Giro de guion

By lachinaski

25.3K 2.5K 5.5K

Aurora es un caos, su vida consiste en recordar con quién se acostó la noche anterior, intentar no pasarse co... More

¿Qué pasó con Ion Garrochotegui?
Hoy no me puedo levantar
Soy un desastre
Sufre, mamón
Teatro de la oscuridad
Adiós papá
Rey del Glam
Falsas costumbres
Queridos camaradas
Ellos dicen mierda, nosotros amén
La mala reputación
Ay qué pesado
Calle melancolía
Me cuesta tanto olvidarte
El blues del esclavo
Me colé en una fiesta
Flojos de pantalón
Lluvia del porvenir
Cumpleaños feliz
Cruz de navajas
Mundo indómito
Qué hace una chica como tú en un sitio como este
Enamorado de la moda juvenil
Naturaleza muerta
Escuela de calor
No controles
Feo, fuerte y formal
Veneno en la piel
Manos vacías
Terror en el hipermercado
Segunda Parte: El nudo gordiano

Veteranos

327 46 132
By lachinaski



Veteranos



Aurora no piensa, se deja llevar por las emociones que la consumen, atrapándola con garras afiladas que la asfixian poco a poco. Todo en su cabeza carece de sentido, las imágenes de Ion le martillean el cerebro, golpeando una y otra vez las paredes de su cordura. A su alrededor todo está hecho pedazos, desde el espejo hasta un par de vestidos que le han hecho probarse antes de meterse en semejante matadero. Está en su camerino, aunque parece más bien la jaula de un león desesperado por huir.

El teléfono móvil no para de vibrar, seguramente las redes sociales estén incendiadas. Ya puede imaginarse todos los memes, clips, videos, capturas y un largo etcétera que habrán comenzado a proliferar, sin contar los comentarios que pronto verán la luz en YouTube, analizando todo lo sucedido. Si Aurora juró no pisar un programa del corazón en su vida, era precisamente para evitar que algo como eso sucediese, ¿cómo ha podido ser tan tota? Pero aunque se reprenda una y otra vez por caer tan fácil en la trampa, hay otra pregunta mucho más importante que no deja de atormentarla: ¿de dónde sacó Álvarez ese video?

Lo primero que se le viene a la cabeza es Fran, pero por muy gilipollas que pueda ser, Aurora pondría la mano en el fuego por él, sería incapaz de vender nada relacionado con Ion, ni aunque se estuviese muriendo de hambre, que por supuesto no es el caso. Siente que le va a explotar la cabeza, son demasiadas cosas a la vez, lo peor es que todavía le quedan todos los periodistas que de seguro habrán comenzado a acumularse en la puerta.

—¡Aurora!

La figura distorsionada de Martina entra en el camerino, algo sofocada. La muchacha tarda en reconocer a su propia madre, percatándose de que tiene la visión totalmente nublada. Siente que en cualquier momento podría desmayarse, tanto nivel de estrés no puede ser bueno. La mujer llega como una aparición espectral, acercándose a ella con el rostro desencajado. La observa como quien mira a una bestia peligrosa.

—¿Qué... qué ha pasado aquí? —Pregunta, observándolo todo algo confusa.

Aurora no se pregunta qué hace su madre en la cadena a esas horas aunque esta no tenga que trabajar, ni como ha dado con ella tan rápido, en realidad lo único que pasa por su mente es una necesidad casi vital por destruir todo lo que hay a su alrededor.

—Aurora, hija...

La mujer se acerca, pero ella la aparta de su lado, mirándola con los ojos muy abierto.

—¡¿Lo has visto?! —Exclama, su voz suena histérica. Señala hacia la puerta—. ¡¿Has visto lo que ha hecho ese hijo de puta?!

Por primera vez, el rostro de Martina se muestra serio, severo. Es una mujer con la ironía anidada en la comisura de sus labios, pero incluso alguien como ella sabe la gravedad del asunto, Ion Garrochotegui es un tema vetado.

Todos los famosillos de medio pelo tienen un tema vetado, algo de lo que, todo el mundo sabe, no hablarán. Se incluye en sus contratos cuando salen a escena, para que no se saque el tema. En el caso de Aurora, el veto engloba a todo lo que se refiere a Ion, por suculento que sea el preguntarle, nadie tiene derecho a hacerlo. Sin embargo, Raúl Álvarez se ha pasado el veto por los huevos, de la forma más cruel y ruin que tenía para ello: en un giro de guion.

—¡Ha puesto ese video ahí, delante de toda España! —Exclama, ni siquiera sabe bien qué quiere decir o expresar, es la primera vez que abre la boca en tres cuartos de hora. Su voz suena extrañamente aguda, no la reconoce como propia—. ¡Con esa sonrisa de gilipollas! ¡Estaba Ion ahí, mamá! ¡Ahí!

—Ya lo sé —Martina vuelve a hacer un intento de acercamiento, que Aurora rechaza para su disgusto—. Auro, hija, escúchame creo que lo mejor para ti ahora mismo es descansar. Te he llamado a un taxi para que vayas a casa.

—Lo que quiero hacer es matar a ese hijo de puta.

—Estás muy nerviosa, no puedes pensar con claridad —finalmente consigue acercarse lo suficiente para tomarla de los hombros. Martina le sonríe con un gesto maternal que en ella resulta antinatural—. Vamos cariño, no te hagas más daño, estás de los nervios y ya sabes lo mal que te sienta tanto estrés.

—Es que ha sacado a Ion, se ha saltado el guion mamá.

La voz de Aurora ahora suena débil, como la de una niña triste porque nadie le ha traído regalos por Navidad. Hace un pequeño puchero, de repente siente unas ganas terribles de llorar. Está totalmente agotada, la tensión que ha ido acumulando durante todo el día comienza a minarle las energías, tiene la sensación de que podría derrumbarse en cualquier momento, y lo peor es que las cosas no han hecho nada más que empezar, lo que viene será un verdadero infierno.

—Ya lo sé, pero ahora mismo no podemos hacer nada —la tranquiliza su madre—. Siento mucho todo esto, he venido al verlo todo en directo. De haber sabido lo que iba a hacer Álvarez nunca te hubiese dicho que salieras ahí.

—No ha sido culpa tuya. O sea, tienes la culpa de muchas cosas, pero no de tener un compañero de trabajo que debería estar muerto en una cuneta.

Martina se limita a sonreír, mientras intenta consolar a una Aurora que tardará bastante en reponerse de ese último palo.

—Voy a comprobar que no haya gente fuera, ¿vale? —Aurora asiente ante la pregunta—. Luego vete a casa directa, yo me encargaré del caos que hay en plató. Por cierto, tienes un buen gancho de derecha hija, nunca lo hubiese dicho.

Mientras Martina cierra la puerta, Aurora se sonríe a sí misma de forma amarga. No puede negar que meterle un puñetazo a Álvarez es toda una satisfacción personal, pero ni eso puede consolarla ahora. Cuando las imágenes le vuelven a la cabeza, su furia aparece de nuevo, haciéndole hervir la sangre. Aurora frunce el ceño, puede que en esos momentos no pueda hacer nada, pero tampoco piensa dejar así las cosas. Álvarez se ha pasado de la raya, esta vez ha cruzado la línea. Ella, que siempre ha pasado olímpicamente de todas esas gilipolleces, que concibe la venganza como una pérdida de tiempo, que prefiere no calentarse la cabeza por tonterías, se ve a sí misma con un ansia enorme por destruir al hombre que acaba de condenarla a meses de habladurías. En su fuero interno, Aurora ha decidido eliminar a Raúl Álvarez del mapa.

Quizás tenga que hacer una llamada.





—Me cago en la puta Alonso, me cago en la puta.

Edu lleva más de media hora diciendo lo mismo, con las manos en la cabeza, agarrándose el pelo, dando vueltas de un lado a otro sin saber qué hacer. Tiene los ojos como platos, asimilando la información que su cerebro todavía no ha conseguido procesar. La madre que lo parió, no puede ser cierto.

—Me cago en la puta —repite, como si fuese un juguete a pilas al que solo le han puesto una frase en el microchip.

Su hermano, hecho una piltrafa, se mantiene en pie a su lado, mirando hacia la cama con absoluto terror. Lo que hay ahí ha conseguido anular cualquier rastro de su chulería habitual, dejándolo como un verdadero flan, lloroso y lleno de temblores, que intenta refugiarse en un hermano mayor que tampoco tiene ni pajolera idea de lo que hacer en esa situación.

—¡Es que me cago en la puta, Alonso! —Exclama definitivamente, mirando a su hermano con total indignación—. ¿Qué coño es eso?

Señala hacia la cama, el menor al principio se resiste un poco pero finalmente se atreve a mirar. Parece como si le costase fijar la vista, quizás porque ello suponga aceptar una realidad que le viene demasiado grande.

—Pues... —solloza—, pues... no sé tío, no sé, es que...

—¡Qué es un puto bebé Alonso, un puto bebé!

Posada sobre la cama, una enorme cesta de mimbre, rellena de sábanas bañadas en un color rosa claro. Dentro, entre mullidos cojines infantiles, duerme una criatura que apenas debe superar el par de meses. Tiene dos pendientes de oro que brillan, llamando la atención como complemento de su pequeña figura. La paz que irradia la criatura rompe la atmósfera de histeria protagonizada por los hermanos De la Vega, que parecen al borde del desmayo.

—¿No decías que la yanqui y tú habíais ido a abortar?

Alonso asiente repetidamente, siempre ha sido bastante infantil pero la inmadurez que maneja ahora mismo supera la de cualquier otra ocasión. Está totalmente paralizado, como un crío al que han pillado haciendo algo muy malo, ganándose la bronca del siglo. Eduardo no puede lidiar solo con todo, están hablando de un puto bebé, una cosa pequeña y roja que respira, se caga y mea, no es un perro, es un ser humano llorica y baboso que en cualquier momento podría despertarse para hacer de sus realidades un dolor eterno.

—Yo... bueno, le di el dinero.

—¡¿Y ya está?! —Exclama Edu, consternado—. ¿Ni siquiera la acompañaste?

Alonso niega con solemnidad. Menudo puto hermano más retrasado le ha tocado, no solo es un idiota que va por ahí viendo si puede pillar sida porque claro, con tal de meterla en caliente le da igual el cómo o con quién, sino que además es un miserable que se desentiende de las cosas. En cierto modo lo del bebé le parecería justicia poética si no fuese porque el que ha de lidiar con todos los putos problemas de ese imbécil es él.

—¿Pero cómo puedes ser tan subnormal? —Y le atiza con la mano en el cogote, propinándole una colleja fortísima.

—¡Ay, pero no me pegues ahora! —Lloriquea el menor, llevándose las manos a la cabeza.

—Debería darte una paliza de las gordas, por imbécil —Eduardo alza la mano, amenazante, pero justo cuando va a darle se percata de que el saco de mocos ese anda haciendo ruidos raros—. Vamos, no me jodas.

Los dos hermanos se quedan mirando expectantes al bebé, que se retuerce dentro de su camita. Eduardo contempla la situación como una escena a cámara lenta: el bebé patalea un poco, intenta girarse, no puede, abre la boca, la cierra, luego los ojos. El mayor de los hermanos sabe lo que viene a continuación, y cuando la cría empieza a llorar su cara es una mueca de verdadero dolor.

—¡Joder! —Exclama Alonso, sorprendido por el llanto.

—Te voy a dar a ti joder, pedazo de... —pero se resiste a pegarle, tiene que encargarse de la puta niña o algo, dejarla llorando no es muy cívico.

Se acerca a la cuna, Eduardo nunca ha sido fan de los niños, de hecho le ponen bastante de los nervios. El tener hijos nunca se ha presentado como una posibilidad en su vida, pero de adoptarlos elegiría a chavales ya creciditos, la idea de cambiar pañales siempre le ha resultado muy poco tentadora, además de repugnante. Intenta oler si la bebé se ha cagado o algo, pero no percibe nada. Lo cierto es que no tiene ni idea de por qué lloran los críos, sabe que cogiéndola quizás se le pase pero tampoco ha tomado nunca a un niño en brazos.

—Qué puto marrón —murmura para sí, luego mira a su hermano—. ¿Estás seguro de que es tuya? ¿Qué te decía la madre en el mensaje?

—Me daba las gracias por el dinero que le pagué cuando me hizo el chantaje y me decía que no tenía tiempo para cuidar a la niña. A saber dónde se ha ido esa puta de mierda.

—Ahora no te metas con ella, que tú eres igual de capullo —le espeta Eduardo.

—¿Por qué nunca te pones de mi parte? —Se queja el muchacho.

—¡Porque vas dejando prostitutas yanquis embarazadas y teniendo hijos por ahí, mamerto de los huevos!

La niña llora cada vez con más intensidad, interrumpiendo la conversación con los dos hermanos. Eduardo se percata de que deben hacer algo.

—Mierda, no tengo ni idea de qué le pasa.

—A lo mejor tiene hambre —sugiere el menor.

—¿Le das tú la teta entonces? —Inquiere Edu, enarcando una ceja. Mira de nuevo a la bebé, soltando un sonoro suspiro—. Ya verás cuando se entere el papá.

—¡No se lo puedes decir al papá!

—¿Y qué hacemos con la niña? ¿La donamos al zoo?

—¡Pues encontrar a su madre!

—Su madre estará en la puta Thailandia con el dinero que te sacó por subnormal perdido. Tenemos que llevar a la cría a algún lado dónde puedan encargarse de ella, hay que hablar con el papá.

—Pero si se lo dices al papá me cortará la polla.

—Esa es la idea en realidad.

Otro berrido que los distrae, la cría no parece tener consuelo, Eduardo se pregunta cómo de una cosa tan pequeña puedan salir esos alaridos provenientes del mismísimo infierno. Suspira, Alonso ha hecho muchas cagadas en su vida pero ser padre es la peor de todas, cuando mira al bebé solo puede pensar, con lástima, las sesiones de terapia que va a necesitar en unos años para no volverse adicta a cualquier mierda.

—Eduardo yo no puedo ser padre, soy un adolescente.

—Tienes veintiún años Alonso, ya no eres un adolescente —le espeta el mayor con desgana.

—¡Pero si ni siquiera tengo una carrera! —Exclama—. Debería ser biológicamente imposible concebir antes de los treinta.

—Lo que debería estar penado por la naturaleza es que seres como tú podáis engendrar, no sea que lo de la estupidez sea congénito y le hayas jodido la vida a esta criatura. Menuda cagada, Alonso. Esta vez la has hecho buena.

El menor se lleva sus manos a la cabeza, está al borde del ataque. Eduardo suspira, intentando mantener una calma que cada vez se le antoja más lejana. Enfrentarse al Capilla no será fácil, pero deben hacer algo con la niña. La llevaría con su madre, pero está fuera de España, al igual que la madre de Alonso, realmente no tienen ningún otro sitio adónde ir.

Eduardo saca el móvil para llamar a un taxi, y entonces lo ve.

Tiene veintiséis llamadas perdidas de Aurora.

Algo no va bien.






Mara llega al lugar dónde han quedado, un bar en pleno centro de Malasaña. La Plaza Dos de Mayo está especialmente concurrida esa mañana, con las terrazas llenas de gente, inundando ese lugar emblemático con un murmullo general que lo llena de vida. La chica tarda algunos instantes en distinguir la figura de Carlos, pero finalmente lo descubre en una mesa apartada, bebiendo una cerveza. La chica respira profundamente antes de acercarse, toda esa situación le parece un engorro enorme, tal vez fue algo impulsiva con todo lo sucedido pero tras meditarlo fríamente, verdaderamente piensa que ella no puede estar con una persona que se pasa algunas realidades por el forro. Cuando hablaba sobre aquel chaval, Carlos sonaba tan frío, deshumanizado...

Deja el bolso sobre la mesa para llamar su atención, Carlos la mira, quitándose las gafas de sol. Ella se sienta delante de él, con los brazos cruzados y la mirada esquiva. Por mucho que lo intente es incapaz de recordar la última vez que se vio en un momento así, quizás porque lleva océanos de tiempo sin tener una pareja formal, o un lío que verdaderamente le importe. Y no es que esté enamorada de Carlos o algo así, pero es el tío más decente con el que se ha topado en años así que en cierto modo se siente moralmente obligada.

—¿Cómo estás? —Pregunta él, seguramente para romper el hielo.

La chica le dirige una mirada de reojo, encogiéndose de hombros.

—Pues muerta de calor —responde, usando un tono algo desconfiado—. ¿Y tú?

El hombre se guarda las gafas de sol en el bolsillo delantero de su camisa, incorporándose ligeramente de la silla para coger la cerveza y darle otro trago. Carlos bebe como si se tratase de agua.

—Bueno, vamos a dejarnos de tonterías —dictamina, dejando la jarra de nuevo sobre la mesa—. Mira, yo no puedo obligarte a que sigamos viéndonos, pero creo que me merezco una explicación.

—No lo entiendo —responde ella—, ¿explicación de qué?

—De por qué has buscado una excusa tan pobre para terminar con lo nuestro.

Mara alza las cejas, sorprendida. Ya va acostumbrándose a que Carlos sea una persona bastante directa, no le gusta perder el tiempo con rodeos innecesarios, y sin embargo sigue resultándole bastante chocante que pueda hablar de ciertas cosas sin filtro alguno. Tras la reacción inicial, Mara frunce ligeramente el ceño.

—Yo no estoy buscando excusas.

El hombre chasquea la lengua, es evidente que le hastía un poco el carácter de la chica, ya le ha comentado alguna vez que las evasivas le ponen de los nervios.

—El otro día casi enchironas a un chaval por prejuicios —insiste, a pesar de todo debe admitir que es la pura verdad, ella tampoco está mintiendo.

—Dios santo —bufa él—. Mira, lo primero es que no era ningún alma inocente, sino un criminal. Y segundo que eso no tiene nada que ver.

—¿Cómo que no tiene nada que ver? —Mara alza las cejas, sorprendida—. Carlos, yo tengo unos ideales, si elegí la carrera que estoy cursando es porque me importan esos ideales, si me meto en asociaciones es porque quiero llevarlos a la práctica. No puedes cagarte en todo lo que creo y decir que si te he mandado al carajo no es por eso. Claro que lo es, el otro día actuaste como un completo clasista, estabas jugando con la vida de una persona basándote en tus propios prejuicios. Yo no puedo estar con alguien así, va en contra de todo lo que yo creo.

—Yo creo que solo has utilizado ese argumento como una excusa para salir huyendo —dictamina él, que parece bastante convencido—. No digo que sea mentira lo que acabas de decir, pero tú ya sabías cómo era yo. A grandes rasgos tenías una idea de mi línea de pensamiento, aun así no te importó que nos acostásemos, pero he ido notando cosas desde que intimamos más.

—¿Cosas? —Mara está totalmente desconcertada, que ella sepa en ningún momento ha hecho o dicho nada fuera de lugar, no entiende a qué puede referirse.

—Eres muy distante siempre —asiente él—, no aceptas gestos de cariño, te sientes incómoda cada vez que alguien muestra afecto. En la cama lo das todo, claro, pero en cuanto terminas de follar implantas un muro enorme. Tienes miedo a intimar con las personas, así que te has buscado una excusa para no seguir haciéndolo conmigo.

—Eso es súper ridículo.

Pero sabe que no es cierto, sabe que Carlos tiene razón. Es algo que ha ido notando desde hace un tiempo, se considera incapaz de mantener un lío con alguien más de dos o tres meses. La cosa siempre empieza bien, el tío le atrae, se divierten, follan un par de veces por semana y todo parece ir viento en popa, pero cuando pasa el primer mes Mara comienza a sentir distintas cosas. Con algunos tíos sencillamente se aburre, follan de manera monótona, resultan aburridos o los considera medio idiotas. Otros, sin embargo, le gustan, se siente bien con ellos, son material para tener algo más. Ninguno de esos le ha durado más de tres meses, siempre que pasa la oscura línea de los dos meses y medio termina por suceder algo que dinamita la relación.

Mara siente un miedo enorme al compromiso, la idea de verse atada a una persona no le gusta en absoluto. En las relaciones adultas las cosas evolucionan de forma paulatina hasta que se formalizan, no hay una declaración de amor, ni una pedida, la gente se limita a salir hasta que forman vínculos emocionales lo suficientemente fuertes como para considerar que están en una relación. Mara no sabe cuándo sucede exactamente eso, cuándo dos personas se consideran pareja, cuál es el punto de inflexión. Por ello prefiere cortar con sus líos antes de que eso pueda llegar a suceder. Su peor pesadilla es despertarse un día estando comprometida.

Ha hablado mucho sobre esto en terapia, su psicóloga dice que quizás sea por no estar acostumbrada a tener relaciones serias, carece de práctica así que le atemoriza lo desconocido. Pero Mara cree saber por qué es, en el fondo —mal que le duela—, la idea de no poder tirarse a Jaime si vuelve a tener oportunidad le repatea muchísimo. A pesar de todo, sabe que si volviesen a cruzarse no podría evitarlo. Jaime y ella tienen una conexión sexual que no ha experimentado con nadie, incluso con buen sexo y gente sana, Mara todavía lo desea.

—Mira Mara, yo no estoy aquí para solucionarte los problemas —Carlos suspira, peinándose hacia atrás con la mano—, los miedos e inseguridades que tú tengas son cosas con las que has de lidiar a nivel personal, porque nadie vendrá a quitártelas mágicamente, esos temas se los trabaja uno mismo. Lo único que te voy a pedir es que seas sincera, que me digas si realmente quieres que dejemos de vernos. Si la respuesta es sí te dejaré en paz, de verdad.

Mara aprieta los labios, en realidad no tiene nada claro, su cabeza es un cúmulo de ideas confusas que se apelotonan sin parar. Está bien con Carlos, claro que sí, es un tío estupendo. Seguro que si le cuenta a su madre que alguien como él es su último ligue la señora se pondrá a llorar de la alegría, solo le habla de inútiles porque el gusto de Mara es lamentable por norma general. Además es majo, folla bien, se preocupa por las cosas... Y quizás ese sea el problema, Carlos es un tipo fantástico, sería muy fácil sentir cosas por él que fuesen más allá de la mera diversión ocasiones, y Mara no quiere sentir nada así por él, no puede permitírselo.

Por otro lado, el ir quedando le ha venido bien mentalmente. Jaime ha pasado a ser un personaje secundario en su vida, ya no piensa tanto en él y cuando lo hace se le aparece de forma lejana, distante, empieza a desenamorarse de él, o quizás a madurar, ambas cosas están relacionadas realmente. Suspira, Carlos se marchará de vacaciones en un par de semanas, quizás no sea tan mala idea seguir con ese asunto, pasará casi todo el verano de viaje y ella también, el estar tanto tiempo juntos solo ha sido cosa de algunas semanas, con su relación más espaciada Mara podrá controlar las cosas.

—A ver... no, no quiero —admite, atreviéndose a mirarle—. Pero Carlos yo no estoy buscando una relación ni nada que pueda llegar a ser serio.

—Yo tampoco —admite él, encogiéndose de hombros.

—Ya pero a veces haces cosas... Bueno, da otra impresión.

—No tengo reparos en mostrar afecto, pero eso no significa que vaya a pedirte en matrimonio —el hombre ladea una sonrisa—. Escucha, si el problema es que te agobia ir muy deprisa, entonces está bien. Pero tienes que decir las cosas, no mandarme a la mierda en una comisaría.

—Es que te pusiste súper asqueroso, de verdad —se queja la muchacha—, te hubiese dado un puñetazo.

—Bueno, nunca he creído demasiado en la reinserción de los reincidentes —alza las cejas—. Pero en fin, ¿entiendo que estamos bien?

—Supongo que sí —asiente ella, aunque no suena demasiado convencida—. Pero Carlos de verdad, no estoy buscando una relación. Tengo que insistir porque no me apetece que haya confusiones más adelante.

—Está bien, no quiero que sientas ningún tipo de presión porque realmente no la hay, ¿estamos? —Ella asiente, haciendo que el hombre sonría—. Bien, ¿quieres que quedemos el sábado entonces? Hoy tengo que hacer algunas gestiones.

Mara asiente, aunque en realidad no está muy convencida de hasta qué punto Carlos es sincero, todo el mundo quiere terminar en algo cuando empieza a salir con otra persona, aunque no haya ningún tipo de compromiso. Todos menos ella, por eso se dedica a dinamitar todo lo que la envuelve. Tampoco le parecería justo, por otro lado, seguir con Carlos por mera seguridad, no se debe utilizar a las personas solo porque no te den problemas. Tal vez solo esté pensando demasiado, calentándose la cabeza más de lo debido, quizás lo único que deba hacer es tomar aire y dejarse llevar.

Y, sin embargo, no puede dejar de mirar su teléfono móvil una y otra vez, observando ese mensaje que todavía está sin abrir en el whatsapp, pero que puede leer en las notificaciones.

Es el mensaje de alguien que conoce muy bien, tanto que ha llegado a la conclusión de que puede enfadarse con él mil veces, pero nunca odiarle del todo.

De alguien que, igualmente, la conoce a ella como ningún otro hombre.

"Linda, ahora te lo digo en serio, tenemos que hablar."






—¿Pero estás bien?

Eduardo habla en voz baja, ha salido un momento del salón para comunicarse con Aurora, después de ver todas sus llamadas se ha enterado de lo sucedido con el video de Ion. Demasiadas cosas en apenas veinticuatro horas, primero lo de la bebé misteriosa, luego la jugada de ese cabrón de Álvarez y ahora el Capilla dando gritos en la habitación de al lado, el muchacho cree que su cabeza le va a explotar.

—Quiero entrar, Edu —hace muchos años que no escucha a Aurora así, la muchacha parece otra, su tono de voz parece distorsionado.

—¿Entrar en qué?

—En tu plan para destruir a Álvarez. Quiero acabar con él Eduardo, que no quede nada de ese hijo de puta.

El chico traga saliva, Aurora es quizás la persona más desapegada que ha conocido, todo le es indiferente, no se preocupa por nada. Incluso cuando la prensa le ha atacado, intentando ir a su yugular, ella sencillamente se ha encogido de hombros, dejándolo pasar. Los problemas mundanos no son para ella, que palia cualquier tipo de inconveniente con algunas cervezas y drogas duras. Escucharla sobria, seria y adulta, declarándole la guerra al tipo más desagradable de la televisión nacional solo puede significar una cosa: Álvarez ha conseguido darle dónde más duele.

Eduardo no ha visto el programa, apenas ha tenido tiempo con todo lo que lleva encima, pero puede imaginarse el momento sintiendo un amargo revoltijo en la boca de su estómago. Evidentemente todo fue una encerrona, ¿pero cómo? Ese video era de Fran, está seguro de que él, por capullo que sea, jamás se lo mostraría a un tercero. Es cierto que Álvarez tiene muchas fuentes pero eso no era un cotilleo, sino un video archivado, ¿cómo es posible que haya caído en sus manos?

Se deshace de esa pregunta, ahora no es momento de responderla, todo ha caído sobre él como un montón de sacos con los que no puede lidiar, tiene que compartimentarse.

—De acuerdo, nos vemos mañana a primera hora —responde el chico, sabe perfectamente lo que debe hacer—. Vamos a cargarnos a ese hijo de puta. Ahora tengo que colgarte, mi hermano ha tenido una hija.

—¿Pero qué coño dices? —Inquiere la chica desde la otra línea, totalmente estupefacta.

—Mañana te cuento —responde él, soltando un suspiro de cansancio—. Y Auro, no hagas tonterías. Quédate en casa, descansa y no mires twitter.

—Edu.

El joven, que estaba a punto de colgar, se coloca de nuevo el teléfono sobre la oreja.

—¿Sí?

La voz de Aurora se tarda en escuchar, cuando lo hace parece sacada de ultratumba.

—Ese cabrón es mío —reclama, como la bestia que desea recuperar su territorio—. Lo quiero muerto.

La chica cuelga, dejando un silencio sepulcral, a Eduardo se le han puesto los pelos de punta, jamás se ha topado con una Aurora así, tan dispuesta a cualquier cosa. Es como si de repente fuese otra persona, lo ocurrido en el programa la ha transformado de algún modo, como solo la presencia de Ion puede hacerlo. Garrrochotegui fue la única persona que logró contener a Aurora en su día, estando muchísimo más revolucionada que ahora, con las hormonas a flor de piel y una adolescencia más que problemática en su punto álgido. Después de tantos años, su fantasma todavía es capaz de hacerla mutar. Edu no sabe muy bien cómo acabará todo esto, pero sí cómo pasar a la acción.

—¡Es que yo te voy a matar!

Los bramidos de su padre le devuelven a la realidad. Joder, se había olvidado completamente de eso.

Los hermanos De la Vega, ante la ausencia habitual de sus respectivas madres, ha ido con la niña a la finca del Capilla, el cual evidentemente no se ha tomado nada bien lo de tener una 'bastarda', como él mismo la ha llamado. Eduardo ha ratificado en ese momento la idea de que su padre todavía vive en la edad media.

Alonso está cagado de miedo, en cualquier momento seguro que se mea. Siempre ha sido un crío malcriado e infantil, demasiado centrado en sí mismo, súper narcisista pero ante todo un irresponsable. Solo quiso irse a Estados Unidos para mantenerse fuera de la vigilancia paterna, pero trabajar nunca ha sido lo suyo, de hecho ni siquiera sabe hacerse cargo de sí mismo con cosas súper básicas.

Cuando Edu vuelve al salón, la niña está siendo sostenida por una de las mujeres del servicio, que parece tener bastante buena mano, cada vez que alguno de los hermanos intenta tomarla en brazos esa pequeña bola de carne se pone a llorar como una condenada. El torero tiene cogido a su hijo menor por el cuello de la camisa, con la vena del cuello hinchada y los ojos inyectados en sangre, parece un psicópata rabioso a punto de cobrarse su próxima víctima. Alonso está todo rojo, sudado, siente que se encuentra en una pesadilla sin salida.

—¡Primero me cuestas una fortuna y ahora esto! —Lo suelta con violencia, tirándolo hacia un lado. El chico se tambalea un poco antes de recobrar la compostura—. ¿Sabes lo que dirá la prensa como se entere? ¿Y la gente? ¡Esto es la ruina de la familia!

—Me alegra ver que sigues en tu línea y la gente sigue siendo mucho más importante que el bienestar de tus descendientes —ironiza Eduardo, intentando poner algo de calma en todo ese caos.

El Capilla lo observa, furibundo, en sus ojos puede ver que jamás le perdonará el haber salido 'invertido'. Lo que más le jode de que su hijo mayor, el primogénito, no sea normal es saber que hubiese sido un buen heredero de haber encajado en la normatividad. Eduardo tiene cerebro, al contrario que Alonso, y el Capilla jamás piensa perdonárselo.

—Como vuelvas a hacerte el gracioso te parto la cara de un guantazo —lo amenaza, señalándole con el dedo—. Esto es culpa tuya.

—Oh claro, yo estaba por California susurrándole a mi hermano que la metiese sin condón —responde, irónico—, puedo manipular mentes a distancia, rollo vampiro de Crepúsculo.

—¡Te he dicho que dejes de hacerte el gracioso! —Brama el padre, fuera de sí—. ¡Esto es un escándalo con mayúsculas! ¡Una bastarda en la familia!

El bebé empieza entonces a llorar y Eduardo siente por primera vez algo de ternura por la niña, está teniendo su bautizo como nuevo miembro de la familia De la Vega, podría decirse que hasta resulta conmovedor. Eduardo de la Vega padre creando traumas desde el primer trimestre de vida, todo un clásico, algún día la chiquilla hablará de esto con su terapeuta, ya es una tradición familiar.

—Uno intenta ser buen padre, darle a sus hijos todo lo que quieren, pagarles las mejores academias, universidades, ¿y cómo se lo pagan?

—¿Con necesidad de antidepresivos por estrés postraumático? —Inquiere Eduardo, cruzándose de brazos.

—Yo te voy a matar ya mismo.

Eduardo padre se abalanza sobre su hijo mayor, pero es Alonso quien intercede entre ambos, intentando pararlo pese a recibir un par de bofetadas en el aire.

—¡Tú no te hagas ahora el héroe! —Le espeta el padre, haciéndose a un lado—. Sois los dos iguales, el maricón y el descerebrado, en mala hora me casé con vuestras madres, han sido una influencia terrible para vosotros.

Eduardo alza las cejas, incrédulo, lo dice el hombre apuntado a la red de Sugar Daddies porque necesita follarse a veinteañeras para reafirmar su masculinidad, manda cojones la cosa.

—Bueno muy bien papá, pero qué vamos a hacer con la niña —suspira el mayor, todo ese embrollo empieza a cansarle.

—Primero vas a hacerte pruebas de paternidad —señala a Alonso—, a saber si esa cosa es tuya, seguramente te la habrá endosado porque sabe que eres tonto y te la quedarás.

—¿Y... y si es... bueno, mía? —Balbuce Alonso, sin atreverse a mirarle.

—De eso ya nos ocuparemos después. Ahora lo importante es que nadie se entere de esto, ¿me habéis entendido? ¡Nadie! Si la prensa se hace eco tendremos cincuenta periodistas en la puerta de casa las veinticuatro horas, como algo así suceda os juro que os caparé.

—¿Por qué me metes a mí en eso? Yo no puedo dejar a nadie embarazado.

—Tú te callas que cualquier día me vienes con el sida.

—Oh, por supuesto —Eduardo pone los ojos en blanco.

—Soy un buen ciudadano, soy un buen español —Eduardo y Alonso se miran, ya empieza con el discurso lacrimógeno, qué ganas de suicidarse—. Pago mis impuestos, doy nombre a este país, contribuyo a la economía con mis empresas. Respeto las tradiciones, la moral, lo que está bien, ¿y cómo me lo paga Dios? Con un hijo retrasado y un muerdealmohadas. Me voy a mi habitación, no puedo más, este es un disgusto grandísimo.

—Pero señor —dice la mujer del servicio—, ¿qué hacemos con la chiquita?

—Déjala por ahí, ya se me ocurrirá algo.

Cuando el Capilla desaparece, hundido en su espiral de autocompasión, los hermanos respiran aliviados.

—Bueno, no ha ido tan mal —comenta Alonso, algo más animado.

Eduardo lo fulmina con la mirada.

—Vete a la mierda.






Aurora no le coge el teléfono, está muy afectada por lo sucedido. Su hija siempre ha sido bastante hipersensible, en seguida se queja por todo, Martina piensa que en el fondo es un poco adicta al drama. Típico de los hijos únicos, quieren captar la atención constantemente. Aurora es así desde niña, incluso en los momentos complicados ella ha tenido que ser siempre la protagonista, no puede soportar que la ignoren. Es cierto que meter el video de Garrochotegui en el programa fue un golpe bajo, pero no es para que se lo tome así, el cadáver del chiquillo lleva frío casi una década, ya va siendo hora de que su hija lo supere de una buena vez.

Se enciende el cigarrillo, dándole un par de caladas, en el fondo no puede evitar estar contenta, ha recibido una veintena de llamadas preguntándole por el tema. Martina vuelve a estar en la cresta de la ola, lo que significa un buen incremento de los ceros en su cuenta corriente. Por supuesto, piensa aprovechar todo el eco mediático que gane para destruir al inepto de su ex marido, nadie le lleva a juicio para quitarle la manutención y se sale de rositas.

—¿Maquinando cómo conquistar el mundo?

Raúl se coloca a su lado, dispuesto a fumar. Debería estar pletórico ese pedazo de mierda, todo ha salido tal y como lo planeó. Todavía no sabe cómo se las apaña, pero siempre consigue lo que quiere. En otro momento quizás lo maldeciría por ello, pero esta vez ha jugado también para ella, así que no puede quejarse.

—Es mejor que verlo arder —responde, mirándolo de reojo.

El hombre reprime una sonrisa divertida, son pocas las veces que no se tiran los trastos a la cabeza, y aunque Martina no es muy fanática de unirse al enemigo, en ciertos momentos resulta más que necesario.

—Todavía no sé cómo la convenciste para que fuese a plató.

—Eso tienes que agradecérselo al imbécil de Joaquim, fue el detonante —contesta, ya intentó semanas atrás que Aurora accediese a salir en televisión, pero esta se negó rotundamente. Que Quim le quitase la paga fue todo un giro inesperado, pero beneficioso. Aurora estaba tan sacada que a Martina no le costó convencerla—. Recuerda nuestro acuerdo: el cuarenta por ciento de todo lo que saques tiene que ser mío.

—No te preocupes, sé cómo llevar mis empresas —le asegura el colaborador, dándole una calada al pitillo—. Tú encárgate de guiar a tu hijita por el buen camino y aconsejarla bien.

—Para una vez que me escucha habrá que sacarle provecho —ríe la mujer—. Pero tampoco me presiones, ahora mismo probablemente quiera matarte, no creo que sea prudente presionarla.

—Bueno, hay tiempo, al fin de cuentas solo es una cuestión de dinero —se encoge de hombros—. Buen pico que nos hemos llevado por todo este montaje, ¿vas a cambiarte la cara otra vez o temes que la silicona empiece a hacerte reacción?

—Vete a tomar por el culo, Raúl —le espeta con desprecio—. Dime una cosa, ¿cómo conseguiste el video?

El hombre suelta una tremenda carcajada, es obvio que no se lo dirá, Martina tampoco tiene especial curiosidad en ello porque sabe que Álvarez puede lograr lo que se proponga, sobre todo si es para mal. Sin embargo, eso no le quita lo curiosa.

—Todo se sabe en el infierno, Latini —responde, todavía entre carcajadas—, no te metas entre sus llamas o podrías quemarte.

—Ten cuidado, Raulito —Martina se deshace del cigarro, ahora convertido ya en colilla. Despega su espalda de la pared y mira al que ha sido su cómplice en todo lo sucedido durante el último especial del programa. Raúl consiguió el video, Martina manipuló a Aurora, ambos llevan días embolsándose miles de euros sin parar. Un negocio redondo para lo que solo ha tenido que vender una parte de su ya más que fraccionada alma, el cuento de siempre—. El diablo vale más por viejo, no por diablo. Si quieres mi consejo, nunca creas que has ganado, siempre estarás a tiempo de perder.

—Por eso siempre tengo un plan alternativo, pero te lo agradezco de todas formas. Supongo que nuestra tregua llega hasta aquí.

—Podemos alargarla unas semanas más, hasta que hayamos exprimido el tema, luego volveré a intentar hundirte mediáticamente.

—Será un placer humillarte cuando trunque tus planes.

Martina le sonríe con cinismo, dirigiéndose hacia la puerta para volver hacia dentro del estudio. Quizás haya sido un poco deshumanizado pactar con el miserable de Álvarez, pero no es nada en contra de Aurora o alguno de sus amiguitos, sino una mera cuestión de supervivencia. Martina lleva décadas intentando seguir dentro de la televisión, apañándoselas para mantener viva la llama que le hacía ser alguien en el panorama español, ese fantasma de su juventud del que ya solo queda un esqueleto putrefacto. Su vida consiste en persistir sorteando la cresta de la ola, y para eso está dispuesta a hacer lo que sea, hasta las acciones más viles o reprobables, como exponer y vender a su propia hija.

Ella debería entenderlo, al fin de cuentas —piensa la mujer—, nunca ha sido nada personal.

Jamás lo es, en realidad.


Continue Reading

You'll Also Like

45.7K 1K 56
Se preguntaran ¿que es esto? Bueno la respuesta es simple es un lugar donde encontraras buenas historias. Yo estoy haciendo esto, no para mi, ni para...
38.2K 2.5K 43
Esta historia pasa en el mundo de hh (hazbin hotel) pero Alastor no es aroace, solo asexual. La historia es después de la batalla contra Adam.
187K 19K 37
──"𝐓𝐄 𝐀𝐌𝐎 𝐘 𝐓𝐄 𝐎𝐃𝐈𝐎 𝐀𝐋 𝐌𝐈𝐒𝐌𝐎 𝐓𝐈𝐄𝐌𝐏𝐎" "𝘌𝘯 𝘥𝘰𝘯𝘥𝘦 𝘔𝘢𝘥𝘪𝘴𝘰𝘯 𝘺 𝘈𝘭𝘥𝘰 𝘴𝘦 "𝘰𝘥𝘪𝘢𝘯" " 𝘖 "𝘌𝘯 𝘥𝘰𝘯𝘥𝘦 𝘔�...
274K 12.5K 57
______ una chica joven. Austin el tipico vecino molesto ¿Que pasaria si ellos dos se enamoran? Esta historia habla sobre la vida que tuvo que sobrel...