Cuando El Amor Venga

By NacidaParaLeer

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Cecily Rogers ha esperado por conocer a su prometido desde que era una niña. Él Joven William Benet; guapo, c... More

Prólogo
I
II
III
IV
V
VI
VII
VIII
IX
X
XI
XII
XIII
XIV
XV
XVI
XVII
XVIII
XIX
XX
XXI
XXII
Will
Will
XXV
XXVI
XXVII

Will

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By NacidaParaLeer

Después de su huida en medio de la noche, recuerdo vagamente lo que ocurrió.

Sé que grité. Golpee mis puños sobre todas las superficies del carruaje.

Garret se detuvo al escucharme.

Le deje inconsciente en el suelo del camino. Le golpee tanto que me rompí la mano.

Abandone el carruaje. Desate el mejor caballo, y corrí en dirección al puerto.

Ya era de día cuando llegué. Me subí al primer barco que iba hacia Nueva York.

Cuando llegué, corrí tan rápido hacia Queen, que mi caballo se quedó sin aire.

No estaba allí. Sus padres tampoco. Las criadas no quisieron decirme donde estaba. Por mucho que les soborne no me dijieron nada.

Fui también a casa de su hermana Catherin, pero no me dijo nada. Dijo que nunca la volvería a ver. Que la había perdido, y que me lo merecía.

Me pase ocho meses recorriendo Estados Unidos. Nunca la encontré.

Missy enfermo de varicela, y estuvo tan grave, que me decidí a volver. Mande a empleados a que la siguieran buscando, pero sin éxito.

Ya habían pasado diez meses. Diez meses sin mi principal función imperativa. Cecily.

Missy y James no me hablaban. Seth ya no vivía en nuestra casa, y mi madre se había ido con él.

Me habían abandonado. Como ella.

La casa estaba más silenciosa que nunca. Nadie hablaba en la mesa.  Nadie tocaba el piano.

Cuando me llegó la invitación para la puesta de largo de la hija de un socio, quise tirarla a la basura. No tenia ganas de salir.

Desgraciadamente, Missy la vio, y lloró tanto que tuve que aceptar.

Era la primera vez que me hablaba en meses, y me quede tan aturdido que no pude negarme.

Le compré ropa nueva a los niños, pero no para mí. Me apañaria con lo que tenia en el armario.

La fiesta era en Cardiff, Gales. Tuvimos que salir semanas antes para llegar a tiempo.

Aunque el trayecto fue muy puñetero, terminemos llegando a buen puerto. Había despedido a Garret, y él nuevo cochero era mucho más joven y preparado.

Missy y James tenían estrictamente prohibido sentarse juntos. Desde el incidente del beso, todo había cambiado entre ellos forzosamente.

James ahora dormía en el tercer piso, muy lejos de su cuarto. Le habíamos cambiado de colegio, y ya no se juntaban con los mismos amigos. Missy se iba a casa de Seth cada fin de semana, y en todas las vacaciones que le daban. Siempre que podía les separaba. No dejaba que hablarán más de la cuenta, y no podían sentarse juntos en el sofá. No tenían permitido estar solos, ni jugar. Todas las medidas eran necesarias para que un hecho así no volviera a ocurrir.

A veces creía que lo había conseguido. Que ya no sentían nada raro él uno por él otro, pero les pillaba mirándose a hurtadillas. Las criadas habían sacado a James muchas veces del cuarto de Missy cuando yo no estaba en casa, y una vez se escondieron el jardín del vecino para besarse.

Me hacia sentir muy incómodo que mis sobrinos se viesen de esa forma. Era antinatural. No importaba si ellos no tenían lazos de sangre, eran hermanos. No podrían estar juntos.

A Missy le encanto Gales. Hizo amigas enseguida. Muchas niñas de su edad estaban invitadas, y se unió a ellas en solo dos días.

James estuvo más reservado. Ya había cumplido los doce y estaba más tímido de lo habitual.

El día de la fiesta, yo ni siquiera tenía ganas de asistir. No tenía ganas de la charla sin sentido con tipos que no conocía, y bailes que me dejaban mareado.

Desde que entré en el salón, me quede sentando en el lugar más discreto que encontré, y no me moví en toda la noche.

Missy y James estaban contentos. Iban muy arreglados, y estaban muy guapos. Hoy tenían permitido pasar el rato juntos, y estaban muy habladores.

Después de la primera hora, pensé que moría de aburrimiento. ¿Como podía amar tanto la gente estas fiestas? Todos parecían tan emocionados. Yo estaba aburrido hasta el agotamiento. Solo quería ir a dormir.

Eran las diez de la noche cuando ocurrió. Las doncellas y los jóvenes bailaban el valls. Yo estaba fumando en pipa, y estaba planteándome seriamente la posibilidad de irme a dormir.

De repente, todo cambio. Fue como un sueño. No pude creerlo. Tuve tentación de pellizcarme para comprobar que no estaba dormido.

Acababan de entrar al salón los padres de Cecy. Él padre estaba sonriendo. Estaba más calvo que la ultima vez que le había visto. La madre estaba hablando, con un semblante divertido.

Cuando la vi, pensé que me moría. Se me detuvo el corazón, y creí que no lo soportaría.

Tenia el pelo recogido. Rizos rojos caían en su rostro. Sus ojos eran más azules que nunca. Más grandes que nunca. Más bonitos que nunca. Sonreía levemente. Casi como si tuviera vergüenza de ser tan hermosa. Me dejó sin aliento.

Me levante de un salto. La gente a mi alrededor dejó de existir. Ya ni siquiera escuchaba la música. Solo la veía a ella.

Aparte a los invitados a empujones. Estaba ansioso. Sentía que si no la alcanzaba enseguida, me desmayaría. Se me pararía el corazón si no la tocaba.

Su padre fue él primero en verme. Se le descompuso la cara. Dejó de sonreír.

La siguiente fue su madre. Y la ultima fue ella.

Cuando sus ojos se posaron en los míos, pensé que me estaba muriendo. Era demasiado. Moriría allí mismo, delante de ella.

Pude saber con exactitud en el momento en el que se le llenaron los ojos de lagrimas. Su cuello y mejillas estaban rojos de un segundo a otro. Sus labios formaron mi nombre.

No tuve compasión con la gente que me rodeaba. Les empuje sin miramientos. El corazón me estaba estallando en el pecho, y necesitaba llegar a ella.

Cecy se soltó del brazo de sus padres. Dio un paso atrás, chocando con una mujer que estaba justo detrás.

Se dio la vuelta, hondeando su gruesa trenza roja, y salió corriendo.

Grité. En medio de todo ese formalismo y etiqueta, grité.

-¡Cecy!

Casi me sentí extasiado con solo pronunciar su nombre. Me supo a gloria en los labios, y ya no quería parar de repetirlo. Cecy. Cecy. Cecy. Cecy. Cecy.

Cuando llegué a la puerta del salón, estaba sofocado. El cuerpo me iba tan rápido que me estaba agotando la energía.

Su padre no se había movido de allí, y no hizo ningún amago de apartarse. Era un hombre joven. Estaba bien conservado, y sabía que no sería fácil zafarme de él.

-Tengo que hablar con ella. -solté sin aliento.

Apretó la mandíbula.

-¿Acaso sabes lo que le has hecho sufrir? -me espeto.

Estaba histérico. Tenía que alcanzarla ya, o se iría otra vez.

-La quiero. -grazne.

Sonrió cínicamente.

-Claro que la quieres. Es imposible no quererla. Pero eso ya no importa.

-Por favor. Es mi esposa. La quiero. Necesito hablar con ella.

-Déjala en paz. Le rompiste el corazón, y no te mereces nada.

Él señor podría ser mi suegro y todo lo que sea, pero me estaba desquiciando. Cada segundo que pasaba alli parado, más lejos estaba mi mujer de mí.

-Perdóneme. -murmure.

Y le empuje. Los dioses me iluminaron y saque fuerzas de donde no las tenía. Mi suegro salió despedido contra la pared, y yo tuve mi oportunidad.

Salí corriendo. Nunca en mi vida he corrido con tanta desesperación. Escuché algunos jadeos de los invitados, pero daba igual.

Recorrí el pasillo en segundos. Ya podía escuchar los pasos acelerados de sus tacones.

Apreté el paso. Ya estábamos casi en el recibidor. Y de repente, podía ver su espalda. Su vestido hondeaba al ritmo de sus zancadas. Su trenza roja descansaba hasta el final de su espalda.

Se me debilitaron las piernas. Ya casi podía tocarla.

Lleguemos al recibidor. Las puertas de la calle estaban abiertas de par en par.

Ella se volteó una vez antes de poner un pie fuera. El brillo de sus ojos claros me detuvo el corazón.

Ella estaba fuera. Solo tenía que...

Un dolor punzante se clavó en mi nuca. Quise seguir mirándola. Quise seguir tras ella.

Pero se me cerraron los ojos, y pude sentir nada más.

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