Por culpa de un instante (Com...

By BiancaMond

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Un malentendido lleva a Brenda a enemistarse con el chico más popular del curso. Pero Lucas no es tan malo co... More

Sinopsis
1. Pulga
2. Lucas Urriaga
3. Un infierno para ti
4. El que ejecuta el bajo
5. Trato hecho
6. Durazno
7. El Bar Polzoni
8. Por fin un amigo
9. La melodía del amor
10. Esta no es una cita
11. Hubiese preferido alacranes
12. Nada es lo que parece
13. ¿Quién pierde este juego?
14. Memorias de una dulce venganza
15. Sólo resta confesar
16. Por culpa de un instante
17. Esta tampoco es una cita
18. Una aterradora verdad
19. El amor es ciego
20. Veintiuno de julio
21. Mi lugar favorito
22. Ni el héroe ni el villano
23. No podemos
24. Debo sacarla de mi cabeza
25. Sabía que esto pasaría
26. Cálmate, Pulga
27. Yo... ¿De novia?
28. Estaba jugando conmigo
29. Puedo ser un perfecto idiota
30. A veces, la verdad duele
31. Un dúo inesperado
32. Un "te quiero" en sueños
33. No puedo perder
34. No me importa perderme si es con él
35. Me hubiese quedado en la cabaña
36. Una oportunidad
37. Se acabó la farsa
39. Tu novio falso
40. Los latidos de tu corazón
41. El lugar que se ha ganado
42. No es el momento
43. Esta sí es una cita
44. Una llamada "de rutina"
45. ¡Ya sólo vete!
46. Son los celos...
47. ¿Esto es un maldito juego para ti?
48. Deberías saberlo
49. ¿Dejà vú?
50. Vegvisir
51. La confianza es la base de una relación
52. Lo que le prometí
53. Dejé que me lastimaran
54. Lo arruiné
55. La pareja perfecta
Epílogo
Novedades y agradecimientos
Ese último momento

38. Ya acéptalo, Brenda

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By BiancaMond

La mañana del catorce, Stacy me despierta cubriéndome de besos y abrazos.

—Buen día, cumpleañera —se acomoda en mi cama y me acerca un obsequio envuelto en un llamativo papel rosado. Lo reviso y encuentro un bonito vestido floreado. Con solo verlo puedo asegurar que me quedará perfecto—. Es para que lo lleves esta noche —me hace un guiño en complicidad.

Le doy un fuerte abrazo. Siempre se esfuerza por hacerme pasar el mejor cumpleaños posible.

Me alisto y bajo al comedor. Mamá y Eric me esperan en la mesa con una sonrisa en los labios. Ambos me saludan con mucho cariño y me entregan sus regalos. Mamá me compró un perfume y él un libro que estaba esperando leer.

Tadeo me llama después del almuerzo y promete pasar a verme más tarde. También recibo la llamada de muchas de mis amigas del colegio anterior y, por supuesto, de Malcom, con quien me demoro al menos una hora, poniéndonos al corriente.

Estoy pasando un día maravilloso, recibiendo el cariño de mucha gente de mi antigua ciudad, a pesar de la distancia. Y de la nueva también. Incluso Gloria me llama y me dedica unos minutos, porque el otro día, en la pasantía, le comenté sobre esta fecha.

Claro que ninguno de mis compañeros de curso se ha comunicado conmigo y, en verdad, no esperaba que lo hicieran. Solamente Graciela me escribe un mensaje, la chica que me ayudó a organizar el campamento. No puedo decir que la considere mi amiga, sin embargo, sigue siendo la única compañera que me habla de vez en cuando.

Y, por supuesto, Lucas no se ha pronunciado.

No puedo evitar querer verlo hoy, para que este día sea perfecto.

Pero como es domingo y las cosas siguen raras entre nosotros, sé que no será posible.

Stacy se está probando la ropa que usará esta noche. Se admira delante del espejo, mientras yo leo el comienzo del libro que Eric me obsequió.

El sonido de mi celular me alerta de nuevo y me incorporo para contestar.

Por fin papá me devuelve las llamadas que le estuve haciendo en estos días.

—Feliz cumpleaños, hija —me saluda con ternura—. Espero que pases un lindo día.

Aprieto el celular contra mi mejilla, emocionada.

—Gracias, papá —le contesto, con una sonrisa enorme—. Estaba esperando hablar contigo.

Veo a Stacy llevar los ojos arriba, a través del espejo, mientras se trenza el cabello

—Sí, es que estaba muy ocupado —se excusa, igual que siempre.

—Lo sé —me paseo por la habitación, un poco nerviosa—. Quería invitarte a una cena esta noche. Puedes traer a tu familia, si quieres.

Un silencio incómodo se extiende durante unos segundos.

—Oh, Brenda... —contesta luego—. Lo siento, linda. Pero no va a ser posible.

Mi pecho se comprime al escuchar su respuesta.

—¿No vas a poder venir? —insisto, para asegurarme—. ¿Ni siquiera un momento?

Stacy nota mi reacción y me observa con curiosidad en el reflejo.

—No, es que estamos saliendo de viaje el día de hoy —comenta algo triste, pero se alegra al instante en que continúa—. ¡Nos vamos durante dos semanas a la playa! Será una experiencia maravillosa —hasta lo escucho reír, mientras todo en mí se hunde.

—Pero... —procuro que mi voz no suene tan angustiada—. ¿Tenías que viajar justo en este día?

Se suponía que sería el primer cumpleaños que pasaría con él, después de tantos años.

—Es que, hija. No sabía...

Eso es más de lo que puedo soportar.

—¿No sabías que era mi cumpleaños? —lo interrumpo al instante.

—No sabía que harías una fiesta —contesta, con desagrado.

Encima tiene el descaro de ofenderse.

—Por supuesto que no lo sabías, si fuiste incapaz de devolverme las llamadas —no puedo evitar reclamarle, esta vez.

Stacy voltea hacia mí, sorprendida porque nunca antes le había hablado así a papá.

—¡Ya te dije que no tuve tiempo! —él me alza la voz ahora—. Tengo un trabajo y una familia de la cual ocuparme.

¿Y acaso yo no soy su familia?

—No te veo desde hace meses —insisto—. ¡Y sólo te pido que hagas un esfuerzo por mi cumpleaños!

—Te lo compensaré en otra oportunidad —contesta, más relajado de lo que debería. Más de lo que yo estoy ahora.

—No habrá otra oportunidad —replico, perdiendo ya toda esperanza de verlo esta noche.

Él suelta un suspiro, cansado. Así como me siento yo después de haber intentado por tanto tiempo tener una buena relación con él.

—Brenda, estás exagerando. Simplemente hoy no puedo.

Mi hermana me lanza una mirada advirtiendo que deje de insistir, de humillarme ante su falta de afecto. Pero necesito respuestas. No puedo callarme más.

—No se trata solo de hoy... —exteriorizo—. Nunca tienes tiempo para nosotras.

Quiero que lo sepa. Que entienda cómo me siento. Y por un segundo creo que mi sinceridad conseguirá tocarlo. Hasta que su respuesta llega.

—¡No seas dramática! ¡No puedo estar pendiente de ti!

¿Pendiente de mí? Si no lo está desde hace años...

Mis ojos se llenan de lágrimas y corro el riesgo de que se me quiebre la voz.

—Claramente, nunca lo estás —le contesto, antes de cortar la llamada sin despedirme.

Stacy se aproxima y me arrojo a sus brazos, derrotada. Las lágrimas se deslizan por mis mejillas hasta perderse debajo de mi mentón.

Todo lo que ella me ha dicho con respecto a papá durante toda mi vida se hace presente en mi mente.

Que nunca tiene tiempo para nosotras. Que su prioridad es siempre su otra familia. Que ni siquiera le importamos en verdad.

En el fondo, siempre supe que todo eso podía ser cierto. Pero confirmarlo así, justo en este día, es demasiado.

Él, más que nadie, debería ocuparse de mí hoy. Sabe perfectamente que es la razón por la que me cuesta ser feliz en mi cumpleaños. ¿O acaso se le olvida que se fue de casa el día que cumplí los seis años?

Me aferro a los hombros de Stacy y ella acaricia mi cabello con dulzura.

—No te pongas así por él —me ruega—. No vale la pena.

—Es que no puedo —contesto, con la voz entrecortada por el llanto—. ¡Es nuestro padre! ¿Cómo puede ser tan insensible?

—Ya acéptalo, Brenda —insiste ella, sin darse cuenta de que sus palabras me lastiman mucho más—. No nos quiere.

Mis lágrimas surgen con mayor intensidad, una vez que la escucho afirmar eso que ya me temía.

Me siento tan débil que me cuesta sostenerme. Stacy me acerca a la cama y me sienta en ella.

Si hay algo que detesto, es llorar. Porque una vez que empiezo, es porque de verdad tengo el corazón roto. Y no puedo parar.

Por eso nunca me permito estar triste, ni dejo que nadie me lastime. Porque sé que cuando me entrego de verdad, cuando amo con todas mis fuerzas, me vuelvo una persona muy frágil.

Ella limpia mis lágrimas, pero es en vano, porque mi rostro se vuelve a empapar al instante.

—Vamos, no estés así —acaricia mi cabello con delicadeza—. Salgamos juntas a algún lugar —propone, para animarme.

Pero nada me puede animar ahora.

Observo mi celular, sobre la cama.

Papá ni siquiera se ha dignado en volver a llamar. No le interesa haber arruinado mi cumpleaños otra vez.

Me dejo caer en la cama, superada por el dolor.

—No quiero ir a ningún lado —acomodo mi cabeza en la almohada y dejo que mis lágrimas mojen la tela.

Sé que Stacy está angustiada y preocupada, porque nunca me ha visto llorar así, pero no puedo evitarlo.

—No puedes dejar que te afecte de esta manera —me reprocha levemente.

Pero no me ayuda su actuar, ella no comprende lo que yo siento con respecto a papá. Nunca nos entendimos en ese sentido. Así que le pido que me deje sola y, luego de insistir un poco, me obedece y se va.

Me quedo acostada allí, recordando cuando éramos niñas y él sentía debilidad por nosotras. No entiendo en qué momento dejamos de ser su prioridad. Si fue cuando se separó de mamá, o cuando formó una nueva familia.

Tal vez fue la distancia, tantos años viéndolo muy poco.

Aunque, probablemente, nada de eso hubiera detenido a un padre más entregado que él.

Me invade un terrible vacío. Como si toda mi vida hubiera vivido engañada. Pensando que en verdad nos quería y que, a pesar de tener otros hijos, no se había olvidado de nosotras. Justificando siempre su ausencia de cariño con su poco tiempo.

Lloro en silencio, abrazada a la almohada, hasta que unos golpes tímidos suenan en la puerta.

No quiero que nadie me vea así, por lo que evito contestar.

Dos golpes más, al cabo de un momento.

—Brenda, soy Tadeo —la voz de mi amigo se escucha del otro lado—. Sé que estás ahí.

Suelto un suspiro y me limpio rápidamente las lágrimas que no han parado de brotar.

—Pasa —contesto en voz alta.

Tadeo ingresa con cuidado y se sienta en mi cama, observándome con tristeza en los ojos.

—Te llamé varias veces —me coloca una mano en el hombro—. Como no me contestaste, vine.

Asiento, pero no le respondo. Es verdad que escuché sonar mi celular y no me levanté a revisarlo.

—Stacy me dijo lo que ocurrió con tu padre —prosigue—. Pero, no puedes estar así hoy.

—Tadeo, no te ofendas, pero quiero estar sola —lo detengo. No quiero que empiece a insistirme, porque sé que no me podrá convencer.

Me da pena verlo tan angustiado al no poder ayudarme. Se nota que se siente impotente. Y no puede hacer nada para cambiar mi humor, lo sé.

Tal vez mañana mejore. Por lo pronto, mi día ya está arruinado.

A pesar de haberle pedido que se vaya, mi amigo se queda unos minutos más a mi lado, acariciándome e intentando consolarme, mientras continúo llorando. En verdad valoro sus palabras de aliento, pero la verdad es que no me gusta que me vean llorar.

Luego de largos intentos por hacerme sentir mejor, parece entenderlo y se pone de pie, de repente.

—Brenda, me tengo que ir —anuncia, repentinamente.

Asiento y me despido, antes de verlo desaparecer tras la puerta.

Continúo perdida en mis recuerdos de infancia. Estiro mi celular y contemplo el colgante de gatito que papá me había regalado cuando era pequeña.

Siempre lo tuve conmigo, desde esa época. Excepto el corto tiempo en que Lucas se quedó con este y lo guardó en su billetera. Para mí, siempre fue el símbolo de mi relación con mi padre. Un recuerdo de lo apreciada que era por él. De lo mucho que me quería.

Ahora entiendo que nada de eso tuvo sentido. Papá ni siquiera piensa en nosotras. Y la angustia terrible que eso me genera parece haberse instalado en mi cuarto.

Sujeto el colgante entre mis dedos, lo arranco y lo arrojo al cesto de basura. Esperando que ese gesto me haga sentir mejor.

Por el contrario, me duele aún más.

Stacy ingresa y se sienta de nuevo al borde de mi cama.

—Espero que no le hayas dicho a mamá sobre esto —susurro.

Sé que ella se sentirá muy triste si ve que estoy así.

—No, no lo hice —me aclara. Comienza a acariciar mi cabello con cariño—. Pero ya no puedo verte así. Tienes que levantarte de la cama.

—No insistas —le pido. Entonces oculto mi rostro en la almohada.

Ella sigue dándome mimos durante un largo rato, hasta que dos golpecitos en la puerta llaman nuestra atención.

—No dejes entrar a nadie —le pido entre sollozos.

Me resulta imposible sacarme este pesar de encima. Y tampoco lo intento, porque es así de miserable como me siento ahora. Tanto que no me quiero sentir bien. Prefiero estar aquí, afligida en silencio.

Ella se levanta de la cama y la escucho acercarse a la puerta. No levanto el rostro de la almohada. Lo más probable es que se trate de mamá o de Eric, y prefiero que Stacy les diga que estoy dormida. El sonido de la puerta me demuestra que se abrió y cerró al cabo de unos segundos. Mi almohada está bastante mojada ya.

Escucho que se acerca de nuevo, de a poco.

—¿Quién era? —le pregunto, conteniendo un nuevo lamento.

Pero no me contesta. Su peso se siente de nuevo en mi cama, esta vez con mayor firmeza, y sus dedos se cuelan entre las hebras de mi cabello, sobre mi nuca, proporcionándome unos leves temblores que estremecen todo mi cuerpo.

Es como si mi piel extrañara ese contacto, esa dulzura a la que ya se ha acostumbrado, y que, sin embargo, siento tan lejana.

Su calidez me envuelve por completo y, definitivamente, mi cuerpo reacciona de manera diferente ante cada una de esas caricias que ya estoy segura, no provienen de mi hermana.

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