Huracán ✔️

By paolacalderongt

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Emily Preston es una joven con muchos sueños; lucha para poder lograrlos día con día, para ello todas sus act... More

Prefacio
Piloto
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 40
Capítulo 41
Capítulo 42
Capítulo 43
Capítulo 44
Capítulo 45
Capítulo 46
Capítulo 47
Capítulo 48
Capítulo 49
Capítulo 50
Capítulo 51
Capítulo 52

Capítulo 35

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By paolacalderongt

—Pensé que estabas bañándote —decía Emily al ver a Eleazar.

—Sí, eso creí, pero mi mamá me acaba de llamar, justo vengo a avisarte sobre eso.

—¿Qué sucede? —preguntó ella desde la piscina.

—Quiere venir para acá desde mañana y así ayudar con los preparativos.

—Me parece muy bien, no creo que pudiera hacerlo sola.

—¿Hablas enserio?

Él se veía sorprendido.

—Sí, es mi suegra ¿No? Además, mi mamá no está y creo que será lindo tenerla cerca.

—Bien, lo malo es que viene mi cuñada también. ¡Esas mujeres están locas!

—No creo que lo estén más que yo.

—Eso no, no creo que pueda haber alguien más loca que tú.

Emily se carcajeo, él solamente sonrío.

—¿Vas a quedarte allí parado?

—No, iré a bañarme.

—¿Por qué mejor no nadas conmigo en la piscina? Creo que será la única noche en la que estemos a solas antes de la boda. Y justo sospecho que por eso mismo es que tu mamá viene para acá, debe ser muy tradicional.

—Algo así —divagó Eleazar.

—Y entonces, ¿Nadas conmigo?

—No estoy listo —señaló su ropa.

—Está bien, pero antes dame un beso —sonrió con picardía y se acercó a la orilla.

Eleazar se agachó y en el momento que la besó, ella se aprovechó y sujetándolo de la corbata haló con fuerza y lo hizo caer a la piscina.

—¡Por poco me ahorcas! —exclamó con risa.

—Lo siento, pero no quería nadar sola —respondió y acercándose más lo besó.

El momento en el que Eleazar limpió el agua de su rostro le recordó la ocasión en la que nadó con Leo en la poza, pero era claro que Leo resaltaba un hermoso recuerdo; pero ahora, Eleazar era su presente y ella se sentía feliz con ello.

—Te amo Eleazar, te amo —dijo y lo abrazó con fuerza.

—Te amo más Emily, te amo más de lo que puedes imaginar.

Pasaron buen tiempo en la piscina, a Eleazar no le quedó de otra que desvestirse prácticamente dentro de la piscina y pedirle a una de las empleadas que le llevara un bañador. Fueron muchas risas en aquel momento, él la enamoraba a cada momento e instante, le hacía sentir como una niña inocente algo que había dejado de ser hace mucho tiempo.

—Sé que estamos pasando un hermoso momento, pero... ¿Quiero hacerte una pregunta?

—Dime —respondió él.

—¿A dónde llevó lagarto a Maya?

—¿Recuerdas el calabozo en el que estuviste?

—Sí, ¿La llevó allí?

—Exacto, no puedo arriesgarme a que todo sea una trampa de Mouro, eso pondría en peligro a todos y mi trabajo desde siempre ha sido estar adelante de las situaciones.

—¿Crees que tenga algo contra Mouro?

—No, pero si estoy seguro que su interés por buscar a Leonardo Burgo es grande y difícilmente va a descansar hasta que lo encuentre.

Emily bajó la mirada.

—Ahora me gustaría saber —agregó él—. ¿Qué pasaría si Leonardo regresa? Nunca he sido un tipo de celos, pero creo que merezco saberlo.

—No lo sé Eleazar, si quieres que te sea sincera únicamente te puedo decir que no lo sé. Pero una cosa sé, y es que me decepcionó, me lastimó al embarazar a Barbara y tendría que ser muy tonta al ir por él, teniéndote a ti.

—Acabas de decir que me amas y ahora me haces dudar.

—No, no quiero que dudes eso Eleazar. Te amo, pero quiero que comprendas que también lo amé a él.

—No, no lo comprendo porque para mí mala suerte únicamente he amado a una mujer en mi vida; a ti.

—Eleazar yo...

—No digas nada, pero quiero que sepas que si te resultas dando cuenta que no es a mí a quien tú corazón elige; tienes las puertas abiertas y puedes irte cuando lo desees.

—Es que justo ese es el problema Eleazar.

—¿Cuál?

—No me quiero ir, quiero estar aquí; junto a ti. Eleazar yo no sé qué pasó, pero... en verdad quiero vivir esto, quiero compartir esto y sé que nunca me voy a arrepentir. Leo ya hizo su vida, y yo quiero hacer la mía junto a ti.

—¡Ay Emily Preston! Hablas muy bonito —sonrió él.

—A partir de la otra semana seré Emily Bustillo.

—¿Y eso te hace feliz?

—No lo sabes, pero... desde que te conocí la primera vez fue lo que más deseé.

Él la besó, para ella era claro que ningún amor se podía comparar. ¿Había forma de amar a dos personas?

Sí, ella lo sabía ahora. Eleazar era su primer amor, por ello cada beso representaba una inocencia, pero de cierta forma madura. Amaba lo que era con él, y amaba quien era él. Leo seguía allí, era claro que nunca iba a poderlo olvidar porque de hacerlo sería como olvidar quién era ella en ese momento; si deseaba olvidarlo necesitaba olvidarse de meses importantes en los que había aprendido mucho más de lo que aprendió por tantos años y no podía hacerlo.

No sabía a certeza qué pasaría el día que viera a Leo nuevamente, pero tampoco quería pensar en eso. Leo no estaba y ella no lo había decidido, tampoco había decidido que embaraza a Barbara, pero lo había hecho; y mucho menos había decidido enamorarse de Eleazar y que los sentimientos resurgieran, pero había pasado: Su única decisión era el darse una oportunidad que amaba estar viviendo.

Pero la vida es un jardín en dónde hay diferentes plantas; unas lindas, otras más hermosas y otras con muchas espinas.

Justamente muy lejos de allí, en una cabaña mal armada. Estaba don Flavio Burgo, el papá de Leonardo y Eladio, contemplaba en sus manos una memoria en dónde tenía justamente lo que Mouro buscaba.

Había muchas cicatrices de fuertes heridas y otras que aún no terminaban de sanar por lo que utilizaba unas pequeñas muletas que había hecho de ramas.

«Dos meses más y tendremos que volver a la acción» pensaba, mientras arreglaba parte del arsenal de armas que conservaba con él.

Pero en no era el único que estaba pensativo. Barbara descansaba en su habitación luego de un mareo por el olor de la pintura; eran muchos los pensamientos que se le cruzaban pero prefería callar, por momentos deseaba gritar y hablar con Leonardo sobre la verdad pero sabía que eso significaba perderlo definitivamente y era algo que no deseaba y mucho menos ahora que él estaba poniendo de su parte.

—¿Todo bien? —preguntaba asomándose.

—Sí.

—¿Está moviéndose?

—Un poco.

—¿Puedo sentir?

—Es muy pequeño Leo, no creo que puedas.

—Sería de intentarlo —se acercó y sentándose a la orilla de la cama puso su mano sobre su barriga.

—Te dije que no sentirías, en unos meses más creo que podrás.

—Creo que entre tantas noches nunca pensé en que llegaría el día en que habría una personita en camino por mi culpa.

Barbara se quedó callada, no quiso responder.

—Leo perdona, pero... salió algo —dijo Tony, se veía emocionado.

—¿A qué se refiere? —preguntó Barbara.

—Una carrera, tenemos una, hoy —respondió Leo y dándole un beso en la frente se fue con Tony.

Cada uno subió a su auto, solamente Layo no fue ya que había decidido alejarse completamente de las carreras, lo de él siempre habían sido las armas más que los autos y por ello es que Leo había sido el piloto principal en las carreras en que participaban.

Las carreras para Leo habían comenzado mucho antes de conocer a Emily, pero por alguna razón la velocidad lo hacía sentir su recuerdo muy cerca. No podía seguir hablando con los demás sobre el tema por lo que prefería quedárselos únicamente para él, ya había decidido enfocarse en su hijo y en Barbara, aunque ese era un tema que le costaba. Sobre todo, esa noche, cuando podía percatarse que había muchas colombianas que no eran para nada feas.

Leo era un tipo amigo de las mujeres, en el sentido que les gustaba verlas, difícilmente era fiel y justamente eso era lo que lo ahogaba. Con una sola mujer había conocido la fidelidad y había sido con Emily, Em lo había completado de cierta forma que nunca sintió la necesidad de salir a la calle para siquiera ver a alguien que no fuera ella. Quizás porque era a la única mujer que en realidad amaba y por lo mismo por más que tratara seguir con su vida y afrontar sus decisiones; en momentos como esos su fortaleza se derrumbaba y no podía evitar que siquiera sus ojos se pusieran rojos.

Con cada kilometro que la carrera le requería los recuerdos estaban allí; recordaba la primera vez que la vio, justo en la fotografía del apartamento de Matt; la vez en que la vio bajar del taxi, la otra en la que ella le habló, la ocasión en la cafetería, el primer beso, el primer baile, a ella conduciendo y más.

Eran muchos recuerdos que era complicado lidiar con ellos, sobre todo porque en medio de todo; también estaban los recuerdos de su bebé y la primera vez que lo había visto por el ultrasonido. Prácticamente era como decidir en entre el amor de su vida, y su hijo. No podía elegir a Em, su bebé estaba primero y eso ya lo había comprendido.

Al día siguiente doña Ofelia, la mamá de Eleazar llegó a primera hora. La señora estaba muy emocionada y preguntaba por la novia con mucha alegría. Rosa se quedó atendiéndola tanto a ella como a Sandra la esposa de Lizardo.

Eleazar subió a la habitación de Em y tocando con mucho respeto luego que no le atendiera entró. Ella aún dormía, por lo que se acercó muy despacio y no pudo evitar sonreír al apreciarla dormida.

—Lamento despertarte, pero la emoción comenzó —decía, mientras la despertaba.

—¡Buenos días!

—saludó ella.

—Mi mamá y mi cuñada están aquí, vienen con mucha energía.

—Es muy temprano.

—Lo sé, pero... ya ves.

—Faltan tres días ¿Cierto?

—Sí, tres —sonrió él.

—Creo que serán tres largos días, pero también emocionantes.

—¿Por qué lo dices?

—Dijiste que tú mamá y tú cuñada vienen con mucha energía, así que eso significa mucha actividad seguramente —sonrió.

—Sí eso crea —respondió él, le fue difícil no entusiasmarse y más al verla a ella feliz—. Me haces muy feliz Emily, más de lo que puedes imaginar —la abrazó.

Doña Ofelia era la más encantada con su futura nuera, ella para nada conocía los términos del por qué su hijo se casaba, pero mucho sabía sobre Emily ya, como para no quererla.

El día tal cual lo pensaron con Eleazar estuvo muy corrido; ni siquiera tiempo de desayunar en la casa le dieron ya que prefirieron ir a desayunar a un restaurante fuera del pueblo.

—Lamento mucho esto, pero créeme que me pasó lo mismo cuando me casé con Lizardo —comentaba Sandra muy sonriente.

Doña Ofelia era la más feliz de todas.

—En realidad mi cara no es por esto, al contrario, me encanta que la mamá de Eleazar me quiera, es sólo que no sé, quizás por momentos desearía que mi mamá estuviera aquí y compartiera esto conmigo.

—¿Eleazar sabe en dónde está?

—Sí, él justo la tiene cuidada en no sé que lugar. Pero tampoco quiero preguntar, mucho ha hecho ya por mi familia. ¿Tú cómo lo sabes?

—Digamos que Lizardo me tiene mucha confianza, y entre nos... estuvo con nosotros tres días antes de que la sacaran del país.

A Emily le sorprendió la confesión de Sandra, para nada imaginaba que su mamá hubiera estado con ella y su futuro cuñado.

—¿Cómo estaba ella? —tragó saliva.

—¿Puedo ser sincera?

—¡Claro!

—Estaba feliz, seguramente pasó muchos años cargando con todo lo que sabía y... el saber que sería liberada le hizo sentir bien.

—Y lo de mi papá, ¿Comentó algo?

—Sí, no voy a mentir en decirte que respecto a eso si se veía afectada, pero al mismo tiempo era lo que de cierta forma le causaba felicidad. Doña Bianca dijo que el único error de su esposo le había valido su libertad.

—¿No dijo nada sobre mí?

Los ojos de Emily se llenaron de lágrimas.

—No, pero porque ella sabía que ibas a estar bien.

Emily no pudo contenerse y derramó una lágrima.

—Perdón, es sólo que no puedo creer que haya estado pasando por saber qué, y yo nunca lo haya notado.

—Hay tantas cosas pasando Emily y ni siquiera nos damos cuenta, así que no te sientas mal por lo de tú mamá.

—¡No, no! La novia no puede llorar —decía doña Ofelia llegando a donde sus nueras estaban.

­Habían estado dentro de una tienda revisando algunos vestidos de novia.

—Es de emoción —respondió ella.

—Lo imagino, pero aún así ven conmigo. Tampoco es que yo sea quien se va a casar como para elegir el vestido —rió.

—Solamente una cosa doña Ofelia —agregó.

—¿Qué cosa?

—Será únicamente por el civil, no encontramos espacio en la iglesia.

Emily sabía que estaba mintiendo respecto a lo de la iglesia: pero sería una mentira piadosa, no tenía planeado decirlo, pero ante la energía de su futura suegra respecto a vestidos con cola muy larga prefirió dejárselo saber y así la emoción de la señora se inclinara a algo menos llamativo.

Fueron tres días cargados de trabajo, Eleazar prácticamente no vio a Emily en ese tiempo ya que él junto con su hermano se mantenían pendientes de sus negocios y viendo todo respecto a la seguridad que tendría que haber en el pueblo para el gran día.

Eleazar se involucró poco en la decoración y demás, pero con lo poco que vio ayudó mucho a poder elegir todo a la perfección. Rosa era otra que estaba cada día más feliz, ella más que nadie había sido testigo del sufrimiento de ambos cuando años atrás tuvieron que separarse y ahora, ver que estaban a punto de ser marido y mujer aún así fuera en las circunstancias menos agradables le hacía sentirse feliz porque ellos lo eran.

—Sigo pensando que está es una tontería —comentaba Lizardo.

Era el único al que no le hacía ninguna gracia la boda de su hermano.

—Deberías estar feliz por mí.

—De saber que esto no traerá problemas.

—¿Qué tipo de problemas puede traer que me case con la mujer que quiero?

—Lo sabes perfectamente.

—Mouro se quedará tranquilo con esto.

—Sí, entiendo esa parte, pero no estás pensando bien.

—¡Basta Lizardo! Estoy cansado de siempre pensar en todo y no en mí, ahora he tomado la decisión de por primera vez en la vida ser feliz o siquiera intentarlo. No me llenes la cabeza con temas que conozco pero que espero no se den pronto.

—¿Y qué va a pasar cuando los Burgo decidan volver? ¿Vas a volver a ayudarlos? —preguntó Lizardo muy decidido.

—Aún estoy en eso.

—¿Estás diciendo que sigues ayudándolos?

—Hice una promesa Lizardo.

—Sí, a una persona que no sabemos si está viva o muerta. Eleazar no puedes seguir metiéndote en eso, deja que ellos salgan por su parte suficientes problemas tenemos ahora con lo de la mercancía que se traficó para poder darles el dinero necesario para que se fueran, como para que pretendas no hacerte a un lado. Mouro no es tonto, y en algún momento se va a dar cuenta de todo y si no es él, van a ser los del cartel contrario.

Lizardo se escuchaba molesto.

—No me vengas con esto, porque si fuera por lo del cartel tú tampoco tendrías familia.

—Sabes como es el tema y yo temo por ellos todos los días.

—Todo el pueblo está asegurado, ya no temas más —respondió Eleazar y salió del despacho.

El gran día se había llegado y para ese momento ya se había puesto el esmoquin que usaría para la boda, la cual se celebraría en el salón del pueblo con tal de que a Mouro no le quedara duda de que Emily era su esposa y con ello los sacara del radar respecto a la búsqueda por los hermanos Burgo.

—¿Lista? —preguntaba don Emilio.

Ya casi era hora para entregar a su hija.

—Sí, muy lista —sonrió.

—Te ves hermosa hermana —agregó Emmet.

—Gracias.

A pesar de la situación y de que la boda se estuviese llevando prácticamente para callar a Mouro, Emily no podía dejar de sentirse emocionada. Claro que llevaba el recuerdo de Leo en su mente, pero era claro que él ya estaba fuera de su vida.

—¿Saben si va a venir? —preguntó ella.

Hablaba de Mouro.

—Todo indica que sí, según nos comentó Lagarto, la infórmate dijo que tiene la sospecha de que Leonardo Burgo quizás aparezca hoy.

—¡¿Cómo?!

—Pensé que ya sabías, pero Mouro se encargó de difundir la noticia de que te casas con Eleazar hoy dentro del boletín policial —dijo Emmet, se veía incómodo.

—¿Bajo que titulo? —preguntó con ironía.

—El dejar claro que ya no estás en la lista de los más buscados.

—¿Lo estaba?

—Sí, en la misma que aparecía Leonardo Burgo y sus amigos.

Emily ya no respondió y de cierta forma sintió un nudo en la garganta.

Su boda con Eleazar era el claro ejemplo que todo había quedado atrás y que, aunque nada había terminado; la historia había cambiado de hoja.

—¡Es hora! —exclamó Rosa entrado a la habitación.

Emily volteó a verse una vez más en el espejo, luego se levantó del tocador y junto con su papá y hermano salió muy decidida.

Conforme avanzaba hacía el salón en dónde sería la celebración lograba ver a un montón de personas en las calles, Eleazar era muy querido en el pueblo y por lo mismo hasta por curiosidad salían a ver.

Mouro era uno de los primeros que estaban allí, por lo que había un gran respaldo policial sin contar con los hombres de Eleazar que estaban listo para cualquier cosa. Cuando bajó del auto no pudo quitar su vista de su futuro esposo quién la esperaba a la puerta del salón para poder entrar juntos. Al ser únicamente por el civil no había necesidad de que don Emilio caminara con ella hacía el altar, ya que no había.

Eleazar utilizaba un esmoquin totalmente blanco, lo que hacía que su color de piel resaltara más y su sonrisa fuera el toque de perfección. Ella usaba un vestido del mismo color, estilo sirena que entallaba su esbelta silueta y el toque de perlas en la cintura lo hacían ver como un vestido muy fino y perfecto; el sueño de muchas muchachas que en algún momento soñaron casarse con "el patrón"

—Mi princesa —susurró Eleazar al oído de la que estaba a pocos minutos de convertirse su esposa.

Y luego que Emmet diera la señal para comenzar, ambos entraron.

La cara de Mouro fue de pocos amigos durante la ceremonia; pasó acariciando su arma por buen tiempo, pero nada sucedió como lo esperaba. Leonardo Burgo jamás apareció y cuando menos pensó, Emmet ya había declarado a Emily y Eleazar marido y mujer; palabras que eran muy bien celebradas por los involucrados con un beso.

Y cómo ironía de la vida mientras ellos celebraban lo que estaba aconteciendo, muy lejos de allí en un pueblo de Colombia; Leonardo besaba a Barbara y celebraban que en definitiva su bebé iba a ser un varón.

«Voy a olvidarte Emily, tengo que hacerlo» pensaba él.

Ignoraba completamente que Em, ya se había casado y justamente ese mismo día. 

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