10 años después...
El atardecer se ve perfectamente reflejado en el lago.
Los matices naranja se mezclan con los amarillos y hay una combinación tan perfecta que me hacen sonreír.
Incluso después de tanto tiempo y cuando miro el lago, los recuerdos de Cody me hacen sonreír. Ya he sanado, pero eso no significa que lo haya olvidado.
Ocupo mi mano como visera contra los rayos del sol y el anillo en mi dedo anular produce reflejos de colores.
Ver esos destellos siempre trae a mi mente la vez que Sam me propuso matrimonio.
Después de tantos años nuestro amor sigue intacto, como la belleza del cielo cada día.
Veo a Henrik recoger piedras en la orilla y meterlas en un pequeño balde rojo.
-¡No te alejes tanto!- Le advierto a mi pequeño de cuatro años.
Pero tan obstinado como su madre puede ser, sólo me sonríe y sigue alejándose por la orilla.
-¡Mami mira! ¡Un caracol!
Siento un movimiento en mi estómago y como si él lo supieras de ante mano. Siento unos brazos rodearme desde atrás y un mentón siendo apoyado en mi hombro.
Aparto mis manos de mi cara con una sonrisa cálida y entrelazo mis dedos con los de Sam sintiendo las pataditas de Caitlyn en mi vientre hinchado.
-Hola pastelito.-Murmura cerca de mi oído. Su voz produce cosquillas.- Y hola a mi pastelito que se cocina dentro del horno-mamá.
Me hecho a reír.
-¿Es en serio Sam? ¿Me acabas de comparar con un horno?
Me besa el cuello sin parar de agitarse por la risa.
Amo esto.
Lo que la vida me dio.
Y aunque tuve que pelear cada día por conseguir lo que tengo. Valió la pena porque al final, no conseguí solamente lo que quería sino que obtuve un par de lecciones que me cambiaron por completo.
Pelea, incluso cuando ya no puedas.
Grita, incluso si tu garganta duele.
Levántate, incluso si la vida vuelve a golpearte.
Y ama, incluso cuando todo parezca oponerse a que lo hagas.
Veo a mi hijo caminar hacia nosotros con su balde lleno, tan sonriente y con sus ojos verdes chispeantes de emoción.
-¿Sam?
-¿Sí, pastelito?
-Eres mi amor épico.
Fin.