El Otro Lado

By stayawakelate

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Shania y Ro están en una relación hace cinco años. Se sonríen todas las mañanas al despertar, ríen en los alm... More

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San Francisco, California. 2017.

Supe que mi cabeza se acostumbró a la hora de despertarme porque mi cerebro no dolía tanto ante el sonido taladrante de la alarma de las seis y mi sueño no se vio tan interrumpido por el sobresalto. Me levanté de la cama, mirando la típica posición de dormir que mi novio, Ro, tenía. Como cada mañana, se despertó al sentir mi movimiento junto a él. Yo era su alarma, mis movimientos afectaban su sueño tan ligero.


El frío me golpeo en el momento que puse una pierna fuera de mis mantas y podría jurar que me quería quedar a vivir en esa cama en inviernos como éste, donde las mañanas se asimilaban a las Malvinas Argentinas y las noches eran gélidas del estilo Antártico. Pero los días eran cálidos, tan cálidos que parecía primavera. Maldita California, su cambio climático, su bello clima tropical...

—Buen día. — Lo murmuré con el mismo desgano que siempre producía mi segundo año de Comercio, agachando mi cuerpo hasta estar en cuclillas. Tomé a Jackie, mi erizo, y lo acerque a su laberinto de juegos donde al final de los pasillos estaba su desayuno.

Me lavé los dientes con la misma pasta de eucalipto y menta que Ro traía cada vez que se acababa y la que el usaba en su propio departamento. Creía que le blanqueaba los dientes e incluso decía que lo tenía en el tono dos (comparado a una imagen del empaque), pero yo creía que no valía la pena ese gusto asqueroso. El insistía en que no compre otra y yo no tenía ganas de llevarle la contraria..

Di el último sorbo a mi licuado de banana y avena mañanero cuando el bajó las cortas escaleras, ya vestido con su camisa blanca de todos los días, un pantalón de vestir y, caminó rápido, pero podría jurar que él tiene los zapatos cafés que combinan con su cinturón viejo y de cuero cuarteado. Se vestía igual que los maniquí de boda que iban a su universidad, todos abogados, arquitectos y bancarios de las empresas más importantes. Debían transmitir su superioridad de alguna forma, creo.

Me besó los labios y tomó el licuado que yo siempre preparaba para él y lo dejaba en la heladera hasta que él se levantara. A veces ni siquiera nos veíamos en las mañanas, pero él tenía su bebida asegurada.

—¿A qué hora es tu turno, Shai? —su voz seguía ronca a pesar de la ducha cálida que sé que se dio.

—Hoy salgo de la universidad a las cuatro, mi turno es a las cinco treinta así que tengo media hora libre. —Tomé las tostadas de la tostadora y puse todas en un plato, donde él y yo tomábamos al azar la cantidad que queríamos.

—Perfecto, vamos a tomar un café entre tu turno y la universidad, así compartimos un rato juntos antes de ir a la firma a ver a mis dos citas. —Simplemente asentí, era lo que decía siempre y no había nuevas respuestas.

Continuamos hablando de noticias nuevas, como algún cliente que él tenía o algún descargo hacia un profesor que explicaba terrible o nos había desaprobado un exámen. Reíamos, compartíamos el mismo sabor de licuado y comíamos las mismas tostadas de mermelada de uva, algo que ya era constante y normal entre nosotros. Mis licuados se agregaron a su rutina, y su acompañamiento sólido a la mía.

Cuando tomó sus llaves, supe que era hora de salir. Tomé mi bolso y lo seguí hasta el auto. Normalmente, Ro y yo teníamos un camino compartido hasta cierto punto, por lo que él me deja en la universidad y luego continúa su camino a Berkeley, donde él estudia Derecho.

Apenas bajé del auto, sentí una calidez que me hizo quitar el abrigo y colgarlo de mi bolso, mientras mi novio se alejaba en su auto viejo y yo lo saludaba con la mano libre.

—Buen día, buen día. —gritó Aimé, mi mejor amiga, en una banca. Estaba tomando un café con cinco libros en su brazo derecho y su bolso colgado del izquierdo, mientras vestía un uniforme de porrista color amarillo chillón y bordo. ¿No se la hace la piel de gallina con los leves vientos invernales que corren? Pensé.

"No confío en los lockers, quien te da tu clave la sabe. Quién sabe reiniciarlos, puede abrirlo. La vida de una porrista es privada, por lo que no puede sentirse amenazada mi seguridad en esta universidad" ¿Mujer precavida y paranoica vale por dos, cierto?

—Entonces, ¿El sábado vendrás a casa de Theo? Hará una super fiesta y lo más probable es que esté toda nuestra clase. Ro no está invitado. —Theo, el deportista y amable Theo, era obviamente novio de mi amiga. El cliché nos atormenta. — Además, es casi fin de curso y sabes que él no hace fiestas en vacaciones de verano, las detesta y se dedica a su empleo. Es su última fiesta de año, así que con mayor motivo será imposible faltar.

—No, sabes que es mi aniversario con Ro. Además, ya te había cancelado. —recordé. — ¡Accediste a tener una cita cuádruple con Ro porque yo no iba, Aimé! ¿Cómo alguien puede olvidar eso? Incluso me dijiste que hoy me dirías cuando estas libre.

—¿Qué aún no terminaron? Hace años no veo una sonrisa cuando pronuncias su nombre y jamás apareces emocionada por algo nuevo de él. Creo que es hora de romper el cascarón de rutina. —simplemente rodeé mis ojos, suficiente tenía con los comentarios de mi hermana por Skype.

Aimé me conocía lo suficiente porque habíamos hecho nuestro ingreso juntas, habíamos recursado el primer año juntas y ahora cursábamos el segundo de Comercio internacional. Los dos primeros años no contaba con departamento propio cerca de la Uni, por lo que ella y yo convivíamos en una pequeña habitación del interior del campus que nos ayudó a ser las mejores amigas que éramos, a compartir y acostumbrarnos a la presencia de la otra. Cuando nos conocimos, yo llevaba meses en una relación con Ro. Era mi tema de charla, mi persona para presumir, mi sonrisa mañanera y mi motivación de verlo al salir de los cursos. Era mi prioridad, mi felicidad máxima y no había día infeliz con él, según mi yo de 16 años.

—Está bien, me comunico si lo adelantamos. — mentí, obviamente no podíamos porque teníamos nuestra semana ocupada. Pero ella no lo sabía, ¿o sí? Probablemente sí, era mi consciencia. Además, era muy importante. —No es necesario ser tan negativa, con un "está bien, hablamos en la semana" me conformaba.

Todos los años lo planeábamos en el mismo lugar, a la misma hora y lo único que variaba era nuestra ropa y el menú. Los obsequios los guardábamos para nuestro aniversario, las salidas y la ropa elegante, junto con palabras bonitas y buen sexo.

Cuando Aimé cambio de tema, simplemente me dedique a escucharla hasta que la despedí en su aula, pensando lo terrible que serían las próximas seis horas sin ella, ya que compartíamos las últimas dos hoy.


Miré mi reloj, las ocho.

Bufé y me resigne a caminar, resonando mis botas con fuerza y desajustando mi bufanda.

Hola, Economía mundial.

—Alumnos...—habló la señorita Gollar, maestra de Derecho Aduanero, mi última clase del día y la única clase del día que tenía a Aimé sacándome una sonrisa con sus comentarios algo superficiales y sus tonterías. — La próxima semana tenemos un importante empresario en la ciudad y nos dará una charla sobre Aduanas y Derecho, él es un importante graduado de Berkeley y ha roto varios récords. Su riqueza actual es de millones y la obtuvo en este medio en tan sólo cuatro años. Gael Antore estará aquí para contarles sobre ventas, compras, permisos legales...

—Es Gael, el empresario.—Aimé se estiró de su asiento al mío. Arrugué mi entrecejo seguramente, porque ella notó mi confusión. —Él fue el graduado más joven de Derecho en Berkeley, con veintiún años y un Ferrari negro. Tiene una mansión en Los Ángeles y otra en San Francisco. Sus padres contaron que él les regaló un yate, y yo creo que él es todo un empresario-sugar daddy-joven.

Continué escuchando a Miss Gollar mientras negaba con mi cabeza por el comentario de mi amiga, tenía sus ocurrencias. —El que no esté interesado, lo estará cuando sepa que esto terminará en una monografía individual que designa el promedio del trabajo durante el año. Quiero ochenta hojas y un presupuesto de exportación y ganancias. El mejor trabajo será promovido a tercer año directamente, donde se saltará la materia Derecho Aduanero II y se tomará como aprobada.

¿Monografía individual? A la mierda mi cena de aniversario. Miré a Aimé, a la mierda fiesta de Theo. Miss Gollar era conocida por su increíble manera de enseñar, pero también por su intensa clase y forma de aprendizaje, sus tareas y las quejas de poca vida social entre sus alumnos. Sin embargo, la parte de saltar una materia y aprobarla me gustó tanto que me mantuvo pensando todo el camino en cómo me esclavizaría el siguiente fin de semana.

Tomé el tren junto a ella hasta Berkeley, que era donde mi empleo y el de Theo se encontraba, justo frente a la Universidad de Ro. Aún no podía creer que tendría un intenso seminario de horas, para luego hacer un intenso trabajo de días y, aun así, no graduarme ya mismo. ¿Realmente tendré una charla de cuatro horas para luego hacer un trabajo de ochenta hojas? Estaba indignada pero resignada, ya casi finalizaba el año y esta profesora no daría su brazo a torcer.

—Buen día, Theo. —saludé al amigo de mi novia, quien finalizaba su turno cuando yo lo comenzaba. Miré el reloj y eran pasadas las cinco. Ro no llegaría de su junta de abogados, como siempre. Los ví besarse, ellos jamás dejaban de sonreír desde el momento que sus ojos se conectaban.

Tomé el uniforme, tomé los patines y comencé mis cuatro horas. Lo vi salir de la universidad con un grupo de amigos mientras servía a la mesa junto a la ventana, lo vi subir a su auto y volver a las dos horas, para volver a entrar, pero esta vez con dos bolsas de Mc Donald's. El sabrá porque no llego, ¿cierto? O por qué no cenó conmigo, o no compartimos un café previo a mi turno.

—Shai. — Estaba saliendo por la puerta de personal autorizado cuando escuché mi nombre de su voz y sonreí ampliamente, estaba apoyado en su Falcon y con su boca echando humo del frío. ¿Hace cuánto estaba?

—Hola amor. —Besé sus labios fríos, los cuales se calentaron inmediatamente a la fricción con los míos.

Mentía si dijera que no lo extrañé, mentía si dijera que no quería estar acurrucada en sus brazos mientras el fijaba citas con clientes y miraba la pantalla de su computadora.
En el auto, no había ningún rastro de Mc Donald's, ningún café. Estaba su compañía, su CD de AC/DC y su sonrisa amplia mientras me contaba sobre su pasantía en una firma importante de abogados, en la cual creía estar dentro pronto.

—Josh... ¿Recuerdas a Josh?—asentí cuando el me volteó a ver. — Me invitó a su casa el sábado, es noche de partido y sé que era nuestra cena de aniversario, pero podemos moverla al Domingo y podrás ir a esa fiesta que Aimé insistía.

—Está bien, puedes ir si quieres.—Levanté ambos hombros.— Ya tuvimos cuatro cenas de aniversario, cancelar una no nos detendrá de tener una sexta, ¿No? —ambos reímos y el auto se detuvo.

Semáforo rojo. Sentía su mirada en mí, sus ojos verdes en mi mejilla izquierda y su mano fría en mi muslo, acariciándolo con su pulgar.

—En serio te amo, Shai. —murmuró con ojos amables y sonrisa ladeada, esas facciones tan seductoras y adorables.

—También yo, Ro.

El camino a San Francisco fue liviano, eran las nueve. Para cuando llegamos, incluso los pasillos de mi edificio estaban a oscuras y no había ningún ruido en todo el complejo de apartamentos.

—¿Cenas? —pregunté señalando una ensalada que había en la heladera, para días como estos que llego tarde y agotada.

—Por favor, muero de hambre. —Lo miré algo dudosa, sin embargo, le extendí uno de los contenedores y cubiertos. — En la tarde tomé café con mis compañeros, volví a la uni porque tenemos que organizar una clase para un seminario en la USF y la verdad, no podía salir. Lo siento por faltar. —

—Sí, algún graduado de su universidad va a ir a la mía. —Ignoré su disculpa. Tragué rápidamente para hablar, por lo que rio. — Dará un seminario pasado mañana, dijeron que sería para luego hacer un trabajo así que quizás puedas ayudarme. —

—No lo dudes. —Guiñó el ojo y se levantó, ya había acabado y yo no iba ni por la mitad.

Desapareció por las escaleras, así que intuí que iría a cambiarse, ponerse algo cómodo para dormir y tomar su laptop para revisar sus citas de mañana, que nadie haya cancelado y en ese caso, reprogramarlas mientras miraba Los Simpsons y acariciaba a mi erizo.

"Creo que es hora de romper el cascarón de rutina." Giré mi cuerpo hasta el de Ro y me acurruqué en su pecho tanto como su computadora me lo permitió. Prefería dormir antes de ceder a la realidad

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