qué? Observa con atención-


Saqué del bolsillo de mi chaqueta una pequeña linterna y luego de encenderla, apunté hacia las pantorrillas del cadáver donde de inmediato un patrón en tinta ultravioleta se hizo presente. Eran muchos elementos que parecían garabatos, excepto que cada tanto aparecía el número 23, representado en forma de número simple o romano.

—Y decían que no iba a servir de nada cargar una mini linterna de luz negra- Mi pose era digna de un meme. -Mira en el interior de su rodilla, es un nombre, dice Eri y la letra final es... No sé, ¿Es una N, una S o una fórmula para partículas subatómicas?-


—Lo que tienes de brillante a veces, lo tienes de idiota, Lowell- Fue la réplica de Laura y no pude evitar reírme.


—Como decía, requiere dedicación. ¿Se habrá hecho todo este garabateo antes o fue obra del asesino? En ese caso, deberíamos averiguar cuándo se implantó la tinta en la piel. ¿Puedes determinarlo, Brooks?-


[LAURA]

He de admitirlo: odio perder. Odio perder en ese juego imaginario que he creado conmigo misma donde debo ser la mejor. Y lo sé, no es bueno para la investigación que mi lado narcisista tenga que ser quien haga todos los descubrimientos importantes, ni es justo ni necesario, pero es así. Me esfuerzo tanto por ser buena persona: ayudo a los demás, hago donativos, obras de caridad y elegí una profesión en la que me dedicaba al prójimo. Pero mi parte más oscura seguía presente y jamás podría deshacerme de ella.

Quizás por eso trabajar con Lowell Brennan podía sacar lo peor y lo mejor de mí. Lo peor, porque era probablemente el único investigador policial decente en este departamento y lograba aventajarme en algunas ocasiones, haciéndome hervir de rabia. Y lo mejor, porque activaba mi lado competitivo como nadie más. Y la competitividad acaba siendo productividad.

—Las cosas no funcionan así, Inspector Brennan. Es difícil saber la hora a la que se puso esa tinta sobre su pierna. De todas formas, podemos proceder al levantamiento del cadáver. La escena ha sido inspeccionada. Puede venir a verme a mi laboratorio a partir de las 8:00h cuando procederemos a la autopsia.-

Salí de la escena echándole un último vistazo. Aquel crimen me había descolocado, y no por la violencia de la muerte, a la que una acaba acostumbrándose, sino porque no estaba acostumbrada a pasar cosas por alto y en mi exigencia y mi enfado, temía haberme ido demasiado pronto.

Para cuando acabamos allí, eran las 4:00 a.m. Me quedaban 4 horas hasta que el Instituto de Medicina Legal abriera y no pretendía dormir. Así que fui al único lugar al que podía ir. El único lugar donde podía relajarme y ser yo misma sin temer lo que otros pensarían.

No estoy muy orgullosa de mí misma, pero ya he dicho que nunca he podido deshacerme de mi parte oscura. Se trata de un pequeño club nocturno a las afueras de la ciudad conocido como Las Amas, un club lésbico en el que las mujeres podemos dominar o ser dominadas buscando nuestro placer. Siempre entro avergonzada, como si volver a caer en mis vicios fuera un gran pecado, pero en el momento en el que me visto con mi escueto traje de cuero y sostengo el látigo, me transformo en una persona nueva, en alguien libre.

A las 8:00h de la mañana, como había prometido, ya me encontraba en el Instituto de Medicina Legal. El inspector Brennan llegó poco después. Era de los pocos policías que conocía que no se contentaba con leer el informe de la autopsia, sino que quería presenciarla.

—Procedemos a la autopsia de Juan Hidalgo, 36 años, varón. A la inspección ocular presenta 23 puñaladas que se limitan al torso. Las más profundas se encuentran en abdomen y una centro torácica, el resto se concentran en espacios intercostales. Sin marcas de defensa ni cortes en las manos. No se han encontrado signos de lucha en la víctima ni el escenario. En sus piernas, se han visto imágenes con luces ultravioletas que corresponden al número 23 en diferentes tipologías. Se procede a la incisión de apertura en forma de U invertida.


Le hablaba más a mi grabadora que al inspector. El resto de la autopsia entró dentro de lo esperable: ausencia de livideces, órganos intactos a excepción de intestinos y arterias mayores dañadas con el cuchillo, sin signos de ataduras. La principal sorpresa llegó cuando abría la garganta de la víctima.

—Inspector Lowell, venga a ver esto.


Con mis pinzas extraje un trozo de manzana suficientemente grande como para haber quedado atascado en el esófago de la víctima, cosa que había pasado.

—La manzana podría haber sido la causa de la muerte, sin embargo no hay petequias que sería el principal signo de muerte por asfixia. Por otro lado, las heridas por arma incisa (o cuchillazos, como prefiera) muestran diferentes estados. Es obvio que todas se hicieron perimortem. Si bien, unas presentan unos bordes mucho más vivos y otras parecen apenas coagulados. Eso me lleva a pensar, o más bien confirmar, que el asesino se tomó su tiempo con la víctima. No solo esperando a que se desangrara, sino que fue haciendo más cortes a medida que pasaban las horas.


Vi que el inspector iba a hablar y alcé una mano para acallarlo antes de que pudiera.

—Lo sé, lo sé. Todo es muy confuso. Deje que me explique mejor. Esto es lo que puedo decirle desde un punto de vista científico y forense: La causa de la muerte se debe a un fallo cardíaco por un shock hipovolémico, es decir, se debe a la pérdida masiva de sangre. Pero tratándose de un hombre adulto y corpulento como nuestra víctima, esto hubiera tardado al menos una hora sino más y me es muy difícil creer que la propia víctima se quedase tumbada tranquilamente, sin moverse ni alterar el charco de sangre, esperando a morir. Lo que me lleva al trozo de manzana. Creo que utilizaron la manzana como medio contenedor. Te lo podré decir con seguridad cuando realicemos los análisis toxicológicos pero es muy probable que el asesino le diera a la...Reina Malvada una manzana envenenada. Sí, yo también me he oído. Este trozo de manzana se quedó encajado en la glotis de la víctima produciéndole una asfixia parcial que lo hubiera dejado semi inconsciente, al menos el tiempo necesario como para que el asesino pudiera asegurarse la pérdida de sangre. Con respecto a las marcas en las piernas, diría que se dibujaron con la propia sangre de la víctima y después fue borrada. Así que seguramente se haría después de la muerte. ¿Sabe algo curioso, inspector? En la versión original del cuento de los Hermanos Grimm, la manzana no estaba envenenada, simplemente se quedaba atascada en la garganta de Blancanieves, tal y como en nuestra víctima.-


[LOWELL]

Laura Brooks era testaruda como ella sola y con un complejo de superioridad que yo pensaba sólo proyectaba conmigo. Empezando porque no me había dejado dar mi opinión, aún cuando no iba a decir nada relacionado a la autopsia.

Este caso, sin duda, me tenía las máquinas del cerebro trabajando al 100 por ciento. Había muchos elementos intrigantes y no había nada más interesante para mí que un reto mental.

Terminado el procedimiento, sólo le agradecí por permitirme estar ahí y me despedí para dejarla trabajar. Tenía lo que necesitaba.

El regreso a la delegación no fue tan emocionante, había un poco de tráfico, mucho sol y ni una buena canción en la radio. El universo estaba haciendo complot contra mí, algo no se sentía en su sitio y luego de entrar de modo triunfal a las oficinas, me daría cuenta que estaba en lo correcto.

-Ea, Lowell, ¿Algo interesante en la autopsia de hoy?-


Daniel, mi mejor amigo y colega, me saludó dándome una taza humeante de café negro.


-Gracias. Si, me aclaró un par de cosas- Respondí para luego darle un sorbo a la bebida. Me alegraba saber que cambiaron la marca de café, la anterior te dejaba un regusto a medias sucias.

-Y... ¿Cómo te fue hoy con la doctora Brooks?- Su mirada sugestiva me lo dijo todo, pero no iba a seguirle el juego.

-Lo usual. La eterna lucha entre el bien y el mal. La pelea por el dominio- Respondí con un tono muy neutro y luego de eso, caminamos juntos en silencio hasta llegar a mi escritorio.

-Bro, creo que le agradas- Dijo Daniel mientras se sentaba en la esquina de una mesa cercana.

-¿A quién no le agradaría? Soy guapo, musculoso y tengo unos pick up lines geniales- Flexioné un poco los brazos y mis músculos se marcaron aún más sobre mi camisa mangalarga probando mi punto.

Una secretaria que pasó en ese justo momento giró los ojos visiblemente molesta por el comentario.

-Bueno, quizás a ella no le agrado-

-Te tiene envidia seguro. ¿Te veo en el gym hoy?-

-No puedo, Dan, tengo algo que...- Mi mirada se desvió momentáneamente a los sobres en el escritorio. -... Hacer hoy-

Daniel hizo una mueca y sin decir nada más, se fue para su puesto.

Entre la correspondencia encima de mi mesa, había un sobre que llamó mi atención. Con rapidez lo tomé y me fui caminando casualmente para el baño. A mi paso, le sonreía a cualquiera que me saludaba. Podría decir que todos en la delegación me conocían, por motivos buenos o malos, pero me conocían, y no era momento de levantar sospechas, aunque ese maldito sello de búho calavérico podía reconocerlo en cualquier lado.

Una vez en el baño, abrí rápidamente el sobre y dentro sólo estaba un trozo de papel mal cortado que decía: PARA VER CLARO, BASTA CON CAMBIAR LA DIRECCIÓN DE LA MIRADA.

-Antoine de Saint-Exupery...- Susurré entre dientes el nombre del autor de la cita. Apreté los puños estrujando el papel y salí sin más.

Tenía que regresar de inmediato a la escena del crimen, algo había pasado por alto.

Luego de un viaje de aproximadamente treinta minutos llegué al lugar de los hechos, la cinta amarilla de policía aún lo delimitaba. Estaba listo para hacer "un cambio en la dirección de mi mirada", pues esto ya no tenía que ver con recoger alguna evidencia física, que para estas alturas estaría más que contaminada, esto era un desafío de investigación.

-Disculpe señor, no puede estar aquí, es una escena del crimen- Un policía me detuvo poniendo su mano a centímetros de mi cara.

-Wow, Sherlock. Creí que la cinta policiaca estaba ahí porque Lady Gaga iba a hacer la segunda parte del video de Telephone- Giré los ojos, mis nervios estaban alterados.

-¿Qué ha dicho? Le pido que se retire o tendré que obligarlo- El hombre agarró la macana de su cinturón.

-Lo siento, tuve una pésima mañana- Mi cara reflejó de inmediato una tristeza que no sentía. -Inspector Lowell Brennan. Trabajo en este caso y quise venir para tener un poco más de perspectiva- Luego de enseñarle mi placa e identificación, el policía se hizo a un lado.

Ahora sólo necesitaba encontrar la perspectiva. Todo se veía común. Las personas caminaban ajetreadamente por el lugar, cada tanto veías a parejas demostrándose afecto, el ruido de la calle era intenso, todo era común.

Nada sobresalía. Excepto...

Sentí un escalofrío recorrer mi espina vertebral cuando una idea se me vino a la mente. Todo este tiempo miré la escena enfocándome en el punto exacto donde encontramos el cadáver, pero nunca le presté total atención a los alrededores.

En una de las paredes cercanas, había un pequeño grafiti que decía "Eris". ¿Qué tal si la letra 'S' era la que faltaba para completar el nombre en la pierna de la víctima?

Saqué mi móvil y luego de hacerle una fotografía a esa sección de la pared, ingresé a Google. Escribí en el buscador "Eris número 23" y entre los miles de resultados, el titular que más llamó mi atención decía: Eris, la diosa del caos. ¿Cuál es el misterio del 23?

Parecía que el número 23 no era tan desapercibido como yo pensé. Había incluso una religión llamada discordianismo donde el 23 era el número Santo y un tributo a la diosa Eris, la deidad grecorromana de la discordia.
Mi mente estaba alucinando con esta nueva pista. ¿El asesino era seguidor de esta religión o la utilizó para desviar atención? ¿Acaso sabía el misterio que envolvía al número y significaba algo para él o fue oportunismo?

Abrí la aplicación de texto SMS y le envié un mensaje a la doctora.

Tengo información nueva del caso. Cafetería Gaia, 7 pm. ¿Nos podemos ver?


Sonreí satisfecho hasta que pensé que había sonado como una cita, pero con la rapidez de las telecomunicaciones el mensaje había llegado a su receptor antes de poder detener el envío.

Continue Reading

You'll Also Like

5.2K 69 7
Now you gotta ask yourself. What would it be like to find out that the people you love and would die for, turn out to be self centered assholes who w...
116K 4K 41
Y/N was a teenage introvert who enjoyed having her own space and being alone. She loved listening to music in her room, which was a great escape for...
1.4M 1.2K 1
𝐁𝐨𝐨𝐤 𝟏 𝐨𝐟 𝐭𝐡𝐞 '𝐃𝐞𝐜𝐞𝐢𝐭𝐟𝐮𝐥 𝐑𝐨𝐲𝐚𝐥𝐬' 𝐒𝐞𝐫𝐢𝐞𝐬 ★✯★ "Secrets are lethal, especially when they come dripped in murder." Trinity...
Burn Marks By Icecold101

Mystery / Thriller

5K 234 7
My TikTok - E.writer🖤 (whteverwhnever) I've just started the Hierarchy Kdrama And I love it !! ( I will definitely be editing this story a lot se...