Capítulo 8: ¿Quién le debe a quién?
(Dedicado a Neryslcaza)
-Te dije que los jamones sí lloraban.-masculló Trent.
-¡No puedo creer que aún no hayas superado éso! ¡Pasó hace 1 año!-exclamé, exaltada.-Me hicieron pasar todavía más vergüenza metiéndose en el refrigerador.
-Lo sentimos.-bajaron la cabeza, apenados.
-Además, me hicieron comprar condones ultra-sensitive de piña y chocolate. ¿Quién los puso en la lista?-fruncí el ceño.
Ambos guardaron silencio. Par de tarados. Llegamos a la casa y dejamos todas bolsas en la isla de la cocina. Cuando volví a la cocina, las bolsas estaban vacías. Todos se habían llevado las cosas que habían pedido.
Las cajas de condones tampoco estaban.
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Jake y yo habíamos unido a Mauricio a nuestro grupo de bromas: Brain Jokers. El nombre salió de la cabecita rubia de mi primo. Como sea, hoy íbamos a hacer otra broma. Descubrimos las cajas de condones en lo más profundo del armario del baño y decidimos gastarles a los chicos una jugarreta con ellos. Los sacamos todos y los llenamos de agua. Teníamos 3 cubetas llenas de enormes condones de piña y chocolate, llenos de agua. Se expandían demasiado, algo realnebte bueno para nuestra pequeña broma.
Nos posicionamos en lo alto de las escaleras y esperamos a que nuestra víctima pasara. Sí, no era una broma muy buena, pero no queríamos arriesgarnos a un castigo sin internet, baño, comida o agua, atados a una silla. El primero fue Damen. Dejamos caer el condón en su cabeza y lo mojó con el agua fría.
-¿¡Pero qué...!?
Antes de que puediera decir algo más, volvimos a lanzarle otro. Los demás chicos llegaron, atraídos por los gritos y las palabrotas de Damen, y, obviamente, ellos también recibieron sus condones en la cabeza.
-¡Para que aprendan a no mandar a una chica de 16 años a comprar SUS condones ultra-sensitive!-grité mientras lanzaba uno a la cara de Jace.
Los seis intentaban subir las escaleras y llegar hasta nosotros, pero los bombardeábamos sin piedad. Entonces, pasó lo inevitable. Las municiones se terminaron.
-¡CORRAN!-gritó Jake y los tres nos apresuramos a refugiarnos en nuestras respectivas habitaciones.
Desgraciadamente, Trent logró interceptarme antes de que abriera la puerta de mi habitación. Los otros dos se habían encerrado en el tercer piso, en la sala de cine y me habían dejado abandonada. Malditos traicioneros.
-¡SUÉLTAME, HIJO DE LA GUAYABA!-pataleé y le di en sus partes.
-¡DEJA DE AGREDIR MIS PARTES PRIVADAS, EMILIA!-como siempre, se tiró al suelo.
¡Yay, soy libre! Ok, ya no.
-¡NO ME TOQUES, SOY FAMOSA!-me revolví en los brazos de Caleb.
-¡EMMY AL AGUA!-canturrearon todos mientras me cargaban hasta el jardín.
Oh, no.
Díganme que no es lo que estoy pensando.
Si éstos imbéciles me avientan a la alberca, los mato.
A todos.
Les juro que los mato.
-¡NO SE ATREVAN!
Demasiado tarde. Ya estaba precipitándome al agua fría de la piscina. Cuando logré salir, tomé una bocanada de aire para maldecirlos, cuando lo recordé. Tenía mi celular en el bolsillo de mis jeans.
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-...67, 69, 70...
-13, 75, 98, 45, ¡PAPAYA!
-...71, 74, 63... ¡EMILY!
Comencé a reír cuando Jace me dio un golpe en la cabeza por haber hecho que perdiera la cuenta de cuántos condones habíamos desperdiciado en la guerra.
-Me deben un celular.-proclamé, masticando un pedazo de plástico con sabor a piña.
Ahora comprendía por qué los chicos habían pedido de éste sabor. Sabían realmente bien.
-Me debes unos condones.-Damen se sentó junto a mí.
Bingo.
-Así que tú los pediste, ¿eh?-levanté las cejas una y otra vez, juguetona.
-¿¡Qué!? ¡No yo no...!-intentó excusarse.
-Tranquilo, pequeño Damen, tu secreto está a salvo conmigo.-me levanté y salí de la cocina, caminando descaradamente.
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-Necesito parar.-susurré al tiempo que daba clic siguiente episodio de American Horror Story.
Llevaba más de 20 episodios seguidos y no había salido de mi habitación en todo el día. Los chicos intentaban entrar, pero obviamente no los dejaba. Mauricio y Jacob entraban por la ventana y me traían comida, se quedaban un rato conmigo y luego se iban. Ya sé, una chulada de niños. En fin, iba a terminar la segunda temporada de la serie, cuando la puerta se abrió.
-¡Suficiente, baja ya!-Seth tenía la llave de mi habitación en la mano y entró, enfadado.
Tomó mi laptop y se la llevó con él.
-¡No, mi vida, no te lleves mi vida!-supliqué.
-No seas exagerada y levántate.-Damen se detuvo a mi lado.
Yo estaba tirada en el suelo, quejándome y sollozando.
-La cena de hoy son tacos.
Éso fue todo lo que tuvo que decir para que yo saliera disparada como un rayo hacia la cocina. Los contenedores y bolsas con el logotipo de Taco Bell estaban en la mesa del comedor.
-Yo quiero tacos de verdad, no éstas mamadas.-fruncí el ceño.
-Igual te encantan.-se burló uno de los gemelos.
-Cierra ése horrible agujero que tienes en la cara llamado boca y déjame con mi "mexaquinidad".
-¿Éso es una palabra?
-¡Ahora lo es!-exclamé con mi palabra inventada y tomé la bolsa más cercana.
Está bien, sí, me gustaban los intentos fallidos de tacos de Taco Bell, pero echaba de menos los tacos al pastor y los alambres de queso que tan bien preparaba mi papá. Sin embargo, no podía exigirles más a los chicos que me alimentaban y me soportaban, así que me resigné y le di un mordisco a la tortilla dura con queso cheddar.
Aunque tuviera 16 años, seguía comportándome como si tuviera 14. Me burlaba y hacía enojar a los chicos, hacía bromas junto con Mau y Jake y hacía berrinches. Aún así, seguía amando a mis hermanos y ellos a mí.
En la mañana, decidí salir a caminar para estar sola un rato antes de que Trent viniera con sus gritos y patéticos intentos de ofenderme. Estaba caminando por la acera, cuando un auto se detuvo a mi lado.
¡A la mierda, me van a secuestrar!
-Disculpa, ¿sabes dónde queda la calle Pinecreek?-un hombre de unos 40 años estaba sentado en el asiento del conductor y me miraba.
Obviamente, yo no tenía idea de dónde estaba la calle, pero si le decía que no, me iba a ver como una idiota. Entonces, contesté:
-¿Puedes verme?-lo miré con sorpresa.
-¿Qué?-pareció confundido.
-Ningno de los otros vivos ha notado mi presencia, excepto por usted.-sonreí maniáticamente, haciendo que el hombre cerrara su ventana y pisara el acelerador.
Ja, ingenuo.
Regresé a la casa y entré a la cocina para tomar algo de desayuno. Nadie se había despertado aún, así que podía actuar como la niña rara que era. Puse Turn Around de Conor Maynard y me puse a bailar como pato mientras me hacía pan tostado.
Turn around, open your eyes
Look at me now
Turn around, girl I've got you
We won't fall down, yeah
We can see, forever from up here, yeah
So long as we're together
Have no fear, no fear
Tomé la leche y me puse a bailar con ella mientras mordía un pedazo de sandía.
Turn around, outa space we can go there now, yeah
Turn around, there's no limit to what we found
Uh yeah
Al terminar, me tiré al piso de rodillas como si fuera una gran super estrella, con los ojos cerrados y me deslicé hasta que choqué con algo. Abrí los ojos y me encontré a Calum y Michael grabándome.
-¿Cuánto llevan ahí parados?-pregunté desde el suelo.
-Desde que besaste a la galleta.-sonrió Cal.
Oh-oh.
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¡Hola!
Les quiero decir que me hace muy feliz que les guste tanto la novela. Gracias por votar y comentar. Espero que les haya gustado el capítulo.
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