Forbidden [HANK x CONNOR]

By Daikiraichan

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Hank Anderson, teniente de policía de Detroit, vive su apacible y tranquila vida junto a su esposa Katherine... More

Capítulo 1: Fuerza magnética
Capítulo 2: Promises I can't keep
Capítulo 3: Not just a Machine
Capítulo 4: Lullaby of Cain
Capítulo 5: Hate me, please
Capítulo 6: Unfaithful
Capítulo 7: Falling away with you
Capítulo 8: This feeling
Capítulo 10: El corazón quiere lo que quiere
Capítulo 11: Gasoline
Capítulo 12: The Letter
Capítulo 13: Nothing's gonna change my love for you (FINAL)

Capítulo 9: I think I love you...

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By Daikiraichan

NOTAS DEL AUTOR 

¡Por fin, aquí os traigo actualización! No me matéis, he estado intentando dejarme todo el jugo en el KINKTOBER y pasó lo inevitable: me atrasé también en este fanfic. Pero espero haber conseguido que esté lo suficientemente decente como para compensar la demora. 

Credits: Illustration by @aoniyosii (twitter)

:::::::::::::::::


Connor jamás había disfrutado tanto de un verano, en toda su miserable existencia.

No podía recordar ninguna mañana en la que el sol brillara con tanta intensidad como aquellos bonitos días que pasaron cerca del lago. Se había mimetizado como parte de la familia Anderson, con el beneplácito de todos los integrantes, incluido el perro. Se habían ido de sendero, donde Connor había intercambiado miraditas con Hank en momentos furtivos, incluso había caído algún beso robado en una curva de la caminata, cuando nadie miraba; la familia al completo se había subido a una barca y había surcado a remo el apacible lago, solo para encontrar un lugar lejano del resto de turistas y poder bañarse tranquilamente. Disfrutar de Hank en bañador, jugando con el mayor en el agua como dos adolescentes enamorados... sin lugar a duda ese sería uno de los mejores y más felices recuerdos que guardaría en su memoria de capacidad ilimitada.

Parpadeó unas cuantas veces, mientras salía de aquel ensueño de recuerdos y vivencias que le trasladaban a un estado de paz y felicidad etérea; estaba dentro de su coche autodirigido, sentado cómodamente en el sillón mientras seguía el vehículo del teniente, cargado con toda su prole y sus pertenencias.

Cómo le gustaría estar sentado en el asiento del copiloto de aquel vehículo...

Cerró los ojos, con cierto dolor emocional recorriéndole la espina dorsal. Ya echaba de menos ese rincón de armonía y naturaleza que estaban abandonando después de unos días maravillosos de placer ocioso, donde de forma también espontánea, había sido parte de algo más grande. De una familia.

Aunque él la quisiera romper para crear la suya propia.

- Hank... -susurró Connor, sintiendo su LED procesar sus sentimientos, cambiando de azul cielo a amarillo miel-. Te necesito...

Y se acarició el brazo suavemente, con la punta de los dedos, subiendo por el antebrazo desde la muñeca hasta el codo. Sintió unas cosquillitas agradables que le hizo sonreír con los ojos cerrados. Pronto esa misma mano subió hasta su hombro y su pecho, acariciando también su cuello, emulando las caricias que el mayor le depositaba en la intimidad de sus sábanas. Esas sábanas que habían sido testigos de tanta pasión desenfrenada y prohibida.

Las escenas subidas de tono, de mordidas y besos húmedos, inundaron su mente, proyectando de forma muy explícita aquellos encuentros, mientras sus ansiosas manos, recorrían su cuerpo necesitado de las caricias de aquel hombre que ni siquiera se imaginaba cuán importante era para el androide.

Los suspiros y susurros llenaron el solitario vehículo automático mientras perseguía el objeto de su deseo por la carretera, camino a casa.

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La vuelta a la "normalidad" había sido inmediata.

El mismo día que Hank había deshecho las maletas de las vacaciones de su familia, habían tenido un encuentro tórrido y cariñoso, aprovechando la excusa de que Sumo necesitaba pasear por el barrio. Aquella era una de las tantas excusas que había inventado la pareja de amantes para poder verse a escondidas. Muchas veces cogían el coche del androide y mientras éste se dirigía sin rumbo hacia la ciudad para hacer tiempo, ellos consumían sus energías en los asientos traseros.

¿Sumo?

En casa de Connor, durmiendo en su cómodo sillón. Connor lo sentía mucho por el perro, que muchas veces veía truncado su paseo diario por la pasión desbordante de Hank, pero el androide también tenía necesidades que debía saciar.

Se encontraban tirados en los cómodos y mullidos asientos del coche automático, suspirando por el increíble momento que acababan de vivir juntos, cuando Connor intentó hablar.

- Quería decirte algo –la voz del joven rompió el silencio cómplice que tenían ambos instalado entre ellos. Connor se encontraba acostado, totalmente desnudo, sobre Hank, que estaba también estirado en los asientos traseros del coche –aunque con las rodillas algo flexionadas porque era demasiado alto para estirarse completamente-.

- ¿Hum...? –preguntó en un murmuro perezoso el mayor, que se encontraba concentrado en acariciar el cabello sedoso del androide y aspirar su dulce aroma. Se sentía relajado y feliz.

- Creo que te quiero... -su voz sonó tímida y cohibida, algo extraño en el androide.

Los ojos de Hank, de un azul intenso, se abrieron un poco más y buscaron la mirada del joven. Aquellos ojos que lo habían hipnotizado se encontraban observándolo con intensidad.

- ¿Estás seguro de lo que dices? –le preguntó el mayor con voz grave. Connor asintió, totalmente seguro.

- Te quise desde el primer momento en el que te vi –le confesó el androide, llevando una mano hacia el mentón barbudo del mayor-. Estoy seguro de que no puedo vivir sin ti.

- Lo que dices es muy profundo, muchacho –Hank contestó distantemente, puesto que no sabía lo que le hacía sentir aquellas frases, estaba confundido.

Connor sintió una punzada de decepción en su corazón biónico, pero ya sabía que se arriesgaba a aquella evasiva. No obstante, aunque guardó silencio en esa ocasión, él nunca se daba por vencido en lo que se proponía.

Una tarde, de las últimas tardes que a Hank le quedaban libre, apareció en su puerta, a plena luz del día. Connor le abrió con una sonrisa de oreja a oreja, pensando en que podrían pasar la tarde juntos en su casa, como una pareja normal y corriente.

- ¡Hank! –le saludó con sorpresa el joven, entusiasmado con su presencia-. ¡Qué sorpresa verte a estas horas aquí!

- No es para eso, cariño –susurró Hank, mirándolo con ojos apurados. El androide sintió que su LED cambiaba directamente a rojo, por la preocupación.

- ¿Qué es lo que pasa? –le preguntó con el ceño fruncido, haciendo esas arruguitas adorables que Hank besaba a veces en el entrecejo y la frente.

El androide dejó paso al mayor en casa y cerró la puerta tras él.

- Tranquilo, no es nada grave –dijo Hank, acariciándose las manos-. Es que Kathy sospecha algo.

- ¿Qué? –la sorpresa del androide era genuina.

- Me ha pedido que esta noche salgamos a cenar porque quiere decirme algo importante –Hank parecía sudar de nervios. Connor pudo percibir su miedo tras sus marcadas bolsas debajo de sus ojos cansados.

Dio unos pasos hacia el teniente y acunó su rostro preocupado entre sus manos. Procedió a darle un casto beso en los labios mientras pegaba sus cuerpos. Aquella cercanía los hacía sentir seguros.

- Tranquilo... -susurró el joven, mirándolo fijamente desde su posición, unos cuantos centímetros más bajo-. Todo va a salir bien, yo me encargo de hablar con ella y quitarle esas ideas, podría incluso decirle que  lo de salir a cenar esta noche...

- No, no hagas nada de eso –le cortó Hank, tajantemente. Separó al joven de su cuerpo, agarrándolo de los hombros y mirándolo, todavía con preocupación-. Iré a esa cena. Solo necesito que te quedes con Cole esta noche... ¿podrás?

- Claro... -Connor aceptó sin tapujos, aunque sintió otro pinchazo de decepción. ¿Por qué Hank aceptaba irse a cenar con Kathy en vez de adaptarse al plan que él tenía ya trazado en su cabeza?

- Bien –Hank asintió, todavía nervioso en su fuero interno, y le dio la espalda al joven, para abrir la puerta.

- ¿No te quedas un poco más? –le rogó suavemente el joven, agarrándolo de la manga de la camisa-. Puedo prepararte un café...

- Tengo que irme ya, Connor, Kathy sabe que estoy en tu casa –le respondió Hank, no sin antes agarrarle la mano que tiraba de su manga y depositar un suave beso en el dorso.

Lo próximo que escuchó el androide fue la puerta de su casa cerrarse, dejándolo solo entre las frías paredes. Sus ojos pasaron de mirar la fría madera de la puerta a centrarse en el veteado suelo.

Sentía sus emociones agolparse en la garganta.

:::::::::::::::::::::::

- Cole, pórtate bien y hazle caso a Connor, ¿entendido? –le dijo Katherine a su hijo con voz autoritaria pero cariñosa. Ese tono que solo las madres podían controlar.

Se encontraba ataviada en un traje despampanante pero elegante, bajo un abrigo largo con peluche color piel. Su cabello tenía ondas y estaba totalmente brillante y natural. Su maquillaje era sencillo pero el androide sabía apreciar su belleza madura. Hank también se había arreglado... pero no para él.

El perfume de mujer tenía saturados sus sentidos olfativos y cuando procedió a despedirse con un abrazo de Katherine, deseándole que se lo pasara muy bien, mantuvo la respiración. A Hank solo le hizo un gesto con la cabeza, aunque lo que realmente deseaba era comérselo a besos.

Verlos desaparecer tras la puerta, desde el pasillo, fue como presenciar la destrucción de sus ilusiones bajo un mazo de titanio. Sintió en su estómago una punzada de dolor y frustración. Tenía ganas de patear con todas sus fuerzas el suelo de aquella casa.

- ¿Por qué te brilla la cabeza de rojo? –le preguntó la dulce voz infantil de Cole, mientras lo observaba a su lado.

Connor se dio cuenta de que tenía los puños cerrados con fuerza y que se estaba clavando las uñas en la piel. Su mandíbula estaba tensa y apretaba los dientes, aguantando la ira incipiente que creía en su cuerpo. Miró al joven desde arriba, con altivez.

- No pasa nada, pequeño –le respondió con falsa dulzura, su voz parecía amable pero sus ojos no cambiaban; transmitían frialdad. Cole se encontraba confundido.

- ¿Te duele la tripa? –le preguntó nuevamente el niño, intentando comprender qué le pasaba a su amigo, que nunca había visto en aquel estado.

Connor se agachó a su altura, intentando tranquilizarse. Llevó una mano a la cabeza del niño, su LED seguía parpadeando en un rojo escarlata que iluminaba la entrada de forma siniestra.

- ¿Te apetece jugar al escondite?

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- ¡Quién no se ha escondido, tiempo ha tenido! –gritó Connor, abriendo los ojos.

Se encontraba en mitad del salón. No había rastro del niño a primera vista.

Para él no era difícil encontrarlo, pero su intención no era jugar con Cole en un principio.

- Espero que te hayas escondido muy bien, Cole, porque tengo un radar para encontrar niños –le gritó, mientras hacía que buscaba en la habitación, aunque Connor sabía que su rastro estaba indicando que se había escondido en el jardín. Seguramente dentro de la caseta de Sumo.

Empezó a subir las escaleras de la casa, olvidándose del jardín donde esperaba que Cole permaneciera agazapado un buen rato. Se encontró en la segunda planta, donde nunca había estado. No pudo evitar sentir curiosidad y abrir la habitación infantil que tenía dibujado un "NO PASAR" en la puerta.

Se encontró con una habitación de niño, muy adornada con juguetes, cohetes y motivos de la NASA. El niño tenía un interés curioso con el espacio y el viaje espacial. Se metió dentro, iluminando la habitación oscura con su LED. Ni siquiera intentó encender la luz, no quería llamar la atención de Cole desde abajo en el jardín.

Observó sus juguetes, cogió un muñeco con movimientos distraídos y luego lo dejó donde estaba. Registró sus libros apilados en la mesita de noche y leyó los títulos. Entre ellos se encontraba "El principito". Sonrió satisfecho por el cuento que el niño estaba leyendo.

- Hank... esto es cosa tuya –susurró, sintiendo que se enamoraba aún más de aquel hombre. El principito era uno de sus cuentos favoritos.

Se hartó de aquella habitación y salió por la puerta, volviendo al pasillo. Decidió meterse en la habitación que tenía la puerta cerrada. Lo que encontró dentro le robó una sonrisa de satisfacción.

Era la habitación del matrimonio.

Era una habitación espaciosa, recogida y limpia. Lucía una gran cama de matrimonio en el centro de la estancia, una cómoda donde se imaginaba a Katherine arreglándose para la cena de esa noche y un armario donde guardaba el matrimonio toda la ropa. Estaba conectada a un baño interno y privado. Decidió que en esta habitación sí debía encender la luz, para fijarse bien en lo que miraba.

- ¿Dónde estará este niño? –preguntó en voz alta, para seguir con la pantomima de que estaba buscando al muchacho.

Mientras, se dedicaba a observar la habitación. Dio unos pasos y decidió sentarse en la cama, probándola. Se recostó suavemente. Era cómoda, y cálida... Qué pena que no pudiera compartirla con Hank... por ahora.

Abrió enseguida la mesita de noche y vio que se trataba de la mesita de Hank. Dentro de los cajones había una lectura policíaca, unas gafas de lectura, y algunas cremas para arrugas. Sabía que jamás las usaría puesto que Hank era muy dejado para esas cosas.

No tardó en abrir los cajones de Kathy, encontrando cosas muy típicas de mujeres. Había un sobre con dinero, unas fotografías de familia que observó atentamente, descubriendo a Cole muy pequeño. Las guardó debajo de la agenda y los sobres. Aparte de medicamentos y polvo, no había nada más interesante.

Decidió levantarse y sentarse en el tocador, cogió un pintalabios y lo abrió. Su color era carmín intenso. Se tentó en ponérselo sobre los labios, pero no lo hizo. Lo dejó en su sitio, dándose cuenta de que había una botella de perfume al lado. La cogió y echó en la habitación, al lado suyo, para poder olerlo. Era el perfume que llevaba Kathy puesto para esa noche. ¿Sería el perfume para ocasiones especiales? Sintió deseos de gastárselo. Tal vez, si le daba tiempo, echaría parte del envase por el desagüe. Mientras tramaba esa broma pesada, se miraba en el espejo.

Sus lunares brillaban bajo la luz tenue de la habitación. Su LED estaba de color amarillo, procesando todos sus sentimientos e información nueva que estaba guardando en su memoria. Parpadeó varias veces e hizo un gesto delante del espejo, arrugando la nariz.

Él siempre sería así.

Siempre luciría así de joven. Con su piel tersa, su pelo ondulado, sus ojos brillantes. ¿No era mejor partido para Hank que Kathy, que se envejecía cada día que pasaba? A él no le saldrían arrugas, no se le hundirían los ojos ni se le oscurecerían los dientes.

Para él no había nadie más indicado para estar con Hank hasta que la muerte les separase. Él era el único que podía ofrecerle al mayor una vida plena, llena de aventuras.

Un crujido le hizo mirar de forma rápida hacia la puerta. No tenía mucho tiempo más.

Antes de salir de la habitación, se levantó directo para observar el armario, el cual abrió con decisión. El aroma tanto de Kathy como de Hank se mezclaron en sus sentidos olfativos. Observó rápidamente la distribución de la ropa y acarició algunos vestidos que Kathy tenía colgados con mimo de las perchas. Sin más dilación abrió los cajones largos de abajo y descubrió el botín que andaba buscando.

Ahí estaba la ropa interior de Kathy. Miles de bragas de todo tipo de colores y telas. Sujetadores, medias, y otros utensilios femeninos. ¿Para qué necesitaría tanta ropa? Si realmente con quien disfrutaba su marido era con él.

Alzó las cejas y miró unas bragas de encaje muy elegante y sedosas. Eran de un color rojo lavado, muy llamativo. Le gustó el tacto entre sus manos, suave y resbaladizo. La abrió y midió a ojo.

- ¡He ganado, no me has encontrado! –le gritó el niño de sorpresa desde la puerta del cuarto de sus padres.

Connor, que se encontraba demasiado concentrado en lo que estaba haciendo, no se había dado cuenta de su presencia y totalmente sorprendido y nervioso, hizo las bragas una bola de tela y se la guardó rápidamente en el bolsillo de la chaqueta.

- ¡Ey, chaval, me has ganado! –le dijo con una mueca que pretendía ser una sonrisa. Sentía los latidos alocados de su corazón en sus oídos-. Eres el primero de tu especie que consigue derrotarme. Venga, vamos a prepararte la cena... Estarás hambriento, ¿no?

Y con aquellas palabras, salieron del cuarto del matrimonio, apagando la luz al salir y cerrando la puerta.

Connor sentía la tela de ropa dentro de su chaqueta todo el tiempo.

:::::::::::::::::::::.

Los Anderson habían llegado muy tarde. Y el olor a alcohol era evidente para Connor, que los recibió en silencio en la oscuridad de la madrugada. Cole hacía horas que se había quedado dormido y que el androide lo había llevado a su cama, donde, se había permitido el atrevimiento de leerle suavemente El principito hasta que había vuelto a caer en un sueño muy profundo. La visión del niño dulcemente dormido, con un dedo dentro de su boca, a Connor se le hizo tremendamente tierno. Deseó formar parte de su vida como algo más que un vecino simpático...

- Connor, gracias por tus servicios, cariño –le dijo la señora con unas copas de más. Lo abrazó fuertemente y le despidió educadamente-. A ver si esta noche cae el señor Anderson, tú ya me entiendes.

Connor torció el gesto y miró hacia un lado mientras Hank se escabullía de la escena, con la excusa de que quería ir al baño.

- Ya verás que sí, Kathy –le respondió el joven, tratando de demostrar el cariño que siempre profesaba a la mujer-. ¿Quién se te puede resistir?

- Un joven como tú, seguro –le dijo después de una risotada, coqueta como siempre.

Cuando la puerta de la casa de los Anderson se cerró, dejándolo fuera, en el rellano, se sintió estúpido al quedarse unos minutos delante de la puerta, observándola como si pudiera ver a través de la madera. Pero no podía parar de imaginarse lo que fuera que estaba sucediendo tras esas paredes.

Sería Hank capaz de engañarle a él... ¿con ella?

A la mañana siguiente, tenía claro que lo averiguaría.

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Su mujer estaba borracha. Tremendamente perjudicada por el vino que habían tomado durante la cena. Él también había bebido pero sabía que todavía tenía control de su cuerpo y sus pensamientos.

Katherine estaba desesperada. Le había abordado en la cena con todas sus preocupaciones y, aunque él se había equivocado al pensar que sospechaba de la aventura que estaba viviendo con Connor, sí que tenía la certeza de que algo iba mal en la relación de ambos. Y quería arreglarlo.

Más tiempo para nosotros, más tiempo solos, le había dicho, como si eso pudiera poner freno a las terribles consecuencias de lo que había estado perpetuando cada día, cada noche, desde que el vecino de enfrente se había mudado a la casa de los Evans.

Ayudó a su mujer a subir las escaleras, mientras ella parecía que se hacía la torpe para dejarse caer sobre sus brazos, en busca de un constante contacto de sus manos. En una de esas veces, hizo que ambos cayeran en los escalones.

Hank quedó encima de ella, viéndola con el pelo desperdigado en las escaleras, y sus ojos seductores mirándolo con anhelo. Se unieron en un beso natural y sosegado, que la mujer recibió como agua de mayo, encendiéndola hacia algo más que llevaba buscando durante semanas.

El teniente se dejó hacer, se dejó acariciar la espalda y la cintura, mientras besaba tiernamente a aquella mujer que había compartido sus mejores años con él. Que le había dado una vida de dicha, un hijo maravilloso y una familia a la que volver cuando los días parecían castigarle por ser quien era.

-Te amo, amor mío –le susurró la mujer mientras él besaba su cuello, añorando aquellas caricias tan apasionadas que se daban.

- Yo... -intentó responder de corazón-. Yo también te amo, Katherine –y sus ojos se encontraron. En su mirada había un eterno agradecimiento, una confianza ciega y una entrega paciente y obediente.

Hank sintió el corazón encogerse en su pecho. Recogiendo del suelo a aquella mujer que lo buscaba con urgencia, se dio cuenta de que todavía la amaba. No podía negarlo.

Pero no la amaba a ella. Amaba lo que había significado para él. Amaba lo que simbolizaba. Había destrozado todo aquello cuanto sentía suyo. Y no podía destrozarla a ella por el camino.

Se dio cuenta de que estaba atrapado, atrapado entre sus propios sentimientos, mientras yacía en la cama con ella, dándole las migajas de un amor que sabía desflorecido.

::::::::::::::::::

Percibió el sonido de un violín sonando melancólicamente cuando se acercó al porche de aquella casa que tantas veces había visitado desde que se había vendido a su nuevo inquilino.

Las notas parecían llorarle al aire, haciéndole vibrar algo en su pecho. ¿Sería Connor quien tocaba semejante canto a la nostalgia? Siguió disfrutando del sonido que provenía de la casa, una vez que estuvo frente a la puerta. Esperó unos segundos mientras la música se apoderaba del músico que sujetaba el arco del violín.

Hank sabía que la llave de la puerta se encontraba escondida entre las plantas que tenía en el porche. La encontró con facilidad y abrió suavemente la puerta, intentando descubrir al virtuoso del violín con las manos en la masa.

Sus ojos azules se sorprendieron al ver al joven, vestido de forma sencilla como de costumbre, con la cabeza inclinada sobre el instrumento de madera, moviendo su brazo a un ritmo pausado y sentido, mientras las notas nacían de las cuerdas. Eran como caricias sobre el instrumento y éste gemía tristemente una balada que Hank no comprendía del todo. ¿Era el interior del androide el que cantaba a través del instrumento?

Se quedó petrificado, observando a su amante en una de las tantas facetas que desconocía de él. Y que deseaba fervientemente descubrir.

El violín paró en seco y el joven se dio la vuelta. Sus ojos avellanas sorprendidos, sus pestañas largas, sus lunares adictivos, sus rizos en su sedoso cabello, su porte y su figura...

Hank lo deseaba.

- ¡Hank! –gritó el joven, alegre por verlo. Dejó el violín en el sillón y saltó hacia el hombre que lo había estado observando desde la puerta.

Se abrazaron fuertemente y de inmediato, el joven buscó sus labios, fundiéndose en un beso necesitado, en un beso lleno de perdones y explicaciones por parte de Hank.

- Solo hace unas horas que no me ves –le dijo con una sonrisa el mayor, mientras sentía cómo el joven descendía por su pecho, rozándose contra sus abdominales al dejar de estar de puntillas.

- No sabes cuánto te he necesitado –le espetó el joven, colocando su cabeza en el pecho, escuchando su viejo corazón-. ¿Vienes para quedarte un rato?

- Sí, ahora podemos aprovechar –Hank se deshizo del abrazo y pasó por la casa, como si fuera suya, y se quitó el jersey. Aquel día hacía fresco-. Kathy está trabajando con la asociación de padres y madres, preparando la vuelta al cole. ¿No deberías estar haciéndolo tú también? –le preguntó de pronto, cayendo en la cuenta.

- Como soy un profesor nuevo no me hacen partícipe de esos eventos hasta el año que viene –le respondió Connor, sentándose sobre el mayor, que se había sentado en el sillón-. Pero no querrás hablar de eso ahora, ¿no?

Las manos del joven se perdieron enseguida por dentro de la camisa del mayor, que recibió la caricia de aquellas manos con un gemido. Estaba buscando exactamente eso, así que dejó caer la cabeza hacia atrás, dejando su melena en el sillón y su cuello descubierto. Connor aprovechó aquella postura para mordisquearle la nuez y las clavículas.

- Oh, Connor... -gimió Hank, llevando enseguida sus manos a las caderas del joven, que lo estaba montando-. Me vuelves loco, maldita seas.

Connor sonrió, sabiéndose deseado. Paró de golpe y se levantó de encima del regazo del teniente, a lo que Hank lo miró totalmente sorprendido.

- Espérame aquí –le pidió el androide, que estaba descalzo y lucía coqueto y jovial. Desapareció por el pasillo mientras Hank miraba el vacío salón, atónito.

Aprovechó para acomodarse, quitándose la camisa y bajándose los pantalones. No tenían tampoco todo el tiempo del mundo, así que tenía que ahorrar tiempo para aprovechar más momentos de pasión. Lo esperó en calzoncillos cómodamente en el sillón, no sin antes darse cuenta de que las ventanas de la sala se encontraban totalmente abiertas.

Se levantó para cerrar las cortinas y dejar la habitación en penumbras a pleno día. Mientras hacía más íntimo el salón, Connor volvía aparecer justo detrás suyo.

Cuando Hank se dio cuenta de que estaba ahí, se giró para mirarlo de soslayo. Sintió que casi se caía de la impresión.

- Pero, ¿qué...? –no pudo terminar la frase, puesto que Connor se le abalanzó, comiéndole directamente la boca con su lengua.

El joven estaba desnudo, y sólo lucía una única prenda de vestir.

Unas braguitas de encaje rojas. 

:::::::::::::::

SOUNDTRAK 

James Arthur - Say You Won't Let Go

Te voy a amar hasta que

mis pulmones no den más

Lo prometo hasta que la muerte nos separe

al igual que en nuestros votos

Así que escribí esta canción para ti

Ahora todo el mundo sabe

que solo somos tú y yo

-Este tema es de Connor hacia Hank y tiene muchas pistas escondidas-

:::::::::::::::::::

NOTAS DEL AUTOR 

¡CHASSSSS! Y lo corto aquí. No soy malo, solo soy un poco cruel. 

Pido perdón porque no voy a poder subir a tiempo el relato de KINKTOBER sobre Omegaverse ni tampoco sobre Shibari. Os lo compensaré de alguna manera, como si tengo que hacerlos fuera de fecha. ¡Pero los tendréis! 

Espero que os haya gustado este capítulo, a mí me ha gustado mucho escribirlo, puesto que casi todo era desde el punto de vista de Connor, que si lo habéis notado, no ha sido protagonista de esta historia y no sabemos cómo piensa ni qué siente. Ahora estamos empezando a conocerlo un poco más. Y me enamora cada vez más... ¿Qué tienes, Connor, que me vuelves loco siempre? 

Kathy y sus sueños y esperanzas rompiéndose en mil pedazos a su alrededor y sin verlo. Hank, con su horrible pesar y su incontrolable deseo hacia el joven androide. Connor y su amor no correspondido. Todos con esperanzas y sueños, al final, ¿quién ganará de todo esto? 

¡Nos vemos mañana en el próximo reto Kink! 

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