Don't let me Fall

By EmilyMidnight

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"Sabes que me derrumbaría sin ti, no sé cómo haces lo que haces porque todo lo que no tiene sentido sobre mí... More

Don't let me Fall
ADVERTENCIA
Prólogo
Capítulo 1: Olivia
Capítulo 2: Lucas
Capítulo 3: Olivia
Capítulo 4: Lucas
Capítulo 5: Olivia
Capítulo 6: Lucas
Capítulo 7: Olivia
Capítulo 8: Lucas
Capítulo 9: Olivia
Capítulo 10: Lucas
Capítulo 11: Olivia
Capítulo 12: Lucas
Capítulo 13: Olivia
Capítulo 14: Lucas
Capítulo 15: Olivia
Capítulo 16: Lucas
Capítulo 17: Olivia
Capítulo 18: Lucas
Capítulo 19: Olivia
Capítulo 20: Lucas
Capítulo 21: Olivia
Epílogo: Olivia
AGRADECIMIENTOS

Capítulo 22: Lucas

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By EmilyMidnight

Después de un par de días en los que no supe qué pensar o siquiera qué decir. Obtuve una respuesta que no esperaba ni en mil años. No porque yo haya descubierto la respuesta, no, solo alguien la había traído para mí.


―Luke, alguien abajo dice que necesita hablar contigo. – Levanté la vista de los papeles que tenía justo frente a mí, de mal humor por haber sido molestado cuando al fin conseguía algo de concentración. 

Mi hermano se encontraba en la puerta de mi oficina, mirándome un poco pálido. Fruncí el ceño en su dirección. ¿Qué le sucedía?

―Dile que pase, entonces. – Garrett asintió en silencio y se fue de allí. 


Menos de dos minutos después, dos golpes a mi puerta, seguido de alguien abriéndola con lentitud. 

Un cuerpo femenino apareció allí, a lo que alcé las cejas. O al menos creía que era femenino con toda esa ropa puesta. Vestía un abrigo demasiado grande y ancho, unas botas largas que no dejaban ver si llevaba pantalones o una falda debajo. Lentes de sol, una bufanda que le tapaba la mitad del rostro y un gorro donde había metido el cabello. Si es que tenía cabello, de todos modos. 

― ¿Qué necesita, señorita? – Fruncí el ceño cuando la mujer se volteó, cerrando la puerta detrás de ella. 

Sus manos fueron directamente al gorro tejido para quitárselo, rebelando suave y brillante cabello castaño claro. Me tensé, reconociendo ese sedoso cabello. Sus lentes fueron los siguientes. Y observé atónito esos ojos grises. Su bufanda estuvo fuera, dejando a la vista un rostro ceniciento sin una pizca de maquillaje, comenzó a desabotonar su abrigo, dándome un vistazo de su ropa ajustada por debajo, un jersey gris y leggins negros. Parpadeé, sin poder decir una palabra. Ella dejó su abrigo colgado en la silla.

―Hace demasiado calor aquí. Afuera parece el Ártico. – Murmuró a modo de explicación hacia su ropa. 

― ¿Q-qué haces aquí? – Comencé a sentirme sofocado allí. Verla y escucharla hablar otra vez era tan sobrecogedor que mi corazón estaba haciendo todo tipo de divertidas volteretas. Liv sólo me miró en silencio, sus ojos adquiriendo un brillo que segundos antes no había estado presente. 

―Necesitamos hablar. 

― ¿Lo hacemos? – Ella me frunció el ceño y asintió con la cabeza, sus manos retorciéndose en su regazo. – No puedo ahora, Liv. Estoy lleno de trabajo. 

―Bien. – Hizo una pausa que se me antojó demasiado llena de tensión para mi gusto. – ¿Cuándo? 

― ¿Cuándo qué? – Comenzaba a sentirme como un idiota. Y no uno de esos idiotas con gracia. Empezaba a sentirme como en arenas movedizas. 

―Hablar. ¿Cuándo puedes? De verdad necesito hablar contigo, Luke. ¿Puedes? 

Asentí en silencio. Las palabras estaban más allá de mí en este momento. No era capaz de formular palabras. Estaba demasiado sorprendido como para incluso moverme. 

―Bien. Yo... ―Ella pareció dudar unos instantes, su seguridad anterior perdiéndose totalmente cuando miró mis ojos con algo que no pude descifrar. 

―Me puedo pasar por tu apartamento cuando salga de turno. Si no te molesta. – Ella sonrió tentativamente, logrando que el hielo de mi corazón comenzara a derretirse. 

―Eso sería genial. Gracias. Nos vemos. 

No esperó una respuesta ni un gesto. Simplemente tomó todas sus cosas y salió huyendo de allí lo más rápido que sus piernas se lo permitieron. Dejándome totalmente absorto, boquiabierto. ¿Qué acababa de suceder?



*~*



A eso de las diez de la noche, llegué al edificio de Liv, sintiéndome raro. No sabía qué pensar de lo sucedido hoy, no sabía qué esperar de lo que se vendría ahora. ¿Por qué Liv había decidido ir a hablar conmigo días después de haberla escuchado llorar por teléfono? ¿Después de meses de silencio de su parte? ¿Qué había cambiado en ella? 


John, el portero del edificio me saludó con un gesto de extrañeza, mirando mi uniforme azul, pero no me detuvo. Me subí al ascensor luego de haberle dado una seña con la mano, y emprendí el corto ascenso hacia algo desconocido. 

Liv ya me estaba esperando en la entrada, sonriéndome tímidamente. Recorrí su cuerpo con la mirada, sintiendo cómo mi estómago se contraía. Siempre ha sido tan hermosa. Tan hermosa que ahora me dolía. 

Vestía un sencillo vestido de tela elástica gris con la falda plisada a la altura de sus rodillas, acentuando la pequeña cintura que tenía. El cuello en V hacía ver sus pechos llenos, sus pequeños zapatos fucsias eran planos, haciéndola ver tan pequeña y delicada. Ella hizo lo mismo conmigo, observándome de pies a cabeza en mi uniforme azul, y la vi tragar con dificultad. 

―Gracias por venir. – Ella susurró. Asentí cuando me encontré con su mirada. 

― ¿De qué querías hablar? 

Ella tragó y me hizo un gesto hacia el interior, caminando sin esperar que la siguiera, dirigiéndose al living. La seguí sin decir nada.

―De lo que sucedió. – Así. Con solo eso ella hizo que mi corazón se rompiera una vez más. – Necesito explicarte. 

―Creo que fuiste lo suficientemente clara esa vez. – Espeté, a lo que ella se estremeció. Realmente se estremeció. – Me quedó claro lo que sucedió. 

―No entiendes. – Ella sacudió la cabeza, sintiendo su desesperación. – No entiendes, Luke. 

―Pues explícame. Explícame lo que no entiendo. – Sabía que estaba siendo duro con ella. Pero ella lo había sido aún más hacía más de un mes. Cuando había roto mi corazón en fragmentos, sin importarle el hecho de haberle confesado que la amaba, que estaba enamorado de ella. Tal y como seguía sintiéndolo ahora.


Liv suspiró, llevándose una de sus manos a la cintura y la otra pasándola a través de su cabello. Y supe, incluso antes de que ella dijera algo, que lo que vendría ahora cambiaría nuestras vidas.


―Mentí. Mentí para alejarte de mí porque no merecías una versión rota de mí, no merecías tener que soportar a una persona tan rota como yo lo estaba. Como sigo estándolo. Te alejé de mí para evitarnos todo el dolor que sabía que iba a causarte. Mentí para evitar que todo se descontrolara entre nosotros. – Hizo una pausa en la que pude ver sus ojos llenos de lágrimas. – Mentí para cuidar de ti. Habías terminado conmigo y yo estaba tan destruida. Estaba tan enamorada de ti, Luke, yo... 

― ¿Estabas? – Me atraganté, sintiendo otro tipo de dolor. Ese tipo de dolor que hace que te duela lo imposible. Algo que creías que jamás podía dolerte hasta que lo sentías. Ella sacudió su cabeza, decidida a aclarar todo. 

―Lucas, jamás he dejado de estarlo, desde la primera vez que te vi supe que pertenecíamos el uno con el otro. – Lágrimas desbordaron sus ojos, rodando por sus mejillas. Inhalé con brusquedad, sintiendo mis propias lágrimas llenar mis ojos. – No puedo seguir un día más aguantando todo esto. Saber que fui yo quien te alejó. Sabiendo lo cruel que había sido contigo ese día, cuando apareciste tan lleno de vida y esperanzas de salir adelante conmigo y yo te arrojé todo ese amor en la cara. Me destruyó, Luke. Rompió mi corazón. Y estoy tan arrepentida. Estoy harta de tener que aparentar tantas cosas, tener que fingir que estoy bien con todo esto sucediendo. Fingir que no me importas. Que no quería volver a saber de ti nunca más. 


Ella había mentido para no causarme dolor. Tal y como yo había hecho cuando había terminado nuestra relación. Lo había hecho por la misma razón, y nos habíamos destruido el uno al otro en el camino. Liv estaba sintiendo la misma jodida cosa que yo. Y la desesperación era real, porque estábamos caminando por una cuerda floja.


―Dijiste que habías dejado de confiar en mí, Liv. Que no te había mantenido a salvo. – Esas palabras aún me atormentaban, habían destruido mi mente. 

Ella rompió en llanto en ese momento, cayendo de rodillas al piso, tapando su rostro con ambas manos mientras se ahogaba en sollozos descontrolados. No resistía verla sufrir de esa manera, no por mí culpa. Y de ese modo, me quebré junto con ella, derrumbándome a su lado, envolviendo mis brazos alrededor de su cuerpo, atrayéndola a mi pecho, y llorando allí con ella. 

Porque ambos estábamos sufriendo. Ambos nos habíamos hecho daño el uno al otro. Y este era el momento de dejar fluir todo.

―Perdóname, Luke. Perdóname. – Susurró al final, su voz apenas audible. Solo pude estrecharla más fuerte, apretándola contra mi pecho. 

―Tú deberías perdonarme por haber terminado contigo en primer lugar. Debimos haberlo hablado primero. Debimos jodidamente haber hablado sobre eso, juntos. Lo hice por ti, amor. Siempre he hecho todo por ti. – Cerré los ojos, apoyando mi barbilla en su cabeza escondida en mi cuello.


Liv levantó su cabeza, sus ojos hinchados y rojos por el llanto, sus manos fueron a mis mejillas húmedas, me observó atentamente por lo que parecieron años y antes que pudiera verlo o anticiparme, ella estrelló su boca contra la mía, sacando un jadeo ahogado de mi boca, sorprendido. 

Sus labios eran bruscos contra mí, como si sintiera desesperación por besarme. La misma desesperación que yo había estado sintiendo por semanas. Largas semanas en las que el sol había dejado de brillar y mi vida se había vuelto un océano de oscuridad. Mis manos buscaron su cintura, obligándola a sentarse a horcajadas sobre mí allí en el piso de madera falso, jadeando sorprendida. 

―Esto no es hablar, Liv, cariño. – Ella sonrió contra mi boca, apretándose más contra mí. Soltó mi rostro y sus manos fueron directas a mi chaleco antibalas. 

―Esto no es algo cómodo. Quítatelo. – Se alejó solo lo suficiente para mirarme y luego al chaleco. Lo hice. Obedecí porque necesitaba sentir sus manos sobre mí.


La camisa fue lo siguiente en salir, mis manos se sentían desesperadas por sentir la piel de Liv, sentir su calidez y tersidad, ansiaba volver a sentir su suavidad una vez más, después de haber estado extrañándola por largos meses. La necesitaba más de lo que necesitaba respirar.


Me levanté del piso, llevándome a Liv conmigo, sabiendo que necesitaba la privacidad que su cuarto podía darnos. 

―No hay nadie. – Me detuve de golpe, dejando caer mi mano de su mejilla. 

― ¿Qué dices? ¿Dónde están todos? – Liv tuvo la desfachatez de encogerse de hombros, casi sonriente. Creí que me daría un ataque ahí mismo. – ¿Desde cuándo has estado sola? 

―Desde hace dos horas. Les pedí que volvieran mañana a todos. 

Parpadeé al ver su rostro enrojecer. 

― ¿Les has pedido que se vayan porque yo iba a venir? – Asintió con solemnidad, le sonreí. –Estás loca, Liv. 

―Deseaba estar totalmente a solas contigo, Lucas. No quiero tener que encerrarme en mi habitación contigo solo porque alguien puede vernos. 

― ¿Sabías que esto iba a pasar? – Negó, bajando sus pestañas para esconder sus ojos. 

―No. Pero estaba deseándolo. No sabes cuánto he querido hacer esto contigo una vez más. Lo mucho que te he extrañado. 

―Mírame, Liv. Mírame y repite lo que has dicho. 


Olivia dudó unos segundos, pero lentamente alzó su mirada para mirarme fijamente, sus ojos grises estaban brillantes. Una sonrisa tentativa comenzaba a formarse nuevamente en sus labios hinchados.

―Te deseo, Lucas. Y te he extrañado. – Su mano fue a mi rostro, y seguí el contacto con su piel. –No me dejes esta noche, Luke. 

A modo de respuesta, la besé. La besé como si ella fuese el mismísimo oxígeno. Como si en ese beso ella me devolviese a la vida. Devolviéndome las ganas de vivir una vez más. Recordando las palabras de la primera vez que pasamos la noche juntos. Aquella vez que se emborrachó en la fiesta de beneficencia y me pidió que no la dejara. Cuando no pude dejarla y supe en aquel entonces que no podría alejarme de esta mujer.


Mis manos recorrieron sus curvas, su cuerpo como si estuviese conociéndolo una vez más, como si mis manos volviesen a casa otra vez. Sus manos hacían lo mismo en mí, tocándome de esa manera suya que lograba hacerme estremecer y que se me erizara la piel. Mi corazón se sentía lleno de profunda calidez, de esa necesidad de ella.


Logré quitarle el vestido sin apenas alejarme de sus labios y ella no tardó en pegar su cuerpo semi desnudo contra mi pecho, comprendiendo lo que quería. Agarrándola por los muslos, la levanté hasta que ella envolvió sus piernas a mi alrededor y no me importó si no había nadie más que nosotros. La llevé a cuestas hasta su habitación.


―No sabes lo mucho que me has hecho falta, Lucas. – Ella respiró contra mi boca, sus dedos enredados en mi cabello. 

―Quizás no, pero sí sé lo mucho que me has hecho falta, amor. – Liv se separó lo suficiente como para mirarme, su mirada gris tan cálida como un día de verano en el mediterráneo, su sonrisa desapareciendo para darse cuenta de lo en serio que iba. 

―Es un empate, quizás. – Asentí, estampando mi boca en la suya, su lengua enredándose enseguida con la mía.



Dejé a Liv en el borde de su cama, y separé sus piernas para ponerme de rodillas frente a ella, sus manos yendo a mi cabello para fijar su mirada en la mía, como si necesitara ver mis ojos para comprender lo que estaba sucediendo, lo que realmente pasaba por mi cabeza. 

El hecho de saber que ella seguía sintiendo lo mismo que yo sentía por ella, me llenaba el corazón y alma de tantas maneras que ni siquiera sabía dónde había estado perdido todo este tiempo. 

Se sentía como una bruma en el tiempo, como si en ese tiempo me hubiese estado ahogando para, finalmente, salir a flote y volver a respirar. Y era lo mejor que había sentido después de semanas.

Toqué la cadera desnuda de Liv. Ella se estremeció mientras sus dedos tocaban mi pecho con lentitud. Tenía la mitad de su cuerpo desnudo sobre mí, su respiración aún rápida. 

Tocarla era como tocar la piel de un ángel, como si fuese seda. Y estaba seguro que no quería hacer otra cosa más además de estar aquí con ella. 

Podría estar aquí, por siempre, y jamás cansarme o aburrirme de ello. Jamás me cansaría de estar junto a ella, con ella, dentro de ella. 

― ¿Luke? – Levanté la mirada para encontrarme con la de ella. Mi estómago se tensó cuando vi su expresión dubitativa. 

― ¿Qué sucede, cariño? 

―Hay algo que quiero saber. Y quiero que respondas con honestidad. – Asentí, temiendo su pregunta. Esto no pintaba bien. 

―Por supuesto. 

― ¿Por qué dejaste mi caso?


Liv se levantó, llevándose la sábana con ella para tapar un poco su desnudez, y se acomodó de rodillas a mi lado. 


Aunque no era la pregunta que esperaba, no me sorprendía en absoluto. Había querido hablar sobre el tema antes, solo que habíamos estado ocupados haciendo otras cosas como para hablar.

―Bueno... ¿La verdad? No pude soportarlo. No podía soportar hablar de ti, hablar sobre cosas relacionadas a ti. Hannah ya le había advertido a Simmons sobre nuestra relación, y las cosas ya estaban tensas. – Hice una pausa, porque no quería decir lo que tenía en la punta de la lengua. – El día que fuimos a sacarte de donde Charles te tenía, Simmons me encaró, me pidió explicaciones y se las di. Dijo que mi posición en tu caso estaba pendiendo de un hilo. Luego no me dejaron ir a verte al hospital, no podía acercarme a ti ni siquiera siendo policía. 

―Entonces abandonaste el caso. – Terminó Liv por mí. 

―Sí. – Me senté en la cama, mirándola fijamente. – ¿Qué hubieses hecho tú? ¿Seguir adelante? Hice lo que creí correcto, por primera vez. Ya había cometido demasiados errores con respecto a ti, Liv. No estaba haciéndolo otra vez. 

―Cometimos muchos errores, Luke. – Me corrigió, su mano yendo a mi mejilla. Seguí su contacto, cerrando los ojos al sentir la realización de que esto era real. – No solo tú. Yo también, y estoy tan avergonzada.

Fruncí el ceño, llevando mi mano por sobre la de ella, abriendo los ojos para encontrarme con su rostro con una mueca dolorosa, sus ojos grises brillantes por las lágrimas sin derramar.

―No, cariño. No estés avergonzada de nada. – Tomé su rostro entre mis manos mientras igualaba su posición de rodillas frente a ella. – Ambos cometimos errores porque pensábamos que estábamos haciendo lo correcto. ¿Nos equivocamos? ¡Diablos, sí! Pero no debes sentirte así. Ahora estamos aquí, juntos. ¿No? 

―Sí, pero... 

―Sin peros, Liv.

Y antes que pudiera decir algo más, besé sus labios con urgencia.



*~*



El olor a comida me despertó, mi estómago rugiendo en el camino. Gemí y rodé en la cama, estirando en brazo para buscar a Liv. La cama estaba vacía y fría, mi cuerpo tensándose inmediatamente. 

Miré alrededor. Mis instintos de policía activándose inmediatamente. 

Las cortinas estaban abiertas de par en par, dejando ver la oscuridad de la noche y la habitación vacía. La luz de luna apenas ayudaba a visualizar la habitación completa, pero sabía que Liv no estaba allí. La luz del baño estaba apagada.

Me levanté de golpe cuando sentí ruidos fuera de la habitación. ¿Dónde rayos estaba Liv? El reloj de la mesita de luz indicaba casi las tres y media de la mañana. ¿Qué demonios sucedía? 

Comencé a sentir ansiedad, porque Liv no era de las que despertaba por la madrugada a comer.

Me enfundé los bóxer que estaban junto a la cama y salí de la habitación en completo silencio.

La luz de la cocina estaba encendida, al igual que la del living.

― ¿Liv? – Llamé con cautela. El sonido de algún cubierto cayendo me dio la idea de quién podía estar allí. 

Mi cuerpo se relajó de tal manera, que lancé un suspiro cargado de alivio. 

―Luke. ¿Qué haces despierto? – Entré a la cocina, justo para ver a Liv frente a la cocina, revolviendo lo que sea que haya encontrado para meter en la olla. 

―Me despertó el olor a comida. – Dije avergonzado. Ella tuvo el descaro de reír. 

―A mí me despertó el hambre.

Se rió mientras se encogía de hombros. Liv vestía nada más que mi camisa azul del uniforme, y no pude pensar en lo sexy que se veía de esa manera.

Ella se volteó para seguir revolviendo el contenido de la olla, y yo me senté sobre uno de los taburetes alrededor de la gran isla de mármol. Apreciando la vista. Disfrutando de estos momentos de paz con ella. Disfrutando de lo que parece ser algo tan natural entre nosotros. 

Llenaba mi alma de las sensaciones más cálidas conocidas, y no tenía miedo de aceptar cuán enamorado estaba de esta dulce mujer.

― ¿Qué estás cocinando? – Ella encogió un hombro y dejó el cucharón de madera sobre el borde de la olla. 

―Pastas.

Liv se acercó a mí, poniéndose de pie entre mis piernas abiertas. Rodeé su cintura con ambos brazos, y ella enlazó los suyos alrededor de mi cuello. 

Su cabello castaño estaba ligeramente alborotado, y sus labios estaban hinchados.

Acercó su rostro al mío, rozando sus labios con los míos. Cerré los ojos por pura inercia, esperando por el beso, esperando por la sensación de caer por el precipicio al más allá. Su contacto se sentía como lo harían las alas de una mariposa y no podía dejar de estremecerme. 

Liv presionó sus labios sobre los míos e hizo sonar el beso, haciéndome abrir los ojos y soltar una carcajada. Su mirada brillante pero lánguida me dijo lo mucho que disfrutaba de esto. De estar de esta manera. Tal y como yo lo hacía.



Comimos pastas con salsa de tomate y sobre ello, queso parmesano rallado. Algo muy nutritivo para comer a las tres de la madrugada. Pero comimos tranquilos. Felices.


Ya no había amenazas para Liv. Nadie podía hacerle daño ahora, y su salud mental se veía bien. Sabía que las sesiones con el psicólogo estaban haciéndole bien. Ella había logrado sanar. 

Quizás no del todo aún, pero iba camino a ello, y podía saberlo solo por cómo ella interactuaba. Por cómo podía ver la vida en su mirada, su sonrisa fácil.

No había nada más que pudiese hacerme tan feliz como esto.

Sabía que esto era solo el comienzo de sea lo que fuese. Su recuperación, nuestra difícil relación, todo. Esto era lo que llamaban una nueva oportunidad de hacer las cosas bien.


Dejamos los platos sucios sobre el lavavajillas y tomados de las manos, nos fuimos de regreso a su habitación. Ella encendió la luz de la lámpara de su mesita de luz, y la habitación se iluminó apenas.

― ¿Te dije lo hermosa que te ves de esa manera? – Ella se volteó para mirarme, una sonrisa traviesa en su rostro. 

― ¿Tú crees? – Se puso de pie al final de la cama, mientras yo me acostaba boca arriba, con los brazos doblados detrás de mi cabeza. 

―Oh sí, la mujer más hermosa del planeta. – Sus mejillas adquirieron un leve tono rosa, pero eso no la detuvo de comenzar a abrir cada botón.


En cuanto se quitó mi camisa, la dejó caer al suelo, alrededor de sus pies. Se subió a la cama y avanzó hasta sentarse a horcajadas sobre mi regazo.

¡Jesús!

Llevé mis manos a sus muslos tersos y apenas mi boca conectó con la de ella, supe que la noche terminaría llegada la madrugada.



*~*


La luz del sol me llegaba de lleno en la cara, haciéndome gemir con molestia.

No habíamos dormido casi nada en absoluto, mis ojos se sentían pesados e hinchados de sueño, pero mi cuerpo cansado no se quejaba en absoluto de la energía gastada.

Sonreí con el solo hecho de recordar las horas con Liv, su cuerpo sudado junto al mío. Su respiración acelerada y sus jadeos en busca de aire.

El silencio reinaba en el departamento, y tuve una sensación de déjà vu horrible. Estiré la mano para buscar el cuerpo de Liv, pero la cama estaba fría a mi lado. Abrí los ojos de golpe, sentándome rápidamente en la cama, ignorando la sensación de mareo que me embargó.

La habitación estaba vacía.

La puerta del baño estaba abierta, y sabía que allí no había nadie. Tal como había sucedido anoche. Hace un par de horas.

Tal y como había hecho horas atrás, miré el reloj de la mesita junto a la cama. Ocho de la mañana.

¿Liv había ido a trabajar? Fruncí el ceño, confundido. Ella me hubiese despertado, me hubiese avisado. Liv hubiese dicho algo. La hubiese sentido levantarse por la mañana. Hubiese sentido el despertador sonar.

Me levanté sin pensarlo dos veces.

Entré a mirar al baño: nadie. Sin rastros de Liv.

Me enfundé una vez más en los bóxer y salí en su búsqueda. No me costó mucho trabajo darme cuenta que estaba solo en el departamento, y la sensación que me acompañaba era horrible.

Podía sentir la bilis tratando de subir por mi esófago, podía sentir el hundimiento que aflojaba mi estómago. Mi corazón latía tan rápido como lo haría el de un colibrí, tan rápido que temía comenzar a hiperventilar y caer desmayado allí mismo. Joder.

Comencé a sentirme frenético cuando tomé el móvil y marqué su número, el cual sonó y sonó hasta que me mandó al buzón de voz.

Estaba solo en la inmensidad del loft.


Me senté en el mullido sofá de la sala y mi vista cayó enseguida en una hoja blanca doblada a la mitad sobre la mesa de centro.

Parpadeé. Escalofríos recorriéndome la espina dorsal.

Me estiré, y con la mano temblándome, tomé el papel.

"Luke, sé que esta no es la mejor manera de decir adiós. Pero no es la mejor manera porque no es un adiós, es un hasta luego. Hasta luego porque no puedo quedarme más tiempo aquí en Seattle, he partido a Europa para poder encontrarme conmigo misma en un viaje a solas, sin nadie en absoluto. Sé que esta no debió ser la forma de decirte esto, porque no sé cuándo volveré. Solo sé que apenas esté lista para intentar vivir de nuevo, tú serás el primero en saberlo. Porque siempre has sido tú. Ganaste mi corazón aquel día que vi tus ojos verdes cuando me sacaste de ese lugar sin esperanzas, cuando tú me regalaste las esperanzas que necesitaba. Ganaste mi alma cuando sostuviste mi cabello cuando más lo necesité luego de la fiesta de beneficencia, cuando apenas éramos unos extraños. Te quedaste cuando lo pedí. Te quedaste conmigo, y por eso me permití caer por ti. Me permití enamorarme de ti tan perdidamente como una adolescente conociendo a su primer amor. Me hiciste darme cuenta de lo que el amor es y no es. Contigo pude ver qué errores había estado cometiendo en mi vida, y pude arreglarlo. Pude vivir. Tú fuiste quién me dio las herramientas necesarias y aquí estoy, mirándote dormir tan profundamente después de haber hecho el amor... un par de veces.
Y lo siento tanto, siento tanto tener que irme sin poder decírtelo. Me destruye imaginarte buscándome cuando despiertes en un par de horas y veas que me he ido. Pero tranquilo, amor... las cosas suceden por algo, y si tú me amas tanto como yo lo hago... esperarás por mí un tiempo más.
Espero que ―de verdad― puedas entenderme, Luke, porque esto lo hago por ambos. Para ser alguien digna para amar. Una mujer que no esté rota como yo lo he estado todo este tiempo.
Tuya, Liv."

Liv se había ido.

Me había dejado quizás por cuánto tiempo. Podrían ser días, semanas... meses. Ni siquiera quería pensar en que podían ser años. No creía poder soportarlo, de todos modos.

Explicaciones o no, no podía negar el vacío terrible que dejaba en mí, porque ella lo había tenido en mente todo este tiempo. Mientras nos reíamos, besábamos... Liv sabía que horas más tarde no estaría allí. Todo el tiempo que estuvimos juntos, la razón de por qué había ido a verme a la estación, todo comenzaba a tener sentido.

Ella había sabido que se iría y no dejó siquiera que me preparara mentalmente.

Ella se había ido, y con ella se había llevado mi corazón.

Liv se había ido.  

*******


Este es el penúltimo capítulo de esta travesía, sin embargo, aun falta el epílogo por subirse, así que aún les queda un tantito más por leer de Liv y Lucas. 


¡Nos vemos en el próximo y último capítulo!


Besos y abrazos, Emily.

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