Giro de guion

By lachinaski

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Aurora es un caos, su vida consiste en recordar con quién se acostó la noche anterior, intentar no pasarse co... More

¿Qué pasó con Ion Garrochotegui?
Hoy no me puedo levantar
Soy un desastre
Sufre, mamón
Teatro de la oscuridad
Adiós papá
Rey del Glam
Falsas costumbres
Queridos camaradas
Ellos dicen mierda, nosotros amén
La mala reputación
Ay qué pesado
Calle melancolía
Me cuesta tanto olvidarte
El blues del esclavo
Me colé en una fiesta
Flojos de pantalón
Lluvia del porvenir
Cumpleaños feliz
Cruz de navajas
Mundo indómito
Qué hace una chica como tú en un sitio como este
Enamorado de la moda juvenil
Escuela de calor
No controles
Feo, fuerte y formal
Veneno en la piel
Veteranos
Manos vacías
Terror en el hipermercado
Segunda Parte: El nudo gordiano

Naturaleza muerta

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By lachinaski





Naturaleza muerta


—Llevo mucho tiempo detrás de ti para esto.

Raúl aprieta los labios, ha decidido hacer un paréntesis en sus cavilaciones personajes, dejando los problemas graves a un lado mientras centra la cabeza en negocios más livianos. A veces piensa que quizás ha terminado involucrándose tanto en ese trabajo porque le ayuda a evadirse del mundo exterior. Durante años vivió preocupado por un sinfín de cosas que le consumían mental y físicamente, pero el mundo de la farándula, tan frívolo como efímero, ejerce como salvavidas entre las turbulentas aguas que suele navegar.

—Te juro que lo he buscado por todos lados, pero no hay manera —la voz trémula de Steisy suena desde el otro lado del teléfono. Sabe que esa chiquilla le odia, pro en realidad se lo ha ganado. Sinceramente, no le guarda ninguna lástima—. Creo que Fran piensa irse con Eduardo y Aurora el próximo fin de semana, estoy segura de que les llevará el video. Te prometo que haré todo lo posible para encontrarlo.

—No quiero que me prometas nada, nena —responde el hombre con frialdad—, lo que quiero es que cumplas con lo acordado.

—Y lo voy a hacer, solo dame un poco más de tiempo.

—Si cuando empiece julio no tengo ese video puedes irte olvidando del contrato para el festival de Ibiza. Llámame cuando tengas algo importante, adiós.

Cuelga sin ningún miramiento, la histriónica voz de la chica, con ese tono dejado, mezcolanza entre lo pijo y arrabalero, propio de los nuevos ricos venidos arriba, logra que se le pongan los pelos como escarpias. No hay nada más vomitivo que los arribistas, le ponen enfermo. La familia de Steisy no tenía dónde caerse muerta hasta que el cateto de su padre comenzó a invertir en apartamentos turísticos por la costa de Alicante. Se forró a base de mutilar las playas para darle a los octogenarios ingleses un lugar dónde pudrir sus dentaduras postizas al sol. Creó todo un imperio que se vino abajo con la crisis económica, razón por la cual Steisy se gasta esos aires de diva que no tiene dónde caerse muerta. Hija de especuladores inmobiliarios sin escrúpulos, las peores parias de la sociedad.

Raúl tira el cigarrillo que estaba fumando, lleva media caja en tan solo una mañana. Ni siquiera sus trapicheos con famosillos de medio pelo logran apartar de su cabeza el tema de los anónimos. Que algo se le escape totalmente de las manos le parece intolerable, impropio de alguien como él. No sabe que se encontrará el viernes, y eso le perturba muchísimo.

—A ti te quería yo encontrar.

El hombre está a punto de soltar un bufido cuando reconoce la voz de Tina Latini, pero la mujer no ha venido a parlamentar. En cuanto la ex estrella de los ochenta lo toma por el cuello de la americana, abalanzándose sobre él como una maldita posesa, Raúl no sabe si maldecir la mala suerte que está teniendo desde hace unos meses o preguntarse si todo el jaco que se metió esa mujer de joven ha empezado a hacerle efecto casi cuatro décadas más tarde.

—Sabía que estabas detrás de todo esto —empieza a zarandearlo con fuerza, los ojos azules de Martina lo fusilan con la mirada—. No podías quedarte paradito, eh. ¡Contesta de una maldita vez! ¡No te quedes como un monigote!

Raúl la coge por las muñecas, intentando zafarse de ella. Puta psicótica de los cojones, lo último que necesita es que semejante vedette momificada le toque las pelotas.

—¡Eres un cretino! —Grita, empujándole hacia un lado—. Rata piojosa, pulgoso muerto de hambre...

—Latini llevas en España desde los dieciséis años, el melodramatismo de telenovela latina te queda un poco lejos ya —comenta él, intentándose alisar la chaqueta, aunque la muy bestia se ha la dejado para darle un par de planchados. Tendrá que llevarla a la tintorería.

Raúl se quita la americana, no puede soportar ver esas arrugas, es superior a sus fuerzas. Son pequeñas manías que tiene, como el necesitar cambiarse urgentemente si se mancha la ropa, por eso siempre lleva una camisa de repuesto, por si acaso. La idea de no ir impoluto al trabajo le crea mucha ansiedad.

Antes de que pueda alzar la vista, siente como algo impacta contra su mejilla. No hay dolor, pero debe admitir que le ha picado un poco. La loca de mierda esa acaba de estamparle en la cara una revista, una puta revista. Menos mal que es el semanal del programa, con no más de veinte hojas y un papel de calidad cuestionable, llega a darle con la Vogue o algo así y lo desgracia para siempre.

—¿Se puede saber qué narices te pasa, puta loca?

—¿Qué me pasa? —Le golpea de nuevo con la revista, pero esta vez en el brazo—. ¡Esto me pasa!

Tina la zarandea en el aire, Raúl la coge, observando lo fantástica que ha quedado la portada. Se había olvidado completamente de la exclusiva que saldría hoy, muestra evidente de que sus preocupaciones están comenzando a distraerlo en demasía. Sonríe, han seguido sus indicaciones al pie de la letra, no puede estar más contenta.

"¿LA GUERRA DE LOS ROSE?

JOAQUIM COCH Y TINA LATINI A LOS TRIBUNALES: EL EMPRESARIO CATALÁN VA A POR TODAS"

—Salís favorecidos en la foto, dije que pusieran en la portada una de los años ochenta, cuando estabais juntos. Le da efecto nostalgia a la cosa.

—Yo te voy a matar, te juro que...

Shhhht —la frena, poniendo la mano ante ella antes de que se le abalance de nuevo—. Una hostia más y mañana también empapelarás España entera, te lo advierto.

La mujer ahoga un grito de rabia, Raúl debe admitir que se lo está pasando divinamente con esa situación. Latini es un peso pesado, la víbora despiadada de la redacción, carne de vida pública y escándalos varios. Pese a no verla como una contrincante seria, pues el hombre considera que ninguna de las personas que trabajan en ese mundillo podrá estar nunca a su altura, sí que la considera alguien inteligente. Además se ha empeñado en hacerle la vida imposible desde que él llegó a la televisión, considerándolo demasiado vulgar para la pantalla. Acaba de apuntarse un tanto histórico.

Por lo que sus fuentes han averiguado, Joaquim Coch ha denunciado a su ex mujer por injurias y calumnias, exigiendo a los tribunales el anular la pensión compensatoria por daños morales. Vamos, que quiere dejar de pasarle pasta, cosa que Raúl entiende perfectamente porque esa mujer gana de sobra vendiendo vidas ajenas, no es un dinero que necesite. Han intentado llevarlo todo en el más absoluto de los secretos, pero era una noticia demasiado jugosa como para que a Raúl se le escapara, y él tiene ojos por todas partes.

—Íbamos a pasarnos el próximo mes y medio hablando de la puesta en libertad de Soledad Ferreiro —Martina lo señala acusadoramente—. ¡Pero qué cosas! Ahora han cambiado el guion.

—Bueno Tina, la vida es así —el hombre se encoge de hombros, ladeando una sonrisa maliciosa—, está llena de giros inesperados.

—¿Cuánto dinero te han dado los Figueroa por desviar la atención mediática?

—Por favor, no seas simple —chasquea la lengua—. Los Figueroa están arruinados, y a Soledad ya no la contrata nadie porque está llena de deudas. Les hubiese hecho un favor convirtiéndoles en la comidilla del verano.

Raúl no mueve sus cartas sin razón, todo tiene un por qué y Martina lo sabe, por ello le está mirando con los ojos entornados. La mujer es consciente de que si él no lo ha hecho para sacar un beneficio directo, entonces está perdiendo dinero, porque tener en primera plana a los Figueroa sería mucho más suculento económicamente que tratar por enésima vez el drama entre la pareja más querida de hace algunas décadas. Tina y Quim están sobreexplotados, venden pero no a tal magnitud. Raúl tiene algo entre manos, ella lo huele y él no puede estar más contento de que siga habiendo una parte de su vida que puede manejar a la perfección.

—¿Qué es lo que quieres con todo esto, Raúl? —pregunta la mujer en un siseo desconfiado.

El hombre ensancha su perfecta sonrisa artificial.

—Ganar dinero, Martina —se encoge de hombros—, como todo el mundo.





Mara no tiene ganas de hablar con nadie, enfrentarse a Ana queda totalmente descartado, ella conoce a Carlos desde hace un montón de años, además que no tiene ningún tipo de tacto, seguro que la apabullaría con un sinfín de preguntas, poniéndole la cabeza como un bombo mientras le da consejos que no ha pedido ni tampoco necesita. La idea de mirar a Sandra hace que le suban todos los colores, es su compañera de universidad, pensar en contarle lo sucedido hace que sienta ganas de morirse. Y Aurora... Esa es a la que menos ganas tiene de ver, se ha pasado los últimos días atosigándola por whatsapp, parece una acosadora en potencia. Ella fue la primera que le habló de Carlos en términos que se alejaban bastante de lo despectivo, seguro que se pone en plan fanática histérica de Tumblr. Así que solo le ha quedado Pilar, porque es la única persona con cabeza en su grupo de amigos, además de que probablemente todo este asunto le dé exactamente igual. Eso es lo que le gusta de Pili, es la única que ha pasado del todo la adolescencia, convirtiéndose en una persona adulta digna para la sociedad.

Han quedado en un bar del centro, cerca de Malasaña. Pilar anda ahora con una obra de teatro y ha accedido a verla entre los ensayos. Mara lleva evitando a todo el mundo desde lo sucedido.

—No entiendo por qué tienes que ser tan exagerada —comenta la actriz, poniéndose algo de azúcar en el café. Siempre se lo toma solo, Mara no sabe cómo puede beberse eso sin vomitar, a ella le resulta repugnante tomarlo sin aunque sea un poco de leche—. Te has follado a un tipo, fin del asunto. La verdad es que darle más vueltas solo hace que te recrees en un conflicto inexistente.

—¿Inexistente? —Mara salta inmediatamente, anda bastante susceptible—. Pilar, ese tío me ha dado clase, no es cualquier persona. No es un fulano random puesto de coca que conociese en los baños de la discoteca mientras iba a mear, sabes. Era mi puto profesor hasta hace dos meses.

—Pero ya no lo es —se encoge de hombros—. De verdad, cómo te gusta enredar las cosas, deberías escribir guiones para el culebrón de las cuatro.

—¡No tiene ni puta gracia! —Exclama, golpeando la mesa con las manos. El té que tiene delante suyo ha estado a punto de derramarse, lo que la obliga a tranquilizarse un poco. Baja la voz, pues nota que todos a su alrededor las están observando—. Esto es muy serio Pili, me ha escrito y todo.

Pilar deja la taza sobre la mesa, suspirando con exasperación. Mara se encuentra al borde del ataque de nervios, cuando le dio el teléfono a ese hombre pensaba sinceramente que no volvería a saber de él, porque eso es lo que se hace con los líos de una noche, les pides algún dato por si acaso se tercia algún polvo cuando los planetas se alineen, o porque quieres quedar bien, pero ninguno tiene intención de llamar. Eso está totalmente fuera de lo establecido, pero al parecer nadie se lo ha dicho a Sotomayor, que le habló dos días después de aquel momento. Es decir, ayer.

—Te ha escrito...

—Sí, me ha escrito, mira.

La chica saca su teléfono móvil, enseñándole la conversación de whatsapp. Pilar observa la pantalla mientras los ojos de su amiga la escrutan con atención, a la espera de algún tipo de comentario.

—Antes de leerlo he tenido que quitarme la hora de conexión y los tics azules —comenta, bastante afectada—, porque obvio no puede ver que lo he leído y no le he dicho nada. Encima yo odio quitarme esas cosas, me crea mucha ansiedad, ¿ves lo problemático?

—Sí, está claro —asiente la actriz, devolviéndole el teléfono—, pasas demasiadas horas en las redes sociales, deberías dejar de stalkear a la gente de esa manera.

—¿Pero qué dices de stalkear?

—Ay por favor, Maravillas —bufa la chica, poniendo los ojos en blanco—. Siempre miras la hora a la que se ha conectado Jaime, no te hagas.

—Eso no es verdad —responde, tajante—. Ya no lo hago, ¿vale?

—Como tú digas —concede la chica—. En fin, no entiendo por qué tanto drama, el hombre solo te ha preguntado que cómo has pasado el fin de semana y que si te apetecería que os vieseis el próximo.

Ahí es adónde Mara quería llegar, el foco del problema, la fuente de la catástrofe, el volcán de su insomnio. Lleva desde ayer pensando qué diablos contestar sin tener ni idea. Había tomado la tesitura de correr un tupido velo, olvidar lo sucedido, después de todo con lo poco que ella pisa usualmente la universidad probablemente no fuese a cruzarse con él nunca más. Pero ahora el tío va, le escribe, se salta las normas y así no puede ser, porque ella solo quiere tranquilidad en la vida, pero el universo confabula en su contra.

Pilar se acaba lo que le queda de café dando un solo sorbo, Mara también ha acudido a ella porque es la persona que más odia a Jaime en el mundo. Así como Ana simplemente se limitaba a recordarle lo gilipollas que era el tío, pero aceptar si ella decidía volver a costarse con él, o Sandra la reprendía por lo que había hecho, aunque sin más, Pilar siempre ponía el grito en el cielo. Mara está segura de que si algún día se lo cruza por la calle el tío termina sin huevos, que tampoco le parecería mal, por otra parte. La opinión de Pilar es importante, porque siente que verdaderamente ella entiende todo lo mal que lo ha pasado, es una persona muy empática, quizás la más capacitada de todas sus amigas para entender las emociones ajenas.

—Yo necesito que me entiendas —le dice, mirándola muy seriamente—. No comprendo bien el problema, ¿es porque te ha escrito?

—¡Claro!

—Sí, pero a ver, si no quieres verle otra vez está todo bien. Seguro que el tío lo entiende, vamos, que no es ningún crío. Dile que se lo agradeces pero no estás de ánimos y ya está, tampoco le debes nada.

—Ya...

Se hace un silencio entre ambas, Pilar no ha dicho nada descabellado, ni tampoco ha tenido que estrujarse el cerebro para darle ese consejo. Solo le ha puesto palabras a esa obviedad que, por supuesto, ella ya había calibrado antes. Sin embargo, hay algo que la frena para decirle que no directamente, abre la conversación dispuesta a hacerlo pero en el último momento se arrepiente.

—O quizás sea que te gustaría probar a ver cómo va en una cita.

La chica alza la mirada hacia su amiga, totalmente horrorizada.

—Pero tía que es un facha, que yo no puedo quedar con ese —le espeta casi al instante, porque en realidad es algo que se ha repetido como doscientas veces desde que se acostó con él—. Además, ¿tú lo has visto? ¿Has visto cómo viste? Pero que no pegamos nada, menudo cuadro ir con él por ahí. Quita, quita.

—Ah bueno, así que es eso.

Pilar se recuesta sobre el respaldo de la silla, con esa sonrisa de madre que todo lo sabe tan suya. Mara odia cuando se pone en ese plan porque de verdad que le estamparía un sartenazo en la cara, le recuerda demasiado a su psicóloga cuando tras sesiones de negación total logra que Mara admita algún trauma escondido de la infancia, le saca de quicio.

—Dime una cosa, pero contéstame con sinceridad absoluta.

Mara tuerce el gesto.

—A ver...

—¿El tío folla bien o no? Y no te vayas por las ramas, que con una palabra basta.

La chica desvía la mirada, la verdad es que le duele en el alma tener que admitirlo.

—Sí, sí que folla bien.

—Mira Mara, te voy a dar mi opinión y zanjamos tema, porque no voy a pasarme horas divagando contigo hacia ninguna parte, además de que debo ir a trabajar. Si a ti el tío no te gusta, piensas que te trató mal, no hubo química o lo que quiera que sea, dile que no, está bien. Pero tía, si vas a pasar de su cara porque te da vergüenza tragarte el orgullo ese que tienes tamaño Himalaya entonces revísate un poquito, porque ya tienes una edad para ser tan cría con algunas cosas. Cómo se vista, si es un estirado, un pijo... Es que eso da igual, lo importante es que no sea un cretino de mierda ni un terrorista emocional como, por cierto, era el tatuado hípster con alma de vegetariano al que has estado enganchada la tira de años. Hacerse mayor significa que ya no vas buscando a la persona con la que quedarías bien en el fotolog porque tiene el mismo pelo emo que tú, sino con alguien que te trata con respeto y es buena gente, aunque en lugar de teñirse de negro se ponga pendientes de perlas.

Pilar empieza a recoger sus cosas mientras Mara, pensativa, la maldice una y otra vez por tener razón. Lo cierto es que todo lo que se ha dicho a sí misma para no quedar con Carlos eran meras excusas, lo que en realidad le toca la moral es tener que tragarse sus palabras. Que ella se metía mucho con él y se lo ha acabado follando, por bocas o por ley de Murphy, pero al final ha terminado yendo a parar dónde menos se esperaba. Además, ella es una persona muy cabezota, inflexible, de ideas fijas, cuando se le mete en la cabeza que algo o alguien son de una forma determinada, no le gusta en absoluto tener que admitir que, tal vez, estaba equivocada. Salir con Carlos quizás implique que no sea el monstruo horrible que ella había querido proyectar en su mente, solo por rencores absurdos fruto de su propia irresponsabilidad. Otra cosa que le revienta es asumir que, en parte, le importa el qué dirán. Porque a ver cómo se enfrenta a la gente del sindicato si alguien se entera que anda saliendo con el Sotomayor, a ver cómo le miran sus amigos de la universidad yendo con un tipo así. En el fondo Mara no es tan diferente al resto del mundo, ella también tiene una imagen, un personaje que se ha creado y desea mantener.

—En fin, me voy a ir yendo —comenta Pilar, acercándose a la chica para darle dos besos—. Y anda, dale una oportunidad al tipo. No tienes por qué tirártelo si resulta que te sientes incómoda en la cita. Lo peor que te puede pasar, en realidad, es que al final te guste.

Mara fuerza una sonrisa mientras ve cómo su amiga se marcha de allí. Observa a los transeúntes atolondrados a través de la cristalera que tiene a su lado, intentándose resguardar de ese sol despiadado que ya no da descanso a nadie. Frunce el ceño, observando de nuevo el teléfono móvil.

Lo que Pilar no entiende es que ella no quiere que le guste.

Ni él, ni nadie.





La casa de Fran, al norte de la M30, en uno de esas urbanizaciones súper pijas que tienen supermercados propios para no tener que salir de su burbuja de cristal a mezclarse con la chusma, trae siempre a la mente de Edu un sinfín de sentimientos encontrados, empañados por los recuerdos de una adolescencia que cada vez suena más lejana, marchitándose mientras avanzan en la primavera de sus vidas hacia un verano que cada vez se antoja más difícil.

El cumpleaños de Ion es motivo suficiente para dejar cualquier cosa de lado y permitirse ser, aunque solo sea por un día, aquellos niños perdidos que se creían capaces de moldear el mundo. Edu se siente algo melancólico últimamente, la nostalgia le invade constantemente por las noches, estrujándole el pecho como si se tratase de una esponja. Al fin, después de muchísimo tiempo, ha conseguido de David exactamente lo que deseaba. Quizás no tengan una relación pública, pero el futbolista está haciendo grandes esfuerzos por compensar todo eso, ser un compañero decente, adquirir ciertos compromisos. Por primera vez, Eduardo puede estar tranquilo con esa relación, pero precisamente desde que ambos comenzaron de nuevo, el joven se siente más inquieto de nunca. Es una sensación extraña, que le aborda en las noches cálidas, cuando el futbolista le abraza dormitando. Entonces un frío se adueña de todo su cuerpo, invadiéndole una aterradora sensación de soledad.

Allí, en casa de Fran, le llegan todas esas imágenes de la infancia caduca, las primeras charlas sobre sexo, los videojuegos hasta las tantas de la madrugada. Le viene Ion a la mente, siempre presente, como una esencia que ya forma parte de su código genético. E, irremediablemente, también se acuerda de Bruno.

Frunce el ceño mientras el que algún día fue su amigo más íntimo le pasa un bote de cerveza. El recuerdo de Bruno le acecha con intensidad, la cual se agudiza siempre que él y David viven momentos de idilio.

Mientras bebe, piensa en por qué su mente le complica tanto las cosas justo ahora, cuando se encuentra en su mejor momento. A nivel profesional se considera estable, su relación con Alonso podría considerarse cordial y aunque su padre sigue siendo un mierdas, al fin ha conseguido aprender a sobrellevarlo. Eso, sumado a su relación con David, hacen un cóctel perfecto para ser feliz, pero en realidad se siente irremediablemente vacío, como el niño perdido que dejó atrás, solo que ahora ya no está Ion para rescatarlo de las aguas fandangosas en las que se hunde paulatinamente.

—La verdad es que no esperaba que vinieseis, podríamos habernos encontrado directamente en Sitges —comenta Fran, bebiendo algo distraído. Se encuentran en el jardín, disfrutando de la apacible sombra del porche. Cervezas frías y una leve brisa mesetaria apaciguan las terribles temperaturas que atosigan al país entero—. Supongo que no tardará mucho en pasarse el video, siento no tenerlo preparado.

—Siempre has sido de dejarlo todo para última hora —Edu se encoge de hombros—. Aurora lo quería, se ha puesto muy pesada.

—Bah, es normal —responde el joven, quitándole importancia—. ¿Cómo va tu hermano?

—Tan imbécil como tú.

Fran se echa a reír, conforme él y Eduardo se alejaban, separados por los distintos caminos que tomaron al crecer, Alonso y él terminaron teniendo una gran relación. No es de extrañar, puesto que ambos frecuentan los mismos ambientes y salen con el mismo tipo de subnormales.

—Hacía tiempo que no me pasaba por aquí —comenta Edu, observando el jardín—, tu madre ha cambiado las estatuas del jardín.

—Menos mal —bufa el chico—, esa puta virgen era horrible. El perro se la cargó jugando, yo creo que fue una señal de Dios.

Ahora es Edu el que ríe irremediablemente, tampoco es que los chistes de Fran tengan mucha gracia, pero de repente se siente un adolescente de nuevo, todo parece más liviano, menos complejo, ya no está tan vacío.

El ruido de sus carcajadas queda interrumpido por una incipiente melodía que llega desde la parte trasera de la casa. Edu se queda callado, al igual que Fran. Los dos se miran, igual de sorprendidos y confusos, la melodía de una guitarra los embriaga.

Los dos deciden, sin necesidad de mediar palabra, levantarse, latas en mano, e ir a ver de dónde viene la música, sorprendiéndose genuinamente al ver que es Aurora tocando sobre el césped recién cortado. Con las piernas cruzadas a lo indio, la chica parece absorta en los acordes, dejando llevar sus manos con una seguridad propia de virtuosos. Su semblante parece tranquilo, da la sensación de que no hay nada a su alrededor, no está en la casa, ni siquiera se ve a sí misma rodeada de objetos de jardinería, quizás ni siquiera se encuentre en este mundo. Hace años que Eduardo no veía a Aurora tocar una nota, dejó de hacerlo hace mucho tiempo, ahora solo se la ve así cuando...

—¿Está con el epi?

Fran lo mira, preocupado. Porque quizás ya no sean los amigos de antes, apenas se llamen cada muchos meses o, en ocasiones, terminen de los pelos porque tienen visiones de la vida muy diferentes. Pero el pasado son raíces, y por más que el árbol cambie o las ramas se tuerzan para lados opuestos, la base siempre será la misma.

En el fondo, Fran conoce a Aurora tanto como Novillero, porque todo lo que se debe saber de ella quedó estancado años atrás. La Aurora de fiestas descontroladas, drogas y alcohol es tan frívola y superficial que con emborracharse un par de veces con ella basta.

—Sí, eso parece —suspira Eduardo, juntando las cejas—. Mierda.

La chica alza la vista, mirándolos por un momento como si no les reconociese. Pero esa expresión solo le dura unos pocos instantes, al segundo se levanta dando un brinco, cuando llega hasta dónde están ellos se toma la libertad de coger la lata que Eduardo lleva en la mano, acabándosela casi de un trago.

—Estaba por tu casa —se dirige a Fran, refiriéndose a la guitarra—. Aunque está poco afinada. Estaba súper aburrida, no paráis de decir tonterías. Fran, ¿tienes algo de comer? Tengo hambre, aunque si quieres llamamos al Telepizza. O hacemos algo, ¿tienes cosas en la nevera? Voy a ver.

Los dos miran como Aurora entra de nuevo en la casa. Luego Fran le dirige su atención a la guitarra, torciendo el gesto.

—Creo que no la veía tocar desde que...

—Desde otra vida, sí —suspira Eduardo—. Ha dejado de tomarse la medicación, creo que tampoco está yendo a terapia.

—Joder, la madre que le parió.

—Bueno, por lo menos no se ha fundido la tarjeta de crédito entera comprando cosas por Amazon —comenta, como si eso fuese un consuelo—. La última vez me pasé un día entero llamando para hacer devoluciones.

—Sí, o como cuando robó aquel coche en la puerta del Ikea —asiente Fran—. En fin, mejor que invierta la euforia tocando música que no metiéndose en líos.

—No sé, me tiene preocupado —Eduardo aprieta los labios, mirando al joven—. Que haga burradas es lo normal, pero ponerse a tocar... Aurora ya no se dedica a la música, tú lo sabes. Sabes lo que significa para ella esto, no sé...

—¿Te da miedo que le dé un chungo?

—No sé —suspira, confundido. En realidad ni siquiera se entiende a sí mismo, como para intentar hacerlo con Aurora en su época eufórica—. Pero primero querer ver el video de Ion antes de ir a Sitges, con lo mal que lleva ella este tema, ahora esto de la música... Fran, creo que Aurora no está bien.

En realidad Fran no es de los que se ponen serios, siempre ha sido de llevar sus problemas tapándolos y poniendo buena cara, tiene una personalidad que se basa en la evitación. La mayoría de la gente piensa que es idiota, y aunque no es ninguna lumbrera tampoco tiene un pelo de estúpido, lo que ha hecho es optar por parecerlo. Siendo tonto, sin preocuparse por nada, evitando pensar de más en las cosas ha conseguido desquitarse de muchos de sus problemas. Por eso, cuando se comporta como un adulto, el choque es brutal. Si Fran se pone serio es porque considera que la situación lo merece.

Cuando mira a Eduardo, este puede ver en su nuevo amigo al joven adulto en el que realmente se ha convertido, totalmente consciente en el fondo del mundo que le rodea.

—Aurora nunca ha estado bien —responde, hay un deje de lástima en sus palabras, aunque no porque se compadezca de la chica. Es más como un quejido melancólico, gracias al cual Eduardo entiende que a él también le acosan los fantasmas.

No, Aurora nunca ha estado bien, Fran tiene razón. Tampoco lo ha intentado, a decir verdad. Desde siempre ha llevado un estilo de vida totalmente autodestructivo, que solo agrava sus problemas. Pero ella no está dispuesta a cambiar por nadie, siempre tuvo ese espíritu rebelde, que la incitaba a hacer precisamente lo que todo el mundo le reprochaba. A veces Eduardo piensa que es esa cabezonería la que terminará por llevarla a la tumba.

—¡Francisco! —Exclama la chica desde dentro de la casa, sobresaltándolos a los dos.

Aurora asoma la cabeza, mirando a los chicos, totalmente ajena a su conversación. En sus etapas de euforia es un huracán incontrolable, nada puede detenerla, ni siquiera ella se da un respiro a sí misma. Da un par de palmas en el aire, para indicarles que se está impacientando.

—Tienes la puta nevera llena, vamos a comer —los apremia con vehemencia—. Y espero que te queden más cervezas que esas cuatro mustias que he visto, porque quiero ponerme súper ciega, que esta noche he quedado.

Desaparece tan rápido como ha llegado. Los chicos se quedan observando su fantasma, esa puerta vacía que sabe a otros tiempos que quizás no fueron mejores, pero sí más sencillos. Eduardo suspira, cansado, en el fondo lo único que le sucede es que por fin se ha dado cuenta de que se está convirtiendo en un adulto.

—Creo que le vendrán bien los días en Sitges.

Mira a Fran, que no parece demasiado convencido.

En el fondo él tampoco lo está. 


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