—Deku —habló Mirio, captando la atención del pecoso—, puedes irte si gustas, es un día tranquilo.
Midoriya lo miró confundido, si bien era cierto que el área regulada por la oficina que manejaban juntos no había tenido mayores incidentes aquel día, siempre procuraban cumplir su trabajo de héroes hasta que su turno terminase.
—¿Desde cuándo tan permisivo, Lemillion? —rio un poco.
Togata se rascó la cabeza nervioso, inseguro de cómo hablar aquel tema.
—Uravity llamó —terminó diciendo—, y me recordó qué día es hoy.
La sonrisa de Izuku decayó inmediatamente al escuchar aquello, y el tema que había estado manteniendo al fondo de su mente para ser capaz de rendir su máximo tomó control de sus pensamientos.
El rubio notó aquel cambio de ánimo en su compañero de trabajo y, con simpatía, le palmó el hombro, sabiendo que al pequeño no le gustaban los abrazos en ese día.
—Ve, Midoriya.
Izuku le regaló una pequeña sonrisa agradecida, sin poder exteriorizar aquel sentimiento debido al nudo que apretaba su garganta sin piedad.
Fue a cambiarse su traje por sus ropas de civil, colocándose la sudadera que previamente había preparado, pues la capucha de esta cubría todos sus rizos verdes, su rasgo más característico. Siempre le alegraba ver a la gente que lo admiraba, tomarse fotos con ellos y firmar las cosas que le pedían, era lo único que hacía su corazón latir después del accidente; pero aquel día solo podría dar sonrisas fingidas, y él odiaba aquel tipo de expresión.
Corrió a través de las calles, sorteando a las personas a la vez que escondía su rostro, aunque no era porque estuviese apresurado, sino porque quería llegar lo más rápido posible, así tendría más tiempo para estar con él.
Entró a la misma florería a la que había ido año tras año, sin falta, desde que comenzaron su relación. La florista le sonrió en cuando lo vio, reconociéndolo, pero sin decir nada respecto a su identidad, solo tomó un ramo de orquídeas previamente preparado y apartado del resto de flores, esperando por él, y se lo entregó al pecoso, recibiendo, a regañadientes, el dinero que correspondía.
Se fue del lugar y retomó su rumbo, esta vez con el paso mucho más lento, queriendo llegar al su destino, pero temeroso a la vez, porque sabría que la realidad lo golpearía otra vez en cuanto entregara el ramo de flores.
Cruzó el gran portón negro que estaba a la entrada del recinto, saludando al señor que lo guió la primera vez que fue, aquella que no era más que una maraña de lágrimas y mocos, para recorrer el mismo camino que todos los años.
En cuanto llegó frente a aquel cuadro de mármol blanco, sonrió, mientras las lágrimas amenazaban con caer de sus ojos verdes.
—Hola, Kiri —dijo, con la voz entrecortada—. Feliz cumpleaños.
Dejó las flores en la lápida con delicadeza y se sentó frente a ella, listo para cumplir su promesa, contarle una historia sobre dos chicos que se amaban más allá de cualquier límite o prejuicio al que una vez fue su alegre y burbujeante novio, para así ayudarle a dormir mejor.
WHAT IS LOVE? BABY DON'T HURT ME, DON'T HURT ME, NO MORE
Ah, ojalá les haya gustado, BAI