Forbidden [HANK x CONNOR]

By Daikiraichan

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Hank Anderson, teniente de policía de Detroit, vive su apacible y tranquila vida junto a su esposa Katherine... More

Capítulo 1: Fuerza magnética
Capítulo 2: Promises I can't keep
Capítulo 3: Not just a Machine
Capítulo 4: Lullaby of Cain
Capítulo 5: Hate me, please
Capítulo 6: Unfaithful
Capítulo 7: Falling away with you
Capítulo 8: This feeling
Capítulo 9: I think I love you...
Capítulo 10: El corazón quiere lo que quiere
Capítulo 11: Gasoline
Capítulo 12: The Letter

Capítulo 13: Nothing's gonna change my love for you (FINAL)

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By Daikiraichan

 NOTAS DEL AUTOR 

¡Esto se ha hecho de rogar! Pero por fin tenemos el capítulo final de la historia. Solo voy a decir que... ¡¡¡DISFRUTADLO!!! 

Credits by @育瑄 張

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Silencio.

Solo silencio.

Eso era lo que escuchaba a través de sus atentos sentidos, mientras esperaba pacientemente en el sillón de su casa aquella llamada de teléfono que sabía, con certeza, que llegaría de un momento a otro.

Llevaba horas esperándola, quieto, inmóvil como una figura de cera sobre el sillón, con su LED parpadeando en un amarillo cálido, mientras miraba de reojo el teléfono sobre la mesa. Su mirada avellana se encontraba perdida, sus largas pestañas brillaban en la oscuridad de la habitación.

La impulsividad le había llevado a coger lápiz y papel nada más despertar de sus terroríficos sueños y había plasmado su rabia y su ira en un trozo de papel que había metido dentro de un sobre y que había dirigido a Katherine, la mujer de su amante.

Frunció el ceño al acordarse de ese detalle.

Hank Anderson era su amante, tan solo eso. No había conseguido conquistar al teniente tal y como él había deseado. Había descubierto su terrible secreto, el origen de todo su mundo, el objetivo por el cual lo habían fabricado, y lo había rechazado con asco en la mirada.

Lo había perdido.

Ya había perdido las oportunidades de estar con el amor de su vida.

Aunque tal vez... le quedaba todavía una última carta que jugar. Y esa carta era el engaño.

Era un androide inteligente, sabía lo que tenía que hacer para que los humanos acataran sus deseos sin forzar la situación. Tenía toda la certeza de que conseguiría doblegar a Kathy. ¿Hank no era capaz de dejarla a ella? No importaba...

Kathy lo dejaría a él.

Connor se encargaría de ello.

El ring del teléfono rompió de un golpe el silencio que reinaba en la sala.

El LED de Connor se encendió en rojo a la vez que dirigía su mirada avellana hacia el origen del teléfono.

"Ahí estás, Kathy".

Acercó su mano al auricular y descolgó. Su rostro seguía pareciendo de cera, su mirada seguía siendo el reflejo de una mirada perdida y su ceño no expresaba sentimientos.

- ¿Diga? –su voz sonó monótona.

- ¿Connor? –la voz al otro lado de la línea pertenecía a Katherine, su expresión parecía quebrada.

- ¿Kathy? –aunque su tono transmitía ahora algo de calidez, su rostro parecía una máscara de cera sin emoción-. ¿Estás bien? –preguntó Connor, sabiendo que aquello haría romper la barrera que Katherine estaba intentando poner entre ellos para guardar la compostura.

Dio resultado.

Pronto Kathy rompió en un llanto amargo.

- Connor... necesito verte –le pidió la mujer, sorbiéndose las lágrimas-. ¿Puedes...?

- Voy enseguida –le respondió el androide sin más dilación.

Colgó sin intercambiar más palabras y se levantó del sillón.

Silencio.

Total, y magistral.

Levantó la cabeza hacia el techo, con un movimiento lento de cuello. Su LED iluminaba la penumbra de la habitación, tintando los muebles y el suelo de un brillo rojizo. Cerró los ojos lentamente, sin agachar la cabeza.

Entonces sonrió.

- Hank... -susurró, sintiendo las manos del hombre recorrer su cuerpo en su imaginación-. Pronto estaremos juntos.

Cogió su chaqueta favorita, aquella con la que había empezado a coquetear con Hank, y salió de su casa, dejando atrás una vida que no le pertenecía, un sueño que había intentado atrapar desesperadamente, sin saber que ya había fracasado en su intento. Ese sueño era imposible.

::::::::::::::::::::

Connor llegó al rellano de la casa de los Anderson, aquella casa en la que de vez en cuando, en sueños, habitaba. Tocó en la puerta con los nudillos, sabiendo que Kathy estaría esperándolo impaciente. Tenía preparado todo lo que diría y cómo lo diría. Aquella era su última oportunidad y no podía fallar. Tenía entre sus manos su vida, su felicidad, el sentido de su propia existencia.

No, no podía fallar.

Escuchó con su oído fino cómo Kathy se acercaba a la puerta.

Miró la madera, casi como si pudiera ver a través de ella. Y supo que la mujer estaba frente a la puerta, incluso tal vez apoyada en la puerta. ¿Por qué no abría?

Pasaron unos segundos, y él sabía que ella se encontraba allí. Sus miradas se encontraban en el espacio y el tiempo, separados por una barrera de madera. Cuando el androide se disponía a tocar de nuevo, con el ceño fruncido, Kathy abrió la puerta de golpe.

En sus ojos se podía leer la desesperación y la desolación. Los tenía rojos y su nariz se encontraba congestionada. Estaba al borde de un ataque de nervios, Connor podía notarlo en sus constantes vitales.

- Hola... -saludó Kathy con un hilo de voz, mostrándose tímida y modosa, lo que nunca había sido. Al menos nunca con él.

- ¿Estás bien, Kathy? ¿Qué es lo que ocurre? –Connor se metió en el papel de amigo preocupado, y se acercó a ella, con un gesto ensayado. Su mirada incluso transmitía sentimientos que en ese momento sabía que no existían en su corazón biónico.

- Sí... bueno, es evidente de que no –rio la mujer, sintiéndose patética, mientras se quitaba lágrimas secas de la mejilla-. Pasa, pasa a la sala, voy a llevar café, lo vamos a necesitar...

Y cerró la puerta tras el androide.

Connor no sabía que aquella sería la última puerta que se cerraría tras de sí.

El joven tomó asiento en el sillón en el que tantas veces había buscado besos furtivos y caricias prohibidas mientras el resto de la familia de Hank veía la televisión. Sintió un escalofrío casi humano que le atravesó el cuerpo entero. Esperaba a Kathy que viniera de la cocina con las bebidas calientes que él no pensaba probar. A pesar de que pudiese, necesitaba estar centrado en su papel.

Katherine por fin tomó asiento a su lado y él esperó a que pudiera tomar resuello para comenzar a relatarle lo que le había pasado. Algo que él sabía perfectamente... no obstante, cuando Kathy comenzó a hablar, él puso cara de sorpresa y de incredulidad.

- Hank me está engañando... -dijo Kathy, mirando a la taza de café que tenía entre sus manos, con los ojos perdidos. Connor hizo un amago de intervenir, pero Kathy siguió-. Me ha llegado hoy una carta...

Sacó la carta de dentro de su jersey; estaba arrugada y manoseada. Ella la dejó a la vista, cogiéndola con dos dedos en su mano y perdiendo su mirada nuevamente, esta vez en el blanco papel del sobre.

- ¿Puedo...? –preguntó Connor con cuidado, mientras acercaba los dedos al papel.

Kathy asintió como respuesta, lo que Connor tomó como un permiso para extraer el papel de entre sus dedos y poder desplegarlo y leerlo.

- "No voy a permitir que sigas interponiéndote" –repitió en voz alta, saboreando aquellas palabras que tan bien conocía-. Vaya... ¿Tienes idea de quién podría ser esta mujer? –preguntó el androide, haciéndose el afectado. En su rostro se reflejaba confusión-. ¿Cómo sabes que no es tan solo una broma pesada?

- Yo... -Kathy volvió a quebrarse y se le escapó un sollozo y unas lágrimas rebeldes que enseguida limpió con sus dedos, negándose a llorar y obligándose a parar-. Lo sé, sé que es real. Hay muchas cosas que ahora encajan... ¿Cómo fui tan tonta, dios mío? –dijo como para sí misma, lamentándose de la realidad que estaba viviendo. El infierno en el que ardía.

- No te castigues así, Kathy –le aconsejó Connor, dejando la carta en la mesa y asumiendo el rol de mejor amigo, el confidente, el apoyo constante-. Tú no tienes la culpa, todo esto es culpa de Hank... -aquello lo dijo con cierto desdén. En el fondo, todo era culpa del teniente, por no saber elegir bien.

- ¿Cómo ha podido hacerme algo así? –preguntó Kathy, poniendo las dos manos en su cara, tapándosela a la vista de extraños, avergonzada por completo de lo que le estaba ocurriendo.

- Estás desbordada. Es normal, Kathy, llora todo lo que necesites –Connor le puso la mano en el hombro, dándole pie a que, si necesitaba llorar en su hombro, lo hiciera.

- No puedo ni tan siquiera... -Kathy no terminó la frase, y volvió a llorar, aunque intentaba luchar contra sus propias lágrimas y desesperación.

- ¿Qué piensas hacer, Kathy? ¿Vas a quedarte aquí aguantando esta situación o...? –la opción que quedó en el aire era muy explícita a pesar del silencio que acompañaba a la idea.

- No sé qué voy a hacer... -Kathy se sorbió el llanto y lo enfrentó cara a cara, mirándolo con ojos extrañamente irascibles. Connor notó aquel destello antes de que volviera a cubrirse el rostro para que no la viera llorar-. Ayúdame, Connor...

- Mi consejo es que te alejes de él por un tiempo –sentenció el androide, mientras le acariciaba el hombro para calmar su llanto, cada vez más errático-. Necesitas pensar, y él también necesitará poner orden sus prioridades...

- ¿Y si lo perdono...? –preguntó de pronto la mujer, todavía sujetándose el rostro con las manos.

Si Kathy hubiera echado un vistazo a la expresión de Connor se habría dado cuenta de que el androide se había horrorizado con la idea. Solo unas milésimas de segundo habrían bastado para darse cuenta de que Connor no quería por ninguna razón que Kathy perdonara a su marido en su supuesta infidelidad. No obstante, el androide volvió a tomar las riendas de sus emociones y puso cara preocupada y sentida por el dolor de la mujer.

- Katherine –le llamó Connor, con voz ronca, sensual y seria. Kathy sintió como las manos del androide se juntaban con las suyas, alejándolas de su rostro. Incluso pudo observar cómo las manos de androide aparecían bajo la piel sintética, como en una alegoría de que desnudaba su alma junto a ella-. Eres una mujer increíble. No te mereces lo que Hank te está haciendo.

Ambos se miraron intensamente a los ojos. Los ojos verdes, inundados de lágrimas de la mujer se clavaban en los ojos castaños del androide, buscando respuestas, con la duda reluciendo en sus pupilas. De pronto aquella mirada trágica se entrecerró y Connor pudo ver cómo se transformaba la pena y la tristeza en una mirada de ira y odio.

La mujer apartó las manos del androide de las suyas y sin dudarlo ni un segundo, levantó la mano derecha y cruzó la cara del androide en una fuerte bofetada que resonó en la habitación silenciosa.

El joven androide mantuvo el cuello girado hacia la izquierda durante unos segundos, con los ojos abiertos de par en par, sin comprender qué era lo que había pasado. Sentía que su tersa piel del pómulo se enrojecía por el golpe. Levantó su mano poco a poco a su cara y se la llevó a la mejilla abofeteada. En su rostro se leía el desconcierto.

¿Qué había salido mal en su plan?

- Eres un miserable... -respiró Katherine, sintiendo un nudo enorme en su garganta y el corazón saltando de su pecho con furia-. ¿Cómo has podido hacerme esto? ¿Cómo has podido hacernos esto a todos?

- No sé de qué me hablas... -Connor seguía con cara de confusión y desconcierto, esta vez mirándola a ella fijamente, con las pupilas dilatadas y con la mano aún en su cara-. ¿Algo de lo que he dicho te ha molestado?

- Eres un cínico asqueroso... -Kathy se levantó del sillón y lo señaló desde su posición, con lágrimas en sus ojos y con voz desgarrada-. ¡Sé que eres tú! No puedes mentirme más, maldito cobarde.

Connor sonrió nerviosamente y puso las manos delante de su pecho, con las palmas abiertas en signo de son de paz.

- No digas tonterías, Katherine...

No pudo seguir hablando porque Kathy se abalanzó sobre él y lo cogió del cuello de la chaqueta y lo levantó violentamente para tenerlo a la altura y comenzar a zarandearlo.

- ¡Sé que fuiste tú! ¡Has sido tú todo este maldito tiempo! –Kathy lo golpeaba en el pecho mientras Connor intentaba evitar los golpes, comenzando a cabrearse, y así su LED lo demostraba, brillando en un rojo intenso de pronto-. ¿¡Por qué le has hecho esto a mi familia!?

- ¡Yo no te he hecho nada! –le gritó Connor de pronto, cogiéndole con fuerza los dos puños cerrados y apretándolos en sus manos. Kathy se quejó de dolor-. ¿Es que no está lo suficientemente claro? Hank ya no te quiere, ¡me quiere a mí! –y con un poco de fuerza fue suficiente para que Kathy se quedara sentada en el sillón, empujada por el androide que ahora la miraba con una mirada muy diferente a la que había conocido durante todo aquel tiempo-. Acéptalo de una puta vez, ya no eres suficiente para Hank, eres sólo un estorbo. Desaparece y déjalo ser feliz –sentenció la máquina.

Kathy no se dejó achantar a pesar de que le temblaba la garganta.

- Vamos a preguntárselo a él ahora mismo –dijo y sin más dilación cogió el móvil que tenía guardado en su bolsillo y, sin dar tiempo al androide para quitárselo de la mano, marcó el número de su marido y puso el manos libres.

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El detective Gavin Reed y el teniente de homicidios Hank Anderson se encontraban de servicio, en plena escena del crimen en una esquina transitada del Grand Circus; lo que parecía un simple atraco con arma blanca, podría tratarse de un delito de odio motivado por causas más profundas que un mero hurto con final trágico.

Hank se encontraba intentando averiguarlo mientras recogían pruebas cuando empezó a sonar el teléfono dentro de su chaquetón. La melodía era la que había escogido para identificar rápidamente las llamadas de su mujer. No sintió nada especial cuando cogió el teléfono y leyó en la pantalla táctil el nombre de su esposa. Descolgó sin darle importancia.

- Dime, cariño –respondió de forma rutinaria.

No obstante, lo que escuchó lo dejó frío como un cadáver. Gavin se encontraba a su lado y pudo ver en su rostro la tensión pasar por cada arruga de su piel.

- ¿Kathy? ¿Qué está pasando ahí? –preguntó Hank alzando la voz y la mirada al cielo, mientras escuchaba un forcejeo intenso entre dos personas. Escuchaba a su mujer gritando y el roce del teléfono de una mano a otra-. ¿Connor? –preguntó de pronto, palideciendo de golpe al escuchar la voz del androide gritando a su mujer.

"- ¡CUELGA EL TELÉFONO AHORA MISMO!" –escuchó la voz de su joven amante, totalmente fuera de sí, tras el altavoz y poco después un golpe sordo y un pitido que notificaba que la conversación se había cortado.

Connor y Kathy estaban en la misma habitación. Connor y Kathy estaban peleándose.

Connor y Kathy...

Connor.

Connor.

"Connor... ¿qué has hecho?"

- Debo irme ahora mismo –dijo Hank, sudando de nervios y guardando el teléfono con prisas en su abrigo.

Sin esperar a nada más, dio media vuelta sobre sus zapatos y casi que corrió calle abajo en busca de su coche estacionado al principio de la calle. Tras de él le siguió el ritmo el detective Gavin, que llegó hasta el coche al mismo tiempo que Hank, con la cara desencajada por la preocupación.

- ¿Qué coño haces aquí? Lárgate ahora mismo –le dijo Hank con mala cara mientras abría la puerta de su coche y se metía en el asiento del conductor.

Como respuesta, Gavin tan solo abrió la puerta del copiloto y cogió asiento a su lado. El click del cinturón fue como la gota que colmaba el vaso.

- Esto no es asunto suyo, detective Reed, le ruego que se baje ahora mismo del coche –dijo Hank, poniendo voz de superior de policía, dándole una orden a su subordinado. Gavin se rio, arrugando su fea cicatriz en la nariz.

- Mira, viejo, los asuntos de mis amigos, también son asuntos míos –y con aquellas palabras fijó sus ojos pardos a la figura del mayor, que tenía abierto de par en par sus ojos azules, sintiendo el corazón latirle con demasiada rapidez y fuerza en su pecho.

No hubo respuesta por parte de Hank, solo el ruido del motor del coche arrancarse.

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El teléfono lucía destrozado en el suelo. Connor lo había hecho añicos, lanzándolo con furia contra el piso de madera.

Kathy sollozaba mientras intentaba abalanzarse contra el androide, arañándole la piel de los brazos mientras él la reducía con mucha facilidad, agarrándole de las muñecas y retorciéndole las manos, solo que la mujer no se rendía, parecía tener energía infinita sacada de lo más profundo de sus entrañas.

- ¿Por qué lo hiciste? ¿! ¡¿Por qué lo hiciste?! ¡Eres un hijo de puta! –le gritaba fuera de sí, mientras lloraba-. ¡No significas nada para él, solo eres una aventura! –las lágrimas saltaban de sus ojos con furia y las venas de su cuello estaban marcadas y rojas como la sangre, a juego de la luz brillante del LED del androide.

Falso.

Cobarde.

Aventura.

No eres nada.

No eres nadie.

Cada palabra hiriente se le clavaba en el corazón a Connor y lo atravesaba sin piedad. Cada vez quería menos evitar hacerle daño a la humana y deseaba devolverle cada estocada triplicando la fuerza con la que ella lo abatía.

Los ladridos profundos del San Bernardo estaban empezando a ensordecerles a ambos, venían del patio y pronto estaría dentro de la casa. Connor lo sabía muy bien. Ya casi podía escuchar los pasos preocupados de Cole que con tanto escándalo había decidido dejar de jugar en el jardín trasero para comprobar qué era lo que estaba ocurriendo en la sala de su hogar.

Connor sabía que no tenía más tiempo y el nivel de estrés en su cabeza estaba a punto de explotar. Casi no podía pensar con claridad. Recibía golpes en la cara y en el pecho, tenía los brazos ardiendo por las uñas de la mujer que lo arañaban. Y él estaba pasivo a todos aquellos ataques, controlándose por no hacerla desaparecer de una vez por todas.

Hasta que ya no pudo más y cogió a la enjuta mujer y la empujó fuertemente, con toda su energía, haciéndola chocar duramente contra la pared, rompiendo algunos cuadros de cristal que tenía colgados en la misma. Del golpe, la mujer se quedó arrodillada, totalmente agotada y dolorida.

En ese momento, la puerta del patio trasero se abrió y entró corriendo el gran San Bernardo al salón, lo seguía de cerca Cole, que tenía el rostro preocupado al vislumbrar la escena. No obstante, no le dio tiempo al niño a abrir la boca ya que el perro, sabiendo que su dueña se encontraba en peligro, se abalanzó rápidamente sobre el pequeño cuerpo del Androide, agarrando con sus enormes fauces el brazo del joven, apretando sus dientes y apresando a Connor en entre sus colmillos.

- ¡NO! ¡SUMO, DÉJALO! –gritó el niño, desesperado por salvar a su gran amigo del ataque de su perro.

- ¡Ataca, Sumo! ¡Destrózalo! –gritó Kathy, desaforada, con el rostro a punto de explotar por la sangre agolpada en su cara, por el llanto, el exceso de esfuerzo y fuerza. Ni siquiera podía ponerse de pie.

Cole comenzó a llorar y a chillar, mientras Connor intentaba deshacerse de la profunda mordida del perro, mientras gritaba de dolor por sentir cómo el perro desgarraba sus terminaciones nerviosas.

- ¡Suéltame! –gritó Connor, agarrando con la mano libre la boca del perro para evitar que siguiera clavándose en su piel-. ¡Cole, dile que se pare! –le rogó al niño con voz suplicante, empezando a sentir cómo las lágrimas se agolpaban en sus ojos por el dolor y la desesperación.

De fondo sólo escuchaba la voz de Kathy llorando y gritando que lo destrozaran.

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El coche de Hank desbordó incluso la acera y parte de su jardín delantero, y casi no esperó a que el coche se detuviera para salir del vehículo. Gavin lo miraba asombrado, mientras se alertaba por los evidentes gritos y lloros que provenían de la casa de los Anderson.

Hank se abalanzó hacia la puerta de su hogar y no demoró en atacar la cerradura de la puerta con su bota del 45. Gavin lo seguía con la mano preparada en la culata de su pistola, deformación profesional de tantos años de servicio. Ahora no eran Hank y Gavin, eran el teniente Anderson y el detective Reed, protegiendo a una familia de un peligro. Trabajando en equipo como antaño.

La puerta cedió rápidamente al golpe y se abrió de par en par, la escena se desarrollaba justo delante, en el principio de la sala y la nueva irrupción en la habitación distrajo al perro guardián, que aflojó su mandíbula y el androide, apresado hasta ahora por su mordida, pudo aturdirlo con un golpe y desembarazarse del agarre.

La escena era dantesca.

Hank tenía los ojos de par en par abiertos, y la boca en un gesto de tormento.

Su vida se desmoronaba.

Aquel era el cuadro que lo representaba, y el artista de aquella obra era él mismo, que con pincel en mano había dibujado a su mujer de rodillas en el suelo, desgañitada de llorar y gritar, golpeando el suelo con sus manos, desesperada por ver caer al joven androide, que sangraba thirium de su brazo desgarrado, de donde podía ver chispas y cables; las entrañas del misterio de su perfección; su hijo Cole se agarraba al androide, con lágrimas en los ojos de confusión al ver a su familia desmoronarse; su fiel San Bernardo se desgañitaba confuso y aterrado, ladrando a toda la situación de locura.

La mirada del androide, atónita, se fijó en Hank y Gavin, y se clavó en la figura del hombre que adoraba.

- Hank... -susurró, con un gemido roto.

La cara de decepción en el rostro del teniente fue lo que terminó de astillar su corazón.

- Que nadie se mueva –gritó Gavin de pronto, desenfundando la pistola de su cinturón y apuntándola directamente hacia el joven androide-. Estás detenido, androide, ni se te ocurra moverte –le advirtió el joven, que había sumado dos más dos al ver a la familia de Hank Anderson totalmente destrozada por aquel joven de belleza etérea que había embrujado a su viejo compañero.

- No, Gavin, quieto –le rogó Hank, levantando la mano, pero fue demasiado lento, no pudo evitar lo que sucedería a continuación.

El joven androide, al verse apuntado por una pistola, con el peligro de morir atravesado por una bala cortándole la respiración, reaccionó rápidamente, cogiendo a Cole, que lo abrazaba mientras lloraba, y utilizándolo de escudo y de rehén.

Lo cogió en brazos y lo pegó a su pecho, agarrándolo con un brazo por el estómago y tapándole la boca con la otra mano que tenía libre.

- ¡OH, DIOS MÍO, MI BEBÉ NO! –gritó Kathy, fuera de sí, cogiéndose de los pelos viendo cómo su hijo estaba en la trayectoria de una bala-. ¡Basta, por favor, basta!

Los ladridos de Sumo seguían taladrando los oídos de todos los presentes, presionándolos aún más a cometer alguna locura. Gavin no bajaba el arma aún a pesar de que Connor tenía agarrado a Cole, que lloraba en sus brazos, sin comprender qué era lo que estaba pasando y por qué su querido amigo lo ponía en peligro. Hank se encontraba al borde de un infarto de corazón, sintiendo cómo el control de todo lo que él conocía como "vida" se acababa de escapar por completo de sus manos. Sintió que moría al ver a su hijo en aquella situación. Al ver a su mujer enloquecer en el suelo, dándose golpes en su cabeza mientras lloraba amargamente. Pero sobre todo, al ver a aquel ser, caído del cielo o nacido de las entrañas del infierno, aquel al que tanto había deseado, desmoronado, desdibujado como una triste parodia de lo que había sido.

De lo que había representado para el mayor.

- Connor... -pudo decir, sintiendo la voz desfallecer igual que sus piernas-. Connor...- repitió, mientras daba un paso suave hacia el androide, elevando la mano hacia él.

- Todo esto es culpa tuya, maldito hijo de puta –le gritó su mujer, sollozando de agonía.

- Apártate, Hank, maldita sea –le gritó Gavin, que mantenía firme la pistola, apuntando sin dudar al androide, sabiendo que no podría disparar si el niño corría peligro.

Hank le hizo una seña para que lo dejara en paz y se callara mientras le gritaba que bajara el arma. Gavin se rio, ni en sueños bajaría el arma, era lo único que tenía sentido en aquella casa.

- Escúchame, Connor –le dijo el mayor, con voz suave. Conocía a Connor, sabía que no era capaz de hacerle daño a su hijo-. Estás asustado... lo sé, yo sé que no quieres hacerle daño a nadie.

Los ojos del androide estaban temblando dentro de sus órbitas, apretó al niño con más fuerza y dio un paso atrás cuando Hank trató de acercarse. No paraba de mirar el cañón de la pistola, no parecía ver a Hank dentro de su aterrada mente. Temblaba desde los pies a la cabeza. El nivel de estrés le nublaba los sentidos.

- No quiero morir, Hank –le dijo por fin el joven, mientras las lágrimas caían por fin por sus mejillas-. No quiero perderte. Yo solo quiero estar... estar contigo –terminó la frase clavando sus ojos llorosos en los ojos azules del mayor.

Aquella mirada, aquellos ojos.

Estaban hechos el uno para el otro. Se devoraban con necesidad a pesar de las circunstancias. Ambos lo sabían.

- Nadie va a morir, Connor –le susurró Hank, sintiendo cómo le temblaba la mano de los nervios, delatándole-. Deja a Cole en el suelo. Todo va a salir bien.

- ¿Me lo prometes? –le preguntó el androide, frunciendo las cejas y apretando el pecho del niño más al suyo, como abrazándolo. Dejó la boca del niño libre y éste gritó, llamando a su padre-. ¿Te quedarás conmigo? ¿Me perdonarás que te haya mentido?

- Claro que sí, cariño –le dijo, sin saber muy bien si lo decía en serio o solo obligado por las circunstancias, su corazón estaba demasiado confuso y alborotado. El grito de Kathy rompió la falsa calma que se había apoderado de la escena y Gavin agarró más fuertemente la pistola. El detective deseaba socorrer también a la mujer, pero no quería moverse de su lugar-. Te lo perdono todo...

Connor pareció tranquilizarse. Respiró con fuerza y se sorbió las lágrimas y sin apartar la mirada de Hank, el único que le tranquilizaba, poco a poco dejó a Cole con los pies en el suelo, soltándolo por fin de su agarre.

El niño corrió asustado a los brazos de su padre, que se arrodilló para recibirlo entre sus brazos. Su corazón había dejado de latir unas milésimas de segundo.

Connor miraba la escena casi con una sombra de sonrisa.

Hasta que el cañón de la pistola retumbó en la habitación.

El androide miraba a Hank abrazar a su hijo cuando se dio cuenta de que algo le había atravesado el pecho.

El tiempo pareció ralentizarse y con lentitud que pareció eternidad subió una mano hasta el pecho, allá donde tenía el corazón. Se palpó la ropa y descubrió que sangraba a borbotones. Su visión comenzó a debilitarse y sus rodillas comenzaron ceder.

Su mirada seguía fija en el amor de su vida, que se había percatado del disparo y que, para sorpresa del androide, corría a su salvación.

Sintió los brazos del mayor sujetarlo, evitando que cayera al suelo y sintió su fuerte agarre rodearle el cuerpo y su cabeza, que ya no podía mantener firme.

- ¡No! ¡Por favor, no! –gritó Hank, mirando a Gavin con ojos desbocados-. ¿¡Por qué lo has hecho!? –su voz parecía un eco dentro de la cabeza del androide.

- Hank... -susurró el joven, sintiendo cómo la sangre azul comenzaba a subirle por la garganta, colándose por todos los huecos de su carcasa, inundando su estructura y abandonando en cada latido sus componentes vitales, debilitándolo-. ¿Hank...?

- Estoy aquí, estoy aquí, Connor –le respondió con apuro el mayor, olvidándose de todo a su alrededor, agarrándolo fuertemente entre sus brazos y mirándolo fijamente. Su rostro era de porcelana, y con velocidad parecía convertirse cada vez más en el de una muñeca inerte. Sus ojos, otrora tan marrones como el café o las avellanas, se estaban palideciendo, convirtiéndose en ojos lechosos azules que no reconocía.

La mano temblorosa del androide se levantó con esfuerzo hasta llegar a la rasposa mejilla del mayor, aquella que adoraba acariciar. Hank cogió aquella mano que tenía desactivada la piel sintética por los múltiples fallos multiorgánicos que estaba sufriendo el androide por el disparo, y la apretó contra su cara, sintiendo por última vez el roce de sus fríos dedos de androide. No pudo evitar que sus ojos azules se llenaran de lágrimas.

- Connor... No te vayas –le rogó, descubriendo en el interior de sus entrañas que no quería perderlo.

Pero ya era demasiado tarde.

Connor se había ido.

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EPÍLOGO

Otro día más.

Otra cerveza más.

Otra borrachera más.

El despertador había sonado como de costumbre a las seis de la mañana, pero como de costumbre, había apagado la alarma y había decidido faltar al trabajo.

Su puesto como teniente corría peligro. Pero ya no le importaba lo más mínimo.

A la mierda con todo, se decía cada vez que llegaba tarde al trabajo y que su superior le tiraba la bronca porque no podía seguir por aquel camino.

¿Qué camino?

¿El de la perdición?

¿Qué camino creían que debía llevar un hombre perdido?

Desde que Connor había dejado de existir en su vida, todo había perdido el sentido.

Había engordado varios kilos, tenía una melena desgreñada y descuidada. Se había vuelto huraño y taciturno.

Katherine se había quedado con Cole en un divorcio tan exprés como evidente. Ahora vivía en una pequeña casa de mala muerte para un soltero amargado como él. No necesitaba más, ya que no tenía intención de compartir su vida con nadie más.

Él ya estaba muerto.

Llevaba meses muerto en vida.

Cada día compraba varias latas de cerveza y se cogía una buena borrachera. Era lo único que le permitía seguir despertando al día siguiente, aunque fuera con resaca.

Muchas noches se ponía a jugar peligrosamente con el revólver, tentando la suerte con cada vuelta de tambor. Había tenido la fortuna o desgracia de no haber dado con la bala en la recámara cuando había apretado el gatillo con el cañón dentro de la boca.

El destino es cruel incluso hasta para eso, se repetía una y otra vez. No se merecía una muerte rápida, sino algo lento y triste. Ya lo estaba empezando a asumir.

Habían días, como aquel día, nublado y triste en el centro de Detroit, que no le apetecía salir a pasear. Solo le apetecía quedarse acostado en el sofá, viendo telebasura mientras comía comida del chino de la esquina.

Su anterior vida, la que había tenido antes de que todo aquello sucediera, antes de que Connor apareciera, era solo un extraño recuerdo manido; parecía el eco de una vida pasada, algo muy lejano a él.

Pero el recuerdo del androide no se había borrado. Aún sentía el aroma de su piel impregnado en la suya. El roce de su cuerpo contra el suyo.

Algunas noches se despertaba sudando, excitado, recordando la pasión desenfrenada que le despertaba y que aún, después de todo, seguía despertando en él. Su cuerpo estaría totalmente muerto si no fuera por Connor, por su recuerdo.

Días como aquel, abría el armario y sacaba lo único que había recuperado de su amante. En el fondo de su armario, en una percha blanca, la mejor que tenía en su guardarropa, descasaba una chaqueta entallada que el androide llevaba cuando comenzaron la aventura que acabaría en tragedia. Aquella chaqueta que llevaba el día de su muerte.

Días como aquel, la sacaba del armario y la abrazaba.

Durante horas.

Su olor todavía seguía impregnado en el cuello de la chaqueta. Era increíble el nivel de realismo que aquel perfume imaginario, ya solo presente en su imaginación, podía alcanzar. Era como si realmente estuviera ahí, siendo aspirado lentamente por el viejo y amargado Hank Anderson.

Después de lo sucedido, las autoridades se llevaron el cuerpo del androide a algún lugar al que nunca pudo acceder. Tuvieron que rogarle que se separara del cuerpo, pero él era incapaz.

Su mujer se había llevado a su hijo lejos, junto a su compañero Gavin, al que no había podido volver a dirigirle la palabra. Aquella relación estaba totalmente muerta y enterrada. Gavin incluso había pedido traslado de departamento para no encontrárselo. No podía con la culpa de haber matado a Hank Anderson con la misma bala con la que había destrozado el pecho de un androide RK800 sin importancia.

Sin importancia para todo el mundo, menos para el viejo teniente.

Aunque solo se dio cuenta de que le importaba de verdad cuando ya era demasiado tarde. Por eso no hizo ningún esfuerzo de recuperar la vida que había perdido, puesto que ya todo era una farsa. No se merecía ningún premio por haber dejado que todo aquello pasara; por ser cobarde y no enfrentar sus verdaderos sentimientos, Connor ya no estaba.

Le pedía perdón a todas horas, pero sobre todo cuando se acurrucaba contra la chaqueta del joven y lloraba en silencio, lamentando lo que había perdido por no arriesgar.

¿Quién le iba a decir a él que una sola mirada podía desmoronar una vida entera?

Pero no era cualquier mirada. Era aquella que tenía grabada en la memoria.

Aquellos ojos avellanas, con aquella intensidad. Nadie, lo sabía, nadie más podría mirarlo de aquella manera otra vez.

Los androides habían conquistado todos sus derechos y existían los cementerios de androides, para aquellos pobres desgraciados que, como Connor, habían sido asesinados o accidentados. No obstante, aunque él había buscado el cuerpo de su RK800, lo habían desaparecido. No estaba en ningún cementerio. No había lugar donde poder llorarle.

Más que al lado de aquella chaqueta que tenía arrugada y casi deshilachada.

Pronto tendría la visita de su hijo Cole, porque habían pactado su mujer y él que el niño debía ver a su padre una semana al mes. El hecho de pensar que su hijo conviviría con él una semana en aquel antro lo deprimía. Su hijo merecía algo más. No merecía ver a su padre perecer lentamente sin que él pudiera hacer nada.

Era ya demasiado triste para un niño saber que su padre no lo quería lo suficientemente como para mantenerse vivo, pero era aún más triste para un padre intentarlo y no saber cómo conseguirlo, aun a pesar de lo que adoraba a su hijo. Era tan profundo el agujero en su corazón... era como si la bala también lo hubiera atravesado a él.

Y sumado a todo eso, él sabía que llevaba días sumido en una terrible paranoia. Sabía que estaba ya perdiendo el norte; estaba empezando a sentirse observado y no entendía qué pasaba en su cabeza, pero inconscientemente, se daba la vuelta en medio de la calle porque sentía unos ojos insistentes en su nuca, pero nunca había nadie observándolo cerca.

Aquella sensación la había vuelto a sentir ese mismo día, cuando había salido a comprar hamburguesas del Chiken Feed y la trajo hasta la puerta de su casa. Intentaba ignorar aquella extraña sensación porque sabía que solo estaba en su mente.

Se le estaba mezclando la vejez con la locura de la soledad.

- Connor... -susurró, acurrucado en el sillón con la chaqueta cubriendo parte de su pecho y rozando su rostro-. Lo siento tanto...

Las lágrimas, nuevamente, se agolpaban en sus castigados ojos azules.

Toc. Toc.

Se escuchó de pronto unos toques en la puerta. Hank se levantó del sillón con cara extrañada.

No esperaba visita. Cole no llegaría tan pronto y menos a aquellas horas.

Miró el reloj y descubrió que ya era de noche. Instintivamente buscó su pistola. Estaba paranoico, sentía que estaba en un constante peligro.

En la puerta volvieron a tocar, insistentemente. Afuera comenzaba a llover, podía verlo desde su ventana.

Con el ceño fruncido se acercó a la puerta y trató de escuchar, pegando la oreja a la madera. Solo escuchaba el susurro del viento y de la lluvia caer fuera. Ni una sola respiración.

Decidió abrir la puerta, con la pistola dentro del bolsillo de la bata desgastada. Al abrirla, se encontró frente a frente con alguien que esperaba pacientemente en su rellano.

Sus ojos se abrieron de par en par cuando el desconocido levantó el rostro.

Azul contra avellana.

:::::::::::::::::::::::

SOUNDTRACK 

Nothing Gonna Change My Love For You - Glenn Medeiros


If I had to live my life without you near me
The days would all be empty
The nights would seem so long
With you I see forever, oh, so clearly
I might have been in love before
But it never felt this strong  

:::::::::::::::::

NOTAS DEL AUTOR 

GRACIAS Y LO SIENTO.

Gracias mil por haber estado aquí conmigo hasta el final. Hasta este ansiado final. Y lo siento por la tardanza, no estaba programado tardar tanto, pero ha sido imposible con mi vida personal llevar un buen ritmo de actualizaciones. Espero poder compensarles pronto. 

He llorado escribiendo esto. Me ha costado mucho darle final a esta historia porque me había encariñado muchísimo con los personajes y la situación en la que estaban envueltos. 

Connor y Hank son dos personajes que me hacen sentir tremendamente bien, cómodo y arropado. Espero que en esta historias ustedes también se hayan sentido igual que yo. 

Espero también que os haya gustado el cierre de esta historia de enredos y de pasiones prohibidas. Me habría encantado seguir escribiendo de esta pareja... ¿Y ustedes? Déjenmelo saber en los comentarios si os ha gustado esta historia, si ha estado a la altura. Valoro MUCHO vuestra opinión.

Nos vemos pronto en una nueva historia, totalmente diferente a esta. Gracias por caminar junto a mí en esta aventura y en las próximas que vengan. Os esperaré en cada letra que publique en este rinconcito porque me dais la vida. 

PD: Os traeré un especial navideño de El primer verano de Connor dentro de nada y el final del Kinktober. ¡Dejadme saber si queréis que haga un TAG para final de año, que lo tengo pensado! <3 

Credits by @Sukiri_

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