Huracán ✔️

By paolacalderongt

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Emily Preston es una joven con muchos sueños; lucha para poder lograrlos día con día, para ello todas sus act... More

Prefacio
Piloto
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 40
Capítulo 41
Capítulo 42
Capítulo 43
Capítulo 44
Capítulo 45
Capítulo 46
Capítulo 47
Capítulo 48
Capítulo 49
Capítulo 50
Capítulo 51
Capítulo 52

Capítulo 37

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By paolacalderongt

Cuando llegaron a la hacienda la seguridad estaba duplicada, Lagarto fue el primero que salió para atender a su jefe y ponerse a sus órdenes.

—Estás sin zapatos, será buena idea que vayas a cambiarte —comentó Eleazar.

Se veía muy serio desde el comentario de Lizardo por lo que ella no quiso indagar, no por el momento.

—Te veo adentro —respondió y fue a la casa.

Rosa estaba al pendiente también, y ya tenía listo un té de limón por aquello de los sustos. Claro que ella también se asustaba, pero de cierta forma ya estaba acostumbrada a ese tipo de sorpresas.

—Estaba preocupada hija, pero que bueno que estén bien —dijo Rosa, y le dio un abrazo a Emily.

—Fue todo tan rápido que creo que ni tiempo de asustarme me dio.

—¿Eleazar cómo está?

—Él está bien, creo.

—¿Por qué lo dudas?

—No por nada, quizás es el shock nana. Prácticamente me gasté todas las municiones de mi arma y ni cuenta me di. Voy a subir a cambiarme y darme una ducha.

—De acuerdo mi niña.

Emily se había quedado muy pensativa, si estaba sorprendida por lo que había vivido, pero no era la primera vez así que de cierta forma fue un poco más llevadero, aunque le sumara que ahora había actuado como debía hacerlo antes.

Su ropa ya estaba en la habitación que compartiría con Eleazar por lo que entró, pero al no saber cuáles eran los cajones de ella comenzó a buscar uno por uno en todos, hasta que se topó con una serie de fotografías que jamás había visto.

En ellas se veía a él y a Mouro comiendo muy tranquilos, y con otro hombre que seguramente era el famoso: "comarca"

—¿Qué haces? —preguntó Eleazar extrañado.

—Estaba buscando mi ropa interior y me encontré con esto. ¿Eras amigo de Mouro?

—No precisamente, guardo la foto porque es la única que tengo con el "Comarca" fueron buenos tiempos Emily.

—¿Y Mouro siempre fue así de malo?

—No exactamente, no conmigo porque se supone que era su aliado. Pero no quiero hablar sobre eso.

—No, yo tampoco.

—Ven aquí por favor —dijo y la abrazó—. Perdóname por exponerte a esto.

—En las buenas y en las malas, esa fue la promesa —lo vio ella fijamente.

Él ya no dijo más y la besó.

—¿Puedo preguntar algo?

Emily no estaba muy segura de que fuera el momento, pero deseaba hacerlo.

—No, no ahora. ¿Por qué mejor no nos damos un baño? —sonrió con picardía.

Había algo especial que Emily notaba en su esposo, no parecía cómodo con la situación que acababan de enfrentar pese a que no era la primera vez. Era como si Eleazar no hubiera perdido aún su tono de humanidad que era lo que no le complacía haber dejado cuerpos tirados, a ella no era que no le afectara, era sólo que su puntería no había sido tan afinada por lo que no se podía sentir mal; más que por algunas heridas en sus adversarios.

La ducha estaba tibia y ninguno de los dos podía evitar recordar la ocasión en la que ya la habían compartido, pero en diferentes circunstancias: la vez que Mouro había llegado por Emily.

Lo que habían vivido no era algo fácil, pero el que estuvieron juntos lo hacía más llevadero y por lo mismo, menos complicado de sobreponerse. Por un tiempo se olvidaron del mundo y únicamente fueron ellos.

—¿Puedo preguntar ahora? —preguntaba Emily luego del baño.

Aún estaba en bata, pero no quería dejar pasar el tiempo.

—De acuerdo, pregunta —respondió, mientras sacaba un traje para vestirse.

—Si no fue Mouro, ¿Quién pudo ser?

—Otro cartel, pero no quiero hablar sobre eso hasta que no esté seguro.

Eleazar volvió a la seriedad.

—No te vistas, quédate conmigo acá en la habitación. Podemos ver una película y olvidarnos de todo.

—Emily necesito ver muchos asuntos.

—Ya tuvimos suficiente por hoy, quédate conmigo por favor. Es nuestra luna de miel.

—Bueno, entonces por lo menos vamos a comer algo.

—Pidámosle a Rosa que nos suba algo y vemos una película.

—Está bien. Cómo decirte que no —la abrazó y volvió a besar—. Pero déjame bajar y pedirle que suba un buen menú.

—Llámala, no me dejes —suplicó.

—Haber ¿Qué sucede que estás tan cariñosa?

—Eres mi esposo, creo que es normal.

—Lo sé, pero...

—Lo de hoy me asustó a una forma de decirte que no sé que haría si en algún momento te sucede algo.

—Eso no va a pasar.

—Espero que no, pero ambos sabemos que no eres blindado. Ya vi está herida —señaló la del hombro.

Para nada se imaginaba que  la cicatriz que señalaba era justo de la bala que había recibido cuando fue a defenderla la ocasión en el edificio en donde murió Neco.

—No tiene importancia.

—Si la tiene y mucho. ¿Qué hubiese pasado si en vez de ser en el hombro hubiese sido en el pecho?

—Habría valido la pena.

—¿Hablas enserio?

—Totalmente.

—Dices que habría valido la pena morir en esa ocasión.

—Sí.

—¿Cuándo te la hiciste? Eso me haría entender de qué hablas, ¿fue por salvar a alguien o por algo bueno?

—A ti.

—¿Cómo? —frunció el ceño.

—Fue la vez que Mouro mandó a sus hombres al edificio en dónde estabas, la misma vez que me tuviste miedo. Así que por eso habría valido la pena, hubiera muerto por defender a la mujer que amo.

Emily no supo que responder. Una lluvia de emociones la llenaron por todo el cuerpo. Era impresionante que, sin saberlo, el hombre que tenía frente a ella y ahora su esposo, había hecho más por ella que su misma familia.

—No te lo dije para que te sintieras mal, no tenía en mente mencionarlo.

—Lo sé, es sólo que no puedo evitar sentir dos cosas.

—¿Cuáles?

—Que te amo más que antes, y que fui una tonta al pensar que me querías hacer daño.

—Sí, debo de darte la razón en la que pensaste mal, pero ya quedó en el pasado. Ahora si me lo permites voy a llamar a Rosa para que nos suba algo de comer, antes de que las tripas comiencen a gruñir por el hambre.

***

El sol estaba a punto de caer, no eran muchas las horas de diferencia hasta Colombia, el sonido del motor adornaba las calles conforme la velocidad permitía ir avanzando. Leo había logrado encontrar una nueva carrera y no había perdido el tiempo para poder correr y atraer siquiera así el recuerdo de Emily.

Era prácticamente imposible que perdiera y esa carrera no fue la excepción.

—¡La rompes hermano! —exclamaba Tony.

—Cincuenta millones, nada mal —decía, mientras contaba el dinero ganado.

—Hay algo que no sé si deba decirte, pero considero que es bueno que lo sepas, eso le dará más tranquilidad a tú situación.

—¿Qué? ¿Sobre Emily?

—Sí —acentuó la cabeza.

—¿Le pasó algo?

—Se casó con Pájaro. Te lo digo únicamente para que te sientas menos culpable por quedarte con Barbara y dejes de pensar que la traicionaste.

Leo no respondió nada y subió a su auto lo más rápido posible, lo encendió y emprendió la marcha a tal velocidad, como si de otra carrera se tratara. Sentía un hervor en su pecho que jamás había sentido, las lágrimas comenzaron a brotar sin poder contenerlas, las venas se notaban a la perfección conforme hacía los cambios.

Eran muchas emociones en ese momento, por lo que conducir a gran velocidad era una forma de sacar todo aquello que tanto le mataba. No podía evitar recordar cada experiencia vivida por muy pequeña que hubiera sido; paró hasta que llegó a un peñasco desde dónde podía ver el pueblo.

—¡Ah! —gritó con fuerza al bajar del auto.

Era un dolor incontrolable, no podía evitar llorar. Sabía que la había perdido desde el momento que se enteró del embarazo de Barbara, pero el saber que se había casado le dolía aún más porque era la representación de que lo que tuvieron se terminó sin darse cuenta.

«No, no te puedo perder Emily» pensaba, por más que luchaba contra la razón.

En medio del dolor, el sonido de una llamaba en su celular lo llamaba a la realidad.

Para su sorpresa era Eladio muy preocupado, preguntando si él y Tony estaban bien.

«Acaban de matar a Brayan» decía Layo al otro lado del celular.

Limpió las lágrimas y con un semblante serio luego de colgar la llamada, subió a su auto y manejó a gran velocidad a la casa en la que vivían.

Layo lo estaba esperando, junto con Barbara y Lara; Tony recién iba llegando al mismo tiempo.

—¿Cómo fue? —preguntó Leo.

Había furia, no tenía espacio para quebrarse.

—No tengo tiempo para explicarlo, debemos irnos y localizar a Pájaro ahora mismo.

—¿Sabes cómo?

—No, pero hay una señal que no hemos probado y debemos hacerlo.

El embarazo de Lara ya iba un poco avanzado por lo que era claro que debían protegerla.

—Lo siento, pero no voy con ustedes —agregaba Tony.

—¿Qué dices?

—Necesito ir siquiera por el cuerpo.

Tony se quebró.

—No podemos, no sabemos qué pasó.

—No nos podemos ir solamente así, debemos ir por Bryan o por lo menos llevarnos algo de lo que hemos hecho hasta ahora. Estoy cansado de huir, ¿No lo entienden?

—Sí, igual que nosotros, pero tampoco podemos ir sólo así. Debemos estar preparados y ahora no lo estamos.

—¡Sube al auto! —exclamó Layo, prácticamente era un orden.

Por lo que tuvieron que dejar un auto abandonado, mientras Leo conducía uno y Layo otro.

—¿A dónde vamos a ir? —preguntaba Barbara.

—No lo sé, pero debemos localizar a Pájaro primero.

—Si es Mouro no vamos a llegar muy lejos —agregaba Lara.

El embarazo hacía que estuviera más sensible a lo que sucedía.

—Vamos a poder, verás —respondió Layo, mientras la sujetaba de la mano.

En el otro auto Leo y Tony aprovechaban para escuchar las noticias respecto a el asesinato de Brayan, justo en las afueras del lugar en el que estaba trabajando. Para su sorpresa la noticia mencionaba a una mujer como sospechosa y no a un hombre como hubiera sido lógico de haber sido Mouro.

—Brayan no estaba saliendo con nadie, a menos que haya sido tan tonto como para meterse con la equivocada —decía Tony.

Seguía muy afectado por lo sucedido.

—Como sea, lo más seguro es que fue Mouro —respondía Leo, sin perder la vista del camino.

Y mientras la noche para los Burgo llegaba de una forma cruel, el día para Emily y Eleazar terminaba bien.

***

Habían aprovechado para ver varias películas y comer. No habían salido de la habitación para nada y mucho menos con el día tan apresurado que les tocó vivir.

—Sé que hemos estado bien, pero...

—¿Qué?

—No me siento cómoda con saber que una mujer como Maya va a dormir por acá.

­—Todo está bien, no te preocupes.

—Es que... ¿Y si fue ella la que le dijo a Mouro que íbamos para el apartamento?

—Créeme que lo pensé, pero no había forma.

—¿Entonces cómo lo supo?

—Es el jefe de la policía, tiene cámaras.

—¿Y si no fue él?

—En ese momento vas a tener que prepararte para correr y protegerte Emily.

—¿Tan malo es?

—Ya te dije que no quiero hablar sobre eso hasta no estar seguro. El único problema ahora es que no tengo forma de saberlo.

—Debemos trabajar en un plan b entonces.

—No te preocupes por eso ¿De acuerdo?

—No me preocupo, pero si quiero que cuidemos eso.

—Y lo vamos a hacer, tenlo por seguro.

Eleazar intentaba no hablar sobre el cartel de quien tenía sospechas pudiera haber sido el culpable del atentado, sobre todo porque sabía que de ser ellos, se aproximaba una guerra mucho más fuerte de la que había tenido hasta el momento con Mouro.

Una sola vez había visto al Gavilán, y fue cuando llegó a amenazar al Comarca para que dejara de entrar mercadería ya que él quería apoderarse de todas las rutas. Con la mercancía que Eleazar le había dado a Mouro y la que él mismo había sacado se había metido a la boca del lobo, Lizardo lo sabía y era por ello la molestia desde un principio cuando lo hizo para ayudar a los Burgo.

El problema del Gavilán es que era un hombre sin escrúpulos y que a diferencia de Mouro no tenía la presión de un cargo para evitar dejar huellas, al Gavilán poco le importaba la policía y con ello los demás.

Al Comarca nunca le tocó enfrentarse con él ya que murió antes de hacerlo, pero de ser él. Eleazar sabía que con el Gavilán no existían tratos, solamente se trataba de sobrevivir uno de los dos, ya que era una lucha entre convertirse en el narco más poderoso. Y hasta el momento el Gavilán lo era.

Eleazar sería un principiante al lado de él, al no haber mantenido el negocio que heredó al cien, y eso le preocupaba enormemente.

***

—No es mucho, pero estaremos bien aquí —comentaba Layo. Habían llegado a la frontera con Panamá.

Ya casi amanecía.

—¡Volvimos a lugares abandonados! —exclamaba Lara.

Se sentía frustrada. 

Por su embarazo estaba muy sensible, sobre todo porque en la casa que estaban viviendo habían dejado todo lo comprado para recibir a su bebé. En ese momento ya no tenían idea en dónde lo recibirían o si estarían vivos para hacerlo.

—Todo estará bien, lo prometo —agregó Layo abrazándola.

Leo ayudó a Barbara a recostar el sillón del auto para que pudiera acomodarse mejor y así dormir.

—Odio sentirme inútil —comentó.

Sobre todo, porque su embarazo era delicado.

—No lo odies, estamos juntos en esto —respondió dándole un beso en la frente.

Leo la quería como a una hermana. 

—¿Hay alguna forma de comunicarse con Pájaro? —cuestionó.

Ignoraba hasta el momento la identidad de Pájaro, y que Emily y él, se habían casado.

—No lo sé, el trato fue con mi hermano y no tengo ni la menor idea de cuál fue.

—Pues entonces ve a preguntarle.

—Si —alegó y luego de cerrar la puerta del auto, fue con su hermano.

Tony estaba conectando su pequeña computadora satelital para poder volver a entrar al sistema e intentar localizar a Pájaro. Por primera vez estaba muy afectado, sobre todo porque Brayan y él siempre habían sido muy unidos.

—El área parece bien, nos dará un mes o dos. A menos que nos encuentren antes, pero no lo creo. Estamos prácticamente dentro de la selva tropical y son más de 5000 kilómetros de extensión.

—Sí es Mouro, para él será como buscar una aguja en un pajar —comentó Layo.

—Algo así, solamente hay un problema.

—¿Cuál?

—Al ser un territorio como este estoy seguro que deben pasar muchos inmigrantes por aquí o algunos carteles deben usar esto para traficar. Así que debemos estar muy al pendiente.

—Pues a menos que trabajen con Pájaro ¡estaré feliz de encontrarlos! —exclamó Layo.

—Y ¿Cuál es el plan para hacerlo? —preguntó Leo—. ¿Cómo pensabas localizarlo después que naciera tú hijo?

—No había trato.

—¿Qué dices? Me dijiste que...

—Sé lo que dije, es sólo que esperaba no tener la necesidad de volver.

—Pero ahora nos urge, tú hijo nacerá pronto así que necesitamos solucionar esto inmediatamente.

Leo especialmente se refería al peligro que significaba estar en la selva, y más, el tiempo que se llevarían en volver a encontrar un lugar seguro en dónde Lara y Barbara pudieran estar tranquilas y los bebés nacieran sin ninguna dificultad.

***

Para don Flavio Burgo, las cosas poco a poco tomaban orden. Poco a poco sus heridas iban sanando y eso era lo mejor, estaba cansado de estar escondiéndose, por lo que se estaba preparando para la hora de la verdad. Era el único que tenía control de la situación y sabía a la perfección en qué lugar estaban sus hijos, y el paradero de Pájaro.

Su guerra no era solamente con Mouro, sabía que Eleazar se había metido en problemas más graves en el camino de ayudarlos, por lo que se sentía comprometido a mejorarse y así dar la cara por los tres, ya que consideraba a Eleazar también como a un hijo.

«Poco a poco» pensaba mientras asaba un conejo.

Seria su desayuno.

***

En la hacienda de Eleazar las cosas habían amanecido muy tensas, la seguridad se había duplicado. Apenas había logrado dormir, aunque el hecho de ver a Emily al lado de él toda la noche le daba más fuerzas, aunque al mismo tiempo más miedo; miedo de perderla.

—Buenos días —saludaba Emily.

Lo abrazó con suavidad por el cuello. Él estaba sentado bebiendo un poco de café, al lado de la piscina.

—Buenos días —respondió, y apretó ligeramente la mano de su esposa.

—Te despertaste muy temprano.

—Sí un poco. Igual te estaba esperando para que desayunemos juntos.

—Me parece excelente.

—Quiero que volvamos a las prácticas de tiro, y necesito que me enseñes a manejar. No creo que sea tan bueno como tú.

—¿Hablas enserio? —preguntó ella con tremenda sonrisa.

—Sí, creo que te subestimé, pero me dejaste muy sorprendido.

—Yo encantada de poder mostrarte lo poco que aprendí.

—Fue mucho, eso creo.

—Igual lo del arma fue gracias a ti.

—Hice lo que pude, es sólo que tuve una excelente alumna.

—Gracias. Amor igual quiero preguntarte algo.

—¿Qué?

—¿Sabes pelear?

Eleazar solamente sonrió.

—¿Qué quiere decir esa sonrisa? —preguntó ella con coquetería.

—Creo que esta será la primera vez que presumiré algo —volvió a sonreír, y se quitó su saco—. No son muy grandes, pero no se hicieron con esteroides —comentó respecto a sus músculos.

—¿Podría practicar contigo?

—No lo creo.

—¿Por qué? Tal vez me estás subestimando nuevamente.

—No podría darte un golpe, el único contacto que quiero tener contigo es el de besos y muchas caricias ¿Practicamos eso? —preguntó con picardía.

Emily no evitó sonrojarse.

—Hablo enserio.

—Yo también, no podría golpearte.

—¿Prefieres que alguien más lo haga entonces?

—No comprendo tú pregunta.

—Que si no entreno y en algún momento tengo necesidad de pelear puede que me golpeen. O también podría practicar con alguien más y ese alguien también me golpearía.

—Se muere si lo hace, a mí princesa nadie la golpea —dijo muy serio.

—¡Por favor!

—¿Y sí te lastimo?

—Me curas después.

—No creo que sea buena idea. Lo digo enserio.

—Y yo creo que sí.

—¿No vas a parar de insistir?

—Sabes que no —respondió muy seria.

—¡No pues! ¡Qué terca me saliste! A mí pídeme que te bese, que te abrace, que te ame; no que te golpee.

—No te estoy pidiendo que me golpees, te estoy pidiendo que me enseñes.

—Sí, pero... mientras te enseño puede que te lastime.

—Yo sé que no lo harás —lo vio fijamente.

—Bueno pues, pero primero déjame comer algo para agarrar fuerza —rio—. Y después disfrutamos la luna de miel, a golpes, pero ni modo —dijo no muy convencido.

Emily no evitó carcajearse por la expresión de su esposo y la forma en qué lo dijo; un poco graciosa.

Ella estaba picada con la idea de entrenar junto a Eleazar, los entrenos con Barbara no habían sido los mejores y aunque había aprendido algo no lo suficiente, por lo mismo esperaba que Eleazar le pudiera enseñar algo mejor, por lo que apresuró el desayuno y luego de volver a hablar sobre el tema, volvió a convencer a su esposo.

Él pidió que quitaran todo lo que estaba alrededor de la piscina para que tuvieran más espacio, y en eso se fue a cambiar. La ropa formal quedó en el closet para ambos y en cambio tuvieron que optar por ropa más deportiva.

—Creo que optaré por esto más seguido, te ves guapísimo —comentó ella.

—¿Me vas a piropear a mí? —preguntó él con una sonrisa de oreja a oreja—. Eso me toca a mí, contigo —dijo, y la besó.

—¿Comenzamos?

—A qué...

—¡Eleazar!

—Esta bien, está bien. Haber pégame.

—¿Para qué?

—¿Quieres que te enseñe sí o no?

—Sí, pero...

—Yo no aprendí en la policía Emily, aprendí en la calle. No sé de qué otra forma enseñarte. Ahora pégame.

Ella lo pensó dos veces, pero cuando estuvo segura lo hizo.

—¡Listo! Terminamos —rio.

—¡Claro que no! —gritó un poco molesta—. No puedes jugar así conmigo.

—No se enoje patrona, estoy bromeando —volvió a reír por lo que con cierta delicadeza comenzó a instruirla.

Pasaron un día muy cansado, pero lleno de risas. Eran muchas las cosas que Eleazar lograba explicarle, la experiencia que tenía no había sido precisamente con entreno, si no que por necesidad por lo que sus golpes eran sucios. Algo que cambiaba cuando Barbara y Neco le enseñaron.

—Prometo que haré lo posible, para que no tengas que volver a poner en práctica lo que estas aprendiendo —dijo, mientras la abraza luego que terminaron.

—Yo también. Gracias por mi luna de miel.

—A golpes.

—A golpes... besos, caricias y amor —lo besó.

—Mi princesa.

Sonrió y la volvió a besar. 

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